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mente las voluntades de todos por acabar en tres dias con lo que los reyes pasados no pudieron salir, que era ganar aquella fuerza, que muchas veces acometieron á tomar. No pasó adelante en la guerra de los moros por las revueltas que dentro del reino andaban, á que era forzoso acudir, sin cuidar mucho de las cosas de fuera. Los grandes del reino y los procuradores de las ciudades se juntaron en el monasterio de Sahagun por ver si podrian concordar aquellos debates. Durante la congregacion y junta la reina doña Costanza por el mes de noviembre pasó desta vida. Fué gran parte para su muerte la pesadumbre que tenia de ver á su hijo fuera de su poder y la necesidad y pobreza que padecia, tan grande, que para pagar sus deudas y el gasto de su casa aun el oro y joyas que tenia para su persona no bastaban, como ella misma lo declaró en el testamento que otorgó á la hora de su muerte. La falta de la reina dona Costanza obró que se pudieron encaminar mejor los negocios á causa que el infante don Juan, desamparado que se vió deste arrimo, acudió á la reina dona María y á su hijo el infante don Pedro. Concertáronse en esta forma que la crianza del Rey estuviese á cargo de la Reina, su abuela; los Infantes gobernasen el reino, cada cual en aquella parte y aquellas ciudades que le siguieron en las Cortes que poco antes se tuvieran en la ciudad de Palencia; manera de gobierno bien extraordinaria y sujeta á grandes inconvenientes; pero era forzoso conformarse con el tiempo y llegar hasta lo que las cosas daban lugar. Al Rey llevaron á Toro, ciudad muy apacible y de cielo muy saludable. Lo que principalmente pretendieron fué sacalle de poder de los de Avila y vengarse de las afrentas que á todos antes hicieron. Corria á esta sazon el año de 1314 cuando en el reino de Toledo se despertaron nuevos alborotos y bandos, y aun donde quiera se cometian mil maldades, robos, fuerzas y muertes; grande era la avenida de miserias, sin que hobiese fuerzas bastantes para atajar tantos daños. Acordaron buscar otra mejor manera de gobierno; juntaron Cortes en Búrgos, en que se determinó que el gobierno supremo del reino estuviese en poder del Consejo Real, al cual se suele apelar de todos los tribunales con las mil y quinientas que ha de pagar el que apela en caso que sea condenado. Ordenaron otrosí que el Consejo siguiese siempre la Corte do quiera que el Rey y la Reina estuviesen. Que los dos Infantes determinasen los negocios de menor cuantía, sin dalles facultad para enajenar las rentas reales, ni poder nombrar otro en su lugar, caso que alguno de los tres Infantes y Reina falleciese. A la misma sazon fallecieron de su enfermedad tres grandes personajes, es á saber, don Pedro, hermano de la Reina, que murió poco antes deste tiempo, y don Tello, su hijo, que venia á gran priesa para hallarse en las Cortes. En las mismas Cortes falleció sin hijos don Juan Nuñez de Lara, mayordomo que á la sazon era de la casa real. El cargo por su muerte se proveyó á don Alonso, hijo del infante don Juan. Tenia don Juan Nuñez de Lara una hermana, por nombre doña Juana, que casó con don Fernando de la Cerda; deste matrimonio nacieron dos hijos, que fueron doña Blanca y don Juan de Lara, que tomó este apellido porque finalmente heredó el estado de la casa de Lara. Esto en Castilla. El rey de Aragon por el mes de noviembre envió á Alemaña á doña Isabel, su hija,

que tenia concertada con Federico, duque de Austria, para que se efectuase el casamiento, al cual á la sazon los tres electores, el de Colonia, el de Sajonia y el Palatino nombraran por rey de romanos; los otros tres electores señalaron á Ludovico, bávaro; á estos se llegó Winceslao, rey de Bohemia. Por donde este partido pareció tener mejor derecho, por lo menos tuvo mas dicha; en una batalla que se dió de poder á poder, venció y prendió á su competidor. Mas este Ludovico se hizo adelante muy aborrecible por perseguir á los pontífices romanos, y en prosecucion desto elegir un nuevo y falso papa, de que resultaron grandes males.

CAPITULO XIII.

Del principio que tuvieron los turcos.

