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man hoy por la venganza, como clamaba en otro tiempo la sangre de Abel. Del fondo de sus sepulcros sale una voz magestuosa y eloquente á pedir justicia á V. M. contra las violencias y atentados de un tribunal incompatible con los derechos del hombre; y siendo la Inquisicion por principios un establecimiento sanguinario, me atrevo á decir que pide tambien su total extincion la santa madre iglesia. Porque si á David, aquel hombre formado segun el corazon de Dios, no se le permitió la construccion del templo de Jerusalen por haber defendido con su espada al pueblo del Señor, como ha de subsistir en la iglesia la Inquisicion que condena los hombres á las llamas?

,,¿Y quedará la nacion sin tribunal de Fe? Nada menos que eso. La España, como nacion que profesa la religion católica, apostólica, romana, debe tener un tribunal en cada obispado. Los obispos, que son los jueces natos de la fe, establecidos por Jesucristo, ó los gobernadores en sede vacante, deberán entender exclusivamente en todos los asuntos pertenecientes á la religion, formar las causas á los que se declaren ó impíos, hereges, ó apóstatas, permitiéndoles su defensa, y separar á los contumaces de la comunion de la iglesia. Hasta aquí llegan sus facultades, y nada es mas fácil que su execucion siempre que se obre con reflexion y madurez conforme al espíritu de los antiguos cánones. Que se destierren para siempre los secretos y gestiones misteriosas que obscurecen y paralizan la verdad. La verdad, Señor, no se aviene con las tinieblas: los que hayan pecado en público, deben ser públicamente corregidos y castigados, pero segun las leyes de la iglesia que señalaron los santos concilios, pero por los legítimos jueces autorizados por Jesucristo. Qualquiera otra medida es ilegal, injusta, arbitraria, violenta. Si el refractario se humilla, reconoce su error y lo detesta, soy de dictámen que se le debe corregir y perdonar, como lo exîge la caridad cristiana, de que San Pablo nos dió exemplo con el incestuoso de Corinto de que hablé antes. Pero si es rebelde ó contumaz, entonces queda al prelado la obligacion de enviar el expediente al tribunal secular, para que le aplique rigurosamente las leyes como infractor del artículo 12 de la constitucion que V. M. ha sancionado. La potestad civil ha de consumar lo que comenzó la eclesiástica: ambas deben auxiliarse mutuamente, y cada una guardar sus límites. Esto se vió en España hasta el malhadado siglo XIII en que apareció la Inquisicion á confundirlo todo esto vieron nuestros padres, y esto mismo previenen las leyes de Partida que hablan del asunto. Me bastará citar la ley 11, título xxvi de la partida vII, que se explica así:,, Los hereges pueden ser acusados de cada uno del pueblo delante los obispos ó de los vicarios que tienen sus lugares: et ellos los deben exâminar et exprobar en los artículos et en los sacramentos de la fe et si fallaren que yerran en ellos, ó en alguna de las otras cosas que la iglesia de Roma manda guardar et creer, estonce deben puñar de convertirlos et de sacarlos de aquel yerro por buenas razones et mansas palabras. Et si quisieren tornar á la fe et creerla despues que fueren reconciliados, débenlos 'perdonar. Et si por aventura non se quisieren quitar de su porfiá, débenlos judgar por hereges, et darlos despues á los jueces seglares." Aquí ve V. M. la doctrina que reynó en la nacion por muchos siglos, y con la que á mi ver estan obligados á conformarse todos los partidos sin que se vuelva á hablar mas de Inquisicion, pues

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hasta su nombre debe sepultarse en un olvido eterno."

,,Señor, toda la España, toda la Europa, el mundo entero está en expectacion de lo que decida V. M. para calcular despues el grado de ilustracion en que va á quedar la monarquía quando se disuelvan estas Córtes generales y extraordinarias. V. M. se halla en la precisa alternativa de dar leyes á una nacion de hombres religiosos, pero libres, ó á una nacion de esclavos sujetos eternamente á la férula de la Inquisicion. La beneficencia no se ha hecho jamas impunemente siempre ha encontrado obstáculos y contradicciones. No olvide V. M. que Madrid, capital de este vasto imperio, , y acaso el pueblo mas heroico y mas ilustrado del mundo, detesta, como debe, hasta el nombre de un tribunal que ha cestado á la nacion, por espacio de mas de cinco siglos, arroyos de sangre, rios de lágrimas y pesares eternos. Nada debe detener á V. M. para dar su resolucion, habiendo manifestado hasta aquí tanta prudencia, magnanimidad sabiduría en sus decretos. La posteridad, juez seguro é imparcial, es aplaudirá la abolicion del Santo Oficio, como el rasgo mas digno de transmitirse á las generaciones futuras. Si V. M. se desentiende de este asunto tan necesario como urgente, se podrá decir que nada ha hecho en beneficio de la libertad nacional, como decia Lucano de Julio César: Nil actum reputans, si quid superesset agendum."

