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Si la primera eleccion había sido tranquila y casi unánime, ahora, la diferencia de opiniones, miras é intereses que se habían desplegado desde entónces, la hacían ardua, incierta y no poco agitada. La sólida mayoría que sostenía constantemente las cuestiones de mas gravedad y empeño, y lo mucho que importaba consolidar la obra que tan felizmente se iba á concluir no dejaban duda de que se formase un gobierno ilustrado y vigoroso. A pesar de todo la eleccion frustró tan fundadas y justas esperanzas. Los cuerpos representativos, en el nombramiento de personas se dirigen por reglas distintas de las que les sirven de guia en las materias generales y abstractas, y ceden con facilidad al influjo de combinaciones y artificios encubiertos.

La

Entre las personas que los diputados constitucionales consideraban apropósito para la nueva regencia era una el gobernador * de Cádiz. serenidad y valor con que se condujo en la ocurrencia á que dió lugar la sesion pública de 26 de octubre anterior, y su actividad y firmeza en el gobierno de la plaza en circunstancias tan dificiles, le habían conciliado la buena voluntad

* El teniente general Don Juan María Villavicencio.

de las Córtes. En varias reuniones privadas de los diputados liberales, y á que al principio asistían tambien algunos del partido servil, aquel gefe había reunido constantemente mayoría. Para asegurarse de la rectitud y buena fe de este candidato, se resolvió comisionar á tres diputados que le participasen los deseos de sus colegas en la reunion, siempre que no tuviese repugnancia á sostener con vigor la autoridad constitucional del gobierno. A tan noble y decorosa propuesta contestó con las espresiones mas esplícitas y agradecidas; si con sinceridad, ó falacia su conducta posterior lo declarará mejor que ningun juicio anticipado en este lugar.

y

Hallábase tambien en Cádiz á la sazon el conde del Abisbal, y el crédito que gozaba por su actividad valor le recomendaba para con muchos diputados liberales, si bien otros le creían poco sumiso y prudente. Había este general dirigido en aquellos dias á las Córtes una esposicion en que, despues de atribuir la mala fortuna de la guerra á falta de combinacion en las operaciones militares, proponía medios de evitar en adelante este defecto. El vivo deseo de formar el gobierno de personas de luces y energía que le hiciesen superior al influjo y

ridículas pretensiones de los que se oponían á todo adelantamiento y reforma, inclinaba los ánimos á dar preferencia á un gefe distinguido, que manifestaba miras ilustradas y patrióticas. Su eleccion proporcionaba tambien á las Córtes nueva oportunidad de hacer á los ejércitos el mismo obsequio que en otras ocasiones.

Respecto al tercer candidato peninsular, un obstáculo insuperable que se interpuso hizo impracticable todo concierto. Los aliados manifestaban el mas vivo deseo de que se nombrase regente al duque del Infantado, á la sazon embajador de España en Londres, y los diputados serviles le miraban como una adquisicion para su partido. Los liberales de Europa, siguiendo en punto á los gefes del gobierno supremo, los mismos principios de severidad política que en la formacion de la regencia anterior, no podían condescender en la eleccion de una persona escluida en los escrutinios de aquella época, cuando no había el menor motivo que siquiera disculpase tan palpable inconsecuencia. Convenían en aprobar los candidatos americanos que les propusiesen los diputados de Ultramar, siempre que estos admitiesen igualmente los tres peninsulares. Las condiciones no podían ser mas equitativas.

TOM. II.

L

Despues de muchas conferencias infructuosas se acordó la víspera ya de la eleccion, que cierto número de diputados de América y Europa allanasen si fuese posible las dificultades que los desunían. Al entrar á la mañana siguiente en la sesion, los comisionados de Ultramar declararon á los peninsulares, que sus colegas habían resuelto unir su voto á los que nombraban al duque; el cual por este medio obtuvo mayoría en el primer escrutinio. Segun el órden de eleccion seguía inmediatamente el primer candidato americano; pero los serviles, asegurado ya su ídolo, en lugar de cumplir lo que habían prometido á la diputacion de Ultramar, votaron por un magistrado que esta repugnaba. Una infraccion tan insigne del tratado deshizo en el momento la monstruosa coalicion. El daño era ya irreparable. Los nombramientos continuaron entre amargas quejas y resentimientos de ofensores y ofendidos, mientras los liberales de Europa, que ninguna parte habían tenido en la transaccion, se mantuvieron en su primer propósito de elegir á los dos candidatos peninsulares que se habían propuesto.

El público, ignorando todos estos incidentes, atribuyó á los liberales falta de concierto y saga

cidad. La sencilla relacion de los hechos manifiesta lo contrario, pues solicitaron con ansia la concordia y aspiraron á ella hasta el último momento. La interposicion de intereses, que no era posible conciliar, hizo vanos todos los esfuerzos, é inútiles cuantos sacrificios podían ser compatibles con los principios adoptados para el nombramiento de la primera magistratura del estado. El origen de la desavenencia no admitía compromiso. La oposicion al duque del Infantado no se fundaba en odio personal de los que resistían su eleccion, sinó en razones claras, evidentes para los que respetaban, en aquella época de exaltacion y escrupulosidad política, principios rígidos y severos que no podían sacrificarse sin injusticia y parcialidad, y sin destruir todo el prestigio con que se alimentaba y sostenía tan terrible lucha.

El duque como caballero sin duda reunía prendas que le hacían acreedor á la estimacion y aprecio general; pero como hombre de estado había sido juzgado mucho ántes de esta época por sus contemporáneos. Los hechos de su vida pública conocidos auténticamente no podían desmentirse ni tergiversarse; y descubrían falta de las circunstancias mas esenciales para el gobierno

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