Tenia por este tiempo el imperio de Grecia Andrónico, hijo de Miguel Paleólogo, hombre impío y mal cristiano, ca renunció la santa fe católica romana que los griegos de comun consentimiento recibieran los años pasados. Pasó en esto tan adelante, que publicó á su padre por descomulgado, y no permitió que á su cuerpo diesen sepultura y le hiciesen las honras acostumbradas. Tal fué el principio que dió á su imperio, desdichado y desgraciado. El odio que con los romanos tenian era tan grande, que no eran tenidos por legítimos los matrimonios que se hacian entre griegos y latinos, si la una de las partes no renunciaba la creencia de sus antepasados. Muchos por ser católicos, que era tenido por el mas grave delito, hacia condenar por herejes. Fué castigo del cielo que en este mismo tiempo los turcos comenzaron á tener nombre; gente hasta entonces no conocida, adelante muy encumbrada por nuestras pérdidas y daños, que dellos se han recibido muy grandes y ordinarios, mas por el descuido de los príncipes, que pudieran al principio atajar el fuego, que por su valor y industria. En aquella parte de Scitia por do corre el rio Volga tuvo antiguamente esta gente su asiento. De allí un gran número se derramó en las partes de Europa el año del Señor de 760. Tuvieron una batalla con los húngaros, gente entonces muy poderosa, en la cual, como quedasen muy maltratados, se retiraron á Asia convidados de la fertilidad de la tierra y del poco valor de los naturales, calos deleites y regalo los tenian muy estragados. En aquella tierra los turcos se hicieron fuertes en las montañas, con cuya aspereza mas que con las armas se mantuvieron largo tiempo. Su nombre no era muy conocido ni tuvieron caudillo muy señalado, Sustentábanse de robos y correrías; en las guerras asentaban al sueldo de la parte que les hacia mejor partido, cuando los príncipes comarcanos los convidaban para ayudarse dellos, en especial acudian al soldan de Egipto. Fuera muy fácil deshacellos, si alguno tuviera celo del bien comun; pero lo pasado mas se puede llorar que emendar. En la guerra de la TierraSanta que emprendió Jofre de Bullon, príncipe señalado en valor y religion, comenzaron los turcos á ganar alguna fama por las rotas que dieron y recibieron muchas veces que con los fieles vinieron á las manos. Estaban divididos debajo de muchos señores y caudillos hasta tanto que en tiempo del emperador Andrónico un cierto Otoman, hijo de Zico, hombre, bien que de baja suerte, de grandes fuerzas y ánimo, con dar la

muerte á muchos de aquellos señores y maltratar á otros, se hizo señor de todos los turcos, que andaban desparcidos á manera de alarbes. Este fué el primer fundador del imperio de los turcos, tan extendido en nuestro tiempo, y de quien la familia de los Otomanos tomó este apellido. Deste por continua sucesion traen su descendencia aquellos emperadores, en que los hijos muchas veces han heredado el estado de los padres, por lo menos los hermanos se han sucedido uno á otro, como se ve por el árbol de su genealogía, que pareció poner en este lugar. Oloman tuvo un hijo que le sucedió en el imperio, por nombre Orcanes, al cual sucedió su hijo Amurates; á este Bayacete, su hijo, muy nombrado por la jornada que tuvo con el Taborlan y por su grande desgracia, que fué vencido y preso en aquella batalla. Bayacete tuvo un hijo, por nombre Calapino, que le sucedió, y á Calapino dos hijos suyos, uno en pos de otro, que se llamaron el primero Moisés, el segundo Mahomad; hijo deste Maliomad fué Amurates, aquel que, cansado de las cosas del mundo, renunció el imperio y se retiró á hacer vida sosegada en lo mejor de su edad y cuando su imperio llegaba á la cumbre, cosa que le dió mas nombradía que todas las otras hazañas que acabó, bien que fueron muy grandes; bienaventurado si por la verdadera y católica religion menospreciara las riquezas y grandeza de aquel estado. En lugar de Amurates fué puesto su hijo Mahomad, el que, pasados mas de cien años adelante deste en que vamos, se apoderó por fuerza de armas de la gran ciudad de Constantinopla. A Mahomad sucedió Bayacete; luego Selim; tras este Soliman; despues otro Selim; últimamente Amurates, y otro Selim, y al presente Malomad, abuelo, padre y hijo que por su órden heredaron aquel imperio. Desta manera y por estos grados y de tan flacos principios se ha extendido el imperio de los turcos, acrecentado y engrandecido por descuido y poquedad de los nuestros, mayormente por las discordias que entre sí han tenido, sin saberse conformar ni juntar las fuerzas contra el comun enemigo de la cristiandad.

