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valet, dice, sententia summi Pontificis sententiæ concilii etiam in materis dog matum. Fatalísima opinion por cierto, y cuya falsedad yo hiciera ver, si ahora se tratara de ella; pero tratamos de los obispos. Dicen los uitramontanos, y con ellos esos tribunales, aunque de piedra y mudos, nos estan diciendo en puntos de fe no hay mas juez que el Papa: á su voz é decision los obispos deben callar ó enmudecer, y pasar por lo que decida. Luego nuestro insigne español y prelado San Julian, arzobispo de Toledo, hizo mal en no pasar por la censura de heréticas, que de algunas proposiciones de sus obras hizo el Papa Benedicto II; y peor quando juntando un concilio (el xv de Toledo) osó tomar la pluma, y con textos de la sagrada Escritura probar que era ortodoxa su doctrina. Luego lo hizo tambien muy mal Juan v • sucesor de Benedicto, en ponerse de parte de nuestro arzobispo, y no hacer valer la censura de su predecesor. Pues otro tanto que á Benedicto le sucedió al Papa Eugenio Iv con algunas proposiciones del Tostado, como lo infiere el ingenioso jesuita Harduino en el tomo me parece I de su coleccion de concilios. ¡ Deben callar los obispos.! Y ¿por qué deben callar? Porque este silencio es debido á la Silla apostólica de Roma por azon de su primacía, dicen los ultramontanos; y esta nuestra opinion, añaden, no es de ayer acá, sino antiquísima en la iglesia de Dios; y bien se sabe que una de las notas características de la verdad de una opinion es la de su antigüedad. No lo puedo negar: confieso que el quod semper, el quod ubique y el quod ab omnibus son las tres piedras de toque, son las tres lapides Lydii de nuestra creencia. ¿Y qué tan antigua es esta opinion? Del siglo i de la iglesia. El Papa San Esteban en aquella tan ruidosa disputa sobre la rebautizacion, ya tenia esta misma pretension que nosotros los ultramontanos ahora tenemos. A los obispos de Africa, y con ellos á San Cipriales envió á decir que debian estar á su voz y á lo que él decidiese; Y en esto no hay que dudar. No lo dudo, que ya sé que así se lo escribió á Firmi liano, obispo de Cesarea en la Capadocia, y Firmiliano se lo avisó á San Cipriano, diciéndole por escrito: Esteban se gloría del lugar de su silla. Dice que él, y no otro es el sucesor de San Pedro, sobre quien solo fundó Jesucristo su iglesia. Todo esto está muy bien; pero díganme los ultramontanos: si una opinion es antiquísima, pero tiene contra sí aunque no sea sino una de las otras dos piedras de toque; de qué le sirve entonces la antigüedad? De ser un antiquísimo error. Esto lo dice muy bien, como suele San Agustin: La iglesia de Dios, dice, quando se le quiere introducir algun error contra el dogma, ni lo aprueba, ni dexa de levantar contra él el grito; si es contra la buena moral, no lo practica. Ecclesia Dei quæ sunt contra fidem, vel bonam vitam, neque approbat, neque tacet, neque facit. Esto supuesto, si yo les manifiesto á los ultramontanos que San Cipriano y los demas obispos de Africa gritaron contra esta preeminencia, que á favor de su Silla pretendia el Papa San Esteban, toda esta antigüedad de opinion será mas en su daño.

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,, Dias pasados tocó este punto muy juiciosa, pero muy ligeramente, un dignísimo diputado del Congreso: dixo poco; porque lo poco que dixo le bastó para su intento: yo debo decir algo mas. Luego que San Cipriano supo por el aviso del obispo de Cesarea como pensaba el Papa San Esteban sobre el bautismo conferido por los hereges, y que pretendia ademas que por el honor debido á su silla, debian ellos estar á su decision, guardar

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silencio, y de todo punto obedecerle, y que á no hacerlo así, los privaria de su comunion, juntó un concilio, que es el tercero de Cartago. Leyóse lo primero la carta del Papa, y concluida que fué, toma San Cipriano la palabra, y les habla en esta manera: Ya vemos como piensa el Papa Esteban, vemos ademas que quiere obligarnos á pensar como él piensa. Si esta no lo digaseme, qué otra opresion hay que se puede llamar tiranía. Jesucristo nos instituyó libres á los obispos : y así lo que nos resta hacer es decir cada uno de nosotros franca y libremente lo que sienta, y proceder á la decision, sin levantarnos, como hace Esteban, á hacernos obispos de obispos nazándoles como él nos amenaza, con excomuniones si piensan de otra manera. Ya ve claramente V. M. que San Cipriano, y con él todos los Padres del concilio de Cartago se opusieron, reclamaron y alzaron el grito contra la opinion en que estaba el Papa San Esteban de que á su decision en puntos de fe debian callar y enmudecer los obispos. Ve V. M. como esta opinion es tratada de tiránica y opresora de la libertad de los obispos: expresion á la verdad que á no tener á su favor un testimonio como el de San Agustin, se podria sospechar que tocaba en exceso, porque en esta miserable vida, ni aun los santos estan libres de este, ni aun de mayores defectos. Pero San Agustin, como digo, lo defiende, y con tales razones, que convencen. Confio que V. M. las oirá con gusto, porque el Santo esto y mucho mas merece.

