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á verse con Craso, porque así lo pedia el tiempo; solo mandó á un esclavo suyo que, en un peñasco cerca de la cueva, pusiese todos los dias la provision que le darian en la ciudad, con órden que so pena de muerte no pasase adelante ni quisiese saber para quién llevaba lo que le mandaba; que si lo ejecutaba con fidelidad, le prometió de ahorrarle. Con esta diligencia y cuidado, Craso se entretuvo algun tiempo hasta tanto que llegó nueva cómo Mario y Cinna fueron desbaratados y muertos por Silla, su contrario. Con este aviso, salido de la cueva en que estaba, fácilmente atrajo á su devocion y parcialidad muchas ciudades de España, que se le entregaron con mucha voluntad; entre las otras, la de Málaga fué saqueada por los soldados contra voluntad del mismo, á lo menos así quiso que se entendiese por toda la vida, si ya no fué que usó de disimulacion, y quiso con daño ajeno y con dalles aquel saco, como acontece, granjear la voluntad de sus soldados. De España pasó en Africa, donde el bando de Silla andaba mas valido y tenia mas fuerzas. La cueva en que Craso estuvo escondido se muestra entre Ronda y Gibraltar cerca de un lugar llamado Jimena, en la cual dicen cuadrar todas las señales que de lo que Plutarco dice en este propósito se coligen. Tambien es cosa averiguada, por lo que autores antiguos escriben, que en aquel tiempo hobo en España linaje de paciecos; pero los que quieren sacar destos principios y fuente el que en nuestra edad tiene el mismo apellido, en autoridad y riquezas de los mas principales que hay en el reino de Toledo, fundan su opinion solamente en la semejanza del nombre, argumento que ni siempre se debe desechar, ni tenelle tampoco por concluyente, dado que muchos acostumbran á engerir como árboles unos linajes en otros del mismo nombre mas antiguos, no sin perjuicio de la verdad y daño de la historia.

pretendian dar cierta noche; cosa que les parecia fácil de ejecutar por ser el tiempo de invierno y estar los soldados descuidados, muy dados á los convites y al vino. Sintió Sertorio el alboroto de los castulonenses que daban principio á la matanza, arrojóse fuera del lecho, de su posada y de la ciudad, recogió los que por los piés escaparon, y con ellos cargó sobre los contrarios, y vengó los que de sus soldados fueron muertos en aquel rebate. Informóse, y supo lo que pasaba y la conjuracion que tenian tramada; pasó con presteza á los girisenos, que engañados por los vestidos que los soldados llevaban de los castulonenses muertos, los salian á recebir y dar la enhorabuena de la matanza que pensaban quedar hecha de los romanos; mas engañóles su imaginacion, ca fueron pasados á cuchillo en gran número, y los demás vendidos por esclavos. Estas cosas sucedieron en la España citerior el año presente y los cuatro luego siguientes, que fué todo el tiempo que Didio tuvo el gobierno de aquella provincia; porque á la España ulterior vino el cónsul Publio Licinio Craso el año de la fundacion de Roma de 657, y por lo que en aquella su provincia hizo, triunfó en Roma al fin del año sexto de su gobierno, donde se cree, y no sin causa, que juntó aquellas riquezas con que Marco Craso, su hijo, llegó á ser uno de los mas señalados de los romanos, y por un tiempo el mas rico de todos ellos. Artonio de Nebrija dice, como cosa averiguada, que este Craso fué el que abrió y empedró el camino y calzada mas famosa de España, llamada vulgarmente el camiuo de la Plata, que va desde Salamanca hasta Mérida; y esto por las columnas, en que dice vió por todo aquel camino entallado el nombre de Craso; argumento bastante para probar lo que pretende, si en este tiempo se hallara en aquellas columnas y leyera tal nombre. Por ventura soñó lo que se le antojó, y pensó ver lo que imaginaba: engaño que suele suceder muy de ordinanario á los anticuarios. En el tiempo que Craso estuvo en España, Fulvio Flaco por su industria y buena maña sosegó ciertas alteraciones nuevas de los celtiberos el año de 660, en el cual Italia comenzó á abrasarse en guerras civiles. Fué así, que Cayo Mario y Cinna se apoderaron por las armas de la república romana; y para establecer mas su poder, condenaban á muerte á la nobleza que habia seguido la parcialidad de Silla, su coutrario. Entre los demás mataron al padre y hermano de Marco Craso, y él fué forzado para salvarse de huir á lo postrero de España, do tenia muchos aliados, y los naturales muy aficionados por las buenas obras que así de su padre como dél mismo recibieran, ca acompañó á su padre cuando se encargó del gobierno de España. Con todo esto, porque la lealtad de los hombres muchas veces cuelga de la fortuna, y porque muchas ciudades de España estaban declaradas y á devocion de Mario, no se atrevió á parecer en público; antes se encerró en una cueva que estaba cerca del mar en cierta heredad de un hombre principal, grande amigo suyo, llamado Vibio Pacieco. Para avisarle de su llegada le envió un esclavo de los pocos que tenia consigo, el cual le dijo el estado en que estaban las cosas de su señor; y por el derecho de amistad le pidió no le desamparase en aquel peligro y aprieto. Sabido él lo que pasaba, se alegró de tener ocasion para dar muestra del amor que le tenia; y para que el negocio fuese mas secreto, no quiso él mismo ir