CAPITULO XIV.

Que los catalanes acometieron el imperio de Grecia.

Luego que los turcos se hobieron enseñoreado de gran parte de la Asia Menor, comenzaron á poner sus pensamientos en lo de Europa y en la Romania, que antiguamente se llamó Tracia. Enfrenólos por algun tiempo y reprimió sus intentos el estrecho del mar, aledaño destas dos provincias; que por lo demás los griegos estaban tan sin fuerzas y ánimo, que fácilmente pudieran salir con su pretension; los regalos y deportes de todas suertes tenian abatido el valor de aquella gente. En la paz eran revoltosos, blasonaban largo; pero para la guerra eran muy flacos, propias condiciones de gente cobarde. Considerado pues el gran peligro que las cosas corrian, el emperador Andrónico determinó de ampararse á sí y á su imperio y valerse de ayudas y socorros de fuera. Los catalanes, despues que se asentó en Sicilia la paz entre los príncipes, segun arriba queda contado, por no sufrir el reposo como gente acostumbrada á andar siempre en la guerra, dieron en ser cosarios por el mar, y en esto se ejercitaban. Fué

llamado de Grecia Rugier de Brindez, el principal capitan de los catalanes, debajo de grandes promesas que aquel Emperador le hizo. Era este varon muy insigne en el arte militar, y que tenia adquirida grau fama por sus grandes proezas. Traia su origen de Alemania, su padre Ricardo Floro, familiar y continuo del emperador Federico; tuvo en Brindez muchas posesiones, y en servicio de Coradino fué muerto en la batalla de Manfredonia. Su hijo fué primero caballero de la órden de los templarios, despues sirvió á don Fadrique, rey de Sicilia, en las guerras pasadas, en que mostró su esfuerzo y valentía en muchas ocasiones, y ganó fama y gloria de guerrero, y su nombre fué conocido aun acerca de los extranjeros. Con licencia pues de su Rey fué al llamado de los griegos á Constantinopla con una armada de treinta y ocho velas, en que se contaban diez y ocho galeras, mil y quinientos caballos y hasta cuatro mil infantes; pequeño ejército para tan grande empresa; pero todos eran de extremado valor, soldados viejos de grande experiencia y los que mantuvieron todo el peso de la guerra de Sicilia y ganaron tantas victorias. Llegada que fué esta armada á Constantinopla, dieron á Rugier por mujer una hija del emperador de Zaura y de una hermana de Andrónico y el primer lugar yautoridad despues del Emperador; añadiéronle á esto título y nombre de Gran Capitan, que llamaban Megaduque. Con estos halagos ganaron las voluntades de los catalanes, encendieron sus ánimos en deseo de verse ya con los enemigos, pasaron con su armada lo mas cercano de la Asia. En la primera batalla que dieron pasaron á cuchillo tres mil hombres de á caballo de los turcos y diez mil infantes. Tras esto en la Frigia, y en le Meonia, donde se adelantaron, tuvieron otro encuentro con los turcos junto á Filadelfia, ciudad señalada por el rio Pactolo que con hermosas y deleitables riberas la riega; sucedióles tan prósperamente como en la batalla pasada; no fué menor el estrago y matanza de los enemigos. Finalmente, junto á Dania, ciudad de la provincia de Cilicia, no léjos de la nombrada Efeso, en el estrecho del monte Tauro, que llaman Puerta de Hierro, trabaron una batalla con los turcos con el mismo esfuerzo y ventura. Estas victorias de presente muy señaladas para adelante fueron muy provechosas, porque se mejoraron de armas, de caballos y dineros, de que se hallaban necesitados. La fama que ganaron fué grande, tanto, que los naturales cobraron esperanza de destruir por su medio aquella nacion de turcos y poner la cristiana en su libertad. Verdad es que á mala coyuntura falleció el suegro de Rugier, por cuya muerte los hijos del difunto fueron despojados del estado de su padre por un tio suyo, que se apoderó injustamente por fuerza de aquel imperio. Esto puso en necesidad á Rugier de dar la vuelta, mayormente que el emperador Andrónico le mandaba tornar. Con su venida en breve sosegó aquella tempestad muy á su gusto; para esto y para todo el progreso de la guerra hizo mucho al caso Berenguel Entenza, caballero catalan, el cual, sabido lo que en levante pasaba, acudió con trecientos hombres de á caballo y mil infantes, toda gente escogida. Diéronle luego títulos de Gran Capitan y á Rugier nombre de César, que era la dignidad de mayor autoridad en tiempo de paz y de guerra que en aquel imperio se podia dar despues del mismo Emperador; tan grande,

