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tiembre el año de 394. En este mismo año Teodosio nombró á su segundo hijo Honorio por su compañero en el imperio. Tras esto en breve se siguió la muerte del mismo emperador Teodosio, que falleció de hidropesía en Milan á los 17 de enero del año luego siguiente. Vivió cincuenta años, imperó los diez y seis y dos dias; fué casado dos veces; de Placilla, su primera mujer, dejó á los emperadores Arcadio y Honorio, de Galla, hija de Valentiniano y de Justina, tuvo una hija por nombre Galla Placidia. Los santos Ambrosio y Augustino en particulares sermones que hicieron, declararon al mundo las virtudes y loores deste excelente príncipe. El nombre de Teodosio, que quiere decir dado de Dios, cuando no le tuviera de su padre, que se le puso por divina revelacion, como lo dice Aurélio Victor, por sus grandes hazañas y virtudes le merecia. Del celo que tuvo de la religion fué bastante muestra que los templos de los dioses que hizo cerrar el Gran Constantino, él los mandó echar por tierra, en que se hallaron grandes engaños, en particular estatuas por detrás huecas para responder á los que preguntaban y consultaban á los ídolos; que tales eran los oráculos de los gentiles. Lo que causó mas maravilla fué que en Alejandría en el templo de Serapis se halló en muchos lugares la señal de la cruz, puesta como letra hieroglífica en significacion de inmortalidad. Entre los varones señalados que tuvo España por estos tiempos se puede contar Poncio Paulino, aunque natural de Burdeos, pero que con su mujer Tarasia vivió mucho tiempo en Barcelona, donde sin título de algun beneficio, cosa poco usada en aquella edad, se ordenó de presbítero. Desde allí pasó á Italia, y murió obispo de Nola. Abundio Avito, natural de Tarragona, tradujo en lengua latina un librito de Luciano sobre la invencion del cuerpo del protomártir Estefano. Licinio, bético, tuvo mucha amistad con san Jerónimo, y con los pobres de Jerusalem repartió liberalmente parte de su hacienda. Demás destos, Desiderio y Ripario, presbíteros españoles, ejercitaron la pluma contra Vigilancio, natural de Pamplona y presbítero de Barcelona, que ponia lengua en la costumbre que tiene la Iglesia de reverenciar á los santos que reinan con Cristo en el cielo, segun que lo testifica en el libro que escribió contra él san Jerónimo, insigne varon destos tiempos, claro por sus grandes letras y santidad de su vida muy señalada.

CAPITULO XXI.

De los emperadores Arcadio y Honorio.

Los hijos del gran Teodosio, despues de la muerte de su padre, se encargaron del imperio el año 395; Arcadio de lo de oriente, y Honorio de las provincias de occidente. Fueron mas religiosos y reformados en sus costumbres que dichosos; pues en su tiempo la majestad del imperio romano, que de pequeños principios era llegada á la cumbre, y su misma grandeza con su peso la trabajaba, comenzó á despeñarse, sin volver mas en sí, que fué clara muestra de la flaqueza humana. Y es cosa averiguada que ninguna cosa hay debajo del cielo que el tiempo con sus mudanzas no lo consuma y deshaga; y es forzoso que los edificios muy altos se vayan al suelo, y las caídas debajo de alguna gran carga son mas pesadas y peligrosas, segun que lo testifica un