CAPITULO XII.

Cómo se comenzó la guerra de Sertorio.

De las guerras civiles que tuvieron los romanos resultó en España otra nueva guerra de pequeños principios, y que por espacio de nueve años puso en cuentos el poder de Roma por los varios trances que en ella intervinieron; el fin y remate fué próspero para los mismos romanos. El que la movió fué Quinto Sertorio, italiano de nacion y nacido de bajo suelo en Narsio, pueblo cerca de Roma; pero que fué hombre de valor, de que antes en España dió bastante muestra, como queda arriba apuntado. Despues en las guerras civiles de Italia, en que siguió las partes de Mario, perdió el uno de los ojos; y por el vencedor Silla fué proscripto Sertorio con otros muchos, que es lo mismo que coudenado á muerte en ausencia y en rebeldía. El, por deseo de salvarse, y tambien porque en tiempos tan revueltos entendia que cada uno se quedaria con lo que primero apañase, además que tenia granjeadas las voluntades de los soldados y de los naturales, acordó de venirse á España y hacerse en ella fuerte. Tomó los puestos y entradas de España, dejó en los Pirineos un capitan llamado Salinator con buena guarnicion de soldados; él, entrando mas adelante en la provincia, levantó pendon, tocó atambores para hacer gente, juntó todas las municiones y ayudas que le parecieron á pro

pósito para enseñorearse de todo; pero sus trazas atajó la venida y presteza de Cayo Annio, ca desbarató la guarnicion que quedó en guarda de los Pirineos, y dió la muerte á su capitan Salinator por medio de Calpurnio Lanario, su grande amigo, que le mató alevosamente. Con esto Sertorio desmayó de manera, que por no fiarse en sus fuerzas ni arriscarse á venir á las manos con el enemigo, desde Cartagena se pasó á Africa, donde fué asimismo trabajado con diversas olas y tempestades de la fortuna, que le era contraria. Sin embargo, se apoderó de la isla de Ibiza con una armada particular que él tenia, y con ayuda de ciertas galeotas de cosarios asianos que acaso andaban por el mar. De allí tambien fué echado; y pensando pasar á las Canarias (hay quien diga que de hecho pasó allá por huir de la crueldad de que sus enemigos usaban), fué llamado por los lusitanos ó portugueses, que cansados del imperio de Roma, les parecia buena ocasion para recobrar por medio de Sertorio la libertad que tanto deseaban, y tantas veces en valde procuraron. Sertorio asimismo, por entender era buena ocasion esta para echar sus enemigos de España, acordó de acudir sin dilacion. Entendia las cosas del gobierno y de la paz no menos que las de la guerra, por donde con su afabilidad y trato amigable y con abajar los tributos granjeaba grandemente las voluntades de todos. Demás desto, para representacion de majestad ordenó un senado de los españoles mas principales á la manera de Roma con los mismos nombres de magistrados y cargos que allá se usaban. A todos honraba, y todavía hacia mas confianza de los que eran de nacion romanos, así por ser de su tierra, como porque no le podian faltar tan fácilmente ni reconciliarse con sus contrarios. Derramóse la fama de todo esto, por donde no solo se hizo señor de la España ulterior, donde andaba, sino granjeó tambien las voluntades de la citerior; ca todos se daban á entender que el poder de los españoles por medio de Sertorio podria escurecer la gloria de los romanos, abajar sus brios y quitar su tiranía. Para que esta aficion fuese mas fundada, usó de otro nuevo artificio, y fué que hizo venir desde Italia profesores y maestros de las ciencias, y fundada una universidad en cierta ciudad que antiguamente se llamó Osca, procuraba que los hijos de los principales españoles fuesen allí á estudiar, diciendo que todas las naciones no menos se ennoblecian por los estudios de la sabiduría que por las armas ; que no era razon los que en todo lo demás se igualaban á los romanos les reconociesen ventaja en esta parte. Esto decia en público; mas de secreto con esta maña pretendia tener aquellos mozos como en rehenes y asegurar su partido sin ofension alguna de los naturales. Allegábase á todo esto el culto de la religion, que es el mas eficaz medio para prendar los corazones del pueblo. Fingia y publicaba que Diana le habia dado una cierva que le decia á la oreja todo lo que debia hacer; y era así, que todas las veces que le venian cartas ó en el Senado se trataba algun negocio grave, la cierva se le llegaba á la oreja por estar acostumbrada á hallar allí alguna cosa de comer. El pueblo entendia que por voluntad divina le daba aviso de los secretos ó de lo que estaba por venir, y aun tambien que le enderezaba en lo que debia hacer. Hállanse en España monedas con el nombre de Sertorio por una parte, y por reverso una cierva. Asimismo

