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se hablase. El señor presidente llamó al órden multitud de veces: los insultos contra los eclesiásticos crecian sin rubor. Estos sufrian resignados por la causa de Dios que defendian. Es verdad, que el éxito no correspondió á las providencias tomadas contra el papel. La inquisicion,ó no recibió el escrito, ó no lo censuró: ó si lo hizo el pú blico no lo supo. En las córtes no se volvió á oir su condena, ni su absolucion ¿Y esto solo no fue un triunfo decisivo contra la religion? ¡Ai! Desde aquel dia se multiplicaron los papeles sobre ella, y se alimentó el odio contra los eclesiásticos. Éstos cada vez fueron perdiendo mas terreno: su ascendiente, su grande influjo sobre los pueblos principió á debilitarse y reducirse al mínimo posible en los corazones de los que todo lo iban á reformar. Prueba 3 El Diccionario crítico-burlesco.

Citaré otro documento aun mas escandaloso, y de que está informada la nacion. El Diccionario crítico-burlesco, apareció en la España al mes siguiente de haberse publi cado la constitucion. Su autor le tenia compuesto é impreso desde noviembre. Los amigos del autor ansiaban porque viese la luz pública; pero temian que la España al ver ridiculizados los dogmas santos de su religion, y que se atacaba abiertamente el altar de Jesucristo, alzase la voz, y pidiese su condena y la de su autor. Este temia mas: esperaba ser bibliotecario de las córtes en propiedad, y un gran sueldo: si se publicaba el Diccionario antes del empleo, se esponia á que se le privase de la plaza, y no podria hacer el gran papel que tenia ya principiado. Lo. gra el destino, se le asignó una gran suma, y la propie dad en la biblioteca: ya no habia que temer tanto. Aventuró la publicacion, y llevó de 2 á 30 egemplares á los puestos públicos en la misma tarde que puso los carteles de venta. Solo el anuncio consternó á Cádiz. Guera, decia: guerra declaro á todo monigote; y pues que sobran razones habrá palos desde los pies hasta el cogote. Un papel bueno, unas letras gordas llamaban la atencion de todos.

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El censor tuvo un egemplar mucho antes de venderse, y dió á luz la impugnavion del Diccionario que contra las leyes divinas y humanas publicaba un libertino, El autor del Diccionario contestó al censor, aun sin haber salido al público el Diccionario, doliéndose de que a su querido hijo le cantasen el gori gori, antes de haber nacido; pero confiesa que su obra tiene algo bueno, mucho mediano, y plumadas apenas tolerables, mas no se hace de otro modo un libro: añade igualando su escrito hasta con las divinas escrituras. Mayor resolucion no se ha visto en la España, ni tampoco hemos tenido entre nosotros un libro tan impio..

El 17 de abril se principió á predicar por Don Salvador Ximenez Padilla el septenario de san José en la parroquial de san Lorenzo: á la segunda tarde se halló el predicador al muchacho que iba poniendo los carteles, del Diccionario; tomó uno, y al leer guerra declaro á todo monigote, &c. se fue á los puestos públicos, le compró, y al verle tal como él es principió al siguiente dia á declamar contra sus malas doctrinas. El diccionarista declaraba guerra á todo eclesiástico en el cartel: en el Diccionario, atacaba á la religion. ¿El cristiano podia mirar con indiferencia el trastorno de su fe?

Don Guillelmo Atanasio Xaramillo le leyó, y al instante puso su desafio de dos madrileños, en que hacia saber que el autor del Diccionario era un hombre sin religion, y que le desafiaba públicamente para defender la fe, en el nombre de la santísima Trinidad. No apruebo su conducta, ¿pero si las leyes, si los tribunales no velaban por defender los dogmas santos y la moral, qué medio quedaba á el particular para defender su religion? esto disculpaba la indiscrecion del que obraba asi. Ige

El 17 de abril se consternó Cadiz luego que leyó el Diccionario. Un caballero guardia con la punta de la espada fue quitando cuantos, carteles halló. Los vehementes discursos del predicador, el pasquin de Xaramillo, los avisos previos del Censor, y del autor del Diccionario,

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todo contribuyó á la venta de miles de sus números á los dos dias de su publicacion. El 18' una sesion secreta agitó el particular propuesto. La determinacion fue; se manifieste á la Regencia la amargura y sentimiento que ha producido á S. M. la publicacion del Diccionario, y que en resultando comprobados debidamente los insultos que pueda sufrir la religion por este escrito, proceda con brevedad á reparar los males con todo el rigor que prescriben las leyes, dando cuenta á S. M. de todo para su tranquilidad y sosiego (1). Ninguna' providencia mas justa: ninguna mas urgente: ninguna mas necesaria. El gobierno tomaba á su cargo el desagravio de la religion. Estos fueron los primeros sentimientos: entrarán despues las intrigas: todo se variará...

