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voto que el tiempo pasado habia hecho. Esta era la voz que se decia en público; de secreto otra puridad le aguijonaba mas, como lo dice el arzobispo don Rodrigo, que los escritores franceses no hablan desto. Esta era informarse y saber en presencia si su mujer era nacida de legítimo matrimonio, porque algunos malsines, hombres malos, cuales tienen muchos los palacios de los príncipes, que todo lo tuercen, afirmaban al Rey que la Reina, su mujer, era bastarda, y por el mismo caso con aquel casamiento se disminuia y afeaba la majestad real de Francia. No dejaba él de dar oidos á estos chismes, porque á ejemplo de madama Leonor, su primera mujer, parece buscaba ocasion de repudialla, por haber tambien ella parido dos hijas y ningun hijo varon. Que Filipe, por sobrenombre Augusto, hijo deste rey Luis, nació de Alisa, bija que fué del señor de Bles, con quien este Rey se casó últimamente despues de la muerte de doña Isabel. El Emperador, su suegro, sin saber lo que pasaba, acompañado de sus dos hijos y de don Sancho, rey de Navarra, salió al encuentro á su yerno hasta Búrgos. Acudieron de toda España de las partes comarcanas, de las que caian léjos y de las postreras, así señores como gran muchedumbre de hombres, á ver tantos reyes en unas mismas casas y morada. Sacaban arreos, galas, libreas, finalmente, todo lo que en España era hermoso y magnífico, como para hacer alarde y muestra de su grandeza acerca de los franceses, que tenian por pobreza todo lo de acá. Con este aparato llegaron desde Búrgos á Santiago, y cumplidos enteramente sus votos, volvieron á la ciudad de Toledo para donde de las dos naciones, moros y cristianos, que obedecian al Emperador, tenia convocadas Cortes con intento de hacer ostentacion de mayor grandeza y poderío. Vino entre otros á la fama y al llamado don Ramon, príncipe de Aragon, con muy lucido acompañamiento. El rey Luis, considerado el arreo, atuendo y atavio, así de los grandes como del pueblo, que acudió en tan gran número cuanto nunca en la ciudad real se vió antes; demás desto, sabida la verdad del negocio por que era venido, dijo no haber en Europa ni en Asia visto corte mas lucida ni arreada; provincias en que se hallara en el tiempo que fué á la guerra de la TierraSanta. Que daba gracias a Dios por tener por mujer hija del emperador don Alonso, sobrina de don Ramon, príncipe de Aragon. Hiciéronse juegos con gran magnificencia y presentes al Rey, huésped de gran estima; mas no quiso tomar cosa alguna, fuera de un carbunco muy grande y de gran valor, y con tanto se volvió alegre á su tierra. Acompañóle don Ramon hasta Jaca, en que los recibieron con aparato real y toda muestra de alegría, como testifican las historias de Aragon. Falleció el conde de Urgel á 28 dias del mes de agosto; fué nieto de don Peranzules, y del lugar donde se crió y para diferencialle de otros del mismo nombre, le llamaron Armengol de Castilla. El año siguiente 1155, á 11 de noviembre, viérnes, como dicen los Anales toledanos, nació á don Sancho, rey de Castilla, de doña Blanca, su mujer, un hijo, llamado don Alonso, heredero que fué adelante del reino de su padre y abuelo. Habíase tratado en la alianza que se hizo en Tudelin de repudiar á esta dona Blanca por no ser aun de edad para casarse; pero las leyes de la equidad, el amor del marido y la inocencia de aquella señora prevalecieron para que no