,,Dice San Agustin en el libro Iv contra los donatistas, que el Papa San Esteban le argüia á San Cipriano con la costumbre ó tradicion, y que San Cipriano le argüia á San Esteban con razones ó argumentos sacados de las santas Escrituras; y que eran tales que ni el Papa ni nadie pudo ni supo satisfacer. Como esto viese San Cipriano, solia decir, dice el mismo San Agustin á qué me vienen con la tradicion unas gentes que yo tengo rendidas á razones? Frustra quidam qui ratione vincuntur, consuetudinem nobas opponunt. Pues qué, dirá quizá alguno, San Cipriano no debia en tal caso desconfiar de sus razones y ceder a la tradicion? No por cierto, dice San Agustin: y por qué? Oyga V. M. las mismas palabras del Santo: Este hombre prudentísimo (note V. M. esta expresion de prudentísimo) no quiso que sus razones, aunque no eran verdaderas, pero que nadie le pudo manifestar que eran falsas, cediesen á una tradicion realmente verdadera, pe ro que no tenia todavía la nota ó carácter cierto de la verdad: Noluit vir gra vissimus rationes suas, etsi non veras, quod tunc latebat, sed tamen non victas, veraci quidem, sed nondum assertae consuetudini cedere. Y por qué dice San Agustin que esta tradicion no tenia la nota ó marca segura y cierta de la verdad? Porque no tenia (dice me parece en el libro II) el consentimiento universal de la iglesia, representada en un concilio general. Por esto, prosigue el Santo, puesto yo en lugar de Cipriano, tampoco me atreviera á ser de la opinion del Papa Esteban: neque nos tale aliquid ut Stephanus auderemus asserere, nisi catholicæ ecclesiæ concordissima auctoritate firmati. A esta autoridad del concilio, ó á este consentimiento universal de la iglesia, por él representada, sí que hubiera sin duda cedido Cipriano: cui et ipse Cyprianus sine dubio cederet, si jam suo tempore veritas aliquata per concilium plenarium solidaretur.

¡Y es posible, Señor, es posible que con tanta luz como despiden de sí estas palabras de tan insigne lumbrera de la iglesia, todavía, todavía han

de insistir los ultramontanos, no diré yo en su opinion, sino en su tema, de que los obispos, y aun los concilios generales In de ceder en puntos de fe á las decisiones de los Papas! Y por qué? Porque lo dice un Fagnano. ¿Quid Fagnanus ad Augustinum? Quid Fagnanus ad Augustinum? ¿Qué tiene que ver Fagnano con San Agustin? Fagnano, autor despreciabilísimo, cuyos comentarios á no valerles la fortuna (nam habent sua fata libelli) de una vez para siempre los hubieran abrasado las llamas. Señor, mucho decir es esto contra Fagnano: debo justificar lo que digo: oyga V. M. ¿Quién ha dicho que el Papa tiene en la tierra, no ya el lugar de un puro hombre, sino el de verdadero Dios? Fagnano en uno de los capítulos de translationibus. ¿Quién ha dicho que ser Papa es mas que ser apóstol, y que no está obligado á los preceptos de San Pedro ni San Pablo Fagnano en uno de los capítulos de Bigamis, ¿Quién ha dicho que el Papa todo lo puede, sea ó no conforme á derecho? Fagnano en uno de los capítulos de consultas so-. bre clérigos enfermos. ¿Quién ha dicho que el Papa puede hacer que sea conforme á derecho lo que no lo es, porque puede mudar la naturaleza de las cosas ? Fagnano en el capítulo de Pactis. ¿Quién ha dicho que el Papa puede poner dos obispos en el obispado que le parezca? Fagnano en el capítulo de translationibus. Señor, V. M. estará ya cansado de tanto Fagnano; yo tambien lo estoy dexémoslo estar, y volvamos á nuestro asunto.

