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tada la escena, mas largo que ancho; en su plaza cerrada por todas partes era la pelea, y los agones primeramente fueron instituidos en honra de los muertos, cuyas ánimas creian haberse de aplacar con sangre humana, como lo dice Tertuliano, cap. 10; por donde en las obsequias de sus muertos sacrificaban hombres ó presos en la guerra, ó comprados á dinero; demás desto, eran dedicados á Saturno, y decíanse tambien cazas ó oficios, conviene á saber, hechos á los muertos, y en latin se llamaban munera. Lactancio en el lugar ya citado. En el teatro se hacian los juegos escé

Cierto Tertuliano en el libro de Espectáculos divide los juegos en los circenses, escénicos, agones y los juegos de los gladiatores, y con Tertuliano, conformándose Isidoro en el lugar citado de suso, distinguió los juegos en cuatro géneros, tomados de los lugares en que se hacian, diciendo el juego ó es gímnico ó circense ó gladiatorio ó escénico. En el gimnasio, del cual son dichos los juegos gimnicos, contendian entre sí los mancebos saltando, corriendo, luchando; en summa, el debate y pelea era de la grandeza y gloria de las fuerzas; llamábase gimnasio porque en él por la mayor parte peleaban desnudos, de donde esta misma voz de gimnasio, por-nicos, conviene á saber, representaciones dedicadas

que en él se ejercitaban los mancebos, se ha extendido á significar otros lugares donde las otras artes, principalmente las liberales, se ejercitan, por donde los gimnasios eran consagrados á la diosa Minerva, como lo dice Salviano en el lib. vi de Providencia, por estar persuadidos que aquella Diosa era la protectora de las artes. Los juegos circenses eran aquellos en los cuales los caballos uncidos de dos en dos, á imitacion de la luna, ó de cuatro en cuatro, á imitacion del sol, como lo dice Casiodoro en el lib. 11, epíst. 51, eran incitados á la carrera, los cuales saliendo del puesto, que llamaban cárcel, corriendo al derredor de las metas, contendian sobre la ligereza de los caballos y la destreza de los cocheros. El circo y los juegos circenses se dijeron de Circe, la cual fingian ser hija del sol (Tertuliano, cap. 4 de los Espectáculos), y fué la primera que instituyó aquellos juegos en honra de su padre. Pero Marco Varron, en el lib. iv, piensa haberse llamado ansi porque la pompa andaba cerca y al rededor de las metas y tambien de la misma manera corrian; lo uno y lo otro juntó san Isidoro. Demás desto, en medio de las metas se levantaba un obelisco á manera de saeta, adelgazando la punta y rematado en un globo puesto en jo masalto á manera de llama que representaba el sol, al cual estaba consagrado el circo. Los mismos juegos circenses eran dedicados á Castor y Pollux, á los cuales haber dado Mercurio los caballos enseñan las historias; así debes emendar la letra de Isidoro, por lo cual Tertuliano dice por esta causa el mismo circo era de figura oval, y bolas en forma de huevos remataban lo mas alto de las metas, por haber nacido estos dioses de un huevo, como predicaba la gentilidad fabulosa. A Neptuno tambien eran dedicados los dichos juegos, como se saca de Lactancio, lib. vi, cap. 20, y de Salviano, por tenerle los antiguos por abogado de los caballos. Demás desto, Marliano, lib. iv, cap. 10, de Ovidio y de Cornelio Tácito saca que los dichos juegos eran tambien consagrados á la diosa Céres; pero no declara la causa desto; del circo y de su edificio en el capítulo siguiente se hablará mas largo; ahora pasemos á los otros géneros de juegos. Los gladiatores peleaban en el anfiteatro ó entre sí ó con las bestias; algunas veces tambien las fieras peleaban unas con otras; el teatro tenia figura de medio círculo, puesto en la frente la escena ó tablado donde los juegos se hacian; el anfiteatro estaba compuesto como de dos teatros, qui

á Vénus, como lo dice Salviano; Lactancio, á Baco. Los atribuye á entrambos Tertuliano, y no es maravilla por andar muy juntos el uno y el otro deleite; y es cierto que toda deshonestidad torpe y fea en aquellos lugares se ejercitaba, y el mismo Pompeyo Magno, el primero que edificó en Roma teatro estable y de piedra, edificó pegado un templo de Vénus, cubriendo y disimulando la torpeza con pretexto de religion, lo cual en otro lugar se declara mas copiosamente.

