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Murcia, á ambos con nombre de revas, pero como á feudatarios y movientes de los reyes de Castila. Su coraz'n mandó se enterrase en el monte Calvario, movido de la santidad de aquel lugar, su cuerpo en Sevilla ó en Murcia. No se cump 36 su voluntad enteramente; el corazon y entrañas están en Murcia junto al altar mayor de la iglesia catedral, el cuerpo está enterrado en Sevila cerca del túmulo de su padre y madre. El sepulcro y lucillo ao es muy rico ni era necesario. porque su vida, si bien tuvo faltas, y las cosas que por el pasaron, merecian que su memoria durise y su nombre fuese inmortal. Grande y prudentísimo rey, si obiera aprendido á saber para sí, y dichoso, si en su postrimería ! no fuera aquejado de tantos trabajos y no hobiera mancilado las dotes excelentes de su ánimo y cuerpo con la avaricia y severidad extraordinaria de que usó. E fué el primero de los reyes de España que mandó que las cartas de ventas y contratos y instrumentos todos se celebrasen en lengua española, con deseo que aquella lengua, que era grosera se pullese y enriqueciese. Con el mismo intento Lizo que los sagra dos libros de la Biblia setra iujesen en lengua caste lana. Así desde aquel tiempo se dejó de usar la lengua latina en las provisiones y privilegios reales y en los públicos instrumentos, como antes se solia usar; ocasión de una profunda ignorancia de letras que se ape lerú de nuestra gente y nacion, asi bien eclesiásticos como seglares.

CAPITULO VIII.

De les principles del rey din Sa.cho.

ledo sin haar resistencia. Tenia el rey Filipo un hijo, Huma to tambien Filipo, por sobrenombre el Hermoso, que este presente año, otros dicen el siguiente, casó, con la reina de Navarra doña Juana, y por este casamiento en dote hobo aquel reico. Este Príncipe, conformeal desordenado apetito de los hombres, comenzi á a'ecar el derecho de los reves sus antecesores, y por el pretendia ensanchar los términos de aquel nuevo reino, para el cual intento no poco ayudaban las discer dias de ! s nuestros. Don Sancho, cuanto le era concedido en tan-, tas revueltas y avenidas de cosas, acudia á todas partes con diligencia; sosegó la ciudad de Toro, que se le queria rebelar, salió al encuentro á don Juan Nuñez de Lara, que con su gente y un escuadron de navarros destruia los campos de Calahorra, Osma y Sigüenza y sus distritos, hizole retirar á Albarracin mas que de paso. Despues desto, por emlajad res que en esta razon se enviaron se acordó que el padre y el hijo se viesen y I...basen con seguri la i que se dieron de amias partes. Con esta resolución el rey dea Alonso fué á Constantina, den Sancho á Guadalcaná. Grande era la esperanza que todos tenian que por medio desta habla se podria todo apaciguar, ca muchas veces despues de las ir ras se suelen con el buen término soldar las quiebras y agravios. Ayudaba para esto que don Sanchio, fuera de usurpar el reino, en lo demás se mostraba muy cortes, y hablaba con mucho respeto de su padre, sin jamás usar de denuestos 6 desacatos. Lo que se enderezaba saludablemente á bien lo estorbaron y desbarataron personas muy familiares de don Sanclio, que tenian mala voluntad á su padre. Pusiéronle muchas sospechas delante para que no se fiase ni asegurase. La verdad era que de las discordias de los reyes y trabajo de la república muchos preteuilian sacar para si provecho; que fué causa que sin verse ni hablarse se partieron el rey don Alonso para Sevilla, y don Sancho para Salamanca, si bien de consentimiento de ambos dona Beatriz, reina de Portugal, viuda á la sazon, y doña María, mujer de don Sancho, en Toro, en que á la sazon parió una hija, que se llamó doña Isabel, se juntaron con intento de componer estas diferencias; pusieron todo su esfuerzo en ello, mas no pu lieron efectuar cosa alguna, antes cada dia se enconaban mas los odios y enemistades y se aumentaba el afan y miseria del reino. En este estado se hallaban las cosas cuanto al rey don Alonso poco despues desto sobrevino la muerte, que fué algun alivio de tan grandes males. Fa lleció en Sevilla de enfermedad, recebidos los santos sacramentos de la Penitencia y Eucaristía como se acostumbra, quien dice á 5, quién á 21 dias del mes de abril, á lo menos fué el año de 1284. Por su testamento, que otorgó el mes de noviembre próximo pasado, nombró por herederos del reino, primero á don Alonso, y luego a don Fernando, sus nietos; caso que los dos muriesen sin sucesion, llama á Filipo, rey de Francia, ca traia origen de los antiguos reyes de Castilla, como nieto que era de la reina doña Blanca y bisnieto del rey don Alonso el de las Navas. De sus hijos y hermanos no hizo mencion alguna por odio de don Sanch; antes por aquel testamento pretendia mover contra él las fuerzas de Francia. Verdad es que á la hora de su muerte á instancia de su hijo el infante don Juan le mandó á Sevilla y á Badajoz, y al infante don Diego el reino de

