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verse y hablar con el Rey; díjole tales razones, que le ablandó y inclinó á que se hiciesen paces. Las condiciones fueron las que el mismo Egas quiso otorgar; con tanto se alzó el cerco. Añaden los historiadores de Portugal, á cuya cuenta se pongan estas cosas, que pasados algunos años, como don Alonso el de Portugal mostrase estar olvidado y no querer cumplir lo que su ayo en su nombre asentara, que se partió para Toledo, y llegado á la presencia del Rey, con un dogal al cuello se le presentó delante. Díjole: Tomad, señor, con mi muerte emienda de la palabra y homenaje que contra mi voluntad os han quebrantado. Reparó el Rey con espectáculo tan extraordinario, movióse á misericordia por las lágrimas y aquel traje de persona tan venerable, perdonóle lo hecho, dado que no le quiso honrar, por sospechar algunos que debajo de aquella aparencia podia haber algun trato doble y engaño.

CAPITULO XIV.

re

De las guerras que el rey de Castilla hizo contra los moros. Este fué el fin que tuvo por entonces la guerra de Portugal; los que tienen mayor cuidado en rastrear y ajustar los tiempos, piensan que concurrió con el año de nuestra salvacion de 1126, en el cual año la reina dona Urraca y el arzobispo de Toledo, don Bernardo, fallecieron casi en un mismo tiempo. La Reina en el castillo de Saldaña ó en Leon, como antes se dijo, 1 ventó en la iglesia de San Isidro. Concuerdan las historias en el dia de su muerte, que fué á 7 de marzo; la Historia compostellana dice á 10, sexto de los idus, y que finó en tierra de Campos. Su cuerpo sepultaron magníficamente en Leon. Don Bernardo, como se saca de diversos papeles de la iglesia de Toledo, si bien señalan un año antes deste, falleció en Toledo á los 3 de abril, cargado de años y de edad, asaz esclarecido por las cosas que hizo y por él pasaron. Sepultáronle en la misma ciudad en la iglesia mayor con una letra, conforme al tiempo algo grosera, que comenzaba por estas palabras:

PRIMERO BERNARDO FUÉ AQUÍ PRIMADO VENERANDO. Verdad es que el arcediano de Alcor dice que está enterrado en el monasterio de Sahagun junto al lucillo del rey don Alonso el Sexto. Fué arzobispo por espacio de cuarenta años. Doce años antes que falleciese, los Anales de Sevilla dicen ocho, con sus gentes y á sus expensas ganó de moros la villa de Alcalá, en aquella sazon puesta de la otra parte del rio de Henáres en un recuesto áspero que se levanta sobre la misma ribera. Los reales del Arzobispo se asentaron en un collado mas alto y como padrastro, que al presente se llama de la Vera-Cruz. Desde allí los fieles apretaron á los moros y los trabajaron de tal guisa, que fueron forzados á desamparar el lugar, magüer que era muy fuerte. Por esta causa desde aquel tiempo quedó cuanto á lo temporal y espiritual por los arzobispos de Toledo. Sucedió á don Bernardo don Raimundo ó Ramon, obispo á la sazon de Osma; vinieron en su eleccion, primero el clero de Toledo que la votó, despues el papa Honorio. En cuyo tiempo los obispos, abades y señores del reino se juntaron en Palencia, y con ellos el nuevo prelado de Toledo, que se llamaba primado y aun legado de

