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da á instancia del rey Recesvinto, se juntó en Toledo otro nuevo Concilio, que entre los de aquella ciudad se cuenta por el octavo. Era grande el celo que este Rey tenia y la aficion á las cosas eclesiásticas; ocupábase en revolver los libros sagrados, hallábase en las disputas que en materia de religion se hacian; para adornar los templos y aumentar el culto divino no cesaba de darles oro, piedras preciosas, brocados y sedas, en que parece pretendia imitar el ejemplo de su padre. Acudieron cincuenta y dos obispos; juntáronse en la Basílica de San Pedro y San Pablo á 16 de diciembre, año de 633. Hallóse el Rey aquel dia presente en la junta, y despues de haber delante los padres dicho algunas palabras, presentó un memorial. En él estaba en primer lugar la profesion de la fe católica; despues desto amonestaba y rogaba á los prelados que no solo determinasen lo que concernia á las cosas sagradas, sino tambien diesen órden en el estado del reino, quier fuese con reformar las leyes antiguas, quier con añadir ó quitar las que les pareciese; lo mismo pide tambien á los grandes del reino, aquellos que por la costumbre recebida se debian hallar en los concilios. En particular pide determinen qué se debe hacer de los judíos, que, recebida la religion cristiana por la fuerza que los reyes pasados les hicieron, todavía perseveraban en sus antiguos ritos y ceremonias. Fué así, que los judíos presentaron una peticion, que hasta hoy dia está en el Fuero Juzgo entre las demás leyes de los godos; contenia en sustancia que, dado que el rey Chintila los forzó á hacerse cristianos, querian renunciar el sábado y las demás ceremonias de la ley vieja; solamente se les hacia mal el comer carne de puerco, y esto mas porque su estómago no lo llevaba, por no estar acostumbrados á tal vianda, que por escrúpulo de conciencia; y todavía, para muestra de su intencion, se ofrecian de comer otros manjares guisados con ella. Este memorial del Rey, que tenia inserta la dicha peticion, se leyó en el Concilio. Fué grande la alegría de los obispos por ver el buen celo del Rey. Trataron entre sí lo que debian hacer, y por comun acuerdo ordenaron doce cánones, en que satisficieron bastantemente á todo lo que el Rey pretendia. Demás desto, declararon que los votos y juramentos ilícitos no obligan. En el tiempo de la Cuaresma, cuando por antigua costumbre todos ayunan, mandaron que nadie comiese carne sin evidente necesidad. Por la revuelta de los tiempos, cuando se apoderaba del reino, no el que tenia mejor derecho, sino el que era mas poderoso, los reyes pasados habian impuesto sobre el pueblo grandes y pesados tributos. Interpusieron los padres su autoridad conforme á lo que el Rey les concediera, y reformaron todas estas imposiciones, y redujeronlas á menor cuantía y mas tolerable. Consideraban que nunca es seguro el poder cuando es demasiado, que las cosas moderadas duran y son perpetuas, y que los príncipes no son bastantes para contrastar con el aborrecimiento del pueblo si se cnciende mucho contra ellos. Por conclusion, como quier que muchos estuviesen quejosos del padre deste Rey y pretendiesen les habia hecho agravio y quitado injustamente sus haciendas, ordenóse que el rey Recesvinto tomase posesion de la herencia y bienes paternos con tal condicion, que estuviese á justicia con los que pretendian estar agraviados y despojados injustamente, y

