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Beatriz, que casó con este don Ramon, conde de la Proenza. Deste matrimonio nacieron cuatro hijas, que casaron las tres con otros tantos reyes, y la cuarta con el Emperador; rara felicidad y notable. La huida de don Ramon fué ocasion de poner en libertad al rey de Aragon. Don Guillen Monredon, maestre del Temple, comenzó á recelarse por este ejemplo no le sacasen con semejante maña de su poder al Rey, que seria ganar otros las gracias de ponelle en libertad y quedar él cargado de habelle tenido tanto tiempo como preso. Con este cuidado y para dar corte en lo que se debia hacer, se comunicó con don Pedro de Azagra, señor de Albarracin, y con don Pedro Ahones, ambos personajes de mucho poder y nobleza. Acordaron de llamar á Monzon á don Aspargo, que de obispo de Pamplona lo era á la sazon de Tarragona, y á don Guillen, obispo de Tarazona. Juntos que fueron, de comun acuerdo se resolvieron de poner al Rey en libertad y entregalle el gobierno del reino, si bien no pasaba de nueve años. Tomaron este acuerdo por el mes de setiembre, y se juramentaron entre sí de llevar adelante esta resolucion. No hay cosa secreta en las casas reales, mayormente en tiempo que reinan pasiones y parcialidades. Don Sancho, tio del Rey, que tenia el gobierno del reino, sabido lo que pasaba, con intento de conservarse en el mando, llevaba muy mal aquel acuerdo. Desmandábase en palabras y fieros en tanto grado, que llegó á amenazar cubriria de grana el camino por do el Rey pasase, que era tanto como decir le regaria con sangre de los que le acompañasen. Su soberbia era tan grande, que nunca pensó se atrevieran á lo que hicieron, y todavía se fue con buen golpe de gente á Selga, que es un pueblo puesto en el mismo camino por do habían de pasar. El Rey, cuando esto supo, tuvo miedo, tanto, que sin embargo de su poca edad, se puso una cota de malla con intento de pelear, si fuese necesario. Valió que don Sancho, aunque tenia en las manos la victoria por ser muy pocos los que acompañaban al Rey, bien que de los mas ilustres y principales, no se determinó á acometellos; la causa no se sabe, parece que le cegó Dios para que no viese la caida que deste principio muy en breve le esperaba. El Rey, libre deste peligro, pasó á Huesca, de allí á Zaragoza. Allí y por todo el camino se hicieron grandes fiestas y alegrías y recibimientos por velle puesto en libertad, ca todos esperaban y tenian por cierto que para adelante el gobierno procederia mejor que hasta allí y los daños del reino se remediarian. Convenia dar asiento en negocios muy graves que tenian represados, sosegar las voluntades y parcialidades, alentar á los buenos y cortar los pasos á los no tales. Para todo tenian necesidad de recoger dineros, de que se padecia gran falta, á causa de los gastos que los años pasados se hicieran y de los bandos y pasiones que continuaban y todo lo tenian consumido. Los catalanes acudieron á esta necesidad con mucha voluntad; otorgaron que se cobrase el tributo que vulgarmente llaman bovático, por repartirse por las yuntas de bueyes y las demás cabezas de ganados. Este tributo se concede pocas veces y solo en tiempo de graves necesidades; y sin embargo de que le otorgaron al rey don Pedro los años pasados por tres veces, al presente se le concedieron al rey don Jaime, su hijo, que fué el año 1217. Fué esta concesion de grande momento; de que se recogió

tanto dinero cuanto era menester para el sustento de la casa real y para apercebirse de gente que enfrenase las demasías de cualquiera que se desmandase.

CAPITULO VI,

De lo restante hasta la muerte del rey don Enrique de Castilla.