se le hiciese tal agravio. Siguióse una guerra en aquella parte de la Gallia Narbonense que se llama la Proenza por esta ocasion; Hugon Baucio y sus hermanos, hijos que eran de Raimundó Baucio y nietos de Gilberto, ganaron el tiempo pasado un privilegio de los emperadores alemanes Conrado y Federico, en que les concedian todo lo que el conde Gilberto, su abuelo, habia poseido. Fundados en este privilegio, pretendian toda la Proenza; y fortificándose en el pueblo Trencatayo, trabajaban todos los lugares comarcanos. Don Ramon, con el cuidado que tenia de su sobrino, marchó para allá con un grueso ejército, con que abatió el atrevimiento y orgullo de los Baucios y en breve los redujo á obediencia. En el mismo tiempo el cardenal Jacinto, legado en España, sosegaba las contiendas y daba asiento en el estado de las iglesias, en particular á instancia de Juan, arzobispo de Toledo, pronunció sentencia en Najara en favor del primado de Toledo contra los arzobispos de Santiago y de Braga. Fué esta legacía de Jacinto muy señalada y famosa en esta era. Envióle Anastasio IV, pero llegó á España en tiempo que era ya pontífice el que le sucedió, que fué Adriano IV. En el tiempo que Luis, rey de Francia, estaba en Toledo, sucedió hacerse mencion de san Eugenio, primer arzobispo de Toledo, cuyas reliquias poco antes se dijo tenian en la iglesia de San Dionisio cerca de Paris; pedian que los sagrados huesos se trasladasen á España; llevaban mal los franceses esta demanda; alcanzóse solamente que les enviasen una parte. El rey Luis, vuelto á su patria, hizo esto y lo cumplió enteramente, que envió el abad de aquel monasterio á su suegro con el brazo derecho del mártir. Ya que llegaba cerca de Toledo, salieron en procesion á recebirle el emperador don Alonso, los dos reyes, sus hijos, los grandes, el pueblo y varones sagrados. La sagrada arca fué en hombros del Emperador y de sus dos hijos llevada á la iglesia mayor, y puesta en el sagrario della á 12 dias de febrero el año de nuestra salud de 1156. Los demás huesos del sagrado cuerpo se trujeron á Toledo á instancia de don Felipe II, rey de las Españas, y por diligencia de don Pedro Manrique, canónigo de Toledo, que para este efecto fué enviado por embajador á Cárlos IX, rey de Francia, cuatrocientos y nueve años, nueve meses y seis dias mas adelante, con igual ejemplo de piedad, pompa y aparato el mayor que se vió en España; y se pusieron en el mismo templo debajo del altar mayor en capilla particular y devota.

CAPITULO IV.

De la muerte del emperador don Alonso.

Con las vistas destos príncipes parecia ser acabadas las guerras civiles entre cristianos; pero el haberse apartado y desmembrado el reino de Navarra del de Aragon, como se hizo los años pasados, tenia puesto en mayor cuidado á don Ramon, príncipe de Aragon, que fácilmente lo pudiese olvidar. Solicitó al Emperador para que renovado el asiento y liga hecha en Tudelin, juntas las fuerzas acometan á don Sancho, rey de Navarra, enemigo comun. Como prendas deste concierto y para mayor seguridad se concertó casamiento entre doña Sancha, hija del Emperador, habida en Rica, su mujer, y el hijo de don Ramon. Acordóse esto por en

