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Treviño por mandado de don Sancho; á don Fadrique hizo cortar la cabeza en Búrgos con grande odio del nuevo principado, pues eran estas las primeras señales y muestra que daba, mayormente que sin ser oidos los condenaron. Los mas extrañaban este hecho, conforme como á cada cual le tocaban los muertos en parentesco ó amistad, pero el odio estaba secreto y disfrazado con la disimulacion. Enviáronse embajadores el un Rey al otro. El rey de Castilla pedia que se le enviase su mujer y que aprobase la eleccion de don Saucho. Excusábase el rey de Aragon con que no estaba aun del todo determinado el negocio, y alegaba que eu su reino tenian refugio y amparo cuantos á él se acogiesen, cuanto mas su misma hermana. Pasaron tan adelante, que hobiera el de Aragon movido guerra á Castilla, como algunos pensabau, si la rebelion de los moros de Valencia no le embarazara; los cuales, confiados en la venida del rey de Marruecos, con las armas se apoderaron de Montesa; pero estos movimientos tuvieron mas fácil fin de lo que se pensaba. Los moros, despedidos de la esperanza del socorro de Africa que esperaban, entregaron al Rey el mes de agosto, año de nuestra salvacion 1277, á Montesa y otros muchos castillos que tomaran. En este tiempo el rey don Alonso era venido de Búrgos á Sevilla; de allí envió grande armada y mucha gente de guerra á cercar á Algecira por mar y por tierra. Aquella guerra ante todas cosas tenia los ánimos de los fieles puestos en cuidado; temian que los africanos, por la vecindad de los lugares y por tener ya asiento en España y guarida propria, no acudiesen muchas veces á nuestras riberas. Sin embargo, las discordias civiles por otra parte les tenian los ánimos tan ocupados, que no se les daba mucho de todo lo al; todavía intentaron de quitalles aquel nido. El verano fué don Pedro, hijo del rey don Alonso, con poderoso ejército á la conquista de aquella ciudad. Dió la vuelta sin hacer algun efecto, con mucha deshonra y pérdida de su gente, y nuestra arınada por estar falta de marineros y de soldados con la venida del rey de Marruecos fué desbaratada y presa. Deshízose el campo; los soldados unos se fueron á una parte, otros á otra. Hay quien diga que en aquel tiempo el rey de Marruecos editicó otra nueva Algecira, poco distante de la primera. El cuerpo del rey don Jaime se flevó de Valencia, donde le depositaron en un sepulcro junto al altar mayor de la iglesia catedral, y se trasladó al monasterio de Poblete, entrado ya el verano. Las exequias del difunto se celebraron espléndidamente con gran concurso de caballeros principales, que se juntaron en Tarragona por mandado del nuevo Rey.

