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que por medio destos milagros ganó este Santo; que aumentaba él perpetuamente con aventajarse cada dia mas en el ejercicio de todas las virtudes. Principalmente se señalaba en la caridad con los pobres y en remediar sus necesidades, tanto, que se tiene por cierto dió principio á la costumbre que hasta el dia de hoy se guarda en aquella iglesia, es á saber, que á costa del arzobispo en cierta parte de las casas arzobispales cada dia se da de comer á treinta pobres. Destos treinta, los diez son mujeres, y los demás varones; el canónigo semanero, despues de dicha la misa en el altar mayor, acude á echar la bendicion á la mesa de los pobres y mirar que no les falte cosa alguna. Esto es lo que en Toledo se acostumbra, y á lo que dicen dió principio san Ilefonso. Lo que yo sospecho es que esta costumbre tuvo orígeu de otra mas antigua, y era que los patriarcas, que son los mismos que primados, en memoria de Cristo y de sus apóstoles, cada dia convidaban á su mesa doce pobres, como lo refiere Focio, patriarca de Constantinopla, en su Biblioteca en la vida de San Gregorio el Magno, y se puede comprobar con algunos ejemplos antiguos. El número de treinta pobres señaló adelante el arzobispo don Juan, infante que

fué de Aragon. Mucho se pudiera decir de las virtudes y alabanzas de san Ilefonso, y en particular como la suavidad de su condicion era grande, la gravedad y mesura no menor; virtudes que, aunque entre sí parecen contrarias, de tal guisa las templaba, que ni la severidad impedia á la suavidad, ni la facilidad era ocasion que alguna persona le despreciase. Gobernó aquella iglesia por espacio de nueve años y casi dos meses; trocó esta vida mortal con la eterna al principio del año décimonono del reinado de Recesvinto; su cuerpo sepultaron en la iglesia de Santa Leocadia á los piés de Eugenio, su predecesor. En la destruicion de España fué dende llevado á la ciudad de Zamora, y allí en propio sepulcro y capilla es acatado en la iglesia de San Pedro de aquella ciudad. La vestidura sagrada que le dió la Vírgen, por el mismo tiempo llevaron á las Astúrias, y está en la ciudad de Oviedo en un arca cerrada, que nunca se ha abierto, ni persona alguna ha visto la dicha vestidura que dentro está.

CAPITULO XI.

De la muerte del rey Recesvinto.

En tiempo de san Ilefonso se juntó en Mérida un Concilio á 6 de noviembre, año de 666. Halláronse en él doce obispos de la Lusitania, que hoy es Portugal; ordenaron y publicaron veinte y tres decretos, que no pareció referir aquí, casi todos enderezados á reformar y dar órden en el oficio canónico, en que tenian gran dehate y grande variedad en la manera del rezado. Por el mismo tiempo en Africa iba en grande aumento el poder de los mahometanos, á causa que Abdalla, duque de Moabia, que fué el cuarto sucesor del falso profeta Mahoma, venció en una gran batalla á Gregorio, capitan y gobernador de Africa por los romanos, con que se hizo señor de aquella muy ancha provincia. El estrago del ejército romano fué muy grande, y casi ninguno mayor en aquella era. Poscian los godos de tiempo muy antiguo en Africa parte de la Mauritania Tingitana, y en particular á Ceuta, con el territorio comarcano. De

