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maron con el suyo. Otra vez estando juntos todos los califi cadores, y no conformándose en cierta proposicion que se avia de calificar embió el Tribunal a pedir al Padre se llegasse allá aunque estubiese enfermo. Fué y derrepente le preguntaron el caso, y habló tan altamente en el con tan graves razones, con tantas autoridades de sanctos, y de concilios, que llegado a cassa el P. Diego Daça confesor del Señor Príncipe de Esquilache, que se halló en esta junta, dijo: todos somos niños en comparación deste hombre, jamas entendí oyr semejante grandeza de sabiduría. No es de menor argumento de su grande comprehension, y de la atencion con que oyera sus maestros, el saberse que licion que una vez oyesse en el aula no tuvo después necesidad de estudiarla por aver quedado señor della. "

Teniasse gran seguridad con sus respuestas, porque nunca habló ni respondió sino científicamente, y con certidumbre de que lo que decia era lo cierto. Y en materias morales fue tan raro, y eminente, que quando se resolvia los casos en este Colegio de ordinario dejaba su respuesta, y resolución admirados a todos. Y algunas veces en oyéndole solia decir el P. Francisco Cuello, hombre tan eminente en letras, no es posible que esto se alcance con estudio humano, tengo por cierto que es ciencia infusa la del P. Menacho. Y con ser tan grande jurista y canonista el P. Cuello solia dezir que en todo lo que avia estudiado de derechos, y en todo lo que avia communicado de esta facultad no avia hallado ni mejor inteligencia, ni mayor claridad que la del P. Menacho en el derecho, alcanzada a fuerza de estudio propio. Yendo un dia fuera con un Padre que avía sido discipulo suyo le preguntó al P. Menacho quantos casos avia resuelto en su vida, y respondió con gran llaneza: bien tendré quatro mil consejos escritos para poder imprimir. Y esto a mas de diez y seis años que lo dijo. Sus pareceres admiraban en Europa, y algunos que dió de cosas bien graves fueron muy celebrados y segui dos en Roma, y leyendo acaso un parecer destos uno de los padres provinciales que se avian juntado en la sesta Congre gación dijo, que el daría quatro sujetos escogidos de su pro. vincia por solo tener en ella al dueño de aquel pare cer."

"Contó el dia de su entierro un hombre grave que se ha

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lló un dia en la Universidad de Paris, y oyó grandes dispu tas sobre cierto punto theológico, y viendo á los doctores divididos sacó uno un quaderno, y dijo este punto trató el insigne theólogo peruano llamado Menacho, y lo resuelve assí. Leyó la resolución, y todos quedaron satisfechos de que en tan pocas palabras ubiesse tocado también su duda. y quitádoles toda razon de tenerla. "

"Diole Nuestro Señor singular talento para m ́estro escribiendo y enseñando con admirable claridad; y fue siempre tan estimado que no solo los de casa sino los Teólogos de fuera le cursavan con estimacion notable, y cuando leía en la Universidad de esta ciudad le acudian á oyr de las religio. nes sujetos que hoy son aventajados Maestros. Tuvo cuatro cosas eminentes de Maestro: la 1a que dictaba con tanta claridad que en todos los años que leyó fueron raras las veces que en su aula se oyesse algún golpe de discípulo para que repitiese lo que iba dictando. La 2 que tenia tan entrañado al angélico Doctor Santo Tomás que en la explicación de un artículo suyo que raras veces dejaba de explicar parece que se excedía a si mismo y assi el dia que avia artículo que explicar ivan los estudiantes con particular gusto a leccion. La 3a que no le oyó hombre alguno hablar mal de opinión ni de auctor que la llevase, sino de todos con grande estimación, y con estudio de todo lo que otros sentían: y así estaba tan ageno de ignorarlo que ponía espanto el verle referir, y resolver todo lo que los demas auctores contrarios trataban. La 4o fue que en todas las ocasiones de actos literarios á que presidia, jamás le perdió hombre el respeto ni dió lugar á que le interrumpiesse, ni resolución que daba á tiempo, y tan á punto que succedió muchas veces replicándole hombres muy doctos levantarse y decir: no tengo mas que replicar, porque lo que pensé y podía dezir todo lo ha preve. nido la respuesta. Y succedió un dia estando presidiendo á un acto arguirle bien, acaso con un lugar de S. Cypriano, que parece venia á propósito por haberle mudado el arguyente algunas palabras, parecia á todo el auditorio que no tenía solucion el argumento, que se traya ab auctoritate. Recogióse un poco dentro de sí el P. Menacho, y tomó la mano y dijo es impossible que San Cypriano diga esso, porque en

