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neros con que pagar los soldados. Masinisa era vuelto de Africa á Cádiz con buen golpe de caballos númidas en socorro de los suyos, que aun no se declaraba por los romanos ni se entendia su voluntad. Scipion, enviado que hobo delante á Marcio con parte de su gente, se determinó ir él mismo en persona, cuya venida y llegada luego que Masinisa la supo, con voz de correr los campos comarcanos pasó á tierra firme, donde procuró tener habla secreta con Scipion. Resultó destas vistas que puso con él aquella amistad que conservó toda la vida, y aun fué de gran momento para derribar el poder de Cartago; á él acarreó gran gloria y no menores riquezas. Magon, perdida la esperanza de las cosas de España, por orden del Senado se partió para Cartago en sus naves, en que embarcó todo el oro y la plata, asi del público como de particulares. De camino acometió á los mallorquines porque se pasaran á los romanos. Apoderóse sin dificultad de Menorca, dende envió á Cartago dos mil honderos; y él, por estar el otoño adelante, se quedó allí á invernar; y por no estar ocioso, fundó en aquella isla una ciudad de su nombre, como sospechan algunos; otros dicen que fué mas antigua, como queda apuntado en otro lugar, que no es maravilla vamos á tiento en cosas tan antiguas. Lo que se averigua es que Cádiz se entregó á Scipion, y que por este tiempo cerca de Sevilla fundó á Itálica, municipio romano, en un lugar que antes se llamaba Sancios, patria que fué de tres emperadores, Trajano, Adriano y del gran Teodosio. Con esto el quinto año despues que vino á España, dió la vuelta á Roma en una armada de diez naves. Juntóse el Senado fuera de la ciudad en el templo de la diosa Belona; allí relató por menudo todo lo que en España quedaba hecho con grande alegria de los padres y del pueblo, que consideraban, como era la verdad, el gran riesgo de que escaparon y cuánto su partido quedaba adelantado y mejorado con tener sujeta á España; y sin embargo, no se le dió el triunfo, porque hasta entonces ningun procónsul, por grandes cosas que hiciese, le habia alcanzado.

ron campo dos primos hermanos, llamado el uno Corbis y el otro Orsua, por cierta diferencia que tenian sobre el señorío de la ciudad llamada Iba. Valerio Máximo dice que eran hermanos; concuerdan que Orsua, el menor de los dos, pagó con la vida su obstinacion, con tanto menor compasion, que, confiado en sus fuerzas, nunca se dejó persuadir que su negocio se determinase por tela de juicio, y no por las armas. En este medio muchas ciudades se entregaban á Marcio; solo Astapa, porque muchas veces con correrías maltratara los aliados de los romanos, perdida la esperanza de perdon, sufrió por largo tiempo con grande obstinacion el cerco. Muchos murieron de aquella ciudad en diversos encuentros, muchos en una batalla que se dió, sin que por estos daños aflojasen en su propósito. Antes, conocida su perdicion y resueltos de morir antes que rendirse, acordaron de degollar mujeres y niños y quemar sus preseas y ropa públicamente en la plaza. Esto hecho, con sus espadas se quitaron las vidas, obstinacion, digamos, ó constancia no menor que la de los saguntinos, pero escurecida y casi puesta en olvido, á causa de no ser aquella ciudad tan principal y famosa como Sagunto; tanto importa la nobleza del que hace alguna gran hazaña. Las ruinas desta ciudad se ven á la ribera del rio Jenil, no léjos de Ecija y de Antequera; de Astapa se cree haberse fundado Estepa, pueblo conforme en el apellido, y distante de aquellas ruinas dos leguas solamente. Concluidas estas cosas, Lelio y Marcio fueron enviados á Cádiz con esperanza de apoderarse, por inteligencia y trato de ciertos forajidos de aquella isla y echar de ella á las cartagineses. Engañóles su pensamiento, ca sus trazas y inteligencias fueron descubiertas, con que Magon, á cuyo cargo estaba la isla, las desbarató fácilmente. Además que Scipion adoleció de una enfermedad muy grave y muy fuera de sazon, cuya fama, como acontece, con el decir de las gentes se aumentó de suerte, que muchos tomaban ocasion de pensar en novedades, en particular Mandonio y Indibil al descubierto mudaron partido. Dolíanse que les habia engañado su esperanza, ca echados los cartagineses, se prometian el señorío y reino de España, que tal es la comun condicion ó falta de los hombres de creer fácilmente lo que desean. Demás desto, ocho mil romanos que alojaban por las comarcas que baña el rio Júcar con sus aguas, pidieron fuera de tiempo sus pagas, y porque no les acudieron, se amotinaron. Era grande la alteracion de las cosas; en la cual ocasion, confiado Magon que se podria mejorar el partido de Cartago, por cartas que escribió á aquel Senado, pedia le enviasen muchas gentes de socorro; pero todos aquellos intentos y práticas salieron vanas con la mejoría de Scipion; con que todo aquel alboroto y motin se apagó en breve, y se quitó la ocasion de mayores alteraciones. Los soldados amotinados, con intencion que les dieron de que alcanzarian perdon y les darian sus pagas, vinieron á Cartagena, donde todos fueron por Scipion ásperamente reprehendidos, y castigadas solamente las cabezas del motin como causas principales de aquella alteracion. Mandonio y Indibil en los llergetes, do andaban alborotados, en una batalla, que duró dos dias, quedaron vencidos y despojados de sus reales; y sin embargo de lo cometido, con rendirse á la voluntad del vencedor, alcanzaron perdon y paz; solo fueron castigados en di

