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de España. Su proteccion decidida y manifiesta por nosotros, ya no nos dá lugar á la duda. En los apuros la hemos invocado, y la invocaremos siguiendo el consejo de san Bernardo: Mariam cogita, Mariam invoca.

No te desdeñes, no, Madre tierna y cariñosa, no; los españoles todos son tus hijos, y hasta unirlos todos bajo el manto de tu proteccion, hechos buenos cristianos, tú les dirigirás tu Voz dulce y cariñosa, la Voz de la Religion, por el órgano de la nuestra: Vox enim tua dulcis: fiados, á no dudarlo, en tí y en tus promesas, desafiamos á la impiedad, á los enemigos de la Religion de todas especies y formas, y hasta al infierno mismo, que todos serán vencidos, y sus despojos los depositaremos por trofeos á los pies de tu columna, en ese santo y suntuoso Templo, que compite con los siglos y es la gloria de los Iberos: in te inimicos nostros ventilabimus cornu, et in nomine tuo spernemus in surgentes in nos.

NINGUNA DIGNIDAD MAYOR

que el Sacerdocio católico. Ninguna mas vilipendiada en la nacion católica.

1.a

Si para probar la primera parte de este artícu

lo hubiéramos de valernos de lugares de la santa Escritura, de sentencias de los Padres, y aun de luminosas y terminantes decisiones de los Concilios, no bastaria un tomo entero; pero en este caso se nos opondria, y con alguna aparente razon, el que tomábamos deposiciones de testigos en causa propia. El argumento de la autoridad es cierto. que obtiene la supremacía en puntos eclesiásticos; mas lo que se llama ilustracion, y no lo es, rechaza todo lo que no se apoya en la razon y convencimien-. to, dando á estas el lugar preeminente cuando la autoridad no cuenta con su apoyo. No es asi en el caso presente; y á probarlo nos decidimos, considerando al Sacerdocio como un otro destino ó profesion cualquiera, y haciendo partir su rango y categoría de su mismo origen, de su educacion, de su ministerio y de su objeto. Para apreciar dignamente la superioridad de un hombre, á esto se atiende en la sociedad, pues no hay otras cosas que le puedan hacer recomendable; es decir, el origen y ascendencia que le dieron el ser, la educacion que le ilustró, el empleo ó cargo que desempeña, y este el fin á que se dirige. Un noble por su cuna, bien instruido, ocupado en la magistratura civil

para administrar la justicia pública, es sin duda un hombre digno de respeto en todo sentido, y acreedor á las consideraciones que sin disputa no merece tanto, aquel á quien se encuentren faltas en el todo ó parte de estas cualidades.

En este sentido, pues, el Sacerdocio de la Iglesia católica es superior á toda otra dignidad en el mundo; está colocado en una esfera á que todo el poder y grandeza humana no llegarán jamás; la nobleza de su origen vence á la del de todos los Emperadores y Reyes juntos. En el cielo tuvo su principio y su salida en los dias de la eternidad; parte del mismo Dios, y el Unigénito del Padre lo presentó y envió al mundo para que le representase é hiciese sus veces, y en un sacrificio perenne indefectible celebra su memoria: Hoc facite in meam

commemorationem.

Los que no creen en los libros sagrados, y los que estiman en poco su autoridad, dígannos cuál es la cuna del Sacerdocio, cuál su progenie y alcurnia, y quién le dió su ser, su principio é institucion; no pueden decir á otro que á Jesucristo; esto es, á aquel Sacerdote sumo, de quien, por boca del Profeta, decia el Eterno Padre: tú eres el Sacerdote eterno se-:gun el orden de Melchisedech: de mí mismo te engendré antes que el lucero de la mañana: tu es Sacerdos in æternum secundum ordinem Melchisedech: ex utero ante luciferum genui te.... Hasta las circuns-. tancias y el tiempo en que tomó principio la familia sacerdotal la elevan á una altura de grandeza y esplendor incomparablemente mas grande, que todas: las familias del mundo. Dios pensó en la suerte infausta del hombre, resolvió mejorarla, envió á su Hijo, el cual ennobleció su sucesion con los timbres gloriosos de la Cruz; le dejó por testimonio de su augusta fundacion el Evangelio, y unos títulos de poder y de derechos sobre todas las criaturas, so

bre el mismo cielo, y.... ¡oh grandeza! sobre Dios, sujeto al llamamiento de la voz del Sacerdote.