todo lo demás, fuera desto, quedaron apoderados los mahometanos despues de aquella victoria; y desde aquel tiempo, muy ufanos y orgullosos, fundaron en Africa un nuevo imperio, cuyos reyes, que conforme á la costumbre de aquella gente tenian poder, no solo sobre el gobierno seglar, sino tambien sobre las cosas pertenecientes á la religion, se llamaron miramamolines, que es lo mismo que príncipes de los creyentes, á la manera que en Asia los príncipes supremos y emperadores de aquella nacion se llamaban califas. Está Africa dividida de lo de España, y parte con ella términos por el angosto estrecho de Gibraltar. A muchos parecia que destos principios amenazaba algun grande mal á España por aquella parte, y en particular se aumentó el miedo por un eclipse extraordinario del sol, que trocó el dia en escurísima noche en tiempo del rey Recesvinto, como lo refiere el arzobispo don Rodrigo, pronóstico, á lo que entendian, de sobrados males. Verdad es que por el esfuerzo deste Rey los navarros, que andaban alborotados y no cesaban de hacer cabalgadas en las tierras comarcanas, se reportaron y sosegaron. Demás desto, hizo reformar las leyes de los godos, que estaban muy estragadas; quitó muchas de las antiguas, y añadió otras de nuevo, cuyo número, como se ve en en el Fuero Juzgo, no es menor que todas juntas las de los otros reyes. Hallábase con esto este Rey nobilísimo, y de los mas señalados en guerra y en paz que tuvo España, muy próspero y bienquisto de los suyos, cuando le sobrevino la muerte, que fué á 1.o de setiembre por la mañana, año del Señor de 672. Reinó, despues que su padre le declaró por su compañero, veinte y tres años, seis meses y once dias ; y despues de la muerte de su padre veinte y un años y once meses. Dos leguas de Valladolid, que algunos piensan se llamó antiguamente Pincia, hay un pueblo llamado Wamba, que antes se llamó Gerticos; en él se hallaba este Rey cuando le sobrevino la muerte, porque desde Toledo habia allí ido por ver si con la mudanza del cielo y con los aires naturales, que se entiende, y así parece que lo dice el arzobispo don Rodrigo, era aquel pueblo del patrimonio de sus antepasados, pudiese mejorar y recobrar la salud; pero la enfermedad tuvo mas fuerza que todas estas prevenciones. Su cuerpo sepultaron en la iglesia de aquel lugar, y allí se muestra su sepulcro; de allí, por órden del rey don Alonso el Sabio, le trasladaron á Toledo y pusieron en la iglesia de Santa Leocadia, que está á las espaldas del alcázar, junto al altar mayor al lado del Evangelio, segun ordinariamente se tiene entendido en aquella ciudad, como cosa que ha venido de mano en mano. En tiempo que don Felipe II, rey de España, el año de 1575, hizo abrir en su presencia el dicho sepulcro, y otro que está á la parte de la Epístola, ningunas letras se hallaron, solo los huesos envueltos en telas de algodon y metidos en cajas de madera; mas las personas eruditas que presentes se hallaron sospechaban que el sepulcro de Recesvinto, como de rey mas antiguo, era el que está á manderecha, y el otro es el del rey Wamba, que se sabe tambien le hizo trasladar á Toledo el mismo rey don Alonso. Cerca de Dueñas, que está mas adelante de Valladolid á la ribera de Pisuerga, hay un templo de San Juan Baptista, de obra antigua y al parecer de godos; está adornado de jaspes y de mármoles, y en él una letra de seis renglones, por la

cual se entiende fué edificado por mandado y á costa del rey Recesvinto, y que se acabó la fábrica el año de 661. Por todo esto, personas de doctrina y erudicion conjeturan que estos dos reyes por aquella comarca tenian el estado propio y particular de su linaje.

CAPITULO XII.