poeta. Ningun imperio puede permanecer largo tiempo; si le falta enemigo de fuera, dentro de su casa le nace, no de otra manera que los hombres gruesos y de muchas carnes y saín, aunque no sean alteradas de cosa alguna, su misma gordura y peso los atierra y mata. Pasó desta vida el papa Siricio el año del Señor de 398; gobernó la Iglesia al pié de catorce años. Sucedióle Anastasio, en cuyo tiempo en España se tuvo el primer concilio Toledano. Comenzóse á 1.o de setiembre del año de Christo de 400; concurrieron diez y nueve obispos de diversas ciudades de España. Presidió Patruino, obispo, segun algunos piensan, de Toledo, movidos del catálogo antiguo de aquella iglesia, en que este nombre se pone entre los primeros obispos de Toledo. Quién dice que fué obispo de Braga por hacerse mencion en las acciones del concilio de Paterno Bracarense, y tienen por mas probable que Asturio, el cual firmó en el sexto lugar, era á la sazon obispo de Toledo, y que es aquel de quien testifica san Ilefonso en sus Claros Varones que halló los cuerpos de los santos mártires Justo y Pastor en Alcalá de Henáres, do padecieron, cuya devocion fué tan grande, que para mas honrarlos erigió aquel pueblo en catedral, y de Toledo se pasó á ser el primer obispo de Alcalá, el que entre los de Toledo se contaba por noveno. Verdad es que por todo el tiempo que vivió, los de Toledo, por su respeto no quisieron proveer otro en su lugar. De lo que escribe el Abad biclarense se entiende que en tiempo de Leuvigildo, rey de los godos, Novello fué obispo de Alcalá, pero no sucedió luego despues de Asturio, sino adelante, como es necesario confesarlo por la razon de los tiempos, si decimos que Asturio, prelado de Toledo, vivió en esta era; y aun en San Eulogio se haIla otro obispo de Alcalá, que vivió mas adelante despues de la destruicion de España, por nombre Venerio. Volvamos á nuestro propósito. Reprobaron los padres deste Concilio la herejía de Priscilliano. Reconciliaron con la Iglesia á dos obispos Sinfosio y Dictinio, y un presbítero, por nombre Comasio, que la abjuraron. El pontífice Inocencio, que el año luego siguiente sucedió á Anastasio, escribió una carta muy señalada á los padres deste Concilio. Estaba el gobierno del imperio dividido en esta manera: á Gildo se encargó lo de Africa, á Rufino las provincias de oriente, lo de occidente quedó á cargo de Stilicon, persona de mas autoridad que los otros dos por estar emparentado con los emperadores, ca Serena, su mujer, era hija de Honorio, hermano del gran Teodosio, además que el mismo era suegro del emperador Honorio. Hizo este repartimiento el mismo Teodosio, y dejólo así ordenado con intento que estos tres personajes fuesen como tutores de sus hijos y les ayudasen á llevar la carga. Ellos, olvidados de la lealtad que debian, por la grande ambicion de sus corazones, acometieron á hacerse señores de todo, con que destruyeron de todo punto el imperio. Gildo se levantó en Africa el primero; enviaron contra él á su mismo hermano, llamado Mazecel, el cual le deshizo y mató; mas en premio de su trabajo y sin escarmentar en cabeza ajena se llamó á sí mismo emperador, y al fin paró en lo mismo que su hermano. Rufino dió traza para que los godos y otras naciones bárbaras se alterasen, que era el camino que entonces tomaban para medrar y salir con su intento, bien que

áspero, engañoso y malo. Fué Rufino de nacion britano ó franco, capitan de los mas señalados de aquel tiempo. Descubrióse la traicion, y pagó con la cabeza. No paró en esto la deslealtad; antes parece que por alguna fuerza secreta se derramaba por todas las provincias, pues por el mismo camino y por las mismas pisadas, como se dirá mas largamente adelante, Stilicon, el suegro de Honorio, intentó á hacer emperador á su hijo Euquerio, y quitar el mando á los hijos de Teodosio. Dió órden para salir con esto como diversas naciones se metiesen por las provincias del imperio; en particular se concertó de secreto con los alanos, gente fiera, y con los vándalos, de cuya nacion él era. Los primeros á tomar las armas fueron los godos, alterados de que con el intento ya dicho les quitaron el sueldo que les solian pagar; corrieron toda la Tracia y las provincias comarcanas; despues desto, divididos en dos partes rompieron por Italia. Radagasio, el uno de los caudillos que poco antes bajara con gran número de gente de la Gotia antigua, sin hallar resistencia pasó por Italia hasta llegar á la Toscana. Allí, cerca de Fiesole y de Florencia, por el esfuerzo de Stilicon fué desbaratado y muerto con todos los suyos. Pudo otrosí deshacer cerca de Ravena al otro capitan de los godos, llamado Alarico, mas por tener al Emperador en aprieto se contentó de vencerle en cierta batalla que le dió. Vinieron á concierto con aquellos bárbaros, en que les dieron donde morasen en lo postrero de Francia. Pesábale á Stilicon que dejasen á Italia; envió un su capitan, llamado Saulo, judío de nacion, para que diese sobre ellos de repente. Estaban alojados ú las haldas de los Alpes junto á Polencia, que hoy se llama Polenzara, pueblo pequeño cerca de la ciudad de Asta. Dió pues sobre ellos de repente el mismo dia de Pascua de Resurreccion, que fué á 6 de abril del año puntualmente de 402, segun que va todo sacado de buenos autores. Quisieran los godos

