Imágenes de páginas
PDF
EPUB

excusaron con todo cuidado, resueltos de defender su libertad con las murallas y guarnicion y con las vituallas que tenian recogidas para mucho tiempo, sin embargo que los moradores eran muchos, y asaz gran número de gente de á pié y de á caballo de los pueblos comarcanos se habian acogido á aquella ciudad. Solo hicieron algunas salidas y trabaron algunas escaramuzas, en que no sucedió cosa que sea de contar, sino fué que Scipion venció en desafío cierto español principal, robusto y de grandes fuerzas, con quien, dado que ordinariamente delante los reales desatiaba á los romanos, ninguno dellos se atrevió á hacer armas. Padecia el Cónsul grande falta de vituallas; el sustento ordinario de sus soldados era trigo cocido y cebada además de alguna caza; la falta de la sal era la que mas los trabajaba. Por estas incomodidades y por las aguas que, como de sierra, eran muy delicadas, muchos soldados comenzaron á enfermar de cámaras; entreteníalos empero la esperanza de apoderarse de aquella ciudad. Para batirla juntaron madera, hicieron ingenios á propósito, con que gran parte de la muralla echaron por tierra. Los soldados por las ruinas y por la batería pretendian entrar en la ciudad, y aun Scipion fué el primero que subió á lo mas alto; por lo cual despues fué públicamente alabado, y le fué dada la corona mural. Mas acudieron los de dentro con tanto esfuerzo, que rebatieron á los romanos, sin que pudiesen pasar adelante; y la carga que les dieron fué tan grande, que por la priesa del retirarse no pocos se ahogaron en una laguna que por allí estaba. La noche siguiente los cercados repararon la parte del muro derribado con grande diligencia y cuidado. Vióse el Cónsul á pique de alzar el cerco sin hacer efecto, si la hambre no forzara á los de dentro á entregarse. Tratóse pues de concierto, y por medio de Scipion, de quien se fiaban mas que del Cónsul, hicieron sus asientos. Las condiciones fueron tolerables, ca solamente se mandó á los ciudadanos que diesen diez mil sayos y cierto número de jumentos y rehenes para la seguridad. Dinero, ni le tenian ni le deseaban, por ser hombres montañeses que vivian de la labranza y de la cria de sus ganados. Movió el Cónsul con sus gentes de aquella ciudad; revolvió sobre Palencia, pero no pudo sujetarla ni rendirla. Algunos sospechan que desde Castilla la Vieja dió la vuelta hácia el Andalucía, y no paró hasta el estrecho de Cádiz, donde, como dice Plinio, presentaron á Lucullo la cabeza de un pulpo de grandeza increible. Añaden que desde allí corrió toda aquella tierra hasta la Lusitania. Sergio Galba, á quien, como se dijo, encargaron el gobierno de la España ulterior, no estaba ocioso, antes en el Andalucía hacia rostro á los lusitanos, que hacian correrías y entradas por aquellas partes, con que trabajaban á los confederados del pueblo romano. Pero como se atreviese en cierta ocasion á pelear con los enemigos'en sazon que sus soldados se hallaban cansados del camino, fué desbaratado y muertos siete mil de los suyos, forzado con los demás á huir y meterse en Carmena, como lo dice Apiano (entiendo que ha de decir Carmona, ciudad en aquel tiempo la mas fuerte de aquellas partes, y que estaba asentada cerca de los pueblos llamados Cuneos), donde se refiere que el Pretor pasó el invierno, sin descuidarse punto en rehacerse de fuerzas y juntar gentes. Con que luego que abrió el tiempo, de

seoso de satisfacerse, rompió por la Lusitania 6 Portugal, corrió los campos, mató, quemó y robó todo lo que topaba: Acudieron embajadores de aquella gente movidos destos daños. Hizoles el Pretor un razonamiento muy cuerdo y muy elegante, como persona que era de los mas señalados oradores de Roma, y como tal entre los demás le cuenta Ciceron. Excusó lo que habian hecho, por ser forzados de la necesidad. Díjoles que pues la falta y esterilidad de la tierra los ponia en semejantes ocasiones, avisasen á los suyos de su voluntad, que era darles muy mejores campos donde morasen y tuviesen sus labranzas para que sin agravio de los comarcanos se pudiesen sustentar. Señalóles dia en que se viniesen para él repartidos en tres escuadras. Ellos, persuadidos que les venia bien a quel pârtido, sin sospechar mal ni engaño, obedecieron y cumplieron lo que les era mandado. Engañólos su pensamiento, y el Pretor, no solo no les guardó su palabra, antes como venian descuidados fueron todos despojados de sus armas y muertos: brava carnicería y deslealtad. Parte de los despojos se dió á los soldados; con lo demás se quedó el mismo Galba, con que se entiende vino á ser adelante el mas rico de los ciudadanos romanos.

