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en cifra por lo que pudiese suceder, que nadie las entendiese, dado caso que se las tomasen. Lo que contenian en suma era: Que no hay en el mundo alegría pura que no vaya destemplada con tristeza; que el rey don Sancho era muerto por traicion de Vellido Dolfos; que si bien tenia merecida la muerte y los tenia á todos agraviados, en fin era hijo de sus padres, y fuerza se doliesen de su triste suerte; que muy presto se alzaria el cerco de Zamora, si bien don Diego Ordoñez cargaba á los ciudadanos de traidores como participantes en aquel caso, y los retaba resuelto de proballes en campo y por las armas aquel aleve; lo que hacia al caso, y ella siempre deseara y lo suplicara á Dios, era que él, como deudo mas cercano, era llamado á la corona para que recobrase su reino y sucediese en lo demás; por tanto, que abreviase para prevenir los intentos de gente no bien intencionada, granjear y conquistar las voluntades de todos los vasallos; finalmente, que se guardase de gastar el tiempo en demandas y respuestas, consultas y dudas fuera de sazon, pues en casos semejantes no hay cosa mas saludable que la presteza. Esto contenia la carta. Muchas escuchas de moros que andaban mezclados entre los cristianos avisaron primero al rey Moro de lo que pasaba y la fama que en casos semejantes siempre se adelanta y vuela. Peranzules, que por conjeturas que para ello tenia cada dia esperaba algun trueco y mudanza, salia cada dia en son de caza de la ciudad de Toledo por espacio de una legua para informarse de los caminantes y saber lo que pasaba. Con este cuidado hobo á las manos una ó dos espías de los moros que venian con aquel aviso, y sacados del camino, por encubrir las nuevas si pudiera, les dió la muerte. Finalmente encontró con el mensajero de la Infanta, informóse en particular de todo, y con tanto dió vuelta para la ciudad y avisó á don Alonso de lo que venia en las cartas y el mensajero decia. Aconsejábale que con todo el secreto posible sin dar parte al rey Moro se partiese prestamente. A la verdad parecia recia cosa fiarse de los moros, que como tales poca lealtad suelen guardar, además de otros inconvenientes que podian resultar, que el miedo y el amor suelen hacer mayores de lo que son. Don Alonso estaba perplejo sin saber cuál partido debia seguir y qué consejo tomar. Parecíale bien lo que aquel caballero le decia; mas por otra parte se le hacia de mal mostrarse descortés con quien le tenia tan obligado. Resolvióse, finalmente, de seguir lo que parecia mas seguro y mas honesto. Habló con el rey Almenon; avisóle de todo lo que ya él mismo sabia, aunque disimulaba; pidióle licencia para tomar posesion del reino, á que los suyos le convidaban; que no le pareció justo partirse sin su voluntad y sin que lo supiese, de quien tantos regalos tenia recebidos. El bárbaro, vencido con esta cortesía y lealtad, respondió se holgaba mucho que le ofreciesen el reino, y mucho mas que con aquella cortesía le quitase la ocasion de trocar las buenas obras que le hiciera, menores que él merecia y él mismo deseaba, en algun desabrimiento si se pretendiera ir sin que él lo supiese, y sin dalle parte de lo que por otra via muy bien sabia; y aun le tenia tomados los pasos, y en los caminos puestas guardas para que no se le pudiese escapar, si por ventura lo intentase; que muy en buen hora fuese á tomar la corona que le ofrecia; solo queria que, para seguridad de la amis