por reverencia de aquella festividad excusar la pelea; pero como el judío los apretase, revolvieron sobre él con tal denuedo, que le hicieron retirar y le mataron con otros muchos; y ellos, como gente feroz, irritados por esta injuria, volvieron sobre Italia, do se detuvieron algunos años. No parece que se entendieron luego estas mañas de Stilicon, pero al fin fué descubierta su maldad, y pagó con la cabeza por mandado del emperador Honorio, el año que se contaba 408 de nuestra salvacion, á 23 de agosto, y poco adelante fueron tambien justiciados Serena, su mujer, y Euquerio, su hijo; y aun el mismo Honorio repudió á su mujer, hija que era del mismo Stilicon, en odio de su padre. Grande fué el daño que los godos hicieron en Italia, grandes los estragos, sin parar hasta ponerse sobre la ciudad de Roma, cabeza y señora del mundo; y della, despues de un largo y apretado cerco, al fin se apoderaron con tanta fiereza, que todo lo pusieron á fuego y á sangre; tanto, que parece pretendian de una vez tomar enmienda de las injurias que aquella ciudad tenia hechas á todo el mundo. Entróse Roma el año de 410, conforme á la cuenta mas acertada, dado que Paulo Orosio y Próspero, aquitánico, á este número parece añaden dos años. En aquella ciudad prendieron á Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Casó con ella Ataulfo, cuñado de Alarico, y que le sucedió en el reino poco despues á causa que Alarico murió en Cosencia, ciudad de los brucios, que hoy es Calabria, con que Placidia fué parte para que su marido Ataulfo y su hermano Honorio se concertasen; y conforme al asiento que se tomó, partieron los godos de Italia para morar en la parte de la Gallia y España que están de la una y de la otra parte de los Pirineos, principio para apoderarse y hacerse señores de lo demás de España, y aun de buena parte de Francia, segun que en el libro siguiente se irá declarando.

LIBRO QUINTO.

CAPITULO PRIMERO.

Cómo diversas naciones vinieron á España.

bár

UNA grande avenida de diversas naciones fieras y baras, que por estos tiempos vinieron y se derramaron por diversas partes de España, declarará la siguiente narracion. Los vándalos, los alanos, los suevos y los silingos, mayormente los godos, los cuales, dejados sus antiguos asientos y moradas, despues que de levante á poniente hincheron todas las tierras del miedo de su nombre, de sus proezas y de su fama, y con las armas vencedoras pasearon toda la Italia, finalmente pararon en España, y en ella, echadas en parte y en parte sujetas las otras naciones, pusieron y tuvieron por espacio de mas de trecientos años la silla de su imperio. No hay duda sino que todas estas naciones y otras semejantes en diversos tiempos bajaron del septentrion y se derramaron por las provincias del imperio romano por dos

causas. La una fué la gran fecundidad que tenian aquellas gentes en multiplicarse por el gran calor de los cuerpos, que además de ser los septentrionales mas largos en la comida y en la bebida, se encienden con el extremo frio de aquellas regiones y aire, en especial antes que recebiesen la religion cristiana, y por ella enfrenasen sus apetitos con la ley de un matrimonio, la gente en gran manera se aumentaba. Allegábase á esto la esterilidad de la tierra, que era la segunda causa, por la mayor parte erizada con nieves y con heladas, y falta de muchas cosas necesarias al sustento de la vida. Por donde la necesidad de sustentarse forzaba á innumerables enjambres de hombres á pasarse y buscar asiento en tierras templadas y mas abundantes. Para salir con su intento hacian guerra á los romanos, señores del mundo, destruian y talaban las tierras y campos si prestamente no se les hacia resistencia. Como esto sea cosa averiguada, así bien no es fácil declarar de qué

