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Aznalfarache; fuera desto, á la ribera del mar, en par-
te abatió, en parte tomó muchos castillos de moros.
Pretendia que los demás, escarmentados con aquel
daño y castigo, se rindiesen ó reprimiesen. Hiciéronse
correrías por los campos de Nebrija; algunos pocos
pueblos de moros, por estar fortificados de sitio ó de
murallas, se atrevian y estaban determinados de sufrir
el cerco, no solo como cosa mas lionesta, sino tambien
como mas segura, ni por el daño de los otros se movian
å rendirse. Tratóse de pasar la guerra á Africa; y con
este intento en las marinas de Vizcaya por mandado
del rey don Fernando se apercebia una nueva y mas
gruesa armada, cuando una recia dolencia le sobrevino,
de
que
finó en Sevilla & 30 de mayo el año que se con-
taba de 1252. Reinó en Castilla por espacio de treinta
y cuatro años, once meses, veinte y tres dias; en Leon
veinte y dos años, poco mas ó menos. Fué varon do-
tado de todas las partes de ánima y de cuerpo que se
podian desear, de costumbres tan buenas, que por
ellas ganó el renombre de Santo, título que le dió, no
mas el favor del pueblo que el merecimiento de su
vida y obras excelentes; muchos dudaron si fuese mas
fuerte ó mas santo ó mas afortunado. Era severo con-
sigo, exorable para los otros, en todas las partes de
la vida templado, y que, en conclusion, cumplió con to-
dos los oficios de un varon y príncipe justo y bueno.
En ningun tiempo dió mayor muestra de santidad que
á la muerte. Comulgóle don Ramon, arzobispo de Se-
villa. Al entrar el Sacramento por la sala se dejó caer
de la cama, y puestos los hinojos en tierra, con un do-
gal al cuello y la cruz delante, como reo pecador pidió
perdon de sus pecados á Dios con palabras de grande
demandó
humildad. Ya que queria rendir el alma,
perdon á cuantos allí estaban. Espectáculo para que-
brar los corazones y con que todos se resolvian en
lágrimas. Tomó la candela con ambas las manos, y
puestos en el cielo los ojos: El reino, dijo, Señor, que
me diste, y la honra mayor que yo merecia, te le vuel-
vo; desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo
me ofrezco á la tierra; recibe, Señor mio, mi ánima,
y por los méritos de tu santísima pasion ten por bien
de la colocar entre los tus siervos. Dicho esto, mandó
á lá clerecía cantasen las Letanias, y el Te Deum lau-
damus, y rindió el espíritu bienaventurado. A su hijo
don Alonso, que nombró por heredero, poco antes de
morir dió muchos avisos, y juntamente le encomendó
con mucho cuidado á la reina doña Juana y sus hijos,
de los cuales se hallaron á su muerte don Fadrique,
don Eurique y don Felipe, que era electo prelado de
Sevilla, y don Manuel. Don Sancho, electo de To-
ledo, no se halló por estar en su iglesia. Luego el dia
siguiente le hicieron el enterramiento y honras con
aparato real. Su cuerpo fué sepultado en la iglesia
mayor de Sevilla. Dicese que este Rey inventó é in-
trodujo el Consejo Real, que hoy en Castilla tiene la
suprema autoridad para determinar los pleitos. Se-
ñaló doce oidores, á cuyo conocimiento perteneciesen
los negocios mayores y los pleitos que en los otros
tribunales se tralasen, por via de apelacion con las
mil y quinientas doblas que deposita el que apela, y
las pierde en caso que se dé sentencia contra él. Co-
mo las cautelas y engaños poco a poco iban creciendo,
y los pleitos eran muchos por la malicia del tiempo,

á

fué necesario establecer este nuevo tribunal; que antes las ciudades, contentas con los juicios y sentencias que sus jueces daban, y con apelar á las audiencias de su distrito, tenian por cosa fea y sin propósito pasar adelante y implorar el auxilio real. Demás desto, encargó á personas principales y doctas el cuidado de hacer nuevas leyes y recoger las antiguas en un volúmen, que hoy se llama vulgarmente las Partidas, obra de inmenso trabajo, y que se comenzó por este tiempo, y últimamente se puso en perfeccion y se publicó en tiempo del rey don Alonso, hijo deste don Fernando. Hlasta la muerte del rey don Fernando llegó đon Lúcas de Tuy con su historia.