dos piedras que están en Ebora, en Portugal, con sus letras muestran cómo Sertorio residió mucho tiempo en aquella ciudad, y hizo muchos y grandes beneficios y honras á sus moradores. Fuera desto, de Plinio y de Ptolemeo se entiende claramente que en España hobo dos pueblos, ambos llamados Osca: el uno en los llergetes, que es parte en Aragon, parte en el principado de Cataluña; el otro en lo que hoy es Andalucía. En cual destas dos ciudades haya Sertorio fundado la universidad y puesto los estudios, no se sabe con certidumbre. Los mas dan esta honra á la de Aragon, que antiguamente se llamó Osca, y al presente Huesca; á nosotros todavía nos parece mejor fuese la que estaba en los Bastetanos, y hoy se dice tambien Huéscar, por estar mas cerca de donde él á la sazon andaba. Cuando primeramente vino de Africa á la Lusitania trajo consigo dos mil y seiscientos hombres de nacion romanos, además de setccientos africanos; fuera destos en España se le llegaron cuatro mil peones y setecientos caballos. Con estas genles y no mas venció primeramente en una batalla naval á Cota, capitan de los contrarios, á la entrada del estrecho de Gibraltar y á vista de un pueblo llamado Melaria; despues á las riberas del rio Guadalquivir desbarató otrosi al pretor Didio, y mató de sus gentes dos mil hombres. Con esto ganó mucha reputacion y autoridad entre los suyos, y á los enemigos puso espanto; consideraban que el poder de España, ayudado de la prudencia de tal caudillo, de que careciera hasta entonces, podria acarrear á los romanos grandes dificultades y ser causa de grandes pérdidas antes que de todo punto se apaciguase.

CAPITULO XIII.

Cómo Metello y Pompeyo vinieron á España.