partes del septentrion y de qué provincias cada una destas naciones haya venido, qué costumbres, qué ingenios tenian, de qué lengua y leyes usaban; ni faltaria por diligencia si entre tantas tinieblas de opiniones como hay se descubriese algun camino para dar en el blanco. Será forzoso contentarnos con conjeturas, pues la antigüedad de las cosas y el descuido de aquellos tiempos no da lugar á mayor claridad. Plinio pone á los vándalos en aquella parte de Alemaña casi do al presente están los melburgenses y pomeranos, dado que Dion las fuentes de que nace el rio Albis y de donde comienza á regar los campos de Alemaña las pone en los montes Vandálicos. Los burgundiones se han de contar entre los vándalos como parte suya; tomaron este nombre de Búrgos, que quiere decir aldeas, en que estaban divididos y derramados; y como hiciesen asiento en los Heduos, pueblos antiguos, fueron causa que aquella parte de la Gallia se llamase Burgundia ó Borgoña. Dionisio, el que en elegante verso escribió en griego el asiento de las tierras, en particular pone los alanos cerca de los de Dacia y de los Jetas. Marcellino los puso en la Escitia, y dice tenian por bienaventurados á los que morian en la guerra; á los que la vejez consumia ó morian de otra suerte los denostaban y decian mal dellos, como hombres que eran de ingenio feroz é inclinados á crueldad, por caer su tierra muy apartada de las comodidades y humanidad de las otras provincias, y ninguna cosa casi allí aportar de las que suelen ablandar la ferocidad de los corazones y amansarlos. Los silingos es cosa averigada que vinieron á España, y que mezclados con los vándalos asentaron en la Bética ó Andalucía, sin que tuviesen rey particular de su nacion. Pero de qué parte del septentrion hayan venido no se averigua con claridad. Algunos ponen á Jos silingos en Baviera, donde antiguamente hobo una ciudad llamada Salingostadio, á lo que parece del nombre desta gente, á la ribera del Danubio, tres millas distantes de Ingolstadio. No hay duda sino que los francos, que por este tiempo se apoderaron de la Gallia, se llamaban asimismo salios del rio Sala, que riega su tierra, como lo dice Marcellino. Destos salios se dijo la muy famosa ley sálica, que veda á las mujeres suceder en las herencias de los francos. Así se puede entender que los silingos eran los mismos que los sálicos, fraucos ó franceses, que todo es uno. Esto cuanto á los silingos. Los suevos, segun que lo testifican autores muy graves, antiguamente tuvieron sus asientos cerca del rio Albis, si bien Estrabon pone tambien los suevos á las fuentes y nacimiento del Danubio, en la comarca donde al presente se ve la ciudad de Augusta. Resta decir de los godos, cuya orígen, porque reinaron en España mas tiempo que las demás naciones y se les aventajaron en mas nombre y fama, queremos sacar mas de raíz tomando el principio algo de mas arriba. Algunos pensaron y dijeron que los godos eran los mismos que los getas, los cuales en Plinio y en Herodoto vemos demarcados no léjos de las riberas y de las bocas por donde el Danubio descarga en el mar. No falta otrosí quien diga que los getas y masagetas son los mismos que los divinos libros llaman gog y magog, opiniones que ni hay para qué aproballas en este lugar, ni seria dificultoso refutallas por la autoridad de Plinio, que entre las ciudades de Celesiria cuenta á Magog, y aun