de los bastimentos, á causa de la esterilidad de la tierra. Movido por estas dificultades, él se volvió del camino, pero envió en su lugar á Cárlos, conde de Arras, con la mayor parte y mas escogida de su gente. Era este caballero persona de grande autoridad por ser tio de la reina Juana; así, con su llegada hizo mucho efecto. El bando contrario, maltratado por los franceses junto á un pueblo llamado Reniega, se retiró á un barrio de Pamplona, que se llama Navarreria; ibanles los franceses á los alcances y apretábanles por todas partes. Por esto García de Almoravides, caudillo de aquella gente, y en su compañía sus parientes y aliados con la escuridad de la noche por entre las ceutinelas contrarias se fueron por la parte que cada cual pudo, por poblados y despoblados, y se salieron de toda la tierra. Algunos dellos fueron á parar á Cerdeña, en que por haber hecho allí su morada, hay generacion dellos el dia de hoy. Pamplona fué tomada de los enemigos, y le echaron fuego. Los que quedaron despues deste estrago, escarmentados con el ejemplo de los otros, tuvieron por bien de sosegarse; otros, acusados por rebeldes y alborotadores del reino, llamados, como no compareciesen, fueron en ausencia condenados de crímen laesae majestatis, y se ausentaron de su patria. El general francés, apaciguada que fué la discordia de los navarros y fundada la paz de la república, pasó en Castilla al llamado del rey don Alonso, y dél fué muy bien recebido y tratado magnífica y espléndidamente, como pariente muy cercano que era. Con la mucha familiaridad y conversacion el rey don Alonso se adelantó á decir que no le faltaban á él cortesanos de la misma casa del rey de Francia que le diesen aviso y descubriesen los secretos del Rey y de sus grandes. Esto, quier fuese verdad ó fingido para tentar el ánimo del Francés, él lo tomó tan de veras, que desde entonces Broquio, camarero del rey de Francia, comenzó á ser tenido por sospechoso. Acrecentaron la sospecha unas cartas suyas que enviaba al rey don Alonso en cifra, que vinieron en poder de los que le calumniaban, por haberse muerto en el camino el correo que las llevaba. Pasó el negocio tan adelante, que fué condenado en juicio y pagó con la cabeza; pero esto avino algun tiempo adelante. Doña Violante, reina de Castilla, como viese que la edad de sus nietos, que ella mucho queria, era menosprecia la, y que anteponian á don Sancho, y que ella no estaba muy segura, en tanta manera pervierte todos los derechos la execrable codicia del reinar, pensó de huirse; con este intento hizo que el rey de Aragon, su hermano, viniese al monasterio de Huerta, so color de querelle allí hablar. Acompañaban á la Reina sus nietos por manera de houralla, y así con ellos se entró en Aragon; procuró de estorbárselo el rey don Alonso desque supo lo que pasaba, pero fué por demás. El pesar que con esto recibió fué tal y el coraje, que ninguna pérdida suya ni de su reino le pudiera entristecer mas. El enojo y saña del Rey se volvió contra aquellos que creyó ayudaron y tuvieron parte en la partida de la Reina; mandó prender en Burgos, donde e! Rey y don Sancho eran idos de Segovia, al infaute don Fadrique, su hermano, y á don Simon Ruiz de Haro, señor de los Cameros, varon de alto linaje y de muy antigua nobleza. Ardia la casa real y la corte en discordias, y eran muchos los que favorecian á los nietos del Rey. Simon Ruiz fué quemado en

CAPITULO IV.

De diversas hablas que tuvieron los reyes

Con la partida de la reina doña Violante los reyes de Castilla y Francia comenzaron á estar muy cuidadosos por respeto de los niños infantes. El cuidado por entrambas partes era igual, los intentos diferentes y aun contrarios. El de Castilla quisiera estorbar que no se pasasen en Francia, do para su inocente y tierna edad tenian muy cierta la acogida y el amparo, en especial que don Sancho, su hijo, le ponia en esto con el deseo que tenia de asegurarse, sin descuidarse de continuar en granjear las voluntades de grandes y pequeños con

con él enemistad. Falleció en Lisboa al principio deste mismo año el rey don Alonso de Portugal, padre de don Dionisio. Vivió setenta años, reinó treinta y dos; en el monasterio de Santo Domingo de aquella ciudad que él edificó, enterraron su cuerpo. Don Sancho, luego que se hobo visto con su padre, fué por su órden á hacer levas de gente por todo el reino y apercebirse de soldados contra el rey de Granada, que á la sazon sabia estar ocupado en la obra del alcázar de aquella ciudad, llamado el Alhambra, fábrica de gran primor y en que gastó gran tesoro, ca era este rey Moro no menos diestro en semejantes primores que en el arte militar. Para movelle guerra no podian faltar achaques, y siempre los hay entre los príncipes cuyos estados alindan. Lo que yo sospecho es que el rey de Granada en la guerra de Algecira dió favor al de Marruecos, de lo cual por estar agraviados los nuestros, en el asiento que se tomó poco antes desto con los africanos no fueron comprehendidos los de Granada. Dionisio, rey de Portugal, sea por no fiarse de su abuelo, como quier que sean dudosas é inconstantes las voluntades de los hombres, sea por pensar se inclinaba mas á su hermano (como de ordi

