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doro, pacense, que fué adelante, y por esto se llama comunmente el mas Mozo; dado que á las veces suelen dar este mismo apellido á Isidoro el hispalense cuando le comparan con el cordobés. Esto se advierte para que este sobrenombre de Junior ó mas Mozo no engañe á ninguno ni le deslumbre.

CAPITULO VIII.

De los reyes Tulga, Chindasvinto y Recesvinto.

En lugar del rey Chintila, por voto de los grandes del reino, fué puesto Tulga, mozo en la edad, pero en las virtudes viejo; en particular se señalaba en la justicia, celo de la religion, en la prudencia, en el gobierno y destreza en las cosas de la guerra. Fué muy liberal para con los necesitados, virtud muy propia de los reyes, que es justo entiendan que la abundancia de bienes y sus riquezas no deben servir para su particular provecho y para sus deleites, sino para ayudar á los flacos y para remedio de todo el pueblo. Iba destos principios en aumento, y parecia habia de subir á la cumbre de toda virtud y valor cuando la muerte le atajó los pasos, que de enfermedad le sobrevino en la ciudad de Toledo, año de nuestra salvacion de 641. Tuvo el reino solos dos años y cuatro meses. Sigiberto, gemblacense, dice que el rey Tulga fué mozo liviano, y con su libertad y soltura dió ocasion á los suyos para que se levantasen contra él y le echasen del reino. La razon pide hacer mas caso en esta parte de lo que san Illefonso depone, como testigo de vista, que de lo que escribió un extranjero, ó por odio de nuestra nacion, ó lo que es mas probable, por engaño, á causa de la distancia del lugar y tiempo en que y cuando escribió, con que fácilmente se suelen trocar las cosas. La verdad es que por la muerte de Tulga, como quier que el reino de los godos quedase sin gobernalle y sujeto á ser combatido de los vientos, Flavio Chindasvinto, por tener á su cargo la gente de guerra con cuyas fuerzas se habia rebelado contra el rey Tulga, que parece le despreciaba por su edad, luego que falleció, con las mismas armas y con el favor de los godos se apoderó de todo y se quedó con el reino; que los demás grandes del reino no se atrevieron á hacerle contradiccion ni contrastar con el que tenia en su poder los soldados viejos y las huestes del reino. Verdad es que, aunque se apoderó del reino tiránicamente, en lo de adelante se gobernó bien; que parece pretendia con la bondad de sus costumbres, prudencia y valor suplir la falta pasada. Lo primero que hizo fué poner en órden las cosas de la república con buenas leyes y estatutos que ordenó; y para que con mayor acuerdo se tratase de todo lo que era conveniente, el sexto año de su reinado hizo juntar en Toledo los obispos de todo su señorío. Concurrieron treinta obispos de diversas partes. La primera junta se tuvo á 28 de octubre, dia de los apóstoles san Simon y Júdas. Es este Concilio entre los toledanos el seteno. En él se publicaron seis decretos, y entre ellos, conforme á lo que estaba ordenado en el Concilio valentino, que se tuvo en tiempo del rey Teodorico y del papa Simaco, de nuevo se mandó que á la muerte de cualquier obispo se hallase el que de los obispos comarcanos fuese para ello avisado para asistir en el enterramiento y honras del difunto, y acudir á lo que ocurriese. Ponen

