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Contestación del Presidente del Instituto al discurso del Doctor Levene

"Ilustre doctor Levene:

El título que la Junta de Historia y Numismática de Buenos Aires nos envía, concediéndonos el honor de incorporarnos a su seno, con la calidad de miembros correspondientes, nos dá ocasión para decir al preclaro mensajero que ese timbre trae,-cuál y cuán indecilnable fué siempre el sentimiento de admiración con que desde acá observamos el disciplinado, sabio y poderoso afán de aquél benemérito Ins. tituto, en la realización de sus fines. El es el pensamiento y el corazón de una gran patria que, olvidada de los azorosos días de Facundo, desata sus pies de la tierra, para batir las alas de su grandeza en la inmensidad de cumbres, desde donde el espíritu levanta los ojos a la contemplación de la verdad infinita, del bien verdadero, de la belleza inefable, mien. tras que el sudor de la frente vivifica la materia con los triunfos del trabajo, y las fascinaciones del bienestar.

El espíritu no bate acá sus alas todavía. Lo desconoce y lo sojuzga la vida de la materia, no emplazada en el trabajo, ni en las fascinaciones del bienestar, sino en las febriles exaltaciones que en los azarosos días de Facundo y el Chacho, hicieron allá de la vida espiritual una congoja. Acá, sin embargo, como se ha visto, la vida pública es luz, música y alegría. Mas, el pensamiento parece detenido por la paraplejia. No veo su tribuna ni en el periódico, que el grabado invade, ni en el escaso libro. Inmóvil, silencioso permanecería, si el autor no le prestase la muleta de su dinero, a riesgo de fracasar sin ella. Vimos que no sazona ninguna fiesta de las que, siendo espíritu, piden a gritos pensamiento. Sitial propio para ser quien es, no tiene. En su elenco no lo considera el maestro de ceremonias, ni el orfebre madrileño de la

calle de Coraceros, perdería jamás su tiempo en fabricante Cruz de Malta, de Hierro, de Julio, de San Andrés. En concurso de festividad sonada, disputará un premio; pero jamás valdría su triunfo una orientación pública, mejor conocimiento, valioso consejo. Su acción empieza en él, y en él acaba; no trasciende al entendimiento, ni a la voluntad. Solo un pensamiento hay que dá la norma e impone la ley: el que viene hecho desde París, Londres o Berlín. Camisa de fuerza dentro de la cual no caben nuestras hechuras. ¿Qué importa? Dentro de ella nacemos y morimos.

Las cinco repúblicas llamadas bolivarianas, la de San Martín y Falucho navegan viento en popa; pero nosotros permanecemos sentados en la orilla, cantando en verso heroico la gloria del vecino. ¿Será vivir? ¿Será morir? Nuestro pensamiento sabe reducir a espejimos la vida ajena; pero ciego de cerebro y corazón está para conocer la realidad de la vida propia. Con estas dos ciegas, pero regocijadas entrañas trató ya largamente como propias, glorias de la vecindan, en donde nunca resonaron las glorias de nuestra casa. Labios hubo que mascullaron la copla de la antigua España:

"Cantan de Oliveros

cantan de Roldán,

y no de Farropín

que fué un gran capitán”.

Vida de Pensamiento fué la apacible, pintoresca éra colonial. Viento en popa navegaba entonces él, mientras que las después llamadas repúblicas bolivarianas, y la patria de Falucho, permacieron sentadas en las orillas, viendo pasar egregia y opulenta, nuestra corte virreinal. Lo digo trayendo a la memoria el estudio que David Peña títula "Lo que era Buenos Aires cien años atrás", y que Carlos Melo inserta, el año 1907, en su hermosa revista.

Bajo la lumbre de San Marcos, aquella Lima virreinal irradiaba por toda la América, enchía de obras monumentales bilingües, archivos y biblotecas; tal como hoy lo hacen los esplendentes focos intelectuales de la Argentina, el Brasil, Uruguay, México y la América anglo-sajona. ¿Cuál es el bagaje con que nuestra primera centuria republicana balancería la enorme, vastísima bibliografía del Perú colonial, engrandecida con nombres inmarcesibles que en artes, letras y ciencias, forman la Gran Vía Láctea del cielo americano? Los últimos años de esta primera centuria callan y ocultan su pobreza biblográfica. Nuestras corporaciones intelectuales no representan fuerza social, actividad nacional sostenida por el interés público, sino dislocaciones sociales, empeños individuales, energías aisladas, abandonadas a sí mismas, pero tenaces y dispuestas a batallar defendiendo su capacidad y su derecho.