CAPITULO III.

De la guerra de Viriato.

Está crueldad de Galba dió ocasion para que los naturales, mas alterados que espantados, emprendiesen de nuevo otra guerra muy famosa, llamada de Viriato; y es así comunmente, que unos males vienen asidos de de otros, y el fin de un desastre y daño suele ser muchas veces principio de otra mayor desgracia, y el remedio convertirse en mayor daño. No hay duda sino que la guerra de Viriato por espacio de catorce años enteros que duró, con diferentes trances que tuvo, trabajó grandemente el poder de los romanos. Fué Viriato de nacion lusitano, hombre de bajo suelo y linaje, y que en su mocedad se ejercitó en ser pastor de ganados. En la guerra fué diestro; dió principio y muestra siendo salteador de caminos con un escuadron de gente de su mismo talle. Eran muchos los que le acudian y se le llegaban, unos por no poder pagar lo que debian, otros por ser gente de mal vivir y malas mañas; los mas por verse consumidos y gastados con guerras tan largas deseaban meter la tierra á barato. Con esta gente, que ya llegaba á campo formado, comenzó á trabajar los comarcanos, en especial los que estaban a devocion de los romanos, por aquella parte por donde Guadiana desboca en el mar. A la sazon que las cosas se hallaban en estos términos, Galba se partió de España acabado su gobierno, y vino en su lugar Marco Vitilio, año de la fundacion de Roma de 604, el cual puso todo cuidado en deshacer á Viriato y apagar aquella llama; pero él, dejada la Lusitania, se pasó al estrecho de Cádiz, y con resolucion de excusar la batalla, se entretenia en lugares fuertes y ásperos. Acudió el Pretor, y con un cerco que tuvo so◄ bre aquella gente muy apretado, redujo á aquellos soldados, que ya comenzaban á sentir la hambre, á probar secretamente si habria esperanza de concertarse. Pedian campos donde morasen, y prometian de mantenerse en la amistad y fé del pueblo romano. Daba de

buena gana el Pretor oidos á estas práticas. Supo Viriato lo que pasaba, y con un razonamiento que hizo á sus soldados, mudaron de parecer. Púsoles delante con cuánto peligro pondrian en manos de los romanos sus vidas y libertad, en quien ninguna cosa se conocia de hombres fuera de la apariencia y el sonido de la lengua humana; que si ningun ejemplo hobiera para muestra desto, como quier que eran muchos y sin número, por lo que hizo Galba podian entender que no les era seguro dejarse engañar de buenas palabras; que les estaria mejor seguirle á él, que era su caudillo, y por sus consejos y mandado llevar adelante lo comenzado, como gente esforzada no rendirse por verse á la sazon apretados, que los tiempos se mudan. Aprobaron todos este parecer, y para engañar á los romanos sacaron sus gentes con muestra de querer pelear. Pusieron la caballería por frente, y los peones entretanto se pusieron en salvo en los bosques que cerca estaban. Despues todos juntos se fueron á una ciudad llamada Tribola, donde pensaba Viriato entretenerse y continuar la guerra. Acudieron los romanos; armóles cerca de aquella ciudad una celada, en que mató hasta cuatro mil dellos y con ellos al mismo Pretor. Los demás se salvaron por los piés, y se recogieron á Tarifa; allí como los romanos ayudados de nuevos socorros de los celtiberos tornasen á probar ventura, todos perecieron en la pelea. En lugar de Vitilio vino al gobierno de la España ulterior el pretor Cayo Plaucio, año de la fundacion de Roma 605. Llegó á sazon en España que Viriato corria los campos, primero de los turdetanos, y despues de los carpetanos. Llegados los romanos á vista, dió muestra de huir; siguiéronle los contrarios desapoderadamente, revuelve sobre ellos, y pasa á cuchillo cuatro mil que se habian adelantado mucho. El Pretor, con deseo de librarse desta infamia mas que por esperanza que tuviese de la victoria, pasó adelante en seguimiento del enemigo hasta llegar al monte de Vénus, donde pasado el rio Tajo, Viriato se hizo fuerte. Allí vinieron de nuevo á las manos en una batalla en que fué destrozado no menor número de romanos que antes. De lo cual quedó el Pretor tan escarmentado y medroso, que en medio del estio, como si fuera en invierno, se estuvo encerrado en las ciudades con mayor confianza que tenia en las murallas que en sus fuerzas. Esta batalla creen algunos que se dió en la Lusitania y cerca de la ciudad de Ebora, por causa de un sepulcro que se ve hoy en aquella ciudad con una letra en latin que en romance quiere decir:

LUCIO SILON SABINO EN LA GUERRA CONTRA VIRIATO, EN EL DISTRITO DE EBORA DE LA PROVINCIA LUSITANA, PASADO CON MUCHAS SAETAS Y DARDOS, Y LLEVADO EN HOMBROS DE LOS SOLDADOS Á CAYO PLAUCIO PRETOR, MANDÉ QUE DE MI DINERO se me hiciese AQUÍ ESTE SEPULCRO, EN EL CUAL NO QUERRIA QUE ALGUNO FUESE PUESTO NI ESCLAVO, NI LIBRE. SI DE OTRA MANERA SE BICIESE, QUERRIA QUE LOS HUESOS DE CUALQUIERA SE SAQUEN

DE MI SEPULCRO, SI LA PATRIA SERÁ LIBRE.

Este letrero es el mas antiguo de todos los que en España de romanos se hallan. En el entretanto que estas cosas en España pasaban, Galba fué en Roma acusado de haber quebrantado la fé y palabra á los lusitanos, y por el mismo caso dado causa á los males y daños que resultaron en aquella tierra. Valióle para que le diesen por libre el mucho dinero que llevó de España,

sin embargo que Lucio Scribonio Libon, tribuno del pueblo, y Marco Caton le apretaron con todas sus fuerzas. Despues, desto Claudio Unimano, con nombre de pretor, vino de Roma el año de 606 contra Viriato; mas fué por él vencido y muerto con gran parte de su ejército que pereció en aquella batalla. Los haces de varas y alabardas, que eran insignias del magistrado, fueron puestas por memoria de aquella victoria y á manera de trofeo en los montes de la, Lusitania, con tanto espanto de los romanos en adelante, y tanto atrevimiento de los españoles, que trecientos lusitanos no dudaron de trabar pelea con mil soldados romanos, y en ella mataron mas en número que ellos eran. Aconteció otrosí que un peon español puso en huida á muchos hombres de á caballo de los romanos, que espantados y atónitos quedaban de ver que aquel hombre de un golpe mató un caballo y cortó á cercen la cabeza del que en él iba. La batalla en que Claudio Unimano quedó desbaratado muestra se dió en el campo y comarca de Urique en Portugal una piedra que allí está de las mas notables que hay en España de romanos, y la pone Andrés Resendio en las Antigüedades de Portugal, cuyas palabras, vueltas en castellano y suplidas algunas letras que faltan, son:

CAYO MINUCIO HIJO DE CAYO LEMONIA LUBATO TRIBUNO DE LA LEGION DÉCIMA GEMINA: AL CUAL EN LA BATALLA CONTRA VIRIATO ADORMECIDO DE LAS HERIDAS EL EMPERADOR CLAUDIO UNIMANO DESAMPARÓ POR MUERTO, GUARDADO POR DILIGENCIA DE EBUCIO SOLDADO LUSITANO, Y MANDADO CURAR SOBREVIVÍ POR ALGUNOS DIAS: MORÍ TRISTE POR NO GRATIFICAR A LA MANERA DE ROMANOS Á QUIEN BIEN LO MERECIA.