tonces sin pasar adelante á causa de la poca edad de los dos. En esta confederacion comprehendieron á los hijos del Emperador, don Sancho y don Fernando. Verdad es que don Alonso el Emperador deseaba mas ser medianero en la paz que movedor de la guerra, y aun estaba mas inclinado al rey de Navarra, de do se mostraba igual esperanza y partido, esto es, de casar con él otra hija, llamada doña Beatriz, habida en su mujer doña Berengaria ó Berenguela, lo cual se efectuó adelante, y entonces se movió este tratado, que no era de menospreciar; por esto con diferentes excusas se entretenia de dia en dia, yalegaba, ya una, ya otra causa de la tardanza para no juntar, como lo tenian concertado, sus armas con los aragoneses; decia que se debia primero de acudir á la guerra sagrada y atajar las pretensiones de los moros, antes que el imperio de los almohades con el tiempo se arraigase mas en España, en especial que por muerte de Abdelmon, su hijo y sucesor Jacob, que otros llaman Juzef, hombre muy soberbio y de grande experiencia en las cosas de la guerra, asentadas las cosas de Africa, con sesenta mil de á caballo y mucho mayor número de infantes era pasado con grande espanto de los fieles en España, llamado de los moros que en ella estaban para ayudar á su gente y vengalla. Aquejábale este cuidado y riesgo; rogó grandemente á don Ramiro, príncipe de Aragon, que juntado un grueso ejército se aparejaba para entrar por tierras de Navarra, que no comenzase la guerra antes de la fiesta de san Martin. Hízose así, que se dilató aquella empresa; solamente por entonces se confirmó con nuevos homenajes en Toledo la confederacion pasada por el mes de febrero del año 1157. Llevó esta tardanza don Ramon con ánimo mas igual á causa que en el mismo tiempo los movimientos de Francia le forzaron á ir de nuevo á Narbona con esta ocasion: Hermengarda, vizcondesa de aquella ciudad, trabajada por las armas de los comarcanos, fué forzada entregarse á sí y á su señorío en la fe y amparo de don Ramon, su tio. El que dió este consejo, Berengario, arzobispo de Narbona, dejada la Francia, la acompañó hasta Perpiñan, donde todas estas práticas se trataron y concluyeron. El emperador don Alonso, determinado de hacer guerra á los moros, convocó á sus dos hijos, á los prelados y señores de todo su estado, y formando un grueso campo, rompió por el Andalucía, taló los campos y quemó los lugares, robólos y saqueólos por todas partes. Era miserable aquella parte de España en este tiempo, por ser trabajada y afligida de la una gente y de la otra, moros y cristianos. Ganóse la ciudad de Baeza, que habia vuelto á poder de moros, Andújar y Quesada; y porque los calores del estío eran grandes y los lugares mal sanos, determinado el Emperador de volver á Castilla, dejó en el gobierno de aquellas ciudades al rey don Suncho, su hijo, porque si quedaban sin tal amparo no volviesen ú poder de moros como otras muchas veces. La mayor parte del ejército quedó con don Sancho. El con don Fernando, su hijo, y con los demás volvieron atrás. En este camino, en el mismo bosque de Cazlona y Sierramorena el Emperador cayó enfermo, y como no pudiese sufrir ni disimular mas tiempo la fuerza de la dolencia, por tener el cuerpo quebrantado con tantos trabajos mas que por su edad, cerca del lugar de Fresneda maudó debajo de una encina le armasen una tienda;

hacíale compañía don Juan, arzobispo de Toledo, que le confesó y comulgó; dió la postrera boqueada á 21 del mes de agosto; vivió cincuenta y un años, cinco meses, veinte y un dias; dignísimo príncipe de mas larga vida. No hobo persona mas santa que él siendo mozo, ni vió España cosa mas justa, fuerte y modesta siendo varon; reinó treinta y cinco años, poco masó menos; tuvo título y majestad de emperador veinte y dos años y seis meses; fué príncipe colmado de todo género de virtudes, y su memoria fué muy agradable á la posteridad por la voluntad que mostró perpetuamente de ayudar á la religion cristiana. Tuvo tres mujeres, doña Berenguela, dona Beatriz y doña Rica. En doña Beatriz no parece tuvo hijos; de doña Rica hobo á doña Sancha; doña Berenguela parió á don Sancho y don Fernando, que sucedieron á su padre, y á doña Isabel y doña Beatriz; demás destos, á don Alonso y don Fernando, como parece por un privilegio de la iglesia mayor de Toledo. Este don Fernando murió niño, y su padre le hizo sepultar en el monasterio de San Clemente que hay de monjas en aquella ciudad, que él edificó; el letrero de la sepultura decia :

AQUÍ ESTÁ EL MUY ILUSTRE DON FERNANDO, HIJO DEL EMPERADOR DON ALONSO, QUE HIZO ESTE MONASTERIO; PÚSOLE AQUÍ POR HONRALLE.

CAPITULO V.