Todo esto movió á Silla para que, el año de la fundacion de Roma de 674, en su segundo consulado enviase á España contra Sertorio á Q. Metello, su compañero, aquel que tuvo sobrenombre de Piadoso por las lágrimas con que alcanzó que á su padre fuese alzado el destierro en que le condenaran. Envió con él al pretor Lucio Domicio: Plutarco le llamó Toranio, que era sobrenombre muy ordinario de los Domicios. Este, á la entrada de España y á las mismas haldas de los Pirineos, fué muerto por Hirtuleyo, capitan de Sertorio, y sus gentes destrozadas; desman que movió á Manilio, procónsul de la Gallia Narbonense, á pasar en España; pero no le fué mucho mejor, porque el mismo capitan de Sertorio le desbarató en una batalla, si bien él escapó con la vida dentro de Lérida, donde se retiró mas que de paso. Metello con su campo rompió la tierra adentro y llegó hasta el Andalucía, do muchas veces fué vencido por Sertorio y forzado por no fiarse en sus fuerzas á barrearse en los pueblos á propósito de entretener un enemigo tan feroz, con mayor confianza que hacia de las murallas que del valor de sus soldados. Solo se atrevió á acometer la ciudad de Labriga, hoy Lagos, cerca del cabo San Vicente, y ponerse al improviso sobre ella, y esto por estar las gentes de Sertorio repartidas en diversas partes. Fué este acometimiento en vano, porque así los españoles como los`· soldados de Africa, movidos del premio que Sertorio les propuso, sin ser sentidos de las centinelas enemigas,

metieron dos mil cueros de agua dentro de la ciudad, de que los cercados padecian grande falta á causa de haberles cortado los caños por donde venia encaminada, y un pozo que dentro tenian no daba agua bastante para todos. Con esta provision, y tambien porque los romanos no hicieron mochila mas de para cinco dias, fueron forzados á alzar el cerco. Demás desto, Sertorio, con alguna gente que juntó, les iba á la cola y les picaba de suerte, que los soldados españoles no mostraban menos valor que los romanos, por estar enseñados á guardar sus ordenanzas, obedecer al que regia, seguir los estandartes los que antes tenian costumbre de pelear cada cual ó pocos aparte, con grande tropel al principio; mas si los apretaban, no tenian por cosa fea el retirarse y volver las espaldas. Mucho ayudaron para esto las armas de los romanos muertos, de que los españoles se armaron. Con esto la fama de Sertorio volaba, no solo por toda España, sino que llegada tambien á Asia, fué ocasion para que el gran rey Mitridates en la segunda guerra que tuvo con los romanos convidase á Sertorio con su amistad y le enviase embajadores que de su parte le ofreciesen socorro de dineros y armada; en lo cual pretendia hacer que las fuerzas de los romanos se dividiesen. Dió Sertorio á estos embajadores audiencia, y para mas autorizarse la dió en presencia del Senado; otorgóles lo que pedian, es á saber, que llevasen en su compañía á Marco Mario con algun número de soldados; y esto á fin que las gentes de aquel reino fuesen por este medio enseñadas y ejercitadas en la forma de la milicia romana; cosa que de aquel rey le parecia muy á propósito y de mucha importancia para la guerra que tenia entre manos. En aquella guerra de Asia, Aulo Mevio, lacetano, que quiere decir natural de Jaca, debajo de la conducta de Lucullo hizo grandes proezas en servicio del pueblo romano, como se entiende por una piedra y letrero que está media legua de la ciudad de Vique, puesta por su mandado despues que volvió en España. Volvamos á Sertorio, cuyo partido comenzó á empeorarse con la venida de Lucio Lelio, gobernador de la Gallia, que acudió á Metello y acrecentó sus fuerzas de tal suerte, que Sertorio excusaba el trance de la batalla que antes deseaba, y se contentaba de trabajar á los enemigos con correrías y con rebates ordinarios; órden y traza con que se entretuvo hasta tanto que, pasados dos años, Gneio Pompeyo á instancia de Metello vino por su compañero con igual poder á España. El sobrenombre de Grande, ó ya le tenia ganado por causa, como lo dice Casiodoro y lo apunta Tertuliano, de un teatro que para deleitar el pueblo levantó á su costa en Roma, que fué el primero que de piedra se edificó en aquella ciudad, ó como otros dicen, le fué dado por las victorias que ganó de Sertorio. Diéronle por su cuestor, que era como pagador, á Lucio Casio Longino, del cual hacemos aquí memoria por la que del mismo se tornará á hacer adelante. Grandes fueron las dificultades que Pompeyo pasó en este viaje al pasar por la Gallia. Llegado á España, sin reparar en ninguna parte, se fué á juntar con Metello, resuelto de no pelear con el enemigo hasta tanto que todas las fuerzas estuviesen juntas. Estaba por el mismo tiempo Sertorio sobre la ciudad de Laurona con sus gentes y las que Marco Perpenna de Cerdeña le trajo despues de la muerte del cónsul Emilio Lépido, el

