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que tenian parte de Aragon con las islas Baleares, hoy Mallorca y Menorca. Prometió para mas animallos de darles la tercera parte de lo que en la guerra se ganase, demás que en todos los pueblos que se tomasen de los moros tendrian los ginoveses templo y juzgado aparte; lo que era mas, que todos los mercaderes de aquella nacion serian libres de tributos. Eran estas condiciones aventajadas; acordaron de aceptallas. Revolvieron sobre las marinas de Cataluña, y con su buena maña ganaron de consuno á Tortosa, ciudad muy noble, y que por estar asentada á la boca del rio Ebro era muy á propósito para las contrataciones y comercio del mar. Estas cosas sucedieron el año siguiente, y luego el año adelante Lérida y Fraga vinieron á poder de cristianos, pueblos muy conocidos, el primero por la victoria que antiguamente cerca dél ganó Julio César y por el cerco que sobre él tuvo; el otro por el desastre fresco y muerte desgraciada de don Alonso, rey de Aragon. Lérida se dió al conde de Urgel en premio de lo mucho que en aquella guerra hizo y trabajó. A Guillen Perez, obispo de Roda, nombraron por obispo de Lérida con retencion de las ciudades Roda y Barbastro, que ordenaron se comprehendiesen en aquella diócesi; y aun se halla que algunos obispos de Lérida en el tiempo adelante se intitulaban obispos de Roda y de Barbastro.

CAPITULO XIX.

Cómo la ciudad de Lisbona se ganó de los moros.

grave que los moros usan en sus juras, hiciese homenaje que tendria aquella ciudad por el Emperador, y en su nombre la gobernaria con toda lealtad. El miedo no es maestro duradero de virtud, ni es acertado hacer confianza de los desleales á Dios. Apenas los nuestros se partieron de aquella ciudad cuando el gobernador moro faltó en la fe y palabra. Pasó el campo de los cristianos á Baeza, donde tenian los moros juntadas las fuerzas de toda la tierra con determinacion de venir á batalla. El peligro era grande; aquejaba el cuidado y recelo al emperador don Alonso. Aparecióle san Isidoro entre sueños con muestra de majestad mas que humana, así se tuvo por cierto, y le animó y quitó la duda y el miedo. El suceso dió á entender que la revelacion no fué vana. El dia siguiente con el sol se trabó la pelea, en que los moros fueron destrozados y puestos en huida; la ciudad se rindió, y en ella, mudado parecer, dejaron guarnicion de soldados, porque á ejemplo de los de Córdoba no se rebelasen, además que no convenia dejará las espaldas algun pueblo enemigo. En la toma y cerco desta ciudad se señaló entre todos el esfuerzo y diligencia de Rodrigo de Azagra, señor que era de Estella de Navarra. Pedro Rodriguez de Azagra fué su hijo; y entre los de aquel linaje de Azagras el primer señor de la ciudad de Albarracin. En aquella sazon Almería era tenida por ciudad muy fuerte. Está asentada á la ribera del mar Mediterráneo, á los confines del Andalucía y del reino de Murcia; llamóse antiguamente Abdera 6 Puerto Grande. Della se derramaban muchas fustas á robar. Esta ciudad pretendieron ganar los nuestros, y con este intento se adelantaron con todas sus gentes en el mismo tiempo que los de Génova y los de Barcelona, conforme al órden que llevaban que costeasen aquellas riberas poco a poco con su armada, doblado el cabo de Gatas, dieron vista á la ciudad. Asentados los reales, combatieron los inuros por mar y por tierra, y despues de algunas salidas y escaramuzas que se hicieron, con la batería abrieron entrada y forzaron algunas torres; dende lo demás de la ciudad se ganó por fuerza á 17 de octubre del año 1147. Veinte mil moros, que tomada la ciudad se retiraron al castillo, fueron forzados á comprar sus vidas por dineros. Desta manera se quitó aquel nido de cosarios, que ponia espanto á las riberas cercanas y distantes de España, Francia y Italia, que fué Ja causa principal de apresurar esta empresa. Los despojos se repartieron entre los soldados. A los ginoveses se dió en premio un plato de esmeralda muy grande, que ellos entonces juzgaron debian preferir á toda la demás presa, y al presente le guardan entre sus tesoros. Otros escriben se halló en la Suria cuando por fuerza se tomó Cesarea. El vulgo dice que Cristo, hijo de Dios, cenó en él la postrera vez con sus discípulos; opinion sin autor ni fundamento. Clemente, alejandrino, por lo menos dice que Cristo cenó en un plato de poca estima. La sazon del tiempo se acercaba al invierno; los soldados por ende dieron vuelta á sus tierras, no menos alegres por la venganza que tomaron de los moros, que por el interés que de la victoria sacaron. Con ocasion de aquella armada gruesa que trajeron los ginoveses en aquel tiempo muy poderosos por el mar, don Ramon, príncipe de Barcelona, se concertó con ellos que á la vuelta le ayudasen contra los moros