tad que tenian puesta, le hiciese de nuevo el juramento que le tenia hecho de ser verdadero amigo, así suyo como de su hijo Hisem, para no faltar jamás en la fé y palabra que se daban, pues ponian á Dios por juez y por testigo de aquella confederacion y amistad. Hizose todo como el Moro lo pedia; ayudóle con dineros para el camino, y aun para mas honrarle, al partirse le acompañó por algun buen espacio; ejemplo singular de fidelidad y templanza en un rey bárbaro como aquel. Lo que se ha dicho tengo por mas cierto que lo que refiere don Lúcas de Tuy, es á saber, que sin que el Rey lo supiese se descolgó por los adarves, y se huyó en postas que le tenian aprestadas. De cualquier manera que ello fuese, él enderezó su camino á Zamora, donde la Infanta le esperaha, y á quien siempre tuvo en lugar de madre. Consultó con ella lo que debia hacer, despachó sus correos por todas partes para avisar de su venida. Los de Leon no mostraron dificultad alguna, antes con gran voluntad le recibieron y alzaron por su rey. Lo de Galicia andaba en balanzas á causa que su hermano don García, por la mudanza de los tiempos, escapó de la prision y pretendia restituirse en el reino que antes tenia. Acordó don Alonso, por excusar alteraciones, envialle personas nobles y principales que le requiriesen de paz; los cuales, por ser él de buena condieion y sencillo, fácilmente le persuadieron lo que deseaban; antes sin recelarse de alguna celada ni pedir otra seguridad, se vino para su hermano, confiado alcanzaria dél por bien lo que pretendia. Engañóle su esperanza, ca luego le echaron las manos y le quitaron la libertad y volvieron á la prision, que le duró todo el tiempo de la vida. El recelo que de su condicion se tenia, no muy sosegada, que seria ocasion de alborotos y alteraciones, excusan en parte este desaguisado que se le hizo, demás del buen tratamiento que tuvo en la prision, si la falta de la libertad y el reino que le quitaban se pudieran recompensar con alguna otra comodidad y regalo. Con esto quedó llano lo de Galicia. Los caballeros de Castilla se juntaron en la ciudad de Búrgos para acordar lo que se debia hacer. La resolucion fué de recebir á don Alonso por rey de Castilla, á tal que jurase por expresas palabras no tuvo parte ni arte en la muerte de su hermano. Don Alonso, avisado desto, se partió para aquella ciudad. Los mas de los presentes se recelaban de tomarle la jura por pensar lo tendria por desacato y para adelante se satisfaria de cualquiera que lo intentase. Solo el Cid, como era de grande ánimo, se atrevió á tomar aquel cargo y ponerse al riesgo de cualquier desabrimiento. En la iglesia de Santa Gadea de Burgos le tomó el juramento, que en suma era no tuvo parte en la muerte de su hermano ni fué della sabidor; si no era así, viniesen sobre su cabeza gran número de maldiciones que allí se expresaron. Acabada esta ceremonia, á voz de pregonero alzaron por don Alonso los pendones de Castilla, y le declararon por rey con grande muestra de alegría y muchas fiestas que por aquella causa se hicieron. Disimuló el Rey por entonces el desacato; mostróse alegre y cortés con todos como el tiempo lo pedia; pero quedó en su pecho ofendido gravemente contra el Cid, como los efectos adelante claramente lo mostraron. Además que algunos cortesanos, que suelen con su mal término atizar los disgustos de los príncipes y mirar con malos

ojos la prosperidad de los que les van delante, no ccsaban con chismes y reportes de aumentar la indignacion del Rey. Tenia don Alonso treinta y siete años cuando volvió al reino. Fué diestro en la guerra; por esta causa le llamaron don Alonso el Bravo. Era prudente y templado en el gobierno, de noble condicion y modesto; virtudes á que de suyo era inclinado, y las adversidades y trabajos que padeció mucho le afinaron mas. Su franqueza y liberalidad fué extremada, tanto, que parecia en hacer mercedes consumir las riquezas y tesoros reales. La muerte del rey don Sancho y la restitucion de don Alonso sucedió el año que se contaba de Cristo de 1073. En el mismo el cardenal Hildebrando entró en el pontificado por muerte de Alejandro II, y se Hamó Gregorio VII; persona de singular virtud, grandeza de ánimo y constancia, como lo mostró en la enemiga que por toda la vida tuvo con el emperador Enrique, tercero deste nombre, sobre defender la libertad de la Iglesia, que aquel príncipe pretendia atropellar. En España, este mismo año, santo Domingo de Silos, monje cluniacense, varon de conocida santidad, finó á 20 de diciembre, dia viérnes. Su fiesta se celebra cada año en España. Nació este santo en la Rioja, en un pueblo llamado Cañas; de pastor que fué entró monje en San Millan de la Cogulla; con el tiempo vino á ser allí abad; mandóle desterrar el rey don García de Navarra porque defendia con mucha fuerza las exempciones de sus monjes y sus privilegios; de donde tomó el nombre en latin, como yo creo, que se dijo Exiliensis, Silos en romance. El monasterio, que á la sazon se llamaba de San Sebastian, le reparó este santo los años pasados con ayuda del rey don Fernando, y adelante mudó el nombre y se llamó de Santo Domingo de Silos, no soio el monasterio, sino el pueblo que está junto á él en el valle de Tablatello, diez leguas de Búrgos, en en unos ásperos riscos, camino derecho de Santistéban de Gormaz. No quise dejar esto por la noticia de la antigüedad y por ser este monasterio muy nombrado. Volvamos á los hechos de los reyes y al órden de la listoria como fba antes.