CAPITULO III.

La fábrica del teatro y del circo.

Qué forma de edificio fuese la del teatro y del circo me pareció declarar en breve para que se tenga alguna noticia della cuando fuere necesario nombrarlos, lo cual por fuerza ha de suceder muchas veces en esta disputa: tratando del teatro se tratará tambien del anfiteatro por ser la fábrica casi la misma. Viniendo al propósito, el teatro era de forma circular, menos solamente la cuarta parte del círculo entero donde se levantaba la escena, la cual abrazaban los dos brazos del teatro, haciendo coino frente á toda la obra puesta á los ojos de todos los que en el teatro estaban, la cual se dividia en la escena, que era como tienda 6 cámara, de donde salian los representantes, y el proscenio ó púlpito, que era como tablado, donde las representaciones se hacian, y la orchestra mas abajo, la cual servia á los danzantes, dado que san-Isidoro en el lib. xvn de las Etimologias, cap. 44, del púlpito y la orchestra hace una misma cosa, y no hay duda sino que estos nombres, por el abuso de los que escriben, muchas veces se confunden, extendiéndolos á significar cosas diferentes. De dos teatros, quitada la escena y ensanchados los lados, se componia el anfiteatro, que era como dos teatros juntados en uno ó dos visorios, como los llama Casiodoro, lib. v, epistola 42, mas largo que ancho y de figura oval y cierta rotundidad prolija, como la llama el mesmo auctor. Que muchos teatros de madera y hechos á tiempo haya habido en Roma como aquel decurion versátil y maravi lloso de que Plinio habla en el lib. xxvi, cap. 15, se puede creer; mas el primer anfiteatro de piedra se hizo en Roma en el Campo Marcio, año de la fundacion de Roma de 725, á costa de Estalilio Tauro y á persuasion de Octaviano Augusto, del cual una grande parte se vo cerca de la iglesia de Sancta Cruz en Jerusalem á los mis