,, Pero antes de proseguir quiero que V. M. sepa una cosa, y es que. solo por lo dicho hasta aquí, entre los ultramontanos, como si lo viera, pasaré yo por un osado, por un sacrilego, por un temerario, y que sé yo, qué se yo por qué otra cosita mas: téngolo por seguro, porque sé que esta es gente que muerde así por sistema. ¿Por sistema? Sí Señor; véalo V. M. ¿No acabo yo de decir, y con San Agustin, que el concilio general es supe rior al Papa? Pues vamos á ver ahora las ordenanzas de este sistema. ¿Qué ordenanzas? Las decisiones del tribunal de la Rota: dice así una de ellas, que si no me engaño está en la parte 1x. La plenitud de poder que el Papa como monarca y emperador soberano tiene sobre las leyes, se extiende con mas dificultad á los cánones de los concilios; pero esta dificultad no quita que hoy dia no esté (nótelo V. M.) canonizada, coronada y consagrada la verdad de que el Papa es superior al concilio, digan lo que quieran gentes osadas y temerarias. Yo he dicho esto: luego estas gentes, sopena de no estar á orde nanza, lo que no es de creer, me han de tener por un temerario y osado. Mas: yo he dicho que el Papa no ha podido dar jurisdiccion episcopal á los inquisidores fuera de su obispado de Roma, porque él no la tiene. ¿Y qué dice la ordenanza? No me acuerdo del número, pero sí del año en que salió: fué el de 1626. Dice así: disputarle al Papa su poder es un sacrilegio: luego soy un sacrilego por ordenanza: no hay remedio, lo soy, y osade y temerario, y quanto quieran los ultramontanos. Pero ándeme yo con los buenos, y dígase de mí lo que se quiera. ¿ Fué bueno el Papa San Pio v? Pues yo sé de boca de nuestro español y sábio D. Martin de Azpilcueta Navarro, (que por boca suya tengo sus escritos) haberle oido decir estando en Roma que estaba mal con los letrados porque le atribuian al Papa mas facultades de las que debian. Fué bueno el arzobispo de Braga Fr. Bartolomé de los Mártires? Pues yo sé que en el concilio de Trento dixo en alta vez, que la oyeron todos los Padres: ¿Quién podrá oir sin dolor y sin horror esta falabra escandalosa, que algunos han esado defender y aun defienden, que el

Papa es el Señor y no el dispensador de los beneficios, y que los puede dar somo le place, y á quien le place? Y los libros de Considerat. de San Bernardo al Papa Eugenio II; ¿qué otra cosa son sino unos clarísimos espejos don

de mirándose los Papas viesen los defectos que cometian, ό por falta de poder, ó por abuso de su poder legítimo? Tendré yo jamas por un osado, temerario y sacrilego, por mas que lo diga este artículo de esta ordenanza, á Guillelmo Durando, obispo de Mende en el Languedoc, que en el concilio de Viena en el año 1311 admiró á los Padres por el zelo apostólico con que presentó su memorial de excesos de los Romanos Pontífices con que afligian la iglesia? Léase, si se quiere, la carta de nuestro sábio español y valenciano Luis Vives al Papa Adriano vi en su exâltacion á la suprema silla de Roma; léase y se verá si se anduvo en miramientos, y no le dixo quales fueron los Papas que le precedieron; y eso que era llamado el sábio juicioso de su tiempo. Dirán los ultramontanos que mas es de alabar lo que hizo el nobilísimo y muy sábio cardenal de Inglaterra Reginaldo Polo, que despues de haber escrito contra el Papa Paulo Iv, echó su libro á las llamas diciendo aquellas palabras del Génesis: non deteges virilia patris tui. Pues yo digo que lo hizo muy bien, y que hizo lo que debió hacer; pero que no lo hizo mejor, y que no es por ello mas de alabar. ¿Qué tiene que ver lo que este cardenal hizo con lo que los demas hicieron? Este hombre, que de repente se ve privado por el Papa de la dignidad de legado que le tenia conferida, Y lo mas sensible, sin mas causa que el tenerlo por favorecedor de los hereges, porque estaba muy mal con el espantoso y cruel rigor con que se les perseguia; qué es lo que hizo? Ve que la reyna se pone de su parte, y se opone al nuevo nombramiento de legado, y él sin dársele nada de las insignias, se las quita: ¡qué bien! Toma la pluma, y escribe una ardiente apología....; no hizo mal, porque un hombre de honor derecho tiene á hacer patente la injuria: luego la arroja al fuego: ¡ resolucion hermosa, digna por cierto de su generoso pecho! Claro es, Señor, sin que yo lo diga, qué es lo que le moveria á hacerlo. Pero si como la quemó, la hubiera publicado, díganme los ultramontanos: ; fuera este cardenal otro de los desgraciados, y tratado, segun su ordenanza, de osado, sacrílego y temerario? Vaya, Señor, ya con esto, sigo con mi discurso adelante, sin dárseme nada de que digan de mí quanto quieran buenas ó malas lenguas.

