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que venian contra ellos, ovieron recelo que serian todos perdidos, segun la flaqueza é desórden que todos traian. E considerando quanto grande fuera el infortunio, si despues de habidas tantas é tan prósperas victorias, en el fin oviesen algun caso siniestro, ficieron juntar algunos capitanes que venian con ellos en guarda de la rezaga. Y encubriendo la flaqueza que padecian con el esfuerzo que mostraron, ficieron rostro á los moros, é pelearon con ellos por aquellos lugares do ningunas otras gentes de los christianos que iban delante podian tornar á los socorrer, por la indispusicion de los lugares angostos donde iban. Y estos defendieron el fardage de los moros que lo seguian, é peleando con ellos, los retraxeron fasta los meter por aquellos dos lugares de Oznar é Míxas. El Rey con toda la hueste siguió adelante su camino, fasta venir á un lugar que estaba encima de la mar á la vista de Málaga, que se llamaba Benalmadala; el qual mandó derribar, porque estaba en tal sitio que no se podia defender, salvo á gran peligro de los christianos. Los de la cibdad de Málaga, veyendo el poderío del Rey, ansí de gentes como de artillería, estaban en gran miedo de ser cercados, é no dubdaban de ser perdidos, ó de entregar la cibdad al Rey, segun habian fecho los de la cibdad de Ronda é de Marbella, é las otras villas é lugares que se entregaron. E sin dubda el Rey é los grandes señores é caballeros principales que con él iban, bien quisieran poner sitio sobre aquella cibdad, salvo porque conocieron la gran fatiga é cansancio que la gente traia de haber andado tantos dias por caminos muy ásperos é peligrosos, é por la gran hambre que habian por falta de los mantenimientos. Otrosf, porque los caballos estaban flacos é tan perdidos, que los traian de diestro, é otros muchos dexaban por los campos que no los podian mover. Ansimesmo ovo gran falta en el real de sillas é albardas, é de ferrage, é de otras muchas cosas de las que son necesarias al proveimiento de las gentes que van en hueste. Estas cosas consideradas, el Rey acordó de pasar adelante, é poner su real cerca de la villa de Alora. E dende partió otro dia é fué á los prados de Antequera, donde falló grandes requas de mantenimientos que la Reyna habia embiado, é allí se proveyeron las gentes é satisfacieron á la gran hambre que por mengua de mantenimientos fasta aquel dia habian padecido.

Estando el Rey en aquel lugar, ovo consejo con algunos de los principales caballeros que con él venian, de lo que debia facer, pues tenía mantenimientos de los que la Reyna habia embiado. É como quier que habia asaz tiempo del verano, para proseguir la conquista comenzada; pero porque conocieron la indispusicion de la gente, acordaron que el Rey la debia dexar reposar algunos dias, é despues podria facer otra entrada en tierra de moros. El Rey, habido por bueno aquel consejo, partió con toda su gente, é vino á poner real en el Rio de las Yeguas, é de allí vino á la villa de la Rambla, donde tuvo el dia de Sant Juan. La Reina, como mandó

ir las requas de los mantenimientos por tierra para bastecimientos del real, bien ansí embió á mandar á sus oficiales que tenía puestos en los puertos de la mar, que embiasen á la cibdad de Marbella trigo é vino é mantenimientos, é todas las otras cosas necesarias para el proveimiento de aquella cibdad.

CAPÍTULO XLVII.

Como el Rey entró en la cibdad de Córdoba.