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oidas las partes, se les diese la satisfaccion conveniente. En este Concilio se asentaron y firmaron en primer lugar cuatro arzobispos por este órden: Oroncio, de Mérida; Antonio, de Sevilla; Eugenio, de Toledo; Potamio, de Braga. Despues destos los demás obispos por su órden; entre los demás fué uno Bacauda, obispo de Egabro, es á saber, de Cabra, lugar en que en el cementerio de San Juan se lee hasta hoy su nombre grabado en un mármol blanco; que debió hallarse este prelado á la consagracion de aquel templo ó de otro alguno en que se halló aquella piedra, cuya consagracion fué el año de 650 por el mes de mayo. Es tambien de considerar que en el Concilio firmaron los abades, cosa extraordinaria y no muy conforme á derecho; y en este número fué uno san Ilefonso, á la sazon abad agaliense. Firmaron asimismo los grandes, así duques como condes, y personas que tenian algun cargo en el reino, cosa aun menos usada y contra el derecho comun; pero no hay que maravillarse', porque estos concilios de Toledo fueron como Cortes generales del reino, en que se trataba, no solo de las cosas eclesiásticas, sino tambien del gobierno seglar. Pasados otros dos años, el de nuestra salvacion de 635, por órden del mismo Rey se juntaron en la misma ciudad de Toledo diez y seis obispos para celebrar el noveno concilio de Toledo. Fué la junta á 1.o de noviembre en la Basilica de Santa María Vírgen; publicaron en ella diez y siete decretos sobre materias diferentes. No se hallaron los demás arzobispos y metropolitanos; por su ausencia tuvo el primer lugar Eugenio, arzobispo de Toledo. No paró en esto el cuidado del Rey, porque luego el año siguiente, á 1.o de diciembre, se juntaron en la dicha ciudad veinte obispos para celebrar otro Concilio, que fué el deceno entre los de Toledo. La cosa de mayor consideracion que decretaron fué que la fiesta de la Anunciacion, cuando el Hijo de Dios se vistió de nuestra carne para nuestro remedio, y se celebraba á 23 de marzo, por ser ordinariamente tiempo de Cuaresma, en que se hace memoria de la muerte y pasion de Cristo, se trasladase á 18 de diciembre; lo cual desde entonces se guarda en toda España, sin embargo que tambien se celebra la otra fiesta de marzo al use romano. La fiesta de diciembre llama comunmente el vulgo nuestra Señora de la O, y los libros eclesiásticos le ponen nombre de la Expectacion. Lo que se ha contado es la verdad puntualmente. Mandaron otrosi que las vírgenes consagradas á Dios, que llaman beatas en el mismo Concilio, trajesen un velo negro ó rojo, como señal para ser conocidas. Tratóse asimismo la causa de Potamio, obispo de Braga, que por haber caido en flaqueza de la carne fué depuesto, dejándole solamente el nombre de obispo, que fué despojarle del lugar y no de la dignidad. Templaron desta manera el castigo por confesar él mismo de su voluntad su delito y por la p2nitencia que hiciera por espacio de nueve meses en el vestido y en la comida con deseo de alcanzar misericordia de Dios. En su lugar fué puesto Fructuoso, de abad de Cómpluto el tiempo pasado electo en obispo dumiense, y al presente como arzobispo de Braga firma despues de los arzobispos Eugenio, de Toledo, y Fugitivo, de Sevilla, en tercer lugar y el postrero. Tratóse del testamento de san Martin, obispo en otro tiempo dumiense, en que nombró por albaceas á los reyes

suevos; y porque los reyes godos se apoderaron de aquel reino, esta y las demás cargas y derechos de aquellos príncipes les incumbian. Hallábase el Rey perplejo sobre este caso; consultó con los prelados del Concilio lo que se debia hacer; ellos remitieron la determinacion de todo esto á Fructuoso, el nuevo obispo de Braga, cuya santidad y virtudes fueron tan señaladas en aquel tiempo, que en España le tienen por santo; y en particular las diócesis de Braga, de Ebora y de Santiago celebran su fiesta á 16 dias del mes de abril. Su cuerpo fué sepultado en un monasterio que él mismo edificó entre Dumio y Braga, ciudades cuyo prelado fué. Dende, como quinientos años adelante por órden de don Diego Gelmirez, primer arzobispo de Santiago, le trasladaron á aquella iglesia. Muchos fueron los milagros que nuestro Señor hizo por su medio despues de su muerte; dellos, en gran parte, hizo memo- . ria y historia particular Paulo, diácono emeritense, que en este lugar no seria á propósito relatarlos. Por este mismo tiempo floreció santa Irene, vírgen de Portugal; dióle la muerte un hombre, llamado Britaldo, porque nunca quiso casarse con él ni consentir con sus locos amores; y porque el caso no se descubriese la echó en el rio Nabanis, que pasa por Nabancia, patria desta Santa Vírgen. Buscaron su cuerpo con diligencia; halláronle junto á la ciudad que entonces se llamaba Scalabis. Dicese que por milagro se apartaron las aguas del rio Tajo en aquella parte por donde el rio Nabanis se junta con él, y que los que buscaban á la vírgen á pié enjuto la hallaron en medio de aquel rio en un sepulcro fabricado por mano de los ángeles; que fué causa que la devocion desta vírgen se extendió muy en breve por toda aquella comarca de tal suerte, que por este respeto aquel pueblo mudó el nombre que antes tenia de Scalabis, y del nombre de aquella vírgen se llamó Santaren. Nabancia quieren los doctos que sea la villa de Tomar, muy conocida en Portugal por ser asiento de la caballería de Cristus, la mas principal de aquel reino.