Cómo don Sancho y don Fernando sucedieron á su padre. Don Sancho y don Fernando, hijos del difunto Emperador, mozos el uno y el otro muy escogidos y aventajados, como su padre lo dejó señalado y dispuesto, así dividieron sus estados. El reino de Leon y los gallegos quedaron por don Fernando; don Sanclio, que era el hermano mayor, poseyó á Castilla y á las demás provincias que andaban con ella; ambos fueron buenos príncipes en tiempo de paz y diestros en la guerra, de tal manera, que parece querian imitar á porfia las virtudes de su padre. Don Sancho era mas amado del pueblo, por ser de condicion blanda y benigna; por esto y porque murió antes de tiempo le llamaron don Sancho el Deseado; don Fernando daba orejas á los malsines, que tienen por costumbre torcer las palabras y los servicios de otros, con que se enajenó las voluntades de los grandes. Era otrosí sospechoso naturalmen te, enfermedad que si no se reprime con la razon, acarrea mal y daño. Por esta causa como no se fiase de su hermano, antes que hiciesen las honras á su padre y antes que le sepultasen, acudió á Leon para tomar la posesion de aquel reino. Al contrario don Sancho, bida la muerte de su padre, á grandes jornadas llegó á Fresneda, donde, acompañado de los prelados y grandes llevó el cuerpo de su padre difunto á Toledo, do le sepultaron con aparato real, y muy célebre por las lágrimas de todo el pueblo, en la iglesia mayor de aquella ciudad. A esta sazon don Sancho, rey de Navarra, á quien con la edad por la grandeza de las cosas que hizo y por la erudicion de su ingenio dieron sobrenombre de Sabio, por parecerle tenia buena ocasion de vengar las injurias pasadas, juntado el ejército de los suyos que tenia apercebido para defenderse, pasó hasta Burgos haciendo mal y daño. Parecia haber con esto hecho lo que bastaba para sustentar el cré

sa

todo género de cortesía al general Ponce. El agrado llegó á tanto, que con deseo de restituirle en su patria y en su estado, como lo tenia prometido, revolvió contra las tierras de Leon, y llegó con su ejército y con sus gentes hasta Salagun, determinado hacer la guerra don Fernando, su hermano, si no venia en lo que parecia justo y él queria. El rey don Fernando, visto el peligro que corria, vino desarmado á verse con su hermano el rey don Sancho; con estas vistas se acabaron los desabrimientos, mayormente que don Fernando, no solo prometia de restituir al conde don Ponce su estado y perdonalle, sino de hacelle mucho mayores honras y mercedes. Ofrecia otrosí para mayor muestra de humildad de hacer pleito homenaje á su hermano y ponerse en su poder y en sus manos; cortesía que don Sancho, trocado el enojo en humanidad, como acontece sosegada la contienda, dijo que no sufriria que el hijo del Emperador fuese sujeto ni reconociese homenaje á imperio de ningun príncipe ni monarca.

dito y opinion, pues acometia á sus contrarios el que apenas se entendia seria bastante para defenderse de los intentos de tan grandes reyes que le pretendian derribar. Para muestra de lo cual traia este Rey por blason en campo rojo una banda dorada con dos leones, que por una parte y otra la despedazaban á porfía. He-á cha pues esta entrada, con la misma presteza dió la vuelta para su tierra. Los moros de Andalucía, por quedar las plazas, que en la guerra pasada les habian sido tomadas, desamparadas de la ayuda de don Sancho, sin dilacion las tornaron á recobrar. Era necesario acudir á entrambas partes; pareció reprimir primero el atrevimiento del rey de Navarra, porque disimulando la injuria, no se disminuyese la autoridad y majestad del nuevo Rey, dado que de su condicion se inclinaba mas á la paz que á la guerra. Hacia sus apercebimientos de armas, dinero y soldados. Sucedió muy á propósito que Ponce, conde de la Minerva, el mas principal de los señores leoneses, y que fué paje de armas del emperador don Alonso, agraviado por el rey don Fernando que le despojó de su estado, dejado Leon, se pasó á Castilla. Era grande el crédito de su esfuerzo, y muy aventajado el ejercicio que en las armas tenia. Por esto y porque don Sancho estaba ocupado en dar asiento en las cosas del reino, recebido que hobo benignamente al Conde, y dádole esperanza de alcanzarle perdon de su señor, le hizo general y le dió cuidado de la guerra de Navarra. Aceptó el cargo, y con un grueso ejército que llevaba, por tierra de Briviesca llegó á la Rioja en busca del enemigo. Hay una llanura no léjos del lugar de Bañares, llamada Valpiedra, en que se dió la batalla. Los navarros ordenaron sus huestes desta manera. Don Lope de Haro iba en la avanguardia, don Ladron de Guevara en la retaguardia, el mismo rey don Sancho en el cuerpo de la batalla. Las gentes de Castilla, como en número así en valor sobrepujaban; ordenaron tambien ellos sus ha-jes ces, y presentaron la batalla al enemigo; cerraron los escuadrones con igual denuedo. Los castellanos al principio fueron echados de su lugar, despues mudándose la fortuna de la pelea, quedaron con la victoria. Los navarros volvieron las espaldas desapoderadamente. La matanza fué menor que conforme á la victoria. Muchos se acogieron y salvaron en los pueblos y castillos comarcanos, que eran suyos. Hízoles daño no esperar los socorros que de franceses les venian. Sin embargo, luego que llegaron, cobrado el Rey ánimo de nuevo, no temió ponerse al trance de la batalla. En el mismo lugar y en el mismo llano tornaron á pelear. La batalla fué muy brava, ca los unos peleaban como vencedores, los otros por vencer. Finalmente, los navarros, atemorizados con la matanza pasada y daño recebido, quedaron vencidos, y el campo por los contrarios. Muchos de los mas nobles quedaron presos, que trató don Ponce benignamente. Decia no era venido á hacer guerra con los prisioneros y con su miseria, sino á vengar solamente la temeridad del Rey. Soltólos demás desto, y dejólos ir libres; humanidad que fué entonces muy alabada, en especial que, no solo dió libertad á los navarros, sino tambien á los franceses. Gauada esta victoria, volvió á Búrgos; el Rey, despues de alabar el esfuerzo de los soldados y hacerles mercedes segun los méritos de cada cual, mas que á todos honró con

