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gares comarcanos, lo mas baxo de la villa por entender que los Moros acometerian por aquella parte. Fué mucho el esfuerzo de los soldados, tanto que los enemigos perdieron la espe ranza de ganar la villa; mas por alguna gente que perdieron en el combate, y otros que les hirieron, en venganza volvieron su rabia contra los olivares. Demas desto Amete Abencerrage con trecientos de á caballo dió la tala á la campiña de Montilla. Tenia este con el alcayde de Lucena Diego de Córdoba conocimiento y familiaridad á causa que los años pasados los Abencerrages echados de Granada estuvieron en Córdoba mucho tiempo. Hecho pues lo que le encomendaron, vnelto á Lucena convidó al alcayde para tener habla con él con intento debaxo de color de amistad de ponelle asechanzas y engañalle. Un engaño fué burlado con otro dió esperanza el alcayde de rendir el pueblo, con que entretuvo al enemigo hasta tanto que llegase el conde de Cabra. Como el bárbaro supo, que se acercaba, alzados sus reales, comenzó á retirarse la vuelta de su tierra con la presa que era muy grande. Los cercados avisados de lo que pasaba, salieron de la villa: acometieron á la relaguardia para impedilles el camino y entretenellos, Entre tanto como llegase el conde de Cabra, se determinó cargar á los enemigos, que iban turbados con el miedo, revueltos entre sí y sin ordenanza. Apenas los venideros creerán esto, que con ser los Moros diez tantos en número, no pudieron sufrir la primera vista de los contrarios. Dios les quitó el entendis miento; y la fama, como de ordinario acontece, de que el número de los nuestros era mucho mayor, los hizo atemorizar. Está un arroyo legua y media de Lucena en el mismo camino Real de Loxa, las riberas frescas con muchos fresnos, sauces y tarays, y á la sazon por las lluvias del verano llevaba mucha agua: la gente de á pie pasado el arroyo se pusieron en huida sin otro ningun cuydado mas de llevar la presa adelante; la gente de á caballo, aunque atemorizada por la misma causa, hizo rostro. El Rey bárbaro procuró animallos, díxoles : "¿Dónde vais soldados? qué furor os cha cegado los entendimientos? por ventura estais olvidados que estos son los mismos que poco ha fueron vencidos por menor número de los nues, tros? tendréis pues vos y ellos en esta pelea los ánimos que suelen tener los vencedores y vencidos. Mirad por la honra,

TOMO V.

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por voś mismos y por lo que dirá la fama : ¿pensais que á las manos entorpecidas pondrán en salvo los pies ?» Poco aprove charon estas palabras. Marcharon á priesa los Christianos: acometió por el un costado Don Alonso de Aguilar, que desde Antequera con quarenta de á caballo y algunos pocos peones mezclados acudió á la fama del peligro. Los bárbaros sea que sospechasen que el número era mayor, ó (lo que yo mas creo) por habellos amedrentado Diós, dieron las espaldas y se pusieron en huida. El Rey se apeó de un caballo blanco en que iba aquel dia: procuró esconderse entre los árboles y matas de aquel arroyo con deseo de escapar si pudiese: halláronle allí tres peones, y él mismo porque no le matasen, dió aviso de quién era; asi le prendierón, y el alcayde que seguia el alcance le mandó llevar á Lucena. El estrago que hicieron los nues tros hasta la noche en los que huian, fué tal que mataron mas de mil de á caballo y entre ellos al mismo Alatar viejo de noventa años, y como quatro mil peones parte quedaron muertos, parte presos juntamente les quitaron la presa. Con el aviso desta victoria los Reyes que á la sazon se hallaban en Madrid, acordaron partir entre sí los negocios, que eran muy grandes. La Reyna Doña Isabel fué á la raya de Navarra para apresurar lo del casamiento de su hijo, por el gran deseo que tenian de impedir á los Franceses la entrada en España y la po sesion del reyno de Navarra el Rey Don Fernando se partió al Andalucía para cuydar de la guerra. Salió de Madrid á veinte y ocho de abril: llegado á Córdoba, se trató de hacer la guer ra con mayores fuerzas y apercibimientos que antes, en espe. cial que los Moros por la prision del Rey Chiquito se tornaron á unir debaxo de su Rey Albohacen, que volvió al señorío de Granada, dado que muchos de los ciudadanos (aunque sin cabeza) todavía perseveraban en su primera aficion : personas á quien ofendía la vejez, crueldad y avaricia de aquel Rey. Juntaron los nuestros á toda diligencia seis mil de á caballo y has ta quarenta mil infantes: con este exército volvieron á la guerra : iba por su caudillo el mismo Rey Don Fernando; hizo destruir los arrabates de Illora, y tomó por fuerza y echó por el suelo á Tajara pueblo cerca de Granada, enc cuya batería Don Enrique Enriquez tio del Rey y mayordomo de la casa Real fue herido, y para curalle le enviaron á Alhama. Despues