CAPITULO IX.

De los principios de don Alonso el Décimo, rey de Castilla. El reino de don Fernando por derecho de herencia vino al rey don Alonso, deceno deste nombre, cuya vida y obras pretendemos declarar, ilustres sin duda por la variedad de los sucesos y juego de la fortuna variable, pero que tienen mas de maravilla que de honra y loa. ¿Qué cosa mas maravillosa que un príncipe, criado en la guerra y ejercitado en las armas desde su primera edad, haya tenido tanta noticia de la astrología, de la filosofía y de las historias, cuan grande apenas los hombres ociosos y ocupados solamente en sus estudios pocas veces alcanzan? Sus libros que publicó y sacó á luz de astrología y de la historia de España dan muestra de su grande ingenio y estudio increible. ¿Qué cosa eso mismo mas afrentosa que con tales letras y estudios, con que otro particular pudiera alcanzar gran poder, no saber él conservar y defender ni el imperio que los extraños le ofrecieron ni el reino que su padre le dejó? Vió aquella edad y siglo hasta donde podia llegar la libertad y arrogancia del pueblo, pues redujo un Rey tan poderoso casi á vida particular; vió él mismo lo postrero de la desventura, que fué ser despojado de sus riquezas y mando. ¡Qué juegos hace la fortuna ó poder mas alto! ¡Cómo parece que gusta en burlarse de las cosas humanas! El sobrenombre de Sabio, que ganó por las letras, ó por la injuria de sus enemigos, ó por la malicia de los tiempos, ó él por la flojedad de su ingenio, parece le amancilló; pues con el crédito que tenia de ser tan sabio, no supo mirar por sí y prevenirse. En Sevilla, do se halló á la muerte de su padre, le alzaron por rey. Lo primero que hizo despues desto fué renovar el concierto con Alhamar, rey de Granada, demás que le hizo suelta de la sexta parte del tributo que tenia costumbre de pagar, en que se tuvo respeto á los buenos servicios que hiciera y á despertalle para que de nuevo hiciese otros; que sin duda por algun tiempo fueron muy grandes y señalados. Era tanto lo que este Príncipe amaba al rey don Fernando y érale tan agradable su memoria, que con ser moro, todos los años enviaba á Sevilla buen número de los suyos con cien antorchas de cera blanca para que se hiciesen al Rey las exequias y aniversarios. La falta que tenian de dineros era grande, por estar gastados todos con las guerras de tantos años. Tratóse de buscar algun camino para allegar moneda y remediar este daño; pareció lo mas á propósito que en lugar de los pepiones, que era cierta moneda así llamada de buena ley, se usase de

