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Ora confuso vayas

Buscando el cielo, que las altas hayas
Te esconden en su cumbre,

O ya de alguna grave pesadumbre
Te alivies y consueles,

Y con el suelto pensamiento vueles;
Delante de esta peña tosca y dura,
Que de naturaleza aborrecida
Envidia á aquellos prados la hermosura,
Deten los pies y tu camino olvida :
Oirás, si á detenerte te dispones,
De un vivo muerto vozes y razones.

En esta cueva humilde y tenebrosą,
Sepulcro de los tiempos que han pasado,
Mi espíritu reposa

Dentro en su mismo cuerpo sepultado:
Y todos mis sentidos

Con beleño mortal adormecidos,
Libres de ingrato dueño

Duermen dispiertos ya del largo sueño
De bienes de la tierra,

Gozando blanda paz tras dura guerra :
Hurtados para siempre á la grandeza,
Al tráfago y bullicio cortesano,

A la Circe cruel de la riqueza,

Que en vano busca el mundo, y goza en vano. Dichoso yo que vine á tan buen puerto,

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Pues cuando muero vivo, vivo muerto!

Yo soy aquel mortal, que por su llanto
Fué conocido mas que por su nombre,
Ni por su dulce canto;

Mas ya soy sombra solo de aquel hombre,
Que nació en Manzanares

Para cisne del Tajo y del Henares.

Llaméine entónces Fabio,

Mudóme el nombre el desengaño sabio,

Y llámome escarmiento.

Muy célebre habité con dulce acento De Pisuerga en la orilla; mas agora Canto mi libertad con mi silencio.

...

Estos silvestres árboles frondosos,

Los pobres frutos que este monte cria, Aunque pobres sabrosos,

Me ofrecen mesa franca noche

Sírvenme aquestas fuentes

y

dia;

De tazas de cristal resplandecientes.
Así que en esta sierra

Los agradecimientos de la tierra
A mi labor pasada

Me sustentan la vida trabajada.
Aquestos pajarillos en su canto
Imitan de los ángeles los tronos,
Reglando con mi gusto y con mi llanto
Ya los alegres, ya los tristes tonos :
A murmurar me ayudan estos rios
De la corte las pompas y atavíos.

No solicito el mar con remo y vela, Ni temo al Turco la ambicion armada; No en larga centinela

De azero muestro ser como mi espada, Ni el ánima vendida,

Soy por un pobre sueldo mi homicida; Ni á fortuna me entrego

De pasion loco y de esperanzas ciego,
Por cavar diligente

Los peligros preciosos del Oriente;
No de mi gula amenazada vive
La fenix del Arabia temerosa;
Ni ultrajes de mi arado en sí recibe

La tierra por ganancia codiciosa;

No de envidioso lloro todo el año
Mas el ageno bien que el propio daño,
Llenos de paz mis gustos y sentidos,
Y la corte del alma sosegada;
Sujetos y vencidos

Los gustos de la carne amotinada;
Entre casos acerbos

Aguardo á que desate destos niervos
La muerte prevenida

El alma que añudada está en la vida,
Paraque en presto vuelo,

Horra del cautiverio de este suelo,
Coronando de lauro entrambas sienes,
Suba al supremo alcázar estrellado
A recibir alegres parabienes

De nueva libertad, de nuevo estado;
Aguardo á que se esconda desta guerra
Mi cuerpo en las entrañas de la tierra.
Tú, pues, ¡ o caminante ! que me escuchas,
Si quieres escapar con la victoria

Del mundo con que luchas,

Manda que salga lejos tu memoria

A recibir la muerte,

Que viene en cada punto á deshacerte.

No hagas de tí caso,

Pues ves que huye la vida paso á paso,

Y

que los bienes de ella

Mejor los goza aquel que mas los huella.

Cánsate ya, mortal, de fatigarte

En adquirir riquezas y tesoro,

Que últimamente el tiempo ha de heredarte, Y al fin te han de dejar la plata y oro.

Vive para tí solo si pudieres,

Pues solo para tí si mueres, mueres.

Príncipe de Esquilache.

pasen.

EL MELANCÓLICO.
Entre dos montes soberbios
Está tan guardado un valle,
Que por él pregunta el sol,
Y donde vive no sabe.
Un solo manso arroyuelo
Su verde término parte,
Y riendo no consiente
Que otras aguas por él
Tantas sombras le acompañan,
Tan mudas pasan las aves,
Que en sus peñascos parece
Que el miedo y la noche nacen.
Ni en ellos cantan ni anidan
O suspensas ó cobardes,
Que en las casas de los tristes
No hay quien se alegre ni cante.
La diferencia que siente,
Cuando las estrellas salen,
Es que suenan en las guijas
Un poco mas los cristales.
De los árboles sombríos
El valle y los montes hacen,
Que para mas confusion
Las verdes ramas se abrazen.
Al verde horror que se encubre
Con un silencio tan grande,
Ni las mañanas le alumbran
Ni le escurece la tarde.

Y aunque esté tan triste y solo,
Sin peligro de engañarme,

Yo

por las suyas trocara

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Mi tristeza y soledades.
El parece que está triste
Cuando yo lloro pesares,
Si él parece y yo padezco,
Diferentes son los males.

A verle voy, que es forzoso
Que un triste al otro acompañe,
Porque mis penas le alegren,
O sus tristezas me acaben.

¿ Mas porqué pierdo pasos en buscalle;
Si es mi desdicha el mas confuso valle?

Melendez Valdes.

A LAS MUSAS.

Perdon, amables Musas, ya rendido Vuelvo a implorar vuestro favor: el fuego Gratas me dad con que cantaba un dia Mis ansias de amor ciego,

O de la Ninfa mia

Las dulces burlas, el desden finjido,

Y aquel huir para rendirse luego.
El entusiasmo ardiente

Dadme, en que ya pintaba

La florida beldad del fresco prado,

La calma ya en que el ánimo embargaba

El escuadron fulgente,

Que en la noche serena

El ancho cielo de diamantes llena ;
Deslizándose en tanto fugitivas

Las horas, y la cándida mañana
Sembrando el paso de arrebol y grana
A Febo luminoso.

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