dice que por otro nombre se llama Bambice y Hierapolis. Los mas en número y de mayor diligencia en rastrear la antigüedad son de parecer que los godos bajaron de una provincia por nombre Scandia, que los antiguos llamaron Basilia ó Baltia, tierra muy extendida y muy ancha, y que está sobre Alemaña y sobre Sarmatia ó Polonia, pegada por la parte de levante con otra provincia llamada Fimmarquia, rodeada por las otras partes del mar Bállico y Glacial. Tiene Scandia forma de península, muy mas larga que ancha; dividese en la Gotia, la Suecia y la Norvegia; y con esta está pegada otra provincia llamada Lapia. Es así, que por la parte de poniente por donde se extiende el golfo Codano, quo los naturales llaman Suconico, y por la parte de Scandia por donde mas brevemente se pasa á la Címbrica Quersoneso y al reino de Dinamarca, se forma otra península menor, pegada con la otra mayor, que llaman Gotia; y divídese en dos partes, es á saber, en los ostrogodos, que en nuestra lengua es lo mismo que godos orientales, y en los visogodos, que quiere decir godos occidentales. Entre los visogodos los baltos, que en aquella lengua quiere decir atrevidos y era apellido de cierto linaje; y entre los ostrogodos los amalos, llamados así de un gran rey y capitan por nombre Amalo, se señalaban entre los demás y eran las famillas mas ilustres y reales. Lo demás de Scandia cortan unos montes con sus cordilleras continuadas, que dejan al mediodía la Suecia, provincia de un cielo mas benigno, y bácia el septentrion la Norvegia, en que se padecen cruelísimos frios; tanto, que el vino que de otras partes allí se lleva, con la fuerza del frio se aceda luego: cosa que algun tiempo puso á los pontífices romanos en gran cuidado para que se pudiese en los pueblos de aquella tierra conservar la integridad del sacrificio divino de la misa. Son los godos ordinariamente de cabello y barba roja, el color blanco como los demás pueblos de Alemaña, con quienes tienen su lengua semejante y no muy diferente de las demás gentes, que por este tiempo se ha dicho por fuerza de armas entraron en España. Sulo de los alanos se puede y suele afirmar que usaron de la lengua de los escitas, y esto mas por conjetura probable que por razones que á ello convenzan. Lo cierto es que en la lengua castellana, de que al presente usa España, compuesta de una avenida de muchas lenguas, quedan vocablos tomados de la lengua de los godos. Entre estos, podemos contar los siguientes: tripas, caza, robar, yelmo, moza, bandera, arpa, juglar, albergar, escanciar, esgrimidor, cangilon, camisa, sábana. De los vándalos otrosí se tomaron otras dicciones y vocablos, como cámara, gozque, azafran. Lo que toca á la religion, todas estas naciones ó en este tiempo ó poco despues recibieron y abrazaron la cristiana; que antiguamente eran dados á diversas supersticiones, mayormente los godos, por persuadirse que no les su cederia prósperamete en la guerra si no ofrecian por el ejército sangre humana, sacrificaban los que pren dian en la guerra al dios Marte, al cual principalmento eran devotos, y asimismo acostumbraban á le ofrecer las primicias de los despojos y colgar de los troncos do los árboles las pieles de los que mataban. Tenian otra devocion para el mismo efecto de sacrificar antes de la batalla con solemne aparato caballos, y llevar delante sus cabezas abiertas las bocas y puestas en unas lan◄

