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Que es mas que el hierro fuerte,
Pues no la ha quebrantado tu partida.

¿Do están agora aquellos claros ojos, Que llevaban tras sí como colgada

Mi ánima de quier que se volvian?
¿Do está la blanca mano delicada
Llena de vencimientos y despojos,
Que de mí mis sentidos le ofrecian?
Los cabellos que vian

Con gran desprecio al oro

Como á menor tesoro,

¿A donde están? ¿ á donde el blanco pecho?
¿Do la coluna, que el dorado techo
Con presuncion graciosa sostenia ?
Aquesto todo agora ya se encierra,
Por desventura mia,

En la fria, desierta y dura tierra!

¿Quien me dijera, Elisa, vida mia,
Cuando en aqueste valle al fresco viento
Andábamos cojiendo tiernas flores,
Que habia de ver con largo apartamiento
Venir el triste y solitario dia,

Que diese amargo fin á mis amores?
El Cielo en mis dolores

Cargó la mano tanto,

Que á sempiterno llanto

Y a triste soledad me ha condenado :

Y lo

que siento mas,

es verme atado

A la pesada vida y enojosa,

Solo, desamparado,

Ciego, sin lumbre en cárcel tenebrosa.

Despues que nos dejaste, munca pace

En hartura el ganado ya,

El campo

ni acude

al labrador con mano llena.

No hay bien que en mal no se convierta y mude,

La mala yerba al trigo ahoga, y nace
En lugar suyo la infelize avena:
La tierra que de buena

Gaņa nos producia

Flores, con que solia

Quitar en solo vellas mil enojos,
Produce agora en cambio estos abrojos,
Ya de rigor de espinas intratable;
Y yo hago con mis ojos

Crecer llorando el fruto miserable,

Como al partir el sol la sombra crece,
Y en cayendo su rayo, se levanta
La negra escuridad que el mundo cubre,
De do viene el temor que nos espanta,
Y la medrosa forma en que se ofrece
Aquello que la noche nos encubre,
Hasta que el sol descubre

Su luz pura y hermosa;
Tal es la tenebrosa

Noche de tu partir, en que he quedado
De sombra y de temor atormentado,
Hasta que muerte el tiempo determine,
Que á ver el deseado

Sol de tu clara vista me encamine,

Cual suele el ruiseñor con triste canto Quejarse entre las hojas escondido, Del duro labrador que cautamente Le despojó su dulce y caro nido De los tiernos hijuelos, entre tanto Que del amado ramo estaba ausente; Y aquel dolor que siente,

Con diferencia tanta

Por la dulce garganta

Despide, y á su canto el aire suena;
Y la callada noche no refrena

Su lamentable oficio y sus querellas,
Trayendo de su pena

Al cielo por testigo y las estrellas :

De esta manera suelto yo la rienda
A mi dolor, y así me quejo en vano
De la dureza de la muerte airada.
Ella en mi corazon metió la mano,
Y de allí me llevó mi dulce prenda,
Que aquel era su nido y su morada.
¡Ay muerte arrebatada !
Por ti me estoy quejando
Al cielo, y enojando

"

Con importuno llanto al mundo todo.
Tan desigual dolor no sufre modo:
No me podrán quitar el dolorido
Sentir, si ya del todo

Primero no me quitan el sentido.

Una parte guardé de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
Que nunca de mi seno se me apartan ;
Descójolos, y de un dolor tamaño
Enternezerme siento, que sobre ellos
Nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de allí se partan,
Con suspiros calientes,

Mas que la llama ardientes,

Los enjugo del llanto, y de consuno
Casi los paso y cuento uno á uno :
Juntándolos con un cordon los ato;
Tras esto el importuno

Dolor me deja descansar un rato.

Mas luego á la memoria se me ofrece
Aquella noche tenebrosa, escura,
Que siempre aflije esta ánima mezquina
Con la memoria de mi desventura.

Verte presente agora me parece
En aquel duro tranze de Luzina;
Y aquella voz divina,

Con cuyo son y acentos

A los airados vientos

Pudieras amansar, que agora es muda,
Me parece que oigo, que á la cruda
Inexorable Diosa demandabas

En aquel paso ayuda.

¿Y tú, rustica Diosa, donde estabas ?
¿ Ibate tanto en perseguir las fieras?
¿Ibate tanto en un pastor dormido?
¿ Cosa pudo bastar á tal crueza,
Que conmovida á compasion, oido
A los votos y lágrimas no dieras,
Por no ver hecha tierra tal belleza?
O no ver la tristeza,
En que tu Nemoroso

Queda, que su reposo

ofreciendo

Era seguir tu oficio, persiguiendo
Las fieras por los montes, y
A tus sagradas aras los despojos?
¡Y tú, ingrata, riendo
Dejas morir mi bien ante mis ojos !

Divina Elisa, pues agora el cielo
Con inmortales pies pisas y mides,
Y su mudanza ves estando queda;
¿Porqué de mi te olvidas y no pides,
Que se apresure el tiempo en que este velo
Rompa del cuerpo y verme libre pueda ?
Y la tercera rueda,

en

Contigo mano á mano,

Busquemos otro llano,

Busquemos otros montes y otros rios,

Otros valles floridos y sombrios,

Do descansar, y siempre pueda verte
Ante los ojos mios,

Sin miedo y sobresalto de perderte?

POETA.

Nunca pusieran fin al triste lloro Los pastores, ni fueran acabadas Las canciones que solo el monte oia, Si mirando las nubes coloradas, Al trasmontar del sol bordadas de oro, No vieran que era ya pasado el dia. La sombra se veia

Venir corriendo apriesa

Ya por la falda espesa

Del altísimo monte, y recordando
Ambos como de sueño, y acabando
El fugitivo sol de luz escaso
Su ganado llevando

á

Se fueron recojiendo paso a paso.

TIRRENO, ALCINO.

TIRRENO.

Flérida, para mí dulce y sabrosa Mas que la fruta del cercado ajeno, Mas blanca que la leche y mas hermosa Que el prado por abril de flores lleno ; Si tú respondes pura y amorosa Al verdadero amor de tu Tirreno, A mi majada arribarás primero, Que el cielo nos demuestre su luzero.

ALCINO.

Hermosa Filis, siempre yo te sea Amargo al gusto mas que la retama,

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