que mas

Concluida la lectura de este escrito, dixo su autor lo siguiente:

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,,Señor, á pesar de haber sido algo molesto en el dictámen que acaba de leerse sobre el tribunal de la Inquisicion, me creo obligado á reproducir la palabra para exponer de boca mi sentir, y al mismo tiempo contestar á varias especies que se han pronunciado en el Congreso pertenecientes á teología dogmática y derecho canónico ordinario. He oido quejarse á algunos señores diputados de que la comision de Constitucion atacaba indirectamente y como por rodeos el bizarro establecimiento de la Inquisicion. Yo no pue do decir otro tanto; pues no he tenido ni tanta circunspeccion, ni tanta prudencia como los señores de la comision. Penetrado profundamente de la importancia del asunto, asesto mis tiros directamente al tribunal, lo ataco frente á frente y cara á cara, hasta exîgir su total abolicion con toda la franqueza de mi carácter, y con la libertad que debe tener un diputado, porque así lo he creido necesario para desengaño de los pueblos. Aseguro á V. M. que no me ha sido posible formar mi discurso ni con mas detenimiento, ni con mayor moderacion. Acabo de presentar á la nacion entera el tribunal llamado Santo Oficio, no tal qual es, hablando rigurosamente, sino rebaxando gran parte de su política y de sus hechos. He formado, por decirlo así, un claro-obscuro para hacer ver á los españoles quanto es capaz de sufrir su paciencia, su resignacion y piedad, quando han sobrellevado por tantos siglos el vugo insoportable de un tribunal, que ha reunido á un tiempo la inviolabilidad, el secreto, el despotismo, la ferocidad, la tiranía, acompañadas de la mas crasa ignorancia y aun estupidez. Repito que he sido muy moderado; pues si hubiera pintado á este tribunal tal qual ha subsistido en España con toda la pompa y esplendor de su poder, como lo conocieron nuestros padres, y con todos los colores de que es susceptible, habria formado un quadro tan horrible y espantoso, que estremeceria la humanidad, y me expondria á no ser creido de las generaciones futuras. Estoy persuadido que con lo poco que apunto en mi discurso, y con lo que dirán otros señores

dotados de mas doctrina y eloqiiencia que yo, se convencerá V. M. de la imperiosa necesidad de derribar de una vez este formidable coloso, centro de la impunidad, de la insensatez, del fanatismo y del poder mas arbitrario que han visto los hombres, y de que no hay exemplo en la historia de los siglos. Es incomprehensible como hay escritores, por otra parte muy respetables, que le han tributado los mas altos y pomposos elogios, llamándolo baluarte y columna de la fe. ¿Será porque no le conocian? O mas bien ¿seria por el miedo y terror que inspiraba su tremendo poder? Tambien es incomprehensible como vienen reclamaciones exigiendo la conservacion de este santo y piadoso tribunal ( pues así lo denominan aun en el siglo xix). Todavía es para mí mas incomprehensible que tenga defensores tan acérrimos en el mismo seno del Congreso, aquí, aquí en el santuario de la legislacion, un tribunal que no ha guardado mas leyes que las del capricho, y cuyo método de enjuiciar no ha sido mas que un completo sistema de ilegalidad: un tribunal que so pretexto de conservar pura é ilesa la religion de nuestros padres, es el mas contrario al espíritu de la misma religion que pretende conservar, y el mayor obstáculo á la propagacion del evangelio, como acabo de demostrar. Las defensas, Señor, que he oido hasta aquí de la Inquisicion me confirman mas y mas en la absoluta necesidad de destruirla por sus cimientos, y de borrar, si es posible, de los fastos de nuestra nacion hasta su nombre odioso y detestable.

