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cias relativamente á la elección de un sucesor. Unos designaban al Conde de Aranda, pero Cárlos III no le era muy adicto, ya porque temia la violencia de su carácter, ya porque casi nunca se avenía con el dictámen de los demas consejeros. Exigió pues que el mismo Grimaldi eligiese un sucesor entre los varios sugetos que conociese capaces de poder dirigir con acierto las riendas del estado. Algunos sugetos recomendaron á Grimaldi al Conde de Floridablanca, que con tanto acierto habia desempeñado la embajada de Roma, y como fuese del gusto del Rey semejante eleccion nombrósele inmediatamente, y se le hizo venir al efecto de Roma. Lo mejor que hizo Gri. maldi durante su ministerio fué indicar al Rey para sucesor suyo al conde de Floridablanca en lo demas, si hizo algunas cosas buenas, incurrió tambien en muchas otras malas. Fué de los principales autores del pacto de familia, y esto lo recordará siempre la historia para saber que algun dia los intereses de la nacion se sacrificaron á los intereses de familia, fuese esta la que fuese. El primer paso de la administracion de Floridablanca fué poner término á las diferencias con Portugal, y el primero de octubre concluyó en el Real sitio de San Ildefonso el tratado de division de lindes, por el cual cedió 'Portugal la colonia del Sacramento y la navegacion del caudaloso rio de la Plata y de algunos de sus afluentes. La España cedió por su parte una pequeña porcion de territorio, y resti. tuyó á los Portugueses la isla de Santa Catalina. Pensó despues el nuevo Ministro en sacar partido de la rebelion de los Estados Unidos para debilitar á la Gran Bretaña. La pasada campaña habia sido favorable á los Ingleses, ni mas ni menos que la de los principios de este año, pues habian reducido á un deplorable estado á los defensores de la independencia americana. Pero los perdió la demasiada confianza en el triunfo; pues un general inglés, no contento con ahuyentar de las llanuras á los sublevados, quiso penetrar en la parte mas escabrosa del Canadá, y fué derrotado con pérdida de todo su ejército. Este golpe decisivo valió á los Anglo-americanos el reconocimiento de parte de la Francia, y grandes auxilios para contrarestar á los Ingleses.

Capitulo VII.

Negociaciones con Portugal. Guerra entre Francia é Inglaterra, Ofrécese Cárlos III como mediador. Intrigas diplomáticas en Madrid. Negociaciones. Apréstase la Españia para la guerra. Guerra con la Gran Bretañia. Bloqueo de Gibraltar.

El gobierno de Madrid supo aprovechar las disposiciones fa- 1778. vorables á la España de parte del gabinete de Portugal desde que habia muerto el rey Jorge I, y caido del poder su ministro Carvalho. Era este un hombre de estado de grande ambicion que habia logrado persuadir al difunto Monarca que trastornase el órden de la sucesion de la Monarquía, y desheredando á la princesa su hija, nombrase por sucesor á su nieto hijo del Príncipe del Brasil. Favoreció Cárlos III la liga de los que deseaban que sucediese la hija del Príncipe reinante, y como este caso llegase en breve, no fué difícil celebrar el 24 de marzo el tratado del Pardo, á tenor del cual, no solo se confirmaban las disposiciones del anterior, sino que además se establecia un convenio de familia y una alianza política y mercantil entre la España y Portugal. Renovarónse no solo los antiguos tratados de nacion á nacion, sino tambien los res. pectivos al comercio en ambas Américas, y la España por su parte hizo algunas cesiones, á las que correspondió Portugal con otras para favorecer el comercio de negros de que necesitaban las colonias españolas. Como fuese el ministro Floridablanca quien llevase á cabo negociacion tan difícil con una potencia reputada ya entonces colonia de la Inglaterra, se grangeó estimacion profunda de parte de todos los conocedores y de la familia Real. Pronto fueron visibles los efectos de este tratado, porque subió de punto el comercio con Amérise destruyó el contrabando que hacian los establecimientos portugueses, y se aseguró la España un enemigo menos en caso de una guerra con la Gran Bretaña. No estaba esta muy distante, porque los Franceses habian conocido que era aquella una coyuntura favorable para declarar la guerra á los Ingleses. La Gran Bretaña pensaba casi esclusivamente en los

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ca,

1779.

Estados Unidos, atormentándola la idea de perderlos, y con ellos gran parte de su poder; por esto habia enviado espediciones fuertes á aquel distante pais, y parecia que estuviese empeñado el honor del pabellon británico en salir con bien de su empresa. No bien habian notificado los ministros de Francia á los de Inglaterra el tratado que habian celebrado con los Anglo-americanos, cuando al momento empezaron las hostilidades. Cuando lo supo el gabinete de Madrid habia hecho ya preparativos estraordinarios de guerra, y mientras tanto ofreció su mediacion al gabinete de Versalles y al de Londres, mediacion que fué aceptada, y que dió lugar á las negociaciones que se abrieron en Madrid.

Habia entretanto una escuadra francesa héchose á la vela para América, y al mismo tiempo un numeroso ejército francés se reunia en las costas de Bretaña, como á punto de embarcarse para Inglaterra. Los Ingleses por su parte no permitieron que ninguna escuadra francesa dominase en el canal de la Mancha, y el 1°. de setiembre se avistaron las dos fuerzas enemigas, y se trabó un obstinado combate, cuyo éxito quedó incierto.

Proyectaba entretanto el gobierno español, nuevas y sabias reformas para dar ensanche al comercio, y para animar la industria que diariamente subia entonces de punto.