pena de descomunion por espacio de un año y suspension de su oficio y dignidad al que no obedeciese y avisado no quisiese acudir. No falta quien diga que en este Condilio, por autoridad de los padres, se compuso la diferencia que entre los arzobispos de Sevilla y Toledo andaba sobre el primado. La verdad es que en el postrer capítulo se mandó que los obispos comarcanos por su turno, cada cual su mes, acudiese á la ciudad de Toledo y con su presencia la honrase; decreto que dicen ordenan teniendo consideracion á la dignidad del rey y á honrar al metropolitano. Por lo demás, las firmas de los obispos muestran claramente que no pretendieron por este privilegio dar al arzobispo de Toledo la autoridad de primado, pues despues de los arzobispos Oroncio, de Mérida, y Antonio, de Sevilla, en tercero y cuarto lugar firmaron Eugenio, prelado de Toledo, y Protasio, de Tarragona. Siguiéronse los otros. obispos por el órden de su antigüedad y consagracion; despues dellos los vicarios ó procuradores de los obispos ausentes, en cuyas firmas se debe advertir que no dicen consentir solamente, sino determinar las acciones del Concilio; cosa extraordinaria, y que en nuestra edad no usaron de semejante autoridad y palabras los vicarios de los obispos ausentes en el concilio de Trento. Era por este tiempo arzobispo de Sevilla Antonio, como queda tocado, que sucedió en lugar de Teodisclo, depuesto poco antes y echado de toda España por mandado del rey Chindasvinto, á causa que con su natural liviandad sembraba mala doctrina, y aun le convencieron que para dar mayor autoridad á lo que enseñaba corrompió las obras de san Isidoro que le vinieron á las manos, como al que le sucedió en su iglesia y dignidad. Depuesto, pasó en Africa y allí se hizo moro; que tan grande es la fuerza de la obstinacion y en tanto grado se ciegan los hombres que una vez se apartan del verdadero camino. Desta caida de Teodisclo refieren los que pretenden favorecer el primado de Toledo, y en particular el arzobispo don Rodrigo, que el rey Chindasvinto tomó ocasion para pasar á aquella ciudad real la dignidad de primado, y quitarla á la ciudad de Sevilla en que hasta entonces estuviera, y que lo uno y lo otro se hizo por voluntad y privilegio del Pontífice romano; lo cual dicen sin argumento bastante ni testimonio de algun escritor antiguo que tal diga; así, lo dejamos como cosa sin fundamento. Gobernaban por estos tiempos la Iglesia de Roma Teodoro y el que le sucedió, que fué Martino el Primero. Tiénese por cierto, y hay memorias antiguas, que Chindasvinto, con deseo que tenia de enriquecer á España con libros y letras, envió á Roma el obispo de Zaragoza, llamado Tajo, para que con voluntad del papa Teodoro buscase en particular los libros de san Gregorio sobre Job, llenos de alegorías y moralidades excelentes, para que los trajese consigo á España; ca los que el dicho Gregorio envió á Leandro, á quien los dedicó, si los envió empero, no parecian por la injuria de los tiempos. Decia tener gran deseo, por medio de aquellos libros, de renovar en España la memoria del uno y del otro Santo, aumentar la religion católica y confirmarla y enriquecer la librería eclesiástica, que tenia por cierto con ninguna cosa podria dar mas lustre á su reino, que se hallaba por medio de la paz, y por haber alanzado de sí la impiedad arriana,

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colmado de bienes, que con los estudios de la sabiduría y con procurar que la religion se conservase en su puridad; que para todo eran muy a propósito los libros. de los padres antiguos. Llegó Tajo á Roina, propuso su embajada. Descaba el Papa darle contento y coinplacer al Rey; pero habia sucedido en Roma lo mismo que en España, que casi no quedaba memoria de aquellos libros. Era cosa larga revolver todos los papeles y archivos; dilatábase el negocio de dia en dia, ora alegaban una ocasion de la tardanza, ora otra. Visto el Obispo que todo era palabras y que no se descubria camino para alcanzar lo que pretendia, acudió á Díos con muy ferviente oracion; suplicóle no permitiese que tan grandes trabajos fuesen en vano, que ayudase benignamente los piadosos intentos de su Rey; pasó toda la noche en estas plegarias. Acudió nuestro Señor á su demanda, señalóle el lugar en que tenian guardados los escritos de san Gregorio, con que se efectuó todo lo que deseaba. Hobo fama, y el mismo Tajo lo testifica en una carta que escribió en esta razon, que el mismo san Gregorio le apareció y reveló lo que tanto deseaba saber. Por el mismo tiempo comenzó á correr en España la fama de Fructuoso. Trocó la vida de señor, que las historias de aquel tiempo llaman senior, por ser de la real sangre de los godos y su padre duque, en la flor de su edad, con la vida de particular y de monje. Tuvo por maestro al principio á Tonancio, obispo de Palencia. Llegado á mayor edad, con deseo de mas perfeccion se fué á vivir al desierto en aquella parte que hoy llaman el Vierzo, donde de su mismo patrimonio adelante edificó un monasterio de. monjes con la advocacion de los mártires Jasto y Pastor. Cerca de Complútica, á las haldas del monte Irago, se ven los rastros deste monasterio, y en la iglesia catedral de Astorga, de do cae no léjos aquel sitio, entre las demás dignidades se cuenta el abad complutense, ca despues que aquel monasterio fué en el tiempo adelante destruido, se ordenó que aquella abadía fuese dignidad de Astorga. De un privilegio que dió el rey Ramiro el Tercero á la dicha iglesia de Astorga se entiende que el rey Chindaṣvinto ayudó con muchas posesiones y preseas que, dió á Fructuoso para la fundacion y dotacion de aquel monasterio. Demás desto, porque en el primer monasterio no cabia tanta muchedumbre de religiosos como cada dia acudian á la fama de Fructuoso y de su santidad, fundó él mismo allí cerca otro monasterio con advocacion de San Pedro, en un sitio rodeado por todas partes de montes y arboledas muy frescas. Deste convento, en tiempo del rey Wamba, fué prelado el abad Valerio, cuyo libro se conserva hasta hoy con título de la Vana sabiduria del siglo, sin otras algunas obras suyas en prosa y en verso, que dan muestra de su ingenio, piedad y doctrina. Este monasterio reedificó adelante y le ensanchó Genadio, obispo de Astorga, año del Señor de 906, como se entiende por la letra de una piedra que está en la misma puerta del claustro, por donde de la iglesia se pasa al monasterio. Otro tercero monasterio edificó Fructuoso en la isla de Cádiz, y el cuarto en tierra firme, nueve leguas de aquellas riberas, sin otros que en diversos lugares fundó, así de varones como de mujeres. Entre las vírgenes Benedicta tuvo el primer lugar, y fué muy señalada, porque dejado el esposo á quien estaba prometida, persona rica

