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tenia cierta la ayuda y favor de su gente, y las voluntades aficionadas. El rey don Pedro con su armada pasó en España. A 1.° de junio, que era el dia aplazado para la batalla, el rey don Cárlos con el escuadron de sus caballeros se presentó en Bordeaux. El rey don Pedro no pareció. Los escritores franceses atribuyen este hecho á cobardía, y que quisieron engañar los ánimos sencillos de los franceses con aquella muestra de honra que les ofrecieron, como quier que el rey de Aragon en aquel medio tiempo pretendiese fortalecerse, juntar armas y gente. Nuestros historiadores le excusan; dicen que fué avisado el rey don Pedro del gobernador de Bordeaux se guardase de las asechanzas de los franceses, que le tenian armada una zalagarda, y que el rey de Francia venia con grande ejército. Por ende hiciese cuenta que los cien caballeros aragoneses habian de combatir contra todo el poder de Francia. A la verdad los franceses mas cercano tenian el socorro que los aragoneses. Con este aviso dicen que el rey de Aragon entregó al gobernador de Bordeaux el yelmo, el escudo, la lanza y la espada de su mano á la suya en señal que era venido al tiempo señalado; y por la posta se libró de aquel peligro, y se pasó á Vizcaya, que cae cerca. Dejó por lo menos materia á muchos discursos, opiniones y dichos; ocasion y aparejo para nuevas guerras y largas.

CAPITULO VII.

De la muerte de don Alonso, rey de Castilla. Luego que el rey de Aragon volvió á su tierra trató en un mismo tiempo de efectuar dos cosas: la una era echar á don Juan Nuñez de Lara de Albarracin, á causa que por la fortaleza de aquella ciudad muchas veces corria libremente las fronteras de Aragon; la otra apaciguar los señores aragoneses y catalanes, que en tiempo tan trabajoso, en que tenian entre manos tantas guerras con los forasteros y tan fuera de sazon, andaban alborotados. Quejábanse que eran maltratados del Rey, casi como si fueran esclavos; que no se tenia cuenta con las leyes, antes les quebrantaban todos sus fueros y libertad, finalmente, que los desaforaba. No faltaban entre ellos lenguas sueltas para alborotar los pueblos so color de defender la libertad de la patria. Para acudir á estas revueltas se juntaron Cortes, primero en Tarazona, despues en Zaragoza, y últimamente en Barcelona; ofreció el Rey de emendar los daños y desórdenes pasados y expedir en esta razon nuevas provisiones, con que la gente se apaciguó. Fuéronles muy agradables aquellos halagos y blandura, si bien sospechaban que otro tenia en el pecho, y que no procedian tanto de voluntad cuanto del aprieto en que el Rey se hallaba. La guerra con los franceses, que era de tanta importancia, le tenia puesto en cuidado; y el recelo que si se ocupaba en las cosas de Italia y Sicilia no se alborotasen en Aragon sus vasallos le hizo ablandar. Demás desto, la descomunion que contra él fulminó el Papa, como poco antes se dijo, le tenia may congojado, y mas en particular una nueva sentencia que en 21 del mes de marzo pronunció en Civitavieja, en que como inobediente á sus mandamientos le privaba de los reinos de su padre, y daba la conquista dellos á Cárlos de Valoes, hijo menor del rey de Francia. Rigor que á mu