Las cosas de los moros iban de caida, las de los cristianos en pujanza, y su nacion en España florecia en riquezas, caballos, armas y toda prosperidad. A cada paso se apoderaban de nuevos castillos, pueblos y ciudades. Casi en medio de Portugal, á la boca del rio Tajo, por do descarga con sus corrientes en el mar Océano, está un puerto contrapuesto al viento de poniente; la barra tiene angosta y peligrosa, dentro es muy ancho y capaz. A la ribera deste puerto, á la parte del norte, se extiende grandemente Lisbona, ciudad la mas noble y mas rica de Portugal. A las espaldas se levantan poco a poco unos collados, que tienen la subida fácil, y están cubiertos de los edificios de la ciudad. Su anchura es menor que conforme á su longura. El ruedo de los muros antiguos no es muy grande; la poblacion de los arrabales es mucho mayor, en especial en este tiempo, en que por la mucha gente que acude al trato de las Indias Orientales y á feriar la especiería que de levante viene todos los años se ha mucho acrecentado. Los barrios y las calles en gran parte son mal trazadas, angostas y no tiradas á cordel, sea por la desigualdad del sitio, que tiene altos y bajos, sea por el descuido en edificar, mayormente en el tiempo que estuvo en poder de moros, gente poco curiosa en esta parte. Los edificios nuevos y las calles son mucho mas hermosas. Los ciudadanos gente principal y honrada, los mercaderes ricos, las ganancias grandes, el sustento y arreo de los naturales muy templado. Goza de campos muy buenos, aldeas y alquerías que tiene por todas partes; muchas quintas ó casas de recreacion, que parecen edificios reales. Don Alonso, rey de Portugal, deseaba por todas estas causas apoderarse de aquella ciudad, y en especial por ser como castillo y reparo del señorío de los