De la guerra narbonense que se hizo en tiempo del rey Wamba. Imperaba por estos tiempos en el oriente Constantino, llamado Pogonato. La Iglesia de Roma gobernaba el papa Adeodato, que escribió una epístola á Graciano, arzobispo en España, como se lee en los libros ordinarios de los concilios, dado que el gótico de san Millan de la Cogulla dice: A Gordiano, obispo de la iglesia de España. Es esta epístola muy señalada, porque en ella deshace y aparta los matrimonios de los que sacaron de pila á sus propios hijos, aunque fuese por ignorancia. A esta sazon se emprendió una nueva y muy brava guerra en aquella parte del señorío de los godos que estaba en la Gallia Narbonense. La ambicion, mal incurable, fué causa deste daño y alteró grandemente el reino de los godos, que, vencidos los enemigos de fuera, gozaba de una grande paz y prosperidad. Fué así, que el rey Recesvinto no dejó hijos que le sucediesen; sus hermanos, ó por su edad ó por otros respetos, no fueron tenidos por suficientes para suceder en la corona. Por donde los grandes se juntaron, y por sus votos nombraron por sucesor en el reino á Wamba, hombre principal y que tenia el primer lugar en autoridad y privanza con los reyes pasados, demás que era diestro en las armas y de juicio muy acertado, y tan considerado en sus cosas y modesto, que en ninguna manera queria aceptar aquel cargo. Excusábase con su edad, que era muy adelante; pedia con lágrimas no le cargasen sobre sus hombros peso tan grave. Consideraba con su gran prudencia que las aficiones del pueblo, como quier que son vehementes, así bien son inconstantes y entre sí á las veces contrarias. Como no desistiese ni se allanase, cierto capitan principal, hombre denodado, con la espada desnuda le amenazó de muerte si no aceptaba por estas palabras: «Por ventura, ¿ será justo que resistas á lo que toda la nacion ha determinado, y antepongas tu reposo á la salud y contento de todos? En mucho tienes csos pocos años que te pueden quedar de vida, que con esta espada, si á la hora no te allanas, te quitaré yo, y haré que pierdas la vida, por cuyo respeto rehuyes de Lomar esta carga, y con tu muerte mostraré al mundo que ninguno debe con color de modestia tener en mas su reposo particular que el pro comun de todos. » Doblegóse Wamba con estas amenazas; pero de tal manera aceptó la eleccion, que no quiso dejarse ungir, como era de costumbre, antes de ir á Toledo. Pretendia reservar aquella honra para aquella ciudad, y con aquel espacio de tiempo entendia, ó que se mudarian las voluntades de los que le eligieron, ó se ganarian las de todos los demás, de guisa que no sucediese algun alboroto por la diversidad de pareceres. Con esto partió para Toledo, donde á 29 de setiembre fué ungido y coronado en la iglesia de San Pedro y San Pablo, que estaba cerca de la casa real. Juró ante todas cosas por expresas palabras de guardar las leyes del reino y mirar por el bien comun. Quirico, arzobispo de Tole

do, sucesor de san Ilefonso, hizo la ceremonia de la uncion. Juliano, asimismo arzobispo de Toledo, en la historia que compuso de la guerra narbonense, refiere que de la cabeza del rey Wamba cuando le coronaron se levantó un vapor en forma de columna, y que vieron una abeja de la misma cabeza volar á lo alto. Dirá alguno que muchas veces al pueblo se le antojan estas y semejantes cosas; verdad es, pero la autoridad del que esto escribe sin duda es muy grande. Hicieron los grandes sus homenajes al nuevo Rey, y entre los demás Paulo, deudo, segun algunos piensan, del Rey pasado; bien que el nombre de Paulo, no usado entre los godos, y la poca lealtad de que usó poco adelante, dan muestra, como otros sienten, que fué griego y no godo de nacion. Nació Wamba en aquella parte de la Lusitania que los antiguos llamaron Igeditania, do hoy dia hay un pueblo por nombre Idania la Vieja, y cerca dél una heredad con una fuente cercada de sillares, que tiene el nombre de Wamba. Los de aquella comarca, como cosa recebida de sus antepasados, están persuadidos que aquella heredad fué una de las muchas que este Rey tuvo antes de su reinado. Sucedieron al principio alteraciones, en particular en aquella parte de España que hoy se llama Navarra. No estaba bastantemente asegurado en el reino, y á esta causa muchos le menospreciaban, en particular los navarros, con deseo de novedades, diversas veces por este tiempo se alborotaron. Acudió el Rey á las partes de Cantabria, hoy Vizcaya, á hacer levas de gentes y como de cerca atajar aquel alboroto al principio antes que pasase adelante, cuando otro nuevo alboroto le puso en mayor cuidado, que sucedió en la Gallia Gótica con esta ocasion. Muchos andaban descontentos del estado y gobierno y de aquella eleccion; y como gente parcial no querian obedecer á Wamba ni recebille por rey. Comunicaron el negocio entre sí, y acordaron de rebelarse y tomar las armas. Hilperico, conde de Nimes en Francia, fué el primero á declararse, confiado en la distancia de los lugares y por ser hombre poderoso en riquezas y aliados. Allegáronsele Gumildo, obispo de Magalona, ciudad comarcana, y un abad llamado Remigio. Procuraron atraer á su parcialidad al obispo de Nimes, llamado Aregio; y como en ninguna manera se dejase persuadir, le despojaron de su dignidad y enviaron en destierro á lo mas adentro de Francia, y pusieron en su lugar al abad Remigio. Procedíase en todo arrebatadamente sin órden de derecho y sin tener cuenta con las leyes, en tauto grado, que á los mismos judíos que de tiempo atrás echaran de toda la juridicion y señorío de los godos, llamaron de Francia en su socorro. Para sosegar estas alteraciones Paulo fué sin dilacion nombrado por capitan por su grande prudencia y destreza que tenia en las armas. Diéronle la gente que pareció seria bastante para aquella empresa y para sosegar los alborotados. Sucedió todo al revés de lo que pensaban, ca Paulo con aquella ocasion se determinó de descubrir la ponzoña y deslealtad que tenia encubierta en su pecho. Hizo marchar la gente muy de espacio, con que se dió lugar al enemigo para apercebirse y fortificarse. El mismo, tambien de secreto, comunicaba con los godos principales en qué manera se podria levantar. Para lo uno y para lo otro era muy á propósito la tardanza y el entretenerse. Así, de camino ganó las voluntades de

