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él debido por las leyes: decian que Don Fernando era hijo bastardo, que no fué nombrado y jurado por votos libres del reyno, antes por fuerza y miedo fueron los naturales forzados á dar consentimiento. Daba él de buena gana oido á estas invenciones, y mas le faltaban las fuerzas que la voluntad, para intentar de apoderarse de aquel reyno: algunos se le ofrecian, pero no se fiaba, por ver que es cosa mas fácil prometer que cumplir, especial en semejantes materias. No pudieron estos tratos estar secretos. Recelóse del nuevo Rey, y asi determi nó en ciertas naves de pasar á Sicilia para esperar allí que término aquellos negocios tomarian. En el tiempo que anduvo desterrado por aquellas partes, tuvo en una muger baxa llamada Capa dos hijos que se dixeron el uno Don Phelipe, y el otro Don Juan: demas desto en María Armendaria muger que fué de Francisco de Barbastro, una hija que se llamó Doña Ana, y casó con Don Luis de la Cerda primer duque de Medinaceli. Sin embargo de los tratos dichos, doce mil ducados de pension que el Rey Don Alonso dexó en su testamento cada un año á este Príncipe desterrado, su hijo el Rey Don Fernando mandó se le pagasen. Con la ida del príncipe Don Carlos á Sicilia no se sosegaron los señores de Nápoles, antes el príncipe de Taranto y el marqués de Cotron enviaron á solicitar á Don Juan, el nuevo Rey de Aragon, para que viniese á tomar aquel reyno. El fué mas recatado; que contento con lo seguro, y con las riquezas de España, no hizo mucho caso de las que tan lexos le caian. Partió de Tudela, y sabida la muerte de su hermano, llegado á Zaragoza por el mes de julio, tomó posesion del reyno de Aragon, no como vicario y teniente, que ya lo era, sino como propietario y señor. La tempestad que de parte del Pontífice Calixto (de quien menos se temia) se levantó, fué mayor. Decia que no se debia dar aquel reyno feudatario de la iglesia Romana á un bastardo, y pretendia que por el mismo caso recayó en su poder y de la silla Apostólica. Sospechábase que eran colores, y que buscaba nuevos estados para Don Pedro de Borgia que habia nombrado por duque de Espoleto ciudad en la Umbría: ambicion fuera de propósito, y poco decente á un viejo que estaba en lo postrero de su edad olvidado del lugar de que Dios le levantó: parecia con esto que Italia se abrasaria en guerra; temian todos no se renovasen

los males pasados. Deseaba el Rey Don Fernando aplacar el ánimo apasionado del Pontífice, y ganalle; con este intento le escribió una carta deste tenor y sustancia: «Estos dias en lo mas recio del dolor, y de mi trabaxo, avisé á vuestra Santidad la muerte de mi padre: fué breve la carta como escrita entre las lágrimas. Al presente, sosegado algun tanto el lloro, me pareció avisar que mi padre un dia antes de su muerte me encargó y mandó ninguna cosa en la tierra estimase en mas que vuestra gracia y autoridad: con la santa Iglesia no tuviese debates: aun quando yo fuese el agraviado, que pocas veces suceden bien semejantes desacatos. A estos consejos muy saludables, para sentirme mas obligado se allegan los beneficios y regalos que tengo recebidos, ca no me puedo olvidar que desde los primeros años tuve á vuestra Santidad por maestro y y guia: que nos embarcamos juntos en España, y en la misma nave llagamos á las riberas de Italia, no sin providencia de Dios que tenia determinado para el uno el Sumo Pontificado, y para mí un nuevo reyno, y muestra muy clara de nuestra felicidad y de la concordia muy firme de nuestros ánimos. Asi pues deseo ser hasta la muerte de á quien desde niño me entregué, y que me reciba por hijo, ó mas aina que pues me tiene ya recebido por tal, me trate con amor y regalo de padre; que yo confio en Dios en mí no habrá falta de agradecimiento, ni de respeto debido á obligaciones tan grandes. De Nápoles primero de julio. » No se movió el Pontífice en alguna manera por esta carta y promesas, antes comenzó á solicitar los Príncipes y ciudades de Italia para que tomasen las armas : grandes alteraciones y práticas, que todas se deshicieron con su muerte, Falleció á seis de agosto, muy á propósito y buena sazon para las cosas de Nápoles. Fué puesto en su lugar Eneas Silvio natural de Sena, del linage de los Picolominis, que cumplió muy bien con el nombre de Pio Segundo que tomó, en restituir la paz de Italia, y en la diligencía que usó para renovar la guerra contra los Turcos. Nombró por Rey de Nápoles á Don Fernando; solamente añadió esta cortapisa, que no fuese visto por tanto perjudicar á ninguna otra persona. Convocó concilio general de obispos y príncipes de todo el orbe Christiano para la ciudad de Mantua con intento de tratar de la empresa contra los Turcos. No se sosegaron por esto las voluntades.