chos pareció demasiado, y que no era bastante causa para esto haberse apoderado de Sicilia, pues los mismos sicilianos puestos en aquel aprieto le llamaron y convidaron con aquel reino para que los ayudase; demás que le pertenecia el derecho del rey Manfredo, ultra de la voluntad y consentimiento que tenia por su parte del pontifice Nicolao III, que se allegaba á lo demás. Si los negocios de Aragon andaban apretados, en Castilla no tenian mejor término por las alteraciones que prevalecian entre el rey don Alonso y su hijo. La mayor parte seguia á don Sancho; don Alonso por verse desamparado de los suyos acudia á socorros extraños; segunda vez hizo venir al rey de Marruecos en España, si bien porque la sonada no fuese tan mala, dió á entender que era contra el rey de Granada, que favorecia á sus contrarios y tenía hecha liga con don Sancho. Esta empresa no fué de efecto memorable á causa que los africanos hallaron á los contrarios mas apercebidos de lo que pensaban; y el rey de Granada, con tener puesta guarnicion en sus ciudades y plazas, huia de encontrarse con el enemigo, y no queria ponello todo al trance de una batalla. Con tanto el de Marruecos dió la vuelta para Africa. El rey don Alonso, ya que esta traza no le salió como pensaba, acudió á otra diferente, solicitó al Francés para que le acudiese contra su hijo; demás desto, procuró ayudarse de la sombra de religion y cristiandad. Fué así, que por sus embajadores acusó á don Sancho, delante el pontifice Martino IV, de impío, desobediente y ingrato, y que en vida de su padre le usurpaba toda la autoridad real sin querer esperar los pocos años que le podian quedar de vida, por su mucha ambicion y deseo de reinar. Dió oidos el Pontífice á estas quejas. Expidió su bula en que descomulgó todos aquellos que contra el rey don Alonso siguiesen á su hijo don Sancho. Nombró jueces sobre el caso, los cuales en todas las ciudades y villas que le seguian, pusieron entredicho, como se acostumbra entre los cristianos; de suerte que en un mismo tiempo, aunque no por una misma causa, en Aragon y Castilla estuvo puesto entredicho y tuvieron los templos cerrados, cosa que dió gran pesadumbre á los naturales, y todavía se pasó en esto adelante, sin embargo que don Sancho amenazaba de dar la muerte á los jueces y comisarios del Papa, si los hobiese á las manos. Todo esto y el escrúpulo y miedo de las censuras fué causa que muchos se apartaron de don Sancho. Entre los primeros sus hermanos los infantes don Pedro y don Juan, conforme á la inclinacion natural, comenzaron á condolerse de su padre. Entendió esto don Sancho, entretuvo á don Pedro con promesa de dalle el reino de Murcia. Don Juan, dado que dió muestras de estar mudado de voluntad, de secreto se partió, y por el reino de Portugal se fué á Sevilla, do su padre estaba. Muchos pueblos, arrepentidos de la poca lealtad que á su Rey tuvieron, buscaban manera para alcanzar perdon y salir de la descomunion en que los enlazaron; y luego que lo alcanzaron, se le rindieron con todas sus haciendas. En este número fueron Agreda y Treviño, y muchos caballeros principales, como don Juan Nuñez de Lara y don Juan Alonso de Haro y el infante don Diego, se juntaron con el campo de Filipo, rey de Francia, que venia en ayuda del rey don Alonso, y con él entraron por tierras de Castilla, robaron y talaron los campos hasta To

Murcia, á ambos con nombre de reyes, pero como á feudatarios y movientes de los reyes de Castilla. Su corazon mandó se enterrase en el monte Calvario, movido de la santidad de aquel lugar, su cuerpo en Sevilla ó en Murcia. No se cumplió su voluntad enteramente; el corazon y entrañas están en Murcia junto al altar mayor de la iglesia catedral, el cuerpo está enterrado en Sevilla cerca del túmulo de su padre y madre. El sepulcro y lucillo no es muy rico ni era necesario, porque su vida, si bien tuvo faltas, y las cosas que por él pasaron, merecian que su memoria durase y su nombre fuese inmortal. Grande y prudentísimo rey, si hobiera aprendido á saber para sí, y dichoso, si en su postrimería no fuera aquejado de tantos trabajos y no hobiera mancillado las dotes excelentes de su ánimo y cuerpo con la avaricia y severidad extraordinaria de que usó. El fué el primero de los reyes de España que mandó que las cartas de ventas y contratos y instrumentos todos se celebrasen en lengua española, con deseo que aquella lengua, que era grosera se puliese y enriqueciese. Con el mismo intento bizo que los sagrados libros de la Biblia se tradujesen en lengua castellana. Así desde aquel tiempo se dejó de usar la lengua latina en las provisiones y privilegios reales y en los públicos instrumentos, como antes se solia usar; ocasion de una profunda ignorancia de letras que se apoderó de nuestra gente y nacion, así bien eclesiásticos como seglares.

CAPITULO VIII.

