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ner por infames á los que juzgamos ser provechosos? Los jueces ciertamente por presumpcion de las leyes y por cierta sospecha tendránlos por infames, por tener por cosa cierta que semejante gente por dinero hará cualquier cosa y se pondrá á cualquier torpeza; pero si alguno, usando de excepcion, probare con testigos fidedignos haber en todas sus representaciones tenido cuenta con la honestidad, el tal por cierto no caerá en afrenta ni infamia. ¿Por ventura tambien será admitido á las órdenes sagradas? Porque ¿qué mas tienen estos que los otros que de artes bajas y sucias aspiran á cosas mejores? Esto digo porque á la primera suerte de farsantes está vedado recebir las sagradas órdenes, capítulo Maritum. d. 33; y no solo esto pero en el canon. 18 de los apóstoles, repelen de las sagradas órdenes al que se casare con mujer dedicada á públicos espectáculos, caópítulo siquis viduam el. 2.o d. 34, no por la suciedad del arte como declara la glosa, sino porque estaban persuadidos que las tales, todas vendian su cuerpo por die neros. Los mesmos han de ser privados y apartados de los sacramentos, y en especial de la Eucaristía, capitulo pro delectione de consecratione d. 2, en el cual lugar, Cipriano, preguntado de Eucracio, si un farsante que, siendo ya bautizado, enseñaba los muchachos aquel arte, con la cual el hombre, mudado con artificio el sexo, imitaba las acciones de mujer, dado que el tal no salia al teatro debía ser apartado de la comunion de los Geles; responde en la epíst. 61, ni á la majestad divina ni á la disciplina evangélica convenir que la honesti-. dad de la iglesia con tan torpe contagio se manchase; y si aquella iglesia no podia, le enviase á la de Cartago, donde presidia el mesmo capitan. De todo lo cual se saca lo que muchas veces se ha dicho; que el farsante que trata cosas torpes, como infame y sujeto á pecado, debe ser del todo privado de los sacramentos de la Iglesia, si no propusiere de dejar la tal profesion; y si muriendo no diere por lo menos señales de haber mudado propósito, no le deben dar sepultura eclesiástica ni hacelle obsequias á la manera que se hace con los demás pecadores manifiestos y públicos, 13 quaest. 2., c. quibus. Por donde cierto represen tante, que no ha mucho murió de repente en una representacion invocando, por la fuerza del amor que fingia, á Júpiter, Mercurio y Pluton, y con un puñal desenvainado fingiendo que se queria matar, no le habian de enterrar en sagrado, dado que uno de los compañeros afirmaba que él tenia propósito dentro de pocos dias dejar el oficio y tomar hábito de fraile. La cual burla ó excusa movió á aquellos ciudadanos á no usar de rigor eclesiástico, que fuera justo; y son dignos del castigo que se ha dicho y severidad, como se tocú arriba, no solo los que con palabras claras dicen deshonestidades, sino tambien los que de través y disimuladamente las dan á entender; porque aun antiguamente, en tiempo de los romanos, los farsantes, por torpes que fuesen, se abstenian de palabras sucias, los cuales yo no creo querrá nadie excusar por ser tanto mas perjudiciales; que si lo hiciesen de otra manera, fácilmente