CAPITULO XI.

De los principios del rey don Alonso el Sexto.

En los principios del reinado del rey don Alonso no faltaron turbaciones y revueltas, que con el tiempo se apaciguaron y tuvieron buen suceso y alegre. El año siguiente despues que entró en su reino, que fué el de 1074, los reyes de Córdoba y de Toledo traian guerra sobre los términos de sus reinos. Don Alonso, por lo mucho que debia al de Toledo, juntó un buen ejército con intento de ayudarle y acudirle. Temió el rey Almenon de primera instancia que venia contra él; pero Juego se desengañó y supo el buen intento que traia en su favor. Juntaron los dos sus campos y hicieron muy gran daño en las tierras del reino de Córdoba ; destruyeron los sembrados, aldeas y cortijos y quemaron los pueblos; hicieron grandes presas de hombres cautivos y de ganados. No se vino á las manos porque el de Córdoba esquivaba entrar en batalla con Almenon y con los demás que de su parte venian. Los soldados volvieron alegres con las victorias, ricos y cargados de despojos. Por este tiempo falleció la primera mujer del rey don

Alonso, por nombre doña Inés. Casó despues con otra señora, llamada Constancia, natural de Francia. Deste segundo matrimonio tuvo una hija sola, que se llamó doña Urraca, y adelante heredó el reino y todos los estados de su padre, como se verá en otro lugar. A instancia desta Reina, segun yo pienso, despacharon una embajada á Roma para suplicar al Papa enviase un legado á España con plena potestad para reparar y reformar por todas las vias posibles las costumbres de los eclesiásticos, que por la soltura de los tiempos andaban muy estragadas y perdidas. Parecióle al papa Gregorio VII ser muy justa esta demanda; despachó para este efecto á Ricardo, cardenal y abad de San Victor de Marsella. Este legado, llegado á España, juntó en Búrgos, ciudad cabeza de Castilla, el año de 1076, un concilio de obispos de todo el reino; en él, por conformarse con la voluntad del Rey y con lo que era razon, confirmó en todo su reino el ministerio romano, que son las mismas palabras de don Pelayo, obispo de Oviedo. Yo entiendo que mandó ejecutar y poner en práctica las leyes antiguas de la Iglesia, olvidadas y desusadas en gran parte, señaladamente que los clérigos de órden sacro no se casasen ni tuviesen mujeres, segun que lo mismo se hiciera en Alemaña, aunque con mucho alboroto y revueltas que sobre el caso se levantaron, tanto, que públicamente se dijeron muchas cosas contra la honra y reputacion del pontífice Gregorio, libelos famosos, cantarcillos y versos muy descomedidos en este propósito; tan pesada cosa es dejar las costumbres viejas y reformar las vidas estragadas. A la verdad, los mas de los clérigos, olvidados de lo que pedia la antigua diciplina eclesiástica y vencidos del deleite, se hallaban enlazados en el casamiento, cargados de mujeres y de hijos. Demás desto, á ejemplo de Aragon, abrogaron en aquella junta el Breviario y Misal gótico de que usaban en España, y se mandó introducir el romano. Esto cuanto á lo eclesiástico. El Cid asimismo por mandado del Rey partió para la Andalucía á poner en razon á los reyes moros de Sevilla y de Córdoba, que no querian acudir con las parias y con los tributos acostumbrados. Traian entre sí guerra muy reñida los reyes de Granada y de Sevilla; el de Granada estaba mas orgulloso á causa que algunos cristianos seguian sus banderas y ganaban dél sueldo; púsose el Cid de por medio para concertallos y ponellos en paz; y porque el de Granada no quería venir en ningun partido, le hizo guerra, y vencido, le forzó á tomar el asiento que primero desechaba. Hiciéronse pues las paces entre aquellos moros, y el Cid volvió con los tributos cobrados y sus soldados ricos con las presas que en aquella guerra hicieron; los cuales y toda la demás gente, por las victorias que ganó en esta jornada, le dieron un nuevo apellido y muy honroso, ca le llamaron el Cid Campeador, en que se muestra el grando amor que le tenian y gran crédito que habia ganado. Por el mismo camino los nobles y caballeros se encendieron contra él en una nueva envidia; procuraban abatir al que mas aína debieran imitar, armábanse para esto de calumnias y cargos falsos que le hacian, torcian sus servicios y sus palabras. No era dificultoso salir con su intento por estar el Rey de tiempo atrás desgustado; demás que de nuevo se les ofreció otra ocasion muy á propósito para llevar adelante esta trama.