Por la muerte del rey don Alonso, si bien el derecho de su hijo don Sancho era dudoso, sin contradición sucedió en el reino y estados de su pa ire. Estaba á la sazon en Avila apenas convalecido de una dolencia que poco antes tuvo en Salamanca, tan peligrosa, que casi le desafiuciaron los médicos. Mucho le hizo al caso la edad entera para que el cuerpo con medicinas saludables se alentase. Tɔmó el nombre de rey, de que Lasta entonces se habia abstenido por respeto y reverencia de su padre. El sobrenombre de Fuerte que le dieron le ganó por la grandeza de su ánimo y sus hazaDas, hasta entonces mas dichosas que honrosas; y es así que por la mayor parte los títulos magnificos mas se granjean por favor de la fortuna que for virtud. La honra verdadera no consiste en el resp an lor de los nombres y apellidos, sino en la equidad, inocencia y modestia. Era sia duda osado, diestro, astuto y de industria singular en cualquier cosa á que se aplicase. Reinó por espacio de once años y algunos dias. Su memoria que ló amancil ada por la manera cómo trató á su padre; cuanto á lo demás se puede contar en el número de los buenos príncipes. El reino que con malas mañas adquirió, le mantuvo y gobernó con buenas artes. En Avila hizo las honras de su paire magnítica y suntuosamente. En Toledo tomó las insignias y ornamentos reales, mudado el luto en púrpura y manto real. Los caballeros principales del bando contrario venian á porfia á saludar al nuevo Rey, muestra de querer recompeusar los disgustos pasados con mayores servicios y lealtad; cuanto mas tigilo era lo que bacian algunos, tanto mostraban mas alegría y contento

en el rostro y talante, que suele muchas veces engañar. Don Sancho con una profunda disimulacion pasaba por todo, si bien tenia propósito de derramar la ira concebida en su ánimo y vengarse luego que hobiese asegurado su reino. Los pueblos, los grandes, toda la gente de guerra le juraron por rey; y doña Isabel, hija del nuevo Rey, de edad de dos años, fué declarada y jurada por heredera del reino de consentimiento de todos los estados, caso que su padre no tuviese hijo varon. Esta prevencion se enderezaba contra los Cerdas, de quien algunos decian públicamente, y muchos eran deste parccer, que se les hacia notable injuria y agravio en despojallos del reino de su abuelo. Muchos, si bien en lo público callaban, de secreto estaban por ellos. El mayor cuidado que tenia don Sancho era de granjear con nuevos regalos y buenas obras al rey de Aragon, en cuyo poder los infantes quedaron; y á la sazon trataba de ir á cercar y apoderarse de Albarracin, no pudiendo ya llevar en paciencia los disgustos que cada dia le daba don Juan de Lara, confiado en la fortaleza del sitio y en el socorro que tenia cierto de los navarros. Era este caballero muy diestro, bien hablado, de grande maña para sembrar envidias y rencores entre los reyes, poderoso en revolver la gente y que acostumbraba vivir de rapiña y cabalgadas, con que tenia trabajadas las fronteras de Castilla y Aragon. Esto convidó al nuevo rey don Sancho, ya que él no podia ir en persona por estar ocupado con los cuidados del nuevo reino, á enviar un buen escuadron en ayuda del rey de Aragon y coutra el comun enemigo. Hecho esto, él se dió priesa á ir á Sevilla, á causa que su hermano don Juan procuraba apoderarse de aquella ciudad, conforme á lo que su padre dejó mandado en su testamento. Tenia el infante sus valedores y aliados; los ciudadanos no venian en ello, y claramente decian que aquella cláusula del testamento del rey don Alonso en ninguna manera se debia cumplir. Ayudábanse y alegaban la mucha edad del difunto, la fuerza de la enfermedad, la importunidad del Infante para muestra que no tenia á la sazon su entero juicio; que no era justo escurecer la majestad del reino con quitalle una ciudad tau principal como aquella. Ayudaba á los ciudadanos, que ya se aprestaban para tomar las armas, Alvar Nuñez de Lara como cabeza de los demás. Todos estos debates cesaron con la venida del nuevo rey don Sancho, que hizo desistir á su hermano. Llegaron á aquella ciudad embajadores del rey de Marruecos para asentar con él nueva amistad; mas muy fuera de sazon y imprudentemente fueron despedidos con palabras afrentosas, de que resultó ocasion á los moros de pasar de nuevo en España y emprender una nueva guerra. Don Sancho para hacelles resistencia, por estar arrepentido de lo hecho, ó porque de suyo estaba resuelto en hacer guerra á los bárbaros, aprestó una grande armada. Eran en aquel tiempo los ginoveses muy poderosos en el mar y diestros y experimentados en el arte del navegar; llamó pues desde Génova y convidó con grandes ofertas á Benito Zacarías para que viniese á servirle. Hízolo así y trujo consigo doce galeras. Nombróle el Rey por su almirante, el cual oficio le dió por tiempo señalado; y por juro de heredad le hizo merced del puerto de Santa María, con cargo de traer á su costa una galera armada y sustentada perpe

