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En efecto, llegó el caso de suscitarse un conflicto grave entre el Obispo y el Canónigo Magistral D. Lúcas Gonzalez de Leon, hombre de carácter impetuoso y partidario de Santiago. Hallábase éste resentido del Obispo, que había tratado de dar por vacante su prebenda, con motivo de una larga ausencia en comision del Cabildo.

El Breve de Urbano VIII á favor del compatronato de Santa Teresa decía, que éste se entendiera sin disminucion del culto y Patronato de Santiago (1). La Iglesia de Santiago, con la de Córdoba y algunas otras recurrieron al Papa, el cual, por un decreto dado en Noviembre de 1629, reformó el anterior y cási lo anuló, pues declaró en él que sólo se entendiese el Patronato en las poblaciones y diócesis donde lo pidiesen colectivamente el Obispo con el Clero y el pueblo. Novam patrocinii gratiam singulis civitatibus et Diœcesibus dumtaxat quarum Episcopus, Clerus et populus conjunctim prædictam Sanctæ Theresia Patronam habere elegerint, ac à nobis deputari consenserint. Quedó con esto anulado cási el anterior decreto, reducido el Patronato de la Santa á una cosa particular y espontánea, y áun eso con necesidad de recurrir á Roma para impetrarlo.

Los Cabildos eclesiástico y municipal de Córdoba trataron de solemnizar este segundo decreto, y acordaron para ello ir en procesion á Santiago. El Obispo se opuso, y por no disgustarle se aplazó la fiesta hasta que éste se marchara. Pero entre tanto ocurrió otro conflicto, pues habiendo predicado el Magistral el dia de Santiago de 1630, «quedó el Obispo muy ofendido del sermon, y pasó á formar causa al Magistral hasta declararle excomulgado. Tenía el Magistral gran espíritu, correspondiente á su nombre de Leon, y protestó de nulo todo lo actuado por el Obispo, ya porque había procedido sin adjuntos, sin los cuales no podía formarle causa criminal ni declararle incurso en censuras, y ya porque no había dicho palabra ofensiva en el sermon, como de él constaba, y dedicándole al

exigiera, pues en sus contínuas reyertas no hacían escrúpulo de atribuir á éste el conocimiento de tan delicados asuntos.

(1) Sine tamen præjudicio aut innovatione vel diminutione aliqua patronatus Sancti Jacobi Apostoli in universa Hispaniarum regna.

Cabildo le imprimió y publicó despues para satisfaccion pública.»

Nombráronse adjuntos al Provisor, hubo largos disgustos, y al fin se llegó á una transaccion por mediacion del Cabildo. «Con esto, añade Gomez Bravo, y con estar ya nombrado el Obispo para el obispado de Plasencia, se dió fin á esta causa muy ruidosa, que nació de la devocion del Obispo á Santa Teresa, y del Magistral á Santiago; pero faltando en alguna parte la discrecion ó prudencia, causó graves inconvenientes. y escándalos.>>

Desde entónces principiaron á multiplicarse los patronatos. A cada tribulacion se discurría un nuevo patronato, pero sin pensar en reformar el lujo, las profanidades, ni quitar los vicios. Doce años despues, olvidado el patronato de Santa Teresa, la Corte mandó el de San Miguel. «Todas las desgracias de la Monarquía se atribuían á la corta devocion que se tenía al Arcángel San Miguel, y así escribió el Rey al Obispo, Cabildo y ciudad, que se hicieran demostraciones públicas de devocion al Santo Arcángel, y que se le admitiese por Patrono del Reino. El negocio pareció muy grave, y á 6 de Febrero de 1643 dió cuenta la ciudad al Cabildo para que se tratase (1).» Acordóse hacer una procesion muy solemne al Santo Arcángel, pero no consignar el patronato.

A fines de aquel siglo Cárlos II pidió á Roma declarase á San José Patrono de España, año de 1678. Obtenido el Breve, se suspendió el cumplimiento. No paró en esto: el año 1702 pidió el Arzobispo de Nápoles que á San Genaro se le declarase Patron de España, en union de Santiago. El Rey accedió á ello, sin acordarse ya de Santa Teresa, de San Miguel ni de San José, y á peticion del Monarca expidió Bula para ello el Papa Clemente XI, pero con la precaucion de que fuese Patron menor que Santiago. Hubo ya con esto la distincion de Patronos mayores y menores. El Cabildo de Santiago y el de Córdoba, que siempre fué auxiliar suyo en la cuestion del único patronato de Santiago, representaron al Rey, y éste suspendió la publicacion de la Bula.

Carlos III obtuvo de Clemente XIII, el dia 8 de Noviembre

(1) Gomez Bravo: Obispos de Córdoba, pág. 614, parte segunda.

de 1760, la declaracion del Patronato universal de la Purísima Concepcion en todos sus Reinos, con rito doble de primera clase y octava, y despues Misa y oficio propio. Las Cortes del año 12 restablecieron el Patronato de Santa Teresa.