burgaleses, moneda muy baja mezclada de otros metales. Era cosa injusta abajar de quilates la moneda y que fuese del mismo valor que la de antes. Desórden por donde las cosas encarecieron y no se remedió la necesidad del Rey; porque fué necesario aumentar los salarios de los jueces y de los demás oficiales con tanta mayor indignacion del pueblo, que poco despues se inventó otro género de moneda, que se llamaba negra, es á saber, por tener mucho cobre. Quince monedas deste género valian una dobla ó escudo; un burgalés valia dos pepiones, noventa un escudo ó un maravedí de oro. Este camino de allegar dinero, bien que intentado muchas veces de grandes reyes, que sea muy engañoso y perjudicial, el tiempo y la experiencia y desastrados sucesos lo han bastantemente declarado. Sin duda fué la principal causa por que el rey don Alonso en breve se hizo muy malquisto y odioso á sus vasallos. Desta manera, si no hay gran tiento, de honestos principios y causas se siguen efectos muy perniciosos y malos. Esta fué la primera semilla de la discordia civil; de la guerra de fuera hobo otras causas. Estaba el rey don Alonso congojado por la esterilidad de la reina doña Violante, por el gran deseo que tenia de dejar sucesion. Los aduladores, de que siempre hay gran número en las casas de los príncipes, pretendian que aquel matrimonio se podia apartar; no les faltaban razones para colorear este engaño, como á gente de grande ingenio; el Rey fácilmente se dejó persuadir en lo que deseaba. Envió embajadores al rey de Dinamarca á pedir por mujer una bija suya, llamada Cristina. Era cosa fácil por la grande distancia de los lugares engañar aquella gente. Concertado el casamiento, la doncella fué enviada en España. Estos intentos del rey don Alonso dieron mucha pena, como era razon, al rey don Jaime. Procuróse dar algun corte con embajadas que se enviaron; pero como no se efectuase nada, vino el negocio á rompimiento y á las armas. Hiciéronse correrias y cabalgadas de una parte y de otra, robos de hombres y ganados, y esto al principio de aquella diferencia. Por el mismo tiempo Teobaldo, rey de Navarra, primero deste nombre, falleció á 8 de julio, año de nuestra salvacion de 1253; diguo de ser alabado por el deseo que mostró de ayudar á la guerra de la Tierra-Santa, cuanto reprehensible y manchado por el intento que tuvo de oprimir los derechos y libertad eclesiástica, por la cual causa se dice que hobo entredicho general en todo aquel reino por espacio de tres años enteros. Este tiempo pasado, don Pedro Remigio ó Gazolaz, obispo de Pamplona, alzado el destierro en que le tenian, se reconcilió con el Rey á instancia de personas principales que en ello trabajaron y con muy grande alegría y regocijo de todo el pueblo. Teobaldo merece sin duda ser alabado por otras cosas y partes de que fué dotado, en especial por los estudios de las artes liberales, ejercicio y conccimiento de la música y de la poesía tan grande, que acostumbraba componer versos y cantarlos á la vihuela; las poesías que hacia, proponellas en público en su palacio para ser de todos juzgadas. Tuvo tres mujeres. De la primera, que fué hija del conde de Lorena, no tuvo hijos algunos. Dejada esta por mandado de los pontifices, casó con Sibila, hija de Filipo, conde de Flandes. Deste matrimonio nació Blanca, que casó con Juan, duque de Bretaña, por sobrenombre el Ber

mejo. De la tercera mujer, que fué hija de Arquimbaudo, conde de Fox, tuvo á Teobaldo y á Enrique y una hija, llamada Leonor. Teobaldo sucedió á su padre despues de su muerte; era menor de edad, que no tenia quince años cumplidos, de excelente natural y que daba muestras de grandes virtudes. La reina Margarita, su madre, cuidadosa de lo que á su hijo tocaba, estaba con temor, en especial de don Alonso, rey de Castilla, que, vencidos y domados los moros, se entendia queria revolver contra Navarra y despertar el derecho antiguo que pretendian los reyes de Castilla á aquella corona; cuidaba ayudarse del socorro del rey de Aragon y de su sombra. Tratóse por sus embajadores de aliarse; y para que la cosa se concluyese mas fácilmente, con seguridad de ambas partes se juntaron á vistas. Al principio del mes de agosto en Tudela se hizo confederacion entre los dos reyes, en que se concertó tuviesen los mismos por amigos y por enemigos. Asentaron otrosí que una de las dos hijas que tenia el rey don Jaime se diese por mujer á Teobaldo, y en particular se proveyó que ninguna de las dos casase con alguno de los hermanos del rey de Castilla sin voluntad de la reina Margarita y sin que ella viniese en ello. Al rey de Aragon, sin embargo, le quedó su derecho á salvo, que pretendia tener á aquel reino por la adopcion del rey don Sancho de Navarra. Esta confederacion para que fuese mas fuerte se procuró que el romano Pontífice la aprobase; las fuerzas de los dos reinos claramente se movian y enderezaban contra las de don Alonso, rey de Castilla. El cuidado desta guerra y miedo que resultó por esta causa, que suele ser muy gran atadura de concordia, hizo que los aragoneses padre y hijo se concertasen, cosa que tanto se deseaba. Asi hallo que lo que el rey de Aragon habia donado á don Pedro y don Jaime, sus hijos, lo aprobó con juramento en Barcelona don Alonso, el hijo mayor del mismo rey don Jaime. Ofrecióse demás desto ocasion de nueva guerra. Alasarco, moro de ingenio sagaz, prometió entregar y rendir el castillo de Reguara, que tenia en su poder. El rey de Aragon, como el que era arriscado, creyóse fácilmente que le trataba verdad. Acudió con poca gente como á cosa hecha. Hobiera de caer en el lazo y quedar preso; mas quiso Dios que le avisaron del engaño y de lo que pasaba, con que se puso en cobro. El Moro, burlada su esperanza, se declaró por enemigo y persuadió á los moros de Valencia que tomasen las armas y que se levantasen. El Rey, movido por el peligro, acudió á Valencia; tratóse en aquella ciudad de echar aquella gente de todo el reino. Los señores, por la ganancia que de aquella gente les venia, hacían contradiccion; los prelados y el pueblo otorgaban con el Rey, que fué el parecer que prevaleció en las Cortes. Mandaron pues á todos los moros que saliesen del reino de Valencia y de todo su distrito dentro de cierto término. Ellos, aunque estaban en armas sesenta mil dellos, obedecieron á lo que les fué mandado. Repartiéronse por tierra de Murcia y de Granada, gran parte hizo asiento en la Mancha, que al presente se llama de Aragon, antiguamente de Montaragon, de un pueblo deste nombre que por allí caia. Era comarca áspera y no cultivada en aquel tiempo, al presente de señalada fertilidad en la cosecha de pan, con que provee á otras muchas partes. Llamóse antigua