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desto llegaron á la vega de Granada, en que hicieron grande destrozo quemaron y talaron todo lo que hallaban, y para mayor seguridad de los gastadores asentaron los reales en un puesto, desde donde los enviaban guarnecidos de soldados y con escolta hacer daño en los campos comarcanos con tanto menor peligro suyo y mayor perjuicio de los enemigos. El Rey Albohacen por no fiarse de los ciudadanos no se atrevió á salir de la ciudad, solo algunos pocos soldados se mostraban por los campos con intento de prender á los que se desmandasen, y pelear á su ventaja. Envió otrosi aquel Rey desde Granada sus embaxadores: prometia si le entregaban á Boabdil su hijo, que daria en trueque al conde de Cifuentes y otros nueve de los mas principales cautivos que tenia: otras condiciones ofrecia para hacer confederacion, pero insolentes y demasiadas; era de su natural feroz, y ensoberbeciale mas la victoria que poco antes ganara. El Rey Don Fernando rechazó las condiciones, ca decia no ser venido para recebir leyes, sino para dallas, y que no habia que tratar de paz en tanto que no dexa ba las armas. Los nuestros eran aficionados a Boabdil: el favor y la misericordia tienen á las veces ímpetus vehementes; el marqués de Cádiz y otros no cesaban de persuadir al Rey que le pusiese en libertad : que por este medio sustentase los bandos y parcialidades entre aquella gente, cosa muy perjudicial para ellos y muy a propósito para nuestros intentos, Acabadas pues las talas, y puesta guarnicion en Alhama, y por cabeza Don Iñigo Lopez de Mendoza conde de Tendilla con órden no solo de defender el pueblo sino tambien de hacer salidas y robar las tierras comarcanas, el Rey Don Fernando volvió á Córdoba. Allí por su mandado traxeron al Rey preso del castillo de Porcuna, pueblo que los antiguos llamaron Obulco como él se vió en presencia del Rey, hincó la rodilla y pidióle la mano para besalla. Abrazóle el Rey y hablóle con mucha cortesía: parecióle era justo tenelle respeto y honralle como á Rey, dado que fuese bárbaro y su prisionero. Trataron de concertarse: finalmente se hizo con estas condi ciones Que Boabdil diese en rehenes á su hijo mayor con otros doce hijos de los mas principales Moros para seguridad que no faltaria en la devocion, obediencia y homenage del Rey de Castilla: mandaronle otrosí que pagase cada un año doce

