Imágenes de página
PDF
ePub
[ocr errors]

El empeño de Moreyra y de Céspedes es fundamental para la historia peruana. La conciencia del Perú se gesta durante los tres siglos coloniales pero tiene su eclosión nacionalista en el siglo XVIII. Poco sabemos hasta ahora de él, de su circunstancia íntima, de su pugna diaria, de su trastorno vital. De esta primera indagación sale a luz la figura del Virrey Monclova, que Céspedes pinta con colores grises y pesimistas y en cuyo período Moreyra trata de rastrear las coordenadas peruanas del acaecer histórico. Ambos descifran la personalidad del virrey, su acción administrativa y política, su gestión económica, después de la crisis ocasionada por el terremoto de 1687, su defensa frente al peligro pirático, sus máximas de gobierno. De entonces acá se comprueba la unidad del destino histórico del Perú. El Virrey avisorando los peligros externos dice que el Perú es país abierto a las invasiones por sus playas tan dilatadas como despobladas, que no se pueden fortificar, pero "que tiene su defensa en sus propias esterelidades". Y como ésta cien comprobaciones más. El ánimo filantrópico y humano de los gobernantes españoles del virreynato se patentiza cuando pide la supresión de la mita de Potosí, institución que no existía en México, y cuando dice al Rey que el trabajo forzado destruye al hombre y socava su naturaleza y acaba a éste, en un mes, más que el voluntario y por su jornal, en un año.

Moreyra y Céspedes abren una ruta. La publicación de las cartas de los virreyes del siglo XVIII, avalorada por las notas de los dos especialistas del fenómeno económico, va a servir sustancialmente al esclarecimiento de la época ilustrada de los fisiócratas y del entusiasmo por la economía y la naturaleza. Tendremos por primera vez una historia económica y social objetiva y auténtica. Y por lo pronto, el Conde de la Monclova no será tan solo el anecdótico virrey "Brazo de plata" de las tradiciones de Palma, ni únicamente el edil que reconstruyó los portales de la plaza limeña y el muelle del Callao, sino el gobernante de carne y hueso que dialoga con el Consejo de Indias a través del Océano sobre el destino del mundo antártico y que estuvo dispuesto a responder de sus actos como juez humano y falible a las preguntas y cargos del Juicio de Residencia.

RAUL PORRAS BARRENECHEA

CARLOS CAMPRUBI ALCAZAR.— “Historia de los Bancos en el Perú". (1860-1879).- Tomo I. (Edit. Lumen, Lima, 1957).— 433 págs.

El Dr. Carlos Camprubí Alcázar, ha publicado en más de cuatrocientas páginas, el libro "Historia de los Bancos en el Perú". Es el pri mer trabajo de investigación seria sobre el tema, abordado anteriormen. te sin mayor profundidad, diría mejor con ligereza y frívolo descuido.

Se circunscribe, temporalmente, al período que va de 1860 a 1879, o sea a los veinte años iniciales de la historia bancaria peruana, que por sus conexiones son parte de la monetaria y financiera. Dentro de este período, con planteamiento lógico, que responde a la realidad histórica, distingue cuatro etapas en el acaecer de nuestros primeros bancos del siglo XIX, y que denomina: a) la de antecedentes, de 1860 a 1862; b) la de plena vigencia de la absoluta libertad bancaria, de 1862 a 1873; c) la de intervención y restricciones por actos gubernativos, de 1873 a 1877; y d) la de limitación de las operaciones de los bancos emisores peruanos a sólo negocios de descuento y depósito, que se inicia por accidente en 1877, cuando irrumpen a la vida económica nacional los llamados billetes fiscales que sustituyen a los de banco, y que en 1879 culmina con la prohibición de emitir billetes.

También presenta, al lado de esta estructura político-económica y dentro de iguales términos cronológicos, y a manera de inseparable complemento, la evolución propiamente institucional, que comprende las siguientes fases: a) la de proyectos y esfuerzos para establecer la organización bancaria nacional (1860-1862); b) la de realizaciones y auge (1862-1873); c) la de crisis bancaria (1873-1877); y, por último, d) la que se proyecta como secuela de la que antecede, y que corresponde al momento en que comienzan a languidecer y liquidar los primeros bancos peruanos de emisión del siglo XIX, dando paso a un nuevo tipo de instituciones: los bancos de sólo depósito y descuento (1877-1879). Su concertada arquitectura, hace que se perciba a través de todo el trabajo, la situación de los acontecimientos en sus justos linderos, y aflora el acaecer singular y múltiple, y su unidad dentro de lo diverso.

