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só con sus gentes hasta asentar los reales á las haldas de los montes Alpes. Fué este año en España abundante de mantenimientos, pero falto de salud. Hobo enfermedades y peste, temblores de tierra, ordinarias tormentas en la mar, en el cielo aparencia de ejércitos que se encontraban con grande ruido de las nubes : pronóstico de los males que desta guerra resultaron por toda la redondez de la tierra.

CAPITULO XI.

Cómo Anibal pasó en Italia.

Muchas cosas de las que siguen son por la mayor parte extranjeras; pero si no las tocamos, no se pueden entender las que en España sucedieron. Dará perdon el lector, como es razon, á los que seguimos pisadas ajenas, y aun con mayor brevedad apuntamos lo que otros relatan á la larga. El cónsul pues Publio Cornelio, al cual por suerte cupo á España, como queda dicho, se embarcó y hizo á la vela para impedir el camino que los enemigos hacian. Asentó sus reales á la ribera del rio Ródano, con atencion que tenia de hallar alguna ocasion para hacer algun buen efecto. Sucedió que trecientos caballos romanos, que salieron á descubrir el campo y tomar lengua de los enemigos, se encontraron y vencieron en cierto encuentro á quinientos ginetes alárabes, que con el mismo intento habian salido de sus reales. Alegróse el Cónsul con esta victoria, ca por este principio pronosticaba que lo demás de la guerra sucederia bien; y con deseo de dar al enemigo la batalla de poder á poder, se adelantó hasta donde se juntan los dos rios el Ródano con la Sona, la cual los latinos llamaron Araris. Pero halló que ya el enemigo era partido, y sin embargo llegó hasta los reales de los cartagineses, que balló vacíos. No tenia esperanza de alcanzar al enemigo; por esto, vuelto al lugar de do partió, luego que despachó á su hermano Gneio Scipion con la fuerza del ejército y con una armada de galeras para acometer á España y defender en ella á los aliados del pueblo romano, él con pocos volvió por mar á Génova, con intencion que en Italia no le faltarian soldados ni ejército para ir contra Aníbal. El cual, por lo que hoy llamamos Saboya, y antiguamente fueron los Allobroges, pasó, aunque con grande dificultad, en espacio de quince dias las Alpes de Turin. Desde allí rompió por Italia con su ejército de veinte mil peones y seis mil caballos, como cuentan algunos; otros dicen que llevaba cien mil peones y veinte mil caballos. Lo que consta es que los romanos no tenian fuerzas bastantes para resistir, por ser sus soldados nuevos y bisoños, como levantados de priesa. Por donde cerca del rio Ticino, dicho al presente Tesino, el cónsul, en cierto encuentro que tuvo con el enemigo, á manera de vencido y aun gravemente herido, se retiró á sus reales, de donde la noche siguiente se partió como huyendo, y se metió en Placencia con mayor confianza que tenia en los muros que en sus fuerzas. Verdad es que al otro cónsul, llamado Sempronio, sucedian mejor las cosas en Sicilia, ca venció por mar dos armadas cartaginesas, que fué causa de mandalle volver contra Aníbal y acudir al mayor peligro; pero con su venida no se mejoró nada el partido de Roma; antes en una batalla que el mismo dió al enemigo junto al rio Trebia, se hizo mayor es

tragó en los romanos, porque gran número dellos pereció en la pelea y en el alcance. Invernó en aquellos lugares Aníbal, y el cónsul Sempronio se partió á Roma para hallarse á la eleccion de los nuevos cónsules. Pasados los frios, antes que llegase el verano del año que se contó 537 de la fundacion de Roma, Anibal movió con sus gentes, y pasó adelante la vuelta de Roma. Pero al pasar del monte Apenino y á la entrada de la Toscana, con una grande tempestad que se levantó y por la fuerza del frio, murieron muchos del ejército cartaginés. Volvió por esta causa Aníbal atrás, y siendo asimismo de vuelta el cónsul Sempronio, que dejaba en Roma elegidos nuevos cónsules, es á saber, Gueio Servilio y Caio Flaminio, junto á Placencia se dió una muy herida y muy dudosa batalla ; pelearon hasta que sobrevino la noche y casi con igual daño de entrambas partes. El cónsul se quedó en aquella ciudad, y el cartaginés se recogió á la Liguria, que hoy es lo de Génova, para rehacerse, por haber perdido grande parte de su ejército.

