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bó lo hecho en la Sede vacante, y oponiendo favor á favor, nombró por Adelantado mayor al Príncipe de Eboli, Ruy Gomez de Silva. Paulo IV anuló la concesion, pero los agraciados sostuvieron el pleito en el Consejo durante todo aquel siglo y parte del siguiente, y salieron con su empeño.

§. 67.

La Magistral de San Justo en Alcalá de Henares.

No llevaron á bien los canónigos de San Justo que Cisneros se hiciera enterrar en la Capilla de su Colegio Mayor; con todo no se rompió la buena armonía entre ambas corporaciones, aunque mediaron á veces entre ellas graves desacuerdos. Tampoco llevaron á bien los Arzobispos sucesores Fonseca, Tavera y Silicéo, que en villa de su jurisdicion se creara un poder fuerte y exento, que apénas podía dirigir una juventud inquieta y bulliciosa, ni tampoco que los canonicatos de San Justo se diesen exclusivamente á los graduados de la Universidad. Algo había previsto Cisneros, pues autorizaba al Rector y Colegio á trasladarse á otro punto si en Alcalá les iba mal. Ya estuvieron para hacerlo trasladándose á Guadalajara, pero comprendieron que iban á ser vasallos del Duque del Infantado. El generoso Sr. Vargas, Obispo de Plasencia, les ofrecía local espléndido en Madrid. Opúsose un concejal llamado Alarcon, alegando que á los Reyes repugnaría vivir donde hubiera estudiantes (1).

Los vecinos de Alcalá, conociendo sus intereses, no querían que saliera de allí el Colegio. Al fin la villa debía á Cisneros cási todo lo que era; y esta le ha pagado siempre con debida gratitud. Pero los Arzobispos querían que tuviera jurisdicion sobre los estudiantes el Maestrescuela como en Salamanca, y no el Rector; y que este fuera cosa suya como lo eran el Corregidor y el Vicario general.

(1) Así lo refiere Alvar Gomez en su citada Vida de Cisneros, en latin. En la cuestion de creacion de estudios en Madrid, se han citado mucho esos textos en pro y en contra.

El Cardenal Tavera halló el pleito comenzado y lo siguió con calor, pero no logró triunfar á pesar de su gran valimiento; ni tampoco Silicéo que aún persiguió más al Colegio. Valió mucho á este la proteccion del César, siempre afecto á la Universidad, pues fué lo último que le suplicó Cisneros ya moribundo en Roa.

La Iglesia de San Justo, Catedral en tiempo de los godos y mozárabes, no era más que una pobre parroquia, cuando el Arzobispo Carrillo la hizo Colegiata con bulas de Sixto IV; creando en ella seis dignidades, doce canonicatos y ocho raciones. Cisneros, ademas de ampliar y hermosear su fábrica aumentó diez y siete canonicatos y diez raciones. Transigióse por fin entre.el Cardenal Tavera y el Claustro, con mediacion del Emperador, que el Arzobispo proveyese las dignidades de Abad y Arcipreste, que en las demas dignidades y las doce prebendas de Carrillo, que llamaban viejas, turnasen el Arzobispo y el Claustro, siendo del Arzobispo los meses que llamaban apostólicos, ó del Papa. La Universidad proveía las prebendas llamadas nuevas, ó de Cisneros, y todas las otras que le correspondiesen por turno, debiendo ser estas provistas siempre entre teólogos y por antigüedad rigorosa.

Los nombrados por el Arzobispo debían ser tambien Doctores ó Licenciados en Teología ó Derecho canónico por Alcalá, Salamanca, Valladolid ó San Clemente de Bolonia. Los racioneros debían ser, al menos, Maestros en Artes. De ahí vino el que se le diera título de Magistral, que por uso prescrito ha venido teniendo hasta nuestros dias, no habiendo desde entonces, hasta 1837, entrado en aquella Iglesia ningun prebendado que no tuviese grado académico.

Entrando el Emperador en la Iglesia en cierta ocasion, le conducían al Presbiterio, donde le habían puesto dosel, pero prefirió pasar al Coro y sentarse entre las dignidades diciendo: que allí estaba más honrado entre los sábios.

Hoy la Colegiata de San Justo, salvada justamente por el Concordato novísimo, tiene el honor de haber recogido y dado honrosa sepultura á los restos de sus dos bienhechores Carrillo y Cisneros.

§. 68.

1

Monacato del Emperador Cárlos V. — San Francisco de Borja.

་་

Al morir el Rey D. Juan II decía á su médico el bachiller de Cibdad-Real: Bachiller, ¡naciera yo fijo de un mecánico, é hobiera sido fraile del Abrojo, é no Rey de Castilla! No fué este el único Rey holgazan que al tiempo de morir deseaba haber sido fraile. Ni San Fernando, ni D. Jaime el Conquistador, ni D. Fernando y Doña Isabel, habían expresado tal deseo á la hora de su muerte. Acatando los designios de la Providencia, habían procurado llenar su deber en el puesto que les había deparado, y llorában sus pecados y extravíos, mas no su dignidad anterior. No quiso Cárlos V esperar á su agonía para dejar su corona y expresar estériles deseos: larga y borrascosa había sido su existencia; mas no por eso olvidó sus deberes religiosos, y apenas hubo dia en que dejara de oir misa. En sus últimos años anhelaba pensar solamente en su salvacion, llevando una vida tranquila y religiosa. La fortuna, encadenada á sus empresas durante largo tiempo, principiaba á volverle las espaldas: en un momento de despecho había exhalado aquella amarga queja, que ha quedado en proverbio:- La fortuna és hembra, y, como las mujeres, halaga á los jóvenes y desaira á los viejos: y el Emperador, que la había avasallado, no se resignaba á sufrir sus burlas. Dicese que adolecía algo de hipocondría, quizá heredada de su madre.