mente campo Spartanario del mucho esparto que tiene. Desta resolucion sacó gran interés don Fadrique, que residia en Villena, y la tenia en gobierno en nombre del rey don Alonso, su hermano. Era por allí el paso; bizo que por él los miserables cada uno pagase un escudo de oro. El rey de Aragon, embarazado con estos alborotos, no pudo luego volver las armas contra Castilla. Esta tardanza hizo que las sospechas de una gran guerra se trocaron en muy alegre fin y remate. En el nismo tiempo que Cristina, despues de tan largo viaje últimamente aportó á Toledo, que fué el año de nuestra salvacion de 1254, se entendió que la Reina estaba ocupada. El Rey, movido con una cosa tan fuera de lo que se esperaba, trocó el odio en amor. Los mismos que antes le persuadian que la dejase trataron que se reconciliase con la Reina; y hallaban razones en favor del matrimonio que antes tenian por inválido; tales son las adulaciones de cortesanos. Don Felipe, hermano del Rey, sin embargo que era abad de Valladolid y electo arzobispo de Sevilla, renunció el hábito clerical con voluntad del Rey, su hermano, para casar con Cristina, que aceptó aquel partido, perdida la esperanza de ser reina; matrimonio que, como mal trabado, en breve se apartó por la muerte de Cristina, que le sobrevino por la pena de la afrenta y por el desabrimiento que recibió por un trueque semejante; así lo entendia la gente vulgar. La esterilidad de la reina doña Violante se mudó en fecundidad, tanto, que parió muchos hijos á su marido. Estos fueron doña Berenguela, doña Beatriz, don Fernando, por sobrenombre de la Cerda, por causa de una muy señalada y larga con que nació en las espaldas, dou Sancho, don Pedro, don Juan, don Diego, dona Isabel y doña Leonor. Todos estos tuvo el rey don Alonso en la Reina. En otra madre de bajo linaje á don Alonso Fernandez; en doña Mayor de Guzman, hija de Pedro de Guzman, á doña Beatriz, que fueron el uno y el otro hijos bastardos. El año siguiente de 1255, Eduardo, hijo mayor de Enrique, rey de Ingalaterra, vino á España. Las causas de su venida no se dicen; podemos sospechar ¿quién lo veda? que movido del agravio de Cristina hizo aquel viaje por ser primos hermanos. Su viaje cuánto haya aprovechado el suceso de las cosas lo declara; lo cierto es que en Búrgos fué recebido benignamente del Rey, y de su mano le armó caballero, ceremonia que en aquel tiempo se usaba, halagos con que se pretendia aplacar el ánimo de aquel Príncipe mozo y bravo.

CAPITULO X.

El rey don Alonso fué elegido por emperador.