Alrededor de aquellos aspectos, que son los focos de irradiación de la obra, y como lo puntualiza en expresiva síntesis el doctor Camprubí, "giran fuertemente engarzados, hombres e instituciones, intereses sociales y particulares, ideas e iniciativas, proyectos, realizaciones y fracasos, polémicas y debates, beligerencias políticas y económicas, ilusorias aspiraciones y crudas realidades, inquietudes y angustias, censuras y exculpaciones, estados de bonanza y de crisis, situaciones de optimismo imprudente y de cauteloso pesimismo y aleccionadoras experiencias". Y, en efecto, en interesante descripción crítica y a la vez objetiva, desfilan, rodeados de serenos enfoques, todos los hechos, personas e instituciones que protagonizaran en el aspecto bancario veinte años de historia patria; doctrinarios y políticos en su su duro batallar por los problemas derivados de la actividad económica y financiera, como Manuel Pardo, Francisco García Calderón, Nicolás de Piérola, Ignacio Noboa, Pedro Gálvez y Mariano I. Prado, descubriendo el trabajo, para la biografía de estos hombres públicos, nuevos y valiosos elementos hasta hoy casi desconocidos; periodistas de combate, como los Chacaltana, José Casimiro Ulloa y Andrés Avelino Aramburú; parlamentarios de fuste,

como Luciano Benjamín Cisneros, Agustín Reynaldo Chacaltana y Manuel María Gálvez; empresarios y contratistas extranjeros, estrechamente vinculados a la historia peruana, como Meiggs y Dreyfus; innumerables banqueros y abultada cantidad de empresas.

Se advierte asimismo, con amenidad y en sus auténticos contornos, los albores de la organización crediticia nacional, su desarrollo y sus angustiosas crisis, sus factores adversos y favorables, las pugnas de intereses políticos y económicos, las larguísimas y enconadas luchas entre el régimen de absoluta libertad y el de restricciones, las tendencias de los capitales particulares, los distintos momentos y características de la política bancaria y monetaria gubernamental, las alternativas de la actuación del Parlamento en este campo, las diversas opiniones del periodismo nacional y sus reacciones, la posición del Perú dentro del cuadro de la banca extranjera contemporánea, su irradiación interior y externa, las influencias de otras fronteras y múltiples aspectos, que indudablemente muestran el apasionante y singular panorama financiero del ayer, pero orgánicamente enclavado dentro de un cuadro mayor que lo integra nuestra idiosincracia en el plano social,, económico, político y jurídico.

Al lado de este nutrido bagaje, cabe destacar la atención que ha dedicado el Autor al ángulo de la estadística bancaria de la época, la que ha sido por él confeccionada por primera vez en el Perú, como base fundamental de su trabajo, y la cual ciertamente incorpora, a la obra, definida orientación moderna. Como bien afirma el autor, en apoyo de la utilización que ha hecho de aquel elemento, las estadísticas "sirven para derivar observaciones o imágenes que retraten con aproximación científica, y por tanto objetiva, la realidad pasada, alejando así las que pueden ser fruto de una determinada posición subjetiva o de la simple imaginación o de inclinaciones intuitivas o del deseo de hacer ver las cosas como más gusten o agraden".

En cuanto a las fuentes utilizadas, el doctor Camprubí las reseña en su Nota Preliminar. Informa, que entre otras ha recurrido principalmente a los periódicos, "que contienen o reflejan en todos los órdenes de la vida, no sólo el diario acontecer de un pueblo, sino el espíritu y el pensamiento que lo animaran en tal o cual momento y en ta! c cual sentido. Si a esto se agrega la gran libertad de prensa que existiera en el tiempo al que se contrae el trabajo, los periódicos resultari fuentes de indudable categoría, que a la vez sirven para compulsar el valor de los documentos oficiales y otros elementos informativos. Y como en el fondo de toda esa realidad se halla siempre presente la política como elemento consubstancial, he prestado —continúa diciendo el autor- semejante atención a la actividad parlamentaria contenida en los diarios de los debates".

Concluyo esta nota, repitiendo frase escrita en anterior oportunidad. Decía que nuestro pasado requiere, decenas de estudios monográficos, llevados a cabo con la seriedad de investigación, justeza de criterio y buen ordenamiento estructural como el que hallamos en la Historia de los Bancos, del Dr. Camprubí. Esfuerzos análogos urgen, desde muchos ángulos para que así nuestro ayer aflore con su volumen y propias dimensiones y sean cabales y no engañosas o desdibujadas las etapas que nos han precedido, a las que cubre desdeñosa ignorancia.

M. M. P. S.

TELLO, JULIO C., Paracas.- Primera parte. Lima, Empresa Gráfica T. Scheuch, S. A., 1959. 4 h. (incl. front. col.), 307 p. (incl. xciii láms. col. y 45 en negro), mapa pl. fuera de texto.