Los moros de Andalucía no acababan de sosegar y allanarse; determinó el Rey hacelles guerra en persona. En esta sazon un buen golpe de moros de los que en Aragon moraban, sea á persuasion de los andaluces, sea por no perder aquella ocasion, por Medinaceli hicieron entrada en las tierras de Castilla. Corrieron y talaron los campos de Santistéban de Gormaz. El Cid se hallaba retirado en su casa con achaque de su poca saJud, como á la verdad pretendiese con ausentarse aplacar la envidia de sus émulos para que no le empeciesen; pero avisado de lo que pasaba y visto que el Rey estaba ausente, con las gentes que pudo recoger prestamente acudió al peligro. Su valor y diligencia corrian ú las parejas; así muy en breve forzó á los moros á retirarse y desembarazar la tierra. No contento con esto, por aprovecharse de la ocasion y aprovechar sus soldados, revolvió á manderecha sobre las tierras del reino de Toledo, sin parar hasta dar vista á la misma ciudad. En el camino saqueó los pueblos, taló los campos, ganó gran presa y siete mil esclavos entre hombres y mujeres. Los que le aborrecian acudieron al Rey para cargalle de haber quebrantado el asiento puesto con aquel rey de Toledo. Decian no convenia disimular ni dar rienda á un hombre loco y sandio para hacer semejantes desatinos; que era bien castigalle y hacer que no se tuviese en mas que los otros caballeros, ni pretendiese salir con lo que se le antojase. Tratóse el negocio en una junta de grandes y ricos hombres. Acordaron saliese desterrado del reino, sin dalle mas término de nueve dias para cumplir el destierro; no se atrevió el Cid á contrastar con aquella tempestad. Encomendó su mujer y hijos al abad de San Pedro de Cardeña, monasterio con que tuvo toda su vida mucha devocion, y él se fué á cumplir su destierro acompañado de muy buena y lucida gente. Iba resuelto de no pasar el tiempo en ociosidad, antes hacer de allí adelante con mas brio guerra á los moros, y con el resplandor de sus virtudes deshacer las tinieblas de las calumnias que le armaban. Los moros por este tiempo, con las comidas y regalos de España y con la abundancia, fruto de la victoria, habian perdido en gran parte las fuerzas y valor con que vinieron de Africa. Salió el Cid con poca gente, aunque escogida, y otros muchos deudos y hijosdalgo que se le allegaron, que todos deseaban tenelle por caudillo y militar debajo de su conducta. Rompió lo primero por el reino de Toledo y el rio de Henáres arriba no paró hasta llegar á aquella parte de Aragon en que está Alhama y el rio Jalon, que riega con diversas acequias que dél sacan gran parte de aquellos campos; en particular combatió y ganó de los moros el castillo de Alcocer, muy fuerte por su sitio, puesto en lugar alto y enriscado. Desde este castillo hacía salidas y cabalgadas por todas aquellas tierras comarcanas, y aun desbarató dos capitanes que el rey de Valencia envió con gente para impedir aquellos daños. La presa que hizo en todos estos encuentros y jornada fué muy rica; acordó enviar en presente al rey don Alonso treinta caballos escogidos con otros tantos alfanjes fiados de los arzones y treinta cautivos moros vestidos ricamente que los llevasen de diestro. Recibió el Rey esta embajada y presente con muy buen talante y toda muestra de contento y alegría. El pueblo no cesaba de engrandecer al Cid y subir sus hazañas hasta las nubes; llamábanle li