Pasado el dia de Sant Juan, luego otro dia partió el Rey de la villa de la Rambla é todos los caballeros é capitanes que con él habian estado en la guerra, y entró en la cibdad de Córdoba; é saliéronie á recebir con grande solemnidad todas las dinidades, é canónigos é clerecía de la iglesia mayor, é de las otras iglesias de la cibdad. Ansimesmo salieron fuera de la cibdad á le recebir el Príncipe Don Juan su fijo, y el Cardenal de España, é los embaxadores de Venecia é de Nápoles é de Portogal, que habian quedado con la Reyna, negociando las cosas de sus embaxadas; é salieron los Perlados é Doctores que estaban en su corte y en su consejo. Otrosí salieron la justicia é regidores é caballeros ancianos que habian quedado en la gobernacion de la cibdad; é los oficiales de todos los oficios fueron al camino, é por toda la cibdad ficieron grandes juegos é alegrías, por la victoria que Dios le habia dado. El Rey acompañado de todas estas gentes entró en la cibdad é llevaba delante todos los christianos que redimió del captiverio. É fué primero á la iglesia mayor á facer oracion, é dar gracias a Dios por las victorias que le habia dado. E despues fué para su palacio, donde falló á la Reyna, que le salió á recibir fasta la puerta del palacio, acompañada de muchas dueñas é doncellas que continaban en su servicio. E ansimesmo las Infantas Doña Isabel é Doña Juana, é Doña María sus fijas, é con ellas las dueñas sus ayas, é otras muchas dueñas é doncellas arreadas de paños brocados, é de sedas, é de otros grandes arreos. E de esta manera fué recebido con grande alegría de todos, é fueron fechas por la Reyna grandes fiestas en su palacio. Y el Rey

la Reyna embiaron al monesterio de Sant Juan de los Reyes que fundaron en la cibdad de Toledo, todos los fierros de los captivos christianos que redimieron de tierra de moros, los quales están en aquel monesterio fasta el presente dia. Puédese bien creer por todos aquellos que esta Crónica leyeren, que los grandes señores é caballeros é los capitanes que sirvieron al Rey é á la Reyna en esta jornada, ovieron singular aficion al servicio de Dios é suyo; lo qual pareció en la grand obediencia que ovieron á los mandamientos que les eran fechos, porque desta obediencia habida por cada uno en especial, procedió gran concordia de todos en general; é de la concordia se siguió buen conocimiento é recto consejo, para administrar las cosas que ocurrian. E disponiendo sus personas al trabajo, é dando exemplo á las otras gentes que se dispusiesen á lo mesmo, se siguió el loable fin que habemos contado.

CAPÍTULO XLVIII.

De lo que el Rey é la Reyna ficieron estando en Córdoba. Despues que el Rey entró en la cibdad de Córdoba, se pagó el sueldo á todos los caballeros é peones é otras gentes de la hueste. E porque algunas gentes, especialmente los que habian venido de Castilla, estaban fatigados de los trabajos pasados, é habian de volver á sus tierras que eran lexanas, el Rey é la Reyna los mandaron despedir. Otrosí acordaron de escrebir al Papa é al colegio de los Cardenales las victorias que Dios les habia dado contra los moros, enemigos de nuestra sancta fe; é las ciudades é villas, é castillos, é tierras que habian ganado, que eran gran parte del Reyno de Granada. Otrosi le embiaron á decir, como mediante el ayuda de Dios é de la gloriosa Vírgen su madre, ellos entendian continar su conquista, fasta ganar todo aquel Reyno; é los trabajos habidos, é los gastos fechos en la guerra, é los que se esperaban haber en ella; é como habian redemido muchos christianos que estaban captivos en poder de los moros.

nes; é como el corazon noble no puede sofrir maldad, la Reyna indinada contra los que esto ficieron mandó á este Licenciado de la Fuente su alcalde, que ficiese pesquisa quien oviese fecho aquellos furtos, é los mandase luego restituir, y executase su justicia en aquellos que fallase culpantes.

to,

Este alcalde, poniendo diligencia en lo que la Reyna le mandó, informado quien eran los robadores, fizo justicia dellos, é tomóles todo lo que habian robado, é pasó allende la mar. E como llegó al puerembió á pedir seguro á los moros para descender en tierra, porque venia á restituir lo que les habian robado. Los moros le respondieron, que mensagero de tan altos é poderosos reyes, no habia menester el seguro que demandaba, porque la grandeza de su rey daba seguridad á sus súbditos en toda la tierra. El alcalde, oida aquella respuesta, aunque fué amonestado que no se confiase en las palabras de los moros; pero pospuesto el temor de la muerte é del captiverio que aquélla gente bárbara le podiera facer: « Nunca plega Dios, respondió él, que la virtud del Rey é de la Reyna mis señores, que estos moros facen cierta, mi miedo la faga dubdosa. » E diciendo esto con gran confianza, é contra el voto de los que con él eran, saltó luego en tierra; é puesto en poder de los moros con todo lo que les llevaba, lo repartió á las personas robadas. E de tal manera fizo esta execucion de justicia que los agraviados quedaron satisfechos.