que no la dieran á nadie por espacio de cuatrocientos años. Hasta aquí todo procedia muy prósperamente, si la fortuna ó desgracia supiera estar queda sin dar la vuelta que suele de ordinario. Fué así, que los griegos tomaron ocasion de aborrecellos, así bien por envidia destas preeminencias que les dieron como porque los soldados, que invernaban en Calípoli, comenzaron á alborotarse con color que no les pagaban. Derramábanse por la comarca, cometian robos, violencias y adulterios, todo lo ensuciaban con maldades en gran daño de la tierra y peligro suyo y de sus capitanes. La indignacion que desto concibió el Emperador fué grande; para vengarse procuraron que Rugier viniese å Adrianópoli con muestras de querer comunicar con él cosas de grande importancia. Llegado que fué, descuidado de semejante traicion, le mataron sin respeto de sus muchas bazañas; así es, mas fuerza tiene una injuria para mover á venganza que muchos servicios para sosegar el desgusto, porque la obligacion nos es carga pesada, la venganza descarga de cuidados, además que ordinariamente los grandes servicios se suelen recompensar con alguna notable deslealtad. Muerto que fué Rugier, grande multitud de griegos se puso sobre la ciudad de Calipoli; los catalanes se defendieron con gran valor, y no contentos con esto, ganaron de los contrarios muchas victorias, particularmente en una batalla les degollaron seis mil de á caballo y veinte mil infantes. Los demás huyeron; ganáronles los reales; cosa maravillosa y que apenas se pudiera creer, si Ramon Montaner, que se halló en estos hechos, no lo afirmara en su historia como testigo de vista. Pasó tan adelante Berenguel Entenza en vengar la muerte de Rugier, que llegó con su armada á vista de Constantinopla; taló aquellas marinas, hizo robos de ganados, mató cuantos se le pusieron delante, puso fuego á las alquerías y cortijos de aquella ciudad. A Calojuan, hijo del emperador Andrónico, que le salió al encuentro, venció y desbarató en una batalla. Llevaban los catalanes con tanto muy bien encaminados sus negocios. En esto una armada de ginoveses debajo la conducta de Eduardo Doria llegó á aquellas partes, que fué causa que el partido de los griegos se mejorase y empeorase el de los catalanes. Con muestra de amistad y confederacion los ginoveses se apoderaron de la armada catalana y prendieron á su general Entenza, digno al parecer de aquella desgracia por haber llamado á los turcos en su favor, cosa que siempre se ha tenido por fea entre los cristianos. Quedaba Roberto de Rocafort, que estaba en guarda de Calípoli, con cuyo amparo y debajo de su gobierno los catalanes hacian, grandes correrías, ganaban muchas victorias, así de los griegos como de los ginoveses. Ensoberbecido Rocafort con estos sucesos, no queria reconocer á ninguno por superior; cometia todo género de maldades sin que nadie le fuese á la mano. Entenza, despues que á cabo de mucho tiempo fué puesto en libertad, acudió á Cataluña, donde vendidos muchos lugares heredados de su padre, con el dinero que allegó aprestó una armada, en que otra vez pasó en Grecia. Llegado que fué, Rocafort no le quiso reconocer por superior, de que resultaron entre ellos discordias y armarse el uno al otro celadas. Sabido el peligro que las cosas corrian por la discordia destos dos capitanes, el rey de Sicilia don Fadrique, por cuyo órden pasaron M-1.