CAPÍTULO VI

De los principios de la caballería de Calatrava

El lugar de Calatrava está puesto en los oretanos, cerca de Almagro, en un sitio fuerte y á la ribera de Guadiana. En el tiempo que se ganó de los moros le entregaron para fortificarle y guardarle á los templarios, soldados de cuyo esfuerzo y valentía se tenia grande crédito; pretendian que sirviese como de fuerte para reprimir las correrías de los bárbaros; pero ellos, por aviso que tuvieron que los moros con grande esfuerzo en muy gran número le querian poner cerco, perdida la esperanza de podelle defender, le volvieron al Rey. No se hallaba entre los grandes alguno que de su voluntad ó convidado por el Rey se ofreciese y atreviese á ponerse al peligro de la defensa; solos dos mondel Cistel, que venidos por otras causas á la corte, se hallaban á la sazon en Toledo, se atrevieron á esta empresa; estos eran fray Raimundo, abad de Fitero, junto al rio de Pisuerga (yerran los que atribuyen esta loa á otro monasterio de Fitero que está en Navarra cerca de Tudela, pues consta que no estaba edificado en este tiempo), y el compañero que traia, llamado fray Diego Velazquez; este habia sido soldado viejo del emperador don Alonso, afamado por muchas cosas que en la guerra hiciera, despues cansado y por menosprecio de las cosas humanas se metió monje, y al presente, como era de gran corazon, con muchas y buenas razones persuadió al abad se encargase de la defensa de aquella plaza; consejo, al parecer, temerario, pero en efecto inspirado de Dios, como yo pienso, porque contra tantas dificultades como se presentaban, ninguna razon ni prudencia era bastante. Fué esta oferta muy agradable, primero al Rey, despues á don Juan, arzobispo de Toledo, que estaban antes tristes y faltos de consejo en aquel aprieto tan grande. El dicho Arzobispo demás desto, porque Calatrava era de su diócesi, ayudó con sus dineros, y desde el púlpito persuadió así á los nobles como á los del pueblo que debajo de la conducta del Abad se ofreciesen al peligro y á la defensa, porque no pareciese que desamparaban en aquel trance y faltaban al deber y á las cosas de los cristianos; cuanto menos perdonasen á sí y á sus haciendas, tanto esta

CAPITULO VII.

Cómo el rey don Sancho de Castilla falleció.