CAPITULO X.

De la vida de san Ilefonso.

El año noveno del reinado de Recesvinto, en que del nacimiento de Cristo se contaban 657, Eugenio III, arzobispo de Toledo, pasó desta vida. Por su muerte pusieron en su lugar á Ilefonso, á la sazon abad agaliense, persona de muy santa vida, lo cual y sus muchas letras y doctrina y la grande prudencia de que era dotado fueron parte para que fuese estimado del clero, de los principales y del pueblo y le tuviesen por digno para encomendalle el gobierno espiritual de su ciudad. Fué natural de Toledo, nacido de noble linaje; su padre se llamó Estéban, su madre Lucía. Tiénese ordinariamente por tradicion que vivian en lo mas alto de la ciudad en unas casas principales, que de lance en lance vinieron con el tiempo á poder de los condes de Orgaz, y dellos los años pasados las compraron los religiosos de la compañía de Jesus, y por devocion de san llefonso dieron á ellas, y en particular á la iglesia, la advocacion deste Santo; en que los antepasados parece faltaron, pues era razon hobiese en aquella ciudad algun templo con nombre de san Ilefonso, su ciuda❤

dano y natural. En las letras tuvo por maestro á Eugenio III, por ser, como era, persona docta, y aun algunos sospechan y arriba se tocó, deudo suyo. La fama de san Isidoro, arzobispo de Sevilla, volaba por todas partes, y el cuidado que tenia en enseñar la juventud era muy señalado. Por esta causa san Ilefonso fué á Sevilla para estar en el colegio fundado para este efecto por aquel Santo. Alli se entretuvo en el estudio de las letras hasta tanto que fué bastantemente instruido en las artes liberales, de cuya erudicion y doctrina dan muestra los muchos libros que adelante escribió. Juliano, su sucesor, dice que el mismo san Ilefonso los juntó y puso en tres cuerpos. Son ellos de mucha doctrina y llenos de sentencias muy graves; mas el estilo, conforme á la costumbre de aquellos tiempos, es mas redundante que preciso y elegante. Acabados sus estudios y vuelto á Toledo, sin embargo que eran grandes las esperanzas que todos tenian dél, y lo mucho que se prometian de su nobleza, de su doctrina y virtudes, pospuesto todo lo al, con deseo de mas perfeccion y de seguir vida mas segura, se determinó dejar el regalo de su casa y tomar el hábito de monje en el monasterio agaliense. No se pudo esto negociar tan secretamente que su padre no lo entendiese. Procuró apartarle de aquel propósito, y aun el mismo dia que iba á tomar el hábito fué en pos dél y entró en el monasterio en busca de su hijo; andúvole todo, mas no pudo encontrar con él, porque el Santo, como viese á su padre de léjos y sospechase lo que era y su saña, torció el camino y se metió y estuvo detrás de un vallado hasta tanto que su padre dió la vuelta á su casa sin efectuar lo que pretendia. El monasterio agaliense estuvo asentado no léjos de la ciudad de Toledo á la parte de septentrion. Tenia nombre de San Julian, como todo se entiende de Máximo, obispo de Zaragoza que fué por este tiempo. En el Concilio toledano undécimo firma Gratino, abad de San Cosme y San Damian, y poco despues Avila, abad agaliense de San Julian. Dúdase en qué sitio estuvo este monasterio agaliense. Los pareceres son varios. La resolucion es en este punto y lo cierto que hubo dos monasterios en Toledo, ambos de benitos y ambos á la ribera de Tajo y á la parte de septentrion, por donde el dichorio corre, como se ve en la caida que hace desde el aserradero por la puente de Alcántara de septentrion á mediodía. Demás que la puente por do se iba á la huerta del Rey estaba mas abajo de la que hoy se ve, y por consiguiente la dicha huerta con el rio le caia á la parte del septentrion. El uno destos dos monasterios se llamaba de San Julian, que era su advocacion, y por otro nombre se llamó agaliense, de un arrabal donde estaba, llamado Agalia. Caia muy cerca de Toledo, solos docientos y cincuenta pasos, que hacen mil y docientos y cincuenta piés, distante de la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo. El otro monasterio se intitulaba de San Cosme y San Damian, distante de Toledo dos millas, que hacen media legua. Todo esto dice Máximo, obispo de Zaragoza, en las adiciones á Dextro. San Ilefonso fué abad primero en San Cosme y San Damian, siendo diácono; y desta eleccion habla Cijila, y aun dice pasó mucho tiempo hasta que adelante fué arzobispo. En este medio fué asimismo abad agaliense. Y desta eleccion y cargo habla Juliano en la vida deste Santo, con que quedan