,,Señor, los Papas son por lo comun de opinion que á ellos privativamente toca por derecho divino el decidir en puntos de fe; y quando los Papas no lo son, que de todo ha habido, lo son los cardenales, y siempre lo son y lo han sido los curiales, que en Roma es gente que se ha hecho respetar, y aun temer mucho aun de los mismos Papas. ¡Ah! Señor, y quanto hay que decir sobre esto! No molestaré á V. M.; solo referiré lo que pasó el año 1148. Sabida cosa es lo mucho que se amaron toda su vida el Papa Eugenio 111 y San Bernardo, monge y abad de Claraval. El Papa nunca se olvidó de que lo tuvo por maestro en el claustro; y aunque esto no mediara, quien no amaria á un hombre como San Bernardo? Amábanle, pues, como digo, entrañablemente. Sucedió que hallándose el Papa dicho año en Paris, por haber dexado á Roma, que andaba algo revuelta, pensó en juntar y juntó un concilio en Rems. El concurso de obispos fué numerosísimo: no acertaré á decir quantos fueron; pero sí podré asegurar que pasaron de mil. En este concilio fué la gran disputa de San Bernardo con el

herege obispo de Poitiers Gilberto de la Porea, que tuvo la dicha de ser vencido, y de abjurar sus errores, que ya se habian esparcido demasiado, Gozoso el Papa de tan buen suceso, quiso que el concilio por un cánon condenase estos errores ya abjurados por Gilberto. Hízolo así el concilio. Sábenlo los cardenales, y pesarosos del hecho, todos de mancomun, y sin guardar ningun comedimiento, se entran por la cámara del Papa, y tomando ■no la palabra, le habla de esta manera: debeis saber que nosotros los cardenales somos sobre quien se apoya, se mueve 6 vuelve la iglesia, como se vuelve sobre sus quicios una puerta. Debeis saber que nosotros somos los que os hemos elevado al gobierno de toda la iglesia, y que de un hombre particular que erais, os hemos hecho el Padre universal de todos los fieles. Desde entonces se os debieron acabar todas las amistades particulares, y no debísteis pensar sino en el bien comun, y en mantener á la corte de Roma con todo el esplendor de su gran preeminencia. Esto es así. Pues decidnos ahora, ¿qué es lo que con vuestra órden, y aun con mucho gusto cuestro acaba de hacer ese vuestro abad, 6 ese vuestro querido Bernardo, y con él este clero galicano? ¿Cómo han tenido la osadía de levantar la cabeza sobre, ó por mejor decir, contra la grandeza de la silla de Roma? Esta, esta es la única silla que abre, y ninguna otra cierra: esta es la que cierra, y otra ninguna abre. Esta es la única que decide en puntos de fe, sin poder comunicar esta prerogativa con nadie. Ni aun el Papa, no estando en su silla, puede ni debe sufrir lo que ahora se ha permitido hacer á este clero y á este vuestro Bernardo.

,,Señor, ¿se podria creer un razonamiento tan extraño y gresero como este en boca de unos cardenales, á no referirlo un autor contemporáneo, como que murió diez años despues de este suceso? Pues tal es Oton, obispo de Flesinga: él lo refiere en su obra de Gestis Friderici 1 imperatoris. Y si no supiéramos lo mucho que puede la preocupacion en el hombre, ; quánto no admiraríamos que el cardenal Baronio, lejos de desagradarse de este razonamiento, lo aplauda y celebre como lo celebra: Este grande hombre, Señor, cuya memoria será siempre grata mientras haya algun amor á las letras, aunque no hubiera escrito mas que sus Anales, sin embargo de habersele descubierto algunos lunares ó defectos; este hombre grande, repito, despues de referir aquel razonamiento, fué tanto lo que se agradó de él, que vuelto á su lector, le pregunta: ¿qué te parece de esto? No te parece que estás oyendo á otros tantos Pablos, que á rostro firme resisten 6 reprehenden á San Pedro? ¡Otros tantos Pablos con un lenguage tan distinto y contrario al de San Pablo! Permítame V. M. que en honor de este cardenal diga que esta comparacion no fué digna de su sabiduría, ni de su juicio, ni de su ingenio. Y ¿qué dicen los ultramontanos? ¿ Piensan que sobre los cardenales, y no sobre los obispos se apoya, se mueve y gira la iglesia, como dixeron estos Pablos? ¡Ah! Señor, ¡quán ridículo se hace el hombre quando á trueque de mantener su sistema, no atiende á su razon, y hace del ciego! Esto que acabo de decir me recuerda aquel tan largo como disparatado discurso que sobre la jurisdiccion de los Papas y Obispos pronunció en el santo Concilio de Trento un teólogo ultramontano, de ingenio muy brillante á la verdad, pero muy malogrado. Decia él, y con frente muy serena:,,los bispos reciben del Papa su jurisdiccion; y aunque el apóstol San Pablo parece que dice lo contrario, no hay por que embarazarse en esto; porque si

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