la Sede Apostólica, segun que se halla en la Historia compostellana. Debió de ser de solo nombre, porque el que presidió y por cuya autoridad se juntó este Concilio fué don Diego Gelmirez, arzobispo de Santiago, por título de legado, ca la legacía que tuvo don Bernardo, como lo nota el arcediano de Ronda, no se dió á su sucesor, sino á este don Diego Gelmirez, y despues dél á Juan, arzobispo de Braga, el cual muerto, dice no se dió á otro ninguno. En Palencia se hallaron presentes el Rey y la Reina. Abrióse el Concilio al principio de la cuaresma del año 1129. En él, demás de otras cosas, hallo que se establecieron dos muy notables: la primera, que no se recibieran ofrendas ni diezmos de los descomulgados; la segunda, que no se diesen las iglesias á los legos, quier fuese con color de prestimonio, quier de vilicacion, de donde se puede entender el principio y orígen que los beneficios llamados préstamos tuvieron en España, que eran como mayordomos de las iglesias. Expidió eso mismo el Rey un privilegio, en que á ejemplo de su tio el pontifice Calixto, dice que traslada de Mérida, luego que fuere recobrada de moros, los derechos reales á la ciudad de Santiago. Poco despues el cardenal Humberto, que vino á España por legado, juntó en Leon otro concilio de obispos para tratar del matrimonio del Rey, que algunos pretendian era inválido. Casóse el rey don Alonso el segundo año despues de la muerte de su madre, con doňa Berenguela, hija de Ramon Berenguel, conde de Barcelona. Celebráronse las bodas en Saldaña por el mes de noviembre; tuvo en ella los años siguientes á sus hijos don Sancho, don Fernando, doña Isabel y doña Sancha. Constaba que doña Berenguela tenia deudo con su marido por la línea de los reyes de Castilla y asimismo por la de los condes de Barcelona. Tratóse el negocio, y hiciéronse los autos acostumbrados; venidos á sentencia, los obispos pronunciaron que aquel parentesco no era en alguno de los grados prohibidos por la Iglesia y por derecho. El emperador don Alonso era bisnieto de don Fernando, rey de Castilla. Doña Berenguela, tercera nieta de su hermano don Ramiro, rey de Aragon, por via de su hija doña Teresa, que casó en la Proenza, y fué madre del conde Gilberto, padre de doña Dulce, que casó con Ramon Berenguel, conde de Barcelona ya dicho. Conforme á esto el deudo era en cuarto y quinto grado y no mas. Concluido esto pleito, las fuerzas del reino se enderezaron contra moros. Hizo el Rey entrada en las tierras de los infieles por la parte del reino de Toledo. Púsose sobre Calatrava, cuyos moradores hacian grandes daños en los campos comarcanos, apretóse el cerco, que fué largo; en fin, se ganó, y el Rey la entregó al arzobispo de Toledo para que fuese señor della y la tuviese á su cargo. El crédito y fama de los caballeros templarios, de su valor y esfuerzo no tenia par; por esta causa el Arzobispo les entregó aquella plaza. Así lo afirman los mas autores, puesto que algunos piensan que estos caballeros no fueron los templarios, sino otros que, tomada la señal de la cruz á imitacion de la guerra que se hacia en la Tierra-Santa, seguían á sus expensas los reales de los cristianos con celo de hacer daño á los moros y intento de ganar la indulgencia á los tales concedida por los papas. Ganáronse desta vez por aquella comarca Alarcos, Caracuel, que Antonino en su Itinerario llama Carcuvio,

Mestanza, Alcudiá, Almodovar del Campo, y en la misma Sierramorena ganaron el lugar de Pedroche. Lo demás parecia seria fácil de conquistar por el gran miedo que se apoderara de aquella gente infiel; pero la sazon del tiempo, que era tarde, reprimió los intentos del Rey. Pasado el invierno, sacó las gentes de sus alojamientos, con que por los desiertos de Cazlona, que es parte de Sierramorena, rompió por el Andalucía talando, saqueando y robando por todas las partes. Cercaron á Jaen, mas no la pudieron tomar; dado que por todo el tiempo del invierno estuvieron sobre aquella ciudad; la fortaleza de los muros y esfuerzo de los cercados hizo que no se pudiese entrar. Tenia por aquella sazon el imperio de los almoravides en Africa y en España Albohali, hijo de Alí, nieto de Juzef, príncipe de menor poder y fuerzas que sus antepasados por causa de las guerras civiles que andaban encendidas entre los moros. Era esta buena ocasion para dañarle y hacerle guerra. El suegro del rey don Alonso, conde de Barcelona, falleció el año de 1131; dejó por señor de Barcelona y de Carcasona y de Rodes, ciudades de Francia que eran de su señorío, á su hijo mayor don Ramon. A don Berenguel, su hijo segundo, mandó los condados de la Proenza y de Aimillan. Doña Cecilia, su hija, casó con don Bernardo, conde de Fox; con Aimerico, conde de Narbona, casó otra su hija, cuyo nombre no se sabe. Las demás hijas que tenia, quedaron encomendadas á don Berenguel, su hermano, que casaron en Francia con otros grandes personajes. El año que se siguió no tuvo cosa que de contar sea, salvo que el rey don Alonso volvió de la guerra de Andalucía alzado el cerco de Jaen; y don Sancho, hijo del Rey, fué armado caballero el mismo dia del apóstol san Matía en Valladolid con la ceremonia muy solemne que en aquellos tiempos se acostumbraba. Su mismo padre le armó de todas armas y le ciñó la espada, que era muestra de darle por mayor de edad y emanciparle; servia otrosí de espuelas para que con grande ánimo remedase las virtudes y valor de sus antepasados, y á su ejemplo pretendiese ganar honra, prez y renombre inmortal en servicio de Dios y de su patria.