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y muy noble, con deseo de conservar la virginidad acudió al amparo de Fructuoso. Esto pasaba en España en lo postrero de la edad del rey Chindasvinto, cuando él, con intento de asegurar y continuar el reino en su familia, de que se apoderara por fuerza, nombró por su compañero en él á su hijo Flavio Recesvinto, el año de Cristo de 648, despues de haber reinado solo y sin compañero por espacio de seis años, ocho meses y veinte dias. Despues desto, aunque vivió tres años, cuatro meses y once dias, pero este tiempo se cuenta en el reinado de su hijo, á causa que por su mucha edad le dejaba todo el gobierno. Falleció Chindasvinto en Toledo de enfermedad, ó como otros dicen, con yerbas que le dieron. Su cuerpo y el de la reina Riciberga, su mujer, sepultaron en el monasterio de San Roman, que hoy se llama de Hormisga, y está á la ribera del rio Duero, entre Toro y Tordesillas. Fundőle este mismo Rey para su entierro y sepultarse en él, Cose hiza.

CAPITULO IX.

De tres concilios de Toledo.

Era por estos tiempos arzobispo de Toledo Engenio III, sucesor del otro Eugenio. Fué discípulo de Helladio, come lo fueron los otros tres arzobispos que le precedieron. Siendo mas mozo, con deseo de darse á las letras dejó en la iglesia de Toledo un lugar principal que tenia entre los demás ministros de aquel templo, y tomó el hábito de mouje en Santa Engracia de Zaragoza. Por muerte de Eugenio !I le sacaron del mó◄ nasterio casi por fuerza para que tomase el gobierno de la iglesia de Toledo. Corrigió el canto eclesiático y le redujo á mejor formà, ca estaba estragado con el tiempo y mudado de lo que solia ser antiguamente. Compuso un libro De Trinitate, y á la obra de Draconcio, que en verso heróico, á manera de paráfrasi, declará el principio del Génesis y la creacion del mundo, añadió Eugenio la declaracion del dia seteno que falta ba. Destos versos y de otras epígramas suyas, que hasta nuestra era se han conservado, se entiende que tuvo letras y ingenio y eradicion no pequeña para aquellos tiempos. Entre aquellas epigramas están los epitafios. de los rey y reina Chindasvintó y Riciberga, si bien son algo groseros, mas á causa de lo poco que en aquella edad se sabia que por falta del mismo Eugenio. Algunos dicen que fué tio de san Ilefonso, hermano de su madre. Otros lo tienen por falso; paréceles que si esto fuera así, ó el mismo san Ilefonso ó san Julian, en lo que añadieron á los Claros varones de san Isidorò, hicieran mencion de cosa tan señalada. Algunos martirologios ponen á este prelado en el número de los demás santos, y señalan su dia á 13 de noviembre, por el cual camino van tambien algunas personas eruditas. Hace contra esto que en el Martirologio de Toledo, en que parece se debia principalmente poner, no está; en fin, este punto ni por la una parte ni por la otra está averiguado bastantemente. Demás desto, sospecho yo que Eugenio III fué el que se halló y firmó en el Concilio próximo pasado de Toledo. Muéveme á pensar estó ver que Antonio, arzobispo de Sevilla, que poco antes fué elegido, en las firmas le precedia para muestra de que era mas antiguo prelado. En tiempo deste prelado, sin du