El año siguiente, que se contaba de Roma 607, Cayo Nigidio, enviado en lugar del Pretor muerto, peleó no con mejor suceso contra Viriato cerca de la ciudad de Viseo en la Lusitania ó Portugal, do escriben está un sepulcro de Lucio Emilio, que murió en aquella pelea. Fué este año memorable y señalado, no tanto por las cosas de España como por el consulado de Publio Cornelio Scipion, de quien arriba hablamos, y al cual el cielo guardaba la gloria de destruir á Cartago la Grande, como lo hizo por este mismo tiempo, de donde fué llamado Africano, sobrenombre que pudo heredar de su abuelo. Consta asimismo que C. Lelio, aquel que en Roma tuvo sobrenombre de Sabio, como lo testificó Ciceron, vino por este mismo tiempo á España y fué el primero que comenzó á quebrantar las fuerzas y ferocidad de Viriato, por ser persona que ayudaba el esfuerzo y destreza con la prudencia, experiencia y uso que tenia de muchas cosas; y con esta empresa se hizo mas esclarecido y nombrado que antes. Tambien es cosa averiguada que el año que se contó 609 de la fundacion de Roina, Q. Fabio Máximo Emiliano, hermano de Scipion, hecho cónsul, vino en España contra Viriato por órden del Senado, que, cuidadoso de aquella guerra, mandó que el uno de los cónsules partiese para España; y para suplir la falta que tenian de soldados viejos, hicieron de nuevo gente en Roma y por Italia, con que se juntaron quince mil infantes y dos mil caballos. Estos se embarcaron para España, y llegaron á una ciudad llamada Orsuna, la cual se entiende sea la que hoy se llama Osuna en el Andalucía. Detúvose allí el Cónsul algun tiempo hasta tanto que con el ejercicio se hiciesen diestros los soldados; y en el entretanto fué á

Cádiz, que cae no léjos de allí, y en el templo de Hércules ofreció sacrificios y hizo sus votos por la victoria. Al contrario, Viriato, avisado de los apercebimientos que hacian los romanos para su daño, se determinó ir á verse con ellos. Fué al improviso su llegada, y así mató los leñadores y forrajeros del ejército romano y asimismo los soldados que llevaban de guarda. El Cónsul, despues desto, vuelto de Cádiz á sus reales, sin embargo que Viriato le presentaba la batalla, acordó de trabar primero escaramuzas, y con ellas hacer prueba así de los suyos como de los contrarios, excusando con todo cuidado la batalla hasta tanto que los suyos cobrasen ánimo, y quitado el espanto, entendiesen que el enemigo podia ser vencido y desbaratado. Continuó esto por algunos dias; al fin dellos se vino á batalla, en que Viriato fué vencido y puesto en huida. El ejército romano, por estar ya el otoño adelante y llegarse el invierno, fué á Córdoba para pasar allí los frios. Viriato reparó en lugares fuertes y ásperos, que, por tener los soldados curtidos con los trabajos, llevaban mejor la destemplanza del tiempo, sin descuidarse de solicitar socorros de todas partes. En particular envió mensajeros con sus cartas á los Arevacos, á los Belos y á los Titios, pueblos arriba nombrados, en que les hacia instancia que tomasen las armas por la salud comun y por la libertad de la patria, que por su esfuerzo el tiempo pasado habia comenzado á revivir, y al presente corria gran riesgo si ellos con tiempo no le ayudaban. Daban aquellos pueblos de buena gana oidos á esta recuesta, que fué el principio y la ocasion con que otra vez se despertó la guerra de Numancia, como se dirá en su lugar, luego que se hobieren relatado las cosas de Viriato. Tuvo el consulado junto con Fabio Emiliano, por cuyo órden y valor se acabaron las cosas ya dichas en España, otro hombre principal llamado Lucio Hostilio Mancino, del cual se podria creer que vino tambien á España, y en ella venció á los gallegos, si las inscripciones de Anconitano tuviesen bastante autoridad para fiarse de lo que relatan en este caso. Otros podrán juzgar el crédito que se debe dar á este autor; á la verdad, por algunos hombres doctos es tenido por excelente maestro de fábulas y por inventor de mentiras mal forjadas.

CAPITULO IV.

De lo que Q. Cecilio Metello hizo en España.