CAPITULO XV.

Cómo don Alonso, rey de Aragon, fue muerto.

Este era el estado de las cosas en Castilla y en Portugal. En Aragon, como habian comenzado, tenian buen progreso. Los pueblos y castillos cercanos de los moros se ganaban, y el señorío de aquella gente infiel iba cuesta abajo. Toda la Celtiberia quedó por los nuestros; asimismo Molina en la misma comarca, que ya era tributaria á los cristianos, fué forzada á rendirse. A la ciudad de Pamplona se añadió el arrabal llamado de San Saturnino, en que pusieron franceses con derecho que se les dió de naturales y ciudadanos. Concedióseles otrosí que tuviesen por leyes el fuero de Jaca, y conforme á él en particular y en comun se gobernasen y sentenciasen los pleitos. Estaban los moros muy extendidos y enseñoreados de las riberas del mar por la parte que en ella desagua el rio Ebro; desde allí hacian daño con correrías y cabalgadas en los pueblos y campos comarcanos. Para reprimillos tenian necesidad de flota, y así, el Rey mandó hacer muchas barcas y bajeles en

Zaragoza; y consta que antiguamente en el imperio de Vespasiano y de sus hijos, reparadas y enderezadas y acanaladas las riberas de Ebro, se navegaba aquel rio hasta un pueblo llamado Vario, que demarcan no léjos de do al presente está la ciudad de Logroño, sesenta y cinco leguas de la mar; grande comodidad para los tratos y comercio. Mequinencia, que se entiende es la que César llamó Octogesa, pueblo fuerte por su sitio y por las murallas, está asentado en la parte en que los rios Cinga y Segre se juntan en una madre. Deste pueblo al presente se apoderó el rey de Aragon, echada dél la guarnicion de moros que dentro tenia. Toda esta prosperidad y alegría se trocó en loro y se añubló por una desgracia, que sucedió sin pensar, muy grande. Es así que de ordinario las cosas de la tierra tienen poca firmeza, y el alegría muchas veces se nos agua, porque de la prosperidad, unos toman ocasion de descuidarse, otros de atreverse demasiado; lo uno y lo otro hace que se trueque la buenandanza en contrario. El caso pasó desta manera. Fraga, pueblo de los ilergetes, á la cual Ptolemeo llama Gállica Flavia, mas conocido por el desastre desta guerra que por otra cosa alguna que en él haya, está asentado en un altozano y monte de tierra, que por delante, comido con las corrientes y crecientes del rio Cinga, hace que la entrada sea áspera, de guisa que pocos se la pueden á muchos defender. Por las espaldas se levantan unos collados no ásperos y todos cultivados, pero tan pegados con el pueblo, que impiden no se pueda batir con los ingenios ni aprovecharse de la artillería. El Rey, despues que tomó á Mequinencia, animado con aquel suceso, con intento de pasar adelante en sus conquistas, se metió por la tierra de los ilergetes el rio de Segre arriba, en que entra el rio Cinga; quedaba por aquellas partes lo mas dificultoso de la guerra, por ser los pueblos muy fuertes y por que los moros en gran número se retiraran á aquellos lugares para salvarse. Los reyes de Lérida y de Fraga con tan gran concurso de gente cobraron por esta causa muchas fuerzas, y comenzaban á poner espanto á los cristianos. Los reales del Rey se asentaron sobre Fraga el mes de agosto del año de Cristo de 1133. La esperanza y aparato fué mayor que el provecho; el tiempo del año, que comenzaba el invierno, y por tanto las ordinarias lluvias, forzaron á despedir el ejército, y envialle á invernar, con órden que de nuevo se juntasen al principio del verano. Volvieron al cerco por el mes de febrero, no con menor esfuerzo ni con menor ejército que antes: Gastáronse en él los meses de marzo y abril, sin hacer efecto que de contar sea, por estar los moradores apercebidos de todas las cosas, almacen y municiones contra la tempestad que les amenazaba; y con la esperanza que tenian de ser socorridos llevaban en paciencia los daños de la guerra y los trabajos del cerco. Abengamia, rey de Lérida, con gentes que juntó de todas partes vino al socorro de los cercados. Dióse la batalla cerca de Fraga el dia de las santas Justa y Rufina. Los fieles se hallaban cansados con la guerra, y eran en pequeño número, por quedar buena parte en guarda de los reales, ca temian no fuesen de los de dentro acometidos por las espaldas; los moros entraban en la pelea de refresco y muy feroces. Perecieron muchos cristianos en aquella batalla. Esta pérdida no fué parte para que el cerco se alzase á causa que el daño de los