tuamente. Juntáronse Cortes en Sevilla. Tratóse de reformar el gobierno del reino, que con una creciente y avenida de males y vicios á causa de las revueltas pasadas andaba muy estragado. Demás desto, en estas Cortes se revocaron los decretos y ordenanzas que por la necesidad y revuelta de los tiempos mas se habian violentamente alcanzado que graciosamente concedido, así por el rey don Alonso como por el mismo don Sancho. Despedidas las Cortes se apresuró para ir á Castilla, por tener nueva que todavía algunos pretendian defender el bando contrario y que trataban entre sí secretamente de restituir la corona á los hermanos Cerdas; pretensiones que todas se desbarataron con la venida de don Sancho. Parte de ellos mudaron de parecer, parte pagaron con las cabezas, con cuyo ejemplo y castigo los demás quedaron escarmentados para no continuar en porfías semejantes. Esto pasaba en España. En el mismo tiempo Rogerio Lauria, general de la armada de los aragoneses en el reino de Sicilia, despues que venció junto á Malta veinte galeras francesas, muerto el general, por nombre Guillermo Cornuto, francés de nacion, en la batalla que se dió á 8 de junio, como diese la vuelta hácia Nápoles, presentó la batalla á Cárlos, llamado el Cojo, príncipe de Salerno, hijo del rey Carlos, que halló apercebido para ir sobre Sicilia con una gruesa armada á vengar las injurias y daños pasados. Muchos le avisaron del peligro que corria, y en particular el Legado del Papa que iba en su compañía; mas él con el brio de su edad se resolvió de pelear con el enemigo; acuerdo perjudicial. Fué muy bravo el combate; en fin, el Francés quedó vencido y preso con otros muchos. Sobre el número de los bajeles que pelearon de la una y de la otra parte no concuerdan los autores, siu que se pueda del todo averiguar la verdad. La opinion mas ordinaria es que las galeras aragonesas erau cuarenta y dos, las de los enemigos setenta; y lo mas cierto que se dió la batalla á 23 de junio. Ejecutaron la victoria los aragoneses, ganaron muchas plazas en Italia, todo se les allanaba como á vencedores; á los vencidos todas las cosas les eran contrarias. Pareció aquella desgracia tanto mayor, que el rey Carlos tres dias despues de la pelea surgió en el puerto de Gaeta con veinte galeras que traia de la Proenza. Alli supo que á su hijo llevado á Sicilia condenaron á muerte los sicilianos en la ciudad de Mecina, do le tenian preso, con intento de vengar la muerte que los franceses dieron los años pasados á Corradino, preso despues que le vencieron en otra batalla. La prudencia de la Reina le valió, porque con mostrarse muy airada, le mandó guardar para dar parte al Rey, como era necesario, y para que con el largo cautiverio y tormentos, los cuales si faltan, la muerte á lo último es el remate de los males, el castigo fuese mayor. Verdad es que no fué parte para que los del pueblo, con el odio mortal que tenian á la gente francesa, no quebrantasen las cárceles y pasasen á cuchillo otros sesenta compañeros que con el Príncipe tenian presos. A la misma sazon el rey de Aragon, como si le faltara guerra con los extraños, tenia puesto cerco á la ciudad de Albarracin, y con todo su poder y diligencia la combatia. Ofrecíanse grandes dificultades; las murallas de la ciudad eran muy altas, las torres de piedra de buena estofa, las puertas de hierro con gruesos y fuertes cerro