la nobleza de su condicion, agudeza de ingenio y agradables costumbres, y con valor y diligencia apercebirse para todo lo que podia suceder. El de Francia temia que si venian á manos y poder de su tio correrian peligro de las vidas, por lo menos de perder la libertad. Sabia muy bien cuán descosos son los hombres naturalmente de mando, y que la ambicion es madre de crueldad y fiereza. Habíanse enviado sobre esta razon diversas veces de parte de Castilla y de Francia muy solemnes embajadas al rey de Aragon, cosa muy honrosa para aquel Príncipe, que fuese como juez árbitro para concertar dos reyes tan poderosos, muy á propósito para sus intentos tener suspensos aquellos príncipes y en su poder los infantes. Ventilado el negocio, finalmente se acordó que dona Violante tornase con su marido y que los infantes quedasen en Aragon sin libertad de poder ausentarse; lleváronlos al castillo de Játiva y allí los pusieron á recado. Esta resolucion dió mucha pena á doña Blanca, su madre, por parecelle que en quien fuera justo hallar amparo allí se les armaba celada, y con nuevos engaños les quitaban la libertad. Partióse pues para Aragon, mas no alcanzó cosa alguna, porque las orejas del Rey las halló sordas á sus ruegos y lágri-nario siempre favorecemos la parte mas flaca, y aun el

que es mas poderoso, en cualquier diferencia puesto
que tenga mejor derecho, siempre parece que hace
agravio), si bien habia llegado á Yelves, que está tres'
leguas de Badajoz, repentinamente mudado de pare-
cer volvió atrás. Fué grande el enojo que el rey don
Alonso recibió por esta liviandad; así, perdida la espe-
ranza de verse con su nieto, muy desabrido dió la vuel-
ta para Sevilla. En este tiempo Conrado Lanza, general
'de la mar por el rey de Aragon, persona de grande au-
toridad para con todos por ser pariente cercano de la
reina dona Costanza, con una armada que aprestó de
diez galeras corrió las marinas de Africa, mayormente
las de Túnez y Tremecen, en castigo de que aquellas
ciudades no querian pagar el tributo que algunos años
antes concertaron. Cierto autor afirma que esta em-
presa fué y se enderezó para meter en posesion del rei-
no de Túnez á Mirabusar, á quien su hermano le echa-
ra dél. Todos concuerdan que la presa que de allí lle-
varon los aragoneses fué grande, y que en el estrecho
de Gibraltar de diez galeras que encontraron del rey de
Marruecos y las vencieron, parte tomaron, parte echa-
ron á fondo. El rey de Aragon en Valencia, donde se
entretenia muy de ordinario, hizo donacion á don Jai-
me, su hijo, habido fuera de matrimonio, del estado de
Segorve por el mes de noviembre. En Castilla de cada
dia se aumentaba la aficion que los naturales tenian al
infante don Sancho, y aun á muchos parecia que tra-
taba de cosas mayores de lo que al presente mostraba,
y que luego que concluyese con los sobrinos, menos-
preciaria á su padre, que ya por su edad iba de caida,
y le quitaria el mando y la corona. El padre por su gran
descuido de ninguna cosa menos se recataba que desto,
sin saber las práticas de su hijo, así las públicas como

mas; no hacia caso de todo lo que se podia decir y pensar á trueco de enderezar sus particulares. Desde allí muy enojada pasó en Francia á hablar al Rey, su hermano, y movelle á hacer la guerra contra Castilla y Aragon, si no condescendian con lo que era razon y ella pretendia. Era muy á propósito el reino de Navarra, que se tenia por los franceses, para estos intentos, por confinar con Castilla y Aragon por diversas partes. Puso esto en cuidado al rey de Aragon y al infante don Sancho; para tomar acuerdo de lo que se debia hacer, deterininaron venir á habla. Señalaron para ello cierto Jugar entre Requena y Buñol, acudieron allí, y se juntaron el dia aplazado á 14 de setiembre del año del SeTor de 1279. En esta junta y habla, echados aparte todos los desabrimientos y enojos pasados, trabaron entre sí amistad y pusieron confederacion para valerse al tiempo de necesidad. Concluida esta habla, el rey de Aragon tomó el camino de Cataluña, que estaba alterada por las discordias de la gente principal. Armengol de Cabrera era el principal atizador destas revueltas, bijo de Alvaro de Cabrera, al cual el Rey poco antes diera el condado de Urgel, como á su feudatario y por respeto del conde de Fox; todo esto no bastó para ganalle. El Rey, visto lo que pasaba, se puso sobre la ciudad de Balaguer, cabecera de aquel estado; prendió al dicho Armengol y á su tio Rogerio Bernardo, conde de Fox, con otros señores que dentro halló; túvolos presos largo tiempo, en especial al de Fox, que se rebelara mas veces y mas feroz se mostraba; con tanto calmaron las alteraciones de los catalanes. Don Sancho se encaminó á Badajoz, donde su padre estaba, que era venido desde Sevilla á verse con don Dionisio, su nieto, rey de Portugal, con intento de hacer las paces entre él y don Alonso, su hermano, al cual pretendia por fuer-las secretas. Partió pues don Sancho el año luego si