CAPITULO XII.

De lo que sucedió por el mismo tiempo en España.

Llegado que fué Gneio Scipion á España, sujetó al nombre y imperio romano toda aquella parte de aquella provincia que corria hacia el mar desde los pueblos que llamaban Lacetanos y el cabo de Creus hasta el rio Ebro; ca por el aborrecimiento que tenianá los cartagineses, de buena gana mudaban partido y alianza. La armada romana invernó cerca de Tarragona; debió ser en el puerto de Salu, el cual parece que Ruso Festo llamó Sɔlorio, distante de aquella ciudad cuatro millas á la parte de poniente. Despues desto, el capitan romano trabó pelea con Hannon, al cual, como queda dicho, Aníbal dejó para guarda de aquellas partes. La batalla fué junto á un pueblo llamado Cisso, que entienden hoy es Sisso ó Saide, lugares conocidos por aquellas comarcas. El campo y la victoria quedó por los romanos; murieron seis mil de los enemigos, los presos llegaron á dos mil, y entre ellos fueron el mismo Hannon y Andúbal, que, como se dijo, seguia la parte de Cartago; pero diéronle en la pelea tales heridas, que dentro de pocos dias murió dellas. Asdrúbal, que avisado venia á socorrer á Hannon, como pasado el rio Ebro tuviese noticia de la rota, doblando el camino hacia la mar, mató á muchos marineros y gente naval de los romanos que halló descuidados y sin recelo de su venida; y con la misma presteza, por miedo del capitan romano, que movido de la fama de aquel hecho se apresuraba para revolver sobre él, tornó á pasar el rio Ebro, y llevó sus gentes, que eran ocho mil infantes y mil caballos, á lugares seguros. Gueio, del Ampurdan, donde despues de la huida de los cartagineses era ido, fué forzado á dar la vuelta y acudir á los pueblos llamados Ilergetes, donde está Lérida, á causa que despues de su partida, desamparada la amistad romana, se habian pasado á la de Cartago. Llegado que fué, perdonó á los demás, y contentóse con castigar en dineros á los de un pueblo llamado Atanagia, y mandarles dar mayor número de rehenes como á ciudad que tenia mas culpa, ca fuera la primera en alborotarse. Desde allí movió la vuelta de los pueblos Accitanos, que moraban cerca del rio Ebro, y se man

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tenian en la amistad de los cartagineses. Otros dicen que fueron los Ausetanos, pueblos á las haldas de los Pirineos donde hoy estan las ciudades de Vique y de Girona. Lo que consta es que, puesto que tuvo sitio sobre Acete, cabecera que era de aquellos pueblos, los Lacetanos, donde está Jaca, que venian en su socorro, y de noche pretendian entrar dentro de aquella ciudad, cayeron en una celada que les pusieron, donde fueron muertos hasta doce mil dellos, y los demás para salvarse se pusieron en huida. Los cercados, perdida toda esperanza de tenerse, principalmente que Amusito, el principal dellos, secretamente se huyó á Asdrúbal, forzosamente se hobieron de entregar el dia trigésimo del cerco. Penáronlos en veinte talentos de plata; y con esto, el ejército romano fué enviado á invernar á Tarragona, y á los españoles que les seguian asimismo enviaron á sus casas. Grandes prodigios cuentan se vieron en España, Italia y Africa, por la cual causa, para aplacar la ira del cielo, se ofrecieron y renovaron los mayores y mas extraordinarios sacrificios que de costumbre tenian, en especial en Cartago, de tal manera y en tanto grado, que acudieron á la costumbre de los de Fenicia, que dejaran por largo tiempo, y conforme á ella acordaron de aplacar la deidad de Saturno con la sangre de los hijos de los mas principales; ca consideraban que en el suceso de aquella guerra, bueno ó malo, taban en balanzas las haciendas y vidas de todos. Dicen asimismo que entre los demás mozos que se debian sacrificar, fué por el Senado señalado Aspar, hijo de Aníbal, como del mas principal ciudadano de su ciudad; tal era el pago que daban á los trabajos de su padre, ó por mejor decir, todo esto es fábula compuesta para entretener al lector con la diversidad y extrañeza destas patrañas, inventadas por nuestros historiadores, que añaden el niño fué librado de la muerte por los ruegos de su padre, que decia tenia por mejor aventurar su vida en aquella guerra que, por obedecer á aquella religion ó supersticion de su patria, derramar, en duda de ser oido, la sangre de su hijo, que mucho amaba.