jos, el sitio muy áspero y inaccesible. Demás desto, los soldados que dentro la defendian, acostumbrados á trabajos y hambre, no enflaquecidos con alguna discordia ni afeminados con deleites, muchos en número, y que tenian grande uso en la guerra por andar cada dia las armas en la mano, gran valor y osadía, eran docientos hombres de á caballo y buen número de infantes. Solamente tenian falta de mantenimientos; no se proveyeron antes á causa que jamás pensaron que aquella ciudad pudiera ser cercada. Pasaron algunos dias y con el tiempo crecia la falta. Don Juan Nuñez de Lara, visto el peligro en que se hallaba, dijo en una junta que queria ir á Navarra, do tenia cierta la guarida y el socorro. Amonestóles no desfalleciesen, antes defendiesen la ciudad con el esfuerzo y valor que dellos se esperaba. Era todo esto fingido, y él tenia determinado de huirse y no volver; su semblante no conformaba con las palabras; sin embargo, le dejaron partir. Despues de su ida se sustentó la ciudad algun tiempo, hasta tanto que, perdida la esperanza de ser socorridos, la rindieron el mismo dia de San Miguel. Eran los soldados por la mayor parte franceses y navarros; dejáronlos ir libremente, y de los lugares comarcanos trajeron gente para poblar aquella ciudad, así de sus antiguos moradores como de otros que de nuevo poblaron y labraron la tierra. Tenia el Rey un hijo en doña Inés Zapata, que se llamaba don Hernando, al cual antes desto diera en el reino de Valencia á Algecira y á Liria; á este hizo merced de la ciudad de Albarracin luego que vino á su poder. Con tanto se dió fin á esta empresa y á aquel estado y principado, que por muchos años estuvo en poder de los Azagras, caballeros de los mas nobles y señalados de aquella era, cuya genealogía y descendencia pareció poner en este lugar. Pedro Rodriguez de Azagra, el fundador que fué deste estado, siendo ya viejo dejó por su heredero á Hernan Rodriguez de Azagra, su hermano, por ventura por no tener él sucesion. Este Hernando de Azagra otorgó su testamento, que se ha conservado hasta el dia de hoy, á 22 de junio, era de 1231; por el testamento se entiende que tuvo dos hijos, uno legítimo en su mujer doña Teresa ibañez, heredero de aquel estado, otro bastardo, que fué comendador de Santiago; el uno y el otro se llamó Pero Fernandez. He visto asimismo el lestamento deste Pero Fernandez, señor de Albarracin, su fecha á 2 de abril, año del Señor de 1241, asaz breve; dechado y muestra muy verdadera de las costumbres, llaneza y simplicidad de aquel siglo. Tuvo estos hijos legítimos: Pero Fernandez, Garci Fernandez, doña Teresa y don Alvaro. Este le sucedió en aquel estado y tuvo una sola hija, llamada doña Teresa, que casó con don Juan Nuñez de Lara, hijo de don Nuño de Lara, y en dote llevó aquel estado, que le quitó el rey de Aragon. De don Juan Nuñez de Lara y de doña Teresa de Azagra nacieron don Alvaro y don Juan; de ambos se tornará á hacer mencion adelante en su lugar.

CAPITULO IX.