moros de aquella comarca. No tenia fuerzas bastantes para salir con su intento; los demás reyes de España no le podian acudir por estar ocupados, unos en unas guerras, y otros en otras; convínole buscar ayudas de fuera. Por esto luego que ganó la villa de Sintra, como poco antes se tocó, movido por la comodidad de aquel lugar, convidó á los de Alemaña, Ingalaterra y Flándes con grandes partidos que les hizo para que en aquella guerra le acudiesen con sus armadas. Grande es la ayuda que consiste para todo en la amistad de los principes y alianza de las provincias cristianas entre sí, como sevió en este caso, ca por el esfuerzo de don Alonso y con las ayudas de fuera aquella muy poderosa ciudad el mismo mes puntualmente se ganó que Almería en el Andalucía. Las armadas se pusieron á la boca del puerto para que no pudiesen por el mar entrar vituallas ni socorros á los cercados. Los reales de los naturales barrearon do al presente está el convento de San Vicente. En los de los extranjeros despues se edificó el monasterio de San Francisco; sitios que en nuestra edad están el uno y el otro comprehendidos dentro de la ciudad. Hobo muchos encuentros y varios trances. Los nuestros peleaban fuertemente por extender su imperio, los enemigos por las vidas. Batieron los muros de la ciudad por muchas partes; alargábase el cerco; últimamente, el dia de san Crispin y Crispinian, resueltos de dar asalto general, con grande esperanza de forzar aquella ciudad, ordenadas las haces, habló el rey don amiAlonso á los suyos desta manera: «No penseis, gos, que esta empresa se endereza á combatir una sola ciudad, antes os persuadid que en una plaza tomais á todo Portugal. Aquí está el dinero de los enemigos, que nos será de grande importancia para la guerra; aquí los trabucos, ingenios y toda suerte de armas. Esta es su fortaleza, su granero, su tesoro, en que tienen recogidas todas sus preseas y almacen. Los enemigos son los mismos que tantas veces vencistes en las guerras pasadas, del mismo esfuerzo y industria, sino que las compañías de ciudadanos son mas á propósito para los ejercicios de la paz y para sus granjerías que para menear las armas; ellos mismos se embarazarán en la pelea. Soldados en la ciudad hay pocos, y esos con el cerco continuo de cinco meses muy cansados y en pequeño número. Atreveos pues á vencer, y con el denuedo y esfuerzo á vos acostumbrado, acometed los muros de la ciudad, derribados por tautas partes. Entrad por las ruinas y piedras; ninguno podrá hacer contraste á vuestro valor.» Dicho esto, todos á una voz pidieron la señal de acometer; dada, arremetieron á la ciudad y á las murallas; lo que hacia mucho al caso para inflamar los soldados, el mismo Rey estaba presente como testigo y juez del esfuerzo de cada cual. El combate fué bravo y sangriento; los nuestros pretendian arrimarse á los muros y forzallos, los cercados tiraban todo género de armas y piedras, sin que alguna cayese en balde, por estar tan cerrados los soldados. Por conclusion, quebrantada la puerta que se llama del Alliama, entraron en la ciudad;`la matanza fué grande y la sangre que se derramó; los que se rindieron tomaron por esclavos. El saco se dió á los soldados, que fué mayor de lo que se pensaba. Consagraron la mezquita mayor, segun que era de costumbre, y nombraron por obispo á Gilberto, hombre, aunque forastero, pero

de mucha erudicion y conocida virtud. Tomóse la ciudad de Lisbona á 25 de octubre, otros dicen á 24. En el lugar mismo en que tenian los reales, el Rey á sus expensas edificó un monasterio de canónigos reglares do San Agustin, con nombre de San Vicente, por tener particular devocion á este Santo y para que juntamente por el nombre fuese memoria á los venideros de aquela tan señalada victoria. Gran número de los soldados extraños se aficionaron á la abundancia de Portugal y á la hermosura, templanza del aire, que tiene el invierno templado, y el estío por los continuos embates del mar no muy caluroso. Estos, determinados de hacer su morada en aquella provincia y trocar sus patrias con Portugal, se dice que por permision del rey don Alonso edificaron á Almada, Villaverde, Arruda, Zambuya, Castañeda con otros pueblos. El Rey en prosecucion desta victoria con increible felicidad ganó de los moros á Alanquer, Obidos, Ebora, Yelves, Mura, Serpa, Beja y otros pueblos y villas por toda aquella comarca; todo se allababa y parecia ser fácil á su esfuerzo y valor; verdad es que la mayor parte destas cosas sucedieron algunos años adelante. Volvamos á nuestro camino y al órden de la historia que llevamos.

CAPITULO XX.

Cómo se halló el cuerpo de san Eugenio.

En el tiempo que estas cosas se hacian en España, Eugenio, pontífice tercero deste nombre, sucesor de Lucio II, natural de Pisa y de la órden del Cistel, gobernaba bien y prudentemente la Iglesia romana. Las cosas de los cristianos en la Tierra-Santa parecian empeorarse. Estaba en gran parte apagada y menguada la fortaleza militar de los de Lorena. Como algunos animales y semillas, así bien los ingenios de los hombres con el cielo y tierra diferentes, y en particular con la longura del tiempo, degeneran y se estragan. Los bárbaros, que por todas partes los cercaban, tenian puestas las cosas de los cristianos en gran aprieto y peligro. Balduino, tercero deste nombre, hijo de Fulcon, rey de Jerusalem, por sus pocas fuerzas y por la flaqueza de su edad no era suficiente para tan grande carga. El pontífice Eugenio, movido deste peligro y encendido del amor de la cristiana religion, en Francia, donde para esto fué en persona, no cesaba de animar á los príncipes cristianos y exhortallos acudiesen con sus fuerzas á la guerra sagrada. Movió al emperador Conrado y á Luis, rey de Francia, para que con muy buenas gentes partiesen camino de la Tierra-Santa. Para salir mejor con su intento y adelantar estas práticas convocó concilio de todos los obispos del mundo para Rems, ciudad principal de Francia, el año 1148. A este Concilio partió don Ramon, arzobispo de Toledo, desde España. Llegado que fué á Paris, que caia en el mismo camino, por devocion quiso visitar la iglesia de San Dionisio, que está dos leguas francesas de aquella ciudad, en un pueblo del mismo apellido del Santo; y por estar en ella las reliquias de san Dionisio es de no menor devocion que célebre con las sepulturas de los reyes de Francia y asaz embarazada. Allí como mirase con curiosidad el edificio del templo y su hermosura, y con atencion pusiese la vista en cada una de las cosas que se ofrecian, acaso ó advertido de los que le acompaña

