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CAPITULO XIII.

Del principio de la caballería de Santiago.

Por estos tiempos comenzaron á ser nombrados los caballeros que tienen el apellido de Santiago, que nos da ocasion para tratar brevemente de los principios desta milicia y órden y en qué manera de bajos principios ha crecido y llegado á la grandeza que hoy tiene, poco menos que real, y que algun tiempo se hizo temer de los reyes. En el tiempo que se descubrió el sepulcro del apóstol Santiago comenzó la devocion de aquel lugar á extenderse, no solamente por toda España, sino tambien acerca de las naciones extrañas; muchos de todas partes del mundo concurrian á visitarle, á otros muchos espantaba la dificultad del camino por la aspereza y esterilidad de aquellos lugares y las correrías de los moros, que se decia cautivaban á muchos de los peregrinos. Los canónigos de San Eloy, no se sabe puntualmente en qué tiempo, los años siguientes, con deseo de remediar estos males, edificaron en muchas partes por todo aquel camino que llega hasta Francia hospitales para recebir á los peregrinos. Entre estos el que se edificó en el arrabal de Leon, con nombre de San Marcos, fué el de mas cuenta y tuvo el mas principal lugar. Con este oficio de piedad, no solo ganaron los ánimos del pueblo, sino tambien las voluntades de los principales, tanto, que les dieron por entonces grandes riquezas y rentas; y adelante por su ejemplo algunos en Castilla, ejercitados en la guerra, personas nobles y ricas, con el celo que tenian de ensanchar el señorío de cristianos, juntaron en comun los bienes particulares de cada uno á manera de religiosos. Estos, por industria del cardenal Jacinto y á su persuasion, por estos tiempos determinaron de unirse y juntar sus fuerzas con los canónigos de San Eloy, que tienen su convento fuera de Santiago. Con este acuerdo se partieron para Roma para alcanzar aprobacion del pontifice Alejandro de su instituto y manera de vida, que querian ordenar conforme á la regla de san Agustin, que abrazaban los dichos canónigos. Pero Fernandez de Puente Encalada, que fué el principal en esta embajada, á persuasion de Cerebruno, arzobispo de Toledo, ganó una bula del Pontífice, su data á 5 de julio, año de 1175, en que se señala á los soldados la manera de vivir, poniéndoles leyes muy buenas; á la cual manera de vida se reciben tambien mujeres, con tal que no se puedan casar, sino fuere con consentimiento del maestre. Mandóse que de todo el número de los caballeros señalasen trece que nunca se apartasen del lado del maestre, y juntamente con él todos los años en un lugar señalado hiciesen su capítulo general. Demás desto, otras muchas cosas se ordenaron, que seria largo relatarlas. El mismo Pero Fernandez fué criado por maestre de aquella milicia y órden, y así fué el primero de los maestres; las insignias de los soldados en manto blanco una cruz roja hecha á manera de espada. Señalósetes por convento el hospital de San Marcos, que estaba en Leon. Tenian por este mismo tiempo en Castilla y en Leon grandes heredamientos, no pocos castillos y lugares, entre los demás se cuentan Uclés, Mora, Estriana, Almodóvar, Larunda, Santacruz de la Zarza, que así se llama en la bula del Papa un lugar que antiguamente se llamó