cual, como por haberse apartado de la autoridad del Senado fuese echado de Italia, se apoderó de aquella isla, donde falleció de enfermedad, y por su muerte la gente que le seguia pasó en España. Pretendia Perpenna, su caudillo, hacer la guerra por sí, y apoderarse de lo que en aquella provincia pudiese; pero, ó porque los soldados se le amotinaron, ó por mirarlo mejor, de su voluntad, que lo uno y lo otro dicen los autores, en fin se fué á juntar con Sertorio. Algunos curiosos en rastrear las antigüedades sienten que Laurona es la que hoy se llama Liria, pueblo en tierra de Valencia y á cuatro leguas de aquella ciudad, asentado cerca de las corrientes del rio Júcar. Metello y Pompeyo, luego que tuvieron llegadas sus fuerzas, partieron en busca del enemigo con intento de hacelle levantar el cerco. No salieron con ello, antes en una escaramuza y encuentro diez mil romanos, que se adelantaron para favorecer á los que iban por forraje, cayeron en una celada, y fueron degollados, y entre ellos el legado ó teniente de Pompeyo, llamado Decio Lelio. Apretóse con esto mas el cerco de manera, que los cercados, perdida toda esperanza de tenerse, se rindieron á condicion que les dejasen las vidas y sacasen sus alhajas y ropa. Hízosc así, y luego á vista de los dos generales romanos y delante sus ojos pusieron fuego á la ciudad, que fué una grande befa, y mas muestra de valentía que deseo de ejecutar aquella crueldad. Orosio dice que Pompeyo era partido antes que Laurona se entregase, y que los moradores parte fueron pasados á cuchillo, parte vendidos por esclavos, y la ciudad dada á saco. Añaden demás desto que en el campo romano se contaban treinta mil infantes y mil caballos, y en el de Sertorio el número de los peones era doblado y ocho mil hombres de á caballo. Pasóse este año sin hacer otro efecto. Metello y Pompeyo se fueron á tener el invierno á la España citerior y á las haldas de los montes Pirineos; Sertorio se recogió á la Lusitania, donde estaba mas apoderado. Pasados los frios, luego que abrió el tiempo del año siguiente, que fué de Roma el de 677, salieron los unos y los otros de sus alojamientos. Dividieron los romanos sus fuerzas, y Pompeyo se apoderó por fuerza de la ciudad de Segeda. Metello cerca de Itálica se encontró con Hirtuleyo, capitan de Sertorio, vino con él á las manos, degolló veinte mil de los enemigos, el capitan se salvó por los piés. El alegría y orgullo que por esta victoria cobró Metello fué grande en demasía, tanto, que en los convites usaba de vestidura recamada, y cuando entraba en las ciudades le ofrecian encienso como á dios, hacíanse juegos y pompas muy semejantes á triunfo; y es así, que el pueblo adula á los que pueden, y con semejantes cebos aumentan su hinchazon y vanidad. Algunos sienten que el uno de los toros de Guisando, entallados de piedra, se puso para memoria desta victoria por tener esta letra en latin :

Á QUINTO CECILIO METELLO CONSUL II VENCEDOR.

Y entienden que el número de dos no se ha de referir al consulado, porque no viene bien, sino á las victorias que ganó. Pompeyo, despues que tomó á Segeda, cerca del rio Júcar se vió con el enemigo. Atrevióse á durle la batalla, que fué muy herida y muy dudosa; y sin

duda se perdiera si no sobreviniera Metello que andaba por allí cerca, y Pompeyo comenzó sin él la pelea de propósito, porque no tuviese parte en la honra de la victoria. Despartiéronse los ejércitos sin aventajarse el uno al otro, antes con igual daño y pérdida de ambas las partes.

CAPITULO XIV.

Cómo Sertorio fue vencido y muerto.

