Imágenes de página
PDF
ePub
[graphic]

Para adquirir un discernimiento ajustado a la realidad, en torno a lo equitativo del sueldo, que debían de percibir los Corregidores y de sus eficaces posibilidades de gobierno directo o visible, mandó al Cosmógrafo Mayor del Reino, a Pedro Sarmiento de Gamboa, realizara una detenida descripción del Perú. Compulsando estas informaciones, con las por él obtenidas en su Visita general trazó una distribución del territorio, dividiéndolo en 71 provincias que comprendían en total 614 repartimientos a los que calculó una población indígena de millón y medio de almas. Y entrelazando a estos funcionarios en forma unitaria y jerárquica, les impuso la supervigilancia de los Corregidores de españoles más cercanos a manera de cabeza de partido. Así dividió con armonía geográfica y administrativa el territorio del Virreinato y sus términos. Además, evitó en lo posible con esas demarcaciones, las anteriores y enojosas controversias de jurisdicción.

En 1574, tuvo Toledo ya completamente establecida, la plantilla de los Corregidores de indios, a base de las informaciones topográficas del Cosmógrafo Sarmiento de Gamboa y del cálculo de las rentas de tributos, que de la población allí asentada era facible recaudar. Con este vasto material, le fué dable el ordenamiento de las nuevas autoridades rurales, sus propósitos de justicia y de política tutelar sobre los nativos y los requisitos que debían de allegar los designados para misión tan compleja. Las etapas preliminares y la arquitectura última que im. puso Toledo a la magistratura del Corregidor de indios, aparecen en las Ordenanzas complementarias de 1579 y un año más tarde emite el estatuto definitivo, en donde se refunden preceptos anteriores y adiciona minucioso conjunto en forma articulada, del total de sus normas.

Toledo, adverso en sus comienzos a la institución que concibió García de Castro, poco a poco fué ganado por las ideas de su antecesor, las que cogidas en sus hábiles manos, las ajustó en un cuadro de estrechas disposiciones. Y cuando escribió su "Memoria de Gobierno" en 1582, a manera de autocrítica y con ilusionada esperanza, estimaba que la nueva autoridad significaría para el indio "escudo defensor frente a los rábulas de las Audiencias, los doctrineros desaprensivos, los temerarios viandantes españoles, los omnipotentes encomenderos y los insaciables curacas". Previa la refrendación por el "Consejo de Indias, la Corona en julio de 1584, emitió la Cédula llamada de la "concordia" en donde se da asentimiento a todo, en cuanto a la creación de los Corregidores de indios, se había elaborado en el Perú.

Lohmann, a continuación de esta primera parte que hemos reseñado en sus grandes líneas y que tiene significación de lucido pórtico de entrada, nos descubre la segunda, dividida en diez y nueve capítulos, en los cuales progresivamente, va estudiando a la institución y de preferencia desde el ángulo jurídico. Es imposible en la brevedad de una nota analizarlos. Deseo tan solo destacar con énfasis, la importancia

que tiene este dilatado libro, para el conocimiento de la realidad histórica peruana, durante las centurias XVI y XVII.

Por ser monografía exhaustiva sobre el tópico escogido, roza con innúmeros temas. Entre muchos con: la encomienda, Cajas de indios, el tributo, las mesadas, los orígenes de la geografía peruana, el Protector de los naturales, el Juzgado de bienes de difuntos, el Tribunal de la Santa Cruzada, las relaciones entre la potestad civil y la eclesiástica y asuntos lindantes con tales materias. A éstas añade novedosas informaciones y singulares perspectivas y con tan útiles criterios, que en el futuro será difícil dejarlos de lado. De ahí que estime peligroso, no consultar a esta obra, que acarrea abundantísimas noticias concretas, episodios ilustrativos, dictámenes de juristas, controversias de principios básicos o de menudos intereses económicos. Además, ilumina el ámbito intelectual con el parecer de los tratadistas de la época. Y lo que afirma en su texto, se apoya en fidedignas fuentes que acota con citas al pie de página y que, a mayor abundamiento confirma extensa bibliografía.

Enseña, Guillermo Lohmann Villena, en el "Corregidor de indios" jugosa madurez, que en él apareció lindando casi con la juventud. La obra que ya tiene cumplida, lo acredita como a cabal historiador, con los auténticos atributos de tan difícil arte. Posee señaladísima pasión por indagar la verdad que esconden los siglos. La busca con ahinco, se interna en el laberinto documental con osadía y valor, seguro de que en sus manos, la madeja revuelta o esfumada del acaecer, irá cediendo el hilo que la ata o el ropaje que la encubre. Luego, con método y ordenamiento, lo por él hallado discurre con tersura en la parte narrativa y va ponderando con habilidad el veredicto de los hechos o el juicio que merecen los personajes que fraguaron el drama que les tocó en suerte cumplir.

Diciembre 4 de 1959.