De las muertes de tres reyes,

Concluida aquella empresa de Albarracin, restaba otro mayor cuidado al rey de Aragon, es á saber, la

tempestad que le amenazaba de Francia, la mas brava, grave y memorable de cuantas en aquellos tiempos sucedieron, así por ser grandes las fuerzas de aquella nacion como la autoridad con que se hacia, que era á instancia del sumo Pontífice, que encendia los corazones de los contrarios y los alentaba. El rey de Aragon no tenia fuerzas bastantes para contrastar á Francia, mayormente que se le allegaba lo de Navarra y de Nápoles. Acudió á buscar socorros de fuera, en particular envió embajadores á Alemaña para dar un tiento al emperador Rodulfo si por ventura, movido á compasion del bando gibelino, que era maltrado por los franceses en Italia, quisiese favorecelle y para este efecto bajar á Italia. Era el Emperador de su naturaleza considerado y recatado, y que se agradaba mas de los consejos seguros que de las empresas peligrosas, demás que á la sazon le tenia embarazado la guerra que hacia á los esguízaros. Así esta diligencia no fué de efecto alguno, ni los embajadores fuera de buenas palabras trajeron cosa alguna en que se pudiese estribar. El rey don Sanelio, á ruego del rey de Aragon, que se deseaba ver con él, partió para Soria; en aquella comarca tuvieron su habla en Ciria y Borobia, que son pueblos cerca el uno del otro. Allí con nueva confederacion que asentaron confirmaron la amistad que de antes tenian y prometicron de no faltarse el uno al otro en los peligros y ocurrencias. El rey de Marruecos, como enemigo que era ordinario y muy pesado de España, pretendia hacer la guerra de nuevo por la parte del Andalucia. Los franceses corrian las fronteras de Aragon con tanto mayor peligro de aquel reino, que don Jaime, rey de Mallorca, que de razon debiera acudir á los aragoneses, se habia juntado con Francia. En todas partes se via mucho peligro y nuevas muestras de trabajos. Cercaron los inoros á Jerez de la Frontera en número diez y ocho mil hombres de á caballo, que corrian la campaña hasta Sevilla con robos que hacian en gran cantidad de hɔmbres y ganados. Acudió con presteza el rey don Sancho á Toledo, do le esperaba Cárlos, conde de Artoes, embajador que era venido de parte del rey de Francia. La suma de la embajada contenia dos cosas: que por su medio los hermanos Cerdas fuesen puestos en libertad, y que no tuviese comunicacion con el rey de Aragon, que estaba descomulgado por el Papa. Respon lis á esto el rey don Sancho que dentro de muy pocos dias enviaria sus embajadores con poderes muy bastantes al rey de Francia para asentar aquellas haciendas. Esta respuesta dió en público; de secreto rogó abincadamente al Embajador que le hiciese muy amigo de su Rey. Hay quien asimismo escriba que este tiempo fué cuando el rey don Sancho le tentó para que le descubriese los secretos del reino de Francia, y que Broquio, por entenderse que era espía, fué justiciado, como de suso queda dicho. El rey de Aragon, juntadas sus huestes contra las de Francia, se puso sobre Tudela, que está en la frontera de Navarra, y la combatia con todas sus fuerzas; todo con intento de divertir los franceses, que entendia pretendian acometer por la parte de Ruisellon, y para dalles en qué entender en su misma casa con aquella nueva guerra. Defendióse aquel pueblo, sobre todo por el valor y diligencia de don Juan Nuñez de Lara, persona mas venturosa en las cosas ajenas que en sus haciendas y estado. Solamente destruyeron

