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siguiente le auxiliaron en sus últimos momentos los frailes franciscanos, por los que siempre tuvo predilección (2).

Ya se puede suponer el hondo pesar que causó en la capital de la Nueva España la noticia del fallecimiento del piadoso y excelente gobernante.

En todas las iglesias de la ciudad se dieron cien campanadas y cada cuarto de ora se hicieron disparos por la artillería, mientras las gentes compungidas lloraban de verdad al gran virrey extinto.

Cedo la palabra al historiador y académico mexicano, Licenciado don Alfonso Toro, para que escuchéis cómo con brillante colorido y frase evocadora describe todas las ceremonias que siguieron a la muerte del preclaro Marqués.

Las ceremonias del entierro, publicadas después en detalle en la "Gaceta de México", sirvieron de modelo para los funerales de los virreyes que fållecieron en México y para los

(2).—“Refiere Galindo y Villa, escritor mexicano, que, a los ocho días de posesionado del mando, salió el de Casa Fuerte en compañía del capitán de su escolta a rondar la ciudad en la noche.

"Acababan de sonar las doce cuando oyó S. E. el tañido de una cam

pana.

-¿De dónde es esa campana, capitán?—

-Del convento franciscano de San Cósme, Excelentísimo Señor, contes

tó el interrogado.

-¿Y a qué tocán los frailes?—

-A maitines, Señor. Tocan......pero no ván, añadió el acompañante recalcando las últimas palabras.

Quiso su Excelencia convencerse de hasta qué punto era fundada la acusación y siguió adelante camino de la iglesia.

Detúvose en el Atrio, vió iluminado el coro, oyó el monótomo rezo de los recoletos, apagáronse después las luces, entonóse el Miserere y empezaron los frailes a disciplinarse recio.

Volvióse entonces el virrey hacia su compañero, y le dijo:

-¡Capitán, Capitán! no solo tocan y van, sino que también ‘se dan”: (Ricardo Palma-"El Virrey limeño").

de algunos presidentes en las primeras épocas de la república. Dice así el señor Licenciado Toro en su estudio intitulado "San Cosme-Los funerales de un Virrey".

"A las 5 de la mañana del siguiente día, reuniéronse los oidores y después de que dos escribanos de cámara, hubieron dado fe de cuerpo muerto, se procedió a abrió el pliego de mortaja, encontrándose en él designado como virrey al Iltmo, señor don Antonio de Vizcarrón y Eguiarreta, arzobispo de México, por lo que pasaron los dos oidores más antiguos a hacerle saber su nombramiento y a felicitarlo por él.

"En seguida los cirujanos procedieron a embalsamar el cadáver del difunto virrey y, concluída la operación, se le vistió con las insignias de su cargo de capitán general, y con el manto de comendador de la orden de Alcántara, teniéndosele en el salón principal de palacio, en una cama con cubierta y dosel carmesíes, con el guión delante y en torno un gran número de cirios. En el mismo salón se dispusieron varios altares, en los que se estuvieron diciendo misas, hasta el número de cuatrocientas.

"El virrey-arzobispo dispuso que se enterrara el cadáver el 21 de Marzo, en San Cosme, como lo había ordenado el difunto, a pesar de distar esta iglesia de palacio como tres cuartos de legua. Para el mejor orden de los funerales, se mandó que desde este edificio, siguiendo por las calles de San Francisco, y de allí hasta Santa Isabel, se formara, con gruesas vigas, una valla, sobre pies derechos de dos varas de alto, para que dentro de ella no entrase nadie, que no debiera formar parte del cortejo.

"Aun no amanecía el día señalado y ya las calles estaban llenas de incontable muchedumbre que se apiñaba en tabla. dos y azoteas, ventanas y balcones y aun sobre los arcos del acueducto.

"Son las siete de la mañana cuando comienza a ordenarse el desfile. Vénse primero aparecer hasta ochenta cong rega

ciones, cofradías y hermandades, llevando sus guions, cruces, insignias y estandartes, y un número incontable de hachas de cera. Vienen luego las parcialidades de indios de Santiago, San Juan y de los pueblos circunvecinos, con sus gobernadores, justicias y alguaciles, vistiendo lobas y lutos de bayeta negra y llevando sus varas de justicia. ¡Mira! Allí viene la archicofradía de la Santísima Trinidad, con sus túnicas rojas, sus luces y campanillas. Allí están los hermanos terceros de San Agustín y San Francisco, en crecido número. Ahora empieza el desfile de los colegios, poniendo una nota brillante de color en el fúnebre acompañamiento. Precedido por un guión o banderilla, y por su rector, vá el Real Colegio de San Juan de Letrán; sus alumnos visten mantos morados y becas blancas. Lo sigue el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco, de indios nobles, con sus mantos azules y becas blancas. Después viene el Ilustre de San Ramón Nonato, de frailes mercedarios; sus alumnos llevan mantos morados y becas encarnadas. Los que allí siguen de morado y beca verde, son alumnos del Real Colegio de Cristo. Cierran el desfile de eseudiantes, con sus mantos pardos y sus becas cortas, color de grana, los del Colegio Mayor de Santa María de Todos Santos. Ahora comienzan a pasar las comunidades religiosas, llevando al frente a sus prelados, superiores y ministros: bethlemistas de redondos sombreros y hábito café, con su escapulario a la izquierda de la capucha; hipólitos y hospitalarios con hábitos del mismo color, aunque de diversa hechura; juaninos de negros vestidos; carmelitas con hábito y escapulario café oscuro; agustinos con túnica ceñida por un cinturón de cuero y largas mangas, todo de color negro; franciscanos vestidos de azul obscuro o de pardo, según que eran observantes o recoletos; domínicos con sus pintorescas vestiduras de negro y blanco. Cada comunidad iba precedida de cruz alta y ciriales. Allí puede ver, con su manga el crucifijo que perteneció a Pío V. y que regaló a la Catedral, acompañado por la archicofradía del Santísimo Sacramento, formada por personajes de lo más distinguido. Detrás vienen la cruz alta y los ciriales de la metropolina iglesia, seguidas de enorme concurrencia de