oyentes la memoria de la torpeza despertada con artificio que es cuando se refiere abiertamente, tanto mas, que es mas dificultoso de huir y evitar al que con asechanzas acomete. Por esto los antiguos romanos, no solo ordenaron que esta suerte de gente fuese privada de la honra de los demás ciudadanos, sino tambien que por castigo y sentencia de los censores fuesen borrados de sus tribus. Que si los farsantes de la manera que se ha dicho son infames, síguese manifiestamente que están en estado de pecado mortal, porque tan grande castigo no se les pondria si fuesen inocentes ó si su pecado fuese ligero; y si alguno dice que solo se nota en la infamia la bajeza y escarnio delante, ¿por qué los ganapa-nes, los carniceros, los carboneros y otros oficios vilísimos y muy sucios no los sujetan ni notan con tal pena? Llégase á esto que los demás que en aquella ley se juzgan por infames, que son muchos, todos cometen cometian en sus ejercicios ó cosas, por las cuales se les pone aquella pena, muy graves pecados, los rufianes, los que fuerzan mujeres, los que pervierten con engaño el juicio y los demás todos, pues ¿qué causa puede haber porque de ley comun saquemos á los farsantes y los tengamos por inocentes y buenos? Principalmente que aquel se llama infame, cuya vida y costumbres se reprueban, como se colige de la glosa ff. de los que son llamados á juicio, L. sed. si hac lege, párrafo Prætor. Perono falta quien opone y repugna esta nuestra opinion, que es tambien comun del escuela, con dos argumentos. El primero es que en la ley citada al principio muchos se cuentan por infames, sin que en ellos se conozca pecado alguno como la viuda que de nuevo se casa antes del tiempo del luto señalado por las leyes, el que se casa contra la voluntad de aquel en cuyo poder vive, demás desto los soldados flacos y pusilánimos (pero ¿por qué no dijo antes cobardes?) los cuales es cierto cometen grave delito ó profesando el arte para que no eran, ó dejando por miedo los reales y banderas por algun otro mal caso. Y no hablo de la infamia vulgar, con la cual el vulgo nota los soldados que no vengan cualquier injuria que se les haga; porque la tal infamia no es digna de tal nombre. Los demás puestos en el argumento, como hacian aquellas cosas que por la ley eran entonces vedadas, teníanlos por malhechores y por dignos de ser castigados; ahora, mudadas las leyes, por decir mejor, habiendo sido corregidas por el derecho mas nuevo y por el canónico juntamente, se ha quitado la pena de infamia. El segundo argumento es que si los farsantes representan argumentos buenos y se guardan de toda torpeza, no pecan, y con todo esto son tenidos por infames. Yo empero con sancto Tomás, 22, quaest. 168, art. 3, ad. 3., siento; el cual juego es provechoso para la comunicacion y tratos de los hombres entre sí, y por el consiguiente el arte que á esto se endereza es lícita, y que no pecan los farsantes si no pasan de los términos que hemos señalado de la honestidad, dado que ejerciten su arte por dineros y por ganancia; pero siento juntamente que en tal caso no se-rán infames, porque ¿qué razon hay para afrentar y te

con la torpeza de las palabras ahuyentarian los oyentes del teatro, como sabemos haber acontecido. Y desta suerte juzgo que son las compañías de representantes que andan ordinariamente por España vendiendo su arte por dineros ; pues es cierto que abiertamente 6 de callada casi en todas sus representaciones proponen á Jos oyentes torpeza y deshonestidades, engaños de rufianes, amores de rameras, fuerzas de doncellas y otras Cosas que no hay para qué referirlas por su deshonestidad; y por tanto que como afeados con muchas torpezas, juzgo deben ser echados de la Iglesia y apartados de la sanctidad de los sacramentos. Nunca me he hallado en semejantes juegos ni farsas, ni tengo por decente que los sacerdotes y frailes por oir estas fábulas infamen el órden eclesiástico; pero oido he represen→ tarse y cantarse tales cosas, que ni yo sin vergüenza las podria escribir, ni los otros oir sin enfado y pesadumbre.

CAPITULO XI.

De la música teatral.

Muchas cosas hay en los teatros que tienen gran fuerza para corromper las costumbres del pueblo; y entre estas principalmente los cantares, tonadas y bailes pueden mucho por entrambas partes, ora sea para mover los hombres ó despertallos, ora para pervertillos al mal; de los cuales, porque se usan mucho en las representaciones, quiero tratar en este lugar y declarar como, no solamente tienen fuerza para deleitar á los oyentes, sino tambien para mover y despertar en muchas maneras los afectos del alma, de los cuales se compone y con los cuales se gobierna todo el curso de la vida humana. Algunos juzgaron que la música solo se enderezaba al deleite de la manera que el sueño y la bebida se ordenan á reparar las fuerzas del alma y del cuerpo; y no hay duda sino que acarrea grande deleite, porque, como estamos compuestos de números, lo cual declaran el pulso de las arterias, los dias en que la criatura se forma en el vientre de su madre, el parto y otras muchas cosas; de aquí viene que con los números grandemente nos prendamos. Ora sean versos las palabras compuestas con números, recrean maravillosamente á la manera que cuando el aire pasa por el angostura de la corneta ó flauta causa deleitable sonido, ansi cuando declaramos lo que sentimos con la ley y número de versos, sentimos gusto y deleite; ora con voces sonoras y canto se declaren varios afectos y movimientos del alma, recibimos increible deleite, con el cual, no solo se alivian los cuidados, sino tambien como el hierro al fuego las costumbres fieras y agrestes se ablandan; lo cual declara Polibio en el lib. iv, diciendo que los de Arcadia, gente que vivia antiguamente en la Morea, como por el gran frio y aspereza del tiempo pasasen grandes trabajos en la labranza de los campos, la dureza y aspereza de las costumbres que provenia de aquellos trabajos la amansaban y hacian tratable con el uso de la música, y por esto no solo á los muchachos sino á los de mayor edad, y muchos hasta