Ranosindo, duque tarraconense, y de Hildigiso, gardingo, que era nombre de autoridad y de magistrado y dignidad semejable á la de los duques y condes, como si dijésemos adelantado ó merino. El uno y el otro eran personas muy principales, con cuya ayuda y por su consejo se apoderó de Barcelona, de Girona y de Vique, ciudades puestas en la entrada de España por la parte de Cataluña. Acrecentáronse con esto las fuerzas desta parcialidad de levantados. Trataron de pasar á Francia con intento de juntar sus fuerzas con las de Hilderico, con que confiaban serian bastantes para resistir al Rey. Argebaudo, arzobispo de Narbona, al principio pretendió cerrar las puertas de su ciudad á los conjurados. Anticipáronse ellos tanto, que el Arzobispo fué forzado acomodarse al tiempo y dar muestra de juntarse con ellos, mas por falta de ánimo que por aprobar lo que los alevosos tratában. Entrado Paulo en aquella ciudad, hizo junta de ciudadanos y soldados, y en ella reprehendió primeramente al Arzobispo, que temerariamente pretendió cerrar las puertas á los que habian servido mucho á la república, y no trataban de hacerle algun mal y daño. Despues desto, declaró las 'causas por donde entendia que con buen título podia tomar las armas contra Wamba, que fuera hecho rey, no conforme á las leyes ni con buen órden y traza, sino al antojo de algunos pocos, al cual cuando se da lugar, no el consentimiento comun prevalece, sino la fuerza y atrevimiento. Concluyó con decir seria conveniente y cumplidero proceder á nueva eleccion y conforme á las leyes nombrar un nuevo rey, á quien todos obedeciesen, y con cuyo amparo, fuerzas y consejos hiciesen rostro á los que á Wainba favoreciesen. Ranosindo, á voces para que todos le oyesen, dijo que él no conocia persona mas á propósito ni mas digno del nombre de rey que el mismo Paulo; que fué representar en público la farsa que entre los dos de secreto tenian compuesta y trovada. Muchos de los parciales de propósito estaban derramados y mezclados entre la muchedumbre; estos con gran gritería acudieron luego á aquel parecer; los cuerdos y que mejor sentian callaron y disimularon, ca no les cumplia al hacer en tan gran revuelta y alteracion. Con tanto, Paulo fué declarado y elegido por rey; pusiéronle en la cabeza una corona que el rey Recaredo ofreció á san Félix, mártir de Girona. Era tanto el calor de aquella rebelion, y tan encendido el deseo de llevar adelante lo comenzado, que todo lo atropellaban; y no solo se apoderaban de las riquezas profanas, oro y plata del público y de particulares, sino tambien extendian sus manos sacrilegas á los tesoros sagrados y á despojar los templos de Dios de sus vasos y preseas. Allegóse á este parecer fácilmente Hilperico, conde de Nimes, el primero que fué á levantarse, y con él se les juntaron todas las ciudades de la Gallia Gótica. Demás desto, no pequeña parte de la España Tarraconense siguió á Ranosindo, su duque. Puestas las cosas en este término, Paulo se ensoberbeció de tal manera, que se resolvió de desafiar al rey Wamba. Envióle una carta afrentosa; era de suyo hombre deslenguado, demás que pretendia acreditarse con el vulgo y con la muchedumbre, que suele á las veces cebarse y hacer caso de semejantes fieros y amenazas. Destos baldones y destas parcialidades, segun yo entiendo, procedió la fama del vulgo, que hace á Wamba