la campaña y bastecieron las fronteras de Aragon con soldados y municiones para que pudiesen resistir á la furia del enemigo. Hecho esto, ya que sobrevenia el invierno, el rey de Aragon dió vuelta para Zaragoza, en que estuvo al fin deste año y principio del siguiente de 1285 del nacimiento de Cristo, cuando á 7 dias del mes de enero Cárlos, rey de Nápoles, pasó desta vida en Fogia, pueblo de la Pulla, cansado de las desgracias y aquejado con el dolor de la prision y cautiverio de su hijo. Fuera este Príncipe esclarecido, así en la guerra como en la paz, si los fines correspondieran con los principios. La larga edad le entregó á la fortuna mudable como á otros muchos. Demás que el vigor y gallardía que los franceses trajeron á Italia se trocara y perdiera del todo con el mucho regalo y vicio de aquella tierra y con los deleites demasiados; de tal forma, que para con los extraños eran flacos, solo para con los vasallos y naturales mostraban ferocidad. Los gobernadores de las ciudades y pueblos hacian odioso á su Príncipe con cuidar solamente de su ganancia, cohechar la gente y mirar poco por el bien comun. Esta muerte del rey de Nápoles hinchó de buenas esperanzas y alegría al rey de Aragon; al contrario, al rey de Francia fué muy pesada. Para aliviar la tristeza con causalla á sus enemigos hizo levas de gente por todas partes. Juntó un gran ejército, en que se contaron veinte mil de á caballo y ochenta mil de á pié; tenia aprestada una armada en las fosas Marianas, que hoy se llaman Aguas Muertas, en que se contaban ciento y veinte bajeles, parte galeras reales, parte naves gruesas, y otros vasos pequeños. Determinó ir en persona á esta jornada y en su compañía Filipo y Cárlos, sus hijos, y don Jaime, rey de Mallorca, que seguia al Francés por grandes desgustos que tenia contra el Aragonés, su hermano. Hallóse otrosí con los demás el cardenal Gervasio, que envió por su legado el papa Martino IV; por cuya muerte, que sucedió en Perosa á 20 dias del mes de marzo, fué puesto en su lugar Honorio IV, ciudadano romano de casa Sabela, no menos aficionado á los franceses que lo fué el pasado. Hízose la masa del ejército en Narbona, dende marcharon la vuelta de Perpiñan. Este lugar se entregó al rey don Jaime, y recibieron á los franceses dentro de las murallas. Lo mismo por su ejemplo hicieron los demás lugares de Ruisellon y de aquella comarca, fuera de uno que se llama Génova, ca con esperanza que seria presto socorrido y por el aborrecimiento que tenia al rey don Jaime y por no volver á su poder determinó de hacer resistencia. Engañóle su esperanza, porque el Jugar fué tomado por fuerza y todos los moradores pasados á cuchillo, hasta encruelecerse contra las mismas casas y edificios, que abatieron y quemaron. El Bastardo de Ruisellon, hombre de noble linaje y atrevido, que dentro se halló, entrado el pueblo se subió á la torre de la iglesia; valiéronle para escapar de la muerte mas los ruegos del rey don Jaime que la fortaleza y santidad del lugar en que estaba. Sin embargo, se mostró agradecido á los franceses, porque como quier que el rey de Aragon estuviese apoderado de la entrada y estrechuras de los montes Pirineos de tal suerte, que los enemigos no tenian esperanza de poder pasar por allí, los guió por unos senderos que él sabia, por donde con cierto rodeo subieron á las cumbres del monte sin peligro ninguno y se pusieron sobre el mismo campo

de los aragoneses. Con esto y con el espanto que ellos desto cobraron, los reyes con seguridad pasaron adelante hasta llegar á la comarca de Ampúrias. Allí con facilidad se apoderaron de algunas plazas, en particular de Peralada y Figueras, sin reparar hasta ponerse sobre Girona, que es una ciudad muy noble y grande en los pueblos que antiguamente se llamaron ausetanos. Está puesta en un sitio cuesta abajo, al pié del sitio el rio llamado antes Tici, y ahora Tera, tiene comidas aquellas riberas junto á la ciudad de suerte, que le hace gran reparo. Los muros son de buena estofa, las torres de piedra y fuertes; en lo mas alto de la ciudad está la iglesia mayor, que es silla episcopal, y junto á ella las casas obispales, de muy buen edificio y grande. Mas arriba de la iglesia mayor hay una torre á manera de alcázar, que llaman Gironela. El vizconde de Cardona don Ramon, que tenia por capitan aquella ciudad, la fortaleció con nuevos reparos; echó por tierra todas las casas del arrabal; solo perdonó á la iglesia de San Félix porsu mucha devocion y antigüedad. El valor y diligencia de que usó fué grande, con que muchas veces desbarató y pegó fuego á los ingenios, máquinas y pertrechos de los franceses. El rey de Aragon otrosí con buen golpe de gente que consigo tenia andaba por allí cerca. No eran sus fuerzas bastantes para acometer al enemigo y dalle la batalla; pero buscaba alguna ocasion para armalle alguna celada y meter socorro en la ciudad. Habia ya tres meses que la tenian cercada, cuando don Sancho, rey de Castilla, envió por sus embajadores á don Martin, obispo de Calahorra, y á Gomez García de Toledo, abad de Valladolid, para acordar, si pudiese, estas diferencias. No hicieron efecto alguno, autes fueron forzados á dar la vuelta cargados de muchos baldones y palabras injuriosas que les dijeron, casi sin dalles lugar para hablar al rey de Francia. La ocasion debió ser la grande confianza que tenian de salir con la victoria, ó por sospechar que so color de embajadores venian á espiar las fuerzas y intentos de los franceses. Era fama que al rey don Sancho no le faltaba voluntad de juntar sus fuerzas con las de Aragon, y que se entretenia á causa de la guerra que traia muy encendida en el Andalucía con los moros de algunos meses atrás, ca tenian puesto sitio sobre Jerez de la Frontera, de la cual ciudad con todo su esfuerzo pretendian apoderarse, porque les venia muy á propósito para sus intentos. Esquivaba el rey don Sancho la batalla por no poner á riesgo de lo que podia suceder todo lo demás; por esto á veces estaba en Sevilla, otras iba á Nebrija, siempre apercebido para todas las ocasiones y para estorbar las correrías y cabalgadas de los moros. Con este ardid y por esta forma á cabo de seis meses que los moros tenian cercada á Jerez alzaron el cerco forzados de la falta de todas las cosas necesarias y por miedo del rey don Sancho, si mudado de propósito les quisiese dar la batalla. Preguntó uno á la vuelta al rey Bárbaro despues que pasó el rio Guadalete con tanta priesa, que mas parecia huida que retirada, cuál fuese la causa de aquella resolucion y del miedo que mostraba. Respondió: Yo fuí el primero que entronicé y honré la familia y linaje de Barrameda con título y majestad real; mi enemigo trae descendencia de mas de cuarenta reyes, cuya memoria tiene gran fuerza, y en el combate á mí pusiera temor y espanto, á él diera atrevimiento