En su corte habia conocido á un Duque de Gandía, Virey de Barcelona y apuesto caballero, á quien el mismo Emperador había comisionado para conducir á Granada el cadáver de su esposa la Reina Doña Isabel de Portugal. Al hacer entrega de los Reales despojos, levantando aquel caballero el fúnebre sudario que cubría la faz de la augusta difunta, no pudo ménos de quedar horrorizado viendo su fealdad y horrible descomposicion. No serviré en adelante, dijo el caballerizo, á tales amos que se me puedan morir; y poco tiempo despues vestía la sotana de la Compañía de Jesús, recien fundada. ¿Hasta qué punto pudo mover al Emperador el ejemplo de aquel caballero, á quien siempre hubo de profesar singular afecto?

¿Será preciso decir que caballero tan conocido y popular en nuestra historia era San Francisco de Borja?

Un año antes de renunciar D. Cárlos su corona había fallecido en Tordesillas su desgraciada madre, conocida en la historia con el titulo de Doña Juana la Loca (11 de Enero de 1555). Pocos momentos ántes de su fallecimiento recobró sus facultades intelectuales, y halló á su lado para su consuelo al mismo ex-Duque de Gandía, San Francisco de Borja, que pudo encaminar al cielo aquella pobre alma atribulada.

El Emperador renunció al mundo algunos meses despues, y abdicó en su hijo Felipe II (1556). Pasando en seguida á España, llegó á Valladolid á principios del Otoño en compañía de sus hermanas. La ciudad había preparado grandes fiestas y regocijos, que no quiso aceptar, y diez dias despues salió para el monasterio de jerónimos de Yuste, en Extremadura, como un caballero particular, llevando solamente en su compañía dos médicos, dos cirujanos y unos pocos criados. Algunos críticos modernos han hallado demasiado cómodo y elegante para un monje el aposento de Cárlos V en Yuste. En verdad que para los tales censores sería una gran cosa el tal aposento; mas no por eso dejaba de ser harto mezquino para quien acababa de renunciar tantos dominios, que pudiera decirse que en sus tierras nunca se ponía el sol.

Dos años permaneció en Yuste aquel célebre Monarca, que principió en España tan mal y acabó tan bien. Deseoso de connaturalizarse con la idea de la muerte, que había arrostrado en vida, y que veía acercarse con religiosa resignacion, quiso asistir á sus propias exequias; y aquel genio belicoso apenas pudo ver terminar las lúgubres ceremonias, que poco tiempo despues fueran para él una triste realidad. Al acercarse su último fin tuvo el consuelo de ver tambien á su lado al que quizá había sido modelo de su retiro, al ex-Duque de Gandía, destinado á endulzar los últimos momentos de los régios moribundos. Pocos dias despues el mismo San Francisco de Borja subía al púlpito en la iglesia de San Benito el Real de Valladolid para pronunciar el elogio fúnebre del Emperador, á presencia de su nieto el Príncipe D. Cárlos.

CAPITULO XII.

LUCHA DE ESPAÑA CONTRA EL PROTESTANTISMO EN TIEMPO DE FELIPE II.

§. 69.

Carácter religioso de Felipe II.-Estado de la monarquía.

La historia del Emperador Cárlos V es la historia general, religiosa, militar y política de Europa en la primera mitad del siglo XVI: la historia de su hijo es la historia eclesiástica de España y áun de gran parte de Europa, en la segunda mitad del mismo siglo.

La vida de Felipe II es una lucha continuada contra el protestantismo; es la personificacion del carácter español en el siglo XVI con su sóbria austeridad, su fe viva y ardiente, su adhesion à la Iglesia y su severa majestad. Hijo de un padre belicoso, se consagra en su juventud á las tareas de la guerra, y la fortuna le sonrie en San Quintin. Aquel célebre hecho de armas trae á la memoria dos ideas populares en España: una victoria de las más célebres en nuestra historia, y la construccion del célebre monasterio del Escorial, monumento glorioso de la régia devocion y del arte cristiano.

Pero en la vida de Felipe II que comprende la segunda mitad del siglo XVI, hay bajo el aspecto religioso los mismos períodos que en la de su padre. Principia por estar en pugna, no con la Santa Sede, sino con el Papa y por culpa de este, ó mejor dicho de sus sobrinos; cediendo ante él cuando otro se hubiera mostrado exigente; y á pesar de ser casi el único defensor de la Santa Sede en Europa, no siempre logra estar bien quisto con ella. Favorece el Concilio de Trento como su padre, y logra verlo terminado en gran pro de la Iglesia y con honra suya y de España.

Lo mismo que su padre combate el protestantismo en to

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