za de armas echar del estado que su padre le dejó en Portugal. Alegaba diversas razones para dar color á esta su pretension, de que recebian mucho descontento las gentes de Portugal, por ver que entraba con tan mal pié en el reino, y que apenas era muerto su padre cuando pretendia despojar á su hermano y trabar

guiente de 1280 á la primavera con el ejército que tenia levantado la vuelta de Jaen; y con nuevas compañías que su padre le envió desde Sevilla, aumentado su ejército, entró muy pujante por las fronteras de Granada, taló y robó toda la campaña, sin parar hasta ponerse á vista de la misma ciudad, quemó muchas aldeas y pue

blos, recogió gran presa de gente y de ganados, con que volvió á Córdoba, desde allí acompañó á su padre hasta Sevilla. Con el buen suceso desta guerra ganó mayor autoridad y granjeó del todo las voluntades de la gente, cosa que él estimaba en mas que todas las demás ganancias, por asegurarse en la sucesion del reino, que era el cuidado que mas le aquejaba. Principalmente que Filipe, rey de Francia, con la aficion que tenia á los dos infantes, sus sobrinos, hacia instancia que fuesen puestos en libertad, y que en lugar de su abuelo que los pedia, se los entregasen á él. Envió pues sobre esta razon embajadores á los dos reyes; llevaron órden que al principio tratasen el negocio amigablemente, ca no tenia perdida la esperanza que hobiesen de dar oidos á tan justa demanda; si no se allanasen, como deseaba, les diesen á entender que tendrian en los franceses enemigos mortales; que él estaba resuelto de amparar la inocente edad de aquellos mozos por toda las vias y maneras que pudiese. Como los nuestros no se moviesen por amenazas ni por ruegos, se trató y acordó que para tomar algun medio, y en presencia componer todas las diferencias, los tres reyes se juntasen á habla, para lo cual se dieron unos á otros la palabra y seguridad bastante. Con esta determinacion el rey de Francia llegó á Salvatierra, el rey de Castilla á Bayona, ciudad que está en los pueblos dichos antiguamente tarbellos en los confines de Guiena. No se juntaron los reyes para tratar de las condiciones y del asiento. El infante don Sancho desbarató la junta con su astucia y con sus mañas, por temer no alcanzasen de su padre, que claramente via estar aficionado á los nietos, alguna cosa que le empeciese á él. Lo que solamente se pudo alcanzar fué que Cárlos, príncipe de Taranto, hijo del rey de Sicilia, interviniese entre los reyes y llevase los recados de la una parte á la otra; y sin embargo, no se concluyó cosa ninguna, porque todos los intentos de los príncipes desbarataba con sus mañas don Sancho, si bien lo que los franceses pedian parecia muy justificado, esto es, que se le diese al infante don Alonso la ciudad de Jaen con nombre de rey, y como á feudatario y dependiente de los reyes de Castilla. Desbaratada que fué la junta, todavía los reyes de Francia y Aragon se vieron en Tolosa para tratar deste negocio entre sí. El fruto desta habla no fué mayor que el de antes, en tanto grado, que parecia hacian burla del rey de Francia. Solo se sacó de esta junta que el rey de Francia prometió debajo de juramento dejaria el estado de Mompeller á don Jaime, rey de Mallorca, porque antes desto pretendia ser suyo y quitársele. May alegre quedó el infante don Sancho de que con todo el esfuerzo que aquel Rey hizo y con tantas porfías no se habia alcanzado de los reyes cosa alguna que fuese en pro de los infantes, sus sobrinos. Solo se recelaba de la inconstancia de su padre, por la compasion que mostraba tener de aquella tierna edad, no viniese á favorecer los nietos, ca de estar mudado de parecer se vian manifiestas señales. Y muchos que con diligencia y cuidado consideran los enojos de los príncipes y sus inclinaciones, por entender esto no cesaban de irritar al rey don Alonso contra su hijo, y contalle y encarecelle sus desacatos. Decian que estaba apoderado de todo el gobierno, que todo lo trastornaba y revolvia conforme á su antojo, que no estimaba en nada su real autoridad y