Manuel Moreyra Paz-Soldán.

CARLOS ORTIZ DE ZEVALLOS PAZ SOLDAN.- La misión Ortiz de Zevallos en Bolivia (1826-1827). Lima, 1956.— 232 p.— La La misión Alvarez en Bolivia (1829-1830). Lima, 1957. 164 p. Negociación Ferreyros-Olañeta (1830-1831).- Lima, 1958.- 322 p. (Ministerio de Relaciones Exteriores, Archivo Diplomático Peruano, v. VI, VII y VIII).

Merece ser especialmente elogiado este aporte de Carlos Ortiz de Zevallos Paz Soldán al recopilar, ordenar, publicar y prologar los papeles existentes en el Ministerio de Relaciones Exteriores sobre las negociaciones con Bolivia entre 1826 y 1831, complementándolas con importantes documentos particulares. Deben ser recibidas las tres publicaciones mencionadas en forma entusiasta, como un gran acontecimiento, por

[graphic]

todo el que tenga interés en la historia nacional, estimulándose tanto a su autor para que siga adelante y prosiga su minuciosa y desinteresada labor, como a las autoridades del Ministerio de Relaciones Exteriores para que lo apoyen como él merece.

Desde su iniciación republicana el Perú vivió dentro de los círculos concéntricos de tensiones internas y tensiones externas. Entre las primeras estuvieron la fatídica propensión a las luchas faccionales o de bandería entre los grupos dirigentes, no acallada ni siquiera durante la guerra de la Emancipación o durante la guerra con Chile. También cabe mencionar aquí los problemas creados por las dificultades geográficas (entre ellas la falta de comunicación entre las distintas regiones), por las características de un Estado empírico y a veces extorsionista, por la inestabilidad política y por los contrastes sociales agudizados en el desnivel de la ciudad y el campo. Pero esas tensiones internas, graves como fueron, resultaron a veces superadas por las tensiones externas, provenientes de las especialísimas circunstancias históricas dentro de las que empezaron y se desarrollaron las relaciones del Perú con los países vecinos. El período de 1825 a 1829 señala el agudizamiento de la gravitación de Colombia y de Bolivia sobre la vida nacional. De 1829 a 1835 la crisis latente ha de expresarse en intrigas y asechanzas en relación con este último país. Entre 1836 y 1839 estallan las fuerzas acumuladas durante muchos años y surge un período sangriento de guerras civil-internacionales, con la participación activa de Chile, para reanudarse ellas, con carácter exclusivamente perú-boliviano, en 1841-42. Un ciclo de nuevos rozamientos entre los dos países, con eventuales alternativas de armonía y situaciones conflictivas, se desarrolla entre 1845 y 1862. Las proyecciones continentales de la política internacional peruana vuelven más complejo el panorama entre 1846 y 1866; y el tratado secreto de alianza de 1873 abre una nueva etapa marcando la iniciación de un planteamiento diplomático sin precedentes, en realidad opuesto a las experiencias que parecían haber predominado durante casi cincuenta años. La guerra de 1879-83, al terminar dejando sin resolver la cuestión Tacna y Arica y al debilitar sustancialmente al Perú, agrava las tensiones internacionales; y entre 1901 y 1909, más o menos, los conflictos con los cinco vecinos llegan a ser planteados en forma simultánea. En suma, desde los días de Ayacucho nuestro país ha debido mirar con atención tanto al norte como al sur y a veces a todos lados, mientras que miraba o debía mirar hacia sí mismo.

El estudio exacto de la historia republicana debe ser hecho con sentido funcional o, si cabe la palabra, relacional. Numerosos elementos de sus aspectos diplomáticos e internacionales gravitan sobre el campo político interno, hacendario o económico y actúan como factores importantes en la dilucidación del destino nacional; y también ocurre ese mismo proceso en sentido contrario. En suma, los tratamientos de los

especialistas son necesarios y hasta imprescindibles en el sentido de la investigación y del análisis; pero las valoraciones de conjunto han de reconocer las mutuas proyecciones de las distintas influencias, a la vez que la urdimbre permanente de las tensiones internas y de las tensiones externas que han asediado al país.

En lo concerniente a los documentos de las misiones Ortiz de Zevallos, Alvarez y Ferreyros, las reflexiones que acaba de hacerse tienen validez porque pretenden sostener que la importancia de ellos como fuentes es grande no sólo para la historia internacional, sino también para la historia política y la historia económica, en suma, para la historia funcional o "relacional" del Perú republicano.

De los tres volúmenes, el concerniente a la misión Ortiz de Zevallos es, sin duda, el más rico y novedoso.