Estas energías confortan su fe y su esperanza con el grandioso ejemplo y la múltiple, vastísima y sabía producción de la Argentina, el Brasil y el Uruguay, tres poderosas mentalidades organizadas por medios de institutos de investigaciones y centros de estudios, a cuyo servicio se congregan numerosas fuerzas espirituales, siempre estimadas y favorecidas como fuerzas principales de la nación.

Reconcentrando la mirada solamente en el aspecto histórico, se advierte que la República Argentina diversifica su actividad entre el "Archivo Mitre" y el "Museo Histórico", el "Archivo General de la Nación", el "Instituto de Investigaciones Históricas" de la Facultad de Letras, y el "Seminario de Historia Americana".

Si fuera menester citar publicaciones de las que periódicamente aparecen en Buenos Aires, mencionaría entre muchas, la "Revista Nacional" de historia americana, literatura, ciencias sociales y bibliografía, dirigida por Rodolfo Carranza; los "Archivos" de psiquiatría y criminología, aplicada a las ciencias afines, publicación dirigida por José Ingenieros; los "Anales de la Sociedad Científica Argentina",

dirigidos por Santiago E. Barabino, y después por Horacio Dimaniovich, Eduardo Carette; la "Revista" de Derecho, Historia y Letras, dirigida por Estanislao S. Zeballos y Carlos F. Melo; la "Revista" francesa del Jardín Zoológico de Buenos Aires, publicada bajo los auspicios de la Intendencia Municipal de la capital; la "Revista Argentina" de Ciencias políticas, derecho, administración, economía política, sociología, historia, educación, dirigída por Rodolfo Rivarola. Todas ellas viven robustas y larga vida, manifestada en numeros tomos que el trabajo fecundo y el tiempo sin fin, multiplican día a día, dando testimonio, hoy y mañana, del considerable acervo que la Nación argentina aporta al saber y a la cultura.

Colaboran en estas y otras públicaciones, intelectos de renombre familiar en toda latitud de habla castellana, y más allá, algunos de los cuales dejarán en nuestras almas, la luminosa estela de su paso, cuando el acorazado "Moreno los aleje de nosotros en el espacio, más no en el espíritu. Tan señalado en merecimiento el uno como el otro, y por ello entiendo decir de todos lo que dijere de uno solo, me detengo a considerar la capacidad kaleidoskópica del doctor Ernesto Quesada, cuyo poder abraza con la misma luminosa penetración mil materias y faces del saber, y cuanto arcano se ofrece a su actividad investigadora; ya sea que en ello se empeñe sólo, o que con él colaboren Adolfo Mitre sobre "Derecho Internacional Privado" o Nicolás Massa en "Memorias e informes" o Vicente Quesada en la "Nueva Revista", o que tome a su cargo exclusivamente las ciento treinta y seis diferentes materias que llenan con sus ediciones las librerías de Buenos Aires, y cuya simple lectura deja sentir la palpitante importancia de ellas.

Permita el doctor Levene que al homenaje debido al doctor Quesada, egregio jurisconsulto, escritor y hablista, honra y prez de la República Argentina y de la América, una el que en esta grata ocasión tributo a usted, señor Levene, así por su encumbramiento en las letras hispano-americanas, cuanto por la magistral disertación histórica que acabamos

de escucharle, en cuyo sólido valer se refleja el de toda su obra.

Ruego a usted exprese a los señores Leguizamón, Cárcano y Zabala, Ayanagaray, Correa Luna, Torres y Ruíz Guiñazú, y entre los primeros al doctor Ernesto Quesada, por el honroso título que la benevolencia de cada uno nos ha discernido, a la vez que los sentimientos de la alta estima, distinguida consideración y amistad afectuosa que a ellos nos llevan, anhelosos de cumplir los deberes anexos al título recibido".

El Ministro argentino, señor Roberto Levillier hizo entonces entrega de los diplomas de miembros de la Junta de Historia y Numismática Americana de Buenos Aires otor gados a los señores Emilio Gutiérrez de Quintanilla, R. P. Domingo Angulo, doctor Luis Varela Orbegoso, Carlos A. Romero, doctor Horacio H. Urteaga y doctor Carlos Wiesse.

Se procedió después a la incorporación al Instituto del doctor Levene, entregándosele el correspondiente diploma y siendo saludado por todos los académicos.

Al mismo tiempo se comisionó al señor Levene para que se sirva trasmitir los diplomas respectivos de miembros correspondientes que el Instituto Histórico del Perú ha otorgado a los historiadores argentinos, señores Ramón J. Cárcano, Rómulo Zabala, Lucas Ayarragaray, Carlos Correa Luna, Ernesto Quesada, Luis María Torres y Enrique Ruíz Guiñazú.

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