CAPITULO XXIV.

Cómo Scipion venció á Cartago en Africa.

En la primera eleccion que despues desto se hizo en Roma, salieron por cónsules el mismo publio Cornelio Scipion y P. Licinio Craso, que era pontífice máximo. Dióse el cuidado de Sicilia á Scipion con voluntad de su compañero, y junto con esto, á su instancia, le concedieron que, si juzgase ser así conveniente, pudiese pasar con sus huestes en Africa; sin embargo que Q. Fabio Máximo hizo gran resistencia, y con un largorazonamiento pretendió probar ser aquella empresa temeraria. Corria el año de la ciudad de Roma 549, en el cual Magon, partido de Menorca, donde invernó, destruyó en la Liguria la noble ciudad de Génova. Por otra parte, Lelio desde Sicilia, por mandado de Scipion, pasó á Africa para correr los campos de Cartago, ponellos á fuego y á sangre, matar y robar todo lo que hallase. En España Mandonio y Indibil volvieron á sus mañas; y con intento de recobrar la libertad, ó fuese por ambicion de hacerse reyes, se levantaron. Hizose la guerra al principio, no solo en los liergetes, donde ellos tenian el principado, sino tambien en los Auseta

nos, que estaban donde ahora la ciudad de Vique; y en otros lugares comarcanos se encendió tambien la ilama, que pasó en breve á los Sedetanos, como dice Livio; yo mas quisiera que dijera Ceretanos, los cuales adelante de los Ilergetes y de los Ausetanos se extendian hasta los Pirineos. Eran los que habian tomado las armas en número treinta mil peones y cuatro mil de á caballo. Saliéronles al encuentro Lucio Lentulo y Lucio Manlio Acidino, procónsules, á los cuales, como á sus sucesores, Scipion entregó la provincia. Dióse la batalla, murieron hasta trece mil hombres de los levantados, los demás se metieron y escaparon por los bosques y espesuras que cerca caian. Indibil murió en la pelea; á Mandonio entregaron sus mismos soldados para con su muerte alcanzar ellos perdon, principalmente que los procónsules romanos hicieron publicar que no se harian las paces si no les entregaban en su poder los movedores de aquel alboroto. El año siguiente, que fué de Roma 550, pasaron los españoles en reposo, por hallarse cansados y gastados con guerras de de tantos años. Para la ciudad de Cartago fué año muy aciago, ca Scipion, con una poderosa armada y un grueso ejército, pasó en Africa, y en su compañía por su cuestor Marco Caton, llamado el Censorino. Entonces Masinisa, sin dilacion y al descubierto, se pasó á los romanos con un grande escuadron de númidas, y desamparó á los cartagineses, con tanto mayor coraje, que el rey Sifaz estaba declarado por ellos por haberle concedido lo que tanto deseaba y por tanto tiempo preteadió, que era casarse con Sofonisba. La guerra al principio fué dudosa; Hannon, hijo de Amílcar, fué vencido por los romanos y muerto en una batalla. Por el contrario, Asdrúbal y Sifaz forzaron á Scipion á alzar el cerco que tenia sobre Utica, sin que aquel año se hiciese alguna otra cosa de momento. Al principio del año siguiente, en que fueron cónsules Gneio Servilio Cepion y Gneio Servilio Gemino, Scipion, con nuevos socorros que le vinieron de Italia, hecho mas fuerte, salió en busca de Asdrúbal y de Sifaz, á los cuales venció en algunos encuentros que con ellos tuvo, y despojó de sus reales por dos veces. En estas peleas perecieron cuarenta mil hombres del ejército cartaginés, y en este número cuatro mil celtiberos que traia Sifaz á su sueldo. Con esto el reino de los Masesulos, que caia en las Mauritanias ó cerca dellas, y dél Sifaz se apoderara por fuerza, volvió á poder de Masinisa. No paró en esto la desgracia, antes el mismo Sifaz en el reno de sus padres y abuelos, do se habia retirado y hacia gente con intento de volver á la guerra, fué en ura batalla, que Lelio y Masinisa le dieron, de nuevo vencido y preso. En la ciudad principal y silla de aquel reno, que despues desta victoria vino tambien en poder de los romanos, hallaron á Sofonisba. Masinisa sin di acion y sin otras ceremonias se casó y celebró con el a su matrimonio, como sean los moros muy desordenados en la lujuria. Reprehendióle Scipion por esta razon con palabras muy graves, que fué ocasion para que el mismo Masinisa la hiciese morir con yerbas: así suelen los hombres emendar un yerro con otro mayor. Los cartagineses, viéndose en esta estrechura, acordaron de llamar á Aníbal para que, dejada la Italia, acudiese á la defensa de su patria; porque Magon, que con su armada venia la vuelta de Cartago, tenian aviso que