Don Mariano Martin de Esperanza, como Vicario ca pitular de la santa Iglesia de Cadiz hizo una representacion enérgica á la Regencia contra el Diccionario, no dudando: asegurar á S. A. que el riesgo de la última perver. sion de la moral cristiana era inminente, probando su asercion con la descarada animosidad con que se mofaba ya la religion y sus ministros, de que era documento el Diccionario que acababa de publicarse y del que incluia copia.

La Regencia pasó el Diccionario á la junta de censura, y ésta al instante le calificó de subversivo de la lei fundamental de nuestra constitucion.... `atrozmente inju rioso á los ministros de la Iglesia, y á las órdenes reli giosas....y-contrario á la decencia pública y buenas costumbres. El Diccionario se mandó recoger el 20, y su autor, mas temeroso del pueblo que de la pública autoridad, se fue el 21 al castillo de santa Catalina (2). Estos son los hechos públicos. Veamos ahora los resultados. La religion va á ser desagraviada, dijo todo el que habitaba en Cadiz. No fue asi: todo lo contrario. La religion padecerá mas y mas: para dejarla desairada, mejor hubiera

(1) Diario de córtes, sesion del 20, tom. 13, pág. 64. (2) Redactores 21 y 22 de abril.

sido dejar correr el mal, á lo menos no se hubiera tomado tanto interés por el partido de las reformas en la indemnizacion del Diccionario.

¿Quién diria que el resultado de una causa tan ruidosa por sus circunstancias, y de tanta trascendencia por la materia de que se trataba, y del mayor interés por las personas que intervinieron en la delacion, quién diria (repito) que el resultado de este proceso habia de ser la apologia del autor y del escrito? ¿ la libertad del reo y su restitucion á su destino? ¿la celebridad del diccionarista, su triunfo, y el de sus amigos? ¿ la persecucion de sus delatores, su venganza pública, la humillacion de cuantos salieron á la defensa de la religion, y la victoria mas clásica y decisiva de los revolucionarios? ¿Cabe esto en el cálculo de los mas alucinados? ¡Ah! pues esto fue puntualmente lo que sucedió. El que me leyere no lo querrá creer: yo lo probaré.

Los hechos mas escandalosos y mas públicos van á hablar, y escitaré de nuevo la indignacion contra el Dic: cionario. La fuga de su autor al castillo de santa Catalina fue como la de Mahoma desde la Meca á Medina: como la de Rousseau desde Ginebra á las montañas de 'Suiza: ó como la de Volter desde Paris al castillo de Ferney. La soledad del castillo de santa Catalina se convirtió en la concurrencia mas numerosa, mas distinguida, apenas entró en él nuestro escritor. Una persona clasificada fue á tributar al ilustre preso sus respetos y sus servicios. Esto sirvió para la publicacion de unos versos en que se pone bajo el nombre de ángel á la tal señora, ó mas bien, esto se hizo para alucinar al público con los brillos de un personage que visitaba al calumniador del estado eclesiás

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tico,

al mofador de nuestros dogmas, á un enemigo por el escrito de nuestra santa religion.

Algunos diputados de la faccion, uno ó dos generales, varios oficiales de graduacion, personas de alto rango, visitaron al instante al refugiado, ofreciéndole sus afectos, intereses, oficios ::: cuanto pudiera serle útil, pa

ra que saliese libre, aunque la religion sufriera una mayor humillacion. El castillo no se desocupaba la presentacion voluntaria (1) del reo se miró, ó como una prueba de su buena conciencia, ó como el homenage mas respetuoso á las leyes: pero ni lo uno ni lo otro podia haber. Se trató de alucinar al público y lo consiguió: ¡tales resortes se tocaron por la faccion!

Apenas se dió al público la censura de la junta provincial, principió á trabajarse con toda actividad para sacar victorioso al que era el director de los planes de nuestra regeneracion. No ostante; se vieron mui apurados. Unos se quejaron de la publicacion anticipada, diciendo aun no era tiempo de hablar tan claro. Otros á la vista de la efervescencia de Cadiz, temian que la Inquisicion se restituyese; y se lamentaban de su paso antipolitico: todos temieron ser descubiertos. Á la vista del peligro cada uno se estrechó al otro con mayor interes, para ver cómo podian deshacer la impresion pública contra el Diccionario, anular ó mitigar la censura, y hacer que cediese en triunfo de las nuevas instituciones, el golpe primero que habian recibido. Descubramos lo interior de la máquina: veamos particularmente sus piezas, su enlace, y el impulso que la movió, ó las mayores intrigas.

Uno de los delatores mas autorizados retiró su delacion. El que reclamó contra el Diccionario, aunque ponderaba el riesgo de la religion por los papeles públicos, tratando del diccionarista, como que lo disculpo. Las circunstancias le impedirian, bibrase sobre el escrito el rayo de su poder, y hasta que algunos obispos le condenaron por impio, subversivo, herético ó próximo á heregia, no paso á la prohibicion: los papeles públicos principiaron á defender de un modo paliado al Diccionario, y á su

autor.

Hicieron girar el ódio público contra el Diccionario manual, diciendo que este escrito habia motivado aquel,

(1) Fue un escrito dado por el mismo autor con este título.

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