grandeza. Era el rey don Alonso de ingenio vario, mudable, doblado, tenia en sus acciones una maravillosa inconstancia, falta que con la edad suele tomar mas fuerza. Don Sancho, por entender estas cosas, determinó ayudarse de socorros extraños y de fuera, y hacerse amigo del rey de Aragon y prendalle, en que puso mucha diligencia. Envióle sobre esta razon y con este intento sus embajadores, primero á don Gonzalo Giron, maestre de Santiago, despues al marqués de Monferrat. La suma de la embajada era que se juntasen para tratar de sus haciendas y de cosas de mucha importancia. Acordado esto, los reyes don Alonso, don Pedro y tambien el infante don Sancho se juntaron entre Agreda y Tarazona en un pueblo que se llama el Campillo. Fué esta junta á 27 de marzo del año de 1281 Asentóse confederacion entre aquellos dos reinos de tal guisa, que los que fuesen amigos del uno fuesen amigos del otro, y lo mismo de los enemigos, sin exceptar á persona alguna; que el que primero quebrantase este concierto, pagase de pena diez y seis mil libras de p'ata. Dieron al rey de Aragon en esta junta á Palazuelos, Teresa, Jera, Ayora, y á don Manuel, hermano del rey don Alonso, cuyas eran estas villas, dieron en recompensa la villa de Escalona. Esto fué lo que se trató en público; de secreto se acordó que los dos reyes acometiesen el reino de Navarra y se enseñoreasen dél; señalaron otrosí la parte que á cada cual habia de pertenecer acabada la conquista. Ultra desto, se le concedió á don Sanebo que los infantes estuviesen en el castillo de Játiva á buen recado. El cual, despedida la junta, en Agreda donde fué con los dos reyes, para obligar mas al rey de Aragon y ganalle mas la voluntad, le prometió y aseguró muy de veras que como su padre falleciese, le dejaria todo el reino de Navarra para que le encorporase en la corona de Aragon, y ultra desto le daria en Castilla la villa de Requena con todos los lugares de su jurisdicion, que están hácia el reino de Murcia y á la raya del de Valencia. Andaba su partido en balatizas, y su ánimo dudoso entre el miedo y la esperanza; por esto no le parecia vergonzoso y feo comprar su seguridad á costa de tantas promesas. Don Juan Nuñez de Lara, en aquellos tiempos varon grave y poderoso, segun se ve en las historias, era scuor de Albarracin por via de dote con doña Teresa, hija de doa Alvaro de Azagra, que fué señor de Albarracin, y por cousiguiente nieta de don Pedro Rodriguez de Azagra. Dende allí por la fortaleza del lugar y por estar á las rayas de Aragon y Castilla tenia costumbre de hacer correrías en ambas partes y solia llevarse muchos despojos, además que recebia debajo de su amparo y proteccion á todos aquellos que de los dos reinos acudian á él por delitos que hobiesen cometido. Particularmente don Lope Diaz de Haro, señor tan poderoso, se vino y metió en aquella ciudad, por estar muy mal enojado con don Sancho y con el rey de Castilla á causa de la muerte del infante don Fadrique y del señor de los Cameros. Trataron entre sí don Sancho y el rey de Aragon en Tarazona de dar órden de conquistar aquella ciudad, y deshacer á don Juan de Lara. El rey don Alonso se fué á Búrgos á celebrar las bodas de sus hijos don Pedro y don Juan. A don Pedro dió por mujer una hija del señor de Narbona, y á don Juan una hija del marqués de Monferrat, que fué lo inas que se sacó y se efectuó con

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Cómo don Sancho se rebeló contra su padre.