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villano, y que subió al cetro y corona del arado y del azada; mas sin falla es manifiesto yerro, que á la verdad fué y nació de la mas principal nobleza de los godos, y en la corte y casa de los reyes pasados tuvo el primer lugar en privanza y autoridad. Luego que el rey Wamba fué avisado de la traicion y tramas de Paulo, llamó á consejo los grandes, preguntóles su parecer, si seria mas á propósito sin dilacion marchar con la gente la vuelta de Francia para apagar en sus principios aquel fuego antes que pasase adelante, ó si seria mas expediente rehacerse en Toledo de nuevas fuerzas y socorros para asegurar mas su partido. Los pareceres fueron diferentes : los mas atrevidos tenian y juzgaban por perjudicial cualquiera tardanza; decian que se daria lugar á los traidores para fortificarse y cobrar mas ánimo, y los soldados reales que descaban venir á las manos se resfriarian en gran parte. «¿Qué otra cosa dará á entender el retirarse y volver atrás, sino que con color de recato huimos torpemente, como sea averiguado que ninguna cosa hay de tanto momento en las guerras como la fama? Los varios y maravillosos trances y los tiempos pasados testifican de cuánta importancia para alcanzar la victoria sea el crédito acerca de los hombres y la reputacion.» Otros tenian por mas acertado proceder de espacio y dar lugar á que el nuevo Rey se arraigase mas. Temian que, desamparada España, no se les levantase mayor guerra por las espaldas; que la traicion de Paulo daba bastante muestra de no estar llanas las voluntades de todos. Demás desto, que el ejército que tenia era flaco, pues aun no habia sido bastante para sujetar del todo los de Navarra, y que era forzoso rehacelle. A los grandes emperadores y capitanes muchas veces acarreó gran daño hacer caso del pueblo y de sus dichos y volver las espaldas al qué dirán. Oidos por Wamba los pareceres y pesadas las razones por la una y por la otra parte: «Por mejor, dice, tengo prevenir los intentos de los contrarios y acudir con el remedio antes que el mal pase adelante, y que se nos pase la ocasion que en un momento se suele resbalar de la mano; cosa que nos daria pena doblada. La victoria, que tengo por cierto ganarémos, dará reputacion á nuestro imperio; confio en la ayuda de Dios que mirará por nuestra justicia, y en vuestro esfuerzo, al cual ninguna cosa podrá hacer contraste. Y es justo que encendamos mas aína con la presteza la indignacion concebida contra los traidores y el fervor de los soldados, que con la tardanza entibialle; ca la ira es de tal condicion, que con la priesa se aviva y con el tiempo se apaga. El trabajo de las ciudades, los campos talados, los bienes de nuestros vasallos robados, ¿á quién no moverán el corazon? Males que forzosamente se aumentarán de cada dia si esta empresa se dilata. ¿Quién de vos, si ya el ardor de la noble sangre no está resfriado y acabado el valor antiguo de los godos, no tendrá por cosa mas grave que la misma muerte dejar los amigos y deudos á la discrecion y crueldad de los enemigos, y con la tardanza dar ánimo á los que, asombrados de su misma conciencia y de sus maldades, no podrán sufrir vuestra vista? Apresuremos pues la partida, y con la ayuda de Dios, cuya causa principalmente se trata, castiguemos esta gente malvada, y no permitamos se persuadan que tenemos miedo de sus fuerzas. Nuestro ejército ni es tan flaco como algunos han apuntado, y

grado, ciudad nobilisima puesta en la entrada de Francia. Junto con esto para el mismo efecto envió gente y armada por mar. Llegaron primero las gentes que iban por tierra, convidaron á los de la ciudad con la paz y á entregarse; la respuesta fué arrogante y afrentosa, con que irritados los soldados, acometieron con grande ánimo los adarves. El combate fué muy bravo; pelearon los unos y los otros valientemente por espacio de tres horas, los del Rey por vencer, los otros como gente des◄ esperada y que no esperaba perdon. Ultimamente, los de dentro se retiraron de los muros, forzados de las piedras y saetas que de fuera como lluvia les tiraban.