Vicus Cuminarius cerca de Ocaña. Sucedió el año siguiente de 1176 que don Alonso, rey de Castilla, siendo de mayor edad y estando determinado de vengar los agravios que los navarros y leoneses le hicieron los años pasados, se aparejaba para la guerra. Hizo sus votos en Toledo antes que se pusiese en camino y saliese en campaña; hizo donacion de Illescas, que parece habia vuelto á ser del Rey, y de Hazaña á la iglesia mayor de Toledo por el mes de julio para alcanzar de los santos patrones de aquella ciudad que la guerra que trataba de hacer tuviese próspero fin. Hecho esto, entró por la Rioja con grandes gentes hasta la ribera de Ebro. Lo demás que sucedió en esta guerra no se sabe, sino que despues de maltratados los navarros, consta dió la vuelta contra el reino de Leon, taló los campos, tomó y saqueó y abrasó los lugares; y esto á causa que el Rey, su tio, era de menores fuerzas y rehusaba de venir á las manos con aquel bravo y mozo príncipe. Pero la ira del rey de Leon se volvió contra los nuevos soldados de Santiago, por sospechar favorecian al rey de Castilla como á su antiguo señor, tanto, que los echó á todos del reino y los forzó á retirarse á Castilla. Arrepintióse presto el rey don Fernando de lo que hizo, por despojar sin bastante causa su reino de una ayuda tan grande como era la destos caballeros; mas no lo pudo remediar, dado que por intercesion de prelados y grandes y otras buenas personas, con cierta manera de treguas por entonces se dejaron las armas y se apaciguaron estos bullicios. Esto nos pareció referir y poner por escrito de los principios de aquella órden, que parecerá corto si se mira á su dignidad, si la brevedad que llevamos en esta obra, lo que basta. No ignoramos que algunos le señalan mas alto principio; unos de don Alonso el Casto, otros del rey don Ramiro; engañó sin duda á los unos y á los otros el deseo de ilustrar aquella milicia y un privilegio que alegan en esta razon de don Fernando el Magno, primer rey de Castilla, con data y antigüeda! de mas de cien años antes deste tiempo, que dicen concedió al monasterio de monjas de Salamanca, que se llama de Sancti Spiritus; pero los mas eruditos le tienen por falso. Las razones que les mueven no hay para qué declarallas; la misma cosa se da á entender, ora se considere el estilo diferente del que en aquellos tiempos tan groseros se usaba, ora la cuenta que sigue de los años por el nacimiento de Cristo; cuenta por estos tiempo aun no recebida en España. Dejado esto aparte, en Francia entre el rey de Aragon y el conde de Tolosa, despues de grandes alteraciones se hicieron paces. Estaba el de Tolosa sentido que el matrimonio de su hijo, que dejó antes de su muerte concertado el Conde de la Proenza, don Ramon Berenguel, que falleció diez años antes deste, con su hija y heredera, habida en Rica, la emperatriz, el rey de Aragon le hobiese impedido. Pretendia con las armas el condado de la Proenza, así por el derecho antiguo que mostraba tener como nuevamente por tocar á su hijo como dote de aquella doncella. Concertó el Rey y prometió de dalle tres mil marcos de plata porque se apartase de aquella querella. Con esto una hermana de Trencavello, vizconde de Carcasona, llamada doña Beatriz, casó con el hijo del conde de Tolosa; que no se pudo alcanzar del Rey de Aragon le diese, como él lo pretendia, por mujer la hija del conde de la Proenza. Hízose esta confedera

cion principalmente por diligencia y autoridad de Hugo Jofre, maestre de los templarios, que intervino en todo esto.

CAPITULO XIV.

Cómo los de Castilla ganaron la ciudad de Cuenca.

Comenzaba Castilla despues de largas miserias á alzar cabeza por el esfuerzo del rey don Alonso y como de unas tinieblas muy profundas á mirar la luz. Las fuerzas de los moros se iban enflaqueciendo y envejeciendo. Los almohades ocupados con los movimientos de Africa, no podian cuidar de las cosas de España; tanto mas, que por muerte de Abdelmon, fundador de aquel nuevo imperio, su hijo Abenjacob los años pasados se encargó del imperio de aquella gente, puesto que hombre animoso, pero ni de igual esfuerzo ni de igual felicidad á su padre. Por lo uno y por lo otro se ofrecia buena ocasion de volver con mayor esfuerzo á la guerra sagrada. Los fieles hasta ahora impedidos ó por la flaca edad de los reyes, ó por los movimientos civiles de la provincia, no parece miraban bastantemente por la dignidad del nombre cristiano. Don Alonso, rey de Castilla, venido á mayor edad, fué el primero á tomar aquel cuidado, y despues que en la guerra pasada se satisfizo de los navarros y de los leoneses, se determinó de tratar con el rey de Aragon de acometer la guerra contra los moros. Juntáronse para esto á vistas; trataron en ellas por qué parte seria bien hacer la guerra á los moros. Ofrecióse la ciudad de Cuenca, puesta en los fines de la Celtiberia, edificada por los moros (que en el imperio romano ni en la historia de los godos no hay mencion alguna de aquella ciudad) y asentada en un collado áspero y empinado, que á manderecha y á mano izquierda estrechan los rios Júcar y Huecar con las riberas y hoces muy altas, de tal guisa, que es inexpugnable por la naturaleza del lugar. La subida dificultosa, las calles estrechas y tan agrias, que muchas veces no se pueden andar á caballo, y apenas se andan á pié. No tenian en aquel tiempo fuentes ni pozos dentro de la ciudad; mas en nuestra era han traido de los montes cercanos fuentes y caños perpetuos, que corren por todas las partes; así, que podíanle quitar el agua, mas no la podian ceñir con cerco por la aspereza de los lugares y sitio. Pareció á los reyes de combatir primero esta ciudad, porque era como un fortísimo baluarte de los moros y de su señorío. Hiciéronse grandes juntas de gentes en la una provincia y en la otra; capitanes muy señalados en sangre y en hazañas, prelados y grandes en buen número acompañaban á los reyes, como fueron: Pedro, obispo de Búrgos; Jocelin, de Sigüenza; Sancho, de Avila; Raimundo, de Palencia; sin estos Pedro, arcediano de Toledo, y Gonzalo, arcediano de Talavera; don Gonzalo Marañon, paje de armas del rey de Castilla; Ordoño Garcés y Garci Garcés. Entre todos, don Pedro de Azagra, ya reconciliado con los dos reyes, fué el primero de todos que con su particular escuadron se presentó delante de aquella ciudad. Comenzóse el cerco al principio del año; el sitio del lugar no sufria que acometiesen la ciudad, ni se aprovechasen de los ingenios. Y los moros, así por su esfuerzo como con la esperanza que tenian de ser socorridos de Africa, se defendian valientemente; duraba