moros no fué mucho menor. El Rey, todavía temeroso de mayor peligro, se partió á la raya de Castilla para juntar nuevas gentes en Soria y su comarca. Con esta traza y socorro corrió los campos de los enemigos, sin parar hasta dar vista á Monzon. Iba en pos de los demás no muy lejos el mismo Rey con una compañía de trecientos de á caballo. Este escuadron encontró acaso con un gran número de la caballería enemiga, que le rodeó por todas partes. El Rey, visto el peligro en que se hallaba, con pocas palabras que dijo animó á los suyos á hacer el deber. «Que se acordasen que eran cristianos, y con su acostumbrado esfuerzo acometiesen á los enemigos; que el atrevimiento les serviria de reparo, y en el miedo estaria su perdicion. Con el hierro, dice, y con la fortaleza saldréis deste aprieto, no pongais en al vuestra esperanza; y si á vuestra valentía la fortuna no ayudare, y Dios que lo puede todo y acorre á los suyos en semejantes aprietos, procurad á lo menos de vender caras vuestras vidas, y no hagais con rendiros afrenta á vuestro valor y fama; antes con las armas en las manos y con el esfuerzo que conviene morid como buenos si fuere necesario.» Vínose luego á las manos. Los fieles, conforme al aprieto en que estaban, peleaban valientemente. El Rey andaba entre los primeros; señalábase por su esfuerzo, por la sobreveste y lucidas armas que llevaba ; así, los golpes y tiros de los moros se enderezaban contra él. Diéronle tanta priesa, que en fin le mataron. Los demás, perdido su caudillo, parte como buenos murieron en la demanda, parte se salvaron por los piés. Desta manera pasó aquel encuentro tan desgraciado, si bien de la muerte del Rey se levantaron despues diversos rumores. El vulgo en casos semejantes suele trovar y inventar varias consejas ; los unos de buena gana creen lo que desean, los otros á lo que oyen añaden siempre algo para que las nuevas sean mas alegres ó menos pesadas. Algunos decian que cansado de vivir, perdida aquella batalla, se fué á Jerusalem; otros escribieron que el cuerpo, comprado por dineros, fué sepultado en el monasterio de Montaragon. El mas acertado parecer, que cayó en aquel desastre por poner las manos con codicia en los tesoros de las iglesias, dado que el arzobispo don Rodrigo y las historias de Aragon alaban á este Rey de religioso, pio y manso. Lo que yo entiendo, y tiene mas probabilidad, es que su cuerpo no se pudo hallar por ser grande el número de los muertos, y que esta fué la causa de las varias opiniones que resultaron. Lo cierto que aquella desgracia sucedió cerca del lugar de Sariñena, á 7 de setiembre del año que se contó 1134. Fué este Príncipe gran capitan, en ánimo, valor, fortaleza sin par, gran gloria y honra de España, Trabó batalla con sus enemigos por veinte y nueve veces, como lo afirma un autor antiguo, y las mas salió vencedor; reinó por espacio de treinta años. Otorgó su testamento tres años antes de su muerte en sazon que tenia sitio sobre Bayona de Francia, que dicen nuestras historias la tomó, y que en aquel cerco el conde don Pedro de Lara hizo campo con Alonso Jordan, conde de Tolosa, y que el de Lara quedó allí muerto. Aquel testamento fué muy notable y que dió mucho que decir, y aun ocasion á muchas revueltas y debates. Hizo en él mandas de muchos pueblos y castillos á los templos y monasterios de casi toda España; porque no tenia hijos dejó por herederos de