rian y serian mas seguros; perdido aquel pueblo, que era como baluarte, la llama y el fuego pasaria á las haciendas particulares y tierras de cada cual. Sucedieron estas cosas al principio del año 1158. El Rey hizo donacion del señorío de Calatrava y de su tierra á Santa María, de la órden del Cistel, y en su nombre al abad Raimundo y compañeros para siempre. Es de grande momento la fama para cualquier negocio; que las mas veces es mayor que la verdad. Así, como se divulgase el ruido deste apercebimiento que se hacia para defender aquel pueblo, los moros, perdida la esperanza de ganalle ó embarazados en otras cosas, no vinieron sobre Calatrava. Este fué el principio dichoso y bienaventurado de aquella milicia y órden, porque muchos soldados siguieron al Abad y tomaron el hábito que él les dió, señalado y á propósito para no impedir el uso de las armas; y luego vuelto á Toledo, hinchó al Rey y á los ciudadanos y corte de alegría por lo que acometiera y hiciera; juntamente de su monasterio, do era prelado, trajo gran copia de ganado, y de los lugares comarcanos hasta veinte mil personas, á quien repartió los campos y pueblos cercanos á Calatrava para que en ellos poblasen y viviesen, por estar yermos de moradores. Con esta diligencia el pueblo de Calatrava quedó muy bien fortificado para cualquier cosa que sucediese. El abad Raimundo falleció algunos años despues en Ciruelos, aldea en que tambien estuvo sepultado. La gente de aquel lugar, por la diligencia que usó en defender á Calatrava, le hace tanta honra, que se persuade haber hecho milagros, y le ponen en el número de los santos. Dende fué trasladado el año 1471 á Nuestra Señora de Monte Sion, monasterio de bernardos, junto á Toledo, por bula de Paulo II, expedida á instancia del doctor Luis Nuñez de Toledo, arcediano de Madrid y canónigo de Toledo. Diego Velazquez, despues que vivió muchos años adelante, falleció en Gumiel en el monasterio de San Pedro, en que está enterrado. Destos principios la sagrada milicia y órden de Calatrava ha llegado al lustre que hoy tiene y vemos. Alejandro III la confirmó con su bula, siendo un caballero, llamado don García, el primer maestre de aquella órden, que fué el año 1164; á don García sucedió Fernando Escaza, á este don Martin Perez, á don Martin Nuño Perez de Quiñones, á estos otros. El convento que la primera vez fué puesto en Calatrava, despues le pasaron á Ciruelos, y mas adelante á Bujeda, y de allí á Corcoles y á Salvatierra, últimamente á Covos en tiempo de Nuño Fernandez, el maestre duodécimo de aquella órden. Hay otros menores conventos de aquella órden fundados en otros lugares, pero este es el principal. Esta milicia adquirió adelante riquezas, autoridad y señorío de muchos lugares por sus servicios y por la gran liberalidad de los reyes. Estos lugares y encomiendas se daban antiguamente á los soldados viejos de aquella órden para que con aquellas rentas sustentasen honestamente la vida, sin que los pudiesen dejar en su testamento á los herederos; al presente con la paz, mudadas de lo antiguo las cosas, sirven por voluntad de los reyes á los deleites, estado y regalo de los cortesanos; así ordinariamente las cosas de la tierra de buenos principios suelen trocarse con el tiempo y alterarse.