El año siguiente, que se contó de la fundacion de Roma 610, salieron por cónsules Servilio Sulpicio Galba y Lucio Aurelio Cota, entre los cuales se levantó gran contienda sobre cual dellos se debia encargar de lo de España, porque cada cual pretendia aquel cargo por lo que en él se interesaba; y como el Senado no se conformase en un parecer, Scipion, preguntado lo que le parecia sobre el caso, respondió que ni el uno ni el otro le contentaban: «El uno, dice, no tiene nada, al otro nada le harta»; teniendo por cosa de no menor inconveniente para gobernar la pobreza que la avaricia, ca la pobreza casi pone en necesidad de hacer agravios, la codicia trae consigo voluntad determinada de hacer mal. Con esto enviaron al pretor Popilio; dél refiere Plinio que Viriato le entregó las ciudades que en su poder tenia; que si fué verdad debió maltratalle en alguna batalla y ponelle en grande aprieto. Despues de

Popilio, el año 611, vino al gobierno de la España citerior el cónsul Q. Cecilio Metello, el que, por haber sujetado la Macedonia, ganó renombre de Macedónico. Su venida fué para sosegar las alteraciones de los celtiberos, que por diligencia de Viriato y á sus ruegos se comenzaban á levantar. De un cierto Quincio se sabe que prosiguió la guerra contra Viriato, sin que se entienda si como pretor ó por mandado y comision del Cónsul. Lo mas cierto es que á las haldas del monte de Vénus, cerca de Ebora de Portugal, este Quincio venció en batalla á Viriato; pero como vencido se rehiciese de fuerzas, revolvió sobre los vencedores con tal brio, que, hecho en ellos gran daño, los forzó á retirarse tan desconfiados y medrosos, que en lo mejor del otoño, como si fuera en invierno, se barrearon dentro de Córdoba, sin hacer caso ni de los españoles, sus confederados, ni aun de los romanos, que, por estar de guarnicion en lugares y plazas no tan fuertes, corrian riesgo de ser dañados. Metello hacia la guerra en su provincia, y sosegó los celtiberos; por lo menos Plinio dice que venció los arevacos; y sin embargo, el año siguiente, que fué el de 612, le prorogaron á él el cargo y gobierno de la España citerior, y para la guerra de Viriato vino el cónsul Quinto Fabio Servilio, hermano que era adoptivo de Fabio Emiliano. Trajo en su compañía diez y ocho mil infantes y mil y quinientos caballos de socorro. Demás desto, el rey Micipsa, hijo de Masinisa, le envió desde Africa diez elefantes y trecientos hombres de á caballo. Todo este ejército, con los demás que antes estaban al sueldo de Roma, no fueron parte para que Viriato en el Andalucía, do andaba, no los maltratase con salidas que hacia de los bosques en que estaba escondido, con tanto esfuerzo, que forzaba á los contrarios á retirarse á sus reales, sin dejalles reposar de dia ni de noche con correrías que hacia y rebates y alarmas que de ordinario les daba, hasta tanto que, mudadas sus estancias, llegaron á Utica, ciudad antiguamente del Andalucía. Desde allí Viriato por la falta de vituallas se retiró con los suyos á la Lusitania. El Cónsul, libre de aquella molestia y sobresaltos, acudió á los pueblos llamados Cuneos, donde venció dos capitanes de salteadores, llamados el uno Curion, y el otro Apuleyo, y tomó por fuerza algunas plazas que se tenian por Viriato con gruesas guarniciones de soldados que en ellas tenia puestas. Los despojos que ganó fueron ricos, los cautivos en gran número, de quien hizo morir quinientos, que eran los mas culpados; los demás, en número de diez mil, hizo vender en pública almoneda por esclavos. Entre tanto que todas estas cosas pasaban en la España ulterior aquel verano, Metello ganó grande honra por sujetar de todo punto los celtiberos y haberse apoderado por aquellas partes de las ciudades llamadas en aquel tiempo Contrebia, Versobriga y Centobriga. De Metello es aquel dicho muy celebrado á esta sazon, porque, como por engañar y deslumbrar al enemigo mudase y trajese el ejército por diversos lugares sin órden, á lo que parecia, y sin concierto, preguntado cerca de la ciudad de Contrebia por un centurion, que era capitan de una compañía de soldados, cuál era su pretension en lo que hacia, respondió aquellas palabras memorables: «Quemaria yo mi camisa si entendiese que en mis secretos tenia parte.» Varon por cierto hasta aquí de prudencia y valor aventajado, dado que por lo