edad de treinta años se ejercitaban en ella diligentemente, siendo en lo demás hombres de vida austera y de costumbres severas. Dice mas, que los cinetenses que es una parte de Arcadia, por haber seguido diversa manera no usando de cantos y música, hechos mas fieros, habian caido en grandes males y incurrido en grandes desventuras; y esta fuerza de la música declararon los poetas con varias ficciones de fábulas, diciendo que Orfeo con su canto habia amansado las fieras, y que Anfion con su cítara habia traido las piedras de las canteras y rocas, arrancadas sin que ninguno las cortase ó las moviese, para edificar los muros de Tebas. Pero demás del deleite, tiene gran fuerza la música para dispertar los afectos del alma, en tanto grado, que como escriben los antiguos, taniendo Timoteo cierto género de música, que llamaban orteo, Alejandro, vestido súbitamente de furor, se levantó de la mesa y arrebató las armas en guisa de pelear, y luego despues mudada la sonada, tornando en sí, se sosegó. Lo cual quereinos desechar como cuento mentiroso ó por lo menos demasiadamente encarecido, dado que otras muchas cosas semejantes se refieren, y Plutarco al fin del libro de música afirma haberse sosegado no una vez alborotos y remediado enfermedades y peste con la ayuda de la música. De las divinas letras consta y es cosa averiguada que tapiendo David, Saul, que estaba fatigado del demonio y furioso, se sosegaba. Dirás que esto se hizo por divino poder, y no por humanas fuerzas; digo que dado que sea así, bien podemos decir tambien que sosegada la congoja del alma que venia de la melancolía con la fuerza natural de la música, menor poder tenia el demonio para afligir á Saul, como lo sintieron graves autores; que si en tanta manera la música reprime los afectos y los mueve, necesaria cosa es que pueda tambien mucho para hacer las costumbres ó buenas ó malas como fuere la música; porque ¿qué cosa son las virtudes, ó en qué cosa masse ocupan que en enfrenar los movimientos del ánimo? ¿De dónde nascen los vicios, sino de los afectos desordenados, apetito desenfrenado, ira encendida, demasiado temor ó tristeza, lo cual, como los antiguos filósofos tuviesen conocido para ordenar las ciudades y fundallas, juzgaron no ser de poco momento que el legislador tuviese por uno de sus cuidados determinar y establecer de qué género de música se debia usar en la ciudad y pueblo. Así Platon, de parecer de Damon, afirmó que nunca en la república se muda la música sin que se siga muy grande mudanza del Estado y de las leyes; por tanto que debe haber grande aviso sobre la manera de música de que los ciudadanos han de usar. De Platon tomó lo mismo Ciceron, en el segundo de legibus, aunque con alguna mas moderacion, y Aristóteles, cuando disputando este punto en el lib. vn de las Politicas, desde el cap. 5.o, hasta el fin del libro afirma que de tres géneros de música y armonía de que usaban vulgarmente no debian enseñar á los muchachos ni la frigia ni la lidia, sino la dórica; porque la frigia era vehemente, la lidia muy relajada, la dórica mas constante é igual, por donde re