CAPITULO XIII.

De la batalla que se dió junto al lago Trasimeno.

es

Pasado el invierno, y con levas que el cartaginés hizo de gente en lo de Génova, reparado el ejército, que quedó mal parado de las refriegas ya dichas, Aníbal pasó las cumbres del monte Apenino con mayor facilidad y prosperidad que antes. Dado que en aquel viaje, al pasar las lagunas que de las crecientes del rio Arno quedaban, por causa de la mucha humedad y frio perdió el uno de los ojos, con que quedó mas feo y por el mismo caso mas fiero y espantable. Muchos hombres y bestias perecieron y casi todos los elefantes que en su hueste llevaba. Con todas estas incomodidades pasó adelante, y llegó al lago Trasimeno, que está en aquella parte de Toscana donde la ciudad de Cortona, y no lejos de la ciudad Perosa, de la cual hoy tiene el apellido, ca se llama el lago de Perosa. Corrió y taló los campos de aquella comarca con intento de irritar al cónsul Caio Flaminio, que era salido contra él, y temerariamente se iba á despeñar en su perdicion. Asentó sus reales en la campaña rasa detras de un ribazo que cerca estaba; armó otrosí una celada, en que puso

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á los mallorquines y soldados ligeros; asimesmo en la angostura que hay entre los montes y el lago puso la caballería. Acudió el Cónsul con sus gentes con resolucion de dar la batalla; pero con la astucia de Aníbal, rodeados los romanos por frente y por las espaldas y como metidos en una red, fueron sin dificultad vencidos y desbaratados. Perecieron quince mil hombres del ejército romano, y otros tantos fueron presos, y el mismo Cónsul pasado con una lanza. Poco despues en la Umbria, donde ahora está Espoleto, cuatro mil caballos que, enviados por el cónsul Servilio de socorro por no saber lo que pasaba, iban sin recelo á juntarse con los demás del ejército romano, fueron muertos y destrozados por Aníbal. Y en prosecucion de la victoria, se puso sobre Espoleto, colonia y poblacion de romanos; pero como no la pudiese entrar, dió vuelta hácia los Picenos, que hoy es la Marca de Ancona, cuyos campos, que son muy buenos, corrió y taló sin piedad ninguna. Despues por los Marsos y Marrucinos rompió por la Pulla, donde se detuvo cerca de dos pueblos, llamados el uno Arpos, el otro Luceria. En el entretanto, los ciudadanos de Roma, atemorizados con pérdidas y rotas tan grandes, acudieron al postrer remedio, que fué nombrar un dictador con autoridad suprema y extraordinaria de mandar y vedar á su voluntad. Este fué Quinto Fabio Máximo; él nombró por maestro de la caballería, que era la segunda persona en autoridad, á Quinto Rufo Minucio. Miraron los libros de las Sibilas, y por su mandado votaron un verano sagrado. Demás desto, de cada una de las monedas que llamaban ases, y tenian peso de una libra de á doce onzas, batieron seis ases, cada cual del mismo valor que los antiguos, que era como de cuatro maravedis de los nuestros; estos ases, menores por esta causa de ser la sexta parte de los antiguos y de á cada dos onzas no mas, se llamaron sextantarios. Enviaron asimismo naves en España cargadas de vituallas; mas como cerca del puerto Cosano, que hoy se entiende es Orbitello, cayesen en las manos y poder de la armada cartaginesa, se vieron en necesidad de armar de nuevo y juntar bajeles de todas partes para la defensa de las marinas de Italia. Grandes apreturas eran estas; pero sin embargo, el Dictador, luego que tuvo junto un buen campo, partió la vuelta de la Pulla con intento y resolucion de entretenerse y nunca dar al enemigo lugar de venir á batalla: ardid muy saludable, con que la ferocidad y orgullo del cartaginés comenzó á enflaquecer y juntamente á sanarse las heridas recebidas por poca consideracion y demasiado brio de los caudillos pasados. Dado que no le dió mas en qué entender el enemigo que la temeridad de Minucio, contra quien le era menester contrastar, y juntamente contra el atrevimiento de los soldados y la mala voz que dél andaba, cosa que muchas veces hizo despeñar á grandes capitanes; ca todos murmuraban del recato del Dictador, y se lo atribuian á cobardía, y le ponian, como acontece, otros nombres de afrenta. En España, Asdrúbal envió con una gruesa armada á Himilcon para correr las marinas que en aquella provincia estaban á devocion de los romanos, y luego que le hobo despachado, él mismo acudió por tierra con un ejército de veinte mil hombres. El capitan romano Gneio Scipion, por no tener fuerzas bastantes para ambas partes, acordó de conservar el señorío de