El Papa é los Cardenales, oida aquella nueva, ovieron muy gran placer; y el Papa, considerando los muchos gastos que en aquella conquista se requerian facer, otorgó segunda Cruzada con grandes indulgencias, á todos los que la tomasen en todos los Reynos é señoríos del Rey é de la Reyna. Otrosi mandó por sus bulas, que la clerecía é las órdenes contribuyesen para aquella guerra décima de todos sus frutos; la qual cometió al Cardenal de España que la moderase é ficiese repartir en la manera que él entendiese. El qual la moderó en la suma de cien mil florines de oro de Aragon. Otrosí acordaron el Rey é la Reyna de dar órden en la tierra ganada de los moros. E mandaron á Juan de Torres un caballero de los que estaban en el contino servicio de su palacio, é al licenciado Juan de la Fuente, Alcalde en su corte, que fuesen á las cibdades de Ronda é Marbella, é á las villas de Cartama, é Cazarabonela, é Setenil, é á las otras villas, é valles é serranias é tierras que se ganaron de los moros, é pusiesen términos á cada una, é repartiesen las casas y heredades entre los moradores christianos que nuevamente las fueron á poblar. Otrosí mandaron poner las fronteras contra los moros en otras villas é castillos, mas adelante de lo que primero estaban. E por quanto la cibdad de Gibraltar, é las villas de Ximena é Teba, é todas las otras villas é castillos, que por ser en frontera de moros llevaban cada año pagas é llevas, estaban seguras por ser ya de christianos la cibdad de Ronda é todas las otras villas que se ganaron de los moros, mandaron que no las ganasen. E mandaron poner las fronteras veinte leguas mas adelante, en los lugares que entendieron ser mas necesarias. Otrosí, porque algunos marineros é otras personas de los que pasaron los moros allende la mar, contra el seguro que el Rey é la Reyna les habian dado, furtaron algunos homes é mugeres é criaturas, é les habian tomado sus bie

CAPÍTULO XLIX.

Como fueron desbaratados algunos caballeros christianos, que salieron de Alhama.

Algunos caballeros de los que estaban con el Clavero de Calatrava en guarda de la cibdad de Alhama, é otros algunos que vinieron á aquella cibdad por facer guerra á los moros, cavalgaron un dia por el aviso que ovieron de algunos adalides, é fueron fasta bien cerca de la cibdad de Granada, é tomaron los ganados que fallaron de vacas é ovejas é yeguas, é algunos prisioneros. La cibdad de Granada estaba tan menguada de gente de caballo, que no salieron los moros della á lo resistir, porque toda la gente de caballo de la cibdad estaba con el Rey Moro en la defensa de la cibdad de Málaga. Los christianos, veyendo que ninguna resistencia les era fecha, perdido el cuidado que convenia tener en guardar la órden de la guerra, derramáronse unos de otros por el camino que volvia Alhama con la cavalgada que traian. El Rey Moro, sabido como el Rey habia dexado la tierra é se habia vuelto con toda la hueste á la cibdad de Córdoba, partió de Málaga con todos los caballeros que allí tenia, é fué camino de la cibdad de Granada. E acaso sin saber aviso alguno de los caballeros christianos que habian fecho aquella cavalgada, encontró con ellos. Los christianos que venian desordenados sin ninguna guarda, como vieron los moros venir contra ellos, luego desampararon la cavalgada, é se pusieron en fuida, é los moros los siguieron, fasta los

meter por las puertas de Alhama; y en el alcance mataron muchos dellos, é tomaron el despojo de campo, é tornaron para la cibdad de Granada con todo ello, é con la presa que los christianos habian fecho.

CAPÍTULO L.

Como desbarataron los moros al Conde de Cabra cerca de
Moclin.