De los principios del rey don Sancho.

ledo sin hallar resistencia. Tenia el rey Filipo un hijo, llamado tambien Filipo, por sobrenombre el Hermoso, que este presente año, otros dicen el siguiente, casó con la reina de Navarra doña Juana, y por este casamiento en dote hobo aquel reino. Este Príncipe, conforme al desordenado apetito de los hombres, comenzó á alegar el derecho de los reyes sus antecesores, y por él pretendia ensanchar los términos de aquel nuevo reino, para el cual intento no poco ayudaban las discordias de los nuestros. Don Sancho, cuanto le era concedido en tantas revueltas y avenidas de cosas, acudia á todas partes con diligencia; sosegó la ciudad de Toro, que se lequeria rebelar, salió al encuentro á don Juan Nuñez de Lara, que con su gente y un escuadron de navarros destruia los campos de Calahorra, Osma y Sigüenza y sus distritos, hizole retirar á Albarracin mas que de paso. Despues desto, por embajadores que en esta razon se enviaron se acordó que el padre y el hijo se viesen y hablasen con seguridad que se dieron de ambas partes. Con esta resolucion el rey don Alonso fué á Constantina, don Sancho á Guadalcaná. Grande era la esperanza que todos tenian que por medio desta habla se podria todo apaciguar, ca muchas veces despues de las injurias se suelen con el buen término soldar las quiebras y agravios. Ayudaba para esto que don Sancho, fuera de usurpar el reino, en lo demás se mostraba muy cortés, y hablaba con mucho respeto de su padre, sin jamás usar de denuestos ó desacatos. Lo que se enderezaba saludablemente á bien lo estorbaron y desbarataron personas muy familiares de don Sancho, que tenian mala voluntad á su padre. Pusiéronle muchas sospechas delante para que no se fiase ni asegurase. La verdad era que de las discordias de los reyes y trabajo de la república muchos pretendian sacar para sí provecho; que fué causa que sin verse ni hablarse se partieron el rey don Alonso para Sevilla, y don Sancho para Salamanca, si bien de consentimiento de ambos doña Beatriz, reina de Portugal, viuda á la sazon, y doña María, mujer de don Sancho, en Toro, en que á la sazon parió una hija, que se llamó doña Isabel, se juntaron con intento de componer estas diferencias; pusieron todo su esfuerzo en ello, mas no pudieron efectuar cosa alguna, antes cada dia se enconaban mas los odios y enemistades y se aumentaba el afan y miseria del reino. En este estado se hallaban las cosas cuando al rey don Alonso poco despues desto sobrevino la muerte, que fué algun alivio de tan grandes males. Falleció en Sevilla de enfermedad, recebidos los santos sacramentos de la Penitencia y Eucaristía como se acostumbra, quién dice á 5, quién á 21 dias del més de abril, á lo menos fué el año de 1284. Por su testamento, que otorgó el mes de noviembre próximo pasado, nombró por herederos del reino, primero á don Alonso, y luego á don Fernando, sus nietos; caso que los dos muriesen sin sucesion, llama á Filipo, rey de Francia, ca traia origen de los antiguos reyes de Castilla, como nieto que era de la reina doña Blanca y bisnieto del rey don Alonso el de las Navas. De sus hijos y hermanos no hizo mencion alguna por odio de don Sancho; antes por aquel testamento pretendia mover contra él las fuerzas de Francia. Verdad es que á la hora de su muerte á instancia de su hijo el infante don Juan le mandó á Sevilla y á Badajoz, y al infante don Diego el reino de

Por la muerte del rey don Alonso, si bien el derecho de su hijo don Sancho era dudoso, sin contradicion sucedió en el reino y estados de su padre. Estaba á la sazon en Avila apenas convalecido de una dolencia que poco antes tuvo en Salamanca, tan peligrosa, que casi le desafiuciaron los médicos. Mucho le hizo al caso la edad entera para que el cuerpo con medicinas saludables se alentase. Tomó el nombre de rey, de que hasta entonces se habia abstenido por respeto y reverencia de su padre. El sobrenombre de Fuerte que le dieron le ganó por la grandeza de su ánimo y sus bazañas, hasta entonces mas dichosas que honrosas; y es así que por la mayor parte los títulos magníficos mas se granjean por favor de la fortuna que por virtud. La honra verdadera no consiste en el resplandor de los nombres y apellidos, sino en la equidad, inocencia y modestia. Era sin duda osado, diestro, astuto y de industria singular en cualquier cosa á que se aplicase. Reinó por espacio de once años y algunos dias. Su memoria quedó amancillada por la manera cómo trató á su padre; cuanto á lo demás se puede contar en el número de los buenos príncipes. El reino que con malss mañas adquirió, le mantuvo y gobernó con buenas artes. En Avila hizo las honras de su padre magnífica y suntuosamente. En Toledo tomó las insignias y orasmentos reales, mudado el luto en púrpura y manto real. Los caballeros principales del bando contrario ve nian á porfía á saludar al nuevo Rey, muestra de que rer recompensar los disgustos pasados con mayores servicios y lealtad; cuanto mas fingido era lo que hacian algunos, tanto mostraban mas alegría y contente