Cuarenta años consagró Julio C. Tello al estudio de la arqueología peruana, y en una copiosa serie de libretas estampó sus notas acerca de viejos pueblos y ruinas, llanos y quebradas, valles y ásperas punas. Con impaciencia y avidez efectuó las sucesivas etapas de un vasto plan de exploraciones, y compiló tan rico acervo de hechos y observaciones que su conocimiento sobre las desaparecidas culturas fué igualmente apreciado por su profundidad y su extensión. Pero sus exigentes búsquedas lo conducían a descubrimientos y comprobaciones que, a su vez, le hacían concebir nuevas perspectivas de trabajo. En consecuencia, estimaba que era necesario intensificar la investigación arqueológica, para dar base cierta al conocimiento de las viejas culturas peruanas y superar las explicaciones hipotéticas acerca de sus orígenes, o los asertos inconsistentes en torno a su desarrollo. Y aunque vertió los resultados de su esfuerzo en algunos estudios magistrales, no logró dar cima a la exposición de sus felices hallazgos en sitios que tuvo la fortuna de descubrir, o sólo ofreció anticipaciones de las monografías que al respecto proyectó.

Lo dicho reza especialmente en cuanto atañe a la rica cultura de Paracas, cuya necrópolis descubrió Julio C. Tello en julio de 1925, durante un breve viaje efectuado en compañía de Samuel K. Lothrop. Y según ha referido éste (en Revista del Museo Nacional de Antropologia y Arqueología: vol II, No 1, pp. 53-54; Lima, 1948), se hallaba en Lima después de haber concluído un programa de excavaciones en Argentina, presentóse ante el arqueólogo peruano con el deseo de emplear los fondos de que aún disponía en la exploración que le propusiere, y juntos salieron el 23 de julio cuando aún no había despuntado el alba. Pasaron por Pachacamac y Chilca; pernoctaron en la hacienda "Unánue" para visitar al día siguiente las ruinas de Cerro Azul, Inkawasi y Cerro del Oro; siguieron a Chincha Alta, Tambo de Mora y La Centinela; y final

[ocr errors][merged small]

mente, llegaron a Pisco. "Ví poco al doctor Tello durante el resto de aquel día, pues él estuvo en toda la ciudad tomando noticias sobre wakas y cementerios; pero la segunda noche volvió sonriente, porque había encontrado un hombre dispuesto a guiarlo a un lugar donde él dijo que los tejidos finos llegados a Lima fueron encontrados. Esto había ocasionado su demora; yo dudé si podríamos llegar a Paracas. Nuestro carro tenía llantas pequeñas, más anchas que las de bicicleta, y era difícil cruzar el arenal del Sur de Pisco aun con las enormes llantas de hoy. Sin embargo, la fortuna nos favoreció con una fuerte lluvia que endureció la arena e hizo posible guiar hasta el mismo pie de las colinas que contienen los ahora famosos cementerios. Yo recuerdo que el sol se filtró a través de las nubes por pocos momentos, justamente cuando nosotros llegamos, iluminando los fragmentos de tejido de varios colores que habían sido largamente expuestos al aire y que se deshacían al tocarlos. Ni el doctor Tello ni yo mismo nos dimos entonces cuenta de lo que habíamos encontrado, ni podíamos prever que las excavaciones sostenidas en los siguientes años formarían el núcleo del gran Museo que actualmente existe en Magdalena Vieja. En 1925, Paracas era tan difícil de alcanzar que los huaqueros casi no la habían tocado. Nosotros no teníamos noción. Mi principal interés por el momento era el espléndido colorido de los tejidos quebradizos, que sólo se podía mirar pero no transportar. El doctor Tello daba voces y profería exclamaciones por los cráneos deformados, desparramados en la superficie, muchos de los cuales exhibían ennormes trepanaciones. Estos cráneos fueron un problema. El doctor Tello necesitaba llevar una colección a Lima. Nuestro auto estaba excesivamente cargado con cuatro personas, sus equipajes y los materiales arqueológicos recogidos en otros lugares. El único sitio libre era afuera y allí atamos las docenas de cráneos, los cuales formaron la primera colección de Paracas".

Obediente a las incitaciones del entusiasmo que le inspirara el descubrimiento, Julio C. Tello consagró los meses siguientes a practicar las excavaciones indispensables para precisar su importancia. Y al fin pudo anunciarlo al mundo científico: primero, en El Comercio (Lima, 6-II-1926) y en La Prensa (Lima, 7 y 8-VI-1926) y en una comunicación presentada al XXII Congreso Internacional de Americanistas (Roma, setiembre de 1926); y luego, en su libro sobre el Antiguo Perú (Lima, 1929). Ya podía calificar la cultura de Paracas como una de las "más adelantadas y más antiguas del litoral". Y declaraba haber comprobado "la existencia de tres culturas distintas, correspondientes a tres períodos sucesivos: la primera representada por Cavernas funerarias como las de Cerro Colorado, cuya antigüedad se remonta a una época anterior a la de la avanzada cultura de Nasca; la segunda por Grandes Necrópolis y restos de poblaciones subterráneas repetidas por casi toda la Península, sucede inmediatamente a la anterior; y la tercera, repre

« AnteriorContinuar »