todos sus estados á los templarios y á los hospitalarios y tambien á los que guardaban el santo sepulcro de Jerusalem, para que aquellas tres órdenes de caballería los repartiesen entre sí, ejemplo de liberalidad, murmurada mucho de los presentes, y de que no menos se maravillaron los de adelante. Era tan grande el deseo que todos tenian de ayudar á la guerra que se hacia en la Tierra-Santa para que se conservase y aumentase lo ganado, que á porfía varones y mujeres, príncipes y particulares, daban para este efecto pueblos, castillos, heredades. Remata el dicho testamento con graves maldiciones que echa contra los que intentasen innovar algo en lo que dejaba mandado. Però sin embargo, los aragoneses y navarros se juntaron en Bòrgia, puesta á la raya de Navarra, para nombrar rey. Era señor de aquella ciudad, por merced del Rey muerto, don Pedro de Atarés, varon muy ilustre, y como algunos sospechan mas que prueban, decendia de la casa real. Sus partes sin duda eran muy aventajadas y muy grande la voluntad que el pueblo le tenia. Parecia que sin contradiccion le alzarian por rey, y fuera así si no se desabriera, con la soberbia y arrogancia de que comenzó á usar, gran parte de los señores y ricos hombres. El apresurarse es á muchos ocasion de perder lo que tenian en la mano. Los varones prudentes consideraban cuál seria, becho rey, el que siendo particular era intolerable. Atizaba á los demás en esta razon un hombre muy noble y de grande ingenio, por nombre Pedro Tizon, cuya autoridad y consejos como siguiesen los otros y en este parecer se conformasen, sin concluir se partieron de las Cortes. Los navarros aborreciar el señorío de los aragoneses, y juzgaban que siempre á los despojados fue licito recobrar de los tiranos ó de sus sucesores lo que injustamente les tomaron. Por esto hicieron sus juntas aparte, y á persuasion de Sancho Rosa, obispo de Pamplona, alzaron por su rey á don García, que venia de sus antiguos reyes, ca era hijo de don Ramiro, nieto del rey don Sancho, que dijimos fué muerto por su hermano don Ramon. Así, por voto comun de la gente fué nombrado por rey en Pamplona. Al contrario, los aragoneses en Monzon, do se juntaron, declararon por rey á don Ramiro, hermano del Rey muerto, aunque monje y de abad de Sahagun, electo obispo primero de Búrgos, despues de Pamplona, y últimamente de Roda y Barbastro. La corona que le dieron en Huesca juntó con la cogulla, y con la mitra la púrpura real, cosa en todo tiempo de grande maravilla. Conformáronse en este acuerdo, á lo que sospecho, por no poderlo excusar, no solo por ser el mas cercano en deudo á que el pueblo se inclinaba, sino por evitar la guerra que amenazaba si contrastaran al que desque supo la muerte de su hermano se llamó luego rey. Hay escritura y instrumento original en que se halla que luego por el mes de octubre se llama rey y sacerdote, su data en Barbastro. No pararon en esto las aliciones del pueblo; magüer que era de mucha edad, tanto, que mas de cuarenta años eran pasados despues que tomó el hábito en el monasterio de Tomer, le forzaron para tener sucesion á casarse con dispensacion, como se debe creer y lo dicen autores, del romano pontífice Inocencio II. De donde resultó otra maravilla, ser uno mismo monje, sacerdote, obispo, casado y rey. Casó con doña Inés, hermana de Guillen, conde de Potiers y de Guiena,

el

cual dos años adelante murió en Santiago de Galicia, do vino por su devocion en romería. Su hija mayor, por nombre Leonor, casó por mandado de su padre con Luis, rey de Francia, llamado el mas Mozo. Desta señora despues de tener dos hijas se apartó por decreto del papa Eugenio III, á causa que eran parientes. Hecho este divorcio, casó de nuevo el Francés con doña Isabel, hija de don Alonso el Seteno, emperador y rey de Castilla. Doña Leonor casó con Enrique, duque de Anjou y Normandía, que adelante fué rey de Ingalaterra, y juntó lo de Potiers y Guiena ó Aquitania con aquel reino; ocasion de que resultaron largas y crueles guerras que se hicieron aquellas dos naciones, para toda la Francia perjudiciales, feas y malas para toda la cristiandad.