que se sigue ninguna loa merece; pero ¿quién hay que no falte? quién hay que tenga todas sus pasiones arrendadas? Fué así que le vino aviso como en Roma tenian nombrado para sucedelle en aquel cargo Quinto Pompeyo, de que recibió tanta pena, que se determinó, para enflaquecelle las fuerzas, despedir á los soldados y hacer que dejasen las armas, descuidarse en la provision de los graneros públicos, quitar el sustento á los elefantes, con que unos murieron, otros quedaron muy flacos y sin ser de provecho: tanto puede muchas veces en los grandes ingenios la envidia y la indignacion. Este desórden fué causa que, vuelto á Roma, no le otorgaron el triunfo, por lo demás muy debido á su valor y á las cosas que hizo. Vino pues el cónsul Quinto Pompeyo á la España citerior el año 613 de la ciudad de Roma. Serviliano, por órden del Senado, continuó su gobierno en la España ulterior, donde recibió en su gracia á Canoba, capitan de salteadores, que se le entregó; y á Viriato, que estaba sobre la ciudad de Vacia, forzó á alzar el cerco y á huir, ocasion para que muchos pueblos por aquella comarca se le rindiesen. Juntaba Serviliano con la diligencia, que era muy grande, la severidad y el rigor del castigo, en que era demasiado. Porque cortó las manos á todos los compañeros de Canoba, y fuera dellos á otros quinientos cautivos que faltaran en la fe y desampararan sus reales. Lo mismo con que pensó amedrentar y poner espanto alteró grandemente á los naturales y causó notable mudanza en las cosas; que todos naturalmente aborrecen la fiereza y la crueldad. Manteníase en la devocion de Viriato una ciudad por nombre Erisana; pusiéronse sobre ella los romanos. De noche el mismo Viriato, sin ser descubierto ni sentido se metió dentro; y luego la mañana siguiente dió tal rebate sobre los enemigos, que halló descuidados, que, con muerte de muchos, puso á los demás en huida. Repararon en un lugar no muy fuerte, y estaLan todos para perecer. Parecióle á Viriato buena coyuntura aquella para concertarse con el enemigo á su ventaja, movió tratos de paz; resultó que se hizo confederacion, en virtud de la cual los romanos escaparon con las vidas, y él fué llamado amigo del pueblo romano, á sus soldados y confederados dado todo lo que tenian y habian robado; grande ultraje y afrenta de la majestad romana, la cual aun encareció mas y subió de punto en Roma Quinto Servilio Cepion, enviado desde España por embajador de su hermano Serviliano; maña con que granjeó las voluntades para que le diesen el consulado, como lo hicieron, ca fué cónsul el año siguiente, de la ciudad de Roma 614, con órden que se le dió se encargase de la España ulterior y lo mas presto que pudiese rompiese y quebrantase aquel concierto que se hizo con Viriato, como indigno y vergonzoso y hecho sin pública y bastante autoridad. Por donde no parece llegado á razon ni cosa probable lo que refiere Apiano, que el dicho concierto fué en Roma aprobado por el Senado y pueblo romano.

CAPITULO V.

Cómo Viriato fué muerto.

Tuvo Quinto Pompeyo el gobierno de la España citerior por espacio de dos años; pero por el mal recaudo que halló, causado de la envidia de Metello, ni el