el cerco mucho tiempo, y no padecian mucho menor falta de mantenimientos en los reales que dentro de la ciudad. Erales forzoso sustentarse con lo que robaban y de las presas, de que tenian poca comodidad por la esterilidad de los lugares; faltaba el dinero para pagar el sueldo, que es lo que convida á los obligados y hace á los regatones traer provisiones á los reales. Movido el rey de Castilla por estas dificultades, se partió para Búrgos con intento de juntar dineros. Hiciérouse Cortes del reino y procuróse que, no solo los pecheros y gente popular, sino tambien los francos, que en España llamamos hidalgos, cada año pagasen al Rey cinco maravedís de oro, y esto á causa que el pueblo, gastado con tantas imposiciones, no podia llevar los gastos de la guerra; que era justo moviese á los demás el amor de la patria y la falta del tesoro real, para que cediesen en parte á su derecho y á su antigua libertad; daño que se podia recompensar adelante con mayores provechos. Daba este consejo don Diego de Haro, señor de Vizcaya, hombre poderoso por sus fuerzas y por el parentesco del rey de Leon, de grande presuncion y ánimo; porque don Fernando, rey de Leon, repudiado que hobo la reina doña Urraca, como arriba queda dicho, casó con doña Teresa, hija de don Nuño, conde de Lara; por cuya muerte, que fué en breve, casó de nuevo con doña Urraca, hija de don Lope de Haro y hermana deste don Diego. Deste casamiento nacieron don Sancho y don García. Opúsose á los intentos de don Diego don Pedro, conde de Lara. Arrimósele gran número de nobles, que arrebatadamente se salieron de las Cortes, determinados de defender por las armas la franqueza ganada por las armas y esfuerzo de los antepasados. Decia que en ninguna manera sufriria que en su vida se abriese aquella puerta, y se hiciese aquel principio para oprimir la nobleza y trabajalla con nuevas imposiciones, bien que fuese necesario dejar el cerco de Cuenca. El Rey, movido por el peligro, desistió de aquel pensamiento. A don Pedro, por lo que hizo y por el valor que mostró, acordaron los nobles entre sí que cada año á él y á sus sucesores le hiciesen un gran convite para que quedase memoria de aquel hecho y los descendientes fuesen por aquella manera amonestados á no sufrir por cualquiera ocasion que se presente les sea menoscabado el derecho de la antigua libertad. Entre tanto que estas cosas pasaban en Búrgos, pasados nueve meses que duraba el cerco, fué Cuenca por el esfuerzo de los fieles ganada por el mes de setiembre el mismo dia de San Mateo, año de 1177. El cual año, no solamente fué señalado por la memoria desta jornada y empresa, sino eso mismo dichoso por la virtud y felicidad del pontífice Alejandro y haberse acabado la discordia y scisma que en Roma duraba, á causa que Inocencio, sucesor de Victor, de su voluntad renunció el pontificado. Fué tambien alegre á los navarros por el nacimiento de don Fernando, que le parió la reina doña Beatriz, abundante en sucesion, porque antes desto tuvo estos hijos: don Sancho, don Ramon, doña Berenguela, doña Teresa y doña Blanca. Los vencedores, concluida aquella empresa, con intento de ennoblecer la ciudad de Cuenca, ganada de nuevo, trataron de hacella catedral y trasladar á ella los derechos de Valera, en que hobo silla obispal en tiempo de los godos. Vino en esto el Pontífice romano y en que su pri