La division y enemiga entre don` Alvaro de Lara y la reina doña Berenguela traia alborotado el reino, pequeños y grandes; unos acudian á una parte, otros á la contraria, de que resultaban muertes y robos y otros géneros de maldades. Sucedió un nuevo embuste de don Alvaro con que echó el sello á los demás desórdenes y trazas. Pasó el Rey al reino de Toledo, y entreteníase en Maqueda, villa poco distante de aquella ciudad. Doña Berenguela, su hermana, cuidadosa de su salud le despachó un hombre para que de secreto le visitase de su parte y le llevase nuevas de todo lo que pasaba. Tuvo don Alvaro desto aviso; prendió al hombre con achaque que traia cartas que él mismo contrahizo con el sello de la Reina, en que persuadia á los de paJacio diesen yerbas al Rey, su señor. Para dar mayor color á esta invencion y para hacer sospechosa á la Reina y que el Rey se recatase de la que era su amparo, hizo dar garrote al mensajero, que sin culpa alguna estaba. Con este hecho tan atroz se enconaron mas las volunta

des; los mismos vecinos de Maqueda, sabido el embuste, con mano armada pretendieron dar la muerte á hombre tan malo; y salieran con ello, si con tiempo no se retirara y en compañía del Rey se partiera canino de Huete. A aquella ciudad envió de nuevo la reina doña Berenguela, á instancia del mismo Rey, otro hombre, que se llamaba Rodrigo Gonzalez de Valverde, para comunicar con él la manera que tendria para retirarse donde la Reina estaba. A este tambien prendieron y enviaron á Alarcon para que allí le guardasen; no se atrevieron á darle la muerte por no indignar mas la gente. La tempestad empero que con estas nubes se armaba revolvió sobre los señores que seguian el partido de la Reina. Tuvo el Rey la Cuaresma en Valladolid; desde allí envió don Alvaro buen golpe de gente para cercar á Montalegre, en que se tenia don Suero Tellez Giron, caballero de muy antigno y noble linaje, y bien apercebido de soldados para defender aquella plaza; demás que tenia dos hermanos, el uno don Fernando Ruiz, y el otro don Alonso Tellez, que le pudieran acudir, y no lo hicieron por respeto del Rey; antes don Suerò, luego que en nombre del Rey le requirieron entregase aquella fuerza, lo hizo, si bien se pudiera entretener largamente. Mas los nobles antiguamente en España sobre todo se esmeraban en guardar á sus príncipes el respeto y la debida lealtad. Despues desto corrieron los campos comarcanos, y el Rey mismo con su gente se puso sobre Carrion. Desde á poco pasó sobre Villalva, dentro de la cual fuerza se hallaba Alonso de Meneses, no menos ilustre que los Girones, pero no tan comedido como ellos, La venida del Rey fué de sobresalto, y don Alonso á la sazon se hallaba fuera del pueblo; para entrar dentro le fué forzoso hacerse camino con la espada, en que estuvo á punto de perderse y quedó herido, y muertos muchos de sus criados y algunos caballos que le tomaron en la refriega. Sin embargo, defendió aquella plaza obstinadamente hasta tanto que el Rey,

cos y franceses, tomada la señal de la cruz por lo que se trató en el Concilio lateranense, pretendian, rodeado el mar Océano y Mediterráneo, pasar á las partes de levante y á la Suria en defensa de la Tierra-Santa, y para dar calor á aquella guerra sagrada, aportó á Lisboa y echó anclas en aquel puerto. Estos, á persuasion de aquel Prelado, se juntaron con los demás para combatir aquel pueblo. Acudió á la defensa y á dar socorro á los cercados gran morisma de Sevilla, Córdoba y otras partes. Vinieron á batalla, en que murieron mas de se→ senta mil moros; gran matanza. Dióse la batalla á los 25 de setiembre, y á los 18 de octubre se ganó la plaza.

CAPITULO VII.

Cómo alzaron por rey de Castilla á don Fernando, llamado el Santo.