ban, consideró en cierta capilla estas palabras grabadas en un mármol:

AQUÍ YACE EUGENIO, MÁRTIR, PRIMER ARZOBISPo de toledo.

Maravillóse primero deste letrero, por estar en España perdida del todo la memoria de san Eugenio y no quedar rastro de cosa tan grande; revolvió diligentemente los libros de aquella iglesia y memorias antiguas; halló que todo concordaba con la verdad. Hecho esto, muy alegre con nueva tan buena pasó al concilio de Rems, el cual despedido y acabadas á su voluntad todas las cosas que pretendia, volvió á España con lá alegre nueva de cosa tan importante, que hinchó de muy grande gozo los ánimos del Rey y de los grandes y de toda la muchedumbre del pueblo. Desta manera sucedió entonces este negocio: El monasterio broniense, que está en los estados de Flandes, en tierra de Namur tiene advocacion de San Pedro, pretende tener el cuerpo de san Eugenio. Refieren aquellos monjes benitos que fué llevado el año 920, á 18 de agosto, por engaño ó á ruegos de Gerardo, su fundador, desde San Dionisio á Bronio, do está aquel monasterio. Lo que se entiende es que le dieron una parte del sagrado cuerpo, que fué causa de persundirse le tenian en su poder todo entero, como es muy ordinario en cosas semejantes. Comenzóse por entonces á procurar que las sagradas cenizas de san Eugenio volviesen á Toledo; pero estas práticas se estorbaron por las muertes que casi en un

mismo tiempo sobrevinieron de la reina doña Berenguela y del Arzobispo. La Reina falleció el año siguiente de 1149, y fué sepultada en la iglesia de Santiago, con quien en vida tuvo particular devocion. Este año, desgraciado por la muerte de la Reina, fué mas señalado por una lluvia de sangre que cayó en parte de Portugal y en el señorío de los moros. El año adelante de 1150, miércoles, á 9 dias de agosto, pasó desta vida el arzobispo Raimundo, quebrantado con la edad y con los trabajos de camino tan largo. Créese, mas por conjeturas que por cierta memoria que haya, le enterraron en la misma iglesia mayor de Toledo. Sucedió en el arzobispado don Juan, primero deste nombre, obispo á la sazon de Segovia, varon de grande ánimo y de conocida bondad. Desta manera procedian las cosas de Castilla. Por otra parte, el pontífice Eugenio confirmó el nombre y autoridad de rey á don Alonso, que ya se intitulaba rey de Portugal, y á su ejemplo, pasados algunos años, Alejandro, tercero deste nombre, hizo lo mismo por una bula que promulgó Alberto, cardenal y chanciller de la santa Iglesia romana; ambos pontifices por esta gracia le mandaron pagar cierto tributo á los papas en cada un año: Eugenio cuatro libras de oro, Alejandro dos marcos; tributo que no se sabe si en los primeros tiempos le pagó Portugal; en nuestra era y de nuestros antepasados siempre aquel reino se ha tenido por libre de todo punto y exempto de semejante carga. y pension.

LIBRO UNDÉCIMO.

CAPITULO PRIMERO.

Cómo los almohades vinieron á España.

