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agudos, no los compran, porque dieron en maliciosos, y aun en impíos, queriendo quitar en muchas ocasiones gran parte de la gloria de tan gran Padre, á quien la Iglesia con voz pública ha querido entre todos sus doctores llamar Grande. Porque si Roma tuvo sus Fabios y Valerios, Grecia su Alejandro, y Francia su Carlos, á quien dieron el renombre de Grandes por la excelencia de la pluma ó de la espada; con mas razon se lo da la Iglesia á su Gerónimo por mil victorias contra herejes, y otras tantas por la grandeza de su pluma. El órden de proceder será el mismo con que corrió toda la vida del Santo, pues se la dió Dios tan larga, que pasó todas las edades en que se divide la vida de los hombres : donde se nos da tambien à conocer, cuan importante debia ser al mundő.

P. José Sigüenza.

Guerra entre Castilla y Aragon (1).

Una guerra entre dos reynos, y aun de muchas maneras trabados con deudo, el de Castilla y el de Aragon, contará el libro diez y siete. Guerra cruel, implacable y sangrienta, que fué perjudicial y acarreó la muerte á muchos señalados varones, y últimamente al mismo que la movió y le dió principio : con que abrió camino y se dió lugar á un nuevo linaje y descendencia de reyes, y con él una nueva luz alumbró al mundo, y la deseada paz se mostró dichosamente á la tierra."

Pónenos horror y miedo la memoria de tau graves males como padecimos. Entorpézese la pluma, y no se atreve ni acierta a dar principio al cuento de las cosas que adelante

(1) Empezó esta guerra en 1356, reynando en Castilla Don Pedro, llamado el Cruel, y en Aragon otro Don Pedro igualmente Cruel que el de Castilla.

sucedieron. Embarázame la mucha sangre que sin propósito se derramó por estos tiempos. Dése este perdon y licencia á esta narracion : concédasela que sin pesadumbre se lea. Dése á los que temerariamente perecieron, y no menos á los que como locos y sandíos se arrojaron á tomar las armas, y con ellas satisfacerse.

Ira de Dios fueron estos desconciertos, y aun furor que se derramó por las tierras. Las causas de las guerras, mirada cada una por sí, fueron pequeñas; mas de todas juntas, como de arroyos pequeños, se hizo un rio caudaloso, y una grande avenida y creciente de saña y enojos. Cada cual de los Reyes era de ardiente corazon, y no sufria demasías en las condiciones y asperezas semejables; bien que el de Castilla por la edad, , que era menor y mas ferviente, se aventajaba en esto, y en rigor y severidad y fiereza.....

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El ardiente deseo de vengarse llevaba al despeñadero á los Reyes de Castilla y de Aragon, sin cuidar de lo bueno. Ꭹ de lo justo.... En que se empeñaron de suerte, que no tuvieron empacho de llamar á los moros en su ayuda...... Quejóse gravemente dello por sus cartas el Padre Santo Inocencio.... Mas las orejas los Reyes tenian con un exceso de pasion y enojo de tal manera tapadas, que no oyeron sus paternales, santas y saludables amonestaciones...... Fué lastima ver como estas dos nobles naciones corrian furiosamente á su perdicion, sin que nadie las pudiese reparar ni poner en paz, ni fuese siquiera para hacerles sobreseer la guerra con algunas treguas.

P. Juan Mariana. Hist. gen. de España.

Expedicion de Catalanes y Aragoneses.

Mi intento es de escribir la memorable expedicion y jornada, que los Catalanes y Aragoneses hicieron a las pro

vincias de Levante, cuando su fortuna y valor andaban compitiendo en el aumento de su poder y estimacion : llamados por Andrónico Paleólogo, Emperador de los Griegos, en socorro y defensa de su imperio y casa : favorecidos Ꭹ estimados, en tanto que las armas de los Turcos le tuvieron casi oprimido, y temió su perdicion y ruina; pero despues que por el esfuerzo de los nuestros quedó libre de ellas, maltratados y perseguidos con gran crueldad y fiereza bárbara; de que nació la obligacion natural de mirar por su defensa y conservacion, y la causa de volver sus fuerzas invencibles contra los mismos Griegos; las cuales fueron tan formidables, que causaron temor y asombro á los mayores príncipes del Asia y Europa, perdicion y total ruina á muchas naciones y provincias, y admiracion á todo el mundo.