en el rostro y talante, que suele muchas veces engañar. tuamente. Juntáronse Cortes en Sevilla. Tratóse de Don Sancho con una profunda disimulacion pasaba por reformar el gobierno del reino, que con una creciente todo, si bien tenia propósito de derramar la ira con- y avenida de males y vicios á causa de las revueltas pacebida en su ánimo y vengarse luego que hobiese ase- sadas andaba muy estragado. Demás desto, en estas gurado su reino. Los pueblos, los grandes, toda la Cortes se revocaron los decretos y ordenanzas que por gente de guerra le juraron por rey; y doña Isabel, hija la necesidad y revuelta de los tiempos mas se habian del nuevo Rey, de edad de dos años, fué declarada y violentamente alcanzado que graciosamente concedijurada por heredera del reino de consentimiento de to- do, así por el rey don Alonso como por el mismo don dos los estados, caso que su padre no tuviese hijo va- Sancho. Despedidas las Cortes se apresuró para ir á ron. Esta prevencion se enderezaba contra los Cerdas, Castilla, por tener nueva que todavía algunos pretende quien algunos decian públicamente, y muchos eran dian defender el bando contrario y que trataban entre deste parecer, que se les hacia notable injuria y agra- sí secretamente de restituir la corona á los hermanos vio en despojallos del reino de su abuelo. Muchos, si Cerdas; pretensiones que todas se desbarataron con la bien en lo público callaban, de secreto estaban por venida de don Sancho. Parte de ellos mudaron de paellos. El mayor cuidado que tenia don Sancho era de recer, parte pagaron con las cabezas, con cuyo ejemgranjear con nuevos regalos y buenas obras al rey de plo y castigo los demás quedaron escarmentados para Aragon, en cuyo poder los infantes quedaron; y á la no continuar en porfías semejantes. Esto pasaba en Essazon trataba de ir á cercar y apoderarse de Albarra-paña. En el mismo tiempo Rogerio Lauria, general de cin, no pudiendo ya llevar en paciencia los disgustos la armada de los aragoneses en el reino de Sicilia, desque cada dia le daba don Juan de Lara, confiado en la pues que venció junto á Malta veinte galeras francesas, fortaleza del sitio y en el socorro que tenia cierto de muerto el general, por nombre Guillermo Cornuto, franlos navarros. Era este caballero muy diestro, bien ha- cés de nacion, en la batalla que se dió á 8 de junio, blado, de grande maña para sembrar envidias y ren- como diese la vuelta bácia Nápoles, presentó la batalla cores entre los reyes, poderoso en revolver la gente y á Cárlos, llamado el Cojo, príncipe de Salerno, hijo del que acostumbraba vivir de rapiña y cabalgadas, con rey Carlos, que halló apercebido para ir sobre Sicilia que tenia trabajadas las fronteras de Castilla y Aragon. con una gruesa armada á vengar las injurias y daños Esto convidó al nuevo rey don Sancho, ya que él no pasados. Muchos le avisaron del peligro que corria, y podia ir en persona por estar ocupado con los cuidados en particular el Legado del Papa que iba en su comdel nuevo reino, á enviar un buen escuadron en ayuda pañía; mas él con el brio de su edad se resolvió de pedel rey de Aragon y contra el comun enemigo. Hecho lear con el enemigo; acuerdo perjudicial. Fué muy esto, él se dió priesa á ir á Sevilla, á causa que su her- bravo el combate; en fin, el Francés quedó vencido y mano don Juan procuraba apoderarse de aquella ciu- preso con otros muchos. Sobre el número de los bajedad, conforme á lo que su padre dejó mandado en su les que pelearon de la una y de la otra parte no contestamento. Tenia el infante sus valedores y aliados; cuerdan los autores, sin que se pueda del todo averiguar los ciudadanos no venian en ello, y claramente decian la verdad. La opinion mas ordinaria es que las galeras que aquella cláusula del testamento del rey don Alonso aragonesas eran cuarenta y dos, las de los enemigos en ninguna manera se debia cumplir. Ayudábanse y setenta ; y lo mas cierto que se dió la batalla á 23 de jualegaban la mucha edad del difunto, la fuerza de la en- nio. Ejecutaron la victoria los aragoneses, ganaron fermedad, la importunidad del Infante para muestra muchas plazas en Italia, todo se les allanaba como á que no tenia á la sazon su entero juicio; que no era vencedores; á los vencidos todas las cosas les eran conjusto escurecer la majestad del reino con quitalle una trarias. Pareció aquella desgracia tanto mayor, que el ciudad tan principal como aquella. Ayudaba á los ciu- rey Carlos tres dias despues de la pelea surgió en el dadanos, que ya se aprestaban para tomar las armas, puerto de Gaeta con veinte galeras que traia de la Alvar Nuñez de Lara como cabeza de los demás. Todos Proenza. Alli supo que á su hijo llevado á Sicilia conestos debates cesaron con la venida del nuevo rey don denaron á muerte los sicilianos en la ciudad de Mecina, Sancho, que hizo desistir á su hermano. Llegaron á do le tenian preso, con intento de vengar la muerte que aquella ciudad embajadores del rey de Marruecos para los franceses dieron los años pasados á Corradino, preasentar con él nueva amistad; mas muy fuera de sazon so despues que le vencieron en otra batalla. La pruy imprudentemente fueron despedidos con palabras dencia de la Reina le valió, porque con mostrarse muy afrentosas, de que resultó ocasion á los moros de pa- airada, le mandó guardar para dar parte al Rey, como sar de nuevo en España y emprender una nueva guer- era necesario, y para que con el largo cautiverio y torra. Don Sancho para hacelles resistencia, por estar mentos, los cuales si faltan, la muerte á lo último es arrepentido de lo hecho, ó porque de suyo estaba re- el remate de los males, el castigo fuese mayor. Verdad suelto en hacer guerra á los bárbaros, aprestó una es que no fué parte para que los del pueblo, con el odio grande armada. Eran en aquel tiempo los ginoveses mortal que tenian á la gente francesa, no quebrantasen muy poderosos en el mar y diestros y experimentados las cárceles y pasasen á cuchillo otros sesenta compaen el arte del navegar; llamó pues desde Génova y con- ñeros que con el Principe tenian presos. A la misma vidó con grandes ofertas á Benito Zacarías para que sazon el rey de Aragon, como si le faltara guerra con viniese á servirle. Hizolo así y trujo consigo doce ga- los extraños, tenia puesto cerco á la ciudad de Albarleras. Nombróle el Rey por su almirante, el cual oficio racin, y con todo su poder y diligencia la combatia. le dió por tiempo señalado; y por juro de heredad le Ofrecíanse grandes dificultades; las murallas de la ciuhizo merced del puerto de Santa María, con cargo de dad eran muy altas, las torres de piedra de buena estraer á su costa una galera armada y sustentada perpe-tofa, las puertas de hierro con gruesos y fuertes cerro