mos muros de la ciudad; porque el otro anfiteatro nobilísimo en medio de la ciudad por haberse quemado el primero, Augusto le trazó y determinó que se hiciese; Vespasiano, como lo dice Suetonio en su vida, capítulo 9, le fabricó; pero la gloria de haberse acabado y dedicado ia obra, á Tito su hijo se dió, no á Domiciano como el vulgo siente, y ansí se han de entender los versos de Marcial en loa de aquella obra, lib. 1. La forma deste anfiteatro quiero declarar, porque á su semejanza los mas de los otros teatros y anfiteatros que en las otras ciudades se veian se edificaron, mudadas pocas cosas; y primeramente llamábase arena, por la que comunmente se solia echar para comodidad de los que peleaban, y tambien se decia cavea en latin por ser el lugar cóncavo, levantándose las paredes de todas partes tan altas, que apenas podian llegar los ojos, y tambien porque, como dice Marco Varron, lib. iv, en las casas se llamaba cavum la parte que en medio de las paredes se deja para comun uso de todos, el cual, si estaba techado, se llamaba testudo, si descubierto para recebir la luz, impluvio ó patio; desta manera entiendo yo las palabras de Varron. La anchura era tan grande, que cabian ochenta y siete mil hombres, como lo afirma Victor; si en pié ó asentados, no lo declara; en la plaza donde peleaban estaba fabricado un altar de Júpiter Laciar, y por debajo iban las madres hechas para recebir las aguas y vaciallas, las cuales se recogian de la lluvia ; en torno de la obra y por adentro estaba un portal con muchas puertas, por donde las fieras ó los gladiatores salian; sobre el portal estaba una corniz á manera de ala ó de tejaroz con un corredor, desde el cual los senadores y los príncipes miraban, con sus barandas ó rejas. Para mayor seguridad una fosa algunas veces se añadia al pié de la obra llena de agua para detener y apartar á las bestias fieras; sobre el corredor iban subiendo escalones mas anchos que altos, y esto para que cupiesen los piés de los de arriba, sin perjuicio de los que en el mesmo escalon estaban asentados; y á cierto intervalo y distancia entre estos escalones habia tres como cintas, que ceñian toda la obra, por lo cual les llamaron balteos, praecinliones y perizomata, conviene á saber, fabricados á la manera del primer corredor mas altos y mas anchos que los demás escalones, al pié. de las cuales habia ciertos tránsitos, que llamaban vias, por las cuales se pasaba de un lugar á otro. Ansí entiendo á Tertuliano, cuando en el cap. 3.° dice llamaban vias los quicios de los balteos al derredor y lo que se sigue; y las diferencias de los populares hacia abajo hase de referir á ciertas escaleras menores, por las cuales, como yo creo, de la una cinta se bajaba lácia á la otra, y los intervalos ó espacios que habia entre estas escaleras se llamaban cúneos, por ser hácia abajo de figura mas angosta, los cuales cúneos soliau señalar y repartir entre diversas maneras de personas, como caballeros, tribunos, soldados, de donde mirasen los juegos; demás desto, en la misma frente de aquellas cintas habia ciertas portecicas pequeñas, llamadas vomitoria, porque por ellas entraba y salia la gente por las bóvedas que estaban deba

jo de los escalones; rematábase toda la obra en un portal con sus verjas y cubierto en lo mas alto, desde donde el pueblo y las mujeres miraban ó estando en pié ó asentados en sus sillas; habia demás desto velos para el sol y ciertos ingenios de madera, que se encogian y se extendian para otros efectos, y como yo creo, para tender sobre ellos los toldos, y estaban fijados en lo mas alto del edificio; habia tambien ciertos agujeros á manera de caños, como se ve hoy en la juntura de las piedras en Roma, por ventura para orinar la gente ó para efecto que por ellos se colase el agua que lloviese; el corredor donde estaba el senado se llamaba orchestra, tomando el nombre de la que en la escena y teatro habia; el lugar donde estaban los caballeros llamábase equestria, donde el pueblo, popularia. Hasta aquí hemostomado lo que se ha dicho de Justo Lipsio en el libro del Anfiteatro, mudadas algunas cosas; lo que se dirá del circo va tomado de Tertuliano y de Casiodoro, lib. ш, epíst. 50, de san Isidoro, y de otros : dos circos bubo en Roma, el uno llamado Flammistio, del cual ningunas ciertas ruinasse señalan en Roma, el otro llamado Máximo, situado en el valle, para que á tan grande edificio hiciesen estribo los montes Aventino y Palatino, obra primeramente de Tarquino Prisco, como lo afirman Dionisio y Tito Livio; despues reedificado por César el Ditador, como lo dice Plinio, lib. xxxvi, cap. 15, en el mesmo lugar y sitio, de tres estadios en largo, de uno en ancho, dado que con los edificios anejos era de cuatro bigadas, cabia ducieutos y sesenta mil hombres, asentados; inmensa por cierto grandeza. Dionisio dice ciento y cincuenta mil; estaba toda la obra fuera de las puertas, cercada y como sustentada de portales, cuya bóveda era desigual, sustentada en columnas de madera, que bacian como tres naves; la mas alta era la de mas afuera; y fuera destos portales habia otro pegado por defuera, de bóveda igual, donde habia diversas oficinas en lo bajo y encima cámaras, por las cuales los que venian al espectáculo subian y entraban á los escalones del circo y estaban compuestos en esta forma: Sulire el portal de dentro, en lo mas bajo, habia un corredor con sus verjas de la manera que en el anfiteatro queda dicho; despues por su órden se levantaban los escalones para sentarse con sus vomitorios, y el portal superior, remate de toda la obra, de donde miraba el pueblo; las cintas ó balteos con sus vias no hallo que estuviesen en el circo; pero sí bien una fosa llena de agua de diez piés; por de dentro habia tambien doce puertas á la parte del norte, las cuales con cierto artificio todas juntas se abrian, y tenian ciertas almenas encima á manera de muralla, por donde se decia que iban á la villa los que iban al circo, como lo dice Varron en el lib. iv. Ausonio en la epíst. 5.2, da á entender que eran trece las puertas del circo, pues habiendo hablado de muchas cosas que se ven en número senario, añade estas pala bras: Cuantas puertas rechinantes por una parte abre el circo, excepto lo que está á la mitad del estadio. Junto á las puertas estaban las cárceles, que era el puesto donde salian los caballeros y los carros, habiéndoles