CAPITULO XVI.

De nuevas guerras que hobo en España entre los príncipes cristianos.

Por la eleccion de los reyes don García y don Ramiro resultaron grandes alteraciones, levantóse cruel tormenta de guerras, y los reinos de Navarra y Aragon, como la nave en el mar alterado, cuando mayor necesidad tenian de piloto y gobernalle, entonces se hallaban mas desamparados y faltos de toda ayuda, á causa de las pocas fuerzas que tenia don García y por la mucha edad y vejez de don Ramiro. El rey de Castilla pretendia y publicaba que el uno y el otro reino pertenecian á su corona. El derecho que para esto alegaba se tomaba de su tercer abuelo don Sancho, rey de Navarra, por sobrenombre el Mayor; pretension no muy fuera de camino, que las órdenes militares, á las cuales don Alonso, rey de Aragon, nombró por sus herederos, de todos eran excluidas, pues no era razon ni conforme á las leyes que alguno subiese á la cumbre del reino que no fuese de la alcuña y sangre de los reyes antiguos. Estas razones y otras semejantes ventilaban los legistas en sus rincones y por las plazas; los mejores y mas fuertes derechos de reinar, que son de ordinario las fuerzas y poder, estaban claramente por el de Castilla, sin que le faltasen aficionados en el un reino y en el otro en tiempo tan revuelto y tanta diversidad de pareceres. Pues porque no pareciese faltaba á la ocasion, con todas sus gentes rompió por la Rioja, y por aquella parte se apoderó de las plazas y castillos que don Alonso, su padrastro, desde Villorado hasta Calahorra, primero por fuerza, y despues por virtud del asiento que últimamente tomaron, le tenia usurpados; estos fueron las ciudades de Najara y Logroño, Arnedo y Viguera, sin otros lugares de menor cuantía. Demás desto, en Vizcaya y en aquella parte que se llama Alava puso sitio sobre Victoria, que le defendieron valientemente los naturales de manera, que no la pudo entrar, si bien al rededor della se apoderó de otros pueblos. Con esto el rio Ebro quedó desta vez por raya entre los dos reinos de Castilla y de Navarra. Grande era la alteracion de las cosas; muchos, así señores seglares como obispos, seguian el campo del Rey; en este número se contaban Bernardo, obispo de Sigüenza; Sancho, de Najara; Beltran, de Osma. Ayudaban otrosi con sus gentes don Ramon, conde de Barcelona; Armengol, conde de Urgel; Alonso Jordan, de Tolosa; Rogerio, de Fox; Miro, de Pallas, sin otro gran número de señores