bertador de la patría, terror y espanto de los moros, defensor y amparador de la cristiandad. Decian que era tanta su grandeza, que con buenas obras pretendia vencer los agravios que le hacian; y su mansedumbre y gentileza se aventajaba á las injusticias y injurias de sus contrarios. Que no debia nada á los caballeros antiguos, antes se les adelantaba en todo género de virtud. Despidió el Rey los embajadores muy cortesmente; pero no alzó por entonces el destierro á su señor por no alterar á los moros, si tan en breve le perdonaba; solo dió licencia á todos los que quisiesen para seguille y militar debajo de sus banderas; en lo cual so tuvo respeto, no solo á honrar al Cid, sino á descargar el reino de muchos hombres bulliciosos, que, apaciguada el Andalucía, por estar criados en las armas llevaban mal la ociosidad. Estas cosas, si bien pasaron en muchos años, las juntamos en este lugar por no perturbar la memoria si se dividieran en muchas partes. Advertido esto, volverémos con nuestro cuento atrás y á referir lo que pasó en España el año que se contaba de Cristo 1076.

CAPITULO XII.

Cómo el rey don Sancho de Navarra fuè muerto por su hermano.

El rey don Sancho de Navarra tenia un hermano, llamado don Ramon; los dos, aunque eran hijos de un padre y de una madre, en las condiciones y costumbres mucho diferenciaban. Don Ramon era de suyo bullicioso, amigo de contiendas y de novedades, ninguna cuenta tenia con lo que era bueno y honesto á truequo de ejecutar sus antojos. Arrimábansele otros muchos de su misma ralea, gente perdida y que consumidas sus haciendas no les quedaba esperanza de alzar cabeza sino era con levantar alborotos y revueltas. Con la ayuda destos pretendia don Ramon apoderarse del reino; ambicion mala y que le traia desasosegado. El Rey era amigo de sosiego, muy dado á la virtud y devocion, como consta de escrituras antiguas en que á diversos monasterios de su reino hizo donaciones de campos, dehesas y pueblos. Tenia en su mujer doña Placencia un hijo, por nombre don Ramiro, de poca edad, que le habia de suceder en el reino, y no falta quien diga tuvo olros dos hijos hasta llamar al uno don García, y al menor de todos no le señalan nombre. De lo uno y de lo otro tomó ocasion don Ramon para alzarse contra el Rey; decia que con su mucha liberalidad, que él llamaba prodigalidad y demasía, diminuia las rentas reales y enflaquecia las fuerzas del reino, como de ordinario los malos á las virtudes ponen nombres de los vicios á ellas semejantes; gran perversidad. Demás desto, el Rey era viejo, los hijos que tenia de poca edad; esto dió ánimo al que ya estaba determinado de declararse, y con la ayuda de sus aliados se alzó con algunos castillos, principio de mayores males. Acudió el Rey á ponelle en razon; mas visto que por bien no se podia acabar cosa ninguna, le pusieron acusacion, y en ausencia, por los cargos que contra él resultaban, le declararon por enemigo público y le condenaron á muerte. Con esto quedaron por enemigos declarados, y cada cual de los dos procuraba dar la muerte al contrario. Los malos de ordinario son mas diligentes y recatados por no fiarse en otra cosa sino en sus mañas; por el contrario, los bue

