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Despachó el Rey sus embaxadores á Granada para tratar este punto respondió aquel Rey bárbaro que los Reyes que pagaban aquel tributo, muchos años antes eran muertos ; que de presente en las casas de la moneda de la ciudad de Granada no acuñaban oro ni plata, sino en su lugar forjaban lanzas, saetas y alfanges. Ofendióse el Rey Don Fernando con respuesta tan soberbia: no obstante esto, forzado de la necesidad otorgó las treguas que le pedian, que es gran cordura acomodarse con el tiempo. En tanto que estas cosas se trataban, á la Reyna sobrevinieron sus dolores de parto, de que nació un niño que llamaron el Príncipe Don Juan, á veinte y ocho de junio domingo una hora antes de mediodía, que heredara los estados de sus padres y abuelos si por lo que Dios fué servido, no le arrebatara la muerte cruel y desgraciada en la flor de su edad, como se relatará adelante: bautizóle el cardenal Don Pero Gonzalez arzobispo de aquella ciudad. El Rey de Aragon aunque cansado no solo de negocios sino de vivir, con el grande vigor que siempre tuvo, pedia le enviase este niño para que se criase á la manera y conforme á las costumbres de Aragon; ademas que por su larga experiencia se recelaba que si le entregaban á alguno para que le criase (lo que sucedió los años pasados) no fuese ocasion que en su nombre se revolviesen las cosas en Castilla. Tenia el mismo Rey de Aragon otro debate muy grande sobre la iglesia de Zaragoza. Pretendia por estar vaca por la muerte de D. Juan de Aragon se diese á D. Alonso su nieto, al qual su hijo el Rey Don Fernando en Cervera pueblo de CataJuña hobo de una muger fuera de matrimonio. Ofrecíanse dos dificultades, la una que no era legítimo, y por esta fácilmente pasaba el Pontífice Sixto; la segunda su pequeña edad, que no tenia mas que seis años, en ninguna manera la queria suplir. Entre las demandas y respuestas que andaban sobre el caso, por el mucho tiempo que aquel arzobispado vacaba, le coló el Papa al cardenal Ausias Dezpuch: entendia que el Rey lo llevaria bien, atento los grandes servicios de su deudo el maestre de Montesa; no fué así, antes mostró sentirse en tanto grado que se apoderó de los bienes y rentas del cardenal, y maltrató á sus deudos. Con esto, y por la instancia que el Rey de Nápo les hizo por tener gran cabida con el Pontífice, el de Aragon salió últimamente con lo que pretendia, que aquella iglesia se

diese á Don Alonso su nieto con título de administracion perpetua : exemplo malo, y principio de una perjudicial novedad. La importunidad del Rey venció la constancia del Pontífice: daño que siempre se tachará, y siempre resultará, por querer los Príncipes meter tanto la mano en los derechos de la Iglesia, en especial que en aquel tiempo tenian introducida una costumbre, que ningun obispo fuese en España elegido sino á suplicacion de los Reyes y por su nombramiento: ocasion con que poco despues resultó otra contienda sobre la iglesia de Tarazona. Por muerte del cardenal Andrés Ferrer la dió el Pontífice á uno llamado Andrés Martinez: hizo resistencia el Rey Don Fernando con intento que revocada aquella eleccion, se diese aquel obispado al cardenal de España, como últimamente se hizo. Acabóse este pleyto con otra reyerta semejante: el Pontífice Sixto confirió quatro años adelante el obispado de Cuenca que vacaba, á Raphael Galeoto pariente suyo: opúsose el Rey Don Fernando, y en fin acabó que se diese aquella iglesia de Cuenca á Don fray Alonso de Burgos su confesor que ya era obispo de Córdoba. Juntamente se expidió una bula en que concedió el Papa á los Reyes de Castilla para siempre que en los obispados fuesen elegidos los que ellos nombrasen y pidiesen, como tambien quatro años antes deste en que vamos, á instancia del Rey Don Enrique él mismo otorgó otra bula en que mandó no se diesen de allí adelante á estrangeros expectativas para los beneficios de aquel reyno, pleyto sobre que de atrás hobo grandes reyertas: Diego de Saldaña embaxador de aquel Rey fué el que alcanzó esta gracia, segun que consta por la misma bula, cuyo traslado no me pareció poner aquí. Fué este caballero persona muy principal: pasóse á Portugal con la pretensa Princesa Doña Juana, cuyo mayordomo mayor fué, y dél hay hoy descendientes en aquel reyno, fidalgos principales. Don fray Alonso de Búrgos, de Cuenca trasladado últimamente al obispado de Palencia, edificó en Valladolid el monasterio muy célebre de San Pablo de su órden de Santo Domingo, si bien en tiempo del Rey Don Alonso el Sabio, y mas adelante ayuda de su nuera la Reyna Doña María señora de Molina se comenzó. La iglesia sin duda que hoy tiene, la fabricó los años pasados el cardenal Juan de Turrecremata, hijo que fué de aquel convento y casa.