ba, se acordó que á la conquista de Aragon perteneciesen Valencia, Játiva, Denia con todas sus tierras; los demás pueblos y ciudades que se contenian en los contestanos, que erau el reino de Murcia, fuesen de la conquista de Castilla. Hicieron liga contra don Sancho, rey de Navarra, en gran perjuicio suyo, porque con las armas de Castilla fueron ganados y quedaron por aquellos reyes Briviesca, Cerezo, Logroño y los demás pueblos que hay desde los montes Doca hasta Calahorra. El arzobispo don Rodrigo pone tambien en este cuento á Navarrete, pueblo que otros dicen aun no era edificado en aquel tiempo; pero mas caso se debe hacer de la autoridad y testimonio de don Rodrigo. Desde allí revolvieron las armas de Castilla contra los leoneses, talaron los campos, tomaron y saquearon los lugares y robaron todo lo que pudieron. El rey de Leon, como quier que no tuviese fuerzas bastantes, no desistia de mover al rey de Aragon, y con cartas y mensajeros avisalle que el rey de Castilla habia quebrado la confederacion hecha en Cuenca; que pertenecia á su dignidad quebrantar la soberbia de aquel fiero mozo, porque, aumentado su poder, no destruyese á los demás, que siempre es bien contrapesar las potencias. Daba el de Aragon oidos á esto; mas era menester algun color nuevo para romper. Envió á don Berenguel, obispo de Lérida, y don Ramon de Moncada al de Castilla para pedir el pueblo de Hariza y su castillo, que por los conciertos pasados quedó como en tercería, con órden que si no alcanzasen por bien lo que pretendian, le denunciasen la guerra. Grande espanto y muestra de una grande guerra se representaba á toda España, por revolverse entre sí en un mismo tiempo tantos reyes. La modestia del rey de Castilla lo allanó todo, ca entregó á Hariza á los aragoneses y se la restituyó. Dejó otrosí y alzó mano de la guerra de Leon, pareciéndole con lo hecho dejaba vengadas bastantemente las injurias y excesos pasados.