,,¿Se dirá que me acaloro demasiado, ó que me excedo? ¿Se me argüirá que falto al respeto debido á un tribunal establecido por las dos supremas potestades de la tierra, consagrado por tantos siglos y conocido con el renombre de Santa Inquisicion? Señor, en su orígen manifestó lo que debia ser en adelante, esto es, que seria el terror de los pueblos, el apoyo mas firme de los 'déspotas, y el azote del género humano; y sin embargo no fué - en su orígen ni la sombra de lo que llegó á ser en el curso de los siglos. Sus mismos fundadores no pudieron prever la marcha tortuosa de esta serpiente: no conocieron los estragos sangrientos, los arroyos de lágrimas y torrentes de sangre que costaria á la nacion su conducta feroz y sanguinaria. Yo debo -hacer esta justicia á su memoria. Es verdad que ha sido consagrado por muchos siglos, es decir: que por muchos siglos ha estado la España condenada á las cadenas, sin libertad, sin ilustracion, sin artes, sin comercio, y aun sin manos para defenderse ni boca para quejarse. ¡O magnánima pero desgraciada nacion! tu te acordarás de la llamada Inquisicion del mismo modo que te acuerdas de los terremotos, de los aluviones y de las inundaciones. mas terribles: ó mas bien deberias sepultar en un olvido eterno hasta el nombre de Inquisicion.

,,Pero le han dado por antonomasia el renombre de Santa....jó capricho bizarro de los hombres! Si se lo habrán dado por ironía? ¿Dónde estan las virtudes políticas y morales de esta Santa? Quantos milagros ha hecho? Que me señalen las conversiones que ha obrado, los frutos saludables que ha producido á la religion y al estado. Los que la defienden y canonizan por Santa, que nos exhiban los testimonios de virtud y santidad que la adornan. ¡Terrible porfia de los hombres, empeñarse en querer buscar el resplandor de la luz en medio de la obscuridad y las tinieblas, la libertad en los calabozos, y la verdad en el error y fanatismo! No ignoro que se me culpará de haber sido el primero que tuvo la osadía en presencia de V. M. de presentar

á toda la nacion el misterioso sistema de gobierno de la Inquisicion, ésto es, la vida y milagros de esta Santa: el primero que rasgó el velo tenebroso que cubria á este ídolo diciendo:,,Españoles, aquí teneis à la Santa: esta, esta es la que entorpecia con capa de religion vuestros progresos en las ciencias y en las artes; esta es la que os hizo creer que habia Aquelarres (cuyo nombre 1:0 se ha explicado aun bastantemente), la que abusando de vuestra piedad os metió en la cabeza la ridícula farsa de la aparicion de demonios súcubos é incubos, con otras ficciones detestables que podeis leer en el gracioso y extravagante auto de fe de Logroño, mandado imprimir por órden de la misma Santa para ilustrar los pueblos; pero me engaño, para mantenerlos en la supersticion y en la mas crasa ignorancia y estupidez. Pero, Señor, ¿á qué soy venido aquí? ¿A qué se ha congregado V. M. sino para dar leyes justas y sábias á una nacion magnánima y generosa, como lo ha hecho con la sólida y religiosa constitucion que ha sancionado? Si por desgracia dexara V. M. subsistir la Inquisicion, ella sabria dentro de poco tiempo darse maña para destruir con sus acostumbrados misterios todo lo bueno que ha edificado el Congreso en medio de tantas fatigas y trabajos. Pronto vendria á tierra este suntuoso y magnífico edificio, y la nacion volveria quanto antes á arrastrar las cadenas, y quedar sepultada por muchos siglos en el mismo envilecimiento y degradacion que hasta aquí. La Santa sabria obrar facilmente este milagro y otros muchos."

,,Ya he oido exagerar la absoluta necesidad de la Inquisicion para conservar la pureza de nuestra fe. Señor, la pureza de la fe es la obra de la gracia. El divino autor del evangelio no confió á la Inquisicion este depósito sagrado, sino que lo entregó á los apóstoles y á los obispos sus legitimos sucesores. No estará mas seguro y mejor custodiado que en manos de los inquisidores? ¿Será tal la petulancia y soberbia de los patronos de la Inquisicion que quieran enmendar la plana al mismo Jesucristo, que todo lo ha dispuesto y ordenado con infinita sabiduría: Respóndanme categóricamente á esta pregunta de eterna verdad los defensores del Santo Oficio, y no vengan á calumniarnos de francmasones, jansenistas.... y con otros dicterios con que pretenden engañar al piadoso é inocente pueblo español. Por otra parte la comision presenta á V. M. un proyecto de decreto para establecer tribunales protectores de la religion católica, apostólica, romana, que es la única verdadera, y la única que se protege como religion del estado con una legislacion sábia y justa. Pues qué significan estos temores? ¿A qué se dirigen tantas repetidas reclamaciones por un tribunal tan original, cuya cabeza es un delegado, que para subsistir necesita cada vez que se instala de una bula, que si nuestros reyes no la impetraban quedaba destruido ente

ramente?

