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LA BATALLA DE AYACUCHO

Después de Junín

Destruída la ensoberbecida caballería española en la gloriosa acción de Junín el 6 de Agosto de 1824 y privado el ejército realista de elemento tan importante en aquella época para la decisión de una batalla, el general Canterac, comandante en jefe de aquel ejército, reconociendo la inferioridad en que había quedado respecto al patriota, orgulloso y estimulado con tan notable victoria, no se aventuró a librar un combate decisivo en que se rifase la suerte del F'erú y resolvió emprender la retirada hacia el Cuzco, base de operaciones del Ejército real, para reorganizar allí sus fuerzas, tratando, al mismo tiempo, de eludir la persecución de los patriotas. Tanto Canterac como el Libertador demoraban la acción decisiva confiando recibir los esfuerzos que esperaban: aquél, los que preparaba el virrey; Bolívar, los que había pedido a Guayaquil. Mientras tanto, ambos ejércitos seguían sus movimientos hacia el Este.

Durante esta marcha ocurrió un incidente desagradable que puso al ejército independiente al borde de perder la valiosa colaboración del más tarde vencedor en Ayacucho, el general Antonio José de Sucre. Y fué que con el sincero. propósito de organizar los servicios de retaguardia del ejército, que Bolívar consideraba en peligro a causa de la destrucción sistemática realizada por los españoles en su reti.

rada para privar de todo recurso a sus perseguidores, ordenó al general Sucre que fuese a la retaguardia a atender a la administración militar, ordenar la marcha de los hospitales, etc. Sucre cumplió la comisión, pero una vez evacuada ésta, dirigió un oficio al Libertador, fechado en Jauja el 24 de Agosto de 1824, en que se quejaba amargamente de que se le trasladara de la cabeza a la cola del ejército, y pedía su separación. "Convendrá Ud., mi general, decía a Bolívar, en que un hombre que carezca de la delicadeza necesaria para servir su destino, no debe obtenerlo, y menos vivir en la sociedad, que guían el honor v la gloria. Yo he sido separado de la cabeza del ejército para ejecutar una comisión que en cualquier parte se confia cuando más a un ayudante general, y enviado a retaguardia al tiempo en que se marchaba sobre el enemigo; por consiguiente, se me ha dado públicamente el testimonio de un concepto incapaz en las operaciones activas, y se ha autorizado a mis compañeros para reputarme como un imbécil o un inútil”.

Sorprendido Bolívar con la actitud de Sucre, por quien tenía verdadero cariño y estimación, le contestó su carta en términos que dejaron satisfecha la susceptibilidad del herido general, anunciándole al mismo tiempo su propósito de volver a la costa y de dejarle el mando en jefe del Ejército Unido, resolución que había adoptado, decía la carta, desde antes de recibir la que le había dirigido Sucre.

Poco después surgió otro incidente entre ambos generales: en vista de la precipitación de la marcha de los realistas y de las numerosas deserciones que sufrían sus tropas, Bolívar quería apresurar el avance sobre el Cuzco y derrotar allí a los españoles; Sucre era de parecer contrario. Triunfó el criterio de éste y ya veremos la dirección que dió a la campaña.

La derrota infligida por Valdés al rebelde Olañeta en La Leva el 17 de Agosto de 1824 y que el célebre general anunciaba al virrey con estas palabras: "El Dios de los Ejércitos me acaba de conceder una victoria completa sobre

la división del infame Olañeta, dejándola reducida a la nada, y las tropas de mi mando en aptitud de acudir a cualesquiera otros puntos en que puedan ser necesarias" vino a cambiar la situación. Valdés recibió oportuno aviso del desastre de Junín y la orden de volver en el acto al Cuzco, y realizando aquella famosa marcha de 300 leguas en treinta días, tan famosa en los anales militares de Sud América, hacía su entrada en esa ciudad el 6 de Octubre. Se componía la división de los batallones primero y segundo de Gerona, segundo del Imperial Alejandro, primero del Primer Regimiento, segundo de Fernando VII, del regimiento de caballería Granaderos de la Guardia, que constaba de cuatro escuadrones, y del escuadrón de Dragones del Rey; más las guarniciones de las ciudades de Oruro, Cochabamba y La Paz, que formaban cuerpos sueltos.

Con la llegada de esta fuerte división, el virrey pensó en cambiar de táctica, pasando a la ofensiva; la situación era favorable. Fuerzas navales españolas superiores a las de los patriotas habían hecho su aparición en la costa y amenazaban cortar las comunicaciones marítimas entre el Perú y Colombia. Conocedor Bolívar de lo que ocurría en el Cuzco y en la costa, resolvió activar la venida de las tropas colombianas, tanto tiempo seperadas, y tomar disposiciones para destruír los buques enemigos. Ambas cosas requerían la presencia del Libertador en Lima, y adoptando esa resolución, se puso en marcha, dejando el ejército encargado a Sucre, con amplísimos poderes para dirigir la campaña.

Mientras tanto, ambos ejércitos se preparaban para la campaña final. Sucre reforzaba sus tropas en Andahuailas; La Serna reconcentraba las suyas en el Cuzco. El ejército del Norte, o sea el que obe lecía a Canterac se instruía y dis ciplinaba en los alrededores del Cuzco la caballería y artillería, y la infantería en Paruro, a ocho leguas de aquella ciudad. Este ejército se componía de los siguientes cuerpos: Primero del Infante Don Carlos, primero del Imperial Alejandro, batallón Burgos, batallón de Cantabria, batallón

de Castro, segundo del Primer Regimiento, batallón de Huamanga, regimiento de caballería Dragones de la Unión, con dos escuadrones, escuadrón Dragones del Perú, escuadrón Húsares de Fernando VII y escuadrón de Granaderos de San Carlos.

Para reparar el desastre de Junín, el virrey reorganizó su caballería, elevándola a 1,700 hombres, bien montada y equipada, pero sin aquella arrogancia y aquel dictado de invencible que le arrebataron en Junín los Húsares del Perú. La artillería se componía de 16 piezas de campaña.

El virrey abre la campaña

Resuelto el virrey a marchar contra las huestas del Libertador, abrió la campaña el 16 de Octubre al frente de 11,400 infantes y 1,600 caballos, con 16 piezas de artillería, o sea un total de 13,060 hombres. La Serna dividió su ejército en cuatro divisiones: la de vanguardia, al mando del general don Jerónimo Valdés, con cuatro batallones; la primera división, con cinco batallones comandada por el mariscal de campo don Juan Antonio Monet; la segunda división, con otros cinco batallones, al mando del mariscal de campo don Alejandro González Villalobos. Mandaba la caballería, compuesta de once escuadrones, el brigadier don Valentín Ferraz, y la artillería, el brigadier don Fernando Cacho.

Al tener noticia de este movimiento, Sucre levantó sus tiendas, cruzó el río Pachachaca y fué a situarse a la orilla occidental, en el lugar denominado Pichirhua; las posiciones elegidas por el joven general eran formidables y el virrey no osó efectuar un ataque de frente. Su propósito era amenazar a los patriotas por el flanco derecho y procurar interponerse entre éstos y la capital, cortándoles las comunicaciones a la altura de Huamanga. En consecuencia, siguió la ruta de Parcos, Pacmarca, Colcamarca, Quiñota, Jaquira y las alturas de Mámara, a donde llegó el 31 del mes indicado.

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