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da á instancia del rey Recesvinto, se juntó en Toledo otro nuevo Concilio, que entre los de aquella ciudad se cuenta por el octavo. Era grande el celo que este Rey tenia y la aficion á las cosas eclesiásticas; ocupábase en revolver los libros sagrados, hallábase en las disputas que en materia de religion se hacian; para adornar los templos y aumentar el culto divino no cesaba de darles oro, piedras preciosas, brocados y sedas, en que parece pretendia imitar el ejemplo de su padre. Acudieron cincuenta y dos obispos; juntáronse en la Basílica de San Pedro y San Pablo á 16 de diciembre, año de 653. Hállóse el Rey aquel dia presente en la junta, y despues de haber delante los padres dicho algunas palabras, presentó un memorial. En él estaba en primer lugar la profesion de la fe católica; despues desto amonestaba y rogaba á los prelados que no solo determinasen lo que concernia á, las cosas sagradas, sino tambien diesen órden en el estado del reino, quier fuese con reformar las leyes antiguas, quier con añadir ó quitar las que les pareciese; lo mismo pide tambien á los grandes del reino, aquellos que por la costumbre recebida se debian hallar en los concilios. En particular pide determinen qué se debe hacer de los judíos, que, recebida la religion cristiana por la fuerza que los reyes pasados les hicieron, todavía perseveraban en sus antiguos ritos y ceremonias. Fué así, que los judíos presentaron una peticion, que hasta hoy dia está en el Fuero Juzgo entre las demás leyes de los godos; contenia en sustancia que, dado que el rey Chintila los forzó á hacerse cristianos, querian renunciar el sábado y las demás ceremonias de la ley vieja; solamente se les hacia mal el comer carne de puerco, y esto mas porque su estómago no lo llevaba, por no estar acostumbrados á tal vianda, que por escrúpulo de conciencia; y todavía, para muestra de su intencion, se ofrecian de comer otros manjares guisados con ella. Este memorial del Rey, que tenia inserta la dicha peticion, se leyó en el Concilio. Fué grande la alegría de los obispos por ver el buen celo del Rey. Trataron entre sí lo que debian hacer, y por comun acuerdo ordenaron doce cánones, en que satisficieron bastantemente á todo lo que el Rey pretendia. Demás desto, declararon que los votos y juramentos ilícitos no obligan. En el tiempo de la Cua< resma, cuando por antigua costumbre todos ayunan, mandaron que nadie comiese carne sin evidente necesidad. Por la revuelta de los tiempos, cuando se apoderaba del reino, no el que tenia mejor derecho, sino el que era mas poderoso, los reyes pasados habian impuesto sobre el pueblo grandes y pesados tributos. Interpusieron los padres su autoridad conforme a lo que el Rey les concediera, y reformaron todas estas imposiciones, y redujeronlas á menor cuantía y mas tolerable. Consideraban que nunca es seguro el poder cuando es demasiado, que las cosas moderadas duran y son perpetuas, y que los príncipes no son bastantes para contrastar con el aborrecimiento del pueblo si se enciende mucho contra ellos. Por conclusion, como quier que muchos estuviesen quejosos del padre deste Rey y pretendiesen les habia hecho agravio y quitado injustamente sus haciendas, ordenóse que el rey Recesvinto tomase posesion de la herencia y bienes paternos con tal condicion, que estuviese á justicia con los que pretendian estar agraviados y despojados injustamente, y

