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bárie é irreligion. Los franceses empezaron mal, conocieron el yerro y lo han enmendado: los españoles empezaron mal, siguieron peor, conocen el yerro y lo duplican, lo aumentan é insisten en él.

Respondan, si pueden y tienen qué. Despierten del letargo mortal en que estan dormidos; convénzanse de la verdad, á ellos les importa tanto como á los demas; el interés general comprende á ellos; los males de la patria redundan en sus individuos; la falta de Religion á todos refluye, y á todos es perjudicial. Conozcan ya, aunque muy tarde, que en vano se apellidan liberales los que no son honrados y virtuosos, y á cuyas acciones todas, no acompaña y preside el sentimiento de la Religion. Puesto que tantos prosélitos se jactan de hacer en la juventud inesperta, inspírenles esta doctrina, y no la de los de 1812.

LOS QUE NO SON,

Ó NO SE TIENEN POR LIBERALES.

Cuando se conocieron entre nosotros los hombres que hemos retratado, embebidos en las ideas de la novedad, llevaron tras sí á no pocos españoles. Y cuando han resucitado otra y otra vez, no han dejado de hacer prosélitos, principalmente entre la juventud incauta; mas otros, y fueron los mas, miraron como peligrosas en política las novedades, y ruinosas desde luego para la Religion; estos no se asociaron á las ideas liberales, y no se tienen por de su número. A tres clases los reducimos nosotros. Una es

ó comprende á los verdaderos hombres de bien, que desean de todas veras la prosperidad de su patria, la pureza de la Religion, y la justicia en todo. Estos bienes, vengan de donde vengan, constituyen sus votos, y el gobierno que mejor los proporcionase les contaria en el número de sus partidarios. Otra es la de los seudo-realistas, que formándose un ídolo de la monarquía, hechos sus adoradores, la han querido adjudicar la omnipotencia temporal y eterna, valiéndose de doctrinas reprobadas. En el reinado de Carlos III, ya se dejaron ver en España los embriones de estos fetos maléficos, que un dia habian de crecer en monstruos parecidos al de la supremacía anglicana. Otra, en fin, la mas numerosa, se forma del pueblo sencillo, que como acostumbrado á lo antiguo, siempre repugna novedades, y mas cuando en vez de ventajas prometidas, le producen males positivos.

No se glorien, pues, los que se llaman liberales de componer la mayoría de lá nación española, porque tienen contra sí á los hombres honrados, á los partidarios de la monarquía, aunque con miras siniestras é interesadas, y al pueblo ignorante, que aborrece las teorías que no comprende, y huye de la novedad que le es gravosa. Otra conducta observada produjera mejores resultados; fueran, los que indignamente se titulan, verdaderos liberales, y en todo caso, y solo por un tiempo peleáran con los ambiciosos y aduladores; pero ellos lo han sido tambien, y de aqui el poco prestigio de ambos partidos. Enemigos de la Religion se han manifestado los de los dos bandos, aunque por sendas contrarias; los liberales como impios, los seudo-realistas como hipócritas. Todavia, á pesar de tenerlos tan conocidos, porque de una vez han tirado la máscara, se empeñan en atolondrarnos con las voces de regalías, disciplina esterna, proteccion y alta policía. En vano se molestan; no sacan el fru

to que pretenden: entendemos el significado de estas voces, cuando son dichas por ellos. Los Obispos, el clero de las catedrales, los Párrocos y de mas, los regulares, las religiosas estan esplicándonos con el estado á que los han traido el significado de las regalías y proteccion. Hasta las cosas inanimadas hablan con un lenguaje enérgico y luminoso. Los magníficos templos de la Religion convertidos en corralones y heriales, dicen: Aqui está la proteccion que nos ha dispensado el suedo-realismo. Las halajas de las Iglesias fundidas en monedas, tienen una inscripcion oculta, que la lee el que piensa con reflexion: En mi se consagró el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, y por la regalía del poder temporal sirvo por precio de la codicia, asi como fue precio de ella la vida del mismo Señor. Los Obispos, Canónigos, Curas, y el clero todo, sin hablar nos ilustran y enseñan que la alta policía y la disciplina esterna los tiene fuera de sus destinos 'é Iglesias, en islas, destierros y prisiones, y aun allí sin fuero, jurisdiccion ni rentas. ¿Y han hecho esto los liberales? no señor: los que se tienen y tuvieron antes por partidarios de la monarquía; pero ya unidos todos, han logrado cumplir sus deseos.