Iguales pleitos había en provincias y ciudades: en Navarra quería el Reino por Patron á San Francisco Javier, y la Catedral y el Clero á San Fermin. En Madrid, los devotos de la Almudena se oponían á la declaracion del Patronato de San Isidro. En otros muchos puntos había pleitos por ese estilo, como el célebre sobre el verdadero Cristo de Burgos.

§. 148.

La Capellania Real se confiere a los Patriarcas de Indias.

La indiscreta peticion de Felipe II pidiendo á San Pio V la declaracion de la Capellanía Real á favor del Arzobispo de Santiago dió sus naturales resultados, embrollando más aquella jurisdiccion. Para obviar inconvenientes se pensó en dar la efectividad de ella al Patriarca de las Indias, que solía residir en la corte y nada tenía que hacer, pues le excomulgaba el Papa si pasaba al territorio donde radicaba su título.

Dicese que ya fué Capellan mayor de Felipe II D. Juan de Guzman, Patriarca de las Indias (1). En el alumbramiento de la Reina Doña Margarita (22 de Setiembre de 1601) figuraban como Limosneros mayores D. Alvaro de Carvajal y D. Juan de Guzman, que lo había sido del Monarca anterior (2). Pero el verdadero Capellan mayor era D. Álvaro de Carvajal, que más adelante fué nombrado Obispo de Zamora. Como tal Capellan mayor presidió en 1605 la procesion que salió de San Pablo de Valladolid con motivo del nacimiento de Felipe IV. Iban en ella 600 frailes dominicos, y el Rey y el señor Carvajal con toda la Real Capilla. Mas habiendo muerto el señor Carvajal

(1) Antes de este, tuvo por Capellanes mayores á Silicéo, á D. Pedro de Castro, hijo del Conde de Lemus, á D. Luis Manrique de Lara de los Condes de Paredes de Nava y á D. García de Loaisa: todos ellos llevaron título de Capellanes mayores.

(2) D. Diego de Guzman, su sucesor en la Vida de dicha princesa, parte segunda, fól. 122,

poco despues (1608) entró en su lugar de Capellan mayor don Diego de Guzman, qué llegó á reunir los títulos de Canónigo de Toledo, del Consejo Supremo de la Inquisicion, Comisario general de Cruzada, Capellan mayor y Limosnero de Felipe III, Arzobispo de Sevilla, Cardenal, Patriarca de las Indias y maestro de las Infantas, una de las cuales fué Emperatriz, la otra Reina de Francia. Era un Briareo eclesiástico.

y

Despues de D. Diego Guzman el cargo de Capellan mayor estuvo siempre á cargo de los Patriarcas, unas veces como delegados del Arzobispo de Santiago, otras en pugna con éste y otras á título de Procapellanes. Más adelante se obtuvo para la Real Capilla derecho de parroquialidad, promoviéndose con ese motivo muchos conflictos con la jurisdiccion ordinaria y los Arzobispos de Toledo, los cuales duraron hasta que se hizo la demarcacion del territorio de la Real Capilla, como se dirá en la sexta parte.

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CAPITULO XXII.

DESARROLLO DE LA ESCUELA REGALISTA A CONSECUENCIA DE LOS DESACUERDOS CON LA SANTA SEDE.

§. 149.

Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares.

Tambien Felipe IV, lo mismo que su padre, necesita que su nombre sea citado con otro á la par. Rey que comparte el poder con un súbdito, debe sufrir que el nombre del súbdito se cite al par del suyo.

Durante los últimos años de su vida había tratado Felipe III de separar del lado de su primogénito á un jóven palaciego, rico y ambicioso, que principiaba á captarse la voluntad del Principe. Llamábase D. Gaspar de Guzman. El medio no fue el más á propósito, pues lo nombró Embajador en Roma; puesto muy difícil, y más para un jóven inexperto. Temíase el Rey, y con fundamento, que el favorito de su hijo halagaba las pasiones demasiado impetuosas del jóven Principe, y creyó que saciando la ambicion de aquel lograria separarle del lado de éste. El jóven D. Gaspar aceptó la embajada, y supo hacer el papel de víctima por un nombramiento, que aun los señores más nobles de la corte hubieran tomado por un favor. Dióse tan buena maña, que renunció su cargo poco antes de morir Felipe III, con lo cual se aseguró más y más en el cariño del sucesor.

Señalábase como el primer orador de la corte al virtuoso P. Florencia, de la Compañía de Jesús, á quien Felipe III oía con singular predileccion, y que hubo de sostener el ánimo del Rey durante su angustiosa agonía. Pocos dias despues de este suceso predicaba el P. Florencia en la capilla de palacio

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