otras partes dize lo contrario, empezó á referir el órden de los Tratados del santo; y preguntó el número del capítulo que acotavan le refirió de memoria, y mandando traer se halló no avia semejantes palabras, sino las que el padre decia. Y a este modo le succedieron otros muchos casos que fuera cosa larga hablar de esta materia. Concluirla es con el modo de estudio que tenía en esta enfermedad última en que estando Perlático, y sin poder menear las manos para escrivir y revolver un libro, y con muchos dolores ordinarios estudiava como si estubiera bueno y sano, y pedia á su compañero tal ó tal libro; y vez hubo que sobre una cosa que iba escribiendo le leyeron veinte auctores, y luego prosiguió dictando sumando y citando los auctores, y refiriendo sus dichos con tan gran puntualidad como si actualmente los estuviera leyendo. Por esta tan grande sabiduria fue estimado siempre sobremanera de toda suerte de gente, y de todos los Tribunales, Obispos, Religiones, Universidades y hombres doctos, pero en especial de los señores Virreyes que alcanzó y el Tribunal del Santo Oficio. Argumento es de lo primero el haberse aprovechado tanto el señor D. Luis de Velasco Virrey de estos Reynos del Parecer del P. Menacho que se sabe que en ninguna cosa ponía la mano sin su consejo, y en especial en calificación de servicios para dar rentas, y premiar beneméritos, que parece que eran propios hijos ó de sus deudos según estaba en ellos, por lo mucho que para este effecto avia leydo de historias y papeles de estos Reynos. Y el señor marqués de Montesclaros se ayudó tanto del consejo del Padre que apenas avia cosa que no se la enbiasse á consultar. En el Tribunal de la Sancta Inquisición era de tanta importancia su assistencia y parecer, que dijo un dia el señor Inquisidor Gaytan, que era visible la falta que les hacia el Padre Menacho en no acudir á él por su enfermedad, y que con faltar paresce avia faltado la misma piedad que tanto estima este Tribunal en sus calificaciones. Concluyo este punto de la capacidad del P. Menacho con referir en bre. ve a lo que acudió mucho tiempo sin interrupcion. Leya en este colegio la Cáthedra de prima, resolvía casos dos vezes en la semana, acudía muy frecuentemente al Sancto Officio, y a las consultas de Provincia a que de ordinario le llama

ban. A las consultas que le hazian los señores Virreyes, y pareceres que de todo el Reyno le pedian. Y juntamente a predicar algunos sermones, y a otros ministerios de confesar, teniendo muchos penitentes de respeto, y en todo una tan grande rectitud de corazon que no le faltaba tiempo para nada.

lo

"Con esta eminente sabiduría juntó muchas y admirables virtudes que le hizieron mas raro y eminente en los ojos de Dios, y de los hombres, y empezando por su humildad me atrevo á asegurar fue tan grande que con ella cubrió mas de que descubría en materia de sabiduría. Y con ser tan sabio no se fiaba de su propio parecer, antes en sus dudas llegaba a preguntar, y consultar a los que le eran inferiores. Y daba sus pareceres para que los viessen y corrigiessen con una verdad y llaneza tan grande, que se echaba de ver cuan bajamente sentia de si. "

"Estando un dia dictando á un hermano de Casa, discípulo suyo, una lección, parece se divirtió, y dijo: Borre eso que soy ignorante. Replicó el hermano: Y como dice V. R. esso sabiendo que le ha dado Dios tanta sciencia? Tomó el P. la mano, y con grande humildad, y verdad se puso a persuadir al hermano su ignorancia con razones, y que lo poco que sabia lo avia puesto Dios en él como en un sujeto inutil. Huía tanto las honras y los aplausos del mundo, que no tenia ratos mas pesados que los que se via obligado a gastar con personas de cumplimiento. Y assi llamándole un día el Sr. Marques de Montesclaros para que le ayudasse y aconsejasse, le dijo: Yo serviré á V. Exa en todo cuanto me mandare con solo se sirva hazerme una merced. Y offreciéndosela dijo el P.: "V. Ex me mande por escrito y no paresca yo en Palacio." Y assi es que si no era en caso muy forzoso no le llamaban, consultándole todas sus cosas por escrito. Cuando estaba en los actos literarios no reparaba en los lugares, dejando á los discípulos mayores tomassen los primeros, y las primeras réplicas, enseñando él mas con su silencio que otros con cuanto dezian. No hablaba palabra hasta que le viniese la vez de replicar, y parecía según callaba que no entendía que se trataba, pero sí replicava hablava tan altamente, y con tanta agudeza y modestia que su réplica daba

auctoridad á un acto. Apenas se le oyó decir probo evidenter; antes cuando tenia casi concluyente su argumento, el mismo apuntava la solución y la alababa como si fuera del maestro y sustentante. Estuvo un dia en acto capitular, a que se halló el S. Marques de Montesclaros en cierto conven. to de esta ciudad, y habiendo replicado todos a porfía, solo el P. Menacho calló, y siendo ya de noche y tratando de levantarse el auditorio, hizo silencio el Marques, y pidió al P. Menacho replicasse: escussose con que era de noche y estaba todo dicho: hicieron encender hachas, y porfiáronle por su réplica, y la hizo con la admiracion de todos que siempre. Nunca respondió a caso alguno que le presentassen sin estu. diarlo primero, y si alguna vez le importunaban con priesa decia: Esto se me offrece, pero no me fio de mi mismo hasta verlo. Con ser hombre de tanta auctoridad gustava del trato de los hermanos mas humildes, y con ellos se sentava en las quietes, y assuetos a hablar con una civilidad tan grande que de ordinario dezían que el P. Menacho era el alegría de la casa. Embiole una vez un doctrinero de este Reyno, discípulo suyo, quatro mil pesos para ayuda de imprimir algu nas obras suyas, con deseo de que saliessen a luz, y el P. se los volvió, diciendo que no era digno lo que sabia de imprimirse ni trataba de esso. Rehusó siempre el ser superior con grandissima instancia, y con tener la mano que tenia con los Virreyes no pidió cosa para un Hermano suyo, y preguntándole un dia el S. D. Luis de Velasco que como no le pedia para un Hermano que sabia tenia alguna cosa, respondió: Que el no tenia méritos para importunar a su Ex3 por cosa que le tocasse.

"Effecto de esta humildad fue la pobreza singular que ejercitó en su persona y aposento. Nunca tuvo curiosidad alguna en su vestido, de ordinario era raido y roto, el vestido interior tan pobre que quando se venía a quitar un jubon era para caersele a pedazos de puro viejo. Siempre tenia pleytos con el ropero y su compañero quando habia de mudarse cualquier género de vestido, y no a muchos dias que fue nece. sario interviniesse el Superior para que mudase un bonete que avia dos años que traia. En su celda no tuvo mas que sus libros y algunas estampas de papel y una lámina que no

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