hecho señal con un mantel, el cual tambien cuando le colgaban y extendian á la manera que entre nosotros las banderas de infantería, se daba á entender al pueblo que habia de haber juegos circenses. Destas partes y obras estaba rodeado todo el edificio; verdad es que en medio de todo el espacio ó estadio por el luengo tenia otros ornamentos, los cuales ninguno mejor que Tertuliano los señaló en el libro de Espectáculos, capítulo 4. En primer lugar, de cada parte habia tres metas, por todas seis; Casiodoro dice siete, por ventura contando el obelisco que estaba situado en medio de las metas; terminábase cada una dellas en un globo de forma oval, y llamábanse los huevos de los Castores, á los cuales eran dedicados los juegos circenses, como queda arriba dicho. Al derredor de las metas corrian los cabaHos y se hacia la procesion; en medio del espacio estaba un obelisco consagrado al sol, de letras egipcíacas, esculpido, luengo ciento y treinta piés, con un globo por remate en forma de llama, como dice san Isidoro; y junto á él una capilla del sol, en cuyo caballete estaba la efigie del mismo sol, juzgando no deben consagrar debajo de techo al que tienen descubierto. Demás desto, habia otro obelisco menor consagrado á la luna, como dice Casiodoro, luengo ochenta y ocho piés; habia tambien otros ornamentos, una capilla de Vénus Murtia antes de las primeras metas, altares consagrados á muchos dioses, y en particular junto á las metas un altar del dios Conso debajo de tierra, dando á entender que los consejos, de los cuales era abogado, se deben encubrir. De Conso los juegos circenses se llamaban consualia, y no era razon que Conso, que era el mesmo que Neptuno, como lo dice Tertuliano en el cap. 5.° de los Espectáculos, faltase entre los otros dioses, siéndole á él dedicado todo aquel aparato de los juegos. Habia tambien varias columnas y la gran madre de los dioses. Con qué órden cada una destas cosas, no hay para qué las queramos adevinar; las imágenes de los delfines al borde del euripo entiendo estaban entalladas, pues Casiodoro dice el euripo representa la imágen del mar vedriado, donde allí los delfines marinos andan entre las aguas, si ya no quisiésemos decir que verdaderos delfines andaban nadando en el euripo ó fosa. No mas de la fábrica del circo; vengamos al aparato y pompa con que iban á aquellos juegos, de los altares y del templo. Habiendo ofrecido sacrificios, se iba á los juegos circenses cubriendo, conviene á saber, aquella locura con velo de religion, para pecar con mayor libertad. Iban delante los simulacros imágenes de los dioses, que llevaban á la manera que nosotros las cruces y pendones, como Lilio Giraldo lo trae de Plutarco en el Sintagma de los dioses gentílicos; seguíanse las andas donde llevaban las estatuas de los dioses ó sus reliquias hombres con coronas en las cabezas; coronas, dice Tertuliano en el libro de Corona militis, toman para llevar las andas con vestiduras y ropas rozagantes. Seguíanse los carros para los varones, y carrozas para las mujeres nobles; diversos colegios ó compañías de la ciudad, sacerdotes ó agoreros, magistrados, artifices M-11.