jos, el sitio muy áspero y inaccesible. Demás desto, los soldados que dentro la defendian, acostumbrados á trabajos y hambre, no enflaquecidos con alguna discordia ni afeminados con deleites, muchos en número, y que tenian grande uso en la guerra por andar cada dia las armas en la mano, gran valor y osadía, eran docientos hombres de á caballo y buen número de infantes. Solamente tenian falta de mantenimientos; no se proveyeron antes á causa que jamás pensaron que aquella ciudad pudiera ser cercada. Pasaron algunos dias y con el tiempo crecia la falta. Don Juan Nuñez de Lara, visto el peligro en que se hallaba, dijo en una junta que queria ir á Navarra, do tenia cierta la guarida y el socorro. Amonestóles no desfalleciesen, antes defendiesen la ciudad con el esfuerzo y valor que dellos se esperaba. Era todo esto fingido, y él tenia determinado de huirse y no volver; su semblante no conformaba con las palabras; sin embargo, le dejaron partir. Despues de su ida se sustentó la ciudad algun tiempo, hasta tanto que, perdida la esperanza de ser socorridos, la rindieron el mismo dia de San Miguel. Eran los soldados por la mayor parte franceses y navarros; dejáronlos ir libremente, y de los lugares comarcanos trajeron gente para poblar aquella ciudad, así de sus antiguos moradores como de otros que de nuevo poblaron y labraron la tierra. Tenia el Rey un hijo en doña Inés Zapata, que se llamaba don Hernando, al cual antes desto diera en el reino de Valencia á Algecira y á Liria; á este hizo merced de la ciudad de Albarracin Juego que vino á su poder. Con tanto se dió fin á esta empresa y á aquel estado y principado, que por muchos años estuvo en poder de los Azagras, caballeros de los mas nobles y señalados de aquella era, cuya genealogía y descendencia pareció poner en este lugar. Pedro Rodriguez de Azagra, el fundador que fué deste estado, siendo ya viejo dejó por su heredero á Hernan Rodriguez de Azagra, su hermano, por ventura por no tener él sucesion. Este Hernando de Azagra otorgó su testamento, que se ha conservado hasta el dia de hoy, á 22 de junio, era de 1231; por el testamento se entiende que tuvo dos hijos, uno legítimo en su mujer doña Teresa Ibañez, heredero de aquel estado, otro bastardo, que fué comendador de Santiago; el uno y el otro se llamó Pero Fernandez. He visto asimismo el 1estamento deste Pero Fernandez, señor de Albarracin, su fecha á 2 de abril, año del Señor de 1241, asaz breve; dechado y muestra muy verdadera de las costumbres, llaneza y simplicidad de aquel siglo. Tuvo estos hijos legítimos: Pero Fernandez, Garci Fernandez, doña Teresa y don Alvaro. Este le sucedió en aquel estado y tuvo una sola hija, llamada doña Teresa, que casó con don Juan Nuñez de Lara, hijo de don Nuño de Lara, y en dote llevó aquel estado, que le quitó el rey de Aragon. De don Juan Nuñez de Lara y de doña Teresa de Azagra nacieron don Alvaro y don Juan; de ambos se tornará á hacer mencion adelante en su lugar.