UNA nueva entrada que los almohades hicieron en España, gente bárbara y fiera, hemos de contar; un nuevo reino que en Africa y en España se fundó por estos tiempos, nuevas asonadas de guerras sangrientas, con cuyas olas la república cristiana fué trabajada; maravilosos y extraordinarios juegos de la fortuna mudable hasta tanto que ganada una victoria señalada, y la mas ilustre que en aquella sazon hobo en el mundo, las fuerzas de los moros mucho se enflaquecieron y quebrantaron. Tenia el imperio de los moros en Africa y en España Albohali, principe del linaje de los almoravides, como arriba queda declarado, en el cual tiempo un cierto hombre, llamado Tumerto, en Africa, muy docto, así bien en las demás partes de astrología como scủaJado en pronosticar por el nacimiento de cada uno la vida, ingenio, costumbres y accidentes que habia de tener, que es una ciencia vanísima, considerado el rostro de un mozo llamado Abdelmon, de cuerpo membrudo y muy animoso y por el aspecto de las estrellas, sin embargo que era de muy bajo suelo, tanto, que su padre era ollero, le pronosticó seria rey de su nacion; que así to mostraba el cielo y tales eran sus hados, cuya fuerza no poderse quebrantar la gente y nacion de los mo

ros está muy persuadida. Abríanse las zanjas de una fábrica muy grande. Sucedió muy á propósito para sus intentos que un gran predicador de la ley mahometana, en aquella sazon tenido por hombre de santa vida y de doctrina singular, llamado Almohades, introduciendo y publicando nuevas declaraciones de la ley, despertaba y alborotaba los ánimos de la muchedumbre, mudable de ingenio, principalmente en Africa, y deseosa grandemente de novedades. A este como quier que Tumerto persuadiese su pronóstico, y él, ó de verdad lo creyese así, ó lo mostrase, trataron entre si de mudar el estado de aquel reino. No hay trama mas engañosa en la aparencia que el pretexto y capa de la mala religion cuando se usa della para dar cubierta á otras maldades; ni hay cosa mas perjudicial en la república que alterar la fe y religion que los mayores abrazaron. Así de todo tiempo consideramos haberse destruido grandes imperios por la diferencia en la religion, porque dividido el pueblo en parcialidades, de la contienda y de las palabras se pasa á enemistades descubiertas; y la una parte y la otra defiende sus opiniones con las armas, sin parar hasta arruinallo todo; lo que sucedió al presente, ca Almohades por la mucha autoridad que tenia persuadió á los que le seguian tomasen las armas debajo la conducta de Abdelmon, atropellasen y destruyesen el reino de los almoravides, pues era ilegítimo el seño