Despues desta batalla, Sertorio anduvo un tiempo muy triste, sin salir en público, porque la cierva de que mucho se ayudaba, no parecia. Sospechaba que los enemigos se la habian robado, cosa que tenia por triste aguero y pronóstico de que algun gran mal le estaba aparejado; pero como despues de repente pareciese, recobró su acostumbrada alegría, y puesto fin al lloro, volvió su pensamiento á la guerra. Dióse otra nueva batalla por aquella misma comarca cerca del rio Turia, que corre por los campos de Valencia y riega con sus aguas aquellas hermosas llanuras; llámase al presente Guadalaviar. Pelearon de poder á poder con grande coraje y fuerza; la victoria quedó por Pompeyo, destrozado el ejército de Sertorio. Hirtuleyo con un su hermano del mismo nombre murieron como buenos en la pelea; asimismo Cayo Herennio que seguia las partes de Sertorio. La mayor desgracia fué que en el mayor calor de la pelea un soldado de Pompeyo mató un hermano suyo; que tan desastradas son aun en la misma victoria las guerras civiles, y los casos que en ellas suceden tan malos. Llegó á despojarle, y quitándole la celada, conoció su yerro y desventura; puso el cuerpo en una hoguera, que era la manera de enterrar los muertos; pedíale con sollozos y gemidos le perdonase aqueIla muerte que por ignorancia le diera; no eran bastantes las lágrimas para mudar lo que estaba hecho. Resolvióse de vengar aquella desgracia con meterse por el cuerpo la misma espada con que dió muerte á su hermano; hízolo así, y cayó sobre el cuerpo del difunto. Divulgóse este desastrado caso por todo el ejército; indignáronse todos y maldijeron aquella cruel y desgraciada guerra que tales monstruos paria. Sertorio, perdido el ejército, se entretuvo en Calahorra entre tanto que con nuevas diligencias se rehacia de otro ejército. Acudió Pompeyo á cercarle dentro de aquella ciudad; Sertorio, con una salida que hizo, escapó, aunque con perdida de tres mil de los suyos. No paró hasta llegar do jos suyos tenian llegado un ejército muy grande, tanto, que se atrevió á ir en busca de sus enemigos; y con presentarles la batalla, les hizo que se retirasen con sus ejércitos á invernar Metello pasados los Pirineos, Pompeyo en los Vaceos, pueblos de Castilla 'la Vieja. Era Sertorio de condicion mansa y tratable, si las sospechas no le trocaran, que fué causa de perder por una parte la aficion de los romanos, que se le desabrieron porque tomó para guarda de su persona á los celtiberos. Es el temor fuente de la crueldad; y así, dió tambien la muerte á algunos de los suyos, en que pasó tan adelante, que los hijos de los españoles que dijimos fueron enviados á estudiar á Huescar, unos mató, otros vendió por esclavos: crueldad grande, pero que debió tener alguna causa para ella. Lo que resultó fué que por otra parte perdió la aficion y voluntad de los naturales, que era la sola esperanza y ayuda que le quedaba. Es así