Mariano Felipe Paz Soldán había publicado las notables instrucciones que este diplomático recibió del canciller José María de Pando; para luego censurarle que no se atuviera a ellas proponiéndose sólo halagar a Bolívar. Los documentos ahora publicados descorren el velo que cubría estas negociaciones, tras de las que se ocultaron no pocas maniobras de estrategia y de táctica nacional e internacional. Impresionante es la luz que arroja sobre las actitudes de Sucre. Hay que relacionar esas actitudes, ohora aclaradas con los puntos de vista expuestos por el mismo Sucre en cartas a Bolívar como las de 11 de mayo, 4 de junio y 20 de junio de 1827 publicadas en el volumen I de las memorias de O' Leary.

Ningún historiador había tratado hasta ahora del desarrollo y de la etapa final de la misión Ortiz de Zevallos, no obstante su importancia. En cuanto a la misión Alvarez, Mariano Felipe Paz Soldán, en el tomo de su Historia del Perú Independiente, editado en 1929, hizo la síntesis de ella; y un sumario esquema de la misma gestión, utilizar.do idénticos documentos, apareció en el curso de historia internacional y diplomática del Perú de Arturo García Salazar. Pero la publicación completa de la correspondencia auténtica da ahora amplia oportunidad para examinarla en toda su perspectiva.

Los papeles oficiales referentes al plenipotenciario Manuel Ferreyros, y su actuación en Arequipa, dados a conocer fragmentariamente en Mercurio Peruano y en otros periódicos de la época' fueron mencionados muy de pasada por Mariano Felipe Paz Soldán en el libro citado, sin duda porque la segunda parte de él quedó como un simple borrador preliminar. En el volumen que motiva esta nota aparece junto con varias piezas de correspondencia particular pertenecientes al archivo de la familia Ferreyros. Es una lástima, sin embargo, que no hayan sido incorporadas al mismo volumen, de un lado la correspondencia sobre la espectacular entrevista del Desaguadero entre Gamarra y Santa Cruz en diciembre de 1830 en la que también participó Manuel Ferreyros; y de

[graphic]

otra parte los escritos de controversia sobre las negociaciones aquí aludidas y, en particular, los artículos de El Iris de la Paz que provocaron uno de los entredichos del negociador peruano con Olañeta. Al respecto puede citarse también el folleto Breves observaciones sobre un artículo del "Iris de la Paz" de 26 de diciembre de 1830 titulado "Sucesos internacionales. Tres días en el Desaguadero (Lima, 1831).

Dentro de la historia de las ideas historiográficas en el Perú, el elocuente entusiasmo de Riva-Agüero por la unión peru-boliviana había llevado a restar importancia a los factores que la dificultaron. Los testimonios de Ignacio Ortiz de Zevallos, Mariano Alejo Alvarez y Manuel Ferreyros, cada uno dentro de su propia experiencia, sirven para poner de manifiesto algunos de esos obstáculos.

De los tres personajes, la larga vida pública de Ferreyros y sus proyecciones en el campo de la política, la diplomacia, el periodismo y la literatura reclaman un estudio minucioso. Por las muestras publicadas por Carlos Ortiz de Zevallos Paz Soldán se deduce que el archivo de dicha familia es valiosísimo.

Después del fracaso de las negociaciones Ferreyros-Olañeta en Arequipa vino la etapa de las gestiones de Gamarra ante el Congreso con el fin de obtener la autorización para la guerra con Bolivia. La publicación titulada El Voto del Perú (Arequipa, imprenta de la Sociedad Vengadores del Perú, 1831) dió a conocer algunos de los documentos pertinentes. Aquí sería preciso también conocer las fuentes de primera mano relacionadas con la mediación de Chile, con los debates parlamentarios y con la polémica alrededor de la supuesta carta de Gamarra al político boliviano Severo Malavia. Finalmente surgió la misión de Pedro Antonio de la Torre (que ha de ser la materia de uno de los próxi mos volúmenes de Carlos Ortiz de Zevallos Paz Soldán) y fueron firmados, entre fines de 1831 y comienzos de 1832, los tratados de Tiquina, Arequipa y Chuquisaca.

Hace muchos años, entre 1890 y 1911 primero y luego entre 1909 y 1915, Ricardo Aranda publicó sus ricas colecciones de tratados y de congresos y conferencias internacionales con un impresionante total de catorce y de cinco volúmenes respectivamente. El servicio que entonces prestó el Ministerio de Relaciones Exteriores a la historiografía del Perú independiente merece elogio permanente. Mucho tiempo después comenzaron a aparecer, en forma esporádica, entre 1930 y 1942, los cuatro primeros tomos del Archivo Diplomático Peruano. Ahora un funcionario distinguido evidencia su nobleza de miras, su entusiasmo, su patriotismo, su devoción a la cultura preocupándose por dar a conocer, en gesto espontáneo, a los estudiosos del país y en el extranjero, poco a poco, metódicamente, parte de las riquezas que atesora el precioso archivo a su cargo. Parece obvio que deban ser puestos a su disposición los elementos indispensables con el fin de ayudarle en tan útil tarea, cuyas

« AnteriorContinuar »