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documento visible un fragmento de la verdad total. Nadie escribe sino el relato de lo que fué. ¿Cómo conocer sin confesiones esos secretos de la vida interior que agregan el vicio de su ausencia a los muchos con que las pasiones humanas adulteran la historia? Cuánto nos enseñarían los borradores desconocidos de los actos humanos, ese conjunto de sentimientos que obran sobre las decisiones y sin dejar rastro las encauzan al destino final! Lo único que llega a nosotros es la consecuencia: el acto, y su expresión visible: el documento. Cómo llegó tal acto a resolverse, por qué fué resuelto, tal es el misterio que la historia difícilmente soluciona, y que la debilita como ciencia. A falta, pues, del documento que nunca poseeremos, contentémonos con los que existen. Sólo con él podremos rectificar y construir la obra de verdad y de belleza, de pensamiento y de amor a que todos aspiramos.

Esta obra de rectificación continental y espontánea, solicitada por un noble sentimiento de justicia, ha nacido como consecuencia del resurgimiento triunfal de la civilización americana. Al estimarse a sí misma, después de tanta lucha para la autonomía y el progreso, ha sentido América la necesidad de agradecer a la progenitora, la fuerza de vida, la generosidad de alma y las capacidades para el triunfo, que en sí mismo ahora descubre como un hermoso presente y una magnífica perspectiva para el porvenir.

Tarde o temprano adquiere la historia la verdad total de los hechos. No basta al historiador ante una obra tan grandiosa como la creación de un mundo, analizar las formas, los métodos y los principios de que se valieron los creadores, examinando en estos medios de acción, con lupa de odio o de entusiasmo, las fallas y los aciertos. Debe considerar principalmente los resultados.

Es posible, es seguro, que en la realización de la obra hubo errores e imperfecciones, como imperfectos eran los hombres que la dirigían y la cumplían. Una asociación de ideas derivada de antiguos principios ha llevado a la opinión a juzgar invariablemente funesta la acción inmediata de seres

imperfectos, y a estimar invariablemente convenientes los actos de gobernantes, sabios y moderados. Pero el Destino burlándose de los cálculos de detractores y panegiristas, llega a su hora para asignar a los hechos y a los hombres su importancia relativa y su gerarquía real. Ondulante, caprichoso e irónicamente amoral, raras veces sanciona las intenciones humanas y puede convertir en funesta la obra mejor intencionada, como coronar con la mayor eficacia la de un imperfecto. Enseña así que los hechos históricos, por grandes que parezcan, nada son en sí, y que no puede apreciarse su valor por quienes los provocan, sino por los resultados ulteriores y lejanos. Avanza el Destino inexorable, despreciativo siempre acerca de la calidad de sus instrumentos, persiguiendo rutas que, no está en nuestra finita capacidad prever, pero sí apreciar, cuando el tiempo, cumpliendo con su tarea depuradora, separa las apariencias de la realidad y deja percibir en todo su esplendor la calidad de los frutos obtenidos por el esfuerzo. Y el tiempo depurador, ante los resultados de la obra de España en América, nos permite, nos obliga a sentir orgullo por lo hecho y nos dá fe en el porvenir.

Señor Presidente: Quiero en mi última frase, como en la primera, reiterar al Instituto que tan brillantemente preside, nuestra gratitud colectiva por este señalado homenaje que honra a la vez a nuestras patrias, a nuestras obras, a nuestras elevadas finalidades y a la inquebrantable fraternal amistad de nuestros pueblos. (Gran ovación).

Se hizo después la entrega oficial de los respectivos diplo mas, terminando así esta hermosa y significativa actuación.

Sesión del 31 de Diciembre de 1924.

Incorporación del doctor Ricardo Levene

Se abrió la sesión bajo la presidencia del señor Gutiérrez de Quintanilla, F'residente del Instituto, y con asistencia de los miembros de la Corporación, delegados extranjeros al Tercer Congreso Científico Panamericano, miembros de los Cuerpos Diplomático y Consular y numeroso concurso de damas y caballeros.

Después de breves frases de presentación, el Presidente señor Quintanilla cedió la palabra al señor doctor Ricardo Levene, quien dió lectura al siguiente interesante discurso:

La labor de investigación histórica en la Argentina

El Instituto Histórico congrega en su seno un núcleo calificado de intelectuales del Perú. Cada uno de sus miembros ha conquistado su propio prestigio realizando labor histórica, y la docta Corporación, como órgano representativo, ha estimulado y se empeña en promover la investigación documental y la interpretación del pasado de América. La "Revista Histórica", que edita el Instituto, es apreciada por los estudiosos capaces de valorar el criterio selectivo de la publicación y su orientación crítica. He podido juzgar así mismo acerca del alto espíritu que anima a sus socios, en la última sesión pública, en que el señor Presidente doctor Quintanilla ha leído conceptuosas páginas, el Secretario doctor Varela Orbegoso ha formulado una síntesis de interpretación magistral de la historia del Perú, y mi ilustre colega el historiador argentino doctor Roberto Levillier, ha puesto en evidencia la necesidad de continuar investigando hondo en el pasado del Nuevo Mundo, si aspiramos a arrancar de raíz la mala yerba de la superchería o la brillante pero frágil flor de la leyenda histórica.

Estas palabras significan mi adhesión a la obra constructiva y crítica que realiza el Instituto Histórico, que me honra incorporándome a su seno y compromete mi modesto

concurso.

Es indispensable hacer efectiva la colaboración solidaria de los investigadores de la historia de América, organizando una cooperación científica en el trabajo.

La lentitud en los estudios hacia la conquista de las ver. dades de un pasado que nos es común, se debe; en primer término, a nuestro inverosímil aislamiento, que ha generado muchas veces nuestra recíproca incomprensión. Todavía se redactan obras de historia, construídas con desconocimiento absoluto de la labor que les ha precedido o que se desenvueve concomitantemente, y lo que es más grave, con el criterio de la exaltación desequilibrada de los propios valores nacionales en símiles o paralelos absurdos, contrarios a la verdad histórica y a los más elementales cánones de la técnica moderna.

Creo en la eficacia de los congresos científicos, pero más fe me inspira el sistema de las relaciones permanentes y continuadas de intercambio intelectual entre los estudiosos o las respectivas instituciones.

Nuestros antepasados, que vivieron aislados por la ausencia de fáciles medios de comunicación, se conocieron más y se comprendieron mejor, porque cultivaron la vocación epistolar, a la que debemos volver, en la forma de un activo intercambio de publicaciones, que será fecundo para el progreso de las ideas en América.

Para el progreso de las ideas y la unión indestructible de nuestros pueblos hermanos, porque, por encima de los vínculos económicos o meramente políticos, la comunidad de la cultura asociará, ahora como antes, nuestros destinos.

Señores:

La vida intelectual de la Argentina contemporánea se caracteriza, en uno de sus aspectos más salientes, por el renacimiento de los estudios históricos.

La labor de la investigación histórica, ha perdido el carácter esporádico o individual, en el sentido de que su desenvolvimiento-sobre todo de veinte años a esta parte-es acción cultural estructurada que realizan diversas instituciones.

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