mero obispo fuese un varon señalado por nombre Juan. A los ciudadanos fué concedido que tuviesen voto en las Cortes del reino. A los aragoneses en premio de su esfuerzo alzaron la sujecion, con que solian obedecer y hacer homenaje á los reyes de Castilla como sus feudatarios y que eran forzados á juralles fidelidad. Hizose confederacion entre los dos reyes contra todos los príncipes, excepto solamente el rey de Leon; bízosele aquella honra por ser pariente tan cercano. Ganada que fué Cuenca, la villa de Alarcon, de asiento y sitio no menos fuerte, se ganó, ca continuaron la guerra contra los moros por aquella parte los años siguientes. Demás desto, la villa de Iniesta vino á poder de cristianos, pueblo en aquella comarca, mas conocido por las minas que tiene de sal á manera de piedras trasparentes y espejadas, que por la fertilidad de los campos. A los caballeros de Santiago se ordenó que para que mejor pudiesen hacer la guerra á los moros, pusiesen su asiento y convento en Uclés, de donde, como don Fernando, rey de Leon, arrepentido de lo hecho, pretendiese volvellos á su antigua morada, despues de muchos debates sobre el caso, se hizo concierto que cuatro sacerdotes de aquella órden se enviasen á Leon; con tal condicion que quedasen sujetos al convento de Uclés: sujecion que ellos adelante por ser diferentes los reyes rehusaron constantemente de sufrir. Tratóse mucho tiempo el pleito, hasta tanto que las diferencias se sosegaron por autoridad de Urbano V, que mandó ambos conventos fuesen exemptos el uno del otro y que obedeciesen solamente al maestre de la órden. No mucho despues recibieron á estos caballeros en Portugal, y en él les dieron riquezas y lugares, obedecieron largo tiempo al maestre de toda la órden, hasta tanto que don Dionisio, rey de Portugal, puéstoles diferente cabeza, los eximió de la sujecion y la obediencia de Castilla. Estas cosas, aunque sucedieron en muchos y diferentes años, las juntamos aquí para ayudar la memoria. Volvamos al órden de los tiempos. Cuando el rey don Alonso hizo donacion de diversas rentas á estos caballeros, á los principios de su órden les dió á Ocaña y á Colmenar de Oreja, que está á la ribera del Tajo, con otros pueblos. Maqueda, Azeca, Cogolludo, Zorita, asimismo fueron por el mismo Rey dados á los caballeros de Calatrava. Edificó él mismo á la frontera del reino la ciudad de Plasencia, y quiso que fuese obispal, donde antes se via una aldea llamada Ambroz; este nombre quiso mudar en el de Plasencia para pronosticar que seria agradable y daria placer á los santos y á los hombres y tambien por la frescura del sitio, bien que el cielo que tiene no es muy saludable. Reparáronse los muros de Toledo, y el pueblo de Alarcos se edificó y pobló en los oretanos, no léjos de Almagro, en un sitio alto. Estas cosas se hacian en el año del Señor de 1178, en el tiempo que don Alonso, rey de Aragon, se apoderó del condado de Ruisellon por muerte del conde Giraldo, que no dejó sucesion. Así comenzó á intitularse en escrituras públicas rey de Aragon, conde de Barcelona y Ruisellon y marqués de la Proenza. El año siguiente de 1179, á 20 del mes de marzo, partió de Perpiñan y fué al lugar de Cazola, donde teniau señaladas vistas entre él y el rey de Castilla. En esta habla, porque tenian diferencia sobre la manera cómo se debia hacer la guerra á los moros y qué parte de aquella conquista á cada cual de los dos toca

CAPITULO XV.

Cómo don Alonso, rey de Portugal, fué preso por el de Leon. Los ánimos de los leoneses estaban aversos de don Fernando, su rey, y parece que si se ofrecia ocasion, mostrarian el odio que tanto tiempo tenian en sus pechos encubierto. Cansados con nuevas imposiciones que les cargaba, llevaban mal la aspereza del Rey y su condicion. A otros movian otras causas particulares; en particular los de Salamanca sentian que habiendo el Rey reedificado á Ledesma, les hobiese, para dalle término, quitado parte de su tierra. Así, en sazon que el Rey se hallaba embarazado en la guerra sobredicha, fueron los primeros á declararse y se levantaron contra él. El principal movedor deste alboroto, llamado Nuño Ravia, fué elegido por capitan; don Lúcas de Tuy dice que le llamaron rey. Los de Avila, con quien tenian antigua amistad, avisados de todo el negocio, les enviaron ayudas. El rey don Fernando, porque el mal no cundiese, acudió luego á sosegar estos alborotos. Juntáronse los campos; dióse la batalla junto á Valdemusa, en que fueron vencidos y desbaratados los rebeldes; forzáronles asimismo y ganaronles los reales. El mismo capitan Nuño Ravia fué preso y justiciado conforme á las leyes de la guerra. Los demás, de feroces

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HISTORIA DE ESPAÑA.