presentaba mejor las costumbres y constancia varonil. Pero mejor será para entender esto dividir la música en cinco géneros, cuyos nombres son tomados de las provincias donde cada una fué inventada, como la divide Casiodoro, lib. 1, epist. 40, y en un particular tratado que de la música compuso. Los géneros son estos: el dórico, el frigio, el colio, el yastro, oasio ó jónico, y últimamente el lidio. Los cuales géneros y tonadas sean desta manera; que el segundo sube un semitono sobre el primero, y el tercero sobre el segundo, y los demás por el mismo órden; demás desto, á cada uno destos tonos se le añaden otros dos, como al dórico el fripodórilo y el hiperdórico, y á los demás por la mesma manera; de suerte que resultan quince géneros de armonía que sean de la misma manera que está dicho, alzando el siguiente sobre el precedente un semitono solamente cuya razon se puede ver en Casiodoro, libro de las Disciplinas Matemáticas. El dórico era á propósito para la castidad y para la guerra por tener la tonada igual y constante y de una manera; el frigio despertaba contiendas y movia á furor, y porque usaban dél en las fiestas de los dioses, principalmente en las de Baco, se llamaba religioso; el colio procedia con llaneza, sin variedad, y por esto amansaba el ánimo y era á propósito para hacer dormir; el yastro era vario y entendian que adelgazaba el ingenio y le despertaba á la contemplacion de las cosas del cielo; el lidio despedia los cuidados con la sonada dulce y relajada, y con el demasiado deleite llamábase quejoso, porque, segun yo pienro, usaban dél los enamorados en sus quejas, por la cual causa era tenido por el mas infame género de todos los que en la música habia. Todo esto está tomado de Casiodoro en los lugares citados y de Apuleyo en el lib. 1 De los floridos; pero aquella fuerza de conmover los afectos del ánimo y de sosegarlos, la cual los antiguos atribuian á diversos tonos y armonías que se usaban en aquel tiempo, no lo experimentamos de todo punto en nuestra música; y aun no está averiguado de qué suerte aquella música y á qué tonos respondia de los que en nuestra edad se usan. Yo entendia eran varios géneros de versos, principalmente líricos, los cuales, cantados á la vihuela con sus números y con la tonada de la voz y de la vihuela, que se respondian perfectamente, demás desto con el peso de las sentencias y agudeza despertaban en los ánimos movimientos vehementes. La cual fuerza en este tiempo en gran parte ha caido y ninguna cosa pone en menos cuidado á los que gobiernan y á los príncipes que proveer de qué suerte de música, ansí el pueblo como los mancebos, usen comunmente; por donde no nos debemos de maravillar que tanta corrupcion de costumbres haya prevalecido en estos miserables tiempos, de manera que todos los vicios como hecho un escuadron hayan acometido las ciudades y lugares sin alguna diferencia de sexo, de edad ó calidad de personas, y que se hayan dado á liviandad y torpeza, afeminando comunmente las tonadas y canciones, principalmente con la libertad de los farsantes, corrompiendo y haciendo laciva á toda la música; y

porque se mezclan palabras torpes, compuestas artificiosamente, los cantarcillos torpes, tomados de las plazas, bodegones y casas públicas, con tonadas que sirven al tal proposito, se reducen á la memoria con gravísimo perjuicio de las costumbres, y tanto mayor mal, que de los teatros pasan á las plazas y á las casas particulares, fijados en la memoria con la torpeza como con engrudo. Detestable torpeza, pero tales son las costumbres. Y como el pueblo cristiano ninguna cosa era razon que escogiese sino honesta y sancta, las alabanzas de Dios y hazañas de los sanctos y varones excelentes, como testifica san Jerónimo que en su tiempo se hacia en Palestina, que los oficiales y labradores, cantando las alabanzas de Dios, aliviaban la dureza de los trabajos; al contrario vemos que se hace, y de noche por las calles, de dia en las casas, ninguna otra cosa se oye sino alabanzas de Vénus, quiero decir, cantares de amores, con grande afrenta del pueblo cristiano y de los que gobiernan, que no tienen desto cuidado alguno, en gran perjuicio de la república. Y lo que es peor, que no podemos negar haber entrado en los templos no pocas veces cantándose estas torpes sonad is tomadas de cantarcillos vulgares, en lo cual faltan el sentido y las palabras, y no se puede declarar con la lengua la grandeza desta maldad, así de los que lo hacen con deseo de agradar al pueblo como principalmente de aquellos que dejan pasar sin castigo tan grande impiedad y afrenta, pretendiendo ser tenidos por benignos y palaciegos y populares á costa de la afrenta que se hace al culto divino y á la religion cristiana. Quiero acabar tornando á referir que la música del teatro y de los farsantes es una peste gravisima que va corrompiendo por las ciudades y por los lugares las costumbres de los particulares, y poco a poco dándoles á beber la maldad, y que los príncipes que se descuidan en esto, que debian tener por muy encomendado, darán cuenta á Dios, y serán vivos y muertos castigados gravísimamente por haber gobernado mal la república, principalmente que á las sonadas blandas y afeminadas, que por si mesmas despiertan á torpeza, sabemos se añaden meneos y palabras deshonestísimas, las cuales con sus números y metros aun hacen mucho mayores cosquillas, cosa que por ser tan pública no la pueden ignorar los dichos príncipes, eclesiásticos y seglares á cuyo cargo está proveer en todo esto. Pero mejor será declarar mas y particularizar esta torpeza y abuso en el siguiente capitulo.