zas. Entre estos devaneos acertaban en tener por cierto, opinion recibida de sus mayores, que las ánimas humanas eran perpetuas y que despues de la muerte habia premios y castigos. Cuando tronaba tiraban saetas en alto para con esto ayudar á Dios, por pensar se le hacia fuerza y que le echaban del reino. Celebraban á la vihuela con cantos y tonadas los hechos de sus mayores y sus proezas, como al presente se hace en España. Algunos afirman que las armas de los godos eran un leon levantado y vuelta la cabeza en un escudo ondeado y de azul la mitad; otros que tres leones puestos uno sobre otro á la manera que los tienen los reyes de Dacia; mas en esto no hay para qué detenernos, mayormente que nuestro principal intento es declarar mas copiosamente, como arriba se dijo, la ocasion que á tantas gentes y tan bárbaras abrió la puerta para entrar en España. En aquella confusion de cosas y caida del imperio romano, de que se ha hecho mencion, un cierto Marco en Bretaña, hoy Ingalaterra, fué por las legiones saludado y alzado por emperador, y poco despues no con menor liviandad ellas mismas le mataron. Pusieron en su lugar á Graciano, que tambien con la misma inconstancia fué muerto dentro de cuatro meses. Sucedióle Constantino, no por señalarse en valor y hazañas entre los demás, sino solo le dieron el imperio movidos del nombre de Constantino, que aquellas gentes tenian por bien afortunado. Sucedió esto, como se puede conjeturar de Paulo Orosio, el año de nuestra salvacion de 411, en que fué cónsul Teodosio el Menor la cuarta vez, emperador del oriente, en lugar de su padre Arcadio, que falleció tres años antes deste. Siguieron á Constantino gran parte de la Gallia y de España por estar los ánimos de todos irritados con las demasías de los romanos y con los gravísimos tributos que de cada dia les ponian mayores y mas graves. Sin embargo, algunos se conservaban en la obediencia de los emperadores verdaderos. Entre estos, Didimo y Veriniano, parientes de Honorio, como quier que perseverasen en España en su devocion, con un ejército que arrebatadamente juntaron, pretendieron con mayor ánimo que fuerzas impedir á Constantino, que de la Gallia se decia aparejarse para pasar en España, la entrada de los Pirineos. Pero fueron vencidos en batalla y muertos, así ellos como sus mujeres, por Constante, hijo del tirano, al cual, sacado por su padre de un monasterio y nombrado por césar, envió delante á España. Teodocillo y Lagodio, hermanos destos muertos, desconfiados de sus fuerzas, huyeron del peligro, y se fueron á los emperadores Honorio y Teodosio. El ejército de Constante por la mayor parte era compuesto de aquellas naciones que bajaran de Alemaña en Francia, y por cierto concierto que con Honorio hicieron los llamaran honoriacos. Estos, por permision de Constante, talaban á España y todos los campos hasta Palencia, ca pretendia él con la miseria ajena ganar las voluntades del ejército bárbaro. A estos mismos, queriéndose él volver á Francia, dió el cuidado de guardar las estrechuras y entradas de los Pirineos. Llevaron mal esto los españoles que los soldados extranjeros y mercenarios, y por consiguiente poco seguros, fuesen preferidos á su conocida lealtad, por donde de tiempo muy antiguo les confiaban la guarda de aquellas entradas de toda la provincia. Sentian mucho esta afrenta. Quejábanse del

agravio, y amenazaban que muy en breve resultarian alteraciones en España y tendria otros señores que la mandasen, con lo demás que suelen decir los hombres cuando el dolor y saña les suelta la lengua. No salieron vanas estas amenazas, segun que el suceso de las cosas lo mostró y declaró en breve, porque los honoriacos, conforme á su natural inclinacion, llamaron y trajeron á España á los vándalos, alanos, suevos y silingos, con quien se concertaron secretamente de dalles la entrada que hasta entonces tuvieron cerrada, y poco antes Stilicon los habia hecho entrar en Francia. La causa que se piensa los movió á desamparar la Gallia fué el miedo de los godos, contra cuyo valor y por estar concertados con Honorio, temian no tendrian fuerzas iguales. Poniales junto con esto en cuidado y aquejábalos el poder de Constantino, que estaba apoderado de la mayor parte de la Gallia y aspiraba á lo demás. Era rey de los suevos Hermenerico, de los alanos Atace, de los vándalos y silingos Gunderico. La entrada destas naciones bárbaras fué causa de grandísimas desventuras, porque con fiereza bárbara, sin hacer diferencia ni tener cuenta con nadie, se apoderaron de las haciendas de los españoles y de los romanos. Destruian los campos y los pueblos, por donde luego la hambre se embraveció de tal guisa, que eran forzados los naturales á sustentar la vida con carne humana, no solamente los hombres, sino tambien las bestias con aquella carnicería se hacian mas fieras, y á cada paso acometian á los hombres por sustentarse. Despues de la hambre, como acontece, se siguió una peste gravísima, con que murió gente innumerable en toda la provincia. Eran los males tan grandes, que los que escapaban tenian envidia á los que morian por sufrir ellos mas graves cuitas que la misma muerte. Pasó el mal tan adelante, que la provincia quedó en gran parte yerma de moradores, y con tanto los bárbaros hicieron sus asientos en diversas partes della. A los suevos y á parte de los vándalos cupo Galicia, á la sazon mas ancha de términos de lo que es en nuestra edad, porque comprehendia en su distrito todo lo que es Castilla la Vieja. Los alanos poblaron en la Lusitania y en la provincia Cartaginés, fuera de los carpetanos, que es el reino de Toledo, y los celtiberos, que se mantuvieron en la sujecion de los romanos. La Bética tomaron para sí los vándalos y los silingos. Hecha esta distribucion, pusieron concierto con los romanos, con que se tornó á labrar y morar la tierra y las ciudades en gran parte. Los españoles tenian por mejor esta nueva servidumbre que el imperio de los romanos y su severidad. Dado que algunos, conservándose obstinadamente en la libertad antigua, no querian sufrir el yugo de los bárbaros, principalmente en Galicia, donde los suevos imperaban. Entre tanto que esto pasaba en España, Honorio desde Italia envió en la Gallia contra el tirano un grueso ejército debajo la conducta de un su capitan, llamado Constancio. En España se levantaron nuevas alteraciones á causa que un cierto Máximo en la España citerior fué saludado y alzado por emperador. Un conde, llamado Geroncio, fué el autor desta nueva trama por odio que tenia al primer tirano Constantino, sin embargo que habia seguido antes sus partes. Lo que en esto pretendia era en nombre de otro reinar él y mandarlo todo.. Con este intento dejando á Máximo en Tarragona, él con ejército pasó en