que te

todos ir libres á sus tierras. Don Alonso, rey de Portu-
gal, avisado de aquella pérdida, juntadas sus gentes,
entró por las tierras de Galicia, apoderóse de Limia, de
Turonia y otros lugares por aquella comarca. Despues
desto, relaciéndose de nuevas gentes, con deseo de ven-
garse, determinó acometer á Badajoz, ciudad que aun-
que era de moros, estaba á devocion del rey don Fer-
nando. Por esto, juzgando él que pertenecia á su auto-
ridad no desamparalla en aquel peligro, acudió á so-
corrella. El Portugués tenia ya tomada gran parte de
la ciudad; mas como se atreviese á dar la batalla á los
leoneses, fué en ella vencido y forzado á retirarse á la
misma ciudad de do saliera. No era la recogida segura;
apretaban al vencido de una parte los moros,
nian en su poder lo mas alto del pueblo, y de la otra
los leoneses; intentó de salvarse por los piés y huir; al
salir se hirió malamente en el cerrojo de la puerta de la
ciudad y cayó del caballo. Así, preso de los enemigos,
vino en poder del rey don Fernando, que le trató hu-
manísimamente, y le hizo curar la herida, no con me-
nos cuidado que si fuera su padre. Fuera desto, luego
que estuvo sano le dejó ir á su tierra; si bien el Portu-
gués, movido desta humanidad, se mostraba aparejado
á poner en su poder todo su reino y obedecelle como á
señor. Mas no quiso aceptar el rey don Fernando, con-
tento solo con recobrar los lugares que poco antes le
tomara en Galicia. Tenia otrosí por bastante fruto de la
victoria usar de templanza y humanidad. En Cuenca
por la muerte de Juan 1, obispo de aquella ciudad, fué
puesto en su lugar Julian, hombre santo, maravilloso por
la vida y la erudicion. Era natural de Búrgos, y aun se
halla en los papeles de la iglesia de Toledo que fué ar-
cediano de Toledo; con sus predicaciones en la mayor
parte de Castilla tenia hecho gran provecho en los mo-
ros y cristianos y ganado gran renombre y fama en el
oficio de predicar, que fué el escalon por donde subió
al obispado, y despues en el número de los santos le
pusieron esta y otras virtudes. Doña Urraca, reina de
Navarra, hija del Emperador, despues de la muerte del
primer marido, casó los años pasados con don Alvaro
hijos deste matrimonio, falleció este año por el mes de
Rodriguez, persona principal en Castilla, y sin tener
agosto. Su cuerpo yace en Palencia en la iglesia mayor
con este letrero:

que poco antes eran, luego quedaron humildes y obedientes; que ninguna cosa hay en el vulgo templada y mediana; ó espantan ó temen. La misma ciudad de Salamanca volvió á la obediencia. Desde allí partió el rey para Zamora, porque le avisaban que tambien aquella ciudad con deseo de novedades andaba alterada; pero ella fácilmente se sosegó; el ejemplo y trabajo ajeno la hizo mas recatada. En esta sazon el cuerpo del rey don Ramiro, tercero deste nombre, fué trasladado del lugar de Destriana á Astorga y puesto en la iglesia mayor en un sepulcro mas cómodo que antes. Sosegados estos movimientos, al Rey aquejaba el cuidado de defender á Ciudad-Rodrigo, que la tenia cercada don Fernando de Castro con gran número de moros. La ayuda de san Isidro, al cual los leoneses tenian por patron particular, les asistió para que los bárbaros quedasen por el rey don Fernando vencidos en batalla, muertos y desbaratados. Con esta victoria cobraron los leoneses orgullo, pasaron adelante y trabajaron las tierras de Portugal comarcanas con talas y con robos. Loque mas era á propósito y muchos grandemente deseaban, el mismo don Fernando de Castro por diligencia deste Rey se redujo á mejor consejo; ca le exhortó que le ayudase á él contra el rey de Castilla antes que á los enemigos del nombre cristiano. Aceptó él este partido que le ofrecian, y como era de gran corazon y en las cosas de la guerra señalado entre pocos, con deseo de mostrarse entró luego por las tierras de Castilla con gentes de Leon. En tierra de Campos, junto á un lugar llamado Lubrical, venció en una batalla las gentes contrarias que le salieron al encuentro. Muchos señores quedaron presos, y entre ellos el mismo don Nuño de Lara, su enemigo capital. Mas él los trató benigna y cortesmente, y con grande loa de modestia y de humanidad los dejó ir libres á sus tierras, solamente Jes hizo jurar que le serian amigos fieles. El mismo, repudiada su primera mujer, casó con doña Estefania, hermana del rey don Fernando; y el que por sangre y hazañas era esclarecido, quedó mas ennoblecido por el parentesco real. Deste matrimonio nació don Pedro de Castro, de quien adelante se hará mencion. Siguióse otra guerra, que se hizo contra Portugal por esta ocasion: Don Alonso, rey de Portugal, puesto que de grande edad y muy viejo, nunca aflojaba en el cuidado de la guerra. Tenia el ánimo muy fuerte, si bien el cuerpo era flaco. Llevaba mal que el rey don Fernando con haber reedificado á Ciudad-Rodrigo á la raya de su reino hobiese por el mismo caso puesto como grillos á Portugal y edificado una fuerza, de donde los campos de aquella provincia pudiesen libremente, como poco antes lo hicieran, ser maltratados. Juntó un grueso ejér-guimos los Anales de Toledo, y por ellos quitamos diez

