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tuvo que refugiarse con su cabildo á la antigua sede en la Iglesia del Padron. Allí le cogió la muerte en 1460. El Conde de Trastamara hizo nombrar Arzobispo á su hijo: ¡qué cosa más natural! Eran los buenos tiempos de Enrique IV, en que cada grande hacía todas las infamias que quería y que podía, á no que otro grande las estorbase con el derecho del más fuerte. Para poner fin á los desmanes compostelanos se ideó dar el arzobispado á D. Alonso de Fonseca, sobrino del Arzobispo de Sevilla del mismo nombre. Este, cortesano redomado, y de vida demasiado aseglarada y poco limpia, permutó con el sobrino para venir á ejercitar sus proezas, domeñando á los compostelanos al estilo de su antecesor fray Berengario.

El sobrino, desavenido con su tio, y disgustado de la permuta, logró que ésta no se aceptára, y el Papa mandó á Fonseca el viejo regresar á Sevilla. El sobrino, que era Patriarca de Alejandría, vino sobre Santiago á mano armada. Por espacio de tres años hubo grandes disturbios, guerras, incendios y matanzas. Al cabo se capituló en 1466. Desde entónces se dedicó å reparar los daños, gastando espléndidamente sus cuantiosas rentas en levantar suntuosos edificios. Salamanca, su patria, y Santiago le deben magníficos obsequios; y no solamente en estas ciudades, sino en Toledo, Sevilla, Alcalá, Palencia y otras varias se ve el escudo de las cinco estrellas con la cruz patriarcal. ¡Pluguiera á Dios que al enriquecer estas ciudades con monumentales edificios, las edificara con sus costumbres y buen ejemplo!

Vivió enemistado con Cisneros, que no le perdonaba su falta de honestidad clerical, y que más de una vez acusó ésta con punzantes epígramas (1), al ver que lograba traspasar el arzobispado de Santiago á su hijo D. Alfonso. Basta con esta triste muestra, sin acumular otros tristes ejemplos, muy buenos para olvidados.

(1) Albar Gomez dice: (libro VIII, fól. 231.) Cum anno insequenti Compostellanus a Ferdinando Rege impretrasset ut apud Pont. Max. liceret agere de Aschiepiscopatu Compostellano in Alphonsum filium transferendo, sibi ne gradu honoris decederet, Patriarchæ Alexandrini titulo concesso, Ximenium inter sermone familiares ad Proceres privatis dicteriis insolentiam rei notantes, dixisse ferunt=Pontificatum Compostellanum gentilicíam hæreditatem ex restitutione esse factam... Lo que sigue es aún más picante.

Los de los Fonsecas son tan públicos, por desgracia, que el callarlos parecería afectacion. Los enemigos de la Iglesia los han divulgado, y tambien otros: los buenos, compadeciendo estas debilidades y agradeciendo su generosidad, pasarán por ellos rápidamente y se detendrán ante las virtudes de Talavera, Prexamo, Cisneros y otros que se nombrarán.

§. 19.

Reforma de los institutos monacales.

Las grandes riquezas acumuladas en los monasterios desde el siglo XII en adelante, y las pestíferas encomiendas de abadías habían reducido cási á la nulidad nuestros más antiguos, florecientes y santos monasterios. Da grima el ver durante los siglos XIV y XV olvidadas cási completamente aquellas célebres abadías españolas de Galicia, Rioja, Búrgos, Aragon y Cataluña, tan célebres en los anteriores siglos. Ni un sábio apenas, ni un Santo nos presentan durante una época tan calamitosa para ellas. ¿Qué era entónces de Cardeña, Oña, Sahagun, Silos, Moreruela, San Juan de la Peña, Leyre, Piedra, La Cogolla, Huerta, Alaon, San Victorian, Rueda, San Cugat, Santas Creus, Fitero, Sobrado, Valldigna, y otras mil de tan gloriosa nombradía? Una bandada de comendatarios, nacionales y extranjeros, clérigos, seglares, y áun legos, Cardenales, Obispos in curia, hijos de Príncipes ó de ricos señores, cayeron cual buitres sobre los tesoros de aquellos monasterios. Sin hábito ni conocimiento de la regla, sin vocacion ninguna al estado monástico, sin poner el pié dentro de los monasterios que se les encomendaban, absorbían las rentas y nadaban en la opulencia, mientras que los monjes carecían á veces de lo necesario, ó bien, siguiendo el mal ejemplo de los abades, vivian opíparamente y de una manera relajada. En muchos monasterios se había dividido la renta en mesa abacial y monacal, á la manera de la mesa episcopal y capitular de las iglesias catedrales. El uso de pontificales concedido á muchos de estos abades, aumentando el orgullo y la indisciplina de los comendatarios, concluyó de relajar la disciplina, dió pábulo á mil choques con los Obispos, y á la

introduccion de una multitud de cuestiones embrolladas de Derecho canónico, que contribuyeron á intrincar más y más el laberinto de aquella ciencia, en otro tiempo tan pura y sencilla. Los buenos monjes deploraban estos males en silencio, uniéndose para ser más fuertes, hallaron el remedio en las congregaciones que formaron en Monte-Casino y otras varias partes de Italia, Francia y Alemania. España tomó bien pronto parte en este movimiento.

