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traslacion. Córdoba, ó Sevilla les ofrecía un vasto campo donde estender su plan y desplegar sus maniobras. Sus opulentas catedrales, sus numerosos conventos, los establecimientos y corporaciones que se habían reformado ó suprimido contaban una multitud de proletarios y dependientes, prontos á seguir su voz y sus instigaciones, y en cualquiera de las dos ciudades se prometían salir victoriosos.

Sin embargo sus designios en esta parte no habían pasado de deseos vehementes. Mas los rápidos progresos de la coalicion en el norte de Europa y en la península volvieron á encenderlos de nuevo y á que se promoviesen con empeño los proyectos de traslacion. Los pareceres, con todo, eran muy varios respecto al punto que se debía escoger. El Mariscal Soult había vuelto á España con el título y autoridad de lugar teniente del emperador, y no era posible despreciar una circunstancia, que anunciaba en las operaciones del enemigo nueva actividad y vigor, y mas unidad que en la ausencia de tan esperimentado general.

Mientras se promovían en Cádiz estas disputas, el ayuntamiento de Madrid deliberaba tambien por su parte acerca de lo mismo; y ora se

alarmase con ciertos rumores esparcidos probablemente con siniestro fin, de que las Córtes intentaban fijar la capital del reino en otro punto, ora considerase urgente que el gobierno se estableciese pronto en aquella villa, dirigió al congreso una representacion en que lo solicitaba vivamente. Consultada la regencia, esta, de acuerdo con el Consejo, declaró que no era oportuna todavía la traslacion á Madrid, estando el enemigo en posesion de todas las plazas de la frontera, y pudiendo con alguna operacion atrevida hacer una irrupcion sobre aquella capital, que obligase al gobierno á emprender una retirada precipitada, cuyas consecuencias necesariamente habían de ser desastrosas. Despues de oir el juicio del gobierno, insistir todavía en trasladarse era una temeridad; sin embargo los que lo promovían permanecieron tenaces en su empeño, hasta proponer que se pidiese una nota del embajador de Inglaterra en que suponían que se solicitaba tambien la ida á Madrid. Las Córtes, con su acostumbrada circunspeccion, declararon no haber lugar á deliberar sobre tan incongruente propuesta, y despues de animados debates, acordaron no resolver la traslacion miéntras no variasen las circunstancias.

Perdidas las esperanzas de salir con su primer intento aspiraron á que, á lo ménos, las Córtes ordinarias abriesen sus sesiones en Madrid. Irresistible era para ellos la memoria del antiguo influjo de la corte, de los tribunales y consejos suprimidos, de los anteriores establecimientos y oficinas del gobierno, y demas elementos contrarios al nuevo sistema de administracion, que á su parecer existían en aquella capital. Favorecía este proyecto la lectura continua de los partes que se recibían cada dia anunciando los progresos de las armas aliadas sobre el Ebro. La alegría y el aspecto tan favorable de esta gloriosa campaña arrastraban el ánimo de muchos que sinceramente y de buena fe deseaban la traslacion. Sin embargo, las razones en que se había fundado el gobierno para declarar que Madrid no era punto seguro conservaban toda su fuerza y solidez, y ni era prudente ni decoroso dejar de precaver los riesgos que podía correr un congreso obligado á instalarse en aquella capital, cuando Cádiz le ofrecía toda la proteccion necesaria para deliberar con tranquilidad y reposo, sin privarle del derecho de resolver por su propio juicio y autoridad lo que creyese conveniente. A pesar de estas y otras graves reflexiones, se

empeñaron de nuevo los debates y solo por cuatro votos se acordó, que las Córtes ordinarias abriesen en Cádiz sus sesiones el dia que estaba señalado.

Desde que el lord Wellington, desde su cuartel general de Fresneda en la frontera de Portugal, se puso en marcha otra vez, á mediados de mayo, no pudieron ser mas gloriosas las operaciones del ejército aliado, hasta que por último acabó este de señalarse con la batalla de Vitoria el 21 de junio, en la cual consiguió uno de los triunfos mas importantes y decisivos, que hicieron tan ilustre la guerra de la península. La regencia en un mensage lo anunció á las Córtes el 1 de julio, incluyendo los despachos en que se describía circunstanciadamente y cuya lectura causó en todos los circunstantes las mas puras emociones de admiracion y alegría.

Deseosas de manifestar su estimacion y reconocimiento al general en gefe de los ejércitos aliados, y teniendo presente que se hallaba ya condecorado con los primeros honores y distinciones, así militares como civiles que se conocen en el reino, acordaron ahora por unanimidad que se le adjudicase, en plena propiedad para sí sus sucesores, una finca entre las que pertene

y

ciesen al estado; que la regencia la señalase; y que en la concesion se espresase, que esta se hacía á nombre de la nacion española en testimonio de su mas sincera gratitud. La regencia, sin dilacion, propuso el Soto de Roma, situado en la

fértil y deliciosa vega de Granada, y aprobada la propuesta, tambien por unanimidad, se estendió el correspondiente decreto.

El término señalado para cerrar las Córtes estraordinarias sus sesiones se acercaba por momentos, y entre los negocios graves que exigían resolucion pronta y decisiva, ninguno era mayor ni mas urgente, que el presupuesto general en que se comprendía tambien el arreglo de la deuda pública. La regencia no podía suspender por mas tiempo el presentar el estado de los gastos, y el mejor medio de reunir las sumas necesarias que se podía aspirar entónces; como asimismo el de pagar los intereses á los acreedores, tanto para restablecer la confianza, como para volver á circulacion gran número de capitales muertos y destruidos por la mala fe, y la insolvencia verdadera en que quedó el gobierno antiguo al espirar en 1808.

á

Los ministros en la sesion pública de 4 de julio (1813) presentaron, de órden de la regencia,

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