El rey don Alonso no tenia la misma fama en todas las partes y acerca de todas las naciones. En España en su reino sin duda era aborrecido del pueblo, á los reyes comarcanos no era nada agradable, dado que con cierta muestra de paz ó por miedo de su poder se detenian de tomar contra él las armas. Entre las naciones extrañas volaba la fama de su grande erudicion. Decíase que era elocuente, sagaz, instructo igualmente en las artes de la paz y de la guerra. Esto movió á algunos príncipes de Alemaña para que en la dieta del imperio, en que se trataba de elegir emperador, le nombrasen en lugar de Guillelmo César, que á la sazon

murió, y se tuviese cuenta con él, bien que no fué una la voluntad, ni los votos de todos se conformaron en uno; el arzobispo de Colonia en su nombre y en el del arzobispo de Maguncia, cuyo lugar y voz traia, y el conde Palatino nombraron por emperador á Ricardo, conde de Cornubia, hermano de Enrique, rey de Ingalaterra. Hizose este nombramiento á 6 de enero, dia de los Reyes, año que se contó del Señor de 1256; algunos señalan dos años adelante. El arzobispo de Tréveris y el duque de Sajonia, teniendo por inválida la eleccion de Ricardo, por sus votos eligieron á don Alonso, rey de Castilla, el postrer dia de marzo luego siguiente. Enviáronse embajadores á entrambos, y cada cual se tenia por legítimo emperador, y á su competidor al contrario; con tanto mas ventaja de Ricardo, que sin dilacion, dejadas todas las demás cosas, acudió á Alemaña, y de mano del arzobispo de Colonia, á quien esto toca, tomó la corona primera del imperio en Aquisgran, á 2 dias del mes de mayo. Don Alonso, embarazado con las alteraciones domésticas y desconfiado de la voluntad de sus vasallos, y principalmente por la edad de sus hijos, que era pequeña, dilató su ida, puesto que los obispos de Constancia y de Espira vinieron por embajadores en esta razon, y con nuevas embajadas que le enviaban de cada dia le importunaban fuese á tomar el imperio. Esta tardanza entibió la aficion de su parcialidad y fortificó los intentos de la parte contraria. Favorecian á don Alonso, fuera del crédito de su virtud, porque de parte de madre venia de los emperadores de Alemaña, como hijo que era de doña Beatriz, y por ella nieto de Filipe, que fué el tiempo pasado emperador. A Ricardo ayudaba mucho la semejanza de la lengua, que no es pequeña entre ingleses y alemanes, grandes y antiguas alianzas entre aquellas dos naciones, las costumbres semejantes, además del parentesco que entre sí tenian, para que le juzgasen por idóneo y digno del imperio, en tanto grado, que en negocio dudoso parecia aventajarse algun tanto su derecho. Porque dentro de un año despues de la muerte del emperador Guillelmo fué puesto en su lugar en el mismo dia que, de comun consentimiento, los electores señalaron para la eleccion; dentro de otro año, de mano del arzobispo de Colonia, á quien esto pertenece, fué en Aquisgran coronado y tomó las demás insignias del imperio, y se sentó en la silla de Carlo Magno en señal de la posesion que tomaba. En conclusion, así los príncipes como los que tenian á cargo las fortalezas, le hicieron sus homenajes; las cuales cosas todas, como quier que estuviesen establecidas por las leyes que hablan en razon de elegir los emperadores, don Alonso no las cumplió. Contra Ricardo, que á su tiempo las habia todas guardado, no se podia alegar cosa alguna; así lo decian grandes letrados, fuera de que en discordia de los electores, cuando no se conforman en uno, el conde Palatino es el legítimo juez de la diferencia; por lo menos el rey de Bohemia, cuando los votos se dividen igualmente, á la parte que él se allega aquella eleccion es tenida por válida. Alegaban que lo uno y lo otro hacian por Ricardo, pues el conde Palatino votó por él en su nombre y del rey de Bohemia, cuyas veces tenia; y luego que él mismo supo la eleccion, de nuevo la aprobó. Don Alonso, al contrario, alegaba que su eleccion fué hecha en Francfordia, den

