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dijeron á vozes muchos Cupido venze, el amor es invencible. A cuyas vozes, por escuchallas, parece que jaron un tanto los remeros del Amor. Aprovechose de esta ocasion la segunda barca, que detras de la del Amor venia, la cual traia por insignia al Interes, en figura de un gigante pequeño, pero muy ricamente aderezado, y impelió los remos con tanta fuerza, que llegó á igualarse el Interes con el Amor, y arrimándosele á un costado, le hizo pedazos todos los remos de la diestra banda, habiendo primero la del Interes recogido los suyos, y pasado adelante, dejando burladas las esperanzas de los que primero habian cantado la victoria por el Amor, y volvieron á decir el Interes vence, el Interes vence. La barca tercera traia por insignia á la Diligencia, en figura de una muger desnuda, llena de alas por todo el cuerpo, que á traer trompeta en las manos, ántes pareciera fama que diligencia viendo el buen suceso del Interes, alentó su confianza, y sus remeros se esforzaron de modo que llegaron á igualar con el Interes, pero por el mal gobierno del timonero se embarazó con las dos barcas primeras, de modo que los unos ni los otros remos fueron de provecho. Viendo lo cual la postrera, que traia por insignia la Buena Fortuna, cuando estaba desmayada y casi para dejar la empresa, viendo el intrincado enredo de las demas barcas, desviándose algun tanto dellas por no caer en el mismo embarazo, apretó, como decirse suele, los puños; y deslizándose por un lado, pasó delante de todas. Cambiáronse los gritos de los que miraban : cuyas vozes sirvieron de aliento á sus bogadores, que embebidos en el gusto de verse mejorados, jes parecia que si los que quedaban atras entónces les llevarant la misma ventaja, no dudaran de alcanzarlos, ni de ganar el premio, como lo ganaron, mas por ventura que por ligereza. El mismo, ibidem.

El Templo del Dios de la Guerra en Mejico.

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Los templos (si es lícito darles este nombre) se levantaban suntuosamente sobre los temas edificios, y el mayor donde residia la suma dignidad de aquellos inmundos sacerdotes, estaba dedicado al ídolo Viztcilipuztli, que en su lengua significaba Dios de la guerra, y le tenian por el supremo de sus dioses. Primacía de que se infiere, cuanto se preciaba de militar aquella nacion........ Su primera mansion era una gran plaza en cuadro con su muralla de sillería, labrada por la parte de afuera con diferentes lazos de culebras encadenadas, que daban horror al pórtico , y estaban allí con alguna propiedad. Poco ántes de llegar á la puerta principal estaba un humilladero, menos horroroso. Era de piedra, con treinta gradas de lo mismo que subian á lo alto, donde habia un género de azotea prolongada, y fijos en ella muchos troncos de crecidos árboles, puestos en hilera : tenian estos sus taladros iguales á poca distancia, y por ellos pasaban de un árbol á otro diferentes varas, ensartando cada una por las sienes algunas calaveras de hombres sacrificados; cuyo número, que no se puede referir sin escándalo, tenian siempre cabal los ministros del Templo, renovando las que. padecian algun destrozo con el tiempo. Lastimoso trofeo en que manifestaba su rencor el enemigo del hombre, y aquellos barbaros le tenian á la vista, sin algun remordimiento de la naturaleza, hecha devocion la inhumanidad, y desaprovechada, en la costumbre de los ojos, la memoria de la muerte.

Tenia la plaza cuatro puertas correspondientes en sus cuatro lienzos que miraban a los cuatro vientos principales. En lo alto de las portadas habia cuatro estatuas de piedra

que señalaban el camino, como, despidiendo á los que se acercaban mal dispuestos; tenian su presuncion de dioses liminares, porque recibian algunas reverencias á la entrada. Por la parte interior de la muralla estaban las habitaciones de los sacerdotes y dependientes de su ministerio, con algunas oficinas que corrian todo el ámbito de la plaza, sin ofender el cuadro, dejándola tan capaz, que solian bailar en ella ocho y diez mil personas, cuando se juntaban á celebrar sus festividades.