extraños, que todos estaban á su devocion. Con tantas ayudas que de todas partes acudian, el Rey, concluido lo de la Rioja y Vizcaya, revolvió luego sobre Aragon con tanto denuedo y presteza, que el próximo mes de diciembre estaba apoderado de todo lo que de aquel reino está desta parte de Ebro. El rey don Ramiro no se hallaba apercebido para contrastar á tan grande poder, y no menos se recelaba de sus pocas fuerzas que de las voluntades de algunos de sus vasallos. Acordó retirarse á lo de Sobrarve para con la fragura y maleza de aquellos lugares entretenerse y esperar mejores temporales ó que se viniese á concierto, á que él mucho se inclinaba, á tal que fuese honesto y tolerable. Andaba de por medio para concertar estas diferencias Oldegario, arzobispo de Tarragona, persona de grandes prendas y mucha autoridad. El trabajo era grande, pequeña la esperanza de hacer efecto, por las grandes dificultades que se ofrecian, y la mayor, que ninguno se contentaba con la parte por la codicia y esperanza que tenia de salir con el todo. El de Navarra, resuelto de concertarse y tomar algun asiento por lo que le tocaba, sobre seguro vino á Castilla. En una junta y Cortes muy grandes que se tuvieron en la ciudad de Leon, se hallaron presentes el rey don Alonso de Castilla, doña Berenguela, su mujer, y doña Sancha, su hermana, y el mismo don García, rey de Navarra, sin otros grandes señores y personas de cuenta. En estas Cortes se acordó que el de Castilla tomase título y armas de emperador. Parecíales pues tenia por sujetos y feudatarios los aragoneses, los navarros, los catalanes con parte de la Francia, que bien le cuadraba aquella corona y majestad. Coronóle el arzobispo de Toledo. Tenia á manderecha al rey de Navarra, y al otro lado el obispo de Leon, llamado Arriano. Dió su consentimiento el Papa, segun que lo testifican nuestras historias, es á saber, Inocencio II, que en aquella sazon tenia el gobierno de la Iglesia, dado que apenas se puede creer quisiese hacer tan grande befa á Alemaña; si ya no fué que con nombrar nuevo emperador en España quiso castigar y satisfacerse de las insolencias y desacatos muy grandes y ordinarios de aquellos emperadores. Hízose este auto tan solemne en Santa María de Leon, el mismo dia de la Pascua de Espíritu Santo del año de 1135, como lo testifica un escritor de aquel tiempo y se entiende por los actos de aquellas Cortes. Despues desto, el nuevo Emperador se tornó á coronar en Toledo, bien que no se sabe en qué dia ni año. Deslas dos coronaciones resultó, á lo que se entiende, la diversidad de opiniones y que unos escribiesen que se coronó en Toledo, otros que en Leon. En los archivos de Toledo hay un privilegio que concedió el rey don Alonso á esta ciudad; allí dice que tomó la primera corona del imperio en Leon, palabras de que con razon se saca que á imitacion de los emperadores de Alemaña, que se coronan por tres veces, quiso el nuevo Emperador coronarse primera y segunda vez en diversas partes. Autor de aquel tiempo dice que se coronó tres veces; la primera en Toledo, dia de Navidad; la segunda en Leon, y que la corona de oro la tomó en Compostella; todo a imitacion de los emperadores de Alemaña. Lo cierto es que si bien algunos otros reyes de España acometieron antes deste tiempo á tomar apellido de emperador, este Principe, entre todos ellos,

conserva este sobrenombre, que vulgarmente le llamamos don Alonso el Emperador. Asimismo se tiene por cosa averiguada que la ciudad de Toledo desde este tiempo comenzó á usar de las armas que hoy tiene, que es un emperador asentado en su trono con vestidura rozagante, el globo del mundo en la mano siniestra, y en la derecha una espada desnuda. Antes desto tenia dos estrellas por armas, y despues un leon rapante. Comenzóse otrosí á llamar ciudad imperial, como se tiene comunmente por tradicion; demás que del rey don Juan el Segundo hay una escritura ó cédula real en que le da ese apellido. San Bernardo en una carta que escribe á la infanta doña Sancha la llama hermana del emperador de España. Fué esta señora muy pia; murió sin casarse; llamábase Reina porque su hermano le dió este apellido desde el principio de su reinado. Demás desto Pedro, abad cluniacense, en una carta que escribe al mismo papa Inocencio II, usa deste principio «El emperador de España, gran príncipe del >>pueblo cristiano, devoto hijo de vuestra majestad, etc.>> Ruégale en aquella carta venga en que el obispo de Salamanca se traslade á Santiago de Galicia y que condescienda en esto con el deseo del clero y pueblo de aquella ciudad que lo pedia. Este obispo era Berengario, que cuatro años adelante, por muerte de don Diego Gelmirez, fué elegido en segundo arzobispo de la iglesia de Santiago. Volvamos al Emperador. Luego que tomó aquel título, nombró á sus hijos por reyes; á don Sancho, el hijo mayor, señaló el reino de Castilla, y á don Fernando, el menor, el de Leon, con que dejó divididos sus estados; resolucion poco acertada, que siempre se tachará, y sin embargo, se usará muchas veces por tener los padres mas cuenta con la comodidad de sus hijos que del bien comun. No se descuidaban los prelados y señores que tomaran la mano en concertar las diferencias susodichas de apretar y llevar adelante estas práticas. Lo de Aragon aun no estaba sazonado; concertaron despues de mucho trabajo que los reyes don Alonso y don García se juntasen de nuevo para tratar de sus haciendas en el lugar de Paradilla, puesto á la ribera del rio Ebro. Allí se vieron el dia señalado, que fué á 27 de setiembre. Hallóse presente la reina doña Berenguela, ya emperatriz. Concertóse la paz con esta condicion: Que por don García quedase el reino de Navarra y demás dél todo lo que el Emperador tenia conquistado del reino de Aragon, á tal que tuviese todo su estado como feudatario y moviente de Castilla. Demás desto, se asentó que los dos juntasen sus fuerzas contra don Ramiro para quitalle el reino que tenia á tuerto usurpado, como ellos decian. Con este concierto los aragoneses y navarros quedaron revueltos entre sí, y se hicieron graves daños. Acudieron á atajar estas diferencias los señores y obispos de aquellas dos naciones. Acordaron se nombrasen tres jueces por cada una de las partes para componer estos debates. Juntáronse en una aldea llamada Vadoluengo, por Aragon, don Cajal y Ferriz de Huesca y don Pedro de Atarés; por Navarra, don Ladron, don Guillen Aznar y don Jimeno Aznar. Concertaron que se dejasen las armas; que los términos de Aragon y Navarra fuesen los mismos que el rey don Sancho el Mayor dejó señalados, es á saber, los rios Sarazaso, Ida y Aragon hasta que mezclan sus aguas con las de Ebro. Lo de Valderron

