Imágenes de páginas
PDF
EPUB

tra historia eclesiástica son: san Eulogio, Álvaro Cordobés y el abad Samson, escritores coetáneos. Las obras del primero pueden consultarse en la Biblioteca de los santos Padres Toledanos, va citada en la época anterior; otras del mismo y las de Álvaro y Samson pueden verse en el tomo XI de la España sagrada con algunas curiosas observaciones del P. Florez.

De la misma época es el Cronicon Albeldense (ó Emilianense), escrito en el año 883 y continuado en el de 976. (Chronicon Albeldense: España sagrada, tomo XIII, ap. 6.). Sigue á este otro coetáneo, que se atribuye al obispo Sebastian de Salamanca, escrito en Asturias: principia en el reinado de Wamba y acaba en D. Ordoño I (672-866). Sebastiani Chronicon, nomine Alfonsi tertii, recèns vulga– tum (España sagrada, tomo XIII, ap. 7.o).

De la restauracion pirenaica son escasos los documentos que nos quedan como fuentes, y de problemática autenticidad. Los privilegios de los monasterios de Santa María de Alaon, Santa María de Ovarra, Ripoll, San Juan de la Peña y otros, solamente arrojan una claridad parcial y escasa sobre un corto espacio de lugar y tiempo: se hallan en el tomo IV de la Coleccion del cardenal Aguirre (edicion de Catalani), y se citarán en las notas, ó en apéndices, segun su respectiva importancia.

Las crónicas árabes nos son de alguna importancia durante esta época: además de las contenidas en el tomo II de la Bibliotheca arabico-hispana Escurialensis (Madrid, 1770), no se puede menos de citar con aprecio el tomo I de la Historia de los árabes en España, sacada de varios manuscritos y memorias arábigas por D. José Antonio Conde (Madrid, 1820), y como trabajos sobre estas fuentes merecen citarse las Cartas críticas sobre la España árabe de Masdeu, por Faustino Borbon (Madrid).

CAPÍTULO I.

PÉRDIDA DE ESPAÑA EN EL SIGLO VIII.

$ CXX.

Invasion sarracena.

Dos siglos tardaron los romanos en apoderarse de España: un siglo costó á los godos hacerla suya, y dos años emplearon solamente los sarracenos en su conquista, que, á no constar de un modo indudable en la historia, pareciera completamente fabulosa. Grande debia ser la inmoralidad y relajacion de aquel pueblo, muy enervado su carácter, muy imprevisor su Gobierno, cuando un puñado de fanáticos aventureros pudo echar por tierra de un solo golpe la monarquía de Leovigildo. La centralizacion misma, que habia recibido, fue para ella un perjuicio: cuando la vida se reasume en un solo punto, hiriendo en él, sobreviene la muerte.

Desde el reinado de Wamba se habian presentado sobre las costas de España unos guerreros de atezado rostro cubiertas sus cabezas con luengas tocâs, vestidos de ligeras ropas, sin pieles ni pesadas armaduras por defensa, briosos para acometer, ágiles en sus movimientos, parcos en su comida, y rudos en su trato. Desde los confines del Yemen y de la Arabia habian atravesado el África y puesto el pié en los países que los godos poseyeran en aquellas playas, desde donde acechaban con torva mirada el momento oportuno de lanzarse sobre nuestra patria. Su religion era una mezcla heterogénea y confusa de cristianismo, budhismo y judaismo, con otras mil absurdas creencias, presidiendo sobre ellas el dogma de la fatalidad. Era la raza de Agar é Ismael, que Dios enviaba desde sus remotos confines para castigar su pueblo envilecido, cual en otro tiempo hacia brotar enemigos de las arenas del desierto para castigar á los hijos de Israel. En vano Wamba habia ahuyentado de las costas aquellos piratas pa

Vide Alzog, tomo II, 176.

sando su ejército á cuchillo y quemando sus doscientas setenta naves'. En los reinados siguientes se les vió amagar de continuo á nuestras indefensas playas.

El último dia de abril del año 711 desembarcó en Gibraltar (siempre aciago para España) un ejército, que se fué aumentando en poco tiempo hasta unos veinte y cinco mil combatientes aproximadamente, entre peones y jinetes árabes y berberiscos. Venia al frente de ellos un general brioso llamado Tarik Abdalahy, enviado desde el África por Muza-ben-Noseir, virey de aquellos países por el califa de Damasco Abulabás, á quien obedecian todos ellos. Los invasores contaban con numerosas inteligencias dentro de España: en su hueste venian varios renegados y judíos y toda una tribu hebrea conducida por Julani, de cuyo nombre nuestros cronistas forjaron probablemente la fábula del conde D. Julian. Mal avenidos los partidarios de Witiza con el intruso Rodrigo, depusieron sus rencores por un momento, y acaudillados por este se presentaron contra los árabes en los llanos de Jerez con ejército allegadizo, aunque numeroso. Muchos meses habian pasado desde que Tarik pusiera el pié en España, y las noticias que habian corrido acerca de la ferocidad de su gente habian aterrado á los godos afeminados por larga molicie.

En vano el rey Rodrigo se portó con inesperado valor : aquel ejér– cito que tenia delante, corto en número, pero duro y aguerrido, destrozó sus inexpertos escuadrones, y él mismo víctima de su arrojo pereció con poca suerte, pero con honra. Las menguadas corrientes del

1 «Ducentae septuaginta naves Saracenorum Hispaniae litus sunt adgres<< sae; ibique eorum agmina ferro sunt deleta et classes eorum ignibus concre«matae.» (Sebastian de Salamanca, § 3). A pesar de eso Masdeu retrasa la primera invasion sarracena hasta el penúltimo año del siglo VII en que fueron derrotados por Theudimer; mas en esto hay otro grave error, con perdon de nuestro crítico, pues los que derrotó aquel eran griegos, y no sarracenos, como puede verse en el § 38 del Pacense.