tro de los muros de la ciudad, que era el lugar señalado de comun consentimiento de los electores para aquella eleccion. Que el de Colonia y el Palatino vinieron acompañados de gran número de soldados, no como á eleccion, sino como á guerra, y porque ponian espanto y parecia que querian hacer fuerza, fueron amonestados que desistiesen de aquel camino, y á ejemplo de los otros príncipes, con acompañamiento ordinario y competente entrasen en la ciudad. Cargábanles que no quisieron conformarse, antes por nueva manera y perjudicial se juntaron aparte, cosa de grandes inconvenientes, y fuera de la ciudad, como en los reales hicieron su eleccion. Esta era la principal nulidad en la eleccion de Ricardo. Que los príncipes que estaban en la ciudad aguardaron hasta tanto que hobo esperanza que se podrian reducir á mejor consejo, y dejada aquella porfía, concordarse con la razon y con los demás; perdida la esperanza, á postrero de marzo, por voto del arzobispo de Tréveris y del duque de Sajonia, que tenia otrosí el voto del marqués de Brandemburg, que ausente estaba, como su vicario y tambien por voto del rey de Bohemia, cuyo embajador con derecho de votar estuvo presente en la dieta, fué elegido por rey de romanos don Alonso, rey de Castilla. Estos eran los principales fundamentos de la una parte y de la otra: otros alegaban de menor cuantía, como delitos y excesos que los unos oponian contra los otros, sin que ellos se engañasen; mayormente contra el arzobispo de Tréveris se alegaba estar descomulgado, y por tanto privado de voto, á causa de nuevas y extraordinarias imposiciones que derramaba sobre sus vasallos. La otra parte contraponia que el arzobispo de Colonia hirió al cardenal de San Jorge, legado del Pontífice romano, y prendió un obispo. Asimismo que el conde Palatino maltrataba en muchas maneras las personas eclesiásticas, lo cual no era licito. Mas, que contra la sacrosanta majestad de los pontífices y de la Iglesia, en las revueltas pasadas se allegó al emperador Federico y á su hijo Conrado. Este pleito comenzó en tiempo del papa Alejandro IV; no se pudo componer por su autoridad y juicio, como fuera justo, y los que mejor lo sentian lo deseaban, á causa que cada cual de las partes, como quier que pretendiese ser de su derecho cierto, no queria, mal pecado, pasar por juicio ni sentencia de alguno ni comprometer la diferencia, porque no pareciese con esto hacian dudosa su causa; mas aína cuidaban poner el negocio en el trance de una batalla y pleitear con las armas, así suyas como de los príncipes de Alemaña, sus valedores y aliados. Gran mal por esta causa se aparejaba á la cristiandad, si á ambos príncipes no detuvieran y enfrenaran otros negocios domésticos. A don Alonso le fué impedimento estar tan léjos España; y unas dificultades que nacian y se trababan de otras le detuvieron en su reino; demás que naturalmente era irresoluto, y tenia esperanza que con artificio y maña se podria dar conclusion á aquel debate. Ricardo no pudo tomar las armas á causa que las cosas de Ingalaterra andaban muy alteradas con la guerra que se hacia en Francia con todas las fuerzas de la una y de la otra nacion, en especial que falleció el sexto año despues que se llamó emperador. El fin en que paró toda esta contienda y su remate se declarará en otra parte mas adelante.

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CAPITULO XI.