concertados Máximo, Cijila y Juliano. En la huerta de los Chapiteles, parte de la huerta del Rey, bay claros rastros de que fué monasterio, que debió ser la parte mas principal del agaliense, y pasado los tejares hay una dehesa, y en ella una casa grande y antigua, que sospecho yo por la distancia fué el otro monasterio, y aun dello hay buenas señales. La pretoriense de San Pedro y San Pablo creo yo fué San Pablo á la caida de la allóndiga, donde estuvieron los padres dominicos por casi docientos años. La palabra pretoriense quiere decir iglesia del campo, San Pablo está fuera de los dos muros de Toledo. Ayuda el nombre de San Pablo, que el de San P'edro se debió con el tiempo dejar por abreviar. Desta iglesia, que en un tiempo fué muy principal y las ruinas lo muestran, y en ella se celebró el concilio décimotercio deToledo, hasta la huerta del Rey, que debió ser toda del monasterio agaliense por donacion del rey Atanagildo,su fundador, hay los docientos y cincuenta pasos que dice Máximo, si bien los monjes tenian otra huerta particular, cercada de piedra con sus estribos contra las crecientes del rio, la cual se ve hoy pegada con la casa que llaman de los Chapiteles. Del nombre del monasterio ó del arrabal donde estuvo quedó el que hoy tienen los palacios de Galiana, á lo que parece; que lo que el vulgo dice de la mora Galiana son consejas y patrañas. Tomó pues san Ilefonso como deseaba el hábito de monje, cuyo intento últimamente, aunque con dificultad, aprobó su padre, en especial por las amonestaciones de su mujer, que afirmaba haber por oraciones alcanzado de Dios despues de larga esterilidad aquel hijo, y que para alcanzarle hizo voto de dedicarle á nuestro Señor; que volviesen á Dios lo que de su Majestad recibieran; que era mas sano consejo carecer del hijo por un poco de tiempo que, con hacerle volver atrás de su intento, incurrir en ofensa de Dios y ser atormentados con perpetuos escrúpulos de la conciencia. Fué tanto lo que en aquel monasterio se adelantó san Ilefonso en todo género de virtud, que dentro de pocos años le encomendaron el gobierno de aquellos monjes por muerte de Adeodato, despues de Heladio, Justo y Richila, abad de aquel monasterio. En el tiempo que fué abad, ya muertos sus padres, fundó de su patrimonio en una heredad suya, llamada Debiense, un monasterio de monjas. Este monasterio dice Juliano, el archipreste, estaba veinte y cuatro millas de Toledo, cerca de Illescas. Poco adelante, por muerte de Eugenio III, como queda dicho, fué elegido en arzobispo de Toledo, dignidad y oficio en que se señaló grandemente, y parecia aventajarse á sí mismo y ser mas que hombre mortal. ¿Quién será tan elocuente y de ingenio tan grande que pueda dignamente poner por escrito las cosas deste Santo y de tal manera contar sus obras y grandezas, que parezcan, no cosas fingidas, sino, como lo fueron, verdaderas? Quién de ánimo tan sencillo que se persuada á dar crédito á cosas tan extraordinarias y maravillosas? Fué así, que dos hombres llamados Pelagio y Helvidio, por la parte de la Gallia Gótica venidos en España, decian y enseñaban que la Madre de Dios no fué perpetuamente virgen. San Ilefonso, porque esta locura y atrevimiento no fuese en aumento, acudió á hacerles resistencia y disputar con ellos, parte con un libro que compuso, en que defiende lo contrario, parte con diversas disputas que con ellos tuvo. Con esta di