oidas las partes, se les diese la satisfaccion conveniente. En este Concilio se asentaron y firmaron en primer lugar cuatro arzobispos por este órden: Oroncio, de Mérida; Antonio, de Sevilla; Eugenio, de Toledo; Potamio, de Braga. Despues destos los demás obispos por su órden; entre los demás fué uno Bacauda, obispo de Egabro, es á saber, de Cabra, lugar en que en el cementerio de San Juan se lee hasta hoy su nombre grabado en un mármol blanco; que debió hallarse este prelado á la consagracion de aquel templo ó de otro alguno en que se halló aquella piedra, cuya consagracion fué el año de 650 por el mes de mayo. Es tambien de considerar que en el Concilio firmaron los abades, cosa extraordinaria y no muy conforme á derecho ; y en este número fué uno san Ilefonso, á la sazon abad agaliense. Firmaron asimismo los grandes, así duques como condes, y personas que tenian algun cargo en el reino, cosa aun menos usada y contra el derecho comun; pero no hay que maravillarse, porque estos concilios de Toledo fueron como Cortes generales del reino, en que se trataba, no solo de las cosas eclesiásticas, sino tambien del gobierno seglar. Pasados otros dos años, el de nuestra salvacion de 633, por órden del mismo Rey se juntaron en la misma ciudad de Toledo diez y seis obispos para celebrar el noveno concilio de Toledo. Fué la junta á 1.o de noviembre en la Basilica de Santa María Virgen; publicaron en ella diez y siete decretos sobre materias diferentes. No se hallaron los demás arzobispos y metropolitanos; por su ausencial tuvo el primer lugar Eugenio, arzobispo de Toledo. No paró en esto el cuidado del Rey, porque luego el año siguiente, á 1.o de diciembre, se juntaron en la dicha ciudad veinte obispos para celebrar otro Concilio, que fué el deceno entre los de Toledo. La cosa de mayor consideracion que decretaron, fué que la fiesta de la Anunciacion, cuando el Hijo de Dios se vistió de nuestra carne para nuestro remedio, y se celebraba á 25 de marzo, por ser ordinariamente tiempo de Cuaresma, en que se hace memoria de la muerte y pasion de Cristo, se trasladase á 18 de diciembre; lo cual desde entonces se guarda en toda España, sin embargo que tambien se celebra la otra fiesta de marzo al use romano. La fiesta de diciembre llama comunmente el vulgo nuestra Señora de la O, y los libros eclesiásticos le ponen nombre de la Expectacion. Lo que se ha contado es la verdad puntualmente. Mandaron otrosí que las virgenes consagradas á Dios, que llaman beatas en el mismo Concilio, trajesen un velo negro ó rojo, como señal para ser conocidas. Tratóse asimismo la causa de Potamio, obispo de Braga, que por haber caido en flaqueza de la carne fué depuesto, dejándole solamente el nombre de obispo, que fué despojarle del lugar y no de la dignidad. Templaron desta manera el castigo por confesar él mismo de su voluntad su delito y por la penitencia que hiciera por espacio de nueve meses en el vestido y en la comida con deseo de alcanzar misericordia de Dios. En su lugar fué puesto Fructuoso, de abad de Cómpluto el tiempo pasado electo en obispo dumiense, y al presente como arzobispo de Braga firma despues de los arzobispos Eugenio, de Toledo, y Fcgitivo, de Sevilla, en tercer lugar y el postrero. Tratóse del testamento de san Martin, obispo en otro tiempo dumiense, en que nombró por albaceas á los reyes

dano y natural. En las letras tuvo por maestro á Eugenio III, por ser, como era, persona docta, y aun algunos sospechan y arriba se tocó, deudo suyo. La fama de san Isidoro, arzobispo de Sevilla, volaba por todas partes, y el cuidado que tenia en enseñar la juventud era muy señalado. Por esta causa san Ilefonso fué á Sevilla para estar en el colegio fundado para este efecto por aquel Santo. Alli se entretuvo en el estudio de las letras hasta tanto que fué bastantemente instruido en las artes liberales, de cuya erudicion y doctrina dan muestra los muchos libros que adelante escribió. Juliano, su sucesor, dice que el mismo san Ilefonso los juntó y puso en tres cuerpos. Son ellos de mucha doctrina y llenos de sentencias muy graves; mas el estilo, conforme á la costumbre de aquellos tiempos, es mas redundante que preciso y elegante. Acabados sus es