primeramente á levante, envió á don Fernando, hijo menor del rey de Mallorca, para si por ventura con su autoridad y buena maña pudiese concertar aquellas diferencias. Poco aprovechó esta diligencia; solo les persuadió que, pues la comarca de Calipoli la tenian destruida, juntadas sus fuerzas, marchasen la vuelta de Nápoles, ciudad que es de la Tracia á los confines de Macedonia, muy principal por su fertilidad y por dos caudalosos rios que junto á ella pasan, es á saber, Neso y Estrimon. En este camino los dos capitanes vinieron á las manos; Berenguel Entenza fué muerto en la pelea con otros muchos. Al infante don Feruando fué forzoso dar la vuelta á Sicilia. En el camino fué preso junto á la isla de Negroponte por ciertas galeras francesas que por allí andaban. Con esta armada puso confederacion Rocafort, como el que tenia entendido no podria alcanzar perdon de los aragoneses ni de los sicilianos; mas era tanta su soberbia, que puesta esta amistad, menospreciaba á los franceses y bacia dellos poco caso. Por esta causa prendieron á él y á un hermano suyo, y vueltos á Italia, los entregaron en poder de Roberto, rey de Nápoles, su capital enemigo, y él los mandó encerrar en Aversa. Allí estuvieron con buena guarda hasta tanto que del mal tratamiento muric-, ron; castigo muy merecido por sus maldades. Don Fernando de Mallorca andaba mas libre, porque su prision no era tan estrecha, y poco despues á instancia de los reyes de Aragon y Sicilia fué puesto en libertad. Llegó á Mecina, donde casó con doña Isabel, nieta de Luis, el postrer príncipe de la Morea, francés de nacion, y que poco antes falleció sin dejar hijo varon. Partidos que fueron de levante los franceses, los catalanes, que todavía quedaban algunos, por do quiera que iban, todo lo asolaban. Sucedió que Gualtero de Brena, duque de Atenas, del linaje de los franceses, tenia guerra con algunos señores comarcanos. Este convidó á los catalanes para que le ayudasen. Poco les duró la amistad; con color que no les pagaba, se amotinaron y en cierta refriega, muerto el Duque, con la misma furia se apoderaron de la ciudad y la pusieron á saco. Verdad es que el nombre de duque de aquella ciudad reservaron para don Fadrique, rey de Sicilia. Deseaban que les acudiese, como los que sabian muy bien el riesgo que corrian si no les venia socorro de otra parte. Aceptó pues el rey don Fadrique aquella oferta y envió gober nadores para las ciudades y capitanės para la guerra, que todavía se continuó con diversos trances que sucedieron. Este estado mandó él despues en su testamento á don Guillen, su hijo menor; á este sucedió don Juan, su hermano; á don Juan don Fadrique, su hijo, por cuya muerte, que falleció sin dejar sucesion, recayó este principado en el rey de Sicilia don Fadrique, bisnieto del primer don Fadrique, por cuyo mandado fueron los catalanes á Grecia la primera vez. De aquí los reyes de Aragon se intitulan, como reyes que son de Sicilia, duques de Atenas y Neopatria hasta nuestra edad; estados de título solo y sin renta. Fué esta guerra muy señalada por el esfuerzo de los soldados, por las batallas que se dieron, por los diversos trances y sucesos, finalmente, por los muchos años que duró, que llegaron á doce no menos. Cosa maravillosa que se pudiese mantener tan poca gente tan lejos de su tierra, rodeada de tantos enemigos y dividida entre sí con parcialidades

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y bandos perpetuos. Esto movió al papa Clemente para que el mismo año que falleció escribiese al rey de Aragon muy apretadamente forzase á los catalanes por sus edictos a salir de Grecia. Hizo instancia sobre esto á ruego de Cárlos de Valoes, que poscia en la Morea algunas ciudades en dote con su mujer, demás de las lágrimas y quejas ordinarias que le venian de los naturales de aquella tierra, que se quejaban y plañian ser maltratados con todo género de molestias ellos y sus haciendas, hijos y mujeres por un pequeño número de ladrones, gente mala y desmandada.

CAPITULO XV.

Del pontifice Juan XXII.