Las vehementes sospechas que entre don Sancho y su padre el rey don Alonso se despertaron de pequeños principios poco a poco, como acontece, vinieron á á parar en discordia manifiesta y en guerra. Llevaba mal el rey don Alonso verse á causa de su vejez poco estimado de muchos ; dábale pena el deseo que sentia en sus vasallos de cosas nuevas. Para acudir á este daño tan grande y ganar reputacion entre los suyos, con gente de guerra que juntó se determinó hacer una nueva entrada en tierra de moros, con que les robó y taló la campaña y les hizo otros daños, dado que su edad era mucha y el cuerpo tenia quebrantado por los muchos trabajos y pesadumbres. Ninguna cosa mas le aquejaba que la falta del dinero, cosa que desbarata los grandes intentos de los príncipes. Trataba de hallar algun medio para recogello. Parecióle que el camino mas fácil seria batir un nuevo género de moneda, así de cobre como de plata, de menor peso que lo ordinario y mas baja de ley y que tuviese el mismo valor que la de antes, mal arbitrio, y que no se sufre hacer sino en tiempos muy apretados y en necesidad extrema. Resultó pues desta traza un nuevo daño, es á saber, que se encendió mas el odio que públicamente los pueblos tenian concebido contra el Rey, mayormente que se decia por cosa cierta que en las causas civiles y criminales y en castigar los delitos no tenia tanta cuenta con la justicia, como con las riquezas que las partes tenian, y que á muchos despojaba de sus haciendas por cargos y acusaciones fingidas que les imponian, cosa que no se puede excusar con ningun género de necesidad, y con ninguna cosa se ganan mas las voluntades de los vasallos para con su príncipe que con una entereza y igualdad en hacer á todos justicia. Envió por embajador á Francia á Fredulo, obispo de Oviedo, francés que era de nacion. Echaron fama que para visitar al rey Filipo y por su medio alcanzar del Sumo Pontifice la indulgencia de la cruzada para los que fuesen á la guerra de los moros. El principal intento' era comunicar y tratar con él la manera cómo pondrian en libertad á sus nietos, fuese por la compasion que tenia de aquella inocente edad y por la aficion que tenia á los infantes como á sus nietos, ó lo que yo mas creo, por el aborrecimiento que habia cobrado á don Sancho, su hijo, por cuyo miedo los años pasados, mas que por su voluntad, los privó de la sucesion del reino. No se le encubrieron á don Sancho las pretensiones de su padre, como quiera que no pueda haber secreto en semejantes discordias domésticas. Acordó de prevenirse; en particular para ayudarse del socorro de los moros se partió para Córdoba; allí asentó confederacion con el rey de Granada, y para ganalle mas le soltó las dos partes del tributo que pagaba, partido que poco antes pretendió el Moro del rey don Alonso y

él no lo quiso aceptar. Demás desto por negociacion del infante don Juan, que ya era del bando del infante. don Sancho, su hermano, los grandes de Castilla y de Leon, que muy de atrás andaban desabridos por la severidad del Rey y su aspereza, se declararon por su hijo. La memoria fresca del triste suceso del señor de los Cameros y del infante don Fadrique atizaba mas estos desabrimientos. Tratábanse estas cosas al principio del año 1282 del nacimiento de Cristo nuestro Señor. En el mismo año por el mes de agosto en la villa de Troncoso se celebraron las bodas entre Dionisio, rey de Portugal, y doña Isabel, hija mayor del rey de Aragon. Esta es aquella reina doña Isabel que por sus grandes virtudes y notable piedad es contada entre los santos del cielo, y su memoria se celebra en aquel reino con fiesta particular. Este Rey, sin tener respeto á su abuelo, atraido con la destreza y mañas de don Sancho, se junto con él y se declaró por su amigo y aliado, sea por algun enojo que tenia con su abuelo, sea por tener por esta via esperanza de mejor partido y remuneracion. El rey don Alonso miraba poco las cosas por venir, así por su larga edad como por la comun tacha de nuestra naturaleza, que en sus proprios negocios cada cual es menos prudente que en los ajenos; estorba el miedo, la codicia y el amor proprio, y ciega para que no se vea la verdad. Hizo llamar á Cortes para la ciudad de Toledo, por ver si en alguna manera se pudieran sosegar las voluntades de su hijo y de la gente principal sin poner mano á las armas. Por seguir el camino mas blando, que era apaciguallos amigablemente, nise apercibió como fuera menester, ni usó de bastante recato. Don Sancho por otra parte, confiado en el favor y ayuda de la nobleza y por estorbar la traza y ardid de su padre, llamó asimismo á Cortes para Valladolid; acudió á su llamado mucha mas gente que á Toledo. Tenia deseo de dejar sucesion; casó con doña María, hija de Alonso, señor de Molina, que era su pariente en tercero grado. Deste matrimonio le nacieron don Fernando, su primogénito, y otros hijos. En aquellas Cortes todo lo que se hizo fué conforme al parecer de los grandes que allí se juntaron, porque don Sancho les otorgó todo aquello que se atrevieron á pedir, así en pro de cada cual dellos como para el público, además de muy mayores mercedes que les prometió para adelante, camino que le pareció el mejor de todos para ganar las voluntades de grandes y pequeños. Proveyéronse nuevos oficios y cargos, hiciéronse nuevas leyes; cuanto cada uno tenia de fuerza y autoridad, tanta mano metia en el gobierno del reino. Cundió el deseo de cosas nuevas y de levantarse contra su rey, y llegó hasta la gente vulgar. Tal era la disposicion de los corazones en aquella sazon, que hazaña tan grande como quitar el ceptro á su Rey unos se atreviesen á intentalla, muchos la deseasen y casi todos la sufriesen, sin faltar quien en medio del aplauso y vocería llamase rey á don Sancho y le diese nombre de padre de la patria con todos los demás títulos de príncipe. Mas él constantemente lo desechó con decir que mientras su padre fuese vivo no sufriria le quitasen el nombre y honra de Rey, ora fuese por mostrarse modesto y despreciar un vano apellido, pues en efecto todo lo mandaba, ó por encender mas las voluntades del pueblo con entretenellos. Pasó el negocio tan adelante, que