y la gente popular que remataba la procesion, con la cual habiendo rodeado las metas y hecho nuevos sacrificios, todos se iban á sentar, cada cual segun el grado y dignidad que tenian. Luego despues desto, dada la señal, corrian con carros de dos ó de cuatro caballos, algunas veces de tres ó de seis, como se entiende de Casiodoro y de san Isidoro; iban delante caballos solos, en los cuales los ministros de aquellos juegos daban á entender acercarse el tiempo dellos, los cuales con maravillosa ligereza y grande maravilla de los que lo vian saltaban del suelo en los caballos, ó de un caballo se pasaban en otro, por donde eran llamados saltadores: algunas veces tambien hombres á pié en el circo contendian sobre quién eran mas ligeros, corriendo derecha mente de oriente á poniente, como lo dice san Isidoro, lo cual no sé cómo se pudiese hacer dentro del circo máximo corriendo el edificio de septentrion á mediodía, como arriba se ha dado á entender. Desta manera iban al circo y en él se celebraban los juegos llamados circenses. El aparato con que se iba al anfiteatro no lo hallo escripto; pero que fuese principal la nobleza y calidad de los juegos lo dan á entender, demás desto, las ceremonias que en los juegos teatrales se hacian; porque, hechos los sacrificios en el templo y celebradas las exequias de algun difunto, como lo da á entender Tertuliano en el cap. 10, entre las flautas y las trompetasiba la procesion de los que presentes estaban al teatro, llevando los capitanes de toda la compañía el designador y el arúspice ó adivino con sus litores ó maceros, lo cual da á entender Plauto en cierto prólogo. Cuál fuese el oficio del arúspice en aquellos juegos y exequias no lo alcanzó bien; y por ventura era su oficio adevinar que el muerto era ido al cielo; ó en Tertuliano en lugar de arúspice se ha de leer aúspice, que era como el padrino y presidente en toda aquella ceremo nia y honras que se hacian; ó era costumbre que para hacer aquellos juegos se usasen agüeros, que era el oficio del arúspice. El designador muchos entienden que era el maestro y presidente de los juegos; solo Justo Lipsio en el Anfiteatro contradice á este parecer, juzgando que el designador era el que distribuia los lugares á los que concurrian, al cual Marcial llama locario; pero maravillome que persona tan erudita no mirase en Ulpiano, ley 4.a, de aquellos que se notan de infamia, llamarse designadores aquellos á los que los griegos llaman brabeutas, la cual voz sin duda significa el maestro de los juegos que daba los premios á los vencedores. Las mesmas palabras de Ulpiano son estas: los designadores, á los cuales los griegos llaman brabeutas, no liacer arte ridícula lo prueba Celso, porque no ejercitan arte, sino ministerio, y sin duda el tal lugar hoy por no pequeño beneficio le suele el príncipe dar. Habíaseme pasado de la memoria que los que corrian en el circo se distinguian con color y librea; los unos de verde, los otros de azul, como dice Casiodoro. Tertuliano pone cuatro, los dos ya dichos y el blanco y el rojo; pero la concordia es fácil de san Isidoro, porque los cocheros solo de los dos primeros colores usaban. Los caballos

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eran de cuatro colores, con los cuales significaban y representaban los cuatro tiempos del año y los cuatro elementos, á los cuales eran consagrados los tales juegos y colores.

CAPITULO IV.

Del deleite de los sentidos.