Los hombres justos y honrados que desean y quieren lo bueno, por imposible se les asociarán nunca. El pueblo sencillo, pero cristiano, está á los hechos, y no fia ya en promesas. Díganles en buen hora que esto es lo mejor, que esto es legal; no importa: los hechos les dejan conocer lo contrario. Ven ademas cada cual en sí mismos otro tanto; es decir, en lugar de mejoras conocidas y proclamadas, desgracias y ruinas manifiestas. Contribuciones centuplicadas, saqueos, violencias, insultos de todas clases, y por quién? por los que vociferan igualdad, que se han sobrepuesto á todos; por los que ofrecen proteger la propiedad, pero poniéndola á

sus órdenes; por los que gritan á favor de la seguridad individual, pero asegurada en sus garras: y el pueblo ve, y el pueblo siente esto... no puede ser de ese partido.

El honrado labrador se encuentra privado de sus hijos en la edad que con sus brazos pudieran conservar ó aumentar el comun patrimonio; se le arrancan cuando estaban por Dios destinados á consolar la vejez y proteger la familia, para presentarlos á morir por causa agena: hay mas, todavia se le exige lo que le resta de sus fatigas y sudores; todavia se le incendia la casa, y atropella en su persona; todavia, tal vez se le fusila. Hable la Sierramorena, responda el bajo Aragon, diga la Mancha; estos no pueden ser liberales.

El artista laborioso no tiene ya ocupacion, y participa de la comun miseria; aun asi se le obliga à contribuir con el dinero y la sangre mas allá de lo debido. Pacífico en su hogar, debiérasele protejer por la fuerza de la ley y la autoridad; mas él se ha de armar para defenderse, pues la fuerza pública es impotente; el pueblo sostiene la fuerza armada á sus espensas, y ella no sirve para la custodia del pueblo; guardese de que no le persiga como enemigo. ¿A qué enumerar ya clases mas prolijamente? Lo que ve, oye y sufre el pueblo no es para hacerle gustoso del partido que le sojuzga, no.

El comercio, por mas que se diga, no vive ni prospera sino bajo un gobierno justo y pacífico: que digan en el dia los que ejercen esa profesion si tienen pérdidas ó ganancias: la inseguridad de los caminos, el retardo de las comunicaciones, la interceptacion y pérdida frecuente de documentos, y sobre todo el recargo exorbitante en los impuestos y exacciones, los tienen ya á punto de desesperarse.

Los magistrados y funcionarios públicos, baste decir que ninguno cuenta con la seguridad de su

puesto ni un solo dia; que separados de sus plazas, y aun en posesion de ellas, no reciben sus emolumentos y sueldos, sino trabajo sin utilidad ni premio alguno. Diráse que la guerra todo lo absorve, todo lo trastorna y paraliza; muy bien: pero ¿cuándo habra paz?... Nosotros vamos á decirlo, y es la única consecuencia que deducimos de estas reflexiones: Habrá paz luego que todos nos llamemos Españoles y nada mas: que en fuerza de nuestros desengaños lleguemos á ser españoles verdaderos como el año de 1808: que unidos conspiremos todos por la felicidad de nuestra patria, por el bien general, que consiste en la rigurosa observancia de las leyes, en la recta administracion de justicia, y en la pureza de la Religion.

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