Imágenes de páginas
PDF
EPUB

altura de los demas, cuando llega ya á verse constituido en su dignidad.

Las demas clases de sábios de la sociedad, es verdad que pasan por duras pruebas, y obtienen sus puestos á costa de grandes fatigas y sudores en los estudios de su profesion, pero sus conocimientos se quedan aqui abajo en cosas sensibles y demostrables; el Sacerdocio se remonta á los cielos, estudia sobre la Divinidad y sus atributos, sobre los espíritus y sus virtudes, sobre la justicia eterna y sobre sus efectos en la eternidad. El Sacerdocio tiene su origen del cielo, tiene su ciencia en el cielo, y su ministerio consiste en dispensar las gracias del mismo cielo.

Su ministerio hemos dicho. Este puede considerarse de dos modos, á saber: lo que el Sacerdocio hace por los hombres, y lo que hace en favor de los hombres. Los hombres todos tienen un deber natural de justicia y de conciencia de tributar culto, homenaje y respeto á la Divinidad, y ofrecerle sacrificios; esta parte la desempeña el Sacerdocio por todos y á nombre de todos; por eso su ministerio es público, y en obsequio del público. Los hombres asimismo, tienen todos una obligacion natural tambien de justicia y de conciencia en hacerse á Dios propicio, reconciliarse con su Magestad ofendida, y darle satisfaccion de las quiebras y deudas contraidas. Este ministerio, no solo como mediador, sino como representante del mismo Dios, con sus veces, poder y autoridad, lo ejerce el Sacerdocio á favor de los hombres.

Concretémonos mas esplícitamente. El Sacerdocio está colocado en el Presbiterio, en medio de Dios y el mundo, para ofrecer por éste un sacrificio que mas le agrada, el sacrificio de su propio Hijo al Omnipotente, y para reconciliar con Dios á los hombres. Hace bajar del cielo al mismo Dios al im

perio de su palabra, y pronuncia decretos de vida 6 muerte sobre los hombres con las facultades del cielo, en donde aquellos se aprueban y ratifican (1). A estos poderes ninguno ha llegado en el mundo. El Sacerdocio está en pie delante de Dios ejerciendo sus funciones; el pueblo todo se postra ante Dios y ante el Sacerdocio. "Sea cualquiera Gefe de la milicia, sea Magistrado, sea Príncipe coronado, prohíbele llegar, si es indigno, decia san Juan Crisóstomo, al Sacerdocio, porque aun tienes mayor potestad que ellos. Por lo mismo os condecoró Dios con este honor, para que hagais discernimiento de los dignos y los que no lo fueren. Esta es vuestra dignidad, esto vuestra seguridad, esto toda vuestra corona... Y tú, oh lego! cuando vieres al Sacerdote oferente, no juzgues que lo hace él, sino la mano de Cristo estendida invisiblemente (2)." ¿Pueden, acaso, todas las grandezas y dignidades humanas decir las palabras de Jesucristo sobre las especies del sacrificio que diariamente se ofrece á Dios, y hacer que el mismo Dios venga á ocultarse en ellas? ¿se sentará un Monarca, y al pecador arrodillado ante él perdonará sus pecados, seguro de que él mismo los perdona? ¿se postra el Sacerdocio ante los Emperadores, ó los Emperadores ante el Sacerdocio? Dicho está todo en sencillas palabras. No hay necesidad de mas para deducir la verdad, y aun la evidencia de nuestra proposicion.

El fin á que se dirigen las funciones del ministerio Sacerdotal, es, pues, del mismo orden, y está en armonía y proporcion con los medios. El fin es

(1) Cuando esto decimos marchamos en el supuesto de las disposiciones necesarias, y el de lo demas que exige la Iglesia. Siriva de aviso para evitar argumentos impertinentes. El que escribe es católico, y siempre escribe en este sentido....

(2) S. Juan Crisóst. Homil, 60 ad Popul. Antiochens.

la vida espiritual y eterna, es la felicidad verdadera y sin término, es el cielo, es el mismo Dios. De suerte que el Sacerdocio desde su orígen hasta su complemento está divinizado: nace de Dios, se educa en la ciencia de Dios, ejerce los ministerios de Dios y á nombre de Dios, y se encamina al cielo para hacer en él reinar á los hombres con Dios. Y no se nos diga que estas ideas las inspira sola la Religion y sus libros; verdad es, porque asi debe ser; pero estas ideas nacen de un íntimo sentimiento natural impreso en el corazon de los hombres desde el principio del mundo, y que no se ha borrado, aun entre los pueblos bárbaros. No se conoce pueblo alguno sin Religion, sea la que quiera, sin una manera de culto para la Divinidad: no hay alguna en la que no se tenga por un ministerio público el servicio de las funciones del mismo culto, ni tampoco se deja de repetir su origen y sus miras de la misma Divinidad.