ligencia se reprimió la mala semilla de aquel error y se desbarataron los intentos de aquellos dos hombres malvados. El premio deste trabajo fué una vestidura traida del cielo. La misma noche antes de la fiesta de la Anunciacion, que poco antes ordenaron los obispos se celebrase en el mes de diciembre, como fuese á maitines y en su compañía muchos clérigos, al entrar de la iglesia vieron todos un resplandor muy grande y maravilloso. Los que acompañaban al Santo, vencidos del grande espanto, huyeron todos; solo él pasó adelante, y púsose de rodillas delante el altar mayor. Alli vió con sus ojos en la cátedra en que solia él enseñar al pueblo á la Madre de Dios con representacion de majestad mas que humana. La cual le habló desta maneral: «El premio de la virginidad que has conservado en tu cuerpo, junto con la puridad de la mente y el ardor de la fe y de haber defendido nuestra virginidad, será este don traido del tesoro del cielo. » Esto dijo, y juntamente con sus sagradas manos le vistió una vestidura con que le mandó celebrase las fiestas de su Hijo y suyas. Los que le acompañaban, sosegado algun tanto el miedo, vueltos en sí y animados, llegaron do su prelado estaba á tiempo que ya toda aquella vision era pasada y desaparecida; halláronle casi sin sentido, que el miedo y la admiracion le quitaron con la habla; solos sus ojos eran como fuentes, y se derretian en lágrimas por no poder hablar á la Vírgen y dalle las gracias de tan señalado beneficio. Cijila, sucesor de Ilefonso, refiere todo esto como oido de Urbano, que fué tambien arzobispo de Toledo, y de Evancio, que fué arcediano de la misma iglesia, personas que, conforme á la razon de los tiempos y de su edad, se pudieron hallar presentes al milagro. Las palabras de la Vírgen que refiere Cijila son estas: «Apresúrate y acércate, carísimo siervo de Dios, recibe este pequeño don de mi mano, que te traigo del tesoro de mi Hijo.» La piedra en que la gloriosa Virgen puso los piés está hoy dia en la misma entrada de aquel templo, con una reja de hierro para memoria de cosa tan grande. Demás desto, el mismo año, como parece lo siente Cijila, ó como otros sospechan el luego siguiente, á 9 dias de diciembre, dia de santa Leocadia, sucedió otro milagro no menos señalado que el pasado. Acudió el pueblo á la iglesia de Santa Leocadia, do estaba el sepulcro de aquella vírgen; halláronse presentes el Rey y el Arzobispo. Alzóse de repente la piedra del sepulcro, tan grande, que apenas treinta hombres muy valientes la pudieran mover; salió fuera la Santa Vírgen, tocó la mano de san Ilefonso, díjole estas palabras: allefonso, por tí vive mi Señora.» El pueblo con este espectáculo estaba atónito y como fuera de sí. Ilefonso no cesaba de decir alabanzas de la vírgen Leocadia. Encomendóle eso mismo la guarda de la ciudad y del Rey; y porque la Vírgen se retiraba hacia el sepulcro, con deseo que quedase para adelante memoria de hecho tan grande, con un cuchillo que para este efecto le dió el mismo Rey, le cortó una parte del velo que llevaba sobre la cabeza; el velo juntamente con el cuchillo hasta el dia de hoy se conserva en el sagrario de la iglesia Mayor entre las demás reliquias. Desde este tiempo y por ocasion destos milagros dicen que el Padre Santo quiso ser canónigo de Toledo. En señal desto hasta hoy dia la noche de Navidad le penan como á los otros prebendados ausentes. Grande fué la autoridad y crédito