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El Santo Oficio de la Inquisicion se instituyó en Castilla.

MEJOR Suerte y mas venturosa para España fué el establecimiento que por este tiempo se hizo en Castilla de un nuevo y santo tribunal de jueces severos y graves á propósito de inquirir y castigar la herética pravedad y apostasía, diversos de los obispos á cuyo cargo y autoridad incumbia antiguamente este oficio. Para esto les dieron poder y comision los Pontífices Ronanos, y se dió órden que los Príncipes con su favor y brazo los ayudasen. Llamáronse estos jueces inquisidores, por el oficio que exercitaban de pesquisar y inquirir: costumbre ya muy recebida en otras provincias, como en Italia, Francia, Alemania y en el mismo reyno de Aragon. No quiso Castilla que en adelante ninguna nacion se le aventajase en el deseo que siem pre tuvo de castigar excesos tan enormes y malos. Hállase memoria antes desto de algunos inquisidores que exercian este oficio, á lo menos á tiempo; pero no con la manera y fuerza que los que despues se siguieron. El principal autor y instrumento deste acuerdo muy saludable fué el cardenal de España por ver que á causa de la grande libertad de los años pasados, y por andar Moros y Judíos mezclados con los Christianos en todo género de conversacion y trato, muchas cosas andaban en el reyno estragadas. Era forzoso con aquella libertad que algunos Christianos quedasen inficionados: muchos mas, dexada la Religion Christiana que de su voluntad abrazaran convertidos del judaismo, de nuevo apostataban y se tornaban á su antigua supersticion, daño que en Sevilla mas que en otra parte, prevaleció: así en aquella ciudad primeramente se hicieron pesquisas secretas y penaron gravemente á los que hallaron culpados. Si los delitos eran de mayor cantía, despues de estar largo tiempo presos, y despues de atormentados los quemaban; si ligeros, penaban á los culpados con afrenta perpetua de toda su familia. A no pocos confiscaron sus bienes, y los condenaron á cárcel perpetua : á los mas echaban un sambenito, que es una manera de escapulario de color amarillo