guerra que allí pudo ayuntar. Córdoba se defendió valerosamente por el esfuerzo de los ciudadanos y la buena diligencia de don Sancho, que se previno con presteza contra la venida de los enemigos. Así el rey Moro á los veinte dias que puso el cerco le alzó; para la priesa que traia, cualquier dilacion le era pesada. Todavía con voluntad del rey don Alonso pasó por Sierramorena y llegó hasta Montiel; hizo gran daño en toda aquella tierra y grandes despojos con que se volvió á Ecija. Este fué el fruto de la discordia civil y no otro. Acudió allí el rey don Alonso, pero luego se retiró secretamente y se fué á Sevilla, de donde era venido, por aviso que le dieron que el rey Moro trataba de le prender; si fué verdad ó mentira no se sabe. Lo que consta es que el Moro mostró gran sentimiento y pesar de que en su lealtad se pusiese duda, en tanto grado que, dejada España, se pasó en Africa; restituyó empero á dou Alonso mil caballos escogidos que con su licencia tiraban sueldo del rey Moro, que fué señal de no ir de todo punto desabrido. Era caudillo desta gente Hernan Ponce; cuéntase que como junto á Córdoba se encontrasen con diez mil caballos de los enemigos, fué tan brava la carga que les dieron, que los rompieron y pu sieron en huida: tan grande era su valor y esfuerzo, tan señalada su destreza, conocida y probada en muchas guerras. En Sevilla el rey don Alonso en una solemne junta que tuvo privó á su hijo don Sancho de la sucesion del reino con palabras muy sentidas y graves y mil denuestos y maldiciones que descargó sobre su cabeza, como se puede pensar de padre tan ofendido. Pasó esto á 8 dias del mes de noviembre. El infante don Sancho hacia poco caso de aquellas maldiciones y saña; renovó la confederacion con el rey de Granada, y en la comarca de Córdoba, donde estaba, se apercebia para todo lo que pudiese suceder; la gente de guerra para que invernasen repartió por aquellos lugares.