que por medio destos milagros ganó este Santo; que aumentaba él perpetuamente con aventajarse cada dia mas en el ejercicio de todas las virtudes. Principalmente se señalaba en la caridad con los pobres y en remediar sus necesidades, tanto, que se tiene por cierto dió principio á la costumbre que hasta el dia de hoy se guarda en aquella iglesia, es á saber, que á costa del arzobispo en cierta parte de las casas arzobispales cada dia se da de comer á treinta pobres. Destos treinta, los diez son mujeres, y los demás varones; el canónigo semanero, despues de dicha la misa en el altar mayor, acude á echar la bendicion á la mesa de los pobres y mirar que no les falte cosa alguna. Esto es lo que en Toledo se acostumbra, y á lo que dicen dió principio san Ilefonso. Lo que yo sospecho es que esta costumbre tuvo origen de otra mas antigua, y era que los patriarcas, que son los mismos que primados, en memoria de Cristo y de sus apóstoles, cada dia convidaban á su mesa doce pobres, como lo refiere Focio, patriarca de Constantinopla, en su Biblioteca en la vida de San Gregorio el Magno, y se puede comprobar con algunos ejemplos antiguos. El número de treinta pobres señaló adelante el arzobispo don Juan, infante que fué de Aragon. Mucho se pudiera decir de las virtudes y alabanzas de san Ilefonso, y en particular como la suavidad de su condicion era grande, la gravedad y mesura no menor; virtudes que, aunque entre si parecen contrarias, de tal guisa las templaba, que ni la severidad impedia á la suavidad, ni la facilidad era ocasion que alguna persona le despreciase. Gobernó aquella iglesia por espacio de nueve años y casi dos meses; trocó esta vida mortal con la eterna al principio del año décimonono del reinado de Recesvinto; su cuerpo sepultaron en la iglesia de Santa Leocadia á los piés de Eugenio, su predecesor. En la destruicion de España fué dende llevado á la ciudad de Zamora, y alli en propio sepulcro y capilla es acatado en la iglesia de San Pedro de aquella ciudad. La vestidura sagrada que le dió la Virgen, por el mismo tiempo llevaron á las Astúrias, y está en la ciudad de Oviedo en un arca cerrada, que nunca se ha abierto, ni persona alguna ha visto la dicha vestidura que dentro está.

CAPITULO XI.

De la muerte del rey Recesvinto.

En tiempo de san Ilefonso se juntó en Mérida un Concilio á 6 de noviembre, año de 666. Halláronse en él doce obispos de la Lusitania, que hoy es Portugal; ordenaron y publicaron veinte y tres decretos, que no pareció referir aquí, casi todos enderezados á reformar y dar órden en el oficio canónico, en que tenian gran debate y grande variedad en la manera del rezado. Por el mismo tiempo en Africa iba en grande aumento el poder de los mahometanos, á causa que Abdalla, duque de Moabia, que fué el cuarto sucesor del falso profeta Mahoma, venció en una gran batalla á Gregorio, capitan y gobernador de Africa por los romanos, con que se hizo señor de aquella muy ancha provincia. El estrago del ejército romano fué muy grande, y casi ninguno mayor en aquella era. Poseian los godos de tiempo muy antiguo en Africa parte de la Mauritania Tingitana, y en particular á Ceuta, con el territorio comarcano. De