nos, confiados en su buena conciencia, se suelen descuidar. El Rey estaba en la villa de Roda; el traidor secretamente se fué allá bien acompañado, y hallado el aparejo que buscaba, alevosamente le dió la muerte. El arzobispo don Rodrigo no hace mencion de todo esto, puede ser que por no manchar su nacion y patria con la memoria de caso tan feo. Los hijos del muerto acudieron á favorecerse, don Ramiro el mayor al Cid, y los dos menores al rey de Castilla don Alonso. Su edad y fuerzas no eran bastantes para contrastar á las del tirano, que quedó muy pertrechado, y luego con el favor de sus valedores se llamó rey. Por esto los principales del reino se juntaron para acordar lo que convenia. No les pareció disimular ni recebir por señor al que tales muestras daba de lo que seria adelante. Los infantes eran flacos y estaban ausentes. Resolviéronse de convidar con aquel reino y corona á don Sancho, rey de Aragon, primo hermano del muerto, y valerse de sus fuerzas contra las del tirano. Acudió él sin tardanza, encargóse del reino que le ofrecian y apoderóse de la mayor parte dél. Otra parte, que fué lo de Briviesca y la Rioja, se entregó al rey don Alonso, que pretendia tener mejor derecho á lo de Navarra por causa de la bastardía de don Ramiro, padre del rey de Aragon; en particular se entregó la ciudad de Najara, do en la iglesia de Santa María la Real sepultaron los cuerpos del Rey muerto y de la Reina, su mujer. Vino otrosí el Aragonés en acudir cada un año al de Castilla por lo de Navarra, por no venir con él á rompimiento, con cierto tributo; este reconocimiento se halla por escrituras antiguas que pagaron los reyes don Sancho y don Pedro. El tirano homiciano, vista la voluntad con que la gente recebia el nuevo Rey y perdida la esperanza de poder contrastar así á sus fuerzas como al odio que todos como á malo y aleve le tenian, acordó ausentarse. Huyó á Zaragoza, donde el rey Moro le dió casa en que morase, y le heredó en ciertos campos y tierras con que pasase su pobre y lacerada vida. Esta herencia de mano en mano recayó en una su nieta, llamada Marquesa, que casó con Aznar Lopez, y afirman que en su testamento la dejó á la iglesia mayor de Santa María de Zaragoza, en tiempo de don Alonso, rey de Aragon, primero deste nombre.

CAPITULO XIII.

Que Almenon, rey de Toledo, y don Ramon, conde de Barcelona, fallecieron.

El año luego siguiente, que se contó de 1077, pasaron desta vida dos príncipes muy señalados; Almenon, rey de Toledo, y don Ramon, conde de Barcelona, por sobrenombre el Viejo; en que el dicho año fué mas señalado que en otra cosa que en él sucediese. En el reino de Toledo sucedió Hisem, hijo mayor del rey difunto. Todo el tiempo que reinó, que fué por espacio de un año, se conservó con todo cuidado en la amistad del rey don Alonso, á ejemplo de su padre y por su mandado, que se lo dejó muy encomendado. Muerto Hisem, le sucedió su hermano menor, por nombre Hiaya Aldirbil, muy diferente de su padre y hermano. Era cobarde en la guerra, en el gobierno desconcertado, de vida muy torpe, dado á comidas y deshonestidades, sin perdonar á las hijas y mujeres de sus vasallos; con que

se hizo muy aborrecible, así á los moros como á los cristianos que moraban en Toledo. Era inhumano y cruel, propia condicion de medrosos y cobardes. Por la muerte de Hisem quedó el rey don Alonso libre del homenaje que hizo en Toledo los años pasados de guardar amistad á aquellos príncipes, padre y hijo. Los cristianos y moros de aquella ciudad, cansados con la tiranía que padecian y no pudiendo llevar los vicios de aquel Príncipe, hacian grande instancia por sus cartas al rey don Alonso para que los librase de aquella opresion tan grande y se apoderase de aquella ciudad tan principal, que era como un baluarte muy fuerte de casi todo el señorío de los moros. Decíanle no perdiese aquella ocasion tan buena como se le presentaba por estar desabridos los ciudadanos, y la poca industria del Rey, que no tendria ánimo ni fuerzas para hacer resistencia á los cristianos. Estos fueron los primeros principios y como las primeras zanjas que se abrian para emprender la conquista de aquella nobilísima ciudad, cabeza de todo aquel reino. El conde don Ramon falleció en Barcelona, en cuya iglesia mayor le sepultaron, que él mismo desde los cimientos levantó los años pasados. El entierro y las honras fueron cuales se puede pensar con toda muestra de majestad y solemnidad. Dejó dividido su estado entre dos hijos suyos; el mayor se llamó don Berenguel, el segundo don Ramon Cabeza de Estopa; la causa de tal apellido de suso queda declarada; su gentileza y apostura y las costumbres, muy compuestas y agradables, fueron ocasion de ganar las voluntades, así del pueblo como de su padre en tanto grado, que sin embargo que era hijo menor, quedó nombrado por conde de Barcelona; mejoría que le fué perjudicial y le acarreó la muerte, como luego se dirá. Este Príncipe casó con una señora, hembra de mucha virtud y que fué hija de Roberto Guiscardo, normando de nacion y gran señor en Italia, segun que lo refiere cierto autor. Esta gente de los normandos en aquel tiempo era muy nombrada. La fama de su valor volaba por todas partes, y estaban apoderados de lo postrero de Italia y de Sicilia. Fundó esta Condesa dos monasterios, el uno con advocacion de San Daniel, en el valle de Santa María, tierra de Cabrera; el otro cerca de Girona, donde despues de la muerte de su marido, renunciado el siglo y sus comodidades, pasó muy santamente lo restante de su vida. En el un monasterio y en el otro puso religiosas de san Benito. Hijo desta señora fué don Ramon Arnaldo ó Berenguel, sucedió que á su padre en el condado de Barcelona. Por este mismo tiempo Armengol, conde de Urgel, hacia guerra á los moros que quedaban por aquellas comarcas, y Guillen Jordan, conde de Cerdania, perseguia los herejes arrianos, que á cabo de tantos años tornaban á brotar por aquellas partes. Este castigaba aquella mala gente con destierros, confiscacion de bienes, con infamia y con muertes que daba á los pertinaces. Por el esfuerzo de Armengol se ganaron de los moros muchos pueblos ribera del rio Segre; en especial la ciudad de Balaguer, cabeza del condado de Urgel, volvió á poder de cristianos.