muriera en Cerdeña de una herida vieja que le dieron en los Insubres, que era una provincia de Italia donde hoy está Milan; con la venida de Aníbal se movieron tratos de paz, porque las cosas de Cartago iban muy de caida. Habláronse los dos generales, y como quier que no se concertasen, volvieron de nuevo á las armas y á la guerra. Los cartagineses fueron vencidos en batalla, y el mismo Aníbal forzado á desamparar á Africa, y por salvar la vida huirse hácia levante á tierras muy lejos y apartadas. Despues desta victoria y de la huida de Aníbal, ó antes, se hicieron las paces con Cartago con estas condiciones: que Cartago se gobernase por sus leyes; los aledaños de su señorío y jurisdiccion fuesen lo mismos que antes de la guerra; que entregasen, así los traidores fugitivos como los que tenian cautivos; no tuviesen naves con espolon fuera de galeras ni elefantes domados; pagasen diez mil talentos de plata en cincuenta pagas. Para seguridad y firmeza de todo esto se obligaron á dar cincuenta rehenes escogidos á voluntad de Scipion, es á saber, de los principales de la ciudad. Graves condiciones eran estas, pero forzoso que las aceptasen, por estar apretados á un mismo tiempo con tantos desastres. Además, que ciertos cartagineses presos por los saguntinos fueron llevados á Roma con el oro y la plata que traian para mover á los españoles á que se levantasen. El Senado alabó la lealtad de los saguntinos; en premio les volvieron el dinero que tomaron á los cartagineses, y solo detuvieron los cautivos. Todo esto sucedió el año que se contaba 552 de la fundacion de Roma. Este año pasado y venido el siguiente, Cornelio Scipion de Africa volvió á Roma con renombre del mas famoso capitan que se conociese en el mundo. Otorgáronle que triunfase de Cartago. Eran á la sazon cónsules Gneio Cornelio Lentulo y P. Elio Peto. El triunfo fué en todo de los mas señalados del mundo; solo faltó el rey Sifaz para ennoblecelle mas, para llevar en la pompa encadenado un rey tan poderoso, ca falleció cerca de Roma. Dieron á Scipion sobrenombre de Africano, gloria debida á sus trabajos y hazañas. Por esta manera se puso fin á la segunda guerra Púnica ó Cartaginesa el año diez y siete despues que se comenzó, la mas grave y mas peligrosa que jamás hizo ni padeció Roma. Tanto fué mayor el alegría de verla acabada por el valor y esfuerzo de Scipion.