la mar; y para esto, con treinta naves que armó en Tarragona, se apoderó de la flota cartaginesa, que halló en la boca del rio Ebro vacía de soldados, por haberse desembarcado sin algun recelo de lo que sucedió. Tomó veinte y cinco naves á la vista del mismo capitan cartaginés; las demás, parte echó á fondo, parte por escapar encallaron en la ribera. Fué esta victoria tanto mayor, que con la misma presteza tomaron en alta mar catorce naves gruesas, las cuales por calmarles el viento, no pudieran atener con las demás. Asimismo una ciudad por aquellas partes, llamada Honosca, fué entrada por fuerza y puesta á saco. Los campos cercanos á Cartagena talados, y quemados los arrabales de aquella ciudad. Acudia Asdrúbal á todas partes, y hasta Cádiz siguió por tierra los rastros de la armada roinana, como testigo solamente de los fuegos y daños que en todas las partes hacia. Despues de esta victoria, la arınada romana acometió la isla de Ibiza; y mas de ciento y veinte pueblos en España se pasaron á los romanos, y entre ellos los Celtiberos, gente muy poderosa y ancha, pues en su distrito abrazaban las ciudades y pueblos que hoy se llaman Segorve, Calatayud y Medinaceli. Demás desto, Uclés, comarca de Cuenca, Huete, Agreda con la antigua Numancia hasta las cumbres de Moncayo entraban en esta cuenta. Con la junta destas gentes quedó el capitan romano mas terrible y poderoso. Juntó un ejército por tierra, y con él rompió por aquellas tierras adentro hasta los bosques de Castulon; pero sin hacer grande efecto, dió la vuelta hasta pasar de la otra parte del rio Ebro, por aviso que tenia de las alteraciones que levantaba Mandonio, hombre muy poderoso entre los ilergetes, y que entre los suyos habia antes tenido el principado. Resultó destas alteraciones una guerra muy formada. Asdrúbal fué llamado por los bulliciosos contra un escuadron de romanos, que enviado á sosegar aquellas revueltas, habia pasado á cuchillo muchos de los que estaban levantados. Demás desto, los celtiberos, movidos por cartas del general romano, acudieron contra los cartagineses, y les tomaron tres ciudades que tenian en otra parte; por esto Asdrúbal fué forzado á desamparar ú los ilergetes con intento de acudir al nuevo peligro. Vinieron á las manos, y en dos batallas degollaron los celtiberos quince mil hombres del éjercito cartaginés á tiempo que iba muy adelante el otoño de aquel año, que fué muy señalado en España por la fertilidad de los campos y por la abundancia de todos los bienes.

CAPITULO XIV.

Cómo Publio Scipion vino á España.

En estos términos se hallaban las cosas de España cuando Gneio Scipion, por cartas que escribió al Senado, pidió dos cosas: que le enviasen soldados para rehacer su ejército y las mas vituallas y municiones que ser pudiese. Juzgaron los padres que pedia razon, y por esta causa, Publio Cornelio Scipion, habiéndole prorogado el imperio despues del consulado, partió en socorro de su hermano. Tomó puerto cerca de Tarragona al principio del año luego siguiente, que se contaba de la fundacion de Roma 538; llevó treinta galeras, ocho mil soldados y grandes vituallas, y órden de hacer la guerra con igual poder v autoridad que su her