la Gallia, y apoderado de la ciudad de Viena, mató en ella á Constante el César, que le vino á las manos. No pasó adelante por entender que venia contra, él Conslancio y por miedo suyo. Vuelto en España, ó por desprecio que tuvieron dél, ó con deseo de agradar á Honorio, los españoles de noche acometieron su casa, y dado que se defendió valientemente, con fuego que pegaron á la casa pereció dentro della. Máximo desamparado de la ayuda de Geroncio, que era el que le conservaba, dejadas las insignias imperiales, huido pasó miserablemente lo que le duró la vida, que fué hasta el tiempo de Paulo Orosio, como el mismo lo testifica. En este medio, al tiempo que estas cosas se hacian en España, Constantino, el tirano, y Juliano, su hijo, fueron por esfuerzo de Constancio muertos en Arles; y no mucho despues Jovio y Sebastiano tuvieron el mismo fin, los cuales sucesivamente se rebelaron en la Gallia contra el imperio. Con esto toda la Gallia volvió á la sujecion de Honorio, que fué el año de nuestra salvacion de 413. Los godos, para defensa de la una y de la otra provincia, es á saber de Francia y de España, con voluntad de Honorio y conforme al asiento que con él tomaron, se apoderaron dos años despues de las haldas de los Pirineos. Gente que muchas veces antes destos tiempos, derramada de sus antiguos asientos y acometiendo las provincias del imperio romano, habia ganado gran crédito por su valentía, en tanto grado, que se tuvo por cierto que Alejandro Magno, rey de Macedonia, huyó de encontrarse con ellos; Pirro, rey de Epiro, los temió; Julio César rehusó la pelea con ellos, segun que lo dice Orosio. No es de nuestro propósito contar todas las entradas y guerras desta gente ni relatar por menudo sus hazañas, que seria mas largo cuento de lo que sufre esta obra. Lo que hace al propósito es que el emperador Valente, como de suso se dijo, dió á los visogodos, que salidos de sus antiguos asientos y tierra maltrataban las gentes del imperio, la provincia de Mesia donde morasen, con tal condicion que estuviesen á sueldo del imperio romano y recibiesen la creencia de Cristo, nuestro Señor, por donde algo despues la secta de Arrio, con que los inficionaron y á que Valente era dado, fué causa de grandes desventuras y alteraciones en España. Las tierras que les entregaron sustentaron ellos hasta el imperio de Arcadio y Honorio, y ensancharon sus términos hasta Panonia, hoy Hungría, que sucedió poco antes que rompiesen por Italia despues de haber destruido la Tracia. Fué la ocasion desta entrada que Stilicon, suegro de Honorio, con intento de hacer emperador á su hijo Euquerio, movió aquella gente de suyo inquieta y bulliciosa á tomar las armas. Estaba casado Stilicon con Serena, sobrina de Teodosio y hija de Honorio su hermano; della tuvo por hijos á Euquerio, María y Termancia. Casó con Euquerio Galla Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Demás desto, Honorio, emperador, casó sucesivamente con María, y despues con Termancia. No ha mucho que en tiempo del pontífice Paulo III se halló en Roma el sepulcro de María en la iglesia de San Pedro en el Vaticano, y en él piedras de gran valor, mucho oro y plata, con los nombres de Honorio y de María esculpidos en un joyel, segun que en la descripcion de la ciudad de Roma lo relata Marliano mas en particular. Muertas pues la una y la otra mujer de Honorio, dado que no falta