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Cómo M. Porcio Caton, siendo cónsul, vino á España. Dicho se ha cómo en lugar de Scipion vinieron á España dos procónsules. Destos L. Cornelio Lentulo el año sexto despues de su llegada volvió á Roma para pretender el triunfo por haber sujetado los españoles alborotados. Sucedió en su lugar C. Cornelio Cetego, el cual vino á España por compañero y con igual poder de L. Manlio Acidino el año 554 de la fundacion de Roma. En el cual tiempo los españoles, congojados del estado y términos á que estaban reducidos, cayeron, aunque tarde, en la cuenta que las guerras que los romanos emprendieran, no se encaminaban á restituillos en su libertad, sino á ensanchar su señorío y á su provecho. Conjuráronse pues entre sí, y tomaron las armas en los pueblos Ceretanos. Reprimió Cetego con

presteza estos movimientos con una batalla, en que mató quince mil de aquella gente. El año siguiente, en lugar de Cetego y Acidino, fueron enviados al gobierno de España Cornelio Lentulo y L. Stertinio. En este año y en el que se siguió luego despues dél ninguna cosa sucedió en España que de contar sea, sino que por mandado del Senado de un gobierno de España se hicieron dos gobiernos, que fueron el de la España ulterior, en que se comprehendian la Bética y la Lusitania, que hoy son Andalucía y Portugal, y el de la citerior, que abrazaba las demás partes de España. Mudáronse diversas veces y por diversas ocasiones los términos destas prefecturas ó gobiernos; cosa que es ocasion de dificultad para entender las antigüedades de España. Por el mismo tiempo se hacia en la Grecia la guerra contra Filipo, rey de Macedonia, y M. Porcio Caton gobernaba por los romanos la isla de Cerdeña. El año adelante de la fundacion de Roma 537, sorteadas, como era de costumbre, las provincias en Roma, á Gneio Sempronio Tuditano cupo el gobierno de la España citerior, y el de la ulterior á M. Helvio. Contra estos gobernadores se levantaron los españoles en diversas partes. Los principales caudillos de los alborotados fueron Colca y Luscinon; la ocasion fué que se dió licencia á los soldados viejos para dejar la milicia, por donde parecia que no quedaban á los romanos fuerzas bastantes para resistir. Acudió Tuditano para apagar este fuego; atrevióse á pelear con una parte de los levantados, pero fuéle mal, ca recibió una grande rota; su gente fué destrozada y él mismo herido y muerto despues de las heridas, que con la pena que recibió de la pérdida se le enconaron. Esta pérdida, luego que se supo en Roma, puso en grande cuidado al Senado. Temian no se levantase guerra en España mas grave y dificultosa que nunca, por estar los naturales no divididos como antes por los romanos y contra ellos, ni pugnar solamente por echar de su tierra los cartagineses, sino toda la nacion unida con intento de recobrar la antigua gloria de las armas y la libertad que solian tener. Enviaron pues el año de Roma 558 á la España ulterior á Q. Fabio Buteon, á lo demás á Q. Minucio Termo. Estos dos partieron de España, pasado el año de su gobierno sin hacer cosa que de contar sea, salvo que doce mil hombres españoles fueron cerca de la ciudad de Turba pasados á cuchillo por el gobernador Termo. Con todo esto, el cuidado que el Senado tenia y el recelo no aflojaba; por esto se dió órden que los cónsules del año adelante, que fueron Lucio Valerio Flaco y M. Porcio Caton, sorteasen sobre cuál dellos iria á la España citerior, cosa hasta entonces no usada, que cónsul viniese á España. Echadas las suertes, cupo á Caton lo de España, para donde se partió el año de 559 con dos legiones de socorro y veinte y cinco galeras; y sin embargo, se ordenó que con nombre de pretores gobernasen la España citerior Publio Manlio, y la ulterior Apio Claudio Neron. Hízose Caton á la vela en el puerto de la Luna, que hoy es Lerice ó Porto Venere, y pasado el golfo de Leon, llegó á vista de España. Surgió con su armada junto á Roses, de donde echó la guarnicion de españoles que allí tenian. Desde allí pasó á Ampúrias. La parte de aquella ciudad que moraban Jos griegos venidos de Focea, y á ejemplo de Marsella se mantenian en la devocion de los romanos, le recibió