de los Neapolitanos ya una vez alterados. Los Calabreses tomaron las armas y Juan duque de Lorena con una armada de veinte y tres galeras, llamado de Génova do á la sazon se hallaba, aportó á la ribera de Nápoles. El principal atizador deste fuego era Antonio Centellas marqués de Girachi y Cotron, que pretendia con aquella nueva rebelion vengar en el hijo los agravios recebidos del Rey Don Alonso su padre, sin reparar por satisfacerse de anteponer el señorío de Franceses al de España, si bien su descendencia y alcuña de su casa era de Aragon: tanto pudo en su ánimo la indignacion y la rabia que le hacia despeñar. Fueron estas alteraciones grandes y de mucho tiempo, y seria cosa muy larga declarar por menudo todo lo que en ellas pasó. Dexadas pues estas cosas, volverémos á España con el órden y brevedad que llevamos. En Castilla el Rey Don Enrique levantaba bombres baxos á lugares altos y dignidades: á Miguel Lúcas de Iranzu natural de Belmonte villa de la Mancha, muy privado suyo, nombró por condestable, y le hizo demas desto merced de la villa de Agreda y de los castillos de Veraton y Bozmediano. A Gomez de Solís su mayordomo, que se llamó Cáceres del nombre de su patria, los caballeros de Alcántara á contemplacion del Rey le nombraron por maestre de aquella órden en lugar de Don Gutierre de Sotomayor. A los hermanos destos dos dió el Rey nuevos estados: á Juan de Valenzuela el priorado de San Juan. Pretendia con esto de oponer asi estos hombres como otros de la misma estofa á los grandes que tenia ofendidos, y con subir unos abaxar á los demas: artificio errado, y cuyo suceso no fué bueno. El mismo Rey en Madrid (do era su ordinaria residencia) no atendia á otra cosa sino á darse á placeres, sin cuydado alguno del gobierno, para el qual no era bastante. Su descuydo demasiado le hizo despeñarse en todos los males, de que da clara muestra la costumbre que tenia de firmar las provisiones que le traian, sin saber ni mirar lo que contenian. Estaba siempre sugeto al gobierno de otro, que fué gravísima mengua y daño, y lo será siempre. Las rentas Reales no bastaban para los grandes gastos de su casa y para lo que derramaba. Avisóle desto en cierta ocasion Diego Arias su tesorero mayor. Díxole parecia debia reformar el número de los criados, pues muchos consumian sus rentas con salarios que llevaban, sin ser de provecho al