Grande es el poderío del deleite y sus fuerzas increibles, porque dado que blando y halagueño, en poco tiempo, si no se usa de recato, vence y se apodera de todas las partes y potencias del alma, resuelve el vigor de las virtudes, y el alcázar, puesto en lo alto, la razon y entendimiento le derriba y despeña en todo género de vicios. Bien y sabiamente dijo Platon que el deleite aun á los hombres de gran corazon los vuelve de cera; de suerte que, á manera de cera blanda, se dejan vencer de los vicios y deshonestidad; y en otro lugar dijo que el deleite es yesca y cebo de todos los males, ni de parte alguna hay mayor peligro que de los deleites que nos cercan por todas partes. Así de todo tiempo vemos los que ni sus enemigos pudieron vencer, ni alguna injuria del calor, frio ó hambre quebrantar, haber sido vencidos y derribados miserablemente con el halago del deleite; porque ¿qué otra cosa trastornó á Salomon, persona de tanta sabiduría y bondad? Qué á Aníbal el Africano y á sus ejércitos hizo pudiesen ser vencidos del enemigo, sino los deleites y regalos de Capua? Los vinos y los convites de Campania vencieron al invencible; lo cual harto cosa clara es haber tambien acontecido á los romanos, que fueron siempre vencedores de las gentes, hasta tanto que gustaron las comodidades de Asia, y se corrompieron con los demás deleites de aquella provincia. Los cuales deleites, como dice Séneca en la epíst. 52, son muy semejantes á cierto género de ladrones, llamados por los egipcios filistas, los cuales abrazaban y besaban á los que querian matar, como tambien lo hizo Joab con Amasas, su contrario; ingenios de hierro el deleite como ablandados con el fuego los doma del todo y los quebranta; y como en el hombre no haya cosa mas excelente que la virtud, á este divino don no hay cosa tan contraria como el deleite, porque, dominando él, ningun poder tienen la temperancia, la fortaleza, la liberalidad y las demás virtudes, debajo de su imperio puede estar parte alguna de honestidad, siendo, como es, vicioso y acarreador de muerte, armas de aquel cuyo intento y oficio solo es vencer las almas de los hombres y ensuciallas con las manchas de los vicios. Es el deleite fabricador de muerte, y como Dios llama al hombre á la vida por trabajo y sudor, por estar la virtud situada en lugares ásperos y enriscados, así corremos á la muerte por deleites y suavidades; cierto al verdadero bien lleva el camino áspero, los males y vicios á la perdicion por bienes y deleites engañosos. Conviene pues huir todos los placeres y deleites de los sentidos como lazos, porque presos con aquella blandura, no vengamos nosotros y nuestras cosas á recaer en el señorío de la muerte. Si te venciere el deleite, serás vencido del dolor, trabajo, molestia, por