sucvos; y porque los reyes godos se apoderaron de aquel reino, esta y las demás cargas y derechos de aquellos príncipes les incumbian. Hallábase el Rey perplejo sobre este caso; consultó con los prelados del Concilio lo que se debia hacer; ellos remitieron la determinacion de todo esto á Fructuoso, el nuevo obispo de Braga, cuya santidad y virtudes fueron tan señaladas en aquel tiempo, que en España le tienen por santo; y en particular las diócesis de Braga, de Ebora y de Santiago celebran su fiesta á 16 dias del mes de abril. Su cuerpo fué sepultado en un monasterio que él mismo edificó entre Dumio y Braga, ciudades cuyo prelado fué. Dende, como quinientos años adelante por órden de don Diego Gelmirez, primer arzobispo de Santiago, le trasladaron á aquella iglesia. Muchos fueron los milagros que nuestro Señor hizo por su medio despues de su muerte; dellos, en gran parte, hizo memo-tudios y vuelto á Toledo, sin embargo que eran granria y historia particular Paulo, diácono emeritense, que en este lugar no seria á propósito relatarlos. Por este mismo tiempo floreció santa Irene, virgen de Portugal; dióle la muerte un hombre, llamado Britaldo, porque nunca quiso casarse con él ni consentir con sus locos amores; y porque el caso no se descubriese la cchó en el rio Nabanis, que pasa por Nabancia, patria desta Santa Virgen. Buscaron su cuerpo con diligencia; halláronle junto á la ciudad que entonces se llamaba Scalabis. Dicese que por milagro se apartaron las aguas del rio Tajo en aquella parte por donde el rio Nabanis se junta con él, y que los que buscaban á la virgen á pié enjuto la hallaron en medio de aquel rio en un sepulcro fabricado por mano de los ángeles; que fué causa que la devocion desta vírgen se extendió muy en breve por toda aquella comarca de tal suerte, que por este respeto aquel pueblo mudó el nombre que antes tenia de Scalabis, y del nombre de aquella virgen se llamó Santaren. Nabancia quieren los doctos que sea la villa de Tomar, muy conocida en Portugal por ser asiento de la caballería de Cristus, la mas principal de aquel reino.

CAPITULO X.

De la vida de san Ilefonso.

El año noveno del reinado de Recesvinto, en que del nacimiento de Cristo se contaban 657, Eugenio III, arzobispo de Toledo, pasó desta vida. Por su muerte pusieron en su lugar á Ilefonso, á la sazon abad agaliense, persona de muy santa vida, lo cual y sus muchas letras y doctrina y la grande prudencia de que era dotado fueron parte para que fuese estimado del clero, de los principales y del pueblo y le tuviesen por digno para encomendalle el gobierno espiritual de su ciudad. Fué natural de Toledo, nacido de noble linaje; su pa→ dre se llamó Estéban, su madre Lucía. Tiénese ordinariamente por tradicion que vivian en lo mas alto de la ciudad en unas casas principales, que de lance en lance vinieron con el tiempo á poder de los condes de Orgaz, y dellos los años pasados las compraron los religiosos de la compañía de Jesus, y por devocion de san Hlefonso dieron á ellas, y en particular á la iglesia, la advocacion deste Santo; en que los antepasados parece faltaron, pues era razon hobiese en aquella ciudad algun templo con nombre de san Ilefonso, su ciuda➡