CAPITULO XIV.

Cómo los normandos fueron à Italia.

El nombre de los normandos fué muy conocido los

años pasados por los grandes daños que hicieron en las costas de España y de Francia; mas por estos tiempos se hicieron mas famosos cuando extendieron la gloria de su esfuerzo en las partes de Italia, y por fuerza de armas fundaron en ella un nuevo reino y señorío, que dura hasta nuestros tiempos, aunque mudada diversas veces la sucesion de los príncipes que le han poseido y poseen. Dará mucha luz á esta historia saber la orígen desta gente y la ocasion que tuvieron para pasar en Italia, á causa de estar sus cosas en lo de adelante muy mezcladas con las de España. Normandos, que es lo mismo que liombres setentrionales, se llamaron en particular todos aquellos que entre la provincia de Dania y la Cimbrica Quersoneso se extendian por todas aquellas marinas del mar Germánico y poseian las islas que por allí caen; hombres fieros y bárbaros, en el vestido y manera de vida salvajes, de costumbres extraordinarias, pero muy diestros en el arte de navegar por el ejercicio ordinario que tenian de ser cosarios. Luitprando, que floreció por estos tiempos, dice que los normandos eran los mismos que los rusos ó rutenos. La verdad es que en un mismo tiempo estas gentes se derramaron como dos rios arrebatados, los rusos por las provincias de oriente, de donde vienen los de Polonia, los normandos por las de occidente, en que hicicron grandes efectos. En particular en tiempo de Carlos el Simple, rey de Francia, asentaron en aquella parte de aquel reino que antiguamente llamaron Neustria, y despues del apellido desta gente se llamó y se llama Normandía, como se dijo en otro lugar. Traian por capitan á uno llamado Rolon; naturalmente tenian grande apetito de mandar, eran acostumbrados á fingir y disimular, dados al estudio de la elocuencia y ejercicio de la caza, fuertes para sufrir todo trabajo, hambre, calor y frio; preciábanse de andar bien vestidos y arreados; en lo demás eran de condicion soberbia y desapoderada. Estas eran las virtudes y vicios de los normandos y su natural; con la comunicacion de los francescs, cuya condicion es mansa, se miligó en parte su fiereza y se amansaron sus costumbres. Del linaje de Rolon hobo uno llamado Guillermo Noto, séptimo duque de Neustria ó Normandía; este, por testamento del rey, Eduardo el Santo, juntó al ducado de Normandía el reino de Ingalaterra en el tiempo que se hacia la guerra de la Tierra-Santa. Para apoderarse de aquel reino pasó en una flota á Ingalaterra, y en la primera batalla venció á Haroldo, su competidor, y le quitó la vida y el reino. De allí, por tener aquellos reyes buena parte de la Francia, resultaron perpetuas guerras entre franceses y ingleses, que comenzaron poco antes de los tiempos en que va nuestra historia. De Francia pasó á Italia un ejército de los normandos con esta ocasion. Hay en Normandía una ciudad, que se llamó en otro tiempo Constancia Castra; en su comarca poseia un pueblo, que se llama Altavilla, uno llamado Tancredo, principe de noble y antiguo linaje, dichoso en sucesion, porque de dos matrimonios tuvo no menos que doce hijos. Guillermo, por sobrenombre Brazos de Hierro, Drogo, Wifredo, Gaufredo, Serlo nacieron de la primera mujer, cuyo nombre no se sabe. La segunda mujer, llamada Fransendis, tuvo estos: Roberto Guiscardo, Malegerio, Guillermo, Alveredo, Humberto, Tancredo y el menor de todos Rogerio, que hizo á todos ventaja en hazañas