mano. Despues de llegado, tomado que hobieron su acuerdo, á ruego de los saguntinos, que andaban desterrados y deseaban volver á su tierra, y para vengar los agravios pasados, fueron con sus ejércitos sobre Sagunto. En esta ciudad, Bostar, su gobernador, tenia á su cargo y en su guarda los rehenes de los españoles con una pequeña guarnicion, que era lo que detenia muchas ciudades de España para no darse á los romanos, por miedo no pagasen los suyos con las vidas la culpa de haberse ellos rebelado. Acedux, hombre noble entre los saguntinos y aficionado á los romanos, deseaba ganar su gracia con algun servicio señalado; habló en secreto al Gobernador, y con razones bien coloradas le persuadió enviase los rehenes á sus casas; que este era el camino para ganar las voluntades de todos los de España, pues de la confianza nace la lealtad. Como el Gobernador se dejase persuadir, por ser hombre llano y sin doblez, el mismo Acedux se encargó de llevar los rehenes y restituirlos á los suyos. Para ejecutar lo que pensaba, avisó primero á los romanos de todo lo que pensaba hacer; y partiéndose á media noche, los llevó á sus mismos reales. Por esta manera, los romanos, con restituir ellos de su mano los rehenes, ganaron grandemente las voluntades de los naturales. Verdad es que la alegría que recibieron de sucesos tan prósperos se enturbió grandemente con la nueva que vino de una rota muy señalada que se dió á los romanos en un lugar de la Pulla llamado Cannas. Fué así, que acabado el consulado de Gneio Servilio, sucedieron nuevos cónsules, es á saber, Lucio Emilio, de la nobleza, у del pueblo, cosa no usada antes, Terencio Varron, por cuya imprudencia les vino aquella desgracia; ca los dos cónsules, por evitar diferencias, se concertaron de manera que mandasen á dias. Eran los pareceres y condiciones diferentes: Emilio rebusaba la pelea; Varron, un dia que tocó á él el mando y halló oportunidad, no dudó de ponerse al trance de la batalla. Siguióle su compañero, mas por no parecer que le desamparaba que porque le pareciese bien aquel acuerdo. Junto al mar Adriático demarcan la ciudad de Cannas en aquella parte de Italia que se llama la Pulla. A la vista desta ciudad y en sus campos se dió aquella cruel y sangrienta batalla, en que perecieron de los romanos cuarenta y dos mil peones y tres mil de á caballo con el cónsul Emilio, indigno por cierto deste desastre. Mas él, visto tan grande destrozo y daño, no se quiso salvar en un caballo que para ello le ofrecian. Los cautivos fueron doce mil, y el número de los nobles que murieron en aquella jornada tan grande, que de sus anillos hincheron tres modios y medio, que son mas de media hanega de las nuestras, que hizo juntar Magon, hermano de Aníbal, y los llevó consigo á Cartago por muestra de la matanza. El temor y espanto que por causa desta rota cayó sobre los romanos fué tan grande, que los mancebos mas principales de Roma trataban entre sí de desamparar á Italia. El haber interpuesto algun tiempo y no seguir luego el enemigo la victoria, fué causa que no cayese de todo punto el imperio romano; porque no pocas ciudades de Italia con la nueva de aquella pérdida se apartaron de su amistad; muchas en España se estuvieron á la mira sin declararse por los romanos; dado que por el buen órden de los Scipiones ningunas alteraciones se levanta

ron en aquellas partes; antes por el mismo tiempo Tarragona fué con nuevos edificios arreada, y con nueva muralla ensanchada, y juntamente le dieron nombre y autoridad de colonia romana. En Cartago, dado que Hannon hacia instancia que pusiesen confederacion con los romanos, que aquella era buena ocasion para mejorar su partido, mirasen no se trocase en breve aquel regocijo en llanto; todavía se resolvieron en el Senado que Aníbal y Asdrúbal fuesen ayudados, como lo pedian, con dineros, soldados y armada. Hicieron gente de africanos y de alárabes, con que llegaron hasta cuarenta mil hombres. Destos enviaron primeramente á España, donde Asdrúbal estaba y donde corria mayor necesidad, cuatro mil de á pié y quinientos de á caballo. Dióse cuidado á Magon, que iba por capitan deste socorro, de juntar en España y levantar de nuevo mas gente, así de á pié como de á caballo, á propósito de mantener y extender en aquella provincia su señorío.