que la fortuna ó fuerza mas alta ciega á los que quiere derribar; y es cosa cierta que Sertorio, que estribaba en la benevolencia de los suyos, destos principios se fué despeñando en su perdicion. Metello al principio del verano se apoderó de muchas ciudades. Al contrario Pompeyo fué forzado por Sertorio, que sobrevino con su gente, á alzar el cerco que sobre Palencia tenia; despues con nuevas fuerzas que recogió, forzó al enemigo que se retirase. Siguióle hasta lo postrero de España y hasta el cabo de San Martin, que cae no léjos de Denia, y antiguamente se llamó el promontorio Hemeroscopeo, donde tuvieron cierta escaramuza sin que sucediese cosa de mayor momento, á causa que ambas partes excusaban la batalla por las pocas fuerzas que tenian. En conclusion, las cosas de Sertorio iban de caida, mas por la malquerencia de los suyos que por el esfuerzo de los romanos. Acabaron de perderse con su muerte, como acontece á los que tropiezan en semejantes desgracias, que nunca paran en poco. En Huesca fué muerto á puñaladas que le dió Antonio, hombre principal, en un convite en que estaba asentado á su lado. El que tramó aquella conjuracion fué Perpenna, si bien poco antes en parte fué descubierta, y algunos de los conjurados pagaron con la vida, otros huyeron; los demás que no fueron descubiertos, porque no se supiese toda la trama, se apresuraron á ejecutar aquel hecho. Por esta manera pereció Sertorio, llamado por los españoles Aníbal Romano. No dejó hijo ninguno, dado que un mancebo adelante publicó que lo era, ayudado de la semejanza del rostro para urdir un tal embuste. Su muerte fué, á lo que se entiende, el año de 681 de la fundacion de Roma. Podíase comparar con los capitanes mas excelentes, así por sus raras virtudes como por la destreza en las armas y prudencia en el gobierno, si los remates fueran conforme á los principios y no afeara su excelente natural con la crueldad y fiereza. Dicho de Sertorio fué: «Mas querría un ejército de ciervos, y por capitan un leon, que de leones, si tuviesen un ciervo por caudillo. » Tambien aquel : «Propio es de capitan prudente antes de entrar en el peligro poner los ojos en la salida.» Dícese que declaró á los suyos la fuerza que tiene la concordia por semejanza de la cola de un caballo, cuyas cerdas una á una arrancó fácilmente un soldado por su mandado, mas para arrancarlas todas juntas no bastan fuerzas humanas. Era inclinado al sosiego; la necesidad y el peligro le forzaron á tomar las armas. Decia que quisiera mas tener el postrer lugar en Roma que en el destierro el primero. Su cuerpo se entiende sepultaron en Ebora por un sepulcro que dicen se halló en aquella ciudad, abriendo los cimientos de la iglesia de San Luis, con una letra en latin muy elegante, que claramente lo afirma; pero como no se halle autor ni testigo de crédito que tal diga ni aun rastro ni memoria de tal piedra, no lo tenemos por cierto, dado que en nuestra historia latina pusimos aquel letrero, tomado con otros algunos de Ambrosio de Morales, á su riesgo y por su cuenta, persona en lo demás docta y diligente en rastrear las antigüedades de España.

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CAPITULO XV.

Cómo Pompeyo apaciguó á España.

Sabida la muerte de Sertorio y los causadores della, grandes fueron los sollozos de su gente, grande la indignacion que se levantó contra Perpenna, en especial despues que leido el testamento del muerto, se entendió que le señalaba en él por uno de sus herederos, y en particular le nombraba por su sucesor en el gobierno y en el mando. Decian con dolor y gemidos que habia pagado mal el amor con deslealtad, y con malas obras las buenas. Apaciguólos él con muchos halagos y dones que les dió de presente, y mayores promesas que les hizo para adelante. El miedo principalmente de los romanos, que suele ser grande atadura entre los que estan desconformes, enfrenó á los que estaban encendidos en un vivo deseo de vengar la sangre de su caudillo; tanto mas, que para hacer resistencia á Pompeyo, el cual, partido Metello para Roma, se apercebia para concluir con lo que quedaba de aquella guerra y parcialidad, tenian necesidad de cabeza, y no se les ofrecia otro mas á propósito que Perpenna por parecer y voto del mismo Sertorio. Encargado pues de los negocios, por no confiarse ni del valor ni de la voluntad de los suyos, rehusaba de venir á las manos con Pompeyo, que pretendia con todo cuidado deshacerle. Pero la astucia de los enemigos le forzaron á hacer lo que no queria con una celada que le pusieron, en que fácilmente sus gentes fueron, parte muertas, parte puestas en huida. El fué hallado entre ciertos matorrales, donde despues de vencido se escondió; hizo instancia que le llevasen á Pompeyo, con esperanza que tenia de la clemencia romana. Sucedióle al revés de su pensamiento, ca le mandó luego que se le trajeron matar, sea por estar arrebatado del enojo, sea por excusar que no descubriese los cómplices y compañeros de aquella parcialidad, y así le fuese forzoso continuar aquella carnicería y usar de mayor rigor, porque con este mismo intento echó en el fuego las cartas de los romanos, en que llamaban á Sertorio para que volviese á Italia; cosas hay que es mejor no sabellas, y no todo se debe apurar. Lo que importa es que muerto Sertorio y Perpenna, en breve se sosegó toda España. Los de Huesca, los de Valencia y los termestinos despues desta victoria se dieron y entregaron al vencedor. A Osma, porque no queria obedecer, el mismo Pompeyo la tomó por fuerza y la echó por tierra. Afranio tuvo mucho tiempo sobre Calahorra un cerco tan apretado, que los moradores, gastadas las vituallas todas, por algun tiempo se sustentaron con las carnes de sus mujeres y hijos, de donde en latin comunmente comenzaron á llamar hambre calagurritana á la extrema falta de mantenimientos. Finalmente, la ciudad se entró por fuerza, ella quedó asolada, y sus moradores pasados á cuchillo. Las demás ciudades y pueblos, avisados por este daño y ejemplo, todos se redujeron á la obediencia del pueblo romano. Acabada la. guerra, Pompeyo levantó en las cumbres de los montes Pirineos muchos trofeos en memoria de las ciudades y pueblos que sujetó en el discurso de aquella guerra, que pasaron de ochocientos en sola la España ulterior y la parte de la Gallia por do hizo su camino cuando vino. En los valles de Andorra y Altavaca, que están en los Pirineos lácia lo de Sobrarve, están y se