CAPITULO XII. ·

Del baile y cantar llamado zarabanda.

Entre los grandes y muchos bienes que la paz continuada por muchos años y conservada con la providencia y poder de los príncipes acarrea á las provincias y reinos, tal cual muchos años ha la gozamos por beneficio del cielo y valor y prudencia de nuestros reyes en Castilla (abundancia de bienes conforme á lo que dijo el Psalmista, «puso tres fines paz y hartóte con la

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mueva? Yo creo, por cierto, que los ermitaños sacados de los yermos y enflaquecidos con las penitencias no estarian seguros; pues ¿cómo lo estarán los hombres carnales y viciosos? Y ¿qué dirán Dios y todo el mundo cuando sepan que en España, en la cual nos gloriamos, y con mucha razon, que la religion se ha conservado en su puridad y entereza, estas deshonestidades han entrado en los templos consagrados á Dios, y los han mezclado en el culto divino? ¿Puedese con palabras encarecer tan grande maldad y desórden, principalmente que ni jueces seglares ni eclesiásticos lo castigan, como seria razon, por ventura favoresciendo unos aquello en que se deleitan, excusándose otros con el favor que dicen tiene esta gente y oficio en los mas altos tribunales del reino? Sabemos por cierto haberse danzado este baile en una de las mas ilustres ciudades de España, en la misma procesion y fiesta del santísimo Sacramento del cuerpo de Cristo, nuestro Señor, dando á su Majestad humo á narices con lo que piensan honralle. Poco es esto: despues sabemos que en la mesma ciudad, en diversos monesterios de monjas y en la mesma festividad se hizo, no solo este son y baile, sino los mencos tan torpes, que fué menester se cubriesen los ojos las personas honestas que allí estaban; ¿qué esto es razon que se sufra y disimule y que las casas de Dios y los monesterios se hagan oficinas de deshonestidad, y esto con título de que se honra á Dios en ello y se aumenta el culto divino? ¿Qué resta sino que saquemos en nuestras fiestas entre las cruces y pendones pintada la deshonestidad, como se hacia antiguamente en las fiestas de Priapo y como se dirá adelante, que sin duda moviera menos á deshonestidad que los meneos sucios que se hacen entre nosotros; ó que celebremos las fiestas de Vénus y de Adonide, su enamorado, las cuales, con extrema deshonestidad y desórden de los gentiles las habian tomado y las celebraban las mujeres hebreas, como lo nota la Escriptura en Ezequiel, capítulo 8.o, y lo declara mas largamente san Jerónimo sobre ella? Y no dejaré de decir lo que me avisó un amigo mio, que este baile se hacia antiguamente en tiempo de romanos, y que tambien habia salido de España, tierra fértil en semejantes desórdenes, por donde las mujeres que hacian este baile de deshonestidad las llamaban en Roma gaditanas, de Cádiz, ciudad de España, donde se debió de inventar en aquel tiempo, como lo dice Juvenal en la sátira undécima, convidando á Persica, amigo suyo, á un convite templado y modesto, por estas palabras que quiero ponerlas en latin por no sufrir su deshonestidad que se trasladen en

