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Necochea, rodó por el suelo al primer choque herido de siete lanzadas y fué hecho prisionero, sustituyéndole en el mando el general Guillermo Miller. La victoria se había pronunciado por la soberbia e invencible caballería realista; ya no había lucha, sino persecución y matanza; pero, de súbito, la situación cambia. Detrás del pantano había quedado el escuadrón Húsares del F'erú, mandado por el teniente coronel argentino don Isidoro Suárez; los realistas habían perdido su formación y andaban dispersos, mezclados con los patriotas, en el encarnizamiento de la persecución de éstos, dejando al escuadrón de Suárez a retaguardia. Un rayo de luz ilumina a este jefe; se dá cuenta de la situación; resuelve aprovecharla, y con voz estentórea ordena la carga por retaguardia contra los victoriosos españoles. Sorprendidos los realistas, vacilan; de perseguidores se convierten en perseguidos, vuelven caras y huyen, sin que fuera parte a detenerlos Iso desesperados esfuerzos de sus jefes para restablecer el orden y volver al combate.

Hay varias versiones sobre la acción de Suárez; según una, considerando Miller perdida la batalla, envió al ayudante don José Antonio Rázuri, sampedrano, para que ordenase a Suárez que se replegase inmediatamente con su escuadrón sobre la infantería, y que, viendo la posición en que había quedado el escuadrón, a retaguardia de los realistas, había dicho a Suárez que la oportunidad era brillante para cargar, a lo cual había accedido este jefe, dando así la victoria. Según otra versión, el ayudante Rázuri, enviado desde el principio con una orden para Suárez, la había dado equivocadamente, y de esta equivocación había resultado el triunfo; nosotros nos inclinamos a creer la primera.

En los partes oficiales, abajo insertos, constan los resultados obtenidos por los patriotas con esta victoria, que hizo cambiar completamente la faz de la campaña, pues Canterac no estaba ya en situación de arriesgar una batalla general, sin contar en absoluto con tan poderosa arma.

Las disposiciones militares del general Canterac en esta acción de guerra, han sido criticadas, atribuyendo a su imprevisión la causa del desastre sufrido por la caballería el 6

de Agosto. El crítico militar español don Bernardo Escudero, en el "Diario de la última campaña del Ejército español en el Perú en 1824, que terminó con la batalla de Ayacucho", se expresa así:

"El 6 de Agosto continuaba replegándose el general Canterac por las Pampas de Junín, cubriendo su retaguardia con la caballería en columna por mitades......; venían detras de él, a corta distancia, 400 ó 500 hombres, también de caballería enemiga, los dejó entrar en lo más ancho de la llanura, que por ser hasta entonces una gran ciénaga cubierta de verdor, no permitía marchar con más frente que el de una mitad.

"Cuando los tuvo ya en campo abierto, mandó desplegar, con el frente a retaguardia, a los suyos, y cargar al enemigo. Esta maniobra, ejecutada instantáneamente y con la mayor precisión, aterró a los de Bolívar, viéndose atacado de frente con resolución y flanqueados por ambos lados, por ser bastante mayor la caballería de Canterac. Huyeron, pues, casi sin hacer caso, y se les persiguió a larga distancia, causándoles muchas bajas en muertos, heridos y encienagados. Tal fué la primera parte de aquella jornada.

"El bizarro cuanto inteligente general Canterac maniobró así, a nuestro juicio, por un mal concebido desprecio por el enemigo y por creer que iba a habérselas con toda la caballería contraria. En cuanto a lo primero, no se comprende en un militar de su talla, no atribuyéndolo a un enajenamiento más o menos momentáneo, del cual podía padecer el general como cualquier otro. En cuanto a lo segundo, en un general que se retira con el enemigo a la vista constantemente y que debe conocer el número de las fuerzas contrarias, por lo mismo, tampoco es compensible, no atribuyéndolo a su mal espionaje, a su mal servicio de parte del Estado mayor, o a sus malos anteojos, lo cual no dice mucho en favor de la organización en campaña de las fuerzas que estaban a sus órdenes. Se había equivocado el general Canterac. No tenía a su vista toda la caballería enemiga cuando ordenó cargarla. Por una exigencia cualquiera del ser

vicio, no se había reunido todavía a la caballería enemiga, en aquel día, un escuadrón, con el cual se encontraron los nuestros al dar la vuelta a una loma, cuando ya en dispersión, como sucede de ordinario en esos casos, continuaba persiguiendo a los que huían. Visto esto por Suárez, pues así se llamaba el jefe de ese escuadrón, no tuvo que hacer grandes esfuerzos a la vez para arrollar a nuestra caballería y perseguirla hasta echarla en desorden sobre la infantería española, lo cual produjo un fatal efecto moral en sus filas. La pérdida material que allí sufrimos no era de grande importancia Si el general Canterac hubiera dejado, como debió hacerlo, a nuestro juicio, alguno o algunos de sus escuadrones en reserva, los resultados habrían sido contrarios a lo que fueron. Bolívar, a no ser un temerario, se habría mantenido a la defensiva desde aquel mismo día, y dentro de muy pocos quedaría destruído a poco que se le hostilizara. Los de Canterac continuaron replegándose por Tarma, Jauja, Huancayo, Huamanga, etc., sin que nadie osara hacerles forzar el paso. El general Bolívar entregó el mando a Sucre y se fué a Lima”.

En la relación que dejamos hecha de la acción de Junín, deliberadamente hemos omitido algunos detalles, dejando la narración de ellos a quienes tomaron parte activa en la batalla.

Herido el general Necochea al principio del combate, el mando recayó en el general Miller, en su calidad de jefe de mayor graduación del arma, y quien tenía a su cargo la comandancia de la columna de caballeлía peruana. Este jefe escribía a su hermano Juan, tres días después del triunfo, la interesante carta que vá en seguida:

Tarma, 9 de Agosto de 1824.

Mr querido Juan:

Ya habrás sabido por mis anteriores cartas que nuestro ejército, de cerca de diez mil hombres, avanzaba sobre el de

Canterac, que calculo que será un tercio menor en número. Este avanzaba desde Junín y llegó a Carhuamayo (7 leguas al sur de Cerro) el 5 del corriente, con la intención de atacarnos en detall, ignorando que nuestras divisiones se habían reunido en El Diezmo (7 leguas al S. O. de Pasco); situado aquí el Libertador marchó a lo largo de la orilla oriental de Reyes (ve el mapa de Arrowsmith) para estar a retaguardia de los realistas, en la banda oriental, cuya vanguardia llegaba cerca de Pasco. Entonces, toda su fuerza contramarchó repentinamente; pero nosotros lo alcanzamos por la tarde del día 6, dos leguas al sur de Reyes. Ochocientos hombres de nuestra caballería apresuraron su marcha y se les acercaron valerosamente, aunque quizas imprudentemente, hasta casi una o dos millas de las tropas de Canterac, que estaban desplegadas en batalla en una gran llanura, a 12,000 pies sobre el nivel del mar. Su caballería, de más de 2,000 hombres, formó líneas en columnas de un escuadrón cada una, y con dobles escuadrones por cada flanco y avanzó así:

Y nos encontró formados en columnas, que no tuvieron tiempo de desplegar, después de pasar un desfiladero:

Granaderos de Colombia

Granaderos de Buenos Aires

Húsares de Colombia

Escuadrones del Perú

(Cada raya se considera un escuadrón de cien hombres, formados en columna).

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