des las esperanzas que todos tenian dél, y lo mucho que se prometian de su nobleza, de su doctrina y virtudes, pospuesto todo lo al, con deseo de mas perfeccion y de seguir vida mas segura, se determinó dejar el regalo de su casa y tomar el hábito de monje en el monasterio agaliense. No se pudo esto negociar tan secretamente que su padre no lo entendiese. Procuró apartarle de aquel propósito, y aun el mismo dia que iba á tomar el hábito fué en pos dél y entró en el monasterio en busca de su hijo; andúvole todo, mas no pudo encontrar con él, porque el Santo, como viese á su padre de léjos y sospechase lo que era y su saña, torció el camino y se metió y estuvo detrás de un vallado hasta tanto que su padre dió la vuelta á su casa sin efectuar lo que pretendia. El monasterio agaliense estuvo asentado no léjos de la ciudad de Toledo á la parte de septentrion. Tenia nombre de San Julian, como todo se entiende de Máximo, obispo de Zaragoza que fué por este tiempo. En el Concilio toledano undécimo firma Gratino, abad de San Cosme y San Damian, y poco despues Avila, abad agaliense de San Julian. Dúdase en qué sitio estuvo este monasterio agaliense. Los pareceres son varios. La resolucion es en este punto y lo cierto que hubo dos monasterios en Toledo, ambos de benitos y ambos á la ribera de Tajo y á la parte de septentrion, por donde el dichorio corre, como se ve en la caida que hace desde el aserradero por la puente de Alcántara de septentrion á mediodía. Demás que la puente por do se iba á la huerta del Rey estaba mas abajo de la que hoy se ve, y por consiguiente la dicha huerta con el rio le caia á la parte del septentrion. El uno destos dos monasterios se llamaba de San Julian, que era su advocacion, y por otro nombre se llamó agaliense, de un arrabal donde estaba, llamado Agalia. Caia muy cerca de Toledo, solos docientos y cincuenta pasos, que hacen mil y docientos y cincuenta piés, distante de la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. El otro monasterio se intitulaba de San Cosme y San Damian, distante de Toledo dos millas, que hacen media legua. Todo esto dice Máximo, obispo de Zaragoza, en las adiciones á Dextro. San Ilefonso fué abad primero en San Cosme y San Damian, siendo diácono; y desta eleccion habla Cijila, y aun dice pasó mucho tiempo hasta que adelante fué arzobispo. En este medio fué asimismo abad agaliense. Y desta eleccion y cargo habla Juliano en la vida deste Santo, con que quedan

concertados Máximo, Cijila y Juliano. En la huerta de los Chapiteles, parte de la huerta del Rey, hay claros rastros de que fué monasterio, que debió ser la parte mas principal del agaliense, y pasado los tejares hay una dehesa, y en ella una casa grande y antigua, que sospecho yo por la distancia fué el otro monasterio, y aun dello hay buenas señales. La pretoriense de San Pedro y San Pablo creo yo fué San Pablo á la caida de la alhóndiga, donde estuvieron los padres dominicos por casi docientos años. La palabra pretoriense quiere decir iglesia del campo, San Pablo está fuera de los dos muros de Toledo. Ayuda el nombre de San Pablo, que el de San Pedro se debió con el tiempo dejar por abreviar. Desta iglesia, que en un tiempo fué muy principal y las ruinas lo muestran, y en ella se celebró el concilio décimotercio deToledo, hasta la huerta del Rey, que debió ser toda del monasterio agaliense por donacion del reyAtanagildo,su fundador, hay los docientos y cincuenta pasos que dice Máximo, si bien los monjes tenian otra huerta particular, cercada de piedra con sus estribos contra las crecientes del rio, la cual se ve hoy pegada con la casa que llaman de los Chapiteles. Del nombre del monasterio ó del arrabal donde estuvo quedó el que hoy tienen los palacios de Galiana, á lo que parece; que lo que el vulgo dice de la mora Galiana son consejas y patrañas. Tomó pues san Ilefonso como deseaba el hábito de monje, cuyo intento últimamente, aunque con dificultad, aprobó su padre, en especial por las amonestaciones de su mujer, que afirmaba haber por oraciones alcanzado de Dios despues de larga esterilidad aquel hijo, y que para alcanzarle hizo voto de dedicarle á nuestro Señor; que volviesen á Dios lo que de su Majestad recibieran; que era mas sano consejo carecer del hijo por un poco de tiempo que, con hacerle volver atrás de su intento, incurrir en ofensa de Dios y ser atormentados con perpetuos escrúpulos de la conciencia. Fué tanto lo que en aquel monasterio se adelantó san Ilefonso en todo género de virtud, que dentro de pocos años le encomendaron el gobierno de aquellos monjes por muerte de Adeodato, despues de Heladio, Justo y Richila, abad de aquel monasterio. En el tiempo que fué abad, ya muertos sus padres, fundó de su patrimonio en una heredad suya, llamada Debiense, un monasterio de monjas. Este monasterio dice Juliano, el archipreste, estaba veinte y cuatro millas de Toledo, cerca de Illescas. Poco adelante, por muerte de Eugenio III, como queda dicho, fué elegido en arzobispo de Toledo, dignidad y oficio en que se señaló grandemente, y parecia aventajarse á sí mismo y ser mas que hombre mortal. ¿Quién será tan elocuente y de ingenio tan grande que pueda dignamente poner por escrito las cosas deste Santo y de tal manera contar sus obras y grandezas, que parezcan, no cosas fingidas, sino, como lo fueron, verdaderas? Quién de ánimo tan sencillo que se persuada á dar crédito á cosas tan extraordinarias y maravillosas? Fué así, que dos hombres llamados Pelagio y Helvidio, por la parte de la Gallia Gótica venidos en España, decian y enseñaban que la Madre de Dios no fué perpetuamente vírgen. San Ilefonso, porque esta locura y atrevimiento no fuese en aumento, acudió á hacerles resistencia y disputar con ellos, parte con un libro que compuso, en que defiende lo contrario, parte con diversas disputas que con ellos tuvo. Con esta di