2 Despues de los cálculos que presentó Masdeu con mucha erudicion (en su ilustr. 2., tomo XV) parecia fija de una manera exacta la pérdida de la batalla de Guadalete en 31 de julio del 711. Pero el autor de las Cartas ilustrativas á la España árabe de Masdeu, presentó un fragmento árabe por el que aparece que la pérdida de la batalla, y la desastrosa muerte de D. Rodrigo fueron en el mes de Mojarren, del año 93 de la Egira, que corresponde á primeros de noviembre de 711.

Guadalete arrastraron su cadáver ignorado, dejando sepultadas en sus arenas la corona de los godos y la libertad de España '.

S CXXI.
Muza.

Al ruido de tan inesperada derrota sobresaltóse España, y el África saltando de regocijo aprestó sus briosos corceles para lanzarse á la fácil conquista. Muza como wali de Almagreb (virey de las tierras de Occidente) envidiando la gloria de su enviado Tarik, le prohibió seguir la conquista hasta que él pasara á España. Tarik conociendo los perjuicios de dar respiro á un país fuerte aun, á pesar de su derrota, avanzó, de acuerdo con sus capitanes y á pesar de las órdenes de Muza, dividiendo su gente en varios cuerpos para facilitar mas la conquista y aterrar á los vencidos, apareciendo á la vez en diferentes puntos.

Al frente de numerosos escuadrones se presentó delante de Córdoba un renegado griego llamado Mugueiz, á quien los cronistas árabes apellidan el Rumi (el Romano): aprovechando las tinieblas de la noche y el descuido de los defensores, trepó él mismo á la ruinosa muralla y penetró en la ciudad, dando apenas tiempo á los defensores para guarecerse en la antigua catedral, que por tres meses les sirvió de ciudadela. Despues de recorrida y sojuzgada gran parte de Andalucía y Murcia, llegó Tarik al frente de Toledo, que los árabes llamaron Tolaitola. No debió ser muy briosa su resistencia: los parciales de Witiza no se avenian con los cortesanos de Rodrigo, y el obispo Sinderedo, cuidando mas de su vida que de su rebaño, habia huido á Roma. Los numerosos judíos, que expulsados por Egica habian vuelto en tiempo de Witiza, mantenian secretas inteligencias con los árabes. Un sentimiento de rencor les impulsaba contra los godo-hispanos, y esperaban mas libertad de los sarracenos que de aquellos. En mas de una ocasion les franquearon las puertas de las ciudades amuralladas, y en Córdoba y Sevilla se les vió poblar al par de los árabes como vecinos de la ciudad, donde nada significaban ya los hijos del país. Suponen algunos que los judíos franquea

2

2

1 Véase la nota 2 de la pág. 8.

D. Rodrigo, lib. III, cap. xxи y xxш. Véase el cap. 1, pág. 15 de la obra
TOMO II.

ron tambien á Tarik las puertas de Toledo; pero es mas probable que despues de alguna resistencia, aunque no muy vigorosa, se entregaron al Árabe con honrosas capitulaciones.

1

Al desembarcar Muza en España aumentóse su rencorosa envidia con los últimos triunfos de Tarik, y en un arrebato de despecho ultrajó al general afortunado. Las honrosas capitulaciones que habia concedido á los cristianos de las varias ciudades ocupadas, se le imputaron como un acto de debilidad, y por su parte se propuso borrar la lenidad de Tarik con actos de crueldad y barbarie. Dentro de Toledo residia el intruso arzobispo D. Oppas, que temiendo algun desman del bárbaro Muza huyó de aquella ciudad: su fuga costó la vida á los cristianos mas principales. Marchando en seguida contra Zaragoza, donde habian logrado rehacerse los Cristianos, se apoderó de aquella despues de vigorosa resistencia, y pasó á cuchillo á sus mas nobles ciudadanos (713).

Por contrariar á Tarik se complacia Muza en romper las capitulaciones estipuladas y faltar á las que él mismo habia otorgado, pasando á cuchillo á los que se le habian rendido bajo condiciones y pactos honrosos. El degüello y la devastacion seguian sus pasos. Horrible es la pintura que hace de aquella época un escritor contemporáneo 3 aunque en estilo enfático y pesado. «¿Quién podrá referir <«< tantos peligros? ¿quién podrá enumerar tan intempestivas calami<< dades? Aunque todos los miembros se volvieran lenguas no podria «el hombre decir las ruinas de España y la inmensidad de sus males.

3

del Sr. Amador de los Rios: Estudios históricos, politicos y literarios sobre los judios de España: Madrid, 1848.

1 Fue, segun calcula Masdeu, en junio de 712. (Véase tomo XII, ilustr. 2.a, 'n. 25, y la ilustr. 3.o, n. 2).

2 «Toletum urbem Regiam usque inrumpendo adjacentes Regiones pace <<< fraudifica malè diverberans, nonnullos Seniores nobiles viros qui utcumque « remanserant per Oppam filium Egicae Regis à Toleto fugam arripientem gla<< dio patibuli jugulat, et per ejus occasionem cunctos ense detruncat. Sicque non << solùm ulteriorem Hispaniam, sed etiam citeriorem, usque ultro Caesarau«gustam, antiquissimam ac florentissimam civitatem dudùm jam judicio Dei pa«tentèr apertam gladio, fame et captivitate depopulatur : civitates igne concre<< mando praecipitat, Seniores et potentes saeculi cruci adjudicat: juvenes atque << lactentes pugionibus trucidat. » (Pacense, § 36).

3 Pacense, n. 36 y 37.

« AnteriorContinuar »