CAPITULO IX.

De las muertes de tres reyes.

Concluida aquella empresa de Albarracin, restaba otro mayor cuidado al rey de Aragon, es á saber, la

tempestad que le amenazaba de Francia, la mas brava, grave y memorable de cuantas en aquellos tiempos sucedieron, así por ser grandes las fuerzas de aquella nacion como la autoridad con que se hacia, que era á instancia del sumo Pontífice, que encendia los corazones de los contrarios y los alentaba. El rey de Aragon no tenia fuerzas bastantes para contrastar á Francia, mayormente que se le allegaba lo de Navarra y de Nápoles. Acudió á buscar socorros de fuera, en particular envió embajadores á Alemaña para dar un tiento al emperador Rodulfo si por ventura, movido á compasion del bando gibelino, que era maltrado por los franceses en Italia, quisiese favorecelle y para este efecto bajar á Italia. Era el Emperador de su naturaleza considerado y recatado, y que se agradaba mas de los consejos seguros que de las empresas peligrosas, demás que á la sazon le tenia embarazado la guerra que hacia á los esguízaros. Así esta diligencia no fué de efecto alguno, ni los embajadores fuera de buenas palabras trajeron cosa alguna en que se pudiese estribar. El rey don Sancho, á ruego del rey de Aragon, que se deseaba ver con él, partió para Soria; en aquella comarca tuvieron su habla en Ciria y Borobia, que son pueblos cerca el uno del otro. Allí con nueva confederacion que asentaron confirmaron la amistad que de antes tenian y prometieron de no faltarse el uno al otro en los peligros y ocurrencias. El rey de Marruecos, como enemigo que era ordinario y muy pesado de España, pretendia hacer la guerra de nuevo por la parte del Andalucía. Los franceses corrian las fronteras de Aragon con tanto mayor peligro de aquel reino, que don Jaime, rey de Mallorca, que de razon debiera acudir á los aragoneses, se habia juntado con Francia. En todas partes se via mucho peligro y nuevas muestras de trabajos. Cercaron los moros á Jerez de la Frontera en número diez y ocho mil hombres de á caballo, que corrian la campaña hasta Sevilla con robos que hacian en gran cantidad de hombres y ganados. Acudió con presteza el rey don Sancho á Toledo, do le esperaba Cárlos, conde de Artoes, embajador que era venido de parte del rey de Francia. La suma de la embajada contenía dos cosas: que por su medio los hermanos Cerdas fuesen puestos en libertad, y que no tuviese comunicacion con el rey de Aragon, que estaba descomulgado por el Papa. Respondió á esto el rey don Sancho que dentro de muy pocos dias enviaria sus embajadores con poderes muy bastantes al rey de Francia para asentar aquellas haciendas. Esta respuesta dió en público; de secreto rogó ahincadamente al Embajador que le hiciese muy amigo de su Rey. Hay quien asimismo escriba que este tiempo fué cuando el rey don Sancho le tentó para que le descubriese los secretos del reino de Francia, y que Broquio, por entenderse que era espía, fué justiciado, como de suso queda dicho. El rey de Aragon, juntadas sus huestes contra las de Francia, se puso sobre Tudela, que está en la frontera de Navarra, y la combatia con todas sus fuerzas; todo con intento de divertir los franceses, que entendia pretendian acometer por la parte de Ruisellon, y para dalles en qué entender en su misma casa con aquella nueva guerra. Defendióse aquel pueblo, sobre todo por el valor y diligencia de don Juan Nuñez de Lara, persona mas venturosa en las cosas ajenas que en sus haciendas y estado. Solamente destruyeron