que son enemigos del deleite la ambicion, la ira, la avaricia; los demás vicios, hechos un escuadron, se apoderarán del alma. Dió Dios, criador y padre del género humano, al hombre conocimiento y apetito, con los cuales se mueve á obrar de su voluntad sin que nadie le haga fuerza, de donde entre las demás pasiones, como la tristeza nace de la adversidad, así de la prosperidad, cuando alcanzamos lo que deseamos, ó nos entretenemos con esperanza de alcanzallo, se engendra el deleite como cierto reposo del alma cumplido el deseo y remate de los trabajos; en el cual ingirió Dios grande suavidad, ó por mejor decir, todo él es suavidad, para que fuese como salsa y sabor, con cuyo gusto nos despertásemos á cumplir todos los oficios de la vida humana, por dificultosos que ellos fuesen. De aquí viene que cuanto es mas dificultosa la obra que se debe hacer, tanto es de mayor deleite, como se ve en la generacion de los hijos, porque no faltasen las especies y casta, haber mezclado en los cuerpos un ardentísimo deseo, con que el uno sexo apetece al otro grandemente, para que se pudiesen engendrar y multiplicar los animales; la cual inclinacion y apetito como se vea en todos los animales, en el hombre tiene mayores aguijones, y esto, ó por ser mayor el conocimiento que el hombre tiene y la carne mas blanda, ó para que la virtud, de la cual solo el hombre es capaz, pelease con mas fuerte deleite como con enemigo doméstico; porque el que debe ser incentivo para la virtud, y para este efecto fué ordenado por el Criador, si pasa de término, es muy cierta peste de la misma virtud. Los demás animales, ciertamente fuera del deleite de la generacion y de la comida, ningun otro ó apenas sienten, ó á lo menos á estos se refieren; las operaciones y deleites de los otros sentidos miran para apetecer las cosas de que se han de sustentar, oyen para huir los peligros y poder juntarse; el odorato sirve para la comida, porque la suavidad de las flores, de los otros olores y drogas de todo punto no la sienten ni gustan della; mas al hombre fuéle dado infinito deleite, el cual se recibe por todos los sentidos, para que là virtud le reprima cuando inclinase al vicio, pues la fornicacion, adulterios y todas las maldades no con otro cebo, sino con el deleite, se despiertan; mas hay diferencia, que el demasiado deleite del manjar y de la carne se reprehende y se cuenta por vicio, pero no el deleite que por los ojos, orejas y olfato se recibe, lo que ha sido á mu→ chos ocasion de yerro, pensando que de ver los juegos, oir el canto y música, ninguna reprehension merece; porque bien dice Aristóteles, aquellos solamente llamarse incontinentes, los cuales se dejan vencer del deleite del tacto, y usan sin medida del deleite carnal, y procuran la delicadeza de los manjares, semejantes á Filoxeno, el cual deseaba tener el cuello de grulla para deleitarse mas tiempo con el sabor del manjar; pero á los que en ver ó oir no tienen medida, ¿quién llamará intemperantes? La causa desto es porque los primeros deleites son comunes á los hombres con los demás animales, por los cuales el hombre degenera en la condicion y naturaleza de las bestias, lo que no acontece en

riñones quemados con su gordura; otros hay de los cuales no podemos carecer totalmente, como del gusto, ojos y oido, lo cual figura la gordura del vientre y hígado que se habia de quemar en el fuego, no el vientre mismo ó el hígado. Resta que los demasiados deleites se deben cortar como cebo de los vicios y que los fomentan, y que si una vez se les da lugar, no paran hasta provocar á placeres torpes, y en medio de las entrañas despertar aguijones de la lujuria y inflamar aquel natural ardor sin parar hasta tanto que lleven y enreden á todo el hombre en los lazos de la muerte eterna. En ninguna cosa mas en esta vida se peca que en alentar las riendas á este mal apetito; y hubiera sido muy saludable á muchos enfrenalle al principio, los cuales con su caida es razon á lo menos hagan á los demás avisados para que no se dejen inficionar de esta tiña y peste, por mucho que poco á poco con blandura se insinúe, y engañe con máscara de honestidad ó de necesidad y provecho, como acontece muchas veces.

CAPITULO V.

Por qué deleitan tanto las representaciones.