perdida la esperanza de salir con la empresa, dió la vuelta para la ciudad de Palencia, en sazon que por otra parte se hacia la guerra contra don Rodrigo y don Alvaro de los Cameros, en cuyo poder estaba la ciudad de Calaliorra. Acudió el Rey á esta empresa, con que fácilmente se apoderó de aquella ciudad por entrega que Garci Zapata le hizo del castillo, cuyo alcaide era, sea por acomodarse al tiempo, ó por juzgar le seria mal contado si hacia resistencia á su Rey, que se hallaba presente. Tomada aquella ciudad, marcharon contra don Lope de Haro, señor de Vizcaya. La tierra es áspera y la gente muy aficionada á sus señores, que fué causa que la guerra se alargase y el Rey diese la vuelta. Esto dió ánimo á don Lope para con la gente que tenia junta para su defensa hacer entrada por las tierras del Rey y correr los campos sin reparar hasta la villa de Miranda de Ebro. Salióle al encuentro don Gonzalo, hermano El rey don Enrique tenia dos hermanas mayores que del gobernador don Alvaro. Asentaron sus reales los él; doña Blanca y doña Berenguela. Doña Blanca casó unos á la vista de los otros con intento de pelear. Excu- con Luis, hijo mayor de Filipe Augusto, rey de Fransóse la batalla por la diligencia de varones graves y re- cia. Doña Berenguela á su marido don Alonso, rey de ligiosos que se pusieron de por medio y les persuadieron Leon, durante el matrimonio le parió cuatro hijos, que desistiesen de aquel intento, de que resultarian graves fueron don Fernando, don Alonso, doña Constanza y daños por cualquiera de las partes que quedase la vic- doña Berenguela, Doña Blanca se aventajaba en la edad, toria. Con esto don Gonzalo se partió para do el Rey ca era mayor que su hermana, y parecia justo suceestaba, y don Lope se fué á Otella para verse con la diese en el reino de su hermano difunto, si el derereina dona Berenguela y asistilla, ca se temia no la cho de reinar se gobernara por las leyes y por los libros cercasen dentro de aquel castillo, y aun refieren que de juristas, y no mas aína por la voluntad del pueblo, el Rey con su gente, mas por engaño de don Alvaro por las fuerzas, diligencia y felicidad de los pretensoque por su voluntad, lo intentó; sin hacer empero efec- res, como sucedió en este caso. Juntáronse muchos to dió la vuelta á Palencia. Añaden que se trató de ca- donde la Reina estaba con toda brevedad para consulsar de nuevo el Rey con doña Sancha, hija del rey don tar este punto. Salió por resolucion de comun acuerdo, Alonso de Leon y de su primera mujer, y que estuvie- sin hacer mencion de doña Blanca, que el reino y la ron muy adelante los conciertos con tal que la Infanta corona se diesen á su hermana doña Berenguela. Aborheredase el reino de su padre, sin embargo que tenia recian, como es ordinario, el gobierno de extranjeros, en doña Berenguela á su hijo don Fernando; la verdad y recelábanse que si Castilla se juntaba con Francia, ¿quién la podrá averiguar? Que la historia deste tiem- podrian dello resultar alteraciones y daños. Antes que po no menos revueltas y perplejidades tiene que las esta resolucion se tomase, la reina doña Berenguela, mismas cosas del reino. Concuerdan en que como el para evitar inconvenientes, despachó á don Lope de Rey estuviese aposentado en las casas del Obispo y ju- | Haro y á Gonzalo Ruiz Giron para que alcanzasen del gase con otros sus iguales en el patio, fué muerto por rey de Leon le enviase á su hijo don Fernando, para un caso repentino y desgracia extraordinaria; una teja que la asistiese contra las fuerzas y embustes de don que cayó le descalabró la cabeza, de que desde á once Álvaro Nuñez de Lara, el gobernador, que á la sazon la dias murió, mártes á 6 de junio, año de 1217. Gran tenia cercada dentro de Otella, como queda dicho. Deburla de las cosas del mundo, grande la miseria; pues sistió por entonces de pretender contra los de Lara, pormuere un rey jóven en la flor de su edad en la entrada que alzaron el cerco; al presente, sabida la desgracia del del reino, que apenas habia probado qué cosa es vivir Rey, su hermano, volvió á su primera demanda. Era y reinar. Hay fama, aunque sin autores bastantes, que menester usar de presteza antes que la muerte del Rey un mancebo del linaje de los Mendozas tiró una piedra llegase á noticia del rey de Leon, del cual se recelaban desde una torre que estaba cerca, y con ella quebró la no intentase de apoderarse del reino de Castilla como teja que cayó sobre la cabeza del Rey y le mató. El cuer- dote de su mujer, si bien el matrimonio estaba apartado. po el tiempo adelante enterraron junto á la sepultura El recelo, por lo que se vió adelante, no era sin propóde su hermano don Fernando en las Huelgas de Burgos, sito. Los embajadores se dieron tal priesa y usaron de en que cada año el dia de su muerte le hacen aniversa- tal diligencia, que antes que el rey de Leon supiese rio en aquel mismo tiempo. Vivió menos de catorce nada de lo que pasaba, alcanzaron dél lo que pretenaños; dellos reinó los dos y mas nueve meses. Este mis- dian. Fué cosa fácil encubrir la muerte del Rey, por mo año en Portugal se ganó de los moros un pueblo causa que el conde don Alvaro ponia en esto gran cuiprincipal, que se llama Alcázar de Sal, y antiguamen- dado; el cual, aunque de repente se vió apeado del gran te se llamó Salacia, y era colonia de romanos. El au- poder que tenia, no se olvidó de sus mañas, antes llevó tor y movedor principal desta empresa fué Mateo, obis- el cuerpo del difunto á Tariego. Dende echaba fama po de Lisboa. El juntó para ello mucha gente de Por- que vivia, y despachaba en su nombre muchos recados tugal y persuadió á los caballeros templarios que ayu→ y negocios, dando diversas causas por qué no salia en dasen; y lo que mas hizo al caso, una armada de mas de público ni comunicaba con nadie. Bien via él que secien velas, en que gran número de ingleses, flamen-mejante invencion no podia ir á la larga; mas procu