Visto como quedaba aun asaz tiempo del verano para estar gente en el campo, embiaron el Rey é la Reyna sus cartas de llamamiento para algunas gentes de caballo é de pié de Estremadura é del Marquesado de Villena, é de Sevilla, é de Jaen, é Úbeda, é Baeza, é Andúxar, é sus comarcas; los quales á cierto dia que les fué mandado se juntaron en la cibdad de Córdoba, para entrar con el Rey este año segunda vez en el Reyno de Granada. E como la gente fué junta, el Rey é la Reyna acordaron que se debia poner sitio sobre alguna villa de moros, pero ovo diversos votos en su consejo. Porque el parecer de algunos era, que el Rey debia asentar su real sobre la villa de Illora, otros decian que sobre Montefrio. El Conde de Cabra que estaba en la villa de Baena, escribió al Rey é ála Reyna, que tenia aviso cierto, que en la villa de Moclin no habia tanta gente para la defender como convenia, é que habia buena dispusicion para la cercar. Algunos otros decian, que pues era necesario bastecer á Alhama, el Rey debia entrar con toda su hueste á la bastecer, é bastecida, poner su real sobre alguna villa la mas cercana á Alhama; é que Moclin no se debia sitiar, por estar tan cerca de la cibdad de Granada, donde tenia presto el socorro de muchas gentes. Oidos estos votos, porque el Conde de Cabra todavía embiaba á certificar que la villa de Moclin se podia cercar, é tomar presto; el Rey con propósito de cercar á Moclin, partió de la cibdad de Córdoba, é fué á Alcalá la Real. E mandó al Conde de Cabra, é á Martin Alonso de Montemayor, é á ciertos capitanes de su guarda, que fuesen adelante, para que ningunos moros entrasen ni saliesen de la villa. E mandó al Maestre de Calatrava é al Conde de Buendía, que iba por capitan de la gente del Cardenal de España, é al Obispo de Jaen, é á Garci Fernandez Manrique, capitan de la gente de Córdoba, que con quatro mil de caballo que llevaban é seis mil peones fuesen á las espaldas del Conde de Cabra é de los otros caballeros que habia embiado delante, para que todas estas gentes cercasen la villa por todas partes. Y el Rey, que estaba cerca, habia de venir luego con toda la otra gente para asentar su real. Otrosí porque las cosas que se requerian para sostener el real fuesen mejor proveidas, acordóse por todos, que la Reyna se acercase á aquellas partes de Alcalá. La qual partió de la cibdad de Córdoba, é fué para la villa de Baena, acompañada del Príncipe Don Juan, é de la Infanta Doña Isabel, sus fijos, é del Cardenal de España. El Conde de Cabra é los otros capitanes que fueron primero,

partieron á la media noche, é llegaron á la villa de Moclin ántes de la hora que debian llegar, segun se habia acordado con el Maestre de Calatrava, é con los otros caballeros é capitanes que iban cerca dél en la reguarda. E acaeció que el Rey moro, informado que el Rey queria poner cerco sobre Moclin, vino con veinte mil homes de caballo é peones para aquella villa; el qual puso parte de su gente en una albarrada bien cerca de la villa. E como alguna gente de la que iba con el Conde llegó de noche á aquella albarrada é la abrieron, los moros pensando que los christianos eran mas gente, fuyeron é desampararon aquel lugar; é los christianos que entraron, entendieron mas en robar algunas pocas cosas que allí fallaron, que en seguir á los moros que fuian. Los moros visto que los christianos no los seguian, tornaron á pelear con ellos. Y el Conde llegó con su batalla á socorrer á los suyos, é peleó con los moros en una parte; y embió á decir á los otros capitanes que venian en la rezaga, que no entrasen en aquel lugar do él habia entrado á pelear, salvo que se pusiesen en lugar llano cerca dél, para le facer ayuda. E los moros como conocieron que la gente de los christianos era poca, cargaron gran batalla de caballeros é peones contra el Conde, é pelesron con él. Las otras gentes que venian en la rezaga, que no pensaban haber gente alguna en la guarda de la villa, como vieron la multitud de los moros que de súbito salieron contra ellos, fueron privados del seso con el grande miedo que ovieron, é sin ser perseguidos de ninguno se pusieron en torpe fuida. El Conde é los que con él estaban, pelearon lo que pudieron fasta que el Conde fué ferido de una espingarda en la mano, é su caballo de quatro lanzadas; é no pudiendo mas sostener la fuerza de los moros, volvió las espaldas; é los moros siguieron el alcance fasta una legua contra él, é contra las otras gentes que fuyeron. En esta pelea é alcance mataron á Don Gonzalo, hermano del Conde, é muchos peones é caballeros de su tierra é de otras partes; é mataran muchos mas, salvo porque el Conde fuyendo, algunas veces tornaba contra los moros por los detener; é otrosí porque sobrevinieron las otras batallas de gente donde venian el Maestre de Calatrava y el Conde de Buendía y el Obispo de Jaen, los quales fueron á socorrer á los christianos que venian fuyendo, é resistieron á los moros que los seguian. Murieron ansi mesmo en aquella facienda algunas cabeceras é capitanes de los moros en los primeros encuentros que el Conde ovo con ellos (1). Como el Rey sopo el desbarato del Conde de Cabra é de las gentes que con él habian ido en la delantera, ovo gran pesar; é detovose con toda la gente de su hueste en el lugar do estaba que se llamaba la Fuente del Rey á tres leguas de Moclin, fasta haber acuerdo de lo que debia facer. E algunos caballeros é capitanes le consejaron que debia dexar el cerco de aquella villa, ansí por el grand