Los dos años siguientes fueron señalados por los nuevos reyes que en Francia hobo y por la vacante de Roma, que duró dos años y casi cuatro meses. Fué así, que el rey Luis Hutin de una grave dolencia que le sobrevino falleció en el bosque de Vincena, que es cuatro millas de la ciudad de Paris, á los 5 dias del mes de junio, año del Señor de 1315. De su primera mujer Margarita, hija del duque de Borgoña, tuvo una hija, que se llamó Juana. La dicha Margarita fué convencida de adulterio; así dentro de la prision donde la tenian la mandó ahogar. A todos les pareció esta justa causa de dolor y tristeza; y es cosa de admiracion que en un mismo tiempo fueron acusadas de adulterio tres nueras del rey Filipo el Hermoso; demasiada licencia, deshonestidad y soltura notable para unas señoras tan principales. Las dos dellas, es á saber, las mujeres de Luis y de Cárlos fueron convencidas en juicio. A los adúlteros cortaron sus partes vergonzosas, y desollados vivos, los arrastraron por las calles y plazas públicas, finalmente los aliorcaron. Casó la segunda vez con Clemencia, hija del rey de Hungría, que quedó preñada al tiempo que su marido falleció, y parió un hijo, que se llamó Juan, con esperanza heredaria el reino de su padre; pero muerto el niño dentro de veinte dias, Filipo, su tio, que tenia por sobrenombre el Largo, y hasta entonces era gobernador del reino, de consentimiento de todos los estados se coronó y tomó las insignias reales. A la infanta doña Juana excluyeron de la herencia y reino de su hermano por la ley Sálica, ora fuese verdarera, ora de nuevo fingida ó ampliada en favor y gracia del mas poderoso. Las palabras de la ley son esstas: En la tierra Sálica, quiere decir de los francos, no sucedan las mujeres. Del reino de Navarra no podia ser despojada, por considerar que su abuela del misino nombre le hobo pocos años antes por razon de herencia. Mayor alteracion resultó sobre el pontificado ro mano. Los cardenales italianos procuraban con todas sus fuerzas que se eligiese un pontífice de su nacion y que la silla pontifical se tornase á Roma. Sobrepujaban en número los franceses, y salieron finalmente con su pretension. En Carpentraz, ciudad de la Francia Narbonense y del condado de Aviñon, do Clemente, pontífice, falleció, mientras estaban en conclave sobre la eleccion del nuevo pontífice, se alborotó gran número de la gente de la tierra, y comenzaron á quebrantar las casas de los italianos y á roballas, apoderáronse de la ciudad y pusieron en huida á los cârdenales de ambas naciones. Las cosas amenazaban seisma. De alli á mucho