CAPITULO XV.

Cómo Asdrubal no pudo entrar en Italia.

Alterábanse por el mismo tiempo hacia el estrecho de Gibraltar los tartesios, gente feroz y denodada. Tomaron por su caudillo á un hombre principal llamado Galbo, acudieron á la ciudad de Asena, donde los cartagineses tenian recogido el trigo y las vituallas, y apoderáronse de todo. Sosegó Asdrúbal estos movimientos con presteza; y por las cartas que de Cartago le vinieron, entendió le ordenaban pasase sin dilacion en Italia para asistir y ayudar á su hermano Aníbal. Fuéle muy pesado este mandato, y ocasion que muchos en España se inclinasen al partido de los romanos; pero érale forzoso obedecer. Dejó por sucesor y en su lugar á Himilcon, hijo de Bomilcar, enseñóle los secretos de la provincia, avisóle de la manera que debia tener en hacer la guerra; y con tanto, hechas nuevas levas de gente y juntado mucho dinero de toda la provincia para el sueldo de sus soldados, movió con sus ejércitos y fardaje la vuelta del rio Ebro, año de la ciudad de Roma 539. Los Scipiones aquejados por el peligro de su patria, si Asdrúbal pasase en Italia, que temian no fuese oprimida con dos ejércitos la que para deshacer uno no tenia fuerzas bastantes, antes habia sido vencida muchas veces, acordaron de divertille de aquel viaje, ó á lo menos entretenelle con acometer los pueblos de la devocion de Cartago. Con este intento encaminaron sus gentes contra una ciudad llamada Iberia del nombre del rio Ibero, que es Ebro, del cual estaba cerca. Asdrúbal, que tuvo aviso deste deseño, se anticipó á fortificar aquella ciudad; y hecho esto, se puso con gran presteza sobre otra ciudad que por allí estaba, aliada con los romanos, con que los contrarios asimismo se divirtieron, ca alzado el cerco de Iberia, acudieron á la defensa. Acercáronse los ejércitos, trabaron primero escaramuzas, y últimamente, ordenadas sus haces y dada señal de pelear, arremetieron los unos y los otros con grande denuedo. Pelearon no de otra manera que si en el suceso de aquella batalla estuviera puesto, no solo el señorío de Italia y de España, sino el imperio del mundo. En especial los romanos se señalaban ni mas ni menos que si estuvieran á las murallas y puertas de

Roma, con que apretaron á los contrarios, y salieron con la victoria. Los primeros á volver las espaldas fueron los españoles, que por el aborrecimiento que tenian á los cartagineses y por llevallos por fuerza á empresa tan lejos, se aficionaban á los romanos. Los cartagineses y africanos, desamparados de tal ayuda, fueron muertos y puestos en huida; la caballería y elefantes escaparon por los piés; el mismo Asdrúbal con pocos se recogió á Cartagena. La nueva y aviso desta noble victoria, luego que se supo en Roma por cartas de los Scipiones, fué ocasion de grande alegría, no tanto por ganar la jornada, cuanto por haberse impedido la pasada de Asdrúbal en Italia. Fué este año trabajoso para España, así por falta de mantenimientos como por la peste que se emprendió, con que murió mucha gente, y entre los demás la mujer y el hijo de Aníbal; así lo cuentan. Por esta causa, los padres romanos enviaron vituallas para los ejércitos que tenian en España; para proveer esto, tomaron dineros prestados de los mercaderes, á causa de estar sus tesoros de todo punto gastados. Además que les era forzoso armar por la mar contra Filipo, rey de Macedonia, de quien se decia que, puesta confederacion con Aníbal, trataba de pasar en Italia, que era otro nuevo peligro. Sabida en Cartago la rota de Asdrúbal y el riesgo que corrian las cosas de España, dieron órden que Magon, hermano de Anibal, con la armada que tenia & punto para pasar en Italia tomase la derrota de España. Hizolo así, y en breve surgió en el puerto de Cartagena con sesenta galeras y doce mil hombres en ellas, donde se hallaba asimismo Himilcon, que poco antes viniera en España con las naves y gente de socorro que tambien él trajera de Cartago. Con la venida de Magon hobo grande mudanza en España; y los que despues de vencidos apenas tenian donde poner el pié, se atrevieron á salir de nuevo en campaña. La ciudad de Illiturgo fuera antes de su jurisdiccion, y porque se habia pasado al enemigo, la acometieron primeramente, pusiéronse sobre ella con sesenta mil hombres, y cercáronla por tres partes. Deseaban los Scipiones socorrella; acudieron con carros y bestias á meter trigo á los cercados y con diez y seis mil hombres que llevaban de guarda. Salieron los cartagineses á atajarles el paso. Dióse la batalla, que fué muy reñida, en que fueron vencidos, no solo Asdrúbal, sino tambien Magon y Himilcon, que de sus propios reales acudieron á la pelea. El estrago fué mayor, y masel número de los muertos que el de los vencedores; prendieron tres mil hombres de á caballo, tomaron mil caballos que hallaron en los reales; demás desto mataron cinco elefantes. Rehiciéronse despues desto los cartagineses de soldados y de fuerzas, acometieron un pueblo llamado Incibile, siete millas al poniente de Tortosa; acudieron asimismo los romanos, con que de nuevo en un encuentro y batalla mataron tres mil cartagineses, y prendieron otros tantos. Quedó otrosí muerto Himilcon, capitan de grande esfuerzo y nombradía. Algunos dicen que Incibile es la que hoy se llama Chelva en el reino de Valencia. Illiturgo tienen que es Andújar en el Andalucía, ó Lietor, pueblo que no cae léjos de la ciudad de Alcaráz. Averiguar la historia de los lugares no es de menor dificultad que la de los hechos, por ser tan ciega la antigüedad, principalmente de España. Esto sucedió en el otoño, en el cual