(1) Fué este desbarato á 5 de Setiembre de este año, como sefala el sumario de Galindez y Zurita, lib. 20, cap. 64.

orgullo que los moros tenian con el vencimiento que ovieron, como porque era mal consejo poner sitio sobre lugar donde tanta gente habia para lo defender, como el Rey tenia estonces para lo cercar. Otrosí decian que lo guerreado este año era asaz tierra, é que debia dexar folgar las gentes de guerra, porque estoviesen mas prestas para el año siguiente. En especial decian que el Rey no debia entrar en la tierra de los moros sin ir acompañado de la gente de armas de Castilla, segun habian fecho los Reyes pasados, quando entraban á cercar qualquier villa de aquel Reyno. Otros decian; que no seria honra de su persona real, antes seria contra la estimacion en que era tenido su gran poder, si por el desbarato que ovo un solo caballero de su hueste, se mostrase tan grande flaqueza, é dexase de continar el propósito que llevaba de cercar aquella villa, é que todavia lo debia proseguir. Otros algunos afirmaban, que aunque el Rey quisiese poner sitio sobre aquella villa, no habia dispusicion de lo poner; porque toda la tierra que estaba en el circuito era peñas é piedras grandes, do no se podian fincar estacas para armar las tiendas, ni atar los caballos; é que seria mejor consejo poner sitio sobre alguna villa de la comarca. Y estos decian que por quanto la necesidad de Alhama constreñia tanto de se bastecer, que si luego no se basteciese, estaba en peligro de se perder; que el Rey dexadas todas las cosas, debia ir á la bastecer con toda su hueste, é podia cercar alguna villa de las que eran en su comarca. El Rey, oidas las variedades destos consejos, no se determinaba en ninguno dellos. La Reyna que habia quedado en la villa de Baena, sabida la nueva de aquel desbarato, aunque era de gran corazon, pero la muerte de los christianos que allí cayeron la fatigaba tanto que estaba en alguna turbacion, especialmente por la variedad de los consejos que sopo haber entre los caballeros que con el Rey estaban. Ansimesmo rescebia fatiga por el bastecimiento de Alhama, que de necesario debia facerse, é no habia lugar para ello. El Cardenal de España, conoscida la congoxa en que la Reyna estaba, le dixo: « Señora, si en la guerra que tenemos con la tenta»cion interior, recebimos alteracion, no es maravi»lla haberla en la exterior que tememos con los ene» migos. Habeis, Señora, de creer, que ninguna con» quista de tierras ni de reynos se fizo jamas, donde » los que son vencedores algunas veces no sean vencidos; porque si no oviese resistencia en las con» quistas, mas se podria decir toma de posesion que » actos de guerra. Considerad, Señora, que los mo>> ros son homes belicosos, é poseen tierra tan mon» tuosa é áspera, que no se pudo conquistar en los » tiempos pasados por ninguno de los Reyes vues» tros predecesores; porque la dispusicion de la tier>> ra, es la mayor parte de su defensa. Vos, Señora, » debeis dar gracias a Dios, porque ansí como ovis»tes mas constante propósito que ninguno dellos » para guerrear, ansí os ha dado gracia para adque» rir mas cibdades é villas é tierras en tres años, que » los otros Reyes en docientos años que las guerrea