la loa y prez de la victoria tanto serú mayor cuanto con menor aparato y mas en breve se ganare.» Este razonamiento del Rey avivó de tal guisa los corazones de todos, y fué tan grande el ardor que se despertó, que dentro de siete dias pusieron fin á la guerra de Navarra, que fué buen pronóstico para la empresa que quedaba y buen principio. Ninguna cosa mas deseaban los soldados que verse con el enemigo; cualquier tardanza les parecia mil años; tan grande era la confianza que tenian y el ánimo que habian cobrado. Tomaron luego el camino de Calahorra y de Huesca. Llegaron á las fronteras de Cataluña con una priesa extraordinaria. Alli repartieron el ejército en tres partes ó escuadro-Con tanto, los leales por una parte pusieron fuego á las nes; el uno fué á Castrolibia, cabeza que era de Cerda- '| nia; el segundo tomó el camino de la ciudad de Vique; el tercero, como le fué mandado, marchó lácia la marina para dar la tala á los campos y pueblos de aquella comarca. El Rey con la fuerza del ejército seguia las pisadas de los que le iban delante. Hizo justicia de ȧlgunos soldados por malos tratamientos que hicieron á la gente menuda y fuerzas á doncellas; mandó les cortasen los prepucios, que fué castigar á los culpados y escarmentar á los demás. Persuadíase el buen Rey que no hay cosa mas eficaz para aplacar á Dios que el castigo de las maldades, y que ninguna cosa enoja mas á su Majestad que disimular los agravios hechos á la gente miserable. Llegó por sus jornadas á Barcelona; apoderóse de aquella ciudad fácilmente que es cabecera de Cataluña. Los principales de entre los rebeldes que le vinieron á las manos fueron puestos á recado para ser castigados conforme contra cada cual se hallase. Pasó mas adelante y apoderóse de Girona; rindióla su obispo, por nombre Amador, á quien poco antes Paulo pretendió asegurar con una carta que le escribió, en que le amonestaba entregase la ciudad al que primero de los dos con gente se presentase delante. Leyó aquella carta el rey Wamba, y burlándose de Paulo dijo: En nuestro favor se escribió esto como profecía de nuestra llegada. Detúvose en aquella comarca dos dias para repararse; desque el ejército hobo descansado pasaron las cumbres y estrechuras de los. Pirineos siu hallar alguna resistencia. Ganáronse en aquella comarca por fuerza tres pueblos, es á saber, Caucoliberis, que hoy es Colibre; Vulturaria y Castrolibia, que saquearon los soldados. Demás desto, otro pueblo asentado en las estrechuras de aquellos montes, por lo cual se llamaba Clausura, que es lo mismo que cerradura, fué tambien ganado por los capitanes. Allí prendieron á Ranosindo y Hildigiso y otras cabezas de los conjurados. Witi-. miro estaba con guarnicion de soldados en otro pueblo lamado Sordonia. No le pareció seria bastante para defenderse, resolvióse de huir y llevar la nueva de lo que pasaba á Paulo, que todavía se estaba en Narbona con intento de entretener á Wamba y impedille la entrada de Francia. No tenia fuerzas bastantes ni se le abria camino para salir con su intento; dejó en aquella ciudad al diclio Witimiro, y él se retiró á Nimes, do en breve esperaba le vendrian socorros de Francia y de Alemaña. Pasó el Rey los Pirineos, asentó en lo llano sus reales, entretúvose dos dias hasta tanto que le acudiesen las demás gentes, que por diversos caminos enviara; desde allí envió cuatro capitanes con buen número de soldados para rendir á Narbona por fuerza ó de