raba en este medio pertrecharse y asegurarse lo mas que podia. Llegó pues el infante don Fernando á Otella, donde estaba su madre, bien ignorante de lo que pasaba y ella pretendia; que fué renuncialle luego, como lo hizo, el reino y la corona. La ceremonia que se acostumbra á hacer cuando alzan á alguno por rey se hizo en la ciudad de Najara debajo de un gran olmo; tal era la llaneza de aquellos tiempos. Alzaron los estandartes por el nuevo Rey y hiciéronse las demás solemnidades. De Najara volvieron á Palencia con intento de visitar el reino. Recibieron los los ciudadanos con muestra de mucha voluntad y alegría á persuasion de su obispo don Tello, que con su autoridad y diligencia los allanó y quitó todas las dificultades. Pasaron adelante, llegaron á la villa de Dueñas, que les cerró las puertas; pero como quier que el pueblo no es grande ni muy fuerte, fácilmente le entraron por fuerza. Allí comenzaron algunos de los grandes y ricos hombres á mover tratos de paz con los de la casa de Lara y los demás de su valía. El conde don Alvaro de buena gana daba oidos á los que desto trataban. Todavía como el que estaba acostumbrado á mandar pretendia llevallo adelante, y para esto queria le encargasen la tutela del nuevo Rey; gran soberbia y temeridad. Tenia don Fernando á la sazon diez y ocho años, si bien otros dicen que no eran mas de diez y seis; edad no muy fuera de propósito para encargarse del gobierno. Las cosas amenazaban rompimiento y guerra. Los reyes pasaron á Valladolid, pueblo grande y abundante en Castilla. Juntáronse en aqueHa villa Cortes generales del reino, en que por voto de todos los que en ellas se hallaron se decretó que la reina doña Berenguela era la legítima heredera de los reinos de su hermano, segun que por dos veces lo tenian determinado en vida del Rey, su padre. Así lo refiere el arzobispo don Rodrigo; añade luego que era la mayor de sus hermanas, que lo tengo por mas verisímil, si bien algunos otros autores son de otro parecer. Lo cierto es que la Reina, por el deseo que siempre tuvo de su quietud, tornó segunda vez con la aprobacion de las Cortes á renunciar el reino á su hijo; y en esta conformidad le alzaron de nuevo por rey en una plaza grande que está en el arrabal de aquella villa. Desde allí con gran acompañamiento le llevaron á la iglesia mayor para que él jurase los privilegios del reino y los demás le hiciesen sus homenajes acostumbrados en semejantes solemnidades. Por otra parte, el rey de Leon, su padre, luego que supo lo que pasaba y cómo la Reina le engañó, se dolia grandemente de verse burlado. No le pareció que podria por bien alcanzar lo que deseaba, que era entregarse del nuevo reino de Castilla ; acordó acudir á la fuerza, envió delante á su hermano don Sancho para que rompiese por las fronteras, y él mismo con otro grueso ejército entró por tierra de Campos haciendo todo el mal y daño que pudo. La Reina, aquejada del temor que le causaba aquella nueva tempestad, envió dos obispos, Mauricio, de Búrgos, y Domingo, de Avila, para que con su prudencia y buenas razones amnan→ sasen al Rey y le persuadiesen alzase mano de aquella su pretension tan fuera de camino y de sazon. Esta diligencia no fué de provecho alguno, antes el pecho del Rey se encendió en mayor saña, mayormente que el conde don Alvaro y sus parciales le daban grandes esperanzas que saldria con su intento; y á la verdad, la