muy alegremente. Estaba aquella ciudad dividida en dos partes con un muro tirado y que pasaba por en medio de entrambas. La parte que caia hácia el mar, que era mas angosta y apenas tenia en circuito cuatrocientos pasos, moraban los griegos, como arriba queda dicho; en la parte mas ancha y que de ruedo tenia tres millas moraban los españoles. El muro con que se dividian tenia una sola puerta para pasar de los unos á los otros, con bastante guarda puesta entre dia; de noche no menos que la tercera parte de los griegos hacia la centinela, á los cuales solamente era lícito aquel dia salir á negociar á la marina. Con este cuidado y con esta vigilancia, dado que estos griegos eran tan pocos, se mantuvieron en libertad hasta la venida de Caton. Los españoles aborrecian el imperio de los romanos, y pretendian hacerles rostro confiados en su muchedumbre y en el socorro que tenian cerca. Caton, luego que asentó sus reales cerca de aquella ciudad, despidió los obligados á proveer de mantenimientos, y envió las naves á Marsella; los obligados, porque pretendian que los soldados se sustentasen de lo que robasen, por estar ya las mieses sazonadas; la armada, para que los soldados, perdida la esperanza de volver á sus casas si no fuesen vencedores, hiciesen mejor el deber; resolucion notable, muestra de pecho asaz confiado, ejemplo imtado de algunos, aunque pocos, caudillos animosos y grandes. Por el mismo tiempo Helvio desde la España ulterior vino á verse con el Cónsul, y de camino se apoderó de Illiturgo, que de nuevo se habia rebelado,y dió la muerte á gran número de celtiberos que le slieron al encuentro. Lo uno y lo otro hizo con solos bos soldados que para su guarda y seguridad Neron, su sucesor, le dió. Demás desto, Belistages, hombre principal entre los ilergetes, envió sus embajadores al Cónsul para pedirle socorro contra los españoles que andaɔan alborotados. Decia que apenas, talados los campos, se podian defender dentro de las murallas; que si no los favorecia con presteza todos perecerian, no por otra culpa sino por mantenerse lealmente en la devocion de los romanos; que cinco mil soldados de socorro serian bastantes para librarlos de aquel peligro. A esto respondió Caton que deseaba ayudar á los confederades del pueblo romano, y sentia mucho les quitase el enemigo lo que trajeron á su amistad; pero que el pequeño número de soldados le detenia para que no les acudiese luego; que temia, si dividia sus fuerzas, no quedar a igual á las de los enemigos (ca tenia aviso que en gran número se apresuraban, y que llegaban ya cerca pa'a dar socorro á los de Ampúrias, sobre los cuales él tenia puesto cerco); que el premio de su lealtad era justole esperasen acabada la guerra; que les rogaba se sufritsen por un poco de tiempo, y los agravios de los enemimigos ó los impidiesen ó los disimulasen, pues ganada la victoria, se podrian recompensar con mayor ganalcia. Los embajadores, oida aquella respuesta, hacon mayor instancia; echados á los piés del Cónsul, piden con lágrimas no desampare en aquel trance á sus am gos y confederados. Entonces Caton, dudoso de lo que debia hacer y entendiendo que muchas veces en las guerras tiene mas fuerza la maña que la verdad, usí de tal astucia: el dia siguiente prometió á los embajadores el socorro que pedian, y para muestra que lo queria poner en ejecucion, hizo luego embarcar la