y en mayor poder y señorío. La madre cuidaba de los alnados como de los hijos propios, y así ellos se querian bien, sin que tuviesen entre sí diferencias ni envidias. El padre los crió y amaestró en las armas y en las otras artes que pertenecian á gente noble. Eran denodados, de buen consejo, con que enfrenaban la temeridad; la osadía no los dejaba ser cobardes. Lo que el padre tenia era poco; temian que si lo dividian no resultasen dello riñas y contiendas, determinaron irse á otra parte á vivir y heredarse. Italia estaba dividida en muchos señoríos, ardia en bandos y guerras. Los moros tenian á Sicilia y las otras islas del mar Mediterráneo. Por la una causa y la otra se les ofrecia buena ocasion para mostrar su valor y esfuerzo. Los hermanos mayores pasaron en Italia. Siguiólos un buen golpe de gente; ejercitáronse en las armas y ganaron honra, primero en las guerras de Lombardía y de Toscana, despues pasaron á tierra de Lavor, parte del reino de Nápoles, do los príncipes, el de Salerno y el de Capua, se hacian guerra muy reñida por diferencias que tenian entre sí. Asentaron primero con el Capuano, despues siguieron al Salernitano, que les hizo mas aventajado partido, y con este ayuda quedó con la victoria. Concluida esta guerra, á instancia de Maniaco, gobernador de la Pulla y de Calabria por el emperador de Grecia, emprendieron la conquista de Sicilia contra los moros que della estaban apoderados. Ilicieron en breve buen efecto, ca muchas ciudades volvieron á poder de cristianos, y en diversos encuentros desbarataron los moros y los corrieron por toda la tierra hasta lanzarlos de aquella isla. Tras esto, como es ordinario, resultaron sospechas y desgustos entre los griegos, que pretendian quedar señores de aquella isla, y los normandos, que aspiraban á lo mismo. De las palabras vinieron á las manos; quedaron los griegos vencidos y privados de aquella su pretension. Destos principios comenzaron los vencedores á fundar y poner los cimientos de un nuevo estado en Italia y en Sicilia, que en breve llegó á ser muy poderoso y rico, porque á la fama de lo que pasaba, los hermanos menores que quedaban en Francia, fuera de solos dos que perseveraron en casa de su padre, cuyos nombres no se saben, acudieron con nuevos socorros de gente en ayuda de sus hermanos mayores, con que mucho se adelantaron en poder y señorío. Todo lo que se ganó por aquellas partes se dividió entre los mismos que lo conquistaron; pero muertos los demás, finalmente quedaron por señores de todo Roberto Guiscardo y Rogerio. Roberto se llamó duque de Calabria y de la Pulla; Rogerio fué conde de Sicilia, estado ganado de los moros y griegos por las armas suyas y de su hermano. Roberto, de dos mujeres que tuvo, Alberada y Sigelgaita, hija del príncipe de Salerno, dejó estos hijos: Boamundo, Rogerio y una hija (si es verdad lo que dicen los catalanes), que casó con don Ramon, conde de Barcelona, como ya dijimos. De Rogerio, conde de Sicilia, nació otro Rogerio, que mudó el apellido de conde en el de rey, y acabados los demás deudos, parte que fallecieron, parte por haberles él quitado lo que tenian, quedó solo con todo lo que los normandos en Italia y en Sicilia poseian; demás desto, Africa y Grecia le pagaban tributo; tan grande era su poder. Esto se tomó de Gaufredo, monje, que escribió los hechos de los normandos en Italia, á instancia del mismo conde Rogerio

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