Alejandro, Ciro, Artagerges, y los Constantinos saquen de su ascendencia y cuna, si pueden, un igual origen; no podrán, no! Dirán, sí, que descienden de guerreros conquistadores, cuyos blasones humean con la sangre de víctimas innumerables sacrificadas á su ambicion por el mando del mundo, al que llenaron de terror, espanto y lágrimas; cuando el Sacerdocio presentará en su tronco un hombre Dios que vino al mundo no á mandar, sino á servir; no á derramar sangre inocente, sino á dar la suya por los delincuentes; no á hacer infelices, sino felices; no á dominar, en fin, por ambicion, sino á traer á todos la redencion. Los grandes de la tierra repiten su origen de los hombres terrenos; el Sacerdocio lo tiene en el Dios de los cielos. Todo está dicho.

Pasemos adelante. Si una educacion esmerada debe ser consiguiente á un origen ilustre, porque el hombre que nace grande y distinguido se ha de formar de suerte que pueda distinguirse tambien despues y no desdorar su cuna, ni desdecir y envilecer su ascendencia, parece consiguiente el que un Sacerdocio que parte del mas noble, ilustre y decoroso principio se eduque en el discipulado que le corresponde. Entre los hombres no siempre se verifica esta regla; á veces, y no pocas por desgracia, se encuentran escepciones fatales y abortos monstruosos, que juntando una educacion indebida, si no perversa, á su relevante principio, deshonran su linage, y lo igualan despues con su vida al mas ínfimo y plebeyo. No asi el Sacerdocio católico: su divino Fundador fue tambien esencialmente maestro; dejó el plan de la enseñanza mas luminosa y sublime, en el que y por el que se formasé su discipulado; como su origen es de Dios, y sus miras todas para Dios, TOM. III.

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tambien la enseñanza está asignada en la ciencia de Dios. La santa Iglesia católica, Esposa del divino Fundador y Maestro del Sacerdocio, y depositaria de su doctrina, como fiel intérprete de sus instrucciones, ha formulado sábiamente el modo y orden para esta instruccion. Veinte y cuatro años de estudios, de pruebas y de ensayos son bastantes para poner al Sacerdote, al menos, iniciado y embebido en los fundamentos de la enseñanza religiosa. En ellos tienen la parte primaria los rudimentos del cristianismo y la moral filosófica de los deberes, con la cual hacen su entendimiento humilde y dócil, y su corazon manso y compasivo. Pluguiese á Dios que los hombres, ya hartos de desengaños, dieran á la juventud en general esta enseñanza, y no la de los derechos, porque toda vez que sepan lo que se deben á sí mismos, á sus semejantes y á Dios, los derechos se los prestarian mútuamente, sin necesidad de saberlos ni de exigirlos; pero en nuestro siglo de trastorno todo se ha invertido: mucho hablar de derechos del hombre, de derechos imprescriptibles, y nada de deberes y obligaciones; de aqui tenemos en lugar de hombres, fantasmas de orgullo y vanidad. Permítasenos esta corta digresion.

La parte secundaria, y no menos esencial de la educacion del clero, está en el estudio de las ciencias humanas, que sirven como de apoyo é ingreso al sublime complemento de la moral teológica, de las ciencias divinas y eclesiásticas. Todas estas facultades, como que las unas suponen y las otras contienen los misterios de la Religion, exigen una penetracion poco comun, acostumbran á afinar el entendimiento en abstracciones, y en un espiritualismo que 10 separa de las cosas despreciables de la tierra. Hé aqui los principios y los progresos por donde marcha el Sacerdocio á colocarse sobre la

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