Así como durante el reinado de Fernando VI hubo una época en que la Francia y la Inglaterra se disputaban á porfía cual de las dos dominaria en la política española, así tambien durante gran parte del año 1779 los agentes de la Gran Bretaña procuraron atraer de su parte al gabinete español, mientras los enviados de Francia pugnaban para hacerle de su partido. Acaso en aquella época hubiera sido mucho mejor conservar el sistema de Fernando VI el Pacífico; pero militaban en favor de la guerra dos razones que parecian poderosas, si es que razon puede haber para abandonar por un éxito incierto un sistema de conservacion para los pueblos. Las razones que alegaban los partidarios de la guerra, eran : 1a., que se hacia de todo punto indispensable que la Francia y la España cargasen de mancomun contra la Gran Bretaña, y la abrumasen con todo el peso de sus fuerzas, para arrebatarla el imperio del mar en unas circunstancias en que se hallaba en guerra con

sus mismos súbditos, y en que parecia no poder de ningun modo resistir; la 2a., que habia temores de que la rebelion americana iba á comunicarse á las colonias españolas, y que los Ingleses eran quienes mas atizaban el fuego. Empero ambas razones mas bien debian decidir al gabinete español á la paz que á la guerra. Con efecto, alarmado el orgullo inglés á vista de los peligros, no solo hacia que demostrase su nacion de cuantos esfuerzos era capaz para resistir á enemigos interiores y exteriores, sí que tambien escitaba en los ánimos una desesperacion violenta que cuando toma orígen de los peligros de la patria acostumbra ser sobre manera temible. Todos los ingleses á porfía hacian sacrificios cuantiosos para salvar el honor de su pabellon amenazado, y para resistir con éxito á la coalicion de las dos potencias marítimas de Europa, que estaban celosas de su predominio en los mares y deseaban arrebatárselo. De esta suerte los gabinetes de Madrid y de Versalles, declarando la guerra en circunstancias apuradas á una nacion entusiasmada á vista del peligro, no hacian mas que duplicar sus fuerzas en vez de disminuirlas. Tampoco era fundada razon para declarar la guerra el temor de que se estendiese la rebelion anglo-americana á nuestras colonias ; porque en todo caso, mucho mas debia estenderse el contagio viendo que se apoyaba á los Anglo-americanos que se habian sublevado. Debe decirse pues que la España dió en 1779 un paso, que ha tenido que llorar despues, y de que no ha podido quejarse con razon al perder sus inmensas posesiones del Nuevo Mundo; porque quien habia sancionado el derecho de rebelion debia presumir que tarde ó temprano se estenderia; pero el fatal pacto de familia venció á las razones que apoyaban el sistema de paz seguido por el anterior Monarca, y al fin se decidió la guerra.

Las negociaciones de Madrid entre la Francia y la Inglaterra no habian tenido éxito favorable, como era de suponer, porque la Francia deseaba llevar la guerra á cabo con teson y energía. Reclamó pues que el gabinete británico reconociese la independencia de los Estados-Unidos', y la Inglaterra no podia convenirse en conceder, por impulso y como por obediencia á una nacion estraña, lo que por sí misma podia otorgar con honor. Determinadas pues todas las potencias á hacer la guer

1780.

ra, no puede negarse que Floridablanca lo puso todo en juego para salir airoso de la lucha en que se metia. Suscitó enemigos á los Ingleses, hasta en sus posesiones de las Indias, procurando que Heyder Alí, padre de Tippo Zaip, le declarase la guerra, como lo hizo; reconcilió al Austria con la Prusia Ꭹ la Francia; logró que la Rusia se mostrase neutral, siendo así que estaba determinada á favorecer á los Ingleses; y hasta impidió que la Gran Bretaña sacase partido de la Holanda. Dióse principio á esta guerra marítima saliendo de Cádiz y del Ferrol dos poderosas escuadras que debian reunirse con otra francesa. Sesenta y ocho navíos de línea, sin contar otros buques menores, se reunieron para dar un golpe de muerte á la marina británica. Pero en vez de efectuar un desembarco en Inglaterra, como hubieran podido hacer, se contentaron los aliados con andar en busca de una escuadra inglesa de treinta y ocho navíos que huian sagazmente el cuerpo. Entonces sin haber hecho nada de provecho, y en cierto modo solo un paseo militar, se volvieron los Franceses á Brest, y los Españoles se dirigieron á bloquear por mar á Gibraltar, mientras la sitiaba por tierra un ejército.

En América el gobernador de la Luisiana se apoderó de varios fuertes pertenecientes á los Ingleses, mientras el gobernador de Yucatan se apoderaba de toda la costa de Campeche; en vano los Ingleses prepararon una espedicion en la Jamaica contra una plaza del golfo de Honduras y se apoderaron de un rico botin, pues lo recobraron al momento los Españoles.

La campaña marítima de 1780 probó que toda la marina de Europa reunida no podia arrebatar á los Ingleses la superioridad del mar. No se efectuaron solo movimientos como en el año anterior, sino que las fuerzas navales vinieron á las manos, y llevaron lo peor de la guerra los aliados. Ello es fuerza confesar que los Franceses no se mostraron muy osados marinos, pues sus buques permanecieron casi siempre en los puertos por temor de las borrascas. No así el almirante inglés Rodney, que se hizo á la vela para acudir al socorro de Gibraltar; por el camino encontró un comboy español y se apoderó de él sin resistencia. Pocos dias despues, entre el cabo de San Vicente y de Santa María, encontró á la escuadra española mandada por don Juan de Langara, escuadra que debia

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