tiempo se tornaron á juntar en Leon de Francia. En aquella ciudad Jacobo Osa, de nacion francés, cardenal y obispo portuense, fué elegido por sumo pontífice á los 7 dias del mes de agosto el año 16 de aquel siglo y centuria. Tomó por nombre en su pontificado Juan XXII. Hizo á Tolosa y á Zaragoza sillas metropolitanas con deseo de hacerse grato á los franceses y aragoneses. A Zaragoza le dió por sufragáneas las iglesias de Pamplona, Calahorra, Huesca, Tarazona, que todas y la misma Zaragoza eran sufragáneas de Tarragona. A Cahors, ciudad de Francia, hizo silla obispal; esta honra quiso hacer á su patria. Canonizó á santo Tómas de Aquino, teólogo prestantísimo de la órden de los Predicadores, y á san Luis, obispo de Tolosa. Este fué hijo de Cárlos, el mas Mozo, rey de Nápoles, cuñado del rey de Aragon. Estas cosas ilustraron mas que otra alguna el largo pontificado deste Papa, demás de las anatas que impuso primeramente sobre los beneficios eclesiásticos. En Castilla no tenian las cosas sosiego, y sin embargo, acudian á hacer la guerra contra los moros. Azar, no pudiendo sufrir la gran caida que habia dado y la vida particular en que vivia, aunque harto mas dichosa de la que antes tenia, usurpaba el título de rey contra el concierto antes hecho. Este, como mas flaco de fuerzas, y que no tenia poder bastante para contrastar con su enemigo, pretendia valerse de los cristianos. A los nuestros no estaba mal acudir á aquel Rey, que era su confederado, demás de la ocasion que se ofrecia de sujetar por medio de aquellas revueltas toda aquella nacion. Acordaron pues de hacer guerra á los moros; el cuidado se encomendó al infante don Pedro, así por tener edad á propósito como por estar de su parte muchos de entre los moros á causa de la confederacion que poco antes con ellos asentó. Demás que el infante don Juan, su tio, se hallaba embarazado y triste por la muerte de don Alonso, su hijo mayor, que le sobrevino al principio desta guerra en un pueblo llamado Morales cerca de la ciudad de Toro. Su cuerpo sepultaron en la ciudad de Leon en la iglesia de Santa María de Regla. Por el mismo tiempo don Fernando de Mallorca, como en la Morea pretendiese recobrar el estado y dote de su mujer, y para esto ayudarse de los catalanes, pasó desta vida en lo mas recio de la guerra. Su cuerpo traido á España le enterraron en Perpiñan en el monasterio de Santo Domingo. Este fin tuvo aquel caballero, persona de las mas señaladas que en aquel tiempo se hallaban. Dejó de su mujer un hijo muy pequeño, llamado don Jaime como su abuelo. El infante don Pedro, llegado al Andalucía, no cesaba de apercebirse de todo lo necesario para la guerra. Estaba la ciudad de Guadix muy falta de bastimentos; que fos moros habian talado todos aquellos campos. Deseaban los cristianos proveelles de lo necesario, pero los bastimentos y recua que terrian juntado era necesario que pasase por tierras de los enemigos, y por esta causa que llevase mucha escolta. Acudieron los maestres de Santiago y Calatrava, juntóse gran golpe de gente y el mismo Infante por caudillo principal. Saliéronles al encuentro hasta un pueblo llamado Alaten la gente de á caballo de Granada en gran número y muy gallarda, y por su caudillo Ozmin, soldado muy señalado. Acometieron los de la una y de la otra parte con grande ánimo; tra

bóse la batalla, que fué muy reñida y al principio dudosa. Mas al fin el campo quedó por los fieles con muerte de mil y quinientos jinetes moros que perecieron en la refriega y en la huida, entre ellos cuarenta de los mas nobles de Granada, por donde aquella rota fué para los moros de gran tristeza y dolor. Ganada esta victoria, todo lo demás se allanó. Guadix quedó bastecida; y dos fuerzas, es á saber, Cambil y Algabardos, se ganaron de los moros por fuerza de armas. Este buen suceso, que debiera ser parte para ganar las voluntades y favor de todos, fué ocasion en muchos de envidia

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de buscar maneras para desbaratar los intentos del Infante; su tio don Juan de secreto atizaba á los demás. Buscaban algun color para salir con lo que pretendian. Pareció es el mas á propósito pedir á los gobernadores diesen fiadores y pusiesen en tercería algunos pueblos de sus estados para seguridad que gobernarian bien el reino y las rentas reales. Juntáronse sobre esta razon Cortes, primero en Búrgos, y despues en Carrion. Salieron con todo lo que pretendian, prueba con que se descubrió mas el valor y virtud del infante don Pedro. Tratóse demás desto de recoger algun dinero por la gran falta que dél tenian. Los naturales no podian oir que se tratase de nuevas derramas, por ser muchos los pechos que el pueblo pagaba; pero todo se consumia en la guerra contra los moros y en .sosegar las revueltas que en el reino andaban. Pareció buena traza acudir al Pontífice nuevo, y por sus embajadores suplicalle concediese las décimas de las rentas eclesiásticas para proseguir la guerra contra los moros. Demás desto, otorgase indulgencia y la cruzada á todos los que á sus expensas para aquella guerra tomasen las armas. Lo uno y lo otro concedió el Pontífice benignamente. Los pueblos al tanto acudieron con alguna suma de dineros. Con esto nuestro ejército se aumentó, y por tres veces hicieron entradas en tierra de moros, con que trabajaron aquella comarca y trajeron presas de gente y de ganado, en que pasaban tan adelante, que llegaban á vista de la misma ciudad de Granada. Los moros esquivában de venir á batalla, la cual mucho deseaban los nuestros. Trataron los moros de cercar á Gibraltar, pero previnieron sus intentos, ca la bastecieron muy bien de gente y vituallas; por esto los bárbaros desistieron de aquella demanda, y al contrario, la villa y castillo de Belmes se ganó de los moros. Corria en esta sazon el año del Señor de 1316, en que por muerte de Rocaberti, arzobispo de Tarragona, por votos de aquel cabildo, como entonces se acostumbraba, salió elegido el infante don Juan, hijo tercero del rey de Aragon. Acudieron al Padre Santo para que confirmase la eleccion; nunca lo quiso bacer; no refieren las causas que para ello tuvo; puédese sospechar que por alguna simonía, ó lo mas cierto por no tener el Infante edad bastante. No se usaba entonces tan de ordinario dispensar en las leyes eclesiásticas á contemplacion de los príncipes. Los pontifices tenian cierta entereza y grandeza de corazon para contrastar á las codicias desordenadas de los mas poderosos reyes y emperadores. En fin, hobieron de desistir de aquella pretension y pasar á don Jimeno de Luna, que era arzobispo de Zaragoza, á la iglesia de Tarragona. Don Pedro de Luna fué proveido en el arzobispado de Zaragoza, y al infante dou Juan dieron el abadía de Montaragon,