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ven ciertas argollas de hierro fijadas con plomo en aquellas peñas, cada una de mas de diez piés de ruedo. Tiénese comunmente que estas argollas son rastros de los trofeos de Pompeyo, á causa que las solian poner en los arcos triunfales para sustentar los trofeos, como en particular se ve hasta hoy en la ciudad de Mérida. En los pueblos llamados Vascones, donde hoy es el reino de Navarra, fundó el mismo Pompeyo de su nombre la ciudad de Pamplona; por esto algunos en latin la llamaban Pompeyopolis, que es lo mismo que ciudad de Pompeyo. Estrabon á lo menos dice que se llamó Pompelon del nombre de Pompeyo, ciudad que hoy es cabeza de aquel reino. En conclusion, vuelto á Roma, triunfó juntamente con Metello de España, año de la fundacion de Roma 683. En el cual tiempo hobo en Roma algunos poetas cordobeses, de quien dice Ciceron que eran groseros y toscos, no tanto, á lo que se entiende, por falta de su nacion y de los ingenios, como por el lenguaje que en aquel tiempo se usaba. Consta que tenian grande familiaridad con Metello, por donde sospechan que á su partida los debió de llevar en su compañía desde España.

CAPITULO XVI.

Cómo Cayo Julio César vino en España.

El año poco mas o menos de la fundacion de Roma de 685 Julio César vino la primera vez á España con cargo y nombre de cuestor, que era como pagador, en compañía del pretor Antistio, al cual Plutarco da sobrenombre de Tuberon, en que está mentida la letra, y ha de decir Turpion, apellido muy comun de los Antistios. Traia César órden de visitar las audiencias de España, que eran muchas, y avisar de lo que pasaba; en prosecucion llegó á Cádiz, donde se dice que, viendo la estatua de Alejandro Magno, suspiró por considerar que en la edad en que Alejandro sujetó el mundo, él aun no tenia hecha cosa alguna digna de memoria. Despertado con este deseo, y amonestado por un sueño que en Roma tuvo, en que le parecia que usaba deshonestamente con su misma madre, y los adevinos por él le prometian el imperio de Roma y del mundo, se determinó de alcanzar licencia antes que se cumpliese el tiempo de aquel cargo, para volver á Roma, como lo hizo, con intento de acometer nuevas esperanzas y mayores empresas. Partido César de España, Gueio Calpurnio Pison, que con cargo extraordinario gobernaba la España citerior, fué por algunos caballeros españoles muerto el año de la fundacion de Roma de 689, quier fuese en venganza de sus maldades, quier por respeto de Pompeyo, que buscaba toda ocasion y manera para hacello, y por su órden con color de honralle fué enviado á aquel gobierno. Muchas cosas se dijeron sobre el caso, la verdad nunca se averiguó. Pasados cuatro años despues desto, que fué el año 693, siendo cónsules Marco Pupio Pison y Marco Valerio Mesala, César vino la segunda vez á España con cargo de pretor. Llegado á ella, lo primero que hizo fué forzar á los moradores do los montes Herminios, que están entre Miño y Duero, á mudar su vivienda y sus casas á lugares llanos, á causa que muchas compañías de salteadores, confiados en la aspereza y noticia de aquellos lugares, desde allí se derramaban á hacer robos y daños en las tierras de

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