Los grandes de Castilla se alteraron coutra el rey don Alonso. Tenia el rey don Alonso condicion mansa, ánimo grande, mas deseoso de gloria que de deleites; era dado al sosiego de las letras y no ajeno de los negocios, pero poco recatado y de maravillosa inconstancia en su manera de proceder; codicioso de allegar dinero, vicio que si no se mira bien, causa muy graves daños, como entonces sucedió, que perdió las voluntades del pueblo y no supo ganar las de los grandes. Con deseo pues de huir el ocio, que es muy á propósito para sembrar chismes y levantar murmuraciones, tomó las armas contra el Andalucía, y divididas sus gentes, trataba con diversas bandas de apoderarse de los pueblos que quedaron en poder de moros. El mismo ganó á Jerez; don Enrique, su hermano, á Arcos y á Nebrija, pueblo situado en los esteros de Guadalquivir por aquella parte que con grandes acogidas de agua se derrama en el Océano. En Jerez fué puesto por gobernador don Nuño de Lara, hombre de antiguo y noble linaje, mas ya casi acabado por la flojedad ó contumacia de sus antepasados. Ofrecíase muy buena ocasion de desarraigar por toda aquella comarca las reliquias de los moros, si no fuera que otro nuevo cuidado de una nueva guerra forzó al Rey á retirarse y dejar aquella empresa. Esto fué que Teobaldo, rey de Navarra, segundo deste nombre, ya que era mayor de edad, confiado en la ayuda del rey de Aragon, con quien poco antes renovara sus confederaciones en Montagudo, con sus gentes que juntó de todas partes trataba de acometer las tierras de Castilla. Pretendia que lo de Guipúzcoa, Alava, la Rioja y Briviesca, tierras de sus antepasados, les quitaron á tuerto los años antes y que de derecho le pertenecian. Muchos grandes de CastiIla, disgustados con su Rey, se pasaran á Navarra y á Aragon, renunciada primero por público instrumento la naturalidad, que era el camino que en los tiempos antiguos hallaron para que no fuesen tenidos por traidores los que se ausentaban de su patria. Estos despertaban la llama, y á aquel Príncipe, mozo y feroz por la edad, instigaban para que tomase las armas. Entre estos grandes el mas principal era don Diego de Haro, varon muy constante y de notables prendas en lo demás, pero que no sufria se le hiciese ningun agravio ni demasía, y que se mostraba muy ofendido por ver oprimida la libertad de la patria. La muerte cortó sus intentos, que le sobrevino en el lugar de Bañares, do era ido para curarse; mas su hijo don Lope de Haro, aunque era de pequeña edad, con grande acompañamiento de los suyos se fué á Estella, ciudad en que á la sazon se hallaba el rey de Aragon. Lo mismo hizo el infante don Enrique, disgustado de todo punto con su hermano el rey don Alonso. Hicieron estos señores entre sí liga contra el poder y armas de todos los príncipes. El pueblo de Castilla y muchos grandes, dado que aun no se declaraban, sentian lo mismo de secreto. Llevaban mal que la moneda se hobiese abajado de ley, de que se siguió mayor carestía de los mantenimientos; y pretendiendo poner remedio á este daño, resultó otro mayor. Puso el Rey tasa y precio á todas las cosas que se vendian y á todas las mercadurías,

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de

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hijas del rey de Aragon, con Filipe, hijo mayor y heredero del rey de Francia, y con ella, en nombre de dote, quedaron por los franceses Carcasona y Besiers. Hobo este año grandes crecientes con las aguas, que continuaron desde antes del mes de agosto hasta 26 de diciembre; los rios se hincharon y salieron de madre, con gran daño de las labranzas y de los campos. Muchas puentes cayeron en España, entre ellas la de Toledo, que se llama de Alcántara; mas el siguiente año de 1259, que fué de los árabes el año 657, se reparó y reedificó. El letrero que está á la entrada de la puente sobre el arco de la puente, grabado en una piedra, de letra francesa y en lengua vulgar castellana lo declara.

CAPITULO XII.

Que se puso entredicho en Portugal.