que vacó por la promocion del nuevo arzobispo don Pedro.

CAPITULO XVI.

Los infantes don Pedro y don Juan murieron en la guerra
de Granada.

El año siguiente de 1317 con diversas embajadas que el rey de Aragon envió sobre el caso alcanzó última'mente del sumo Pontífice que de los bienes que los templarios solian tener en el reino de Valencia se fundase una nueva caballería debajo la regla del Cistel y sujeta á la órden de Calatrava, aunque con su maestre particular. Señalaronle por hábito y por divisa una cruz roja simple y llana en manto blanco. El principal asiento y convento se fundó en Montesa, de donde tomó el apellido. La renta no era mucha; en las hazañas contra los moros, que corrian aquellas marinas de Valencia, no se señalaron menos que las otras órdenes. Desde á poco eso mismo en Portugal por concesion del mismo Pontífice se fundó otra milicia, que llaman de Cristo, la mas señalada de aquel reino. La insignia que traen es una cruz roja con unos torzales blancos por en medio. Aplicaron á esta milicia los bienes y tierras que en aquel reino tenian los templarios. Su principal asiento y convento al principio fué en Castro Marin; adelante se pasaron á Tomar. Todo esto iba bien encaminado, si el sosiego de que los portugueses gozaban de mucho tiempo atrás no se comenzara á enturbiar con alborotos que dentro del reino resultaron. El infante don Alonso estaba desgustado con el rey Dionisio, su padre; lo que le desasosegaba era la ambicion y deseo de reinar, enfermedad mala de curar; dado que se publicaban otras quejas, es á saber, que don Alonso Sanchez, hijo bastardo del Rey, tenia mas cabida con su padre de lo que la razon pedia ; que era mayordomo de la casa real; que se hallaba en las consultas de los negocios mas importantes; finalmente, que todo colgaba de su parecer y voluntad; lo mas áspero de todo que á su persuasion trataban de desheredar al mismo don Alonso. Estas quejas y colores, fuesen verdaderos ó falsos, luego que se divulgaron dieron ocasion á muchos de apartarse del Rey, los que hacian mas caso de sus particulares esperanzas que del respeto y lealtad que debian á su señor. Los grandes y ricos hombres divididos. Don Alonso se apoderó de las ciudades de Coimbra y de Porto; todos los forajidos, ladrones, homicianos y facinorosos hallaban en él acogida y amparo. La paciencia del Rey fué muy señalada, que pasaba por todo por ver si por buena via se podria apartar su hijo del camino que llevaba. Entendia muy bien que si venian á las manos, de cualquiera manera que sucediese, alcanzaria tanta parte del daño y de la desgracia á los unos como á los otros. Esto cuanto á Portugal. En Aragon falleció en este tiempo la reina doña María. Esta señora era hermana del rey de Chipre, y el año próximo pasado la trujeron de aquella isla para que casase con el rey de Aragon. Las bodas se celebraron en Girona, y las honras de su enterramiento en Tortosa, do en el año del Señor de 1318 al fin del mes de marzo murió. Enterróse en el monasterio de San Francisco de aquella ciudad. El año próximo 1319 fué muy señalado por dos cosas notables que en él acaecieron: la una el desastrado fin de los dos infantes don Juan y dou Pedro,

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