la campaña y bastecieron las fronteras de Aragon con soldados y municiones para que pudiesen resistir á la furia del enemigo. Hecho esto, ya que sobrevenia el invierno, el rey de Aragon dió vuelta para Zaragoza, en que estuvo al fin deste año y principio del siguiente de 1285 del nacimiento de Cristo, cuando á 7 dias del mes de enero Cárlos, rey de Nápoles, pasó desta vida en Fogia, pueblo de la Pulla, cansado de las desgracias y aquejado con el dolor de la prision y cautiverio de su hijo. Fuera este Príncipe esclarecido, así en la guerra como en la paz, si los fines correspondieran con los principios. La larga edad le entregó á la fortuna mudable como á otros muchos. Demás que el vigor y gallardía que los franceses trajeron á Italia se trocara y perdiera del todo con el mucho regalo y vicio de aquella tierra y con los deleites demasiados; de tal forma, que para con los extraños eran flacos, solo para con los vasallos y naturales mostraban ferocidad. Los gobernadores de las ciudades y pueblos hacian odioso á su Príncipe con cuidar sola-. mente de su ganancia, cohechar la gente y mirar poco por el bien comun. Esta muerte del rey de Nápoles hinchó de buenas esperanzas y alegría al rey de Aragon; al contrario, al rey de Francia fué muy pesada. Para aliviar la tristeza con causalla á sus enemigos hizo levas de gente por todas partes. Juntó un gran ejército, en que se contaron veinte mil de á caballo y ochenta mil de á pié; tenia aprestada una armada en las fosas Marianas, que hoy se llaman Aguas Muertas, en que se contaban ciento y veinte bajeles, parte galeras reales, parte naves gruesas, y otros vasos pequeños. Determinó ir en persona á esta jornada y en su compañía Filipo y Cárlos, sus hijos, y don Jaime, rey de Mallorca, que seguia al Francés por grandes desgustos que tenia contra el Aragonés, su hermano. Hallóse otrosí con los demás el cardenal Gervasio, que envió por su legado el papa Martino IV; por cuya muerte, que sucedió en Perosa á 29 dias del mes de marzo, fué puesto en su lugar Honorio IV, ciudadano romano de casa Sabela, no menos aficionado á los franceses que lo fué el pasado. Hízose la masa del ejército en Narbona, dende marcharon la vuelta de Perpiñan. Este lugar se entregó al rey don Jaime, y recibieron á los franceses dentro de las murallas. Lo mismo por su ejemplo hicieron los demás lugares de Ruisellon y de aquella comarca, fuera de uno que se llama Génova, ca con esperanza que seria presto socorrido y por el aborrecimiento que tenia al rey don Jaime y por no volver á su poder determinó de hacer resistencia. Engañóle su esperanza, porque el lugar fué tomado por fuerza y todos los moradores pasados á cuchillo, hasta encruelecerse contra las mismas casas y edificios, que abatieron y quemaron. El Bastardo de Ruisellon, hombre de noble linaje y atrevido, que dentro se halló, entrado el pueblo se subió á la torre de la iglesia; valiéronle para escapar de la muerte mas los ruegos del rey don Jaime que la fortaleza y santidad del lugar en que estaba. Sin embargo, se mostró agradecido á los franceses, porque como quier que el rey de Aragon estuviese apoderado de la entrada y estrechuras de los montes Pirineos de tal suerte, que los enemigos no tenian esperanza de poder pasar por allí, los guió por unos senderos que él sabia, por donde con cierto rodeo subieron á las cumbres del monte sin peligro ninguno y se pusieron sobre el mismo campo