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todo lo demás, fuera desto, quedaron apoderados los mahometanos despues de aquella victoria; y desde aquel tiempo, muy ufanos y orgullosos, fundaron en Africa un nuevo imperio, cuyos reyes, que conforme á la costumbre de aquella gente tenian poder, no solo sobre el gobierno seglar, sino tambien sobre las cosas pertenecientes á la religion, se llamaron miramamolines, que es lo mismo que príncipes de los creyentes, á la manera que en Asia los príncipes supremos y emperadores de aquella nacion se llamaban califas. Está Africa dividida de lo de España, y parte con ella términos por el angosto estrecho de Gibraltar. A muchos parecia que destos principios amenazaba algun grande mal á España por aquella parte, y en particular se aumentó el miedo por un eclipse extraordinario del sol, que trocó el dia en escurisima noche en tiempo del rey Recesvinto, como lo refiere el arzobispo don Rodrigo, pronóstico, á lo que entendian, de sobrados males. Verdad es que por el esfuerzo deste Rey los navarros, que andaban alborotados y no cesaban de hacer cabalgadas en las tierras comarcanas, se reportaron y sosegaron. Demás desto, hizo reformar las leyes de los godos, que estaban muy estragadas; quitó muchas de las antiguas, añadió otras de nuevo, cuyo número, como se ve en en el Fuero Juzgo, no es menor que todas juntas las de los otros reyes. Hallábase con esto este Rey nobilísimo, y de los mas señalados en guerra y en paz que tuvo España, muy próspero y bienquisto de los suyos, cuando le sobrevino la muerte, que fué á 1.o de setiembre por la mañana, año del Señor de 672. Reinó, despues que su padre le declaró por su compañero, veinte y tres años, seis meses y once dias; y despues de la muerte de su padre veinte y un años y once meses. Dos leguas de Valladolid, que algunos piensan se llamó antiguamente Pincia, hay un pueblo llamado Wamba, que antes se llamó Gerticos; en él se hallaba este Rey cuando le sobrevino la muerte, porque desde Toledo habia allí ido por ver si con la mudanza del cielo y con los aires naturales, que se entiende, y así parece que lo dice el arzobispo don Rodrigo, era aquel pueblo del patrimonio de sus antepasados, pudiese mejorar y recobrar la salud; pero la enfermedad tuvo mas fuerza que todas estas prevenciones. Su cuerpo sepultaron en la iglesia de aquel lugar, y allí se muestra su sepulcro; de allí, por órden del rey don Alonso el Sabio, le trasladaron á Toledo y pusieron en la iglesia de Santa Leocadia, que está á las espaldas del alcázar, junto al altar mayor al lado del Evangelio, segun ordinariamente se tiene entendido en aquella ciudad, como cosa que ha venido de mano en mano. En tiempo que don Felipe II, rey de España, el año de 1575, hizo abrir en su presencia el dicho sepulcro, y otro que está á la parte de la Epístola, ningunas letras se hallaron, solo los huesos envueltos en telas de algodon y metidos en cajas de madera; mas las personas eruditas que presentes se hallaron sospechaban que el sepulcro de Recesvinto, como de rey mas antiguo, era el que está á manderecha, y el otro es el del rey Wamba, que se sabe tambien le hizo trasladar á Toledo el mismo rey don Alonso. Cerca de Dueñas, que está mas adelante de Valladolid á la ribera de Pisuerga, hay un templo de San Juan Baptista, de obra antigua y al parecer de godos; está adornado de jaspes y de mármoles, y en él una letra de seis renglones, por la

cual se entiende fué edificado por mandado y á costa del rey Recesvinto, y que se acabó la fábrica el año de 661. Por todo esto, personas de doctrina y erudicion conjeturan que estos dos reyes por aquella comarca tenian el estado propio y particular de su linaje.

CAPITULO XII.

De la guerra narbonense que se hizo en tiempo del rey Wamba. Imperaba por estos tiempos en el oriente Constantino, llamado Pogonato. La Iglesia de Roma gobernaba el papa Adeodato, que escribió una epístola á Graciano, arzobispo en España, como se lee en los libros ordinarios de los concilios, dado que el gótico de san Millan de la Cogulla dice: A Gordiano, obispo de la iglesia de España. Es esta epístola muy señalada, porque en ella deshace y aparta los matrimonios de los que sacaron de pila á sus propios hijos, aunque fuese por ignorancia. A esta sazon se emprendió una nueva y muy brava guerra en aquella parte del señorío de los godos que estaba en la Gallia Narbonense. La ambicion, mal incurable, fué causa deste daño y alteró grandemente el reino de los godos, que, vencidos los enemigos de fuera, gozaba de una grande paz y prosperidad. Fué así, que el rey Recesvinto no dejó hijos que le sucediesen; sus hermanos, ó por su edad ó por otros respetos, no fueron tenidos por suficientes para suceder en la corona. Por donde los grandes se juntaron, y por sus votos nombraron por sucesor en el reino á Wamba, hombre principal y que tenia el primer lugar en autoridad y privanza con los reyes pasados, demás que era diestro en las armas y de juicio muy acertado, y tan considerado en sus cosas y modesto, que en ninguna manera queria aceptar aquel cargo. Excusábase con su edad, que era muy adelante; pedia con lágrimas no le cargasen sobre sus hombros peso tan grave. Consideraba con su gran prudencia que las aficiones del pueblo, como quier que son vehementes, así bien son inconstantes y entre sí á las veces contrarias. Como no desistiese ni se allanase, cierto capitan principal, hombre denodado, con la espada desnuda le amenazó de muerte si no aceptaba por estas palabras: «Por ventura, ¿será justo que resistas á lo que toda la nacion ha determinado, y antepongas tu reposo á la salud y contento de todos? En mucho tienes csos pocos años que te pueden quedar de vida, que con esta espada, si á la hora no te allanas, te quitaré yo, y haré que pierdas la vida, por cuyo respeto rehuyes de tomar esta carga, y con tu muerte mostraré al mundo que ninguno debe con color de modestia tener en mas su reposo particular que el pro comun de todos. »> Doblegóse Wamba con estas amenazas; pero de tal manera aceptó la eleccion, que no quiso dejarse ungir, como era de costumbre, antes de ir á Toledo. Pretendia reservar aquella honra para aquella ciudad, y con aquel espacio de tiempo entendia, ó que se mudarian las voluntades de los que le eligieron, ó se ganarian las de todos los demás, de guisa que no sucediese algun alboroto por la diversidad de pareceres. Con esto partió para Toledo, donde á 29 de setiembre fué ungido y coronado en la iglesia de San Pedro y San Pablo, que estaba cerca de la casa real. Juró ante todas cosas por expresas palabras de guardar las leyes del reino y mirar por el bien comun. Quirico, arzobispo de Tole