guerra para ellos era de provecho, y la paz les acarreara mal y daño. Despedidos los obispos, prosiguió el Rey con su gente en las talas que hacia, en las presas y quemas muy grandes. Intentó apoderarse de Burgos, ciudad real y cabeza de Castilla; mas don Lope de Haro y otros caballeros le salieron al encuentro y le forzaron á dar la vuelta mas de priesa que viniera. Las ciudades de Segovia y Avila, que por estar prevenidas del conde don Alvaro no vinieron en la eleccion del nuevo Rey, al presente, mudado parecer, enviaron embajadores á la Reina para desculparse de lo pasado y para adelante ofrecerse á su servicio, que cumplieron muy enteramente, y nadie les hizo ventaja en obedecer al nuevo Rey y en hacer resistencia á los alborotados. Por otra parte, el conde don Alvaro, visto lo poco que le prestaban sus mañas, vino en que el cuerpo difunto del rey don Enrique, que todavía le tenia en Tariego sin dalle sepultura, le llevasen á enterrar. Acudieron á esto dos obispos, el de Búrgos y el de Palencia, que acompañaron el cuerpo hasta la ciudad de Palencia. La reina doña Berenguela que los esperaba, desde allí junto con los obispos acompañó el cuerpo y le hizo enterrar en las Huelgas de Burgos, como arriba se tocó. No acudió el rey don Fernando por tener cercado á Muñon, pueblo fuerte y que no queria obedecer; pero en fin le ganó por fuerza y prendió dentro dél los soldados que tenia de guarnicion, en sazon que la Reina, su madre, concluidas las honras y enterramiento, dió la vuelta para verse con su hijo. De allí fueron á Búrgos para asistir en las Cortes que tenian aplazadas para aquella ciudad. Tras esto se apoderaron de las villas de Lerma y de Lara, y se las quitaron á don Alvaro. Vueltos á Búrgos, hicieron su entrada con representación de majestad á manera de triunfo. Pasaron á la Rioja, do sujetaron á Villorado, Najara y á Navarrete ; todo se le allanaba al nuevo Rey, porque demás que tenia de su parte la justicia, y por el mismo caso el favor del cielo, con su noble condicion y con la apostura de su cuerpo granjeaba las voluntades y todo el mundo se le aficionaba. Solos los señores de Lara y sus aliados no acababan de sosegar, ni los daños y males rendian sus corazones obstinados, en que pasaron tan adelante, que con golpe de gente que juntaron de todas partes, se pusieron en un lugar Hamado Herreruela, puesto en el mismo camino por do. el Rey habia de pasar á Palencia. La mayor parte de los soldados alojaban dentro del pueblo, don Alvaro en un cortijo allí cerca acompañado de poca gente. Este descuido ó sea menosprecio de sus contrarios fué causa de su perdicion, porque avisados los del Rey, dieron sobre él de repente, y aunque pretendió defenderse, y apeado del caballo, y aun despues caido en tierra, se cubria con el escudo de los golpes que sobre él cargaban, al fin le rindieron y quedó preso; con que se pudiera poner fin á los males y revueltas del reino si no se aseguraran demasiadamente. Fué así, que don Alvaro, como se vió preso, rindió al Rey luego todos los pueblos y castillos que de la corona le quedaban en su poder; estos fueron Alarcon, Amaya, Tariego, Villafranca, Villorado, Najara, Pancorvo. Esto hecho, no solo le dieron libertad, sino que el Rey le recibió en su gracia y amistad. La misma facilidad usó con don Fernando, hermano de don Alvaro, que tenia en su poder á Castrojeriz y Orejon; y como no los quisiese rendir,

se hallasen en aquella guerra. Juntóse gran gentío, mas por deseo de robar que por alcanzar perdon de sus pecados. Dieron sobre Extremadura, talaron los campos, quemaron los pueblos, hicieron presas de hombres y de ganados, finalmente, se pusieron sobre la villa de Cáceres con intento de forzalla ó rendilla. Engañóles su esperanza a causa de las muchas aguas que sobrevinieron y el tiempo contrario que les forzó, sin pasar adelante, dar la vuelta para sus casas al fin del año, que se contaba de nuestra salvacion de 1218.