cito y mandó á don Sancho, su hijo, que con aquellas gentes se pusiese sobre aquella ciudad. Prometíase seguramente la victoria, á causa que el rey de Leon en el mismo tiempo se hallaba apretado con la guerra de Castilla, como poco antes se ha dicho, y los suyos alborotados. El rey don Fernando en aquel peligro no se olvidó de la honra y reputacion, además que no ignoraba cuánto se diminuirian sus fuerzas si perdiese aquella ciudad. Salió pues con parte de sus gentes al encuentro á los portugueses. Pelearon cerca del lugar llamado Arraganal; los portugueses fueron vencidos, unos muertos y desbaratados, otros presos, que dejó

AQUÍ REPOSA DOÑA URRACA, REINA DE NAVARRA, MUJER DE DON
GARCI RAMIREZ, LA CUAL FUÉ HIJA DEL SERENÍSIMO DON ALONSO,
EMPERADOR DE ESPAÑA, QUE GANÓ Á ALMERÍA; FALLECIÓ á 12 de
OCTUBRE, AÑO DEL SEÑOR DE 1189.

Así dice el letrero. Nos en la razon de los tiempos se.

años desta cuenta. El año luego siguiente de 1180, á 5 de octubre, Luis, rey de Francia, seteno deste nombre, falleció en Paris; dejó por su sucesor á su hijo Filipe, por sobrenombre Augusto. Por el mismo tiempo en aquella parte de Vizcaya que se llama Alava edificaron por mandado de don Sancho, rey de Navarra, la ciudad de Victoria, cabeza de aquella provincia, do antes estaba una aldea llamada Gasteiso. La causa de mudalle el nombre antiguo y ponelle este no se sabe, aunque no debió faltar. En Tarragona otrosí se tuvo un concilio de obispos, en que se trató, así de otras muchas cosas, como tambien se estableció por ley que

en adelante mudada la antigua costumbre que los catalanes guardaban, se dejase, y no escribiesen en las escrituras públicas el nombre de los reyes de Francia ni pusiesen en ellas el año de su reinado, como lo acostumbraban. Siguióse el año 1181 y en él la muerte de don Cerebruno, arzobispo de Toledo, á 12 de mayo. Sepultáronle en su iglesia en la capilla de San Andrés. Sucedióle don Gonzalo, primero deste nombre, varon de grande y excelente virtud. Quién pone antes de don Gonzalo á Pedro de Cardona, quién despues dél; debió ser electo y no consagrado, y aun hay memoria en Toledo que le hace cardenal; los mas le pasan en silencio en este cuento de los prelados de Toledo.

CAPITULO XVI.

Cómo murieron los reyes de Portugal y de Leon.

La jornada que don Alonso, rey de Portugal, hizo contra los moros, dado que le sucedió mal, fué ocasion que los nuestros entendiesen se podrian apoderar de Badajoz; por esto don Fernando, rey de Leon, á cuya conquista pertenecia, juzgó que no se debia dejar pasar aquella ocasion, como principe que era de suyo enemigo de ocio y de condicion bulliciosa y mas aventajado en la disciplina militar que en las artes de la paz. De Zamora, donde se retiró despues que soltó al rey de Portugal, apercebido de nuevas gentes, marchó para aquella guerra y ganó la dicha ciudad de Badajoz. Era habitada de moros, y no podia por entonces llevar nueva poblacion de cristianos ni poner en ella guarnicion bastante de soldados. Acordó dejar por gobernador á un moro, llamado Abenabel. Los bárbaros no guardan la fe, la palabra ni juramento sino cuando no pueden mas. En breve pues se rebeló contra don Fernando y llamó en socorro suyo á los almohades. Pasó adelante, que no contento con la posesion de aquella ciudad, formado un buen ejército, acometió primeramente las tierras de Leon, en que taló, saqueó y robó todo lo que por aquella parte se le puso delante; luego dió la vuelta á Portugal, cercó al rey don Alonso dentro de Santaren, que halló descuidado y desapercebido de todo lo necesario. Don Fernando, rey de Leon, encendido en deseo de vengar sus injurias y movido por el peligro del Rey, su suegro, de cuya defensa ya una vez se encargó, juntadas de presto sus gentes, salió al encuentro á los moros que estaban feroces por lo hecho. Pero ellos luego se pusieron en huida por no sentirse iguales á las fuerzas de ambas naciones. El rey de Portugal, como al principio sospechase que don Fernando venia mudado de voluntad contra él y no menos se recelase de su poder que de las armas de los moros, sabida la verdad, se alegró y cobró ánimo. Don Fernando, ganada muy gran gloria y cargado de los despojos de moros, volvió á su tierra el mismo año, que fué el de nuestra salud de 1181, en que comenzó á gobernar la Iglesia de Roma Lucio, tercero deste nombre, natural de Luca, cesor de Alejandro III. Deste Pontífice dicen que envió cierto cardenal, cuyo nombre no se refiere, por su legado y con grandes poderes á España para asentar las paces entre los reyes cristianos, que, divididos en gran daño del comun, contendian entre sí con odios muy grandes, muchas veces sin muy grande ocasion, por donde dejaban pasar grandes ocasiones que se ofrecian y co