A este tiempo don Ramon, príncipe de Aragon, por entender que con la muerte del Emperador espiró la confederacion pasada, en cuya virtud tenia como en feudo la parte de Aragon que cae desta parte del rio Ebro, acordó de verse con el rey don Sancho. Señalaron para estas vistas un pueblo Hamado Najama; allí en presencia de los grandes y de don Juan, primado de Toledo, se trató desta diferencia. El Aragonés pretendia que Zaragoza, Calatayud y otros pueblos y ciudades quedaban libres de toda jurisdicion de Castilla; mas como quier que no pudiese alcanzar esto, por conclusion se concertaron que el de Castilla no poseyese en aquella comarca algunos castillos ó lugares, y sin embargo, los reyes de Aragon les hiciesen homenaje por aquellas ciudades y fuesen obligados cuando los llamasen de venir á las Cortes del reino de Castilla; demás desto, la liga que tantas veces se hiciera contra el rey de Navarra se renovó y confirmó, sin que fuese de mayor efecto que antes, dado que la fresca memoria de la guerra pasada estimulaba á don Sancho, á don Ramon el dolor de habelle quitado á sin razon aquel reino. Acabadas estas vistas, que fueron por el mes de febrero, los aragoneses movieron guerra contra el rey de Navarra. Las armas de Castilla no pudieron acudir, como quedó concertado, á causa de las muertes, que sucedieron casi á un mismo tiempo del Rey y de la Reina. La Reina falleció á 24 de junio el año 1158 de Cristo. Fué sepultada en Najara en el monasterio real de Santa María, en que estaban los sepulcros de los reyes de Navarra; y ella poco antes le habia hecho donacion de un pueblo llamado Nestar, por la cual causa todos los años le hacen allí un aniversario el dia de su muerte. El Rey, aquejado del dolor que recibió muy grande por la muerte de su mujer 6 de otra dolencia que le sobrevino, falleció en Toledo, postrero de agosto luego siguiente, en sazon que se apercebia para la guerra sagrada, que juntados socorros y gentes de todas partes, con todo su poder pensaba hacer contra los moros. Sepultáronle junto al sepulcro de su padre en la iglesia mayor de la misma ciudad, á la cual iglesia dejó á Illescas y Hazaña. Reinó un año y once dias; fué esclarecido en la guerra y en la paz, y que se igualara con la gloria de sus antepasados si tuviera mas larga vida. Dejó sin duda increible deseo de sí, que parece encendieron mas las desventuras y alteraciones del reino, que por su muerte resultaron y se siguieron. Con todo esto, las gentes que tenia apercebidas, con la divisa que cada uno llevaba de la cruz, y por tanto espantosas á los enemigos de la religion cristiana, aunque el Rey era fallecido, luego que entraron por el Andalucía, vencieron en una grande batalla á Jacob, miramamolin, que iba la vuelta de Sevilla. Fué grande el destrozo de la morisma; el Moro, pasado este peligro, rehaciéndose de fuerzas, acometió á otros reyes moros que no le querian obedecer, y dando la vuelta, hizo guerra al rey de Valencia y de Murcia; mas no pudo salir con su intento, porque le defendió don Ramon, príncipe de Aragon y Barcelona, á cuya devocion estaba. Desde allí, vueltas sus fuerzas contra Alhagio, rey de Mérida, le puso en término, que se le rindió, aparejado á hacer lo que

arriba se ha hecho mencion y dijimos fué muerto en el cerco de Bayona. Madre de los mismos era una señora, llamada doña Aba, que estuvo casada la primera vez con don García, conde de Cabra; y por haber nacido deste matrimonio don García Acia, heredero de aquel estado, era ocasion que el poder de los tres hermanos se aumentase mucho mas. Estos mostraron llevar mal que siéndoles antepuesto por juicio del rey don Sancho don Gutierre de Castro, se hobiese escurecido el lustre y resplandor de su casa. Extrañábanlo en público y en secreto; decian que los Castros quedaban por reyes; que esto solamente entre las cosas que el rey don Sancho mandó no se debia ejecutar; ni sufririan ellos que al albedrío de uno se revolviese el estado del reino, ni otro alguno reinase fuera de aquel que era rey natural. Esto decian con tanta porfía, que mostraban deseo de llevar el negocio por las armas y llegar á las puñadas. Don Gutierre, con deseo del bien comun y con ejemplo señalado de modestia mas que de prudencia, fácilmente se dejó persuadir que entregase el Rey en poder de don García Acia, hombre sin duda

se le mandase y ayudar y servirle en todas las cosas. Pusieron sus asientos, con que dos hijos de Alhagio, rey de Mérida, llamados Fadala y Omar, ayudados de la gente de Jacob, en una entrada que hicieron por tierra de cristianos, se metieron por las comarcas de Plasencia y de Avila; y dada la vuelta bácia tierra de Talavera, como por todas partes hobiesen puesto espanto, cargados de despojos se volvian á Mérida. En esto Jas gentes de Avila y sus capitanes, Sancho y Gomez, hijos de don Jimeno, que eran de la mas principal nobleza de Avila, los alcanzaron, y en una batalla que les dieron en un lugar que se llama Siete Vados, los vencieron y desbarataron, quitáronles otrosí toda la presa y cautivos que llevaban. Diestros y grandes capitanes en este tiempo fueron los ya dichos Sancho y Gomez, pues cuatro años adelante con una entrada que hicieron por aquella parte de Extremadura en que están los campos de la Serena, tierra de abundosos pastos, robaron muchos ganados y vencieron en un encuentro los moros que salieron contra ellos; con que trujeron á sus casas muy grandes despojos. Del linaje destos capitanes vienen los señores de Villatoro y los marque-templado, pero de mas sencillo ânimo que parece re