confiado en los muchos soldados y provision que dentro dellos tenia, por excusar la guerra finalmente se concertaron que los dichos pueblos quedasen en su poder, pero que los tuviese en nombre y como teniente del Rey, y para esto hiciese los homenajes acostumbrados. La revuelta de los tiempos forzaba á venir en semejantes conciertos, puesto que parecia menoscabo de la majestad real, y no faltaba quien murmurase de tanta facilidad. A la verdad, la paz no fué duradera, ni los que estaban acostumbrados á gobernar y mandar se podian contentar de vida particular y retirada, antes en breve se declararon en deservicio del Rey, y con gente que juntaron, corrieron la tierra de Campos haciendo todo el mal y daño que podian. Armóse el Rey contra ellos y apretóles de manera, que fueron forzados á desembarazar la tierra. Recogiéronse á lo del rey de Leon, que se mostraba sentido por el reino y corona que no le daban, á él debida segun su parecer; y se aprestaba para de nuevo con mayor fuerza que antes hacer guerra en las tierras de Castilla, á que le incitaban con mayor calor los de la casa de Lara luego que se retiraron á su reino. Algunos caballeros de Castilla quisieron ganar por la maro, y con golpe de gente se metieron por las tierras del reino de Leon. No eran tan fuertes que pudiesen contrastar á las fuerzas de los contrarios, ni su entrada fué muy considerada. Sobrevino el rey de Leon de rebato, dió sobre ellos y cercólos en un pueblo en que se hicieron fuertes, llamado Castellon, puesto entre Medina del Campo y Salamanca. Acudieron gentes de ambas partes, unos á socorrer los cercados, otros para apretallos. Tratóse de medios de paz, y finalmente se asentaron treguas entre los dos reyes padre y hijo. Hallábase presente el conde don Alvar Nuñez de Lara, á la sazon enfermo de una dolencia que se le agravó mucho con la pena que tomó por ver los reyes concertados; que á los revoltosos la paz y el sosiego suele ser odioso y contrario á sus intentos. Hízose llevar en hombros á la ciudad de Toro, con el camino se le agravó

mas la enfermedad, de suerte que en breve pasó desta vida; cuya muerte fué muy saludable para todo el reino, así bien que su vida fué inquieta y perjudicial. Al tiempo de la muerte tomó el hábito de la caballería de Santiago; que así se acostumbraba en aquel tiempo para con aquella ceremonia y las indulgencias concedidas á los que tomaban la cruz aplacar á Dios en aquel trance y alcanzar perdon de sus pecados. El cuerpo enterraron en Uclés, convento el mas principal de aquella órden. Su hermano don Fernando, que de su voluntad se habia desterrado en Africa, con licencia de Miramamolin hacia su residencia en Elbora, poblacion de cristianos, cerca de la ciudad de Marruecos. Allí enfermo de una dolencia mortal, y á ejemplo de su hermano, poco antes de espirar, se hizo vestir el hábito de San Juan. Su mujer doña Mayor y sus hijos don Fernando y don Alvaro procuraron que su cuerpo se trajese á Castilla, y le hicieron enterrar en la Puente de Fitero, convento y casa de aquella órden, en tierra de Palencia. Comenzó con esto á mostrarse una nueva luz en Castilla, muertos los que la alborolaban, y una grande esperanza que las treguas puestas con Leon se trocarian en una paz perpetua, como todos lo deseaban. En particular pretendian volver las fuerzas contra los moros; concedió el Papa sus indulgencias para los que armados de la señal de la cruz

CAPITULO VIII.