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Obra será esta, aunque pequeña por el descuido de los antiguos, largos en hazañas y cortos en escribirlas, llena de varios y extraños acasos: de guerras continuas en regiones remotas y apartadas con varios pueblos y gentes belicosas de sangrientas batallas, victorias no esperadas : de peligrosas conquistas acabadas con dichoso fin por tan pocos y divididos Catalanes y Aragoneses, que al principio fueron burla de aquellas naciones, y despues instrumento de los grandes castigos que Dios hizo en ellas: vencidos Jos Turcos en el primer aumento de su grandeza otomana, desposeidos de grandes y ricas provincias del Asia menor, y á viva fuerza y rigor de nuestras espadas, encerrados en lo mas áspero y desierto de los montes de Armenia : despues vueltas las armas' contra los Griegos, en cuyo favor pasaron, librarse de una afrentosa muerte, y vengar agravios que no se pudieran disimular sin gran mengua de su estimacion, y afrenta de su nombre: ganados por fuerza muchos pueblos y ciudades: desbaratados y rotos pode

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rosos ejércitos vencidos y muertos en campo reyes y príncipes grandes provincias destruidas muertos sus caudillos, ó desterrados sus moradores: venganzas merecidas, mas que lícitas Tracia, Macedonia, Tesalia y Beocia penetradas y pisadas a pesar de todos los príncipes fuerzas del Oriente : y últimamente muerto á sus manos el Duque de Atenas con toda la nobleza de sus vasallos: y a pesar de los socorros de Franceses y Griegos, ocupado su Estado, y en él fundado un nuevo señorío.

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En todos estos sucesos no faltaron traiciones, crueldades, robos, violencias, sediciones; pestilencia comun, no solo de un ejército colectivo, y débil por el corto poder de la suprema cabeza, pero de grandes y poderosas monarquías. Si como vencieron los Catalanes á sus enemigos, vencieran su ambicion y codicia no excediendo los límites de lo justo, y se conservaran unidos, dilataran sus armas hasta los últimos fines del Oriente, y viera Palestina y Jerusalen segunda vez las banderas cruzadas; porque su valor y disciplina militar, su constancia en las adversidades, sufrimiento en los trabajos, seguridad en los peligros, presteza en las ejecuciones, y otras virtudes militares, las tuvieron en sumo grado, en tanto que la ira no las pervirtió. Pero el mismo poder que Dios les entregó para castigar y oprimir tantas naciones, quiso que fuese el instrumento de su propio castigo. Con la soberbia de los buenos sucesos, y desvanecidos con su prosperidad, llegaron á dividirse en la competencia del gobierno, y divididos, à matarse; con que se encendió una guerra civil, tan terrible y cruel, que causó sin comparacion mayores daños y muertes, que las que tuvieron con los extraños.

Don Francisco de Moncada.

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CAPITULO II.

NARRACIONES.

Hernan Cortes asalta y prende a Panfilo de Narvaez.

ESTABA tan bien quisto de aquellos sus españoles Cortes,

que todos querian ir con él. Y así pudo escoger á los que quiso llevar, que fueron doscientos cincuenta, con los que tomó en el camino a Juan Velazquez de Leon. Dejó a los demas, que serian otros doscientos, en guarda de Motezuma y de la ciudad: dióles por capitan á Pedro de Alvarado. Dejóles la artillería y cuatro fustas, que habia hecho para señorear la laguna, y rogóles que atendiesen solamente que Motezuma no se les fuese á Narvaez, y á no salir del real y casa fuerte. Partióse, pues, con aquellos pocos españoles, y con ocho ó nueve caballos que tenia, y muchos Indios de servicio. Pasando por Chololla, y Tlaxcallan, fué bien recibido y hospedado. Quince leguas, ó poco menos, ántes de llegar à Zempoallan, donde Narvaez estaba, topó dos clérigos y Andres de Duero su conocido y amigo, á quien debia dineros, que le prestó para acabar de fornir la flota, que venian á decirle fuese á obedecer al General y Teniente de Gobernador Pánfilo de Narvaez, y á entregarle la tierra y fuerza della, donde no, que procederia contra él como contra enemigo y rebelde, hasta ejecucion de muerte, y que si lo hacia, que le daria sus naos para irse, y le dejaria ir libre y segura

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