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» se debe facer. E si á vos, Señora, place, yo iré » luego con tres mil homes á caballo mios é de mis » parientes, á bastecer á Alhama, é proveeré ansi>> mesmo á las necesidades de dinero, si algunas hay » por el presente. » E diciendo esto, considerado que la Reyna habria algun empacho de le declarar en presencia la necesidad que á la hora le ocurria, tornó la fabla á los del consejo que estaban presentes, é díxoles: «Vosotros, pues platicais con la Reyna » mi Señora en las necesidades que ocurren, venid á >> mí con lo que Su Señoría al presente oviere menes>>ter; é si fuere menester alguna provision de dine»ro, yo la faré»; é fízola luego de lo que á la hora fué necesario. E disponíase á ir en persona do el Rey estaba, salvo que la Reyna, oidas las razones é ofrecimientos con obra del Cardenal, regradesciógelo mucho; é porque su compañía le era gran consolacion, é su consejo gran descanso, é remedio á las cosas que ocurrian, no dió lugar que se apartase della. E despues que platicó con él é con los del su Consejo en lo que se debia facer, determinó que se dexase por estonces la guerra de aquellas partes, que se pusiese sitio sobre las fortalezas de Cambil y el Harrabal, que son tres leguas de la cibdad de Jaen; porque la Reyna tovo siempre cuidado grande de tomar aquellas fortalezas, considerando los grandes daños que dellas habian recebido, é de cada dia recebian la cibdad de Jaen, é las otras cibdades de la comarca. Y embió decir al Rey lo que con el Cardenal habia acordado, é que le parescia que debia dexar por este año la conquista de aquella parte, é debia luego venir á poner su real sobre aquellas dos fortalezas: porque la negligencia que se imputaba á los Reyes sus antecesores por no las haber ganado en los tiempos pasados, agora no se imputase á ellos, si trabajasen en las ganar. Otrosí mandó la Reyna á tres capitanes de su guarda, que con mil homes de caballo llevasen á la cibdad de Alhama algunos mantenimientos, entretanto que embiaba la gran requa de provisiones que despues embió.

CAPITULO LI.

Como se ganaron las fortalezas de Cambil y el Harrabal. Visto por el Rey el consejo que la Reyna embió á decir, parecióle bien, é luego mudó su real con toda la hueste, para ir á aquellas dos fortalezas de Cambil y el Harrabal. Y embió delante al Marqués de Cáliz con dos mil homes á caballo, que guardase la entrada é salida de los moros, entretanto que él llegaba con toda su hueste. Otrosí mandó llevar toda el artillería é pertrechos para la combatir, é la Reyna vino para la cibdad de Jaen, é con ella el Principe Don Juan é la Infanta Doña Isabel sus fijos, y el Cardenal de España.

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Conviene pues agora que digamos aquí la calidad de estos dos castillos, y el sitio do están asentados, é la forma de su edificio. En lo baxo de un gran valle, rodeado por todas partes de altas é grandes cuestas, puso la natura dos peñas grandes é altas, tanto cerca la una de la otra quanto un tiro de piedra. Encima de aquellas dos peñas están edificados dos castillos fortalecidos con un grande muro é muchas torres: al un castillo llaman Cambil, é al otro Harrabal. Por medio de ambos castillos, entre las peñas do están asentados, pasa un rio donde estaban los molinos. E los Reyes de Granada, considerando que por estar tan cerca de la tierra de los christianos, tenian dispusicion grande para la guerrear, pusieron siempre gran diligencia en los guardar, ansí con gente escogida para la guarda é para la guerra, como proveyéndolos de muchas armas é mantenimientos, é de las otras cosas necesarias. En aquel tiempo era Alcayde de aquellos dos castillos un caballero de los mas esforzados del Reyno de Granada que se llamaba Mahomad Lentin, el qual tenia muchos homes de los Gomeres, que le ayudaban á los defender. E como llegó la gente de armas que embió el Rey con el Marqués de Cáliz en la delantera, no fué necesario á los moros que los guardaban facer novedad alguna de defensa: porque siempre ponian ellos grande guarda, y estaban en contina guerra con los christianos de las comarcas. E despues que el Marqués llegó á los castillos, el Roy vino con grandes trabájos que padecieron las gentes é bestias de la hueste en los pasos de las montafas fragosas é altas que pasaron para llegar á las fortalezas. E púsose el real repartido en tres cuestas altas, é apartadas una de otra, porque no habia dispusicion de lugar donde en otra parte é forma se pusiese. Puesto el real, la gente no podia combatir las fortalezas, porque eran inexpugnables; y esperaban que llegase el artillería, la qual estaba tres leguas del real, é deteníase, porque segun la aspereza de las sierras, la gente pensaba ser cosa difícile poder pasar los carros que la traian. E por los mandamientos é gran solicitud que la Reyna facia, los que tenian cargo de la llevar, buscaban por diversas partes de aquellas sierras algun lugar menos fragoso, donde ficiesen camino para pasar los carros. Al fin rodeando por otras partes, fallaron sierras menos agras de pasar, por donde se pudiese allanar algun camino. E porque vimos aquellas grandes montañas, é pensamos ser casi imposible con ningun trabajo ni industria de homes pasar carros por ellas, plógonos ir á ver los lugares por donde acometieron facer el camino que se fizo. E fallamos que seis mil homes, que embiaron el Rey é la Reyna, con picos é otras ferramientas derribaron toda una sierra, é la ållanaron fasta la igualar con el valle baxo. Y en otras partes finchieron valles de grandes piedras que derribaron de lo alto, é de grandes alcornoques é otros árboles que cortaron. E ansí andando estos peones doce dias por los lugares mas fragosos, cortando é sacando piedras é derribando árboles, pudieron allanar un camino por do