En España se fundaron monasterios de diversas religiones. En este estado se hallaban las cosas de España, los reinos comarcanos eso mismo tenian guerras civiles. De las guerras siempre suelen venir otros males y pérdidas grandes, muchos vicios y maldades. La licencia y costumbre de pecar casi habia apagado la luz de la razon; los vicios eran tenidos por virtudes, y las virtudes por vicios: gravísimo mal y daño. En tantas tinieblas y tan espesas de ignorancia despertó Dios hombres, como siempre ha hecho, señalados en santidad y admirables, los cuales no dejaban de encaminar los hombres á la vida eterna y mostralles el sendero quo Cristo enseñó y abrió, que habian cegado en gran parte los vicios. Allegáronse á estos santos varones otros muchos que, con deseo de imitar su virtud, renunciaban las cosas del mundo; con que por este tiempo muchas familias y congregaciones santas se levantaron. Entre todos tuvo muy principal lugar el padre santo Domingo. Nació en tierra de Osma en un lugar llamado Caleruela, entre Osma y Aranda. Siendo mozo, fué canónigo reglar de San Agustin. Llegado á mayor edad, trabajó mucho en desarraigar la herejía de los albigenses en Francia, como de suso se dijo. Ocupado en esto, como viese cuán pocos predicadores se halla❤ ban de la palabra de Dios, que con buen celo y ejemplo de vida y buena doctrina enseñasen á los hombres engañados la verdad y santidad, pensó y trazó en su pensamiento y comunicó con otros un modo de vida, cuyos seguidores se ocupasen en predicar el santo Evangelio por todo el mundo. Ofreció este modo de vivir y régla al papa Honorio, y su Santidad la aprobó el año primero de su pontificado. De allí á dos años se vino á España y publicó la bula que traia de su aprobacion á los reyes y príncipes; con cuya licencia y beneplácito fundó algunos monasterios en ciudades principales. El primero fué en Segovia, otro en Madrid, el tercero en Zaragoza. Hecho esto en España, y vuelto á Italia, finó en Boloña, ciudad de la Lombardía; ilustre varon en virtud y santidad de vida, fundador de su órden muy principal, de donde como de un alcázar de sabiduría han salido y salen muchos varones admirables en toda virtud y letras. El mismo año que santo Domingo vino á España se ordenó otra religion en Barcelona, llamada de nuestra Señora de la Merced. La ocasion fué que muchos cristianos por mar y por tierra venian en poder de infieles hechos esclavos, y para librarse de la mala vida que les daban sus amos renegaban y se apartaban de Jesucristo y de su fe, con grande afrenta de la religion cristiana. Para procurar el remedio y rescate destos cautivos se ordenó esta re

ligion, cuyos frailes con limosnas allegadas de todas partes rescatasen los cautivos antes que apostatasen de la fe. Don Jaime, rey de Aragon, fué el primer inventor desta órden y manera de vivir por voto, como algunos escriben, que hizo á nuestra Señora de instituir esta órden cuando estuvo en Monzon encerrado á modo de cautivo y probó en sí cuánto mal es carecer de libertad. El primero después del Rey que se ofreció á ser guia de los que le quisieron imitar fué un Pedro Nolasco, francés de nacion. Este hizo muy buenas reglas y constituciones para que los religiosos se gobernasen por ellas. Tienen por insignia sobre el hábito blanco y capilla las armas del rey de Aragon con una cruz encima en campo colorado. El mismo Nolasco, de mano de san Raimundo de Peñafuerte, que fué despues general de la órden de Santo Domingo, tomó con mucha solemnidad el hábito en la iglesia de Santa Cruz, en presencia del Rey y de muchos caballeros del reino. Siguióse tras estos dos san Francisco, ciudadano de Asis en la Umbria ó condado de Espoleto, parte de Italia; varon de singular inocencia, virtud y santidad. Aprobó su instituto y modo de vivir el papa Honorio. El mismo, despues de aprobado su instituto y regla, vino á España, donde llegó hasta Portugal y Compostella. En poco tiempo se fundaron en estos reinos muchos monasterios de su órden, como en Barcelona, Zaragoza y otras ciudades y villas de España. Movian estos religiosos á devocion y al menosprecio del mundo con la aspereza de su vida y con el vestido pobre y humilde de que usaban. En Portugal se junto con san Francisco san Antonio de Padua, excelente predicador adelante y muy santo. Para tomar el hábito de los mepores dejó el de los canónigos reglares de San Agustin, cuyo instituto abrazara desde niño, y entró en aquel órden en la ciudad de Lisboa, de donde era natural, en el convento de San Vicente, que es de canónigos reglares. Allí pasó algunos años; despues en el convento de la misma órden de Santa Cruz de Coimbra, en que vivia cuando se pasó á la religion de San Francisco. Junto con la mudanza de vida trocó el nombre de Fernando, que recibió en el bautismo, en el de Antonio, del apellido y nombre del monasterio en que tomó aquel nuevo hábito. Muchas ciudades de Italia, por sus predicaciones santas y fervorosas, se reformaron; gran número de gente por su medio dejaron la mala vida y se trocaron en nuevos hombres. Finalmente, despues que padeció muchos trabajos por Dios, falleció en Padua lleno de virtudes y de milagros. Su santo cuerpo es allí acatado en propria iglesia, que por mucha devocion del pueblo fundaron en su nombre; que tal honra se debe á la virtud y al autor y fuente de toda santidad, Dios, que es el que hace los santos. A şan Francisco y á santo Domingo, algunos años despues de su muerte, canonizó el papa Gregorio IX, y puso sus nombres en el número de los santos. En Castilla, á instancia del arzobispo don Rodrigo, prelado ferviente y enemigo de estar ocioso, se hizo nueva jornada contra los moros. Juntáronsè con la divisa de la cruz docientos mil hombres, los mas núméro, con los cuales se hizo la guerra por el mes de agosto del año 1219, en la Mancha y en tierra de Murcia. Ganáronse algunos pueblos de poca cuenta. Pusieron sitio sobre Requena; mas no la pudieron forzar ni rendir, como