tercera parte de sus soldados, y á los embajadores mandó fuesen delante y animasen á los suyos con la nueva del socorro que les enviaba; pero luego que partieron los embajadores, hizo desembarcar los soldados, á causa que el ejército de los españoles llegaba ya á vista de la ciudad, y el Cónsul pretendia darles la batalla lo mas presto que pudiese. Con este intento, á la tercera muda ó vigilia de la noche sacó todas sus gentes de sus reales, y pasado que las hobo á sordas de la otra parte de donde los enemigos tenian sus reales, mandó que entre dos luces tres compañias, llamadas cohortes, se arrimasen á las trincheas de los contrarios y las combatiesen. Los bárbaros, dado que alterados de cosa tan repentina y maravillados que los romanos se mostrasen por las espaldas á quien el dia antes habian tenido por frente, mas porque el enemigo los acometia y desafiaba á la pelea, sin órden y sin concierto con el furor que la saña les daba, salen por todas las puertas, y de tropel siguen á los romanos, que se retiraban segun que les era mandado. Fué la carga que los españoles les dieron tan grande, que sin embargo del poco órden que llevaban, rompieron la caballería romana y la pusieron en huida. Alteróse otrosí la gente de á pié; pero como Juego volviesen á ponerse en órden y se mejorasen de lugar, reprimieron el ímpetu y furia de los enemigos. La pelea fué por algun espacio dudosa, hasta tanto que ciertas compañías sobresalientes de una legion que tenian de respeto entraron de refresco; con esto el enemigo, que á mano izquierda y en el cuerpo de la batalla llevaba lo peor, comenzó á ciar, y despues, puesto en huida, se retiró á sus estancias. En la pelea y en el alcance dicen fueron muertos cuarenta mil españoles. La noche siguiente, despues que los soldados romanos reposaron algun tanto, salieron a correr los campos y heredades de Ampúrias, daño que movió á los ciudadanos, principalmente por no tener esperanza de poderse defender, á rendirse aparejados á hacer lo que el vencedor les mandase y ayudalle con todas sus fuerzas. Recibiólos Caton y tratólos con mucha humanidad, tanto, que á la guarnicion de los soldados comarcanos que allí halló, dejó ir libremente sin algun castigo ni rescate. Con esta victoria, como quedase apaciguado todo lo que hay de España desde allí hasta el rio Ebro, el Cónsul se partió para Tarragona. De cuya ausencia tomaron los bergistanos ocasion para levantarse, pero con la misma presteza fueron apaciguados. Tornaron segunda vez á alborotarse; sujetáronlos de nuevo, y vendiéronlos á todos por esclavos: hecho cruel, mas necesario castigo para que los demás quedasen avisados de no alborotarse tantas veces. El asiento de los Bergistanos quién le pone donde ahora está la ciudad de Tiruel, quién sospecha que estaba cerca de la ciudad de Huesca, do al presente hay un pueblo llamado Bergua. Pretendia Caton pasar con su campo á los Turdetanos, pueblos, como se ha dicho, de la Bética ó Andalucía, de quien tenia aviso que despues que fueran vencidos por el pretor Manlio con sus gentes y las de Neron, llamaban en su ayuda á los celtiberos para volver á la guerra y á las armas. Antes que partiese, por tener seguras las espaldas, se determinó de quitar las armas á todos los pueblos que caian antes de pasar el rio Ebro: notable resolucion, á propósito de sosegar aquella gente, pero que los alteró de tal manera, que algunos to

maron la muerte por sus manos por no verse despojados de lo que tenian mas caro que las mismas vidas. Por esta causa el Cónsul, mudado de parecer, despachó embajadores á todas partes con órden que en un mismo dia las murallas de todas aquellas ciudades fuesen abatidas por tierra. Hízose así, y juntamente llegó aviso que el pretor Manlio con no menor presteza apaciguara las alteraciones de los Turdetanos. Por donde dejada aquella empresa, el cónsul Caton entró por la tierra adentro, y pasado el rio Ebro, no paró hasta Segoncia, que hoy es Sigüenza, en que por la fortaleza de aquella plaza los celtiberos tenian recogidas sus riquezas. Era grande el despojo; la dificultad de apoderarse de aquella ciudad tanta, que perdida la esperanza de salir con ello, pasó á Numancia, como se entiende de Aulo Gellio. No se hizo cosa de mayor momento por aquellas partes. Hácia los Pirineos se le rindieron los Ceretanos, los Ausetanos y los Suesetanos. Sujetó asimismo los Cacetanos, que por caer algo mas léjos andaban alterados. Por esta manera apaciguada España y aumentadas las rentas de Roma por causa de las minas de oro y de plata que hizo beneficiar con mas cuidado que antes, y por venir nuevos pretores de Roma para el gobierno de España, Caton dió la vuelta y fué á Roma. Alli fué recobido con un solemne triunfo, en que llevaba de plata acuñada y en barras ciento y cuarenta y ocho mil libras, y del oro que llamaban oscense, quinientas y cuarenta. Hizo á sus soldados un donativo, en que á cada hombre de á pié dieron siete ases, y al de á caballo tres tanto. Despues desto, por toda la vida tomó y tuvo á España debajo de su proteccion y amparo, y la defendió de todo agravio; que propio es de grandes varones, cual fué Caton, vengar las injurias con buenas obras, y pasada la contienda, usar de benignidad para con los caidos. En Roma, por voto que hizo en Ampúrias, dedicó dos años adelante una capilla con advocacion de Victoria, vírgen, como se lee en Livio y lo refiere Victor en un librito de las regiones de la ciudad de Roma. Las monedas, que se hallan muchas en España acuñadas con el nombre de Caton, tienen grabadas estas palabras: Victoriae victrici; á la Victoria vencedora; por donde se sospecha que la letra en aquellos dos autores está errada.