cal y Biozal con otros lugares comarcanos, dado que caian en la parte que adjudicaban á los aragoneses, quedaron en poder de don García por todo el tiempo de su vida; que tendria empero todo su reino y estado como sujeto y feudatario de Aragon, que era lo mismo que tenia concertado y prometido al de Castilla; tan poca firmeza tenia lo que por estos tiempos se concertaba. Para que todo esto fuese mas firme se juntaron los dos reyes en Pamplona. Con esto parecia que las cosas se encaminarian como se deseaba, cuando un caso no pensado lo desbarató todo. Iñigo Aivar, quier por ser así verdad, quier porque le pesaba de las paces, avisó al rey don Ramiro que los navarros trataban de secreto de matalle. Como el Rey diese crédito al reporte, disfrazado y de noche se salió de Pamplona, sin parar hasta llegar al monasterio de San Salvador de Leire; de allí se partió mas ofendido que vino, y quitada, mal pecado, toda esperanza de concierto, de nuevo volvieron á rompimiento. Don Ramiro por su edad, no solo de los príncipes, sino tambien del pueblo, parece era menospreciado en tanto grado, que vulgarmente le llamaban el rey Cogulla, y le ponian otros nombres de desprecio. Es el vulgo una bestia indomita, y que ni con beneficios ni por miedo enfrena las lenguas. A ejemplo pues de Periandro, tirano de Corinto, y de Tarquinio, último rey de los romanos, se dice acometió una hazaña digna de memoria para la posteridad, pero cruel y fea para una persona consagrada. Llamó á Cortes los grandes del reino para Huesca, el año 1136. La voz era que queria allí tratar negocios muy graves. Acudieron á su llamado muchos, de los cuales hizo luego matar quince señores, que parecian serle mas contrarios, los cinco de la casa de Luna, los demás de la principal nobleza del reino, cuyos nombres no me pareció era necesario relatarlos en particular. El abad del monasterio de Tomer, con quien comunicó todo esto, refieren le dió este consejo, ca preguntado por los embajadores que el Rey le despachó en esta razon, lo que debia hacer en tan grande revuelta como la en que las cosas andaban, en presencia dellos con una hoz derribó lo mas alto de las coles que en su huerta plantara, sin dar otra respuesta mas que esta, que fué avisalle de lo que hizo. Loque se dice de don Ramiro y de su atamiento y poca maña no parece creible; que era tan para poco y de tan poca habilidad, que en la guerra, por llevar el escudo embrazado en la izquierda y en la derecha la lanza, regia el caballo y las riendas con los dientes; parece fábula sin propósito. Lo que consta es que fué tenido por hombre poco á propósito para el gobierno, y de menos valor que pedia peso tan grande; de que se tomó ocasion para tramar estas consejas. Por conclusion, como ni á sí mismo satisficiese ni á los otros, enfadado del gobierno, determinado de dejarle, porque ya tenia una hija, que se llamó doña Petronila, en aquellas Cortes de Huesca dió intencion de lo que pretendia hacer, y amonestó á los presentes que pospuesto todo lo al, debian con mucha instancia procurar la amistad del emperador don Alonso, sin hacer mencion alguna de vengar las injurias de los navarros, quier fuese por deseo de la paz, quier por haberse ellos purgado bastantemente de lo que les levantaron, haber puesto asechanzas á su vida. Don Ramon, conde de Barcelona, fué el que principalmente se puso de por medio para concer

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