con una cruz roxa á manera de aspa, para que entre los demas anduviesen señalados, y fuese aviso que espanta se y escarmenlase por la grandeza del castigo y de la afrenta; traza que la experiencia ha mostrado ser muy saludable, magüer que al principio pareció muy pesada á los naturales. Lo que sobre todo estrañaban, era que los hijos pagasen por los delitos de los padres que no se supiese ni manifestase el que acusaba, ni le confrontasen con el reo, ni hobiese publicacion de testigos; todo contrario á lo que de antiguo se acostumbraba en los otros tribunales. Demas desto les parecia cosa nueva que se mejantes pecados se castigasen con pena de muerte, y lo mas grave, que por aquellas pesquisas secretas les quitaban la libertad de oir y hablar entre sí, por tener en las cindades, pueblos y aldeas personas á propósito para dar aviso de lo que pasaba cosa que algunos tenian en figura de una servidumbre gravísima y á par de muerte. Desta manera entonces hobo pareceres diferentes; algunos sentian que á los tales delinqüentes no se debia dar pena de muerte ; pero fuera desto confesaban era justo fuesen castigados con qualquier otro género de pena. Entre otros fué deste parecer Hernando de Pulgar (1), persona de agudo y elegante ingenio, cuya historia anda impresa de las cosas y vida del Rey Don Fernando: otros, cuyo parecer era mejor y mas acertado, juzgaban que no eran dignos de la vida los que se atrevian á violar la Religion, y mudar las ceremonias santísimas de los Padres; antes que debian ser castigados, demas de dalles la muerte, con perdimiento de bienes y con infamia sin tener cuenta con sus hijos, ca está muy bien proyeido por las leyes que en algunos casos pase á los hijos la pena de sus padres, para que aquel amor de los hijos los haga á todos mas recatados: que con ser secreto el juicio se evitan muchas calumnias, cautelas y fraudes, además de no ser castigados sino los que confiesan su delito, ó manifiestamente están del convencidos: que á las veces las costumbres antiguas de la iglesia se mudan conforme a lo que los tiempos demandan; que pues la libertad es mayor en el pecar, es justo sea mayor la severidad del castigo. El suceso mostró ser esto verdad y el provecho que fue mas aventajado de lo que se pudiera

(1) En sus Claros varon.

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esperar. Para que estos jueces no usasen mal del gran poder que les daban, ni cohechasen el pueblo, ó hiciesen agravios, se ordenaron al principio muy buenas leyes y instrucciones: el tiempo y la experiencia mayor de las cosas ha hecho que se añadan muchas mas. Lo que hace mas al caso, es que para este oficio se buscan personas maduras en la edad, muy enteras y muy santas, escogidas de toda la provincia, como aquellas en cuyas manos se ponen las haciendas, fama y vida de todos los naturales. Por entonces fué nombrado por inquisidor general fray Thomás de Torquemada de la órden de Santo Domingo, persona muy prudente y docta, y que tenia mucha cabida con los Reyes por ser su confesor, y prior del monasterio de su órden de Segovia. Al principio tuvo solamente autoridad en el reyno de Castilla: quatro años adelante se estendió al de Aragon, ca removieron del oficio de que allí usaban á la manera antigua, los inquisidores fray Christóval Gualbes y el maestro Ortes de la misma órden de los Predicadores. El dicho inquisidor mayor al principio enviaba sus comisarios á diversos lugares conforme á las ocasiones que se presentaban, sin que por entonces tuviesen algun tribunal determinado: los años adelante el Inquisidor mayor con cinco personas del supremo consejo en la corte, do están los demas tribunales supremos, trata los negocios mas graves tocantes á la Religion; las causas de menos momento y los negocios en primera instancia están á cargo de cada dos ó tres inquisidores repartidos por diversas ciudades. Los pueblos en que residen los inquisidores en esta sazon y al presente, son estos: Toledo, Cuenca, Murcia, Valladolid, Santiago, Logroño, Sevilla, Córdoba, Granada, Ellerena; y en la corona de Aragon, Valencia, Zaragoza, Barcelona. Publicó el dicho inquisidor mayor edictos en que ofrecia perdon á todos los que de su voluntad se presentasen: con esta esperanza dicen se reconciliaron hasta diez y siete mil personas entre hombres y mugeres de todas edades y estados; dos mil personas fueron quemadas, sin otro mayor número de los que se huyeron en las provin cias comarcanas. Deste principio el negocio ha llegado á tanta autoridad y poder que ninguno hay de mayor espanto en todo el mundo para los malos, ni de mayor provecho para toda la Christiandad remedio muy á propósito contra los males que

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