año pasado ni en gran parte del presente pudo hacer cosa alguna de momento, además que por estar su provincia sosegada ni se ofrecia ocasion de alteraciones ni de emprender grandes hechos. Por el contrario, el cónsul Servilio en el Andalucía puso cerca de la ciudad de Arsa á Viriato en huida. Siguióle hasta la Carpetania, que es el reino de Toledo, donde con cierto ardid de guerra se le escapó de las manos. Dió muestra que queria la batalla, y puestas sus gentes en ordenanza y por frente la caballería, entre tanto que los romanos se aparejaban para la pelea, hizo que su infantería se retirase á los bosques que por allí cerca caian. Esto hecho, con la misma presteza se retiró la caballería, de suerte que el Cónsul, perdida la esperanza de haber á las manos por entonces enemigo tan astuto y tan recatado, se encaminó con sus gentes la vuelta de los Vectones, donde hoy está Extremadura. Desde allí revolvió sin parar hasta Galicia, donde habia grande soltura y todo estaba lleno de muertes y robos. Viriato, cansado de guerra tan larga y poco confiado en la lealtad de sus compañeros, ca se recelaba no quisiesen algun dia con su cabeza comprar ellos para sí la libertad y el perdon, acordó de enviar al Cónsul tres embajadores de paz. Muchas veces se pierden los hombres por el mismo camino que se pensaban remediar. Recibiólos el Cónsul con mucha cortesía y humanidad, regalólos de presente con dones que les dió; y para adelante los cargó de grandes promesas que les hizo, con tal que matasen á su capitan estando descuidado, y por este medio librasen á sí mismos de tantos trabajos y de una vida tan miserable, y á su tierra de tantos males y daños. Guárdanse los malos entre sí poco la lealtad; así fácilmente se persuadieron de poner en ejecucion lo que el Cónsul les rogaba. Concertada la traicion, se despidieron con buena respuesta que en público les dió y con muestra de querer efectuar las paces. Descuidóse con esta esperanza Viriato, con que ellos hallaron comodidad para cumplir lo que prometieran; entraron do estaba durmiendo, y en su mismo lecho le dieron de puñaladas. Varon digno de mejor fortuna y fin, y que, de bajo lugar y humilde, con la grandeza de su corazon, con su valor y industria trabajó con guerra de tantos años la grandeza de Roma; no le quebrantaron las cosas adversas, ni las prósperas le ensoberbecieron. En la guerra tuvo altos y bajos como acontece; pereció por engaño y maldad de los suyos el libertador se puede decir casi de España, y que no acometió los principios del poder del pueblo romano como otros, sino la grandeza y la majestad de su imperio cuando mas florecian sus armas y aun no reinaban del todo los vicios que al fin los derribaron. Hiciéronle el dia siguiente las exequias enterramiento, mas solemne por el amor y lágrimas de los suyos que por el aparato y ceremonias, dado que entre los soldados se hicieron fiestas y torneos y se sacrificaron muchas reses. Los matadores, idos á Roma, dieron peticion en el Senado, en que pedian recompensa y remuneracion por tan señalado servicio. Fuéles respondido que al Senado y pueblo romano nunca agradaba que los soldados matasen á su caudillo; así los traidores son aborrecidos por los mismos á quien sirven, y muchas veces son castigados en lugar de las mercedes que pretendian. Sucedió á Viriato un hombre liamado Tantalo, menos aventajado que él en autoridad,

y

esfuerzo y prudencia. Este capitan en breve se entregó al Cónsul con todos los suyos, y fué recebido en su gracia y amistad. A estos y á los demás lusitanos quitaron las armas y dieron tierras á propósito, que, ocupados en la labranza y entretenidos con el trabajo y con la pobreza, perdiesen la lozanía y la voluntad de alborotarse y no tuviesen fuerzas aunque quisiesen hacello.

CAPITULO VI.

Cómo revolvió la guerra de Numancia.

El año mismo que por alevosía de los suyos fué muerto el famoso capitan Viriato, que se contaba de la fundacion de Roma 614, los numantinos se alborotaron de nuevo, y se encendió una nueva y mas cruel guerra que antes con esta ocasion. Habia Metello con su esfuerzo y buena maña sujetado los celtíberos al imperio romano; solos los numantinos y los termestinos, conforme á las capitulaciones y confederacion que antes tenian asentada, fueron declarados por amigos del pueblo romano, que era lo mismo que conservallos en su libertad Entiéndese que los Termestinos estaban distantes de Numancia por espacio de nueve leguas, do al presente está una ermita que se llama de Nuestra Señora de Tiermes. Quinto Pompeyo, por no estar ocioso y por parecer que hacia algo, pensaba cómo quitaria la libertad á estas ciudades. Era menester buscar algun buen color. Pareció el mas á propósito achacarles que recibieran en su ciudad á los segedanos, los cuales, por cierta ayuda que enviaron á Viriato, incurrieron en mal caso; que fué la causa, si otra no hobo, de temer el castigo, y por no tenerse por seguros en su ciudad, recogerse á los numantinos como amigos y comarcanos, ca Segeda se cuenta entre los Belos, y hoy entre las ciudades de Soria y Osma hay un pueblo llamado Seges, rastro, como algunos piensan, de aquella ciudad. El delito de que acusaban á los numantinos no era cosa tan grave, que á todos es lícito usar de benignidad y humanidad para con sus aliados; pero, sin embargo, enviaron sus embajadores á Pompeyo para desculparse, que despidió él con afrenta y ultraje. Los numantinos, conocido el yerro pasado y el riesgo que corrian, acordaron de alzar la mano de la defensa de los segedanos y renunciar su amistad, todo á propósito de aplacar á los romanos. Avisaron desto á Pompeyo, y con nueva embajada que le enviaron le suplicaron renovase el concierto que tenian hecho con Graco. Pompeyo dió por respuesta que no habia que tratar de paz ni de confederacion si primero no dejasen las armas. Con esto fué forzoso tornar á la guerra para con las armas defender las armas, que el enemigo junto con la libertad les pretendia quitar. Tocaron atambor, hicieron levas de gente, con que juntaron ocho mil peones y dos mil caballos, pequeño número, pero grande en esfuerzo, y no muy desigual á la muchedumbre de los romanos. La conducta desta gente se encomendó á un capitan muy experimentado, por nombre Megara. No se descuidó Pompeyo en lo que á él tocaba; antes en breve adelantó sus reales y los asentó cerca de Numancia, en que tenia treinta mil infantes y dos mil de á caballo. Dábanles en que entender los numantinos, y con correrías que hacian desde los collados y con ordinarios rebates mataban y prendian á los que se desmandaban. Solo ex