que se siguió gran falta de vituallas y provision, por no querer los que las tenian vender por aquel precio. Desta manera suelen muchas veces acarrear mayor daño las cosas que parecian haberse ordenado con mucha prudencia. El rey don Alonso, como era de grande ingenió y que no ignoraba cuán grande era el peligro que le amenazaba, trató de hacer asiento y pacificarse con el rey de Aragon, que sabia no estaba muy lejos dello por andar envuelto otra vez, aunque era de grande edad, en los amores de doña Teresa Vidaura, tanto, que parecia estar olvidado de sí y de la majestad real. Viéronse en Soria; en aquella habla concertaron paces por el mes de marzo, año de nuestra salvacion de 1256, en el mismo tiempo que Margarita, madre de Teobaldo, rey de Navarra, en Francia, do estaba ocupada en asentar las cosas de Campaña, falleció á 11 del mes de abril en Pervino. Fué enterrada en el monasterio de Claravalle, muy noble y conocido en aquella sazon por el crédito que tenian aquellos monjes de santidad. El año siguiente en Toledo murió don Sancho Capelo, rey de Portugal, como se tocó arriba. El reino que por espacio de trece años habia gobernado como teniente don Alonso, su hermano, le gobernó de allí adelante con nombre de rey. Tuvo de doña Beatriz, hija del rey don Alonso, á su hijo mayor don Dionisio, y á don Alonso, conde de Portalegre, y demás destos á doña Blanca, cuyo cuerpo está sepultado en las Huelgas de Búrgos, donde por largo tiempo fué abadesa, y á doña Costanza, que murió de poca edad. En este comedio don Enrique, hermano del Rey, en Nebrija, do se retirara, movia, así moros como á cristianos, á levantarse. Don Nuño de Lara, alterado por estas práticas, como era razon, y para prevenir los intentos de don Enrique, acudió á Nebrija desde Sevilla. Avisado desto don Enrique, como no tuviese fuerzas bastantes ni ganadas del todo las voluntades de los de aquella comarca, fué forzado buirse á Valencia por mar. El rey don Jaime estaba allí ocupado en dar asiento en las cosas de aquel reino; recibióle al principio con benignidad; mas por no contravenir, si le amparaba, á la alianza puesta con su hermano poco antes, le puso en necesidad de pasar en Africa. Desde allí, gastados cuatro años en la corte del rey de Túnez y en su compañía, pobre y miserable, dió la vuelta, primero á Francia, y despues á Italia con deseo de mover guerra á su hermano, si en alguna parte hallase acogida y socorros bastantes. El rey de Aragon, asentadas las cosas deValencia, se fué á Mompeller con deseño de verse con el rey de Francia. Señalaron para las vistas un pueblo llamado Carbolio, en que á 11 dias de mayo, año de 1258, tratadas todas sus diferencias, se reconciliaron enteramente con hacer suelta el uno al otro de todo lo que hasta aquel dia cada cual poseia y se habian tomado. En particular los de Barcelona y los catalanes quedaron exemptos de todo punto del antiguo señorío y jurisdiccion de los reyes de Francia; homenaje usado y continuado desde el tiempo en que aquellas tierras se ganaron de los moros, dado que de muchos años atrás, fuera del nombre de estar sujetos y poner en las escrituras públicas el nombre del rey de Francia que á la sazon era y el año de su reinado, ninguna cosa podian allí ni hacian los reyes de Francia. Para que esta confederacion fuese mas firme se concertó desposorio entre doña Isabel, la menor de las

Las cosas en España estaban sosegadas para tanta muchedumbre de príncipes como en ella reinaban, diferentes en leyes, costumbres, aficiones y voluntades. Algunas desgracias sucedieron. Doña Violante, reina de Aragon, y el infante don Alonso, su entenado, fallecieron; los desórdenes del Rey aceleraron la muerte al uno y al otro, á lo que parece. Don Alonso llevaba mal el tratamiento que su padre le hacia y la poca estima que parecia hacer dél; como si fuera menos que los demás hermanos, ninguna mano por entonces le daba en el gobierno del reino; y para adelante con la particion que queria hacer de los estados diminuia la majestad del reino que le dejaba. Este deseño, no solo desabria en particular á don Alonso, sino en comun á los mas de los grandes, en tanto grado, que dejado el Rey, públicamente seguian la voz y las partes de su hijo. Para reducillos y sosegallos el viejo astuto poco antes de la muerte del hijo, revocada la primera donacion, le entregó y puso en su poder á Valencia, que mandó anduviese siempre unida con Aragon. La reina doña Violante llevaba mal el poder de doña Teresa Vidaura, en cuyos amores el Rey desde su primera edad estuvo enredado, y dejados por algun tiempo, de nuevo era vuelto á ellos con tan grande aficion, que parecia estar enhechizado con bebedizos. Por el albedrío desta mujer y por su antojo gobernaba las cosas particulares y públicas. A la verdad este Príncipe fué dado á deshonestidad y maltrato hasta la postrera edad; olvidado de su deber, no consideraba lo que por la fama se decia dél. Llegó el desórden á que así el tiempo pasado como adelante, muerta la reina doña Violante, la tuvo con la majestad y estado poco menos que si fuera reina. Ella misma una y dos veces puso al Rey pleito delante del romano Pontífice sobre la corona. Acusábale la palabra que decia le dió de casamiento, como arriba queda dicho. Nacieron de doña Teresa don Pedro, que fué señor de Ayerve, y don Jaime, señor de Ejerica. La reina dona Violante fué sepultada en Valbuena en un monasterio de monjas de la órden de San Bernardo, que está en Cataluña; don Alonso en Valencia en la iglesia mayor en la capilla de Santiago. Zorita, noble escritor de la historia de Aragon, dice que en el monasterio de Veruela del Cistel.Teobaldo, rey de Navarra, despues que su madre murió en Francia, conservó y defendió el principado de Campaña, que muchos señores de Francia preten

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