Ocupaba el centro de esta plaza una gran máquina de piedra, que á cielo descubierto se levantaba sobre las torres de la ciudad, creciendo en diminucion hasta formar una media pirámide, los tres lados pendientes, y en el otro labrada la escalera : edificio suntuoso, y de buenas medidas; tan alto, que tenia ciento y veinte gradas la escalera, y tan corpulento, que terminaba en un plane de cuarenta pies en cuadro; cuyo pavimento, enlosado primorosamente de varios jaspes, guarnecia por todas partes un pretil con sus almenas retorcidas, á manera de caracoles, formado por ambas hazes de unas piedras negras, semejantes al azabache, puestas con órden, y unidas con betunes blancos y rojos, que adornaban mucho el edificio.

Sobre la division del pretil donde terminaba la escalera, estaban dos estatuas de mármol que sustentaban, imitando bien la fuerza de los brazos, unos grandes candeleros de hechura extraordinaria : mas adelante una losa verde, que se levantaba cinco palmos del suelo, y remataba en esquina, donde afirmaban al miserable que habian de sacrificar, para sacarle por los pechos el corazon. Y en la frente una capilla de mejor fábrica y materia, cubierta por lo alto con su techumbre de maderas preciosas, donde tenian el ídolo sobre un altar muy alto, y detras de cor

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tinas. Era de figura humana, y estaba. sentado en una silla con apariencias de trono, fundada sobre un globo azul, que llamaban cielo; de cuyos lados salian cuatro varas con cabezas de sierpes, á que aplicaban los hombros para cuidarle cuando le manifestaban al pueblo. Tenia sobre la cabeza un penacho de plumas varias en forma de pájaro, con el pico y la cresta de oro bruñido, el rostro de horrible severidad, y mas afeado con dos fajas azules, una sobre la frente, y otra sobre la nariz. En la mano derecha una culebra ondeada, que le servia de baston, y en la izquierda cuatro saetas, que veneraban como traidas del cielo, y una rodela, con cinco plumajes blancos, puestos en cruz; sobre cuyos adornos, y la sig nificacion de aquellas insignias y colores, decian notables desvaríos con lastimosa ponderacion.

Al lado siniestro de está capilla estaba otra de la misma hechura y tamaño, con un ídolo que llamaban Tlaloch, en todo semejante á su compañero. Teníanlos por hermanos, y tan amigos, que dividian entre sí los patrocinios de la guerra, iguales en el poder, y uniformes en la vo luntad; por cuya razon acudian á entrambos con una víctima y un ruego, y les daban las gracias de los sucesos, teniendo en equilibrio la devocion.

El ornato de ambas capillas era de inestimable valor, colgadas las paredes, y cubiertos los altares de joyas y piedras preciosas, puestas sobre plumas de colores. Y habia de este género y opulencia ocho templos en aquella ciudad, siendo los menores mas de dos mil, donde sé adoraban otros tantos ídolos, diferentes en el nombre, figura y advocacion. Apenas habia calle sin su dios tutelar; ni se conocia calamidad entre las pensiones de la naturaleza, que no tuviese altar donde acudir por el remedio. Ellos se fingian y fabricaban sus dioses de

su mismo temor, sin conocer que enflaquecian el poder de los unos con lo que fiaban de los otros.

Solis, Histor. de Méjico.

La casa del labrador Eumeno

Aunque era ya algo tarde, no quiso Eusebio diferir su partida para el dia siguiente, sino que tomando por guia á un labradorcillo, que le dió el mismo Cura, partió aquella misma tarde en busca del viejo Eumeno, en compañía de Taidor, que era el solo de sus criados que llevaba consigo. Deliciosísimo fué aquel camino para Eusebio, así por el motivo porque lo emprendia, como por su frondosa amenidad. Recreaban su vista y alma los amenos campos que privilegió naturaleza sobre todos los de la tierra, dotando su terreno de inagotable fertilidad, cuyo vigor perpetua los frutos y verdores en todas las sazones, sin que los alteren los rigores del invierno á quien no conocen. Las flores, apenas despuntadas, admiran junto á sí á los frutos ya sazonados, pendientes de los mismos ramos de quienes se desprenden, para dar lugar á la nueva generacion, con que enriquezen la descansada industria de sus felizes cultivadores.

Crecia la complacencia de Eusebio, al paso que su guia le iba internando en una deliciosa quebrada, formada de humildes montecillos cubiertos de espesos bosques, cuyo suelo sin maleza ofrecia abundante pasto para el ganado,

y

las copas de los árboles, asilo seguro y fresco á las aves que la poblaban, y que ya recobradas entónces en sus nidos, daban con sus últimos cantos la despedida al dia que apartaba de la tierra sus resplandores. La noche que lo seguia, cubriendo el suelo de sus primeras tinieblas,

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