río que se fundara por fuerza destruyendo á los alavecinos, linaje que descendia de Fatima, hija mayor de Mahoma, su profeta. Demás desto, que si no sacudian de sí el imperio de los almoravides, no podrian las opiniones que de la religion tenian abrazadas pasar adelante, que los intentos impíos y insultos de aquella ralea de gente era justo fuesen castigados y vengados con toda diligencia. Movidos por estas razones los del pue→ blo, se determinaron á tomar las armas; pero como no fuesen diestros en la guerra, al principio quedaron vencidos en batalla por las armas y poder del rey Albohali. Sobrepujó el esfuerzo á la muchedumbre y canaIla. Mas en breve juntadas nuevas fuerzas, volvieron á la guerra, y no pararon hasta que, vencidos los almoravides, dieron la muerte al rey Albohali. Abdelmon sucedió en su lugar. En tiempo deste Rey los que seguian á Almohades, de quien se tomó el nombre de los almohades, se apoderaron de aquel reino y mudaron en él las leyes y costumbres antiguas. Demás desto, dado asiento en las cosas de Africa, volvieron sus pensamientos á España. Tumerto se quedó en Africa con intento que sus enemigos no tuviesen lugar de alterarse; el nuevo rey Abdelmon y el profeta Almolades con mucha y muy buena gente pasaron á España, al principio sin hacer daño, porque no desconfiaban que los de su nacion voluntariamente se les rendirian; que si entretenian su esperanza y tomaban consejo diferente, venian determinados no excusar ninguna cosa de las que se pudiesen padecer ó temer, en fin usar de fuerza. Sucedióles como deseaban, que sin dificultad se persuadieron todos los moros que quedaban en España de acomodarse con el tiempo y recebir públicamente las nuevas opiniones y ritos que aquella gente abrazaba, esto con tanta aficion y con tanto odio, así de su antigua supersticion como de la religion cristiana, que lodas las cosas ordenadas por los reyes moros pasados las trastrocaban y forzaban á las reliquias de los cristianos, que mezclados con los moros como las estrellas en las tinieblas de la noche resplandecian, y vulgarmente los llamaban mozárabes, con tormentos que les daban de todas maneras para que dejasen la religion de sus padres. Muchos por este miedo se huyerou á tierras de cristianos; entre los demás Clemente, prelado de Sevilla, llegado á Talavera, falleció algunos años adelante por este tiempo en aquel lugar, persona santa y muy ejercitado en la lengua arábiga .Otros muchos, oprimidos con el peso de los males, obedecieron á los vencedores, de tal suerte, que desde este tiempo pocos quedaron entre los moros que de nombre y de profesion fuesen cristianos. Los almohades, contentos de sujetar á su imperio los moros de España, no les pareció por entonces hacer guerra á los cristianos, que eran poderosos por tierra y por mar, antes acordaron dar la vuelta á Africa, donde tenian las principales fuerzas de aquella secta y parcialidad. Falleció el profeta Almohades en breve despues que volvieron, y cerca de Marruecos, silla de aquel reino, por mandado del Rey le edificaron un magnífico sepulcro; la muchedumbre, engañada con la muestra fingida de santidad y con la fama, comenzó á le honrar y hacer romerías á él por devocion. Vinieron á España los almohades año de nuestra salvacion de 1150, del imperio de los árabes 545. El arzobispo don Rodrigo pone seis años menos al fin de la Historia

de los árabes, pero sin duda lleva la razon de los años érrada en esta parte.

CAPITULO II.

Cómo murió don García, rey de Navarra.

En el mismo año que salió el emperador don Alonso al encuentro á los almohades, y talados los campos de Andalucía, puso cerco á Córdoba despues que Abdelmon era vuelto á Africa, como yo sospecho; don García, rey de Navarra, cerca de Lorca, pueblo de su señorío, de una caida de un caballo que dió en la caza sobre una peña, murió á los 21 de noviembre, víspera de santa Cecilia. Iba á la sazon de Estella á Pamplona mal enojado con no muy grande causa contra aquellos ciudadanos y con resolucion de castigarlos; mas este accidente le atajó los pasos y pensamientos. Reinó diez y seis años; los hijos que dejó fueron estos: don Sancho, que luego le sucedió en el reino y se coronó en la iglesia mayor de Pamplona, do hizo enterrar á su padre; doña Blanca, nuera del Emperador, y doña Margarita, que casó con Guillermo, rey de Sicilia, por sobrenombre el Malo. Hijos otrosí legítimos del rey don García fueron don Alonso Ramirez, señor de Castro el Viejo, y doña Sancha, que casó primero con Gaston, vizconde de Bearne, despues con don Gonzalo, conde de Molina. La muerte de don García dió ocasion á los otros príncipes de nuevas alteraciones, en especial á don Ramon, príncipe de Barcelona, y al emperador don Alonso, no obstante los muchos vínculos de afinidad que con el muerto y con sus hijos tenia. Es así que los reyes en mas estiman ensanchar su señorío que ser alabados de humanos y de modéstos; no hacen caso con el desco de mandar de lo que la fama puede hablar dellos y pensar los venideros, como si con el poder presente se pudiese tambien apagar la memoria del tiempo adelante. Estos dos príncipes se juntaron en Tudelin, pueblo de Navarra, cerca de los baños que allí hay; hallise asimismo presente don Sancho, ya dias antes declarado rey de Castilla por el Emperador, su padre. Hicieron dos acuerdos y convenencia con estas condiciones: que todo lo que de nuevo se quitara á Castilla se restituyese enteramente á don Alonso; lo que de Aragon á dọn Ramon; y que el antiguo señorío de Navarra, Juego que juntadas las fuerzas le hobiesen quitado al nuevo Rey, le dividiesen entre sí por partes iguales, á cada cual lo que mas le estuviese á cuenta, en particular que Pamplona quedase por don Ramon, EsteIla por el Emperador, Tudela fuese de ambos, y cada uno pusiese en su parte quien la gobernase; que don Ramon por los pueblos y ciudades que adquiriese en Navarra fuese feudatario de Castilla, renovando en esto la confederacion de don Sancho y don l'edro, reyes de Aragon. Añadióse demás desto que pues el principal cuidado era de hacer guerra á los moros, luego que Valencia con todo lo que hay desde Tortosa hasta Júcar, y tambien Murcia, se ganase de moros, quedase por los aragoneses, como obligados eso mismo y feudatarios á los reyes de Castilla. Juraron los reyes estas condiciones; diéronse las manos entre sí, que conforme á las costumbres de España es una grande atadura de la fe dada y recebida; púsose término y señalóse tiempo para comenzar la guerra de Navarra, pasado el mes de setiem