sin embargo el infante don Manuel, tio de don Sancho, en nombre suyo y de los grandes, por sentencia pública que se pronunció en las Cortes, privó al rey don Alonso de la corona. Castigo del cielo sin duda, merecido por otras causas y por haberse atrevido con lengua desmandada y suelta, confiado en su ingenio y habilidad á reprehender y poner tacha en las obras de la divina Providencia y en la fábrica y compostura del cuerpo humano; tal es la fama y voz del vulgo desde tiempo antiguo continuada de padres á hijos. Este atrevimiento castigó Dios con tratalle desta manera, revés que dicen él habia alcanzado por el arte de astrología, en que era muy ejercitado, si arte se puede llamar, y no antes engaño y burla, que siempre será reprehendida y siempre tendrá valedores. Añaden que deste conocimiento procedieron sospechas y que con el miedo se hizo cruel, de que resultó el odio que le tenian, y del odio procedió su perdicion y caida. Las bodas del infante don Sancho se celebraron en Toledo; el aparato no fué muy grande, por estar en víspera de la guerra civil todo revuelto. El rey don Alonso, reducido á estos términos por verse desamparado de los suyos, acudió á pedir socorro y dineros prestados al rey de Marruecos. Envióle en prendas su real corona, que era de gran valor. Alonso de Guzman, señor de Sanlúcar, por desabrimientos que tuvo con el rey don Alonso, residia á la sazon en Marruecos; la causa en particular no se sabe; lo cierto es que era estimado en mucho de aquel rey Moro y que le hizo capitan de sus gentes. Hoy dia se muestra una carta del rey don Alonso, para él muy bumilde por el aprieto en que se hallaba, que fué la mayor miseria estar forzado á rogar y humillarse á su mismo vasallo que le tenia ofendido. Por la carta le ruega se acuerde de la amistad antigua que entre ellos habia y de su nobleza ; ponga en olvido los desgustos y cosas pasadas y le favorezca en aquel aprieto; sea parte para que se le envien dineros y gente de guerra, pues puede y alcanza tanto con el rey Moro. Prométele que tendrá perpetua memoria deste beneficio y servicio, y que en efecto podrá esperar de su benignidad cualquier cosa, por grande y dificultosa que sea, que corresponderá en todo á su deseo. El rey Bárbaro lleno de esperanzas y por parecelle se le ofrecia buena ocasion de mejorar su partido á causa de las discordias de Castilla, hizo aun mas de lo que se le pedia. Con acuerdo del rey don Alonso pasó en Algecira; y en Zahara, villa del reino de Granada, se vió con él. Usaron entre los dos de grandes comedimientos y cortesías. Diósele al rey don Alonso mas alto lugar y silla, honra que se le hizo por ser huésped y porque el de Marruecos ganó el reino que tenia; don Alonso procedia de casta de reyes y desde su niñez fué criado como quien habia de ser Rey, por tanto era mayor en dignidad, que fueron todas razones del mismo Bárbaro. Tratóse en esta habla de la forma que se debia tener en hacer la guerra, pues la esperanza de hacer y asentar paces con su hijo era ninguna, aunque desto tambien se movió plática. De las ciudades de la Andalucía, Sevilla se tenia por el rey don Alonso, Córdoba por don Sancho, su hijo. Los moros tomaron á su cargo de cercar aquella ciudad, como lo hicieron despues de talar y robar los campos comarcanos. Acudió el rey don Alonso desde Sevilla al cerco con la gente de

CAPITULO VI.

De la conjuracion que hizo Juan Prochita contra los francesos en Sicilia.

Este año fué notable, no solamente por el desafuero que hicieron al rey don Alonso y las discordias de Castilla, sino mucho mas por la conjuracion muy famosa de Juan Prochita. Este fué señor de la isla de Prochita, que cae junto á Sicilia, varon de grande ingenio, y que fué muy estimado y grande amigo del rey Manfredo; los años pasados por no ser maltratado de los franceses, que entonces tenian el mando y buscaban todas las ocasiones de descomponer la gente poderosa, se recogió á Aragon. Los reyes de Aragon don Jaime y don Pedro holgaron de su venida por ser persona de tanto valor, por medio del cual podrian cobrar los reinos de Sicilia y Nápoles, que pretendian contra derecho les quitaron. No solo le recogieron con mucha alegría y muestras de amor, sino le heredaron de grandes posesiones con que pudiese sustentar su vida, particularmente le dió el rey don Pedro en tierra de Valencia á Lujen y á Benizan y á Palma. Los gibelinos, oprimidos por el mando que los franceses tenian en toda Italia, gen. te feroz y soberbia, así lo publicaban ellos, comenzaron á volver los ojos á los aragoneses, ca tenian esperanza que con su ayuda podrian desechar aquel pesa dísimo yugo y imperio. Vió Italia en aquella sazon lo

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