y esfuerzo, si llegáramos á las manos. Parecia que el cielo ofrecia muy buena ocasion de hacer efecto y destruir al enemigo, si le siguiera en aquella retirada; pero al Rey mas agradaban los prudentes consejos con razon que los arriscados, aunque honrosos, y no todas veces de provecho. Así, contento de fortificar y bastecer aquella ciudad, se tornó á Sevilla, sin embargo que los soldados se quejaban porque dejaban ir el enemigo de entre manos, y con ansia pedian los dejasen seguille, hasta amenazar que si perdian esta ocasion, no tomarian mas las armas para pelear; mas el Rey, inclinado á la paz, no hacia caso de aquellas palabras. Enviáronse embajadores de una parte y otra sobre estas cosas, y viniéronse á hablar los reyes á los esteros de Guadalquivir; otros dicen que fué en un lugar llamado Rocaferrada; allí hicieron sus avenencias. Acordaron que el rey Moro pagase para los gastos de la guerra dos cuentos de maravedís (este era un género de moneda usada en España que no tenia siempre un valor); y con este concierto se dejaron las armas. Mucha gente principal se desabrió por esta causa, en particular el infante don Juan, hermano del Rey, y don Lope Diaz de Haro, en tanto grado, que por el desgusto desde Sevilla se fué cada uno á los lugares de su señorío, sin mirar que á los grandes capitanes mas veces fué provechosa la tardanza y detenimiento que la temeridad y osadía. A ellos pertenece mirar lo que convienc; á los demás les es dado el obedecer y la gana de pelear, que así se reparten los oficios de la guerra. De allí á poco murió el rey bárbaro de Marruecos; dejó por su sucesor á su hijo Juzef. Volvamos á Girona y á su cerco. El rey de Aragon, con deseo de atajar el bastimento que del puerto de Rosas, donde se tenia la armada de los enemigos, traian para sus reales, trataba de armalles alguna celada en los lugares que para ello le parecian mas á propósito. Entendido esto por las espías, el condestable de Francia, llamado Rodolfo, y Juan Ancurt 3 Haricurt, mariscal, que es como maestre de campo, varones muy fuertes y arriscados, comunicado el caso entre sí y con el conde de la Marcha, se fueron al lugar de la celada con trecientos caballos escogidos, y no mas. Pretendian que los aragoneses por ser tan poca su gente no rehusasen la batalla. Pelearon á 13 de agosto. Fué este encuentro y esta batalla muy reñida. Los aragoneses eran mas en número; los franceses no les daban ventaja ni en el esfuerzo ni en la arte de pelear. El rey de Aragon hizo aquí todo lo que en un prudente capitan y valeroso soldado se podia desear. Hiriéronle malamente en la cara, y como procurase salir de la batalla, un caballero francés le asió las riendas del caballo y le prendiera fácilmente si el Rey en aquel peligro no las cortara con la espada que tenia en la mano desnuda, y así se escapó á uña de caballo; así lo escribe Villaneo, que hizo errar á los demás, porque los historiadores aragoneses afirman que el Rey salió sano y salvo de la pelea y que murieron tantos de una parte como de otra, aunque el campo quedó por los franceses. Si el caso pasó desta manera ó se mudó por la aficion de los escritores no se sabe. Lo que consta es que por la gran calor y las inmundicias y el tiempo, que era el mas peligroso de todo el año, sobrevino peste en el campo de los franceses; y sin embargo, los cercados con las nuevas deste encuentro, perdida la es