ligencia se reprimió la mala semilla de aquel error y se desbarataron los intentos de aquellos dos hombres malvados. El premio deste trabajo fué una vestidura traida del cielo. La misma noche antes de la fiesta de la Anunciacion, que poco antes ordenaron los obispos se celebrase en el mes de diciembre, como fuese á maitines y en su compañía muchos clérigos, al entrar de la iglesia vieron todos un resplandor muy grande y maravilloso. Los que acompañaban al Santo, vencidos del grande espanto, huyeron todos; solo él pasó adelante, y púsose de rodillas delante el altar mayor. Aili vió con sus ojos en la cátedra en que solia él enseñar al pueblo á la Madre de Dios con representacion de majestad mas que humana. La cual le habló desta maneral: «El premio de la virginidad que has conservado en tu cuerpo, junto con la puridad de la mente y el ardor de la fe y de haber defendido nuestra virginidad, será este don traido del tesoro del cielo. » Esto dijo, y juntamente con sus sagradas manos le vistió una vestidura con que le mandó celebrase las fiestas de su Hijo y suyas. Los que le acompañaban, sosegado algun tanto el miedo, vueltos en sí y animados, llegaron do su prelado estaba á tiempo que ya toda aquella vision era pasada y desaparecida; halláronle casi sin sentido, que el miedo y la admiracion le quitaron con la habla; solos sus ojos eran como fuentes, y se derretian en lágrimas por no poder hablar á la Virgen y dalle las gracias de tan señalado beneficio. Cijila, sucesor de Ilefonso, refiere todo esto como oido de Urbano, que fué tambien arzobispo de Toledo, y de Evancio, que fué arcediano de la misma iglesia, personas que, conforme á la razon de los tiempos y de su edad, se pudieron hallar presentes al milagro. Las palabras de la Virgen que refiere Cijila son estas: «Apresúrate y acércate, carísimo siervo de Dios, recibe este pequeño don de mi mano, que te traigo del tesoro de mi Hijo.» La piedra en que la gloriosa Virgen puso los piés está hoy dia en la misma entrada de aquel templo, con una reja de hierro para memoria de cosa tan grande. Demás desto, el mismo año, como parece lo siente Cijila, ó como otros sospechan el luego siguiente, á 9 dias de diciembre, dia de santa Leocadia, sucedió otro milagro no menos señalado que el pasado. Acudió el pueblo á la iglesia de Santa Leocadia, do estaba el sepulcro de aquella vírgen; halláronse presentes el Rey y el Arzobispo. Alzóse de repente la piedra. del sepulcro, tan grande, que apenas treinta hombres muy valientes la pudieran mover; salió fuera la Santa Vírgen, tocó la mano de san Ilefonso, díjole estas palabras: «llefonso, por ti vive mi Señora.» El pueblo con este espectáculo estaba atónito y como fuera de sí. Ilefonso no cesaba de decir alabanzas de la vírgen Leocadia. Encomendóle eso mismo la guarda de la ciudad y del Rey; y porque la Vírgen se retiraba húcia el sepulcro, con deseo que quedase para adelante memoria de hecho tan grande, con un cuchillo que para este efecto le dió el mismo Rey, le cortó una parte del velo que llevaba sobre la cabeza; el velo juntamente con el cuchillo hasta el dia de hoy se conserva en el sagrario de la iglesia Mayor entre las demás reliquias. Desde este tiempo y por ocasion destos milagros dicen que el Padre Santo quiso ser canónigo de Toledo. En señal desto hasta hoy dia la noche de Navidad le penan como á los otros prebendados ausentes. Grande fué la autoridad y crédito

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