los deleites de los otros sentidos, ó por ventura porque los primeros son mas agudos y fuertes, y por consiguiente mas dañosos si no se les pone freno; por donde necesaria cosa es ponerles sus términos y que la virtud los reprima, cuyo oficio es seguir lo saludable, apartar y rebatir lo contrario. Esto dicen, pero no obstante todo esto, en los deleites de los otros sentidos puede haber tambien cierto género de incontinencia menos conocida por ventura del vulgo, pero verdaderísima; el deleite de las orejas y de los ojos que se recibe de mirar los juegos, de la suavidad del canto y de la música, no es menos vicioso ni menos dañoso que los otros placeres; porque ¿quién dirá que no seria lujurioso y perdido el que los dias enteros estuviese sentado en el teatro, ó por mayor comodidad y mas gusto tuviese los mismos faranduleros con toda su jarcia y aparato y los sustentase en su casa? Cierto, todos los deleites corporales son incentivos de vicios, y tienen gran fuerza para corromper las almas y afeallas con torpeza, porque del tacto, como de fuente comun, todos los deleites de los sentidos se derivan, y cuanto con él son mas conjuntos, tanto son mas vehementes; como los sentidos todos están en la carne, por la cual el deleite del tacto se derrama, y della como por cinco arroyos se reparte en todos los sentidos. Y así, los demás deleites nacidos de la carue á ella mesma se vuelven, y como de las cosas exteriores enturbiadas revolviéndose en sí toda la carne y por ella el alma inficionan, para que no pueda con entendimiento sosegado ejercitarse en lo bueno ó contemplar en Dios, como lo dice san Basilio en el libro de la Virgini* dad, de donde se tomó todo esto. Sin duda este mal apetito con ninguna cosa se contenta, á manera de fuego cuanto mas le damos, tanto mas pide; y muchas veces comenzando del deleite honesto, en un momento pasa á lo ilícito, y de un delejte saltando en otro diferente, acaba en torpeza. Esto dieron á entender los griegos cuando dijeron ser el deleite semejante á la hidra, la cual fingieron estar escondida en una laguna y tener muchas cabezas; fábula harto á propósito, porque el deleite plantado en la carne, en muchos sentidos y como cabezas se derrama con gran peligro, si con un golpe no se mata del todo y reprime; porque el que obedeciendo al apetito corta como una cabeza, con aquel regalo se levanta mas fuerte y tiene mayores brios; con fuego se ha de matar, ayuda, digo, del cielo y favor de caridad mas que con hierro, quiero decir, con industria humana. De lo cual tambien en las divinas letras era figura así, la gordura de los animales que se mandaba ofrecer todo á Dios, dando á entender que no una parte del deleite, sino todo él, en cuanto fuese posible se debe renunciar, como el becerro que se ofrecia por el sacerdote, cuya gordura que estaba sobre las entrañas (en el griego sobre los intestinos y el vientre y el redaño del hígado ) demás desto, los dos riñones con su gordura mandaba la ley que se ofreciese para ser cebo del fuego. Conviene á saber; entre los deleites hay algunos de los cuales podemos carecer de todo punto, cuales son los venéreos, figurados por los

Lo cual, si es verdad que los deleites de los sentidos apetecidos por aquellos, que como jumentos obedescen al cuerpo, están entre si trabados en tal manera, que de uno nace otro mas torpe y feo, ¿qué pensaréinos que acontecerá á los que tienen por costumbre de agotar en el teatro por los ojos y orejas toda la torpeza? ¿Por ventura dirémos que los tales sean templados y sanctos, ó mas presto que se revuelvan en el cieno y en la muerte, la cual está en el deleite, como la vida eterna se alcanza por la virtud? Pero antes que pasemos adelante es justo maravillarse y inquirir por qué causa las representaciones y comedias en tanta manera arrebatan á los hombres que, menospreciados los otros oficios de la vida, muchos concurren á esta vanidad, y todos los dias gastan en este deleite, muchas veces con tanta vehemencia concitados con furor, que no es menor maravilla ver lo que hacen y dicen sus meneos y visajes, gritería, aplauso y lágrimas de los que vinieron á ver que los mesmos representantes. La causa es que estos hombres por su interese han juntado en uno todas las maneras é invenciones, para deleitar el pueblo, que se pueden pensar, como cualquiera dellas tenga fuerza para suspender los ánimos de los hombres, porque primeramente se cuentan historias de acaecimientos extraordinarios y admirables, que se rematan en algun fin y succeso mas maravilloso, como lo vemos en las tragedias y comedias; cosas increibles componerse y afeitarse de manera, que no parecen fingidas, sino acaecidas y hechas; y es propio de nuestra naturaleza maravillarnos de cosas extraordinarias, menospreciar lo que pasa cada día; y son principalmente maravillosas y acarrean muy grande deleite aquellas que succeden fuera de lo que se espera, y son de mayor peligro; que si con la simple narracion de cosas ordinarias muchas veces nos entretenemos, y la historia, de cualquier manera que esté escripta, nos

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