cusaban el riesgo de la batalla; y todas las veces que los romanos movian contra ellos sus estandartes, se retiraban y ponian en salvo por la noticia que tenian de aquellos lugares, que era consejo muy acertado. Pompeyo, viendo que no hacia efecto contra los numantinos, acordó de ponerse sobre la ciudad de Termancia, de donde asimismo fué rechazado, no con menor afrenta que antes y con algo mayor pérdida de gente. Porque con tres salidas que en un dia hicieron los de Termancia le forzaron á retirarse á ciertas barrancas, lugares ásperos y fuertes, de donde muchos de los suyos se despeñaron; tan grande era el miedo que cobraron, que toda la noche pasaron en vela sin dejar las arinas. El dia siguiente volvieron á la pelea, que fué muy dudosa, sin declarar la victoria por ninguna de las partes hasta tanto que sobrevino la noche, en que Pompeyo se fué á la ciudad de Monlia con resolucion de excusar otra batalla, que fué señal de llevar lo peor, y que pretendia rehacerse de fuerzas y hacer que con el tiempo su gente cobrase ánimo. Tenia la ciudad de Manlia guarnicion de numantinos, y sin embargo se entregó á los romanos por no poderse tener. Al presente hay un pueblo en aquella comarca, por nombre Mallen, por ventura asiento de aquella ciudad. Apoderóse otrosí de los Termestinos que torno á combatir, y no se hallaban con fuerzas bastantes para defenderse, por quedar cansados y gastados de los encuentros pasados. Restaban los numantinos: antes que moviese Pompeyo contra ellos, deshizo á Tangino, capitan de salteadores, y le mató con toda su gente en aquella parte donde se tendian los Edetanos y hoy está la ciudad de Zaragoza. Hecho esto, revolvió sobre Numancia, y porque el cerco iba á la larga, procuró sacar de madre al rio Duero para que no entrasen bastimentos á los cercados. Fué forzado á desistir desta empresa por causa que los numantinos, con una salida que hicieron, maltrataron á los soldados contrarios, y á los que andaban en la obra. Demás desto, le degollaron un tribuno de soldados con toda su gente, que iba en guarda de los que traian vituallas y de los forrajeros. Espantado Pompeyo por estos daños, detuvo los soldados dentro de sus estancias, sin dejallos salir en el tiempo mas áspero del año, que fué causa de que muchos pereciesen de enfermedad, por no estar acostumbrados á aquella destemplanza del aire. Otros morian á manos de los numantinos, que con sus salidas y rebates continuamente los trabajaban. Por esta causa fué forzado Pompeyo á mudar de parecer, y dado que el invierno estaba muy adelante, desistir del cerco y repartir sus gentes por las ciudades comarcanas de su devocion. Corria ya el año de Roma de 615; en él el cónsul Marco Pompilio Lenate fué señalado para el gobierno de aquella provincia en lugar de Pompeyo; pero mientras su venida se esperaba, al principio del verano se asentaron las paces con los numantinos. Procurólo Pompeyo, sea por miedo de que en Roma le achacasen de haber sido con su mal gobierno causa de aquella guerra, sea por no querer que con su trabajo y riesgo su sucesor llevase el prez y la honra de acabarla. Los numantinos otrosí, cansados de guerra tan larga y por tener falta de mantenimientos, á causa de haber dejado la labranza de los campos, dieron de buena gana oidos á aquellos tratos. Conviniéronse en que las condiciones de la paz, por ser desaventajadas para los romanos, se

« AnteriorContinuar »