bartura del trigo)» la hermosura y arreo de las ciudades y los campos, lo cual todo destruye la guerra y asuela, guarda de las leyes, de la justicia y religion, entre estos bienes nascen y se mezclan algunos males, como la neguilla y malas yerbas en los sembrados abundosos y frescos: el ocio, fuente de todos los males, la soberbia y injurias, la hartura y la lujuria por donde se viene á hacer sementera para nuevas guerras y revueltas, dando las cosas al derredor y círculo conforme al movimiento con que los cielos se inenean. Desta paz y abundancia de que goza años ha esta provincia, y del ocio en que vive gran parte del pueblo y de la gente principal han nacido en España juegos, disoluciones, trajes, comidas y banquetes muy fuera de lo que antiguamente se acostumbraba y muy fuera de aquello á que la naturaleza de nuestra nacion inclina. Pero los vicios, donde quiera se reciben fácilmente y con dificultad se despiden. Eutre los demás desórdenes que de la ociosidad han nacido ha sido la muchedumbre de comedias y farsantes que de veinte años á esta parte entre nosotros, en público y en secreto, se han usado, sacando cada dia nuevas invenciones y sainetes con que entretener y engañar al pueblo. Pero de las comedias en general harto se ha dicho hasta aquí, y adelante se dirá mucho mas; por ahora solo quiero decir que entre las otras invenciones ha salido estos años un baile y cantar tan lacivo en las palabras, tan feo en los meneos, que basta para pegar fuego aun á las personas muy honestas. Llámaule comunmente zarabanda, y dado que se dan diferentes causas y derivaciones de tal nombre, ninguna se tiene por averiguada y cierta; lo que se sabe es que se ha inventado en España, que la tengo yo por una de las graves afrentas que se podian hacer á nuestra nacion, tenida por deshonesta y inclinada á deshonestidad, tanto, que estando en Paris of decir á una persona grave, docta y prudente que tenia por averiguado hacian mas estrago en esta parte en aquella ciudad los criados de un caballero español que allí estaba que todos los demás hombres naturales que allí vivian. Yo entiendo que fué grande encarecimiento este, pero esta es la verdad: pues ¿qué dirán cuando sepan como van cundiendo los males y creciendo la fama que en España, donde está el imperio, el albergo de la religion y de la justicia, se representan, no solo en secreto, sino en público, con extrema deshonestidad, con mencos y palabras á propósito los actos mas torpes y sucios que pasan y hacen en los burdeles, representando abrazos y besos y todo lo demás con boca y brazos, lomos y con todo el cuerpo, que solo el referirlo causa vergüenza? Que si hacer juegos deshonestos y lacivos es pecado, y muy grave, por el peligro á que se ponen los que los hacen y los que los miran, que es conclusion de teólogos y canonistas, y en particular de Silvestro, Ludus, párrafo 2.o, y de Navarro, cap. 16 de Manual, núm. 14, ¿qué será con meneos tan lacivos poner toda la deshonestidad delante los ojos? ¿Habrá por ventura hombre tan de hierro que con semejantes torpezas y en tan encendida fragua no se ablande y se M-u.

romance:

Forsitan expectes ut gaditana canoro Incipiat prurire choro, plausoque probala Ad terram tremulo descendat eluina puella Irritamentum veneris tanguentis, et acrea Divilis vilicae.

Y lo demás que declara no menos la deshonestidad del baile. Lo mesmo dice Marcial en el lib. v, en la epis

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grama 120; en la cual convida á Toriano á cenar casi por las mesmas palabras:

Nec de gadibus improbis puellae Viviabunt sine fine prurientes Lacivos doceli tremore lumbos.

Que si esto se sufria entonces, no es razon se sufra entre gente que profesa tanta sanctidad como el pueblo cristiano profesa. Esto es lo que me ha parecido decir brevemente deste baile y deste canto, el cual tengo por cierto que ha tornado en este tiempo á salir del infierno para ofensa muy grave de nuestro Señor, que no podrá disimular mucho tiempo graves injurias para daño y perdicion del pueblo, que son estas invenciones de canonizar lo que desea; y solo resta que se predique en los púlpitos, como cosa lícita (como en Alemania en semejantes materias se hace con tanta publicidad, pues del hacer al enseñar hay poca distancia), para perpetua afrenta y vergüenza de nuestra nacion, de donde, conforme á los beneficios y mercedes, era razon salieran mejores frutos que estos. Yo suplico á la divina Majestad, por intercesion de san Vicente y santa Sabina y santa Cristeta, sus hermanas, en cuyo monte y á la puerta de su cueva enriscada, donde estuvieron escondidos huyendo la crueldad de Daciano, se escribió esto; ponga remedio en los daños que entiendo por este camino se nos van aparejando, y abra los ojos á los que gobiernan, para que lo reparen con tiempo, que yo no dubdo que si supiesen el estrago que se hace y viesen los meneos y lo que pasa, por desalmados que fuesen, lo remediarian. Digo esto porque me han certificado que cuando esta maldita gente hace este baile delante quien les pueda ir á la mano con el mismo son, mudan las palabras que suelen cantar, y templan los meneos y su deshonestidad; tan astutos y prudentes son estos hijos del demonio y de las tinieblas.