una nueva que vino de Italia aumentó mucho la alegría de los romanos; es á saber, que despues que Aníbal hobo enflaquecido y mancado su ejército con los deleites y regalos de Capua, teniendo cercada á Nola, fué vencido en batalla por el pretor Marco Marcello, y forzado de retirarse á la Pulla. Item, que dos mil españoles, desamparados los reales cartagineses, se pasaron á los romanos, movidos de las grandes promesas que les hicieron. Demás desto, se contaba que Asdrúbal, por sobrenombre Calvo, partido de Italia para Africa con una gruesa armada, de camino probó de apoderarse de Cerdeña, á persuasion del mas principal de aquella isla, llamado Arsicora; pero que fué desbaratado y preso cerca de Calarí por Tito Manlio Torcuato, con gran matanza, así de los cartagineses como de los sardos que seguian su partido. Tambien se supo de Sicilia que por la muerte de Hieron sucediera en su lugar un su nieto llamado Jerónimo, y que habia sido coronado por rey de Siracusa, si bien era mozo de quince años y de costumbres muy diferentes de su abuelo. Los Scipiones, con aquellas nuevas, llenos de buena esperanza, y determinados de volver á las armas luego que el tiempo diese lugar, acordaron de enviar los soldados á invernar y pasar ellos el invierno en Tarragona, en el cual tiempo se acabó la muralla de aquella ciudad, como se entiende por el letrero de una piedra antigua que se conservaba en tiempo de don Alonso el Undécimo, rey de Castilla, segun que se refiere en su historia. Está la ciudad de Tarragona asentada en un llano pequeño que se hace en lo mas alto de un collado redondo, que tiene la subida no ágria, y debajo á tiro de piedra la mar, cuyo lado hácia donde sale el sol, por las muchas peñas, es áspero y fragoso. Al poniente se extiende una llanura de mucha frescura y fertilidad por mas de cuarenta millas, plantada de olivares, viñas y membrillares, abundante en ganado, de buena cosecha de pan, tanto, que basta para el sustento de los inoradores. A una milla de la ciudad por medio de aquellos campos pasa un rio, que hoy se dice Francolin, y antiguamente Tulcis, cuyas aguas son mas á propósito para cocer el lino y el cáñamo, de que hay por allí abundancia, que para beber. Y como quier que aquella ciudad antiguamente padeciese falta de agua dulce, grande incomodidad, despues de los Scipiones, los romanos labraron á su manera ciertos acueductos muy altos, con que guiaron á la ciudad una parte del rio Gaya, si bien dista della por espacio de diez y seis millas. Estos caños fueron desbaratados á causa de las guerras que gentes de Alemaña hicieron en España, como lo refiere Florian, el año de Cristo de 266, y se volvió á la misma incomodidad hasta tanto que en tiempo de nuestros abuelos abrieron un pozo muy hondo, de donde bastantemente se proveen de agua dulce los moradores, que en nuestro tiempo llegan hasta número de setecientos vecinos, poco mas á menos, como el circuito de los muros tenga, á lo que parece, capacidad de hasta dos mil casas, y no mas.