A los ministros de los cultos todos, se les reputa en las naciones civilizadas, y aun en las salvajes, por empleados y dedicados á su destino en nombre de todos y para servirlos á todos, porque no estiman justo, lícito ni posible el que sin distincion se dediquen todos á él; y como por otra parte todos contribuyen al sosten de estos funcionarios y de los sacrificios, de una manera indirecta se creen cumplir con el deber natural de hacerse propicia á la Divinidad, y tributarle obsequios. Se engañan en el objeto y en los medios, pero no en el íntimo convencimiento de su deber.

Comparemos á los Sacerdotes de la gentilidad, y aun á los de las sectas cristianas, con los de la Religion verdadera, y hallaremos sin duda á estos muy superiores en su origen, en su ilustracion, en su ministerio y en su objeto. Aquellos no tienen con el Sacerdocio instituido por Dios, en ninguna de estas

circunstancias, mas relacion que la de su juicio erróneo, casi siempre culpable; estos siempre pertenecen á Dios evidentemente. Por estos mismos principios reflexionemos y hagamos comparaciones con todos los hombres, y hasta con los Angeles, y si insistimos en los que van sentados, no hallaremos en el mundo, y ni en el cielo, una dignidad superior al Sacerdocio católico, despues de la del Señor Dios Omnipotente que la ha creado.

Bella teoría, capaz de arrancar un voto de consentimiento y aprobacion respetuosa hasta de los mas desenfrenados impios. Mas, ¡qué raro contraste nos presenta en la práctica!...

2.2

Ninguna mas vilipendiada en la nacion católica.

Una fatal preocupacion, la mas peligrosa y cruel contra la causa comun de nuestra patria; un total é irreflexivo olvido de los antecedentes sentados acerca de lo que es el Sacerdocio, y la mayor y mas negra injusticia é ingratitud, han puesto á algunos alucinados españoles en aptitud hóstil contra el Sacerdocio de la Religion que profesan. No queremos funestar mas que lo han sido ya nuestros dias desventurados, con recientes sucesos muy semejantes á los que ya vimos desde el principio de la revolucion. Muchos hemos referido en nuestros escritos, y muchos mas se podrian añadir; no queremos, pues, acivarar mas los corazones cristianos con referencias de azares; el tiempo y la historia los revelarán. Digamos, sí, lo que todos ven: el nombre de un Sacerdote infundió respeto antes en todos; hoy causa hasta temor, hasta vergüenza el pronunciarlo, pues que se figuran los malvados ser este un

nombre vitando que arrastra en pos de sí con execracion al que lo pronuncia. Al ver á lo lejos el hábito sacerdotal, todo el mundo quedaba estático y mudo en otro tiempo; al presente es el toque de alarma para concitar la burla y el escarnio de gentes sin Dios, sin conciencia y hasta sin pudor natural. Bien hacen los Ministros del culto en presentarse despojados del ropaje, que si mucho les honra, mucho mas les espone. ¡Qué dolor! ¡y qué vergüenza para españoles que se glorían de católicos!

Es permitido al militar, al magistrado, al'curial usar de su trage y uniforme; diremos mas, tienen una obligacion á vestirlo, y no otro, en ello se hacen un deber; ¿y al Sacerdocio ha de serle prohido tácitamente por no alarmar á la chusma insensata y seducida? Es poco aun esto. El Símbolo de la perfeccion y de nuestra dicha, la corona, se ha convertido en contraseña para que atenten á los que de otro modo no conocieran. Repetimos, que nuestra pluma al presente ahorrará sentimientos; pero dirá verdades, que ¡ojalá no lo fueran! Algun Sacerdote se ha librado de los puñales que tenia á su pecho, por la casualidad de descubrir su cabeza y echarle de menos la corona los que le asestaban, y quedar creidos por esto en que era otro y no el que deseaban. ¡Con cuánto dolor lo decimos! ¿Es posible que el artista,, el labrador, el comerciante, y hasta el cómico y el torero no se han de avergonzar ni temer presentar las insignias de su profesion y destino, y los Sacerdotes, aunque con pena de su alma, han de ir vendidos con las que tanto les honran? ¿han de sospechar, y aun saber, que por ellas esponen su vida? ¡En los dias de Daciano no se vió un tan violento vivir en España!

Mas de una vez nos hemos hallado en reuniones casuales, y en ellas se han visto precisados los

« AnteriorContinuar »