clero secular. No faltan ni los congregantes de San Pedro, todos eclesiásticos, con sotana y estóla, ni los monagos y seises con sus deslumbrantes mantos carmesíes y sus becas azules, ni los acólitos, músicos de capilla, capellenes de coro y demás ministrales, precediendo al Cabildo eclesiástico de que dependen. Allí vá también el deán. Detrás marchan cin co pajés, vestidos de bayeta negra, uno con el guión y su divisa del mismo color, y los restantes con sendas hachas de cera en sus manos. Viene luego el cuerpo del virrey, llevado en hombros de los personajes más condecorados, que se han ido turnando en ese servicio durante la marcha, en las varias posas colocadas en el camino. Inmediatamente detrás caminan llorosos y compungidos los familiares del difunto. Allí puédense ver, tirados por enlutados locayos, dos magníficos caballos despalmados, cubiertos con mantos negros de bayeta y caparazones de terciopelo del mismo color, guarnecidos con flecos y pasamanería de plata, y en su parte media, bordadas a todo costo, las armas del muerto. Allí vienen los ministros superiores e inferiores del Protomedicato y Consulado, y detrás de ellos la Real y Pontíficia Universidad, precedida por sus bedeles, vestidos de bayeta, con las mazas enlutadas, y tras ellos el rector y todo el claustro con sus ínfulas y capelos de terciopelo negro y sus borlas rojas, verdes, blancas amarillas y moradas, que distinguían a los juristas, teólogos, médicos y canonistas. Presente se haya también en el concurso, el Ayuntamiento bajo de marras, con sus ministros, tenientes, y porteros vestidos de luto; así como el Tribunal Mayor de Cuentas, los oficiales de la Real Hacienda y los miembros de la Real Audiencia, que acompañan al arzobispo-virrey. Viste éste sotana, muceta y mantelete de negro borborán. Vienen luego, cargando la tapa del féretro, los ayudas de cámara. Este vá forrado de terciopelo negro, por dentro y por fuera, galoneado de plata y con clavos, argollas y visagras del mismo metal, Cierran la procesión, la guardia de infantería y caballería del virrey, con los fusiles a la funerala, con las trompetas y los tambores a la sordina y espada en mano. Detras viene la

más lujosa estufa del virrey, toda enlutada, seguida de otra del arzobispo y de los coches de la nobleza de la colonia.

Tan lucido y numeroso cortejo, caminaba gravemente, con tardo paso, deteniéndose en los numerosos altares o posas, que se habían levantado en el tránsito, donde se rezaban y cantaban responsos por el alma del finado. De esta manera, la procesión no pudo llegar al lugar de su destino, hasta las diez y media de la mañana. Salieron a su encuen tro hasta el puente de Alvarado, la cruz alta, guardián y comunidad de San Cosme, y llegado que hubieron todos a este convento, cantó misa el deán de la Catedral, e hizo los oficios de sepultura, la que se dió al virrey en el presbiterio, dando fe del acto los escribanos de cámara. Y dicho que fué el último responso por el alma del finado, volviéronse los que formaron el cortejo a la ciudad".

Fué sepultado el Marqués de Casa Fuerte, como se indica en el anterior relato, en la iglesia de San Cosme, que entonces se encontraba a extremuros de la ciudad y que estaba a cargo de frailes franciscanos, porque don Juan de Acuña fué protector del convento, amigo particular de los frai. les y en su compañía gustaba de permanecer algunas tardes en que solía pasear por los alrededores de la metrópoli virreinal.

En el sitio donde quedaron sus restos, se colocó una lápida de mármol, que hoy, en fragmentos, existe en el Museo Nacional, a donde fué trasladada a iniciativa del historiador Morroqui y en la que había la siguiente inscripción: "Aqui YAZE EL EXCMO. SR. DON JUAN DE ACUÑA MARQUES DE CASA FUERTE CABALLERO DEL ORN DE SANTIAGO COMENDADOR DE ADELFA EN LA DE ALCANTARA DEL CONSEJO DE S. M. En EL REAL Y Supremo de GUERRA, CAPITAN..............NERAL DE LOS EXERCIT...Maestre de Capo. C....RCITO DE CAT...DAN EYNOS DE ARAGON......Rey Gobernador y Cap Neral. de los ReyNOS: DE NV. ESPAÑA, LA QUE GOVNO. 11 AÑOS; Y 5 MESES; Y 16 DIAS, Y MURIO DE ACTUal Virrrey el 17 de Mar. 1734, AÑOS Y ES AÑO REQUIESCANTINPAZE”.

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