CAPITULO XVI.

Cómo los cartagineses fueron maltratados en muchas partes de España.

Apenas era pasado el invierno del año que se contaba de la fundacion de Roma 540, cuando los dos her

manos Magon y Asdrúbal, juntado que tuvieron un grueso ejército de los suyos y de españoles, salieron con él en campaña, resueltos de echar con las armas de toda la España dicha ulterior, que es lo mismo que de allende, á los romanos, que en gran parte estaban della enseñoreados. Publio Scipion, para oponerse y contras tará estos intentos, pasado el rio Ebro, rompió por cierta parte donde caian los pueblos llamados Vectones. Asentó sus reales junto á un lugar principal, llamado Castro Alto, que era de mal agüero para los cartagineses, por haber sido allí muerto Amílcar, famoso capitan y padre de Aníbal. Mataron los enemigos que hallaron derramados por aquella comarca hasta dos mil hombres de los soldados y gente romana, por donde, recelándose de mayor daño, se retiró con su ejército á otros lugares que estaban de paz. Puso y fortificó sus reales en el monte dicho de la Victoria; hoy se entiende ser el de Moncia, que cerca del mar algunas millas de la otra parte del Ebro está puesto. Acudieron allí por diversos caminos y con diversos intentos Gneio Scipion á dar socorro á su hermano, y Asdrúbal, hijo de Gisgon, para combatille. Vino este capitan poco antes de Africa con cinco mil soldados de socorro. Era natural de Cartago, de alto linaje, de grandes riquezas, y que tenia deudo con los hermanos Barquinos, y habia comenzado á hacer la guerra por aquella comarca de Ebro. Estaban los unos y los otros reales cercanos entre sí. Salió Publio Scipion á reconocer el campo ; cercóle gran muchedumbre de enemigos, que le tuvieron muy apretado, y le redujeron á término que se perdiera si no sobreviniera su hermano, que le libró. No se hizo otro efecto de mayor consideracion. Los unos y los otros fueron forzados á pasará la España ulterior y á la Andalucía, donde la ciudad de Castulon se rebelara contra los cartagineses y echara la guarnicion de soldados que tenian, por odio de aquella nacion y estar cansados de su señorío. Los cartagineses, luego que les vino el aviso, porque con la tardanza no creciese el daño, se apresuraron con sus gentes. Pusiéronse primero sobre Illiturgo, con intencion de castigarla, ca á su persuasion los castulonenses hicieran aquel exceso. Partió asimismo Gneio Scipion para dar socorro á los cercados, y con una legion á la ligera rompió por medio de los enemigos, que tenian repartidas en dos partes sus estancias, y con muerte de muchos dellos se metió en la ciudad. Hizo luego los dos dias siguientes salidas, en que mató en los encuentros que tuvo dos mil de los enemigos, y cautivó tres mil con trece banderas. Otros refieren mayor número, pero entiéndese que por yerro de la letra en los autores de quien lo tomaron. Lo cierto es que los cartagineses desistieron del cerco, y alzado su bagaje, se pusieron de nuevo sobre Bigerra, ciudad puesta en los Bastetanos. Sobrevinieron los enemigos, por donde les fué forzoso dar la vuelta y recogerse liácia Aurigis, que hoy se entiende sea Jaen ó Arjona. Iban en su seguimiento los romanos. Vinieron á batalla, que duró por espacio de cuatro horas; fueron de nuevo vencidos los cartagineses con muerte de cinco mil de los suyos y prision de tres mil. Matáronles otrosí treinta elefantes, y tomáronles cincuenta banderas. Gneio perdió asimismo algunos de los suyos; sin embargo desto y que con un bote de lanza le pasaron un muslo, en una litera fué en seguimiento del enemigo

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