los antiguos llamaron Acci, pero no parece salió con
estas empresas. Doña Petronila, reina de Aragon, pa-
rió un hijo, que en vida de su padre se llamó don Ra-
mon, y despues dél muerto, don Alonso. Es cosa nota-
ble que, estando para parir, á 4 dias del mes de abril,
otorgó su testamento, en que dejaba el reino paterno
al preñado, si naciese varon; pero si fuese hembra,
nombraba por heredero á su marido don Ramon; que
fué ejemplo bien extraordinario. Nombró por sus alba-
ceas á tres obispos, Guillelmo, de Barcelona; Bernar-

bre. La liga se hizo á 27 de enero, que tuvo no buen
principio, y fué adelante de ningun efecto, porque el
nuevo Rey, avisado de lo que pasaba, se apercibió con
mucha diligencia, y aunque era de pequeña edad, estaba
muy fortalecido, no mas de socorros de fuera que de la
benevolencia de los suyos, en que sobrepujó á su padre,
príncipe que fué á sus vasallos pesado y comunmente de
los mismos aborrecido. Entre los señores de Navarra,
don Ladron de Guevara, de antigua nobleza y señor de
Aivar, tenia muy grande autoridad, tanto, que por pa-
şar á los otros muy adelante en riquezas y poder, le lla-do, de Zaragoza; Dodo, de Huesca; y junto con ellos
maron príncipe de Navarra. Al Emperador y á don Ra-
mon entretuvieron otros cuidados para que no pudiesen
con todas sus fuerzas acudir á la nueva guerra, si bien
los aragoneses con entradas que hicieron y correrías
comenzaron á trabajar lo de Valderroncal, las gentes de
Castilla á lo que de Navarra les caia cerca; los unos y
los otros sin hacer cosa notable, mayormente que don
Ramon se partió para Narbona contra Trencavello, viz-
conde de Carcasona, con quien finalmente se concertó
por el mes de noviembre tuviese en feudo á Carcasona
y Rodes. El emperador don Alonso se hallaba ocupado
en concertar nuevos parentescos y casamientos, ca Luis,
rey de Francia, repudiado que hobo á Leonor, condesa
de Potiers, en quien tenia dos hijas, en su lugar se ca-
só con hija del emperador don Alonso, que unos llaman
doña Isabel, y otros doña Constanza, y pudo tener
entrambos nombres. El Emperador por el mismo tiem-
po casó con Rica, hija de Uladislao, duque de Polonia,
que es parte de la antigua Sarinacia, habida en Berta,
hermana de Oton, obispo frisingense, como lo dice
Radevico en lo que añadió á la historia que escribió el
mismo Oton. Entre tan grandes regocijos y aparatos de
bodas como se hicieron no podian las armas tener lu-
gar, fuera de que los navarros estaban confederados
con los franceses, por lo cual pensamos que el Empe-
rador se amansó mas y comenzó á divertir su ánimo
de aquella empresa, que condenaban las leyes de la
amistad y los juicios de los hombres. Además que á don
Sancho, rey de Navarra, favorecian todos ordinaria-
mente por el excelente natural que en su pequeña edad
mostraba; y el mismo don Alouso era muy amigo de
justicia, aborrecedor de toda insolencia y demasía; vir-
tud que por este tiempo mostró con un ejemplo digno
de memoria. Un cierto soldado de sangre noble y del
número de los que vulgarmente en España llaman in-
fanzones, en Galicia, confiado en que aquella tierra caia
léjos y en la revuelta de los tiempos, despojó á un la-
brador de todos sus bienes. Amonestado por el Rey y
gobernador de la provincia hiciese satisfaccion de lo
que tomara injustainente, no quiso obedecer. Disimuló
el Rey por entonces, y pospuestas todas las demás cosas,
en hábito disfrazado para que la cosa fuese mas secreta,
desde la ciudad de Toledo fué por la dicha causa á lo pos-
trero de Galicia. Llegado, cercó de sobresalto las casas
del soldado, que huyó por miedo del castigo, mas él
le mandó prender y ahorcar delante de las mismas ca-
sas. Con este hecho el Rey ganó autoridad y la inocen-
cia quedó valida, y aquel hombre castigado como su
desatino y soberbia merecia. Valeroso Príncipe, que ni
en paz ni en guerra estaba ocioso, antes vuelto á la guer-
ra contra los moros, este año puso cerco á Juen, el si-
guiente de 1152 á Guadix, ciudad de Andalucía, que