su

modidades para oprimir la morisma, gente bárbara. El rey de Aragon, por estar determinado de ir en romería á Santiago, hizo compañía al legado hasta Castilla, en particular por el deseo que tenia de interponer su autoridad para que se hiciesen las paces. Parecíale cosa muy honrosa que por su medio se estableciese la concordia deseada entre los reyes y se dejasen las armas. Sucedió como lo pensaba, que á su instancia se concertó la paz, y á cada uno de los reyes señalaron los términos hasta donde llegasen sus estados. De lo que quedaba en poder de los moros, al tanto determinaron las ciudades, lugares y castillos que pertenecian á la conquista de cada cual destos príncipes, sobre lo cual tenian antes desto no pequeño debate. En estas pláticas, no solo ganó el rey de Aragon loa de pacificador, sino tambien de modestia; ca se contentó con lo que le señalaron para su conquista, que fué sola aquella comarca que desde Aragon llega hasta Valencia, dado que por agraviarse el rey don Pedro, su hijo, que en esta confederacion y concordia se le hizo sinrazon, alcanzó que los términos de la conquista de Aragon llegasen y se extendiesen hasta Alicante. Los demás reyes con los términos y rayas que se les señalaron terminaron de buena gana su señorío. Solamente el rey de Navarra quedaba sentido y extrañaba los grandes agravios que le tenia hechos don Alonso, rey de Castilla. Por esta causa no se pudo persuadir á venir en aquella comun confederacion y corte que se dió entre los demás. Todavía despues deste asiento duró algun tiempo la paz entre los cristianos; por lo menos hobo pocas revueltas y de poca consideracion. Hacíase la guerra á los moros, mayormente el rey de Portugal se señalaba en esto; demás que entre los alborotos de la guerra, cuidadoso de acrecentar la piedad cristiana y culto divino, él mismo desde el promontorio Sacro, que por este respeto y para con su presencia considerar el lugar fué allá por dos veces, procuró y hizo que los huesos de san Vicente mártir, se trasladasen á la iglesia mayor de Lisboa, que fué el año 1183. El se ocupaba en esta y semejantes obras de piedad. A su hijo don Sancho envió de la otra parte de Tajo para que tuviese cuidado de la frontera y hiciese rostro á los moros. El, como mozo y fervoroso por la edad y con deseo de ganar honra, con buen número de los suyos entró en el Andalucía y taló las tierras de los moros por todas partes hasta llegar á Sevilla. Asimismo á los sevillanos, que con intento de vengar aquella afrenta le salieron al encuentro, los desbarató en batalla, puso cerco sobre Ilipa, que hoy se llama Niebla, pero no la pudo ganar, porque vino nueva que grandes gentes de moros tenian puesto cerco sobre Beja, en los confines de Portugal. Así don Sancho, movido por el peligro de los suyos y porque no pareciese que por pretender lo ajeno dejaba perder lo que era suyo y cayese en reprehension de lo que pretendia honrarse, alzado el cerco de Niebla, acudió á Portugal. Con su venida los bárbaros fueron vencidos y forzados á partirse de aquella ciudad. Don Sancho, esclarecido con tantas victorias, entró en Santaren á manera de triunfante. Al mismo tiempo vino aviso que los almohades con su caudillo el rey Abenjacob apercebian grandes gentes contra Portugal. La diligencia de que usaron fué grande; mas presto que se pensaba pusieron cerco sobre aquella villa de Santaren. Don Alonso, rey de Portugal, dado que se hallaba muy

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