los carros del artillería pudieron pasar; del qual paso los moros estaban bien seguros, porque creian ser dificile que muchas gentes y en muchos tiempos pudiesen arrancar tantas é tan grandes peñas, ni facer llanas tan altas sierras, como la naturaleza habia criado en aquellos lugares, é facer por ellas camino llano. E ciertamente en esto mas que en otra cosa se mostró el gran poder é la gran voluntad que el Rey é la Reyna ovieron á esta conquista; porque como quiera que otros grandes Reyes é Príncipes hayan juntado muchas gentes, é conquistado grandes provincias, pero no se lee cosa tan dina de memoria como haber allanado montafias altas, igualándolas con los valles baxos, como se vee fecho allí en el presente dia. Llegada el artillería, porque se decia que el Rey de Granada queria venir con gran multitud de moros á socorrer aquellas fortalezas, el Cardenal de España fué al real donde el Rey estaba, por le acompañar en aquella necesidad. E luego los maestros del artillería dieron gran priesa en asentar las lombardas en dos partes, é los otros tiros de pólvora repartidos por diversos lugares. E comenzaron á tirar las lombardas gruesag un dia Miércoles, y en ese dia lanzaron ciento é quarenta piedras á la fortaleza del Harrabal, é derribaron dos torres, é las almenas, é otras defensas que estaban sobre la puerta. E de tal manera fué aquella parte del castillo desbaratada, que los moros que estaban dentro no podian ponerse á defender aquellos lugares, porque los tiros que facian de contino los ribadoquines, é los otros tiros de pólvora medianos, derribaban los moros que en aquellos lugares se ponian á reparar ó defender. Visto por las gentes del real como los moros no osaban ponerse á defender los lugares derribados, llegaban al muro por unas partes é por otras á lo combatir con piedras é con saetas indiscretamente. Aquel Alcayde é los moros que con él estaban, como vieron que ningunas fuerzas les bastarian para resistir al artillería, é que de qualquier defensa que ficiesen no habria otro fruto, salvo morir todos é al fin perder las fortalezas, demandaron luego esa noche fabla para las entregar, y el Rey dió seguro al Alcayde é á todos los moros que con él estaban (1). E otro dia giguiente vino el Alcayde é despidióse del Rey, é con todos sus moros se fué para Granada, é dexaron libres aquellos dos castillos. Los quales la Reyna mandó entregar á la cibdad de Jaen; é los regidores é caballeros y escuderos é comun de la cibdad toviéronselo en señalada merced: porque quitados los robos é muertes é captiverios que aquella cibdad é sus comarcas padescian continamente de aquellas fortalezas, dende en adelante podian salir sin peligro á las labores del campo, y estenderse á labrar é criar sus ganados. Tomadas las fortalezas de Cambil y el Harrabal, el Rey vino para la cibdad de Jaen, é acordó con la Reyna que el Maestre de

(1) Zurita dice que halló en memorias antiguas, que estos dos castillos se tomaron dia de San Mateo, el mismo dia que se perdieron en tiempo del Rey Don Pedro, año 1368. Anal., l. 30, cap. 64.

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