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CAPITULO XIII.

Qué sintieron los padres antiguos destos juegos. Quiero poner en este lugar los testimonios de los escriptores antiguos y declarar qué parecer tuvieron de los juegos escénicos con sus propias palabras y sentencias, la cual parte es muy copiosa y casi sin término, tanto, que si alguno quisiese juntar todo lo que á este propósito podria servir, ni tendria fin ni término la disputa; por tanto, entre muchas cosas escogerémos algunas y tocarémos solamente con brevedad las cabezas, comenzando desta manera. Los juegos escénicos, representaciones y comedias en el tiempo antiguo, antes que el hijo de Dios se mostrase á los hombres en carne hecho hombre, y con su luz á los hombres bajos y desanimados metiese por el camino de la salud, en tres maneras y por tres causas eran viciosos y malos. La primera, porque á los dioses que adoraban, y á los cuales invocaban y hacian votos hallándose en peligros, tales maldades atribuian y tales afrentas en los tales juegos, que ningun hombre honesto las pudiera oir sin vergüenza. Increible locura; pero tan grande era

su ceguedad. Demás desto, los juegos y espectáculos, por ser consagrados en nombre de los dioses, pertenecian al culto divino, ó por mejor decir, á la idolatría; de suerte que los que iban al teatro ó al circo forzosa cosa era que se enredasen en la vana y necia supersticion y que se hiciesen dignos de la muerte eterna. UItimamente, con la torpeza de las cosas y de las palabras despertaban á malos deseos y maldades, y con delictos fingidos encendian á los verdaderos por los ojos y orejas, la cual es una peste gravísima, haciendo entrar la torpeza con tanto mayor fuerza, que en pecar al ejemplo de los dioses, á los cuales muchas veces se atribuian las torpezas, si no merecian loa, á lo menos eran dignos de perdon, pues con sola la mirada de una imágen deshonesta, vemos que los hombres se encienden y mueven á semejantes delictos desta manera. Cheera en el Eunucho de Terencio, encendido en deseo torpe, dice con mayor atrevimiento haber forzado una doncella por estas palabras: La doncella está sentada en el retrete, mirando cierta imágen y pintura donde estaba pintado Júpiter, en qué manera en el gremio de Danae dicen antiguamente haber echado la lluvia de oro; yo mismo tambien comencé á mirallo y porque semejante juego ya antiguamente aquel habia jugado, mucho mas el ánimo se me alegraba. ¡Dios haberse convertido en hombre y por ajeno tejado haber venido ascondidamente por el patio á engañar una mujer! ¡Mas que Dios, el que los mas altos templos del cielo hiere! Yo hombrecillo ¿no habia de hacer aquello? Hícelo así y de buena gana. ¿Ves cómo se mueve al mal deseo? Ciertamente como con enseñanza del cielo, como dice san Agustin, lib. 1 de las Confesiones, cap. 16, donde trae este lugar de Terencio, lo cual es necesario que acontezca con mayor vehemencia cuando estas cosas y semejantes en las comedias se representan. Los testimonios pues de los padres antiguos á estas tres cabezas se reducian y como clases, dado que no ignoro que las dos primeras, conviene á saber, escarnecer los dioses y atribuilles delictos y consagrar los juegos á su divinidad muy lejos está de nuestras costumbres, gracias sean á nuestro redentor Jesucristo, con cuya luz se han desaparecido y ahuyentado de todo el mundo las tinieblas tan espesas de errores y mentiras. La postrera cabeza ó clase de testimonios que se toma de la torpeza y deshonestidad destos juegos, no menos pertenece a nosotros ni menos nos toca que á los antiguos; antes tanto mas cuanto la profesion cristiana pide mayor sanctidad de vida. Viniendo al propósito y órden que se propuso, Tertuliano, el primero, en el Apologético, cap. 15, reprehende á los gentiles que afeasen á los dioses en las fábulas con toda torpeza por estas palabras Los demás ingenios de lascivia ayudan tambien à vuestros deleites, por la afrenta de los dioses. Mirad las gracias de los lentulos y de los ostilios, si por ventura en las burlas y chocarrérías os reis de los farsantes; ó de vuestros dioses, de Anubi, adúltero, de la luna, hecha varon, de Diana, azotada, del testamento referido de Júpiter muerto, y de tres hércules,

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