quien diga que repudió á Termancía luego que la traicion de Stilicon se descubrió, como quitadas las prendas y ataduras de la lealtad, Stilicon se determinó de poner en ejecucion la maldad que mucho antes en su corazon tenia forjada. Con esta determinacion hizo que los vándalos, de cuyo linaje él venia, y los alanos, con promesa que les hizo de grandes premios, hiciesen entrada en la Gallia. A los godos negó el sueldo que les daban con la misma astucia, traza con que ellos tomaron las armas, y en lugar de Atanarico, saludado que hobieron por rey á Alarico, talaron la Tracia y la Italia; finalmente, despues de largo cerco se apoderaron de la misma cabeza del mundo, Roma, á 2 de agosto. Eran cónsules Flavio Vararo la primera y Tertullo la cuarta vez. El descuido de Ilonorio, cuyo oficio era acudir á la necesidad, fué tal, que diciéndole cómo Roma era perdida, pensó que hablaban de un gallo quo él llamaba Roma, y poco antes, como solia de ordinario, se habia deleitado en verle pelear con otro. Muerto poco despues Alarico, caudillo de los godos, en lo postrero de Italia, Ataulfo que le sucedió, ablandado con los regalos de Galla Placidia, su mujer, la cual en Roma fuera presa, se inclinó á la paz y tomó asiento con llonorio, con que el ejército de los godos, sacado de Italia, hizo su asiento en los confines de la Gallia y de España. La silla del reino puso esta gente en Narbona año de nuestra salvacion de 415. De aquí vino y procedió que aquella parte se llamó Gallia Gótica, dado que no siempre tuvo los mismos términos, antes se variaban muchas veces conforme al vario suceso de las guerras que con los francos comarcanos y con los romanos tuvieron los godos. Esta fuó la ocasion que trajo así las demás gentes ya dichus como los godos á España.

CAPITULO II.

Cómo los godos vencieron á las demás naciones bárbaras en España.

Estaba España dividida en muchos reinos, diferentes entre sí en leyes, costumbres y religion. Los romanos y los españoles abrazaban la religion católica, á los godos tenia inficionados la peste de los arrianos. Las demás naciones bárbaras no habian aun recebido la religion cristiana, antes seguian las supersticiones de sus antepasados. Todos con deseo de conservarse en la parte de que se apoderaran en aquella turbacion y revueltas, cada cual por su parte pretendia hacer paces y concertarse con los romanos. Godigisco rey de los vándalos, al cual algunos llaman Gunderico, y Jornandes Giserico, lo que sin duda es falso, fué el primero á concertarse con estas condiciones: que viviesen en España sin hacer mal y daño á los antiguos moradores, y no pudiesen por título de prescripcion de treinta años valerse en algun tiempo contra los romanos para efecto de retener lo que violenta é injustamente hobiesen usurpado. Palabras con que se daba á entender que aquella paz no era tanto por voluntad como por fuerza, y que no duraria mas de cuanto tuviesen posibilidad para volver á la guerra y á las manos. De aquel concierto sin duda procedieron entre aquellas gentes nuevas sospechas, y por ellas luego se encendió nueva guerra. Los alanos, como mas feroces, acometieron á los vándalos y á los silingos, y los pusieron en

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