puertas de la ciudad, y por otra enderezaron escalas y. las arrimaron para subir en el muro y escalarle. Entróse la ciudad por ambas partes. Witimiro, como vió to- * mada la ciudad, retiróse á un templo como á sagrado, en que los vencedores le hallaron y prendieron junto al altar de Nuestra Señora. Fueron asimismo presos elarzobispo Argebaudo y el dean Galtricia, y aun heridos y maltratados con el furor de los soldados. Tomada Narbona, los rebeldes comenzaron á ir de caida, ser menospreciados y aborrecidos, como gente que seguia empresa y partido condenado por los hombres y por la fortuna de la guerra; al contrario, favorecian comunmente el partido de Wamba y su justicia por ser príucipe muy humano y benigno, y porque tomó las armas forzado de los que sin razon le pretendian quitar la corona. Siguieron los leales la victoria, y con la misina facilidad entraron por fuerza las ciudades de Magalona, Agata y Besiers, en que fueron presos algunos de los principales rebeldes, y en particular Remigio, obispo de Nimes. El obispo de Magalona, por nombre Gumildo, perdida toda esperanza de poderse tener contra pujanza tan grande, se huyó y retiró á Nimes, do esta→ ba Paulo, ciudad en aquella sazon, por los muchos moradores que tenia, hermosura de edificios, pertrechos y murallas muy firmes, nobilísima y de las mas fuertes de la Gallia Narbonense. Quedan en nuestro tiempo claros rastros de su antigua nobleza, en especial un teatro. muy capaz, obra hermosísima, que por estar pegado el adarve servia de castillo y fortaleza. Envió el Rey contra esta ciudad cuatro capitanes muy esforzados y famosos, pero poco inteligentes, y proveidos de los ingenios y máquinas que son á propósito para batir las murallas. Llevaron treinta mil hombres de pelea, dieron vista á la ciudad, rompieron con grande ánimo por los que les salieron al encuentro, llegaron á los reparos, do fué muy herida la pelea; ca los del Rey peleaban con indignacion por ver la porfía de los desleales tantas veces abatidos, á los contrarios hacia fuertes la rabia y desesperacion si eran vencidos; arma muy poderosa en la necesidad. Duró la pelea hasta que cerró la noche, que los departió sin declararse la victoria, dado que cada cual de las partes se la atribuia, y en particular los cercados, así por no quedar vencidos como porque los del Rey fueron los primeros que tocaron á retirarse. Sucedió que en lo mas recio de la pelea un soldado dijo á los del Rey por manera de amenaza : «Gruesas compañías de alemanes y franceses serán con nos muy en breve, cuya muchedumbre y esfuerzo á todos os hurá caer en las redes y en el lazo. » Pequeñas ocasiones á las veces suelen en la guerra hacer grandes mu

dia y el siguiente con intento de aguardar al Rey y que se le atribuyese la gloria de poner fin á aquella guerra, además que por ventura los vencedores pretendian alcanzar perdon para los culpados; y es cosa natural tener compasion de los caidos, principalmente cuando son deudos y de una misma nacion, como eran los vencidos en gran parte. Acordaron para este efecto enviar persona á propósito: al Rey; escogieron de entre los cautivos al arzobispo de Narbona Argebaudo. Él, llegado á la presencia del Rey, como á cuatro millas de la ciudad apéóse del caballo en que iba, hízole una gran mesura, y puesto de rodillas, con sollozos y lágrimas que despedia de su pecho y de sus ojos en abundancia, le habló en esta sustancia: «Tus vasallos, Rey clementísimo, si cabe este nombre en los que se desnudaron del amor de la patria, y con apartarse della y su mudanza han perdido el derecho y privilegio de ciudadanos; estos, digo, tienen puesta la esperanza de su remedio y reparo en sola tu clemencia. No piden perdon de sus yerros, dado que esta peticion, solo para contigo que eres tan benigno, no pareciera del todo desvergonzada; solo te suplican uses en el castigo que merecen de alguna templanza. Cosa de mayor dificultad es ven-. cerse á sí mismo en la victòria que sujetar los enemigos con las armas en la mano; pero á otros. La grandeza del corazon y el valor en ninguna cosa mas se.declara que en levantar los caidos, ca del prez de la victoria participan los soldados; la templanza y clemencia para con los vencidos es propia alabanza de grandes reyes. No puedes ver con los ojos esta miserable gente por estar ausentes; però debes considerar que, llenos de lágrimas y tristeza, demás desto arrojados á tus piés, se encomiendan á tu gracia y á tu misericordia, como hombres por ceguera de sus entendimientos, ó por la comun desgracia de los tiempos, ó por fuerza mas alta del cielo, caidos en estas maldades. Cuanto son mas graves sus culpas tanto, señor, será mayor tu alabanza en darles la mano, y volver á la vida los que por su locura están enredados en los lazos de la muerte. Vinieran aquí sin armas con dogales á los cuellos para moverte a misericordia con vista tan miserable, ó poner con la muerte fin á tan triste vida y tan desgraciada; solo se