de los aragoneses. Con esto y con el espanto que ellos desto cobraron, los reyes con seguridad pasaron adelante hasta llegar á la comarca de Ampúrias. Allí còn facilidad se apoderaron de algunas plazas, en particular de Peralada y Figueras, sin reparar hasta ponerse sobre Girona, que es una ciudad muy noble y grande en los pueblos que antiguamente se llamaron ausetanos. Está puesta en un sitio cuesta abajo, al pié del sitio el rio llamado antes Tici, y ahora Tera, tiene comidas aquellas riberas junto á la ciudad de suerte, que le hace gran reparo. Los muros son de buena estofa, las torres de piedra y fuertes; en lo mas alto de la ciudad está la iglesia mayor, que es silla episcopal, y junto á ella las casas obispales, de muy buen edificio y grande. Mas arriba de la iglesia mayor hay una torre á manera de alcázar, que llaman Gironela. El vizconde de Cardona don Ramon, que tenia por capitan aquella ciudad, la fortaleció con nuevos reparos; echó por tierra todas las casas del arrabal; solo perdonó á la iglesia de San Félix porsu mucha devocion y antigüedad. El valor y diligencia de que usó fué grande, con que muchas veces desbarató y pegó fuego á los ingenios, máquinas y pertrechos de los franceses. El rey de Aragon otrosí con buen golpe de gente que consigo tenia andaba por allí cerca. No eran sus fuerzas bastantes para acometer al enemigo y dalle la batalla; pero buscaba alguna ocasion para armalle alguna celada y meter socorro en la ciudad. Habia ya tres meses que la tenian cercada, cuando don Sancho, rey de Castilla, envió por sus embajadores á don Martin, obispo de Calahorra, y á Gomez García de Toledo, abad de Valladolid, para acordar, si pudiese, estas diferencias. No hicieron efecto alguno, antes fueron forzados á dar la vuelta cargados de muchos baldones y palabras injuriosas que les dijeron, casi sin dalles lugar para hablar al rey de Francia. La ocasion debió ser la grande confianza que tenian de salir con la victoria, ó por sospechar que so color de embajadores venian á espiar las fuerzas y intentos de los franceses. Era fama que al rey don Sancho no le faltaba voluntad de juntar sus fuerzas con las de Aragon, y que se entretenia á causa de la guerra que traia muy encendida en el Andalucía con los moros de algunos meses atrás, ca tenian puesto sitio sobre Jerez de la Frontera, de la cual ciudad con todo su esfuerzo pretendian apoderarse, porque les venia muy á propósito para sus intentos. Esquivaba el rey don Sancho la batalla por no poner á riesgo de lo que podia suceder todo lo demás; por esto á veces estaba en Sevilla, otras iba á Nebrija, siempre apercebido para todas las ocasiones y para estorbar las correrías y cabalgadas de los moros. Con este ardid y por esta forma á cabo de seis meses que los moros tenian cercada á Jerez alzaron el cerco forzados de la falta de todas las cosas necesarias y por miedo del rey don Sancho, si mudado de propósito les quisiese dar la batalla. Preguntó uno á la vuelta al rey Bárbaro despues que pasó el rio Guadalete con tanta priesa, que mas parecia huida que retirada, cuál fuese la causa de aquella resolucion y del miedo que mostraba. Respondió: Yo fuí el primero que entronicé y honré la familia y linaje de Barrameda con título y majestad real; mi enemigo trae descendencia de mas de cuarenta reyes, cuya memoria tiene gran fuerza, y en el combate á mí pusiera temor y espanto, á él diera atrevimiento

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