guno, ni servir los oficios á que eran nombrados. Este consejo no agradó al Rey: asi luego que acabó de hablar, le respondió desta manera: «Yo tambien si fuese Arias, tendria mas cuenta con el dinero que con la benignidad. Vos hablais como quien sois, yo haré lo que á Rey conviene, sin tener algun miedo de -la pobreza, ni ponerme en necesidad de inventar nuevas imposiciones. El oficio de los Reyes es dar y derramar, y medir su señorío no con su particular, sino enderezar su poder al bien comun de muchos, que es el verdadero fruto de las riquezas: á unos damos porque son provechosos, á otros porque no sean malos. » Palabras y razones dignas de un gran Príncipe, si lo demas conformara, y no desdixera tanto de la razon. Verdad es que con aquella su condicion popular ganó las voluntades del pueblo de tal manera que en ningun tiempo estuvo mas obediente á su Príncipe por el contrario se desabrió la mayor parte de los nobles. Quitaron á Juan de Luna el gobierno de la ciudad de Soria, y le echaron preso: todo esto por maña de Don Juan Pacheco, que pretendia por este camino para su hijo Don Diego una nieta de Don Alvaro de Luna que dexó Don Juan de Luna su hijo ya difunto, y al presente estaba en poder de aquel gobernador de Soria por ser pariente y su muger tia de la doncella. Pretendia con aquel casamiento, por ser aquella señora heredera del condado de Santistevan, juntar aquel estado como lo hizo con el suyo. Asimismo con la revuelta de los tiempos el adelantado de Múrcia Alonso Faxardo se apoderó de Cartagena y de Lorca, y de otros castillos en aquella comarca. Envió el Rey contra él á Gonzalo de Saavedra, que no solo le echó de aquellas plazas, sino aun le despojó de los pueblos paternos, y tuvo por grande dicha quedar con la vida. Falleció á la misma sazon el marqués de Santillana. Dexó estos hijos: Don Diego que le sucedió, Don Pedro que era entonces obispo de Calahorra, Don Iñigo, Don Lorenzo y Don Juan y otros de quien descienden linages y casas en Castilla muy nobles. Tambien la Reyna viuda de Aragon falleció en Valencia á quatro de setiembre: su cuerpo enterraron en la Trinidad monasterio de monjas de aquella ciudad. El entierro ni fué muy ordinario ni muy solemne: el premio de sus merecimientos en el cielo y la fama de sus virtudes en Ja tierra durará para siempre. Poco adelante el Rey de Portu

gal con una gruesa armada que apercibió, ganó en Afríca dé los Moros á diez y ocho de octubre dia miércoles, fiesta de San Lucas, un pueblo llamado Alcázar cerca de Ceuta. Acompañáronle en esta jornada Don Fernando su hermano duque de Viseo, y Don Enrique su tio. Duarte de Meneses quedó para el gobierno y defensa de aquella plaza, el qual con grande ánimo sufrió por tres veces grande. Morisma que despues de partido el Rey acudieron, y con encuentros que con ellos tuvo, quebrantó su avilenteza y atrevimiento: caudillo en aquel tiempo señalado, y guerrero sin par. De Sicilia envió Don Carlos príncipe de Viana enbaxadores á su padre para ofrecer, si le recebia en su gracia, se pondria en sus manos, y le seria hijo obediente; que le suplicaba, perdonase los yerros de su mocedad como Rey y como padre. No eran llanas estas ofertas, en el mismo tiempo solicitaba al Rey de Francia yá Francisco duque de Bretaña hiciesen con él liga: liviandad de mozo, y muestra del intento que tenia de cobrar por las armas lo que su padre no le diese. Esto junto con recelarse de los Sicilianos que le mostraban grande afición, no le alzasen por su Rey, hizo que su padre le otorgó el perdon que pe dia; con que á sú llamado llegó á las riberas de España por principio del año mil y quatrocientos y cinquenta y nueve. 1459: Desde allí pasó á Mallorca para entretenerse y esperar lo que su padre le ordenaba: no tenia ni mucha esperanza ni ninguna que le entregarîa el reyno de su madre. La muerte que le estaba muy cerca, como suele, desbarató todas sus trazas. Los trabaxos continuados hacen despeñar á los que los padecen, y á veces los sacan de juicio. Pédia por sus embaxadores, que eran personas principales, que su padre le perdonase á él y á los suyos, y pusiese en libertad al condestable de Navarra Don Luis de Biamonte con los demas que le dió los años pasados en rehenes : que le hiciese jurar por Príncipe y heredero, y le diese libertad y licencia para residir en qualquier lugar y ciudad que quisiese fuera de la córte: que sus estados de Viana y 'de Gandía acudiesen á él con las rentas, y no se las tuviese embargadas; debaxo desto ofrecia de quitar las guarniciones de las ciudades y castillos que por él se tenian en Navarra: Ilevaba muy mal que su hermana Doña Leonor muger del conde de Fox estuviese puesta y encargada del gobierno de aquel

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