danzas; ninguna cosa se debe menospreciar que pueda acarrear perjuicio; los mas saludables consejos son los mas recatados. Alojaba el Rey con lo demás del ejército no muy lejos de allí; diéronle aviso de lo que el soldado dijo; pidiéronle enviase soldados de refresco para apretar y concluir con el cerco, que la presteza seria la seguridad; envió hasta diez mit debajo de la conducta de Wandemiro. Era tanto el deseo que llevaban de salir con la empresa, que caminaron toda la noche, y llegaron á los reales el siguiente dia con el sol, antes que se comenzase la batería. Con la vista de tanta gente desmayó Paulo; y por lo que el dia antes pasó advirtió el grande riesgo en que estaban sus cosas si volvian á la pelea y al combate. Disimuló empero cuanto pudo, sacó fuerzas de flaqueza, hizo un razonamiento á su gente, en que les amonestó «no desmayasen por el gran número de los contrarios, ca no el número pelea, sino el esfuerzo; no vencen los muchos, sino los valientes; esta es toda la gente que Wamba tiene, vencida no le quedará mas reparo; á nos muy en breve vendrán socorros muy grandes; y cuando otra cosa no bobiere, con la fortaleza de los muros os podréis entretener largamente y abatir el orgullo def enemigo y su ejército, compuesto de canalla y de pueblo, muy ajeno del valor antiguo de los gados y de su sangre invencible. ». Dicho esto, se comenzó la batería; pelearon de todas partes con gran coraje; duró el combate hasta gran parte del dia; cuando cansados y enflaquecidos los cercados con la gran carga y priesa que de fuera les daban, dieron lugar á los del Rey para arrimarse á las murallas. Entonces unos pusieron fuego á las puertas, otros con picos y palancas arrancaban las piedras de los adarves. Hecha bastante entrada, rompen con grande ímpetu por la ciudad matando y destrozando cuantos franceses topaban. Persuadiéronse los ciudadanos y los demás que los españoles que dentro estaban, con intento de alcanzar perdon, dieran entrada á los enemigos. Encendidos por esto en gran rabia, pasaron á cuchillo gran número de aquellos soldados que tenian de guarnicion, y entre los demás dieron la muerte á un criado del mismo Paulo en su presencia y aun estando á su lado. Era miserable espectáculo ver la gente de Paulo acometida y apretada por frente y por las espal-recelaron, si usaban de semejantes extremos, no paredas de los suyos y de los contrarios con tanto estrago y matanza, que las plazas y calles se cubrian de cuerpos muertos y estaban alagadas de sangre. Los gemidos de los que morian revolcados en su misma sangre, los aullidos de las mujeres y niños, la gritería y estruendo de los que peleaban resonaban por todas partes. El mismo Paulo, causa de tantos males, vista su perdicion y la de los suyos: «Confesamos, dice, haber errado; mas por ventura ¿una vez ó en una cosa sola? Antes en todo cuanto hemos puesto mano nos hemos gobernado sin prudencia ni cordura.» Junto con estas palabras se quitó las sobrevistas, y acompañado con los de su casa y de su guarda se retiró al teatro, confiado que era muy fuerte, y que si no se pudiese tener se rendiria con algun partido tolerable. Notaron algunos que el mismo dia, que fué 1.° de setiembre puntualmente, Paulo se despojó de las insiguias reales, en que el año antes Wamba fuera puesto en la silla real. Quedaron pues los del Rey apoderados de la ciudad, fuera del teatro y alguna otra pequeña parte. Reposaron aquel

ciese te tenian por tan implacable que fuese necesario hacer tales demonstraciones. Pocos quedamos, y todos tuyos; no permitas perezcan por tu mano aquellos á quien la crueldad de la guerra hasta ahora ha perdonado. Finalmente, quiero advertir que con el deseo de venganza no hagas por donde esta nobilísima ciudad, fuerte y baluarte de tu imperio, muertos sus ciudadanos, quede destruída y asolada. » Era Wamba muy señalado y diestro en las armas y negocios de la guerra; sobre todo se aventajaba en la benignidad, clemencia y mansedumbre; respondió en pocas palabras: «Aplacado por tus ruegos, soy contento de perdonar la vida á los culpados; mas porque la falta de castigo no haga á otros atrevidos y sea ocasion de menosprecio, solas las cabezas pagarán por los demás. » Importunaba el Obispo que el perdon fuese general. El Rey, con el rostro algo mas airado: «por ventura, dice, ¿no te basta alcanzar la vida para los culpados? ¿Pretendes que el castigo sea á la medida de sus maldades? A tí, Argebaudo, obispo, ayude para que el perdon te sea dado

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