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do, sucesor de san Ilefonso, hizo la ceremonia de la uncion. Juliano, asimismo arzobispo de Toledo, en la historia que compuso de la guerra narbonense, refiere que de la cabeza del rey Wamba cuando le coronaron se levantó un vapor en forma de columna, y que vieron una abeja de la misma cabeza volar a lo alto. Dirá alguno que muchas veces al pueblo se le antojan estas y semejantes cosas; verdad es, pero la autoridad del que esto escribe sin duda es muy grande. Hicieron los grandes sus homenajes al nuevo Rey, y entre los demás Paulo, deudo, segun algunos piensan, del Rey pasado, bien que el nombre de Paulo, no usado entre los godos, y la poca lealtad de que usó poco adelante, dan muestra, como otros sienten, que fué griego y no godo de nacion. Nació Wamba en aquella parte de la Lusitania que los antiguos llamaron Igeditania, do hoy dia bay un pueblo por nombre Idania la Vieja, y cerca dél una heredad con una fuente cercada de sillares, que tiene el nombre de Wamba. Los de aquella comarca, como cosa recebida de sus antepasados, están persuadidos que aquella heredad fué una de las muchas que este Rey tuvo antes de su reinado. Sucedieron al principio alteraciones, en particular en aquella parte de España que hoy se llama Navarra. No estaba bastantemente asegurado en el reino, y á esta causa muchos le menospreciaban, en particular los navarros, con deseo de novedades, diversas veces por este tiempo se alborotaron. Acudió el Rey á las partes de Cantabria, hoy Vizcaya, á hacer levas de gentes y como de cerca atajar aquel alboroto al principio antes que pasase adelante, cuando otro nuevo alboroto le puso en mayor cuidado, que sucedió en la Gallia Gótica con esta ocasion. Muchos andaban descontentos del estado y gobierno y de aquella eleccion; y como gente parcial no querian obedecer á Wamba ni recebille por rey. Comunicaron el negocio entre sí, y acordaron de rebelarse y tomar las armas. Hilperico, conde de Nimes en Francia, fué el primero á declararse, confiado en la distancia de los lugares y por ser hombre poderoso en riquezas y aliados. Allegárousele Gumildo, obispo de Magalona, ciudad comarcana, y un abad llamado Remigio. Procuraron atraer á su parcialidad al obispo de Nimes, llamado Aregio; y como en ninguna manera se dejase persuadir, le despojaron de su dignidad y enviaron en destierro á lo mas adentro de Francia, y pusieron en su lugar al abad Remigio. Procedíase en todo arrebatadamente sin órden de derecho y sin tener cuenta con las leyes, en tauto grado, que á los mismos judíos que de tiempo atrás echaran de toda la juridicion y señorío de los godos, llamaron de Francia en su socorro. Para sosegar estas alteraciones Paulo fué sin dilacion nombrado por capitan por su grande prudencia y destreza que tenia en las armas. Diéronle la gente que pareció seria bastante para aquella empresa y para sosegar los alborotados. Sucedió todo al revés de lo que pensaban, ca Paulo con aquella ocasion se determinó de descubrir la ponzoña y deslealtad que tenia encubierta en su pecho. Hizo marchar la gente muy de espacio, con que se dió lugar al enemigo para apercebirse y fortificarse. El mismo, tambien de secreto, comunicaba con los godos principales en qué manera se podria levantar. Para lo uno y para lo otro era muy á propósito la tardanza y el entretenerse. Así, de camino ganó las voluntades de

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