otros hombres principales. Dice en él en particular que
deja el reino á sus herederos libre como su tio don Alon-
so le tuvo, es á saber, pospuesta la confederacion y
asiento que poco antes se tomó con Castilla. Por el mis
mo tiempo falleció dón Pedro de Atarés, señor de Bor
gia; sepultáronle en el monasterio de Veruela, que no
léjos de Zaragoza él mismo fundara. Borgia quedó por
el rey; á los templarios, á quien el difunto la dejó en su
testamento, dió en trueque y recompensa á Ambela y
otros pueblos. Item, lo que los moros poseian á las ri
beras de Segre y Cinga, ó por fuerza ó por voluntad se
ganó por los aragoneses. Demás desto, ciertos castillos
que
caian entre Tarragona y Tortosa en bosques y lu-
gares altos, y por tanto era difícil conquistallos, en fin
se venció la dificultad y vinieron á poder del Rey. Lo
mismo Miravete, á la ribera de Ebro, pueblo muy fuer
te, que se dió á los templarios para que le poseyesen y
tuviesen en él guarnicion. En estas guerras se señala→
ron entre los demás en esfuerzo y diligencia el conde
de Urgel y Ramon de Moncada y Poncio Hugon, con-
de de Ampúrias, que falleció el mismo año. La tercera
parte de Tortosa, que conforme á lo asentado cuando
se ganó era de los ginoveses, el Rey al presente la com
pro dellos y la rescató con dinero. Con estas cosas el
nombre de don Ramon comenzó en toda España y tam
bien acerca de las naciones extrañas á ser muy célebre,
si bien él por su modestia ó porque el reino de Aragon
le tenia en dote, nunca en toda su vida se quiso llamar
rey; solamente se intitulaba príncipe de Aragon, y
contento con este apellido, lo gobernaba todo él solo á
su voluntad en guerra y en paz. Es cierto que desde es-
te tiempo las armas antiguas de los reyes de Aragon se
trocaron en las de los condes de Barcelona, que eran
cuatro fajas ó bandas rojas, que á iguales espacios de
arriba abajo dividen un campo ó escudo dorado. Don
Sancho, el que adelante sucedió en el reino de Portu-
gal á don Alonso, su padre, nació á 11 de noviembre
del año 1154, en Coimbra, donde la Reina de buena
gana moraba. Hermanas de don Sancho, doña Urra-
ca, que casó en Leon, y doña Teresa, en Flandes. El na-
cimiento deste infante don Sancho fué la cosa mas se-
ñalada que sucedió este año, y juntamente la venida de
Luis, rey de Francia, á España, de que se hablard
luego.

CAPITULO III.

De la venida á España de Luis, rey de Francia.

Tenia Luis, rey de Francia, llamado el mas Mozo, un gran deseo de ver á España y visitar á su suegro. Era menester buscar algun color para tan larga jornada; pareció el mas á propósito ir en romería á Santiago por

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