M-1.

quiera que hicieron todo el esfuerzo posible. El cerco se puso á 29 de octubre, y se alzó á los 11 de noviembre. Finalmente, el suceso desta empresa no fué como se esperaba y conforme al grande aparato que se hizo; solamente se ganaron muchos despojos de moros, con que los soldados dieron vuelta á sus casas.

CAPITULO IX.

Cómo se casaron los dos reyes don Fernando de Castilla y don Jaime de Aragon.

Por el mismo tiempo trataba el rey de Aragon don Jaime de quitar el gobierno á don Sancho, su tio, y porque se emendaba y prometia proceder de otra manera le tornó á recebir en su gracia y perdonalle. Esto era el año de 1219, cuando en España se padeció una muy grande hambre y mortandad. El Rey, aunque niño, que apenas tenia once años, comenzaba á dar claras muestras de valor y ensayarse en los ejercicios de las armas y de la guerra. Sucedió que don Rodrigo de Lizana, hombre poderoso, tenia diferencias con un deudo suyo, que se llamaba don Lope Albero, y de grandes amigos que eran, habia resultado entre ellos grande enemistad. Esperó buena ocasion, y á tiempo que el contrario estaba descuidado, le prendió y llevó al castillo de Lizana. Avisóle el Rey no pasase adelante en aquella vía de fuerza y que se contentase con el mal hecho á su contrario. No quiso apaciguarse ni obedecer á esto mandato. Como el Rey era de poca edad no le estima→ ban, antes cada cual con tanto se queria salir cuanto era su poder y fuerzas. Desdeñóse por esta causa; tomó las armas con deseo de defender al preso y ponelle en libertad y para conservar por el mismo camino su autoridad y hacerse respetar. Juntó en Huesca buen número de gente, y con ella se encaminó la vuelta de Albero, pueblo de que se habia apoderado el Rodrigo Lizana, y dentro de dos dias hizo que los de dentro se le rindiesen. Revolvió sobre el castillo de Lizana, patrimonio de aquel caballero alzado; y porque los soldados y moradores no querian hacer virtud, dió órden que de Huesca le trajesen una máquina ó trabuco, en aquel tiempo muy famoso por tirar entre día y noche mil y quinientas piedras, con que aportilló los muros y hacia grande estrago en los soldados que los defendian; llamaban esta máquina fundíbulo. Rindiéronse los cercados, y Lope Albero fué restituido en su libertad; su contrario, perdido el castillo, por entender que en ninguna parte de Aragon estaria seguro, se fué á guarecer á Albarracin, por tener con don Pedro Fernandez de Azagra, señor de aquella ciudad, amistad de años atrás. Desde allí, segun la costumbre de aquellos tiempos, renunció por escrito la naturaleza de Aragon y la obediencia que debia al Rey como su vasallo; con que comenzó á hacer cabalgadas en las tierras comarcanas de aquel reino. No quiso disimular el Rey estas insolencias, antes animado con el buen principio que tuvo en esta guerra, revolvió sobre Albarracin, ciudad puesta en aquella parte por do antiguamente partian mojones los contestanos y los celtiberos, de poca vecindad, pero por su sitio muy fuerte, que está por todas partes cercada de peñas y riscos muy altos, y al derredor casi por todas partes la rodea el rio Turia, que vulgarmente se llama Guadalaviar. Púsose el Rey sobre ella, levantó sus má

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