peranza de defenderse, se dieron á los franceses á partido que entregada la ciudad pudiesen los cercados irse donde quisiesen y sacar consigo toda la ropa y hacienda que pudiesen llevar. Muchos ejemplos de crueldad se usaron en los rendidos, y hasta las iglesias de los santos fueron violadas. El sepulcro de san Narciso, que es patron y abogado de aquella ciudad y tenido y reverenciado con gran devocion y estima, fué desbaratado de los soldados, que robaron todas las riquezas, votos y donativos de los fieles, que allí hallaron en gran cantidad; tal es la condicion de la guerra. Castigó el Santo bienaventurado en venganza de su morada aquel desacato con aumentalles la pestilencia; así se tuvo por cierto entre todos. Quitó otrosí el entendimiento á los capitanes, porque tomada que fué la ciudad, como quier que determinasen de irse por tierra desde allí á Francia, venido el otoño, mal pecado, despidieron muchas naves de particulares que tenian en el puerto de Rosas por ahorrar de costa y desembarazarse; muy mal acuerdo, como lo mostró el suceso. Fué así que Rugier Lauria, tomado que hobo la ciudad de Taranto en lo postrero de Italia, á gran priesa costeó todas aquellas marinas para venir á dar socorro al rey de Aragon. Llegado á España y vista tan buena ocasion, presentó la batalla al armada de los franceses, que se hallaba fuera del puerto maltratada y en pequeño número, y valerosamente la venció. Prendió á Juan Escoto, general de la armada francesa, y tomó quince galeras; otras doce se retiraron y se metieron en el puerto de Rosas, de que salieron; las cuales quemaron los soldados que iban en ellas y juntamente el lugar, tal era el miedo que cobraron, y desta manera se fueron al campo del rey de Francia con la nueva del daño recebido. El Francés, por ver que todas las cosas le salian mas dificultosas de lo que él pensaba y afligido por la poca salud que tenia, reparó y fortaleció la ciudad de Girona y puso en ella buena guarnicion de soldados. Con tanto dió la vuelta bácia Ruisellon con lo que del ejército le quedaba. Al pasar los montes Pirineos tuvieron él y los suyos grande afan y corrieron gran riesgo, á causa que los aragoneses tenian tomados todos los pasos y hacian lo posible por prender al rey de Francia, que por su enfermedad llevaban en hombros en una litera sus soldados. Grande fué el daño que recibieron, gran cantidad de bagaje y carruaje les tomaron en este camino. Lo que fué mas pesado, que del movimiento del camino al Rey se agravó la enfermedad de suerte, que en Perpiñan á 6 de octubre pasó desta vida. Su cuerpo, como lo dejó mandado, llevaron su mujer y hijos á la iglesia de San Dionisio, que está junto á Paris. Sucedióle en el reino Filipo, su hijo, que ya era rey de Navarra; llamóse por sobrenombre el Hermoso por su extremada gracia y donaire. La partida de los franceses fué causa que en breve tornaron á poder de los aragoneses todas las tierras que les tomaran. Demás desto, el infante don Alonso, enviado por su padre, se apoderó de la isla de Mallorca en pago del favor que aquel Príncipe dió al rey de Francia y de la amistad que con él trabó contra su mismo hermano. Pretendia el Aragonés seguir la fortu. na, que se le mostraba risueña; procuraba ir adelante y mejorar su partido, trazaba nuevas empresas cuando la muerte asimismo le atajó los pasos, que le sobrevino en Villafranca á 8 de noviembre en lo mejor de sus dias y

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