ses de Velada, caballeros en riquezas, aliados y deudos; demás desto, en la privanza de los príncipes esclarecidos y señalados, en especial en nuestra era y la de nuestros padres. El rey don Sancho cuando estaba á la muerte encomendó su hijo don Alonso, que era de cuatro años, á don Gutierre Fernandez de Castro, que otro tiempo fué su ayo. Los demás señores mandó que tuviesen en su poder las ciudades y castillos que á su cargo estaban, hasta tanto que el Rey fuese de quince años cumplidos, acuerdo y consejo en lo uno y en lo otro poco acertado; pero la prudencia humana es corta para prevenir los inconvenientes todos, y muchas veces lo que parecia estar saludablemente determinado, reveses que suceden lo desbaratan. Dióse sin duda con esto ocasion y fuerzas para revolver el hato á los que mal pensaban. Los demás señores, no menos nobles que don Gutierre, llevaron mal que el peso del gobierno fuese puesto en los hombros de uno solo, y que en su poder quedase el Rey en aquella edad flaca y deleznable.

CAPITULO VIII.

De nuevos movimientos que se levantaron en Castilla. Entre los grandes y ricos hombres de Castilla por este tiempo dos casas se aventajaban á las otras, las mas principales en estados, riquezas y aliados; los Castros y los de Lara. Estos tuvieron por largo tiempo la primera voz y voto en las Cortes del reino. Entre los Castros, don Gutierre, á quien se encomendó la crianza del Rey, alcanzaba grande autoridad, que le daba su larga edad y la grandeza de las cosas que por él pasaron. Carecia de hijos y sucesion. Su hermano menor, por nombre don Rodrigo, tenia cuatro, que eran don Fernando, don Alvaro, don Pedro y don Gutierre, una hija, por nombre doña Sancha, que casó con don Alvaro de Guzman, por donde era de poco menos autoridad y poder que su hermano. Los de Lara eran tres hermanos; don Enrique, don Alvaro y don Nuño; á las riberas del rio Duero tenian grandes heredamientos y lugares. Fué padre de todos estos el conde Pedro de Lara, de quien

queria el estado de las cosas, en tanto grado, que con excusa de los gastos que le era forzoso hacer en la crianza del Rey, por no estar las rentas reales del todo desembarazadas, entregó el Rey niño á don Manrique de Lara, su hermano de madre, para que él le criase, que era concederle todo lo que en esta porfía pretendia y deseaba. Quejábase don Gutierre que con esto le quebrantaban la palabra; y por el testamento del rey don Sancho pretendia tornarse á encargar de la crianza del Rey. Burlábanse los contrarios; y claramente por esta via se tramaban alteraciones y bullicios de guerra. Don Fernando, rey de Leon, movido por esta discordia con que todo el reino se dividia en parcialidades y pretendiendo se le hizo injuria en no le nombrar para el gobierno y crianza de su sobrino, tomadas las armas, entro por las tierras de Castilla muy pujante, principalmente hacia mal y daño en aquella parte por do corre Duero y donde la casa de Lara tenia muy grande señorío. Don Manrique y sus hermanos por miedo de don Fernando llevaron el Rey á Soria para que estuviese muy lejos y mas seguro del peligro de la guerra. Falleció á la sazon don Gutierre de Castro; sepultáronle en el monasterio de Encas, que tiene nombre de San Cristóbal. Don Manrique de Lara, hecho mas insolente con el poder, requirió á los herederos del difunto, sobrinos suyos, le entregasen las ciudades y castillos que tenian encomendadas. Excusábanse ellos con el testamento del rey don Sancho. Decian que antes de la legítima edad del Rey niño no podian lícitamente hacer lo que les demandaban. Con esto el cuerpo de don Gutierre por mandado de don Manrique fué desenterrado, como de traidor y que habia cometido crímen contra la majestad. Nombráronse jueces sobre esta diferencia, que dieron sentencia en favor de don Gutierre, por ser cosa inhumana embravecerse y mostrar saña contra los muertos; así por su mandado fué vuelto á la sepultura y á enterrar. Entre tanto que esto pasaba, las armas de don Fernando, rey de Leon, volaban libremente por toda la provincia, sin que se juntase para resistir algun ejército señalado en número ó en esfuerzo, por no tener capitan y estar el reino dividido en bandos. No se

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