mil escudos de tributo, y viniese á las córtes del reyno quando fuese avisado; demas desto que por espacio de cinco años pusiese en libertad quatrocientos esclavos Christianos. Con esto le otorgaron libertad y licencia de quedarse en su secta y le enviaron á su tierra. El Rey Don Fernando puestas nuevas guarniciones por aquellas partes, y señalado Luis Fernandez Portocarrero para que en lugar del maestre de Santiago tuviese el gobierno de Ecija y cargo de aquella frontera, se partió de Córdoba, para do la Reyna le esperaba. En la misma sazon mil y quinientos Moros de á caballo y quatro mil de á pie debajo la conducta de Bexir gobernador de Málaga rompieron por la campiña de Utrera ; mas fueron rechazados por el esfuerzo de Portocarrero y del marqués de Cádiz que les salieron al encuentro, y los desbarataron cerca de Guadalete con grande estrago que en ellos hicieron. Para memoria de aquel servicio se despachó un privilegio en que se concedió á los marqueses de Cádiz para siempre jamás que todos los años hobiesen el vestido que los Reyes vistiesen el dia de Nuestra Señora de setiembre: premio muy debido á sus hazañas y lealtad, mayormente que dentro del mismo mes no solo desbarató á los Moros (como queda dicho) sino tambien recobró á Zahara que la tomó de sobresalto. Fueron los Reyes Don Fernando y Doña Isabel á la ciudad de Victoria: tenian poca esperanza de efectuar aquel casamiento que pretendian. Madama Madalena á persuasion del Rey de Francia su hermano se escusaba con la edad de los novios que era muy desigual, ca el príncipe era niño y su hija casadera : decia que semejantes casamientos pocas veces salen acertados. En aquella ciudad el conde de Cabra y el alcayde de los Donceles por mandado de los Reyes fueron recebidos solemnemente, y para mas honrallos en compañía del cardenal de Toledo Don Pero Gonzalez de Mendoza les salieron al encuentro toda la nobleza y todos los prelados, honra que muy bien se les empleaba. En particular hicieron merced al conde de Cabra de cien mil maravedís de juro por toda su vida: concediéronie otrosí que á sus armas antiguas añadiese y pintase en su escudo la cabeza de un Rey coronado, y al derredor por orlo nueve banderas en señal de otras tantas que ganó de los Moros quando de sobre Lucena se retiraban: todo á propósito de gratificar aquel servicio, y despertar á otros á emprender

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cosas grandes por la patria y por la Religion. Cayóse con las aguas del invierno de repente gran parte de la muralla de Alhama: los soldados por miedo trataban de desamparar aquella plaza. El conde de Tendilla con prudente y presto consejo hizo tender un lienzo en toda aquella abertura pintado de tak manera que parecia no faltar cosa alguna : con esto antes que el enemigo advirtiese el engaño y fuese avisado de lo que pasaba, tuvieron lugar de reparar lo caido y asegurarse. Hizo otrosí por la grande falta de dinero para pagar y entrener los soldados moneda de cartones, de una parte de su firma, y por la otra el valor de cada qual de las monedas, con promesa de trocallas con buena moneda y legal, pasado aquel aprieto y necesidad: traza notable y usada de grandes personages. Este año á quince de noviembre dió el Papa el capelo al obispo de Girona Don Juan de Melguerite embaxador por su Rey en aquella corte. Escribió de los Reyes de España una breve historia que intituló Paralipomena: pocos meses gozó de aquella dignidad; yace sepultado en Roma en Nuestra Señora del Pópulo.

Capítulo v.

De las cosas de Navarra.

Los Navarros no sosegaban: demas de las parcialidades antiguas al presente por el poco caso que hacia la gente de los que gobernaban, los odios tenian menos enfrenados y reprimidos, sin que se pudiese entre ellos asentar una paz firme y duradera; muchas veces se dexaron las armas, y muchas las tornaron á tomar. Estaban las cosas de tal manera trabaxadas que apenas se pudieran reparar con una larga paz, quando se emprendió de otra parte una nueva guerra. Juan vizconde de Narbona tio de la Reyna Doña Cathalina pretendia aquel reyno

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achaque que quando murió la Reyna Doña Leonor su madre, él debia suceder como pariente mas cercano que los nietos, ademas que no podia muger heredar aquella corona: concluia que contra derecho y justicia aquella señora tomó la posesión de aquel reyno. Esto decia y alegaba: la verdadera

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