,, Señor, confieso á V. M. que se necesita gran dósis de paciencia para oir ponderar la dulzura, suavidad, piedad y clemencia de un tribunal que se ha mirado como el terror de los hombres, cuyo carácter ha sido siempre la misteriosa gravedad, la dureza, la inflexibilidad, el despotismo, la coaccion, la violencia, la tiranía. Contra la persuasion de tantos siglos, contra el método de enjuiciar que nos enseñan sus mismos autores, contra la evidencia, ¿qué puede responderse que no sea ilusorio y falaz? La defensa del tribunal es una quimera. El orador mas diestro', mas eloquente y mas agudo, se verá forzado ó á echar mano de paralogismos tan obscuros y ri

dículos como el mismo tribunal, é se ha de valer de sofismas despreciables, ó ha de cantar al fin la palinodia. ¿No estamos viendo que no pueden defenderlo directamente sino por rodeos, y metiéndonos en qüestiones dogmáticas, muy agenas del asunto que tratamos? Aquí he visto y oido con asombro que el santuario de la legislacion se ha convertido insensiblemente en una academia teológica, ó mas bien en un concilio nacional. Para sostener indirectamente este malhadado y espantoso establecimiento, se nos ha citado hasta dos veces la carta del grande Osio de Córdoba al emperador Constancio: se nos viene á probar la primacía que el obispo de Roma obtiene por derecho divino en toda la iglesia; dogma que ningun católico ha negado, pero que es tan cierto, como impertinente para el presente caso; y lo mas admirable de todo es que nos citen á San Cipriano, que fué precisamente el padre de la iglesia que mas disputó los límites de la jurisdiccion del Primado de Roma, no queriéndole conceder mas de lo que tiene por derecho divino, y que estaba recibido por la tradicion. ¿Y qué conseqüencia sacan de todas estas verdades dogmáticas é históricas? La conseqüencia es á mis ojos la mas impertinente é inconexâ, por no decir absurda. Señor, no ignoro que nada tiene que ver esto con la question del dia; pero tambien estoy persuadido que debo contestar á esos señores amantes y defensores acérrimos de la santa Inquisicion.

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Es certísimo que el grande Osio dirigió al emperador una carta enér gica, fuerte y eloquente, reprehendiéndole por qué se entrometia en la fórmula de fe que habian adoptado los arrianos: carta de quien dice el célebre Tillemont, que no hay cosa mas grande ni mas digna de un obispo. En efecto, Constancio, el impío Constancio, hijo y sucesor del gran Constantino, pero hijo indigno de un padre tan religioso, se creyó autorizado para definir puntos de fe, y recomendar su creencia en todo el imperio. El obispo de Córdoba, penetrado de un zelo apostólico, sale á resistirle, y confunde la petulancia del emperador. Todo esto es digno de los mayores elogios. ¿Mas qué conexion tiene esto con el caso presente? Se halla V. M. por ventura en el mismo caso de Constancio? ¿Va V. M. á definir ó á suplantar algun artículo ó dogma de fe? El abolir la Inquisicion es atacar algun punto dogmático? ¿Dónde estamos, Señor? Pero qué otra defensa puede tener un tribunal que solo se ha sostenido por una continuada proteccion del Foder arbitrario, acomodándola siempre á su política? El error no puede sostenerse mucho tiempo sino á la sombra de la verdad. ¿Un establecimiento puramente humano quiere confundirse ahora con los sacrosantos fundamentos de la religion? ¿Se han de mezclar las opiniones políticas con las verdades eternas ?

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,, Para defender y amparar á la Inquisicion se ha producido y reproducido mil veces en el Congreso el Primado que el Romano Pontífice obtiene por derecho divino en toda la iglesia. ¿Y qué católico se atreverá á disputar esta prerogativa al sucesor de San Pedro? ¿Quien osará negar un dogma reconocido desde la fundacion de la santa iglesia? Mas, es esto de lo que se trata en el Congreso? Bien veo la inconexion que tiene esta materia con la que discute V. M.; empero me veo obligado á hablar de ella por un momento, ya para tranquilizar las conciencias de los patronos de la Inquisicion; ya para que los fanáticos no nos calumnien de heregía en tantos papeluchos indecentes que corren impunemente por el pueblo.

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