y

El primer instituto que se reformó fué el Cisterciense. El venerable Fr. Martin de Vargas, monje y abad del monasterio de Piedra en Aragon, salió para Toledo llamado por el Rey de Castilla. En aquella ciudad fundó el célebre monasterio de Monte Sion, que sirvió de cabeza y centro de aquella reforma en este reino. Apoyáronle para ella los Papas Martino V (1425) y Eugenio IV (1432), con bulas que al efecto expidieron (1). Para consolidar su reforma establecieron que las abadías fueran trienales, y no se pudieran conferir sino solamente á los monjes, pues las perpetuas eran las encomendadas.

En Aragon no se hizo por entónces tan saludable reforma (2), siendo tanto más extraño, cuanto que el reformador Vargas, aunque natural de Jerez, había salido de un monasterio de Aragon para entablar la reforma en Castilla. Y no fué solamente el venerable Vargas quien salió de allí para practicar tan saludable reforma, pues del mismo monasterio de Piedra salió el venerable P. Fr. Pedro Serrano, el cual, á peticion del Rey D. Juan I de Portugal, pasó á dicho reino, y, por comision del general del Cister, visitó y reformó todos los monasterios de la Órden en aquel reino (1481). Visitó igualmente todos los de Castilla, y celebró Capítulo general en el monasterio de las Huelgas en Valladolid. Halláronse en él treinta y tres abades, y once por medio de procurador. Cerró el monasterio de Torquemada, y se llevó presos á su monasterio de Piedra los abades de San Pedro de Gumiel y Nuestra Señora

(1) La de Martino V: Pia supplicum vota, y la de Eugenio IV: Iis qui pro divino cultu incrementum. La confirmacion de las abadías trienales y otras gracias la hizo Eugenio IV (1434) por la bula: Inter cætera cordis nostri desiderabilia... y la confirmaron otros Papas hasta Paulo V. (2) La congregacion Cistercienses de Aragon y Navarra no se verificó hasta el siglo VII (1615).

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-testa de las turbaciones causadas por los

rincipiaba á reformar paulatina y sábia-
que ella misma conocía, ántes de que los
saran en la supuesta reforma, como una cosa
hacer atropelladamente innovaciones, que
siel tiempo, de la reflexion y de la autoridad.
cada materia parece preferible oir á un fraile
formador que narra las cosas relativas à la re-
40 cancer o exactitud (1). «Habiendo este
to Vista as dos Andalucías, le envió á lla-
muy aprisa, dándole cuenta que

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criadas; procuró reformarlas y reducirlas á su primer instituto, sin reparar en su crédito, quietud y trabajos que había de padecer. Parecióle, pues, que era buena ocasion para tratar con la Reina esta materia, que tantas veces había comenzado con S. M., hizo esta consulta: - Señora, bien sabe »V. M. la necesidad que hay de reformar todas las Órdenes de >nuestra nacion: assí lo tengo experimentado en el discurso >desta visita, y V. M. está bien informada de las obligaciones »de cada religion, y mejor de que todos los conventos de Es>paña, assí de religiosas como de religiosos, son claustrales >por haber dejado sus primeras reglas, y siguiendo intrusas >costumbres, unos por relajacion y tibieza de virtud, y otros por seguir el corriente de los demas. Y aunque sólo la Órden >de mi gran Padre San Francisco está más reformada, es la »que tiene más necessidad de reformacion; porque, Señora, >de tantos frayles como somos, sólo cuatro provincias tiene la >>Observancia, con muy pocos conventos, que viven perse»guidos de los Padres conventuales, de su poder y persecu>cion: todos los demas son claustrales. A éstos siguen los >>conventos de monjas, que, sin exceptuar ninguno, son todos >>conventuales; unos porque están á su obediencia, como son >todos los de la regla de Santa Clara, que tan mal guardan, >ni muchos de ellos tienen clausura: otros por estar regidos »de los Ordinarios, que, como estos no estudian sus reglas, >constituciones ni observancias, son mucha parte para desfla»quecer el rigor y la virtud, y más cuando hay tanta igno>>rancia en los sacerdotes destos tiempos, como V. M. está >>bien satisfecha. Otros son los de la Órden de penitencia, ó >tercera Órden, que ninguno tiene clausura; daño tan consi»derable, viviendo sin Órden ni religion, una simple vida de >bcatas. La causa de esta relajacion ha sido, que despues de »algunos cuarenta años de la fundacion desta santa Órden, »que con tan buenos cimientos dejó en nuestra España por su >>misma persona mi grande y santo Padre San Francisco, por los >años de 1220, fabricada con dispensaciones apostólicas, con >>sus no religiosas costumbres, han admitido tener haciendas, »rentas, tierras y heredades, y tanta como hay experiencia y »la propiedad de oll n; y en particular, puestos de religiosos las que han obtenido para ello

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