CAPITULO XXVI.

De diferentes pretores que vinieron á España.

Muchos pretores despues desto vinieron de Roma al gobierno de España, cuyos nombres pondrémos aquí, sin señalar con mucho cuidado los tiempos, ni de todo punto dejarlos. Los primeros en este cuento serán Lucio Digicio, pretor de la citerior, famoso por la corona mural que ganó cuando Cartagena fué entrada; y con él vino tambien á la ulterior Publio Scipion Nasica, hijo que fué de Gneio Scipion, y por decreto del Senado de Roma juzgado por el mas santo de toda la ciudad. Sucedieron á estos y gobernaron en un tiempo las Españas Marco Fulvio Nobilior, sucesor de Digicio; este puso á Toledo, ciudad entonces pequeña, pero fuerte por su sitio, en poder de los romanos, y con él vino Cayo Flaminio en lugar de Scipion. A este prorogaron el tiempo del gobierno. Eu lugar de Fulvio vino Luciɔ

Emilio Paulo, el que adelante ganó renombre de AL

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cedonio, por haber vencido al rey de Macedonia, llama-bajadores de España pusieron contra algunos de los

do Perseo. Despues destos vino por pretor de la España citerior Lucio Plaucio Hipseo, y para la ulterior señalaron á Lucio Bebio Divite, en cuyo lugar, porque le mataron en la Liguria, que es el ginovés, vino Publio Junio Bruto. Por espacio de dos años enteros adelante tuvo el gobierno de la España citerior Lucio Manlio Acidino, y de la ulterior Cayo Catinio, sin que sucediese cosa que de contar sea. Por sucesores de Acidino y Catinio señalaron á Cayo Calfurnio Pison y Lucio Quincio Crispino, el año de la fundacion de Roma de 568, en el cual año, antes que llegase el nuevo gobernador, murió Catinio en la Lusitania en una batalla que trabó con los naturales cerca de un pueblo llamado Asta. Pasados dos años, tomó el gobierno de la citerior Aulo Terencio Varron, y de la ulterior se encargó Paulo Sempronio Longo. A estos sucedieron Publio Manlio en la España ulterior, aquel que, siendo cónsul Marco Caton, tuvo el gobierno y fué pretor de la misma provincia; y á la citerior vino Quinto Fulvio Flaco, el que en los Carpetanos, que es el reino de Toledo, venció gran número de celtiberos en una batalla muy brava que les dió junto á un pueblo llamado Ebura, el cual entiendo que Ptolemeo llama Libora, y hoy es Talavera, como se probará en otra parte. Tuvieron estos pretores el gobierno de España dos años, y de Roma fueron enviados otros nuevos, es á saber: á la ulterior Lucio Postumio Albino, y á la citerior Tiberio Sempronio Graco, el que fué padre de los Gracos, y tuvo por mujer á Cornelia, hija de Scipion el Mayor, de quien arriba se trató en la segunda guerra Púnica. Scipion el Menor, dicho tambien Africano, casó otrosí con Cornelia, hija de Cornelia y de Graco, y nieta de Scipion el Mayor. Por el esfuerzo y buena maña deste pretor Graco se ganaron muchas victorias, y Numancia por su industria hizo la primera vez confederacion con los romanos, como lo dice Plutarco. Demás desto, donde hoy está Agreda sobre Numancia, la ciudad de Gracurris tomó su apellido deste Graco, quier por haberla él edificado, quier sea porque la ensanchó y ennobleció con nuevos edificios. Hállanse monedas en España con el nombre de Gracurris y el de Albino juntamente. Año de la fundacion de Roma de 576, Marco Titinio Curvo fué elegido en pretor de la España citerior; de la ulterior Quinto Fonteyo. Estos tuvieron el cargo por espacio de tres años, los cuales pasados, no se sabe qué pretores viniesen á España; dado que hay memoria que el año 579 Apio Claudio Centon, por la victoria que ganó de los celtiberos, entró en Roma con ovacion. Tambien se sabe que el año siguiente vinieron por pretores de la ulterior Servilio Cepion, de la citerior Furio Filon. Sucediéronles Marco Mancieno y Gneio Fabio Buteon; pero á causa que Buteon falleció en Marsella del mal que la mar le hizo, por mandado del Senado, Furio continuó su gobierno de la España citerior, hasta tanto que el año siguiente de 582 á Marco Junio cupo por suerte lo de la citerior, y la ulterior al pretor Spurio Lucrecio. Pasado este año, sucedió una cosa muy notable, y fué que juntaron las dos Españas debajo de un gobierno, y las encargaron al pretor Lucio Canuleyo. Este en Roma antes que se partiese, fué nombrado por juez sobre cierta acusacion que em

pretores pasados, que decian haber robado y cohechado la provincia; pero fueron dados por libres, por acostumbrar los senadores romanos de usar de severidad con los demás y disimular unos con otros, con grande sentimiento y envidia del pueblo y en gran perjuicio de su buena fama. Verdad es que para apaciguar las quejas de los naturales se les otorgó que los gobernadores romanos no vendiesen el trigo á la postura y tasa que ellos mismos hacian, como lo tenian de costumbre, y que los españoles no fuesen forzados á encabezarse y arrendar el alcabala que llamaban vicésima, porque se pagaba uno por veinte, á voluntad del Pretor; que no hobiese arrendadores de los tributos, sino que el cuidado de cobrar y beneficiar aquellas rentas se encomendase á los pueblos. Otra embajada se envió de España á Roma para saber qué se debia hacer de los bastardos, que llamaban comunmente hibridas, y eran hijos de soldados romanos y madres españolas, y pedian campos donde morasen y labrasen. Respondió el Senado que se les diesen como lo pedian á los que el pretor Canuleyo de aquella muchedumbre de hombres, que pasaban de cuatro mil, juzgase se debia dar libertad, ca eran tenidos por esclavos, y que los llevase á Carteya con nombre y privilegio de colonia, que fué la primera que hobo de romanos en España, y por esta causa Carteya se llamó colonia de los Libertinos. Entiéndese que esta poblacion es la que hoy se llama Tarifa. Canuleyo, pasados dos años de su gobierno, tuvo por sucesor á Marco Marcello, año de la fundacion de Roma 585. Este fundó á Córdoba, ciudad principal en la Bética ó Andalucía, madre de grandes ingenios. A lo menos Estrabon así lo dice, que Córdoba fué fundada por Marco Marcello; á algunos parece que sucedió en este tiempo cuando fué pretor, y no adelante cuando hecho cónsul volvió á España y á su gobierno. Las conjeturas que para decir esto tienen, ni son concluyentes, ni del todo vanas, ni hay para qué se relaten. Lo cierto es que Silio Itálico hace mencion de Córdoba en tiempo de Anibal, y puédese entender que su fundacion fué antes deste tiempo, y que atribuyeron á Marco Marcello la gloria de ser fundador de Córdoba, porque la ennobleció con edificios y con darle, como le dió, título y derecho de municipio romano. Sucedió á Marcello Fonteyo Balbo. Despues deste tornaron á dividir á España en dos gobiernos, y así la gobernaron Gneio Fulvio y Cayo Licinio Nerva en el tiempo que Júdas Macabeo, capitan nobilísimo de los judíos, hizo confederacion con los romanos, de quien sabia extendian sus victorias y sus armas, no solo hasta la Asia, sino que tenian asimismo sujeta á España, y con las minas de oro y plata que en ella poseian, crecian de cada dia mas en poder y en grandeza. Con esto se acabará la cuenta de los pretores, porque si pasase adelante, daria mas fastidio que gusto. Ni tampoco es cosa fácil recogellos todos y continuar siempre la historia sin quiebra por la falta que tenemos de las memorias antiguas. Dem is que no conviene ni es razon embutir los anales de España con la grosura de las cosas romanas, como si de suyo fuesen faltos